martes, 5 de junio de 2012

OFERTORIO de la MISA


EL OFERTORIO
Litúrgicamente es un momento sin particular valor. Por eso puede “taparse” con órgano o con cantos.
Espiritualmente debe dar lugar a posiciones interiores muy ricas.
PRIMERO: tras todo lo anterior, que ha sido recibir, pedir, aquí llegamos al momento de dar.  PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS. Y por tanto los fieles entran en acción.  Era el momento en que aquella comunidad primera aportaba en especie lo que cada uno podía aportar, y que sería después repartido entre los pobres de la comunidad. [Como el Sacerdote iba recibiendo aquellas ofrendas: un borrego, un queso, una zalea, unos comestibles, pan, vino…, etc., por eso era necesario el lavabo.  Lo más natural después de haber tomado tan variadas ofrendas;  por ello el “lavabo” ha quedado en mero símbolo, que puede suprimirse, porque ahora está suplido por una oración que pide la limpieza del alma.  Se mantiene, como tantas cosas, sin un sentido práctico y sólo espiritualizado].
Hoy se sustituye todo eso –a lo sumo- por una presentación simbólica del pan y del vino y –en ocasiones particulares- con algunos objetos propios de la ocasión.  Y por la colecta, que tiene objetivos más o menos definidos de antemano, y que contribuyen, si no, al sostenimiento del culto.
El sacerdote, por lo general, tiene ya preparado (y cercano, en la “credencia”, o un acólito se lo acerca), el pan y el vino y el agua que van a ser el centro del ofertorio u ofrecimiento de la Iglesia. Pan y vino que son las especies para el Sacramento, como las utilizó Jesús.  El Sacerdote las presenta a Dios, en voz normal o voz baja (si hay órgano o cantos) y bendice a Dios por ese pan y vino, fritos naturales de la tierra y del trabajo que ha realizado la persona humana, como done recibidos de la generosidad de Dios.
EL AGUA  parece “de sobra”.  Se atribuye unas veces a la idea de que los judíos rebajaban un poco el vino con agua y –lógicamente- Jesús lo hizo en la santa Cena.  Otros espiritualizan la idea con el “agua y sangre” del Costado de Cristo.  El sacerdote reza una breve oración en voz baja pidiendo a Dios que la mezcla de la gota de agua al vino de la consagración sea un signo de la unión de nuestra humanidad con su Divinidad.
Yo lo explico de forma que el pueblo fiel se sienta implicado y gozoso en ese leve signo, generalmente imperceptible.  La gota de agua son nuestras acciones humanas, sacrificios, sufrimientos, gozos y alegrías, trabajo, etc.  ¡Somos nosotros mismos!  Al final ¿qué vale en el mercado una gota de agua? ¿Cómo se compraría una gota de agua?  ¡No vale nada por sí!  Pero esa gota se echa sobre el vino.  Ese vino sí tiene ya un valor, incluso económico.  Al caer la gota de agua en el vino, desaparece tal gota y es irrecuperable. Se ha entremezclado totalmente.
Y el vino se va a consagrar, adquiriendo el infinito valor de la Sangre de Cristo.  ¡Pues allí está NUESTRA GOTA!, que queda conjuntamente consagrada…  Y como la Sangre de Cristo es redentora, nuestra vida y nuestras obras quedan también unidas totalmente a esa obra de la redención.  O sea: no se pierde ni “una gota” de nuestros sufrimientos, alegrías, trabajos, etc., porque todos tienen valor redentor, así unidos inseparablemente a la Sangre de Jesucristo.

LITURGIA DEL DÍA
San Pedro salta desde la realidad de esta vida, con sus contrariedades al  cielo nuevo y la tierra nueva que no acabarán. Quiere decir que nuestra vida tiene que buscar ser santa e irreprochable.  Y el remedio a la tentación que amenaza es estar prevenidos.
El Evangelio presenta la trampa de fariseos (junto a sus normales enemigos, los partidarios de Herodes), puestos de acuerdo para engañar a Jesús sutilmente. Alabanzas iniciales para confiarlo, y trampa después porque, por donde tire, le cogerá el toro.  Tributo al Cesar, ¿lícito o no?  El SÍ, le compromete ante el pueblo.  El NO, ante las autoridades de Roma.  Jesús se hace el despistado y pide que le muestren la moneda, que tenía la esfinge del César y la leyenda” Divino Emperador”.  Jesús les dice que al César hay que pagarle los tributos civiles que son propios del que construye calzadas, acueductos, y obras sociales.  Y a Dios, hay que darle lo que es de Dios. ¡Y ojo!: también el César tiene que pagar tributo a Dios, porque el César NO ES DIVINO y está supeditado a Dios de los dioses!

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