miércoles, 29 de febrero de 2012

UNA JUSTIFICACIÓN Y UNA EXPLICACIÓN

Me quiero justificar ante posibles visitantes del blog, que pudieran pensar -y no les faltaría razón, desde un punto de vista- de que el BLOG no es un libro para quedarse con el espacio casi monocolor de un casi único tema: el de la parte de reflexión de cada mañana. La única justificación es que hay 120 entradas asiduas cada mañana temprano a la espera de ese espacio meditativo, como ahora con la Pasión. Y consideraría justo que alguien no lo quiera así, porque una cosa es que yo escriba un libro -como VENTANA AL EVANGELIO- que el lo adquiere sabe para qué y a qué va. Y otra cosa distinta, muy distinta es el BLOG. Estoy de acuerdo. Hoy por hoy no he recibido quejas de ese espacio mañanero, que muchos esperan para su propia meditación, pero entendería y reconsideraría si hay aportaciones suficientes para cambiar.

LA EXPLICACIÓN la copio desde el último BOLETÍN DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN, correspondiente a marzo (hecho por mi mismo-, y que me permito reproducir a continuación para que quede constancia de LO QUE ES y LO QUE DESEO que sea lo que es un blog, por su misma concepción de blog informático.

http://apormalaga.blogspot.com

bien puede considerarse como una de las más notorias consecuciones prácticas de este Grupo del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN DE MÁLAGA, con sus 25,000 visitas en poco más de un año,

+ con su buena presentación y fácil manejo;

+ con su REFLEXIÓN DIARIA del Evangelio del día;

+ como espacio de participación y acción cristianizadora;

+ por ofrecer espacio sereno de comunicación, amistad, complemento recíproco de ideas y sugerencias, difusión de la Palabra de Dios y

+ expresión de espíritu cristiano de sus participantes, asintiendo, disintiendo, ampliando o corrigiendo fraternalmente.

+ Espacio de maduración, porque ni pretende “incienso” ni se escribe para la galería, ni para ganar el Nóbel, sino como palestra de expresión de lo que se lleva en el corazón.

+ Los COMENTARIOS al texto principal o a los mismos comentarios anteriores, sirven para aquilatar, O por el mero gusto y deseo de participar, de hacerse activo, y ayudar.

+ El que piensa que lo que puede decir es “demasiado simple”, debe pensar que lo “simple” también hace bien, y puede ayudar a otro “más simple”…, o ayudarle a sacar de su arca cosas nuevas y viejas, muy propio del Reino de los Cielos.

+ El “Anónimo” es valioso. O es tan anónimo que no lo conocemos porque vive en Argentina, o un día saldrá de su anonimato, porque es uno de los mismos que nos vemos cada 15 días.

+ El que no está contra nosotros, CON NOSOTROS ESTÁ. Lo dijo Jesús y lo tenemos que aplicar a nuestra realidad.

Y supuesto todo lo dicho, QUIERO INSISTIR CON TODA FUERZA que el blog no es de una persona sino del APOSTOLADO;

- Que no es un espacio para teólogos, porque todo fiel cristiano que sabe el Catecismo o medita el Evangelio o la Sagrada Escritura, tiene algo que decir.

- Que toda persona tiene derecho a entrar (desde el respeto y la libertad, el asentimiento o el disentimiento). Sería absurdo tener que pensar todos lo mismo.

- Y que se le hace mejor servicio al blog y se le enriquece de esa manera, y no de la contraria. Aunque sigue el principio soberano de libertad de visitarlo cada cual como le sirva más o le agrade más, o le sirviera más para criticarlo. Que la crítica también vale cuando se busca un bien y se hace para construir y crecer.


Seguimos entre olivos

MIERCOLES 1º CUARESMA

Papá le dice a su hijo adolescente, que está perdiendo el curso porque se dedica a sus juegos, sus litronas, sus llegadas a casa con dos copas de más, y tarde (y en consecuencia, ni puede levantarse a estudiar, ni está en condiciones de hacerlo: Te doy mes y medio de plazo. Si en ese tiempo no ha cambiado esta conducta tuya, te quedas sin “la paga” y sin las clases de guitarra. Le lanza una amenaza, con tiempo sobrado para que cambie la actitud del hijo, y pueda él mismo cambiar por dentro. Eso es lo que pretende su padre. El padre ni pretende quitarle esa “paga” ni cortarle sus clases de guitarra. Lo que busca es la corrección que el hijo ha de hacer en su propia forma de vivir. El hijo se lo toma en serio, determina acabar con su modo actual de vida, y lo hace

Y el padre no vuelve a mencionar la amenaza. Se ha conseguido lo que se pretendía, que era el bien de su hijo, y eso basta. Y todo seguirá en perfecta armonía.

A un pueblo díscolo como el judío, que pretender aparentar su fe y su cumplir ante Dios, y que no lo hace, sino que está hecho un pueblo perverso, Jesús le avisa que con él va la misma advertencia que aquella amenaza de Jonás al pueblo de Nínive. No hay más señales ni más pruebas. ¡Y aquí hay uno que es más que Jonás! Que es razón de más para que haya un cambio en la actitud de corazón.

Tomamos la lección en serio.

EL HUERTO (continúa)

Jesús, con el alma destrozada, triste, querría poyarse en aquellos amigos. Pero sabe que no basta. Necesita de mucho más. Y tras prevenirles que vigilen y oren (porque si no, van a sufrir escándalo y tentación ante lo que se avecina), tiene que hacer un esfuerzo para separarse de ellos –arrancarse como quien se arranca un trozo del corazón- y alejarse unos 30 metros para ponerse en comunicación de oración con Dios, su Padre, el que únicamente puede esperar el consuelo y la ayuda. De pie, como es la oración judía, Jesús ora repetidamente con una petición: “Si es posible, Padre, pasa de largo esta pasión que me amenaza; aunque Yo siempre me someto a tu voluntad”. E insiste. Y repite. Tal como Él mismo había enseñado. La oración hasta hacerse oír. La oración, convencido de que Dios dará cosas buenas. Pero no se oía ni una voz, ni un susurro. Jesús oraba y parecería que el Cielo estaba cerrado. Siguió. Yo diría que hasta la extenuación, cuando uno ora con tanta fe y tanta fuerza, y Dios parece estar sordo a mi llanto y no escuchar mis gemidos… Jesús se ahogaba. Ya no podía más. Y acabó aquel rato de oración y se fue hacia sus discípulos, buscando un apoyo.

Penoso momento: dormían. Dice el evangelista que la tristeza. Como el deprimido que opta por irse a la cama y dormir, porque así ni siente ni padece. No se enfrenta a una realidad y así nunca está preparado para afrontar la situación. Jesús se dirigió a Simón –el que estaba dispuesto hace un rato a morir por Jesús, y permanecer aunque todos fallaran… Por eso Jesús le dice a él: Simón, ¿duermes? ¿No has podido vigilar una hora conmigo, mientras me estoy deshaciendo en tristeza? En Jesús había un dolor aumentado: la soledad. Sufría solo. Podía haberse muerte de pena, y no se hubieran dado ni cuenta sus amigos, sus escogidos para acompañarle. [Que si aquellos estaban así, ¡cómo estarían los 8 de la entrada! Y si nos salimos del Huerto y nos vamos por los caminos, por las veredas de la historia y de los siglos…, ¡cuantos que duermen ese sueño idiotizante que hace vivir tranquilo, o “piadosamente meditativo” sobre las penas que pasó el Señor!]

En efecto: el despertar de Pedro y de aquellos hombres llevaba el rostro idiotizado del que ni sabe dónde está, ni qué está pasando… Pero ni saben responder, ni pueden responder…, se pusieron en pie para despertar de verdad… A Jesús se le vin el alma a los pies. Ahora sí sabía que estaba tremendamente solo.

Así se volvió a su oración, y cayó de rodillas. Quizás porque el cuerpo no le aguantaba, o en esa posición humillada donde el hombre grita a Dios desde la fe profunda de su alma…, donde llora con una súplica a más no poder… Si pudiéramos entrar en el Infinito de dios, veríamos que el Padre también “lloraba” (si se nos permite utilizar sentimientos y formas que entendemos los humanos). “Llora Dios” ante muchos “Huertos” donde otros tantos “Cristos” padecen. Claro que lo primer que se nos ocurre pensar es por qué no hizo ya el milagro, y lo arregla todo. Exactamente es lo que no hace Dios: llevar la vida a base de milagros, como “hada buena” que va tocando con su varita mágica. Lo que Dios está buscando es el gran milagro del corazón humano que no siga haciendo sufrir al prójimo, que eche una mano, que no duerma para no ver, que no dé el rodeo para no socorrer, para que nos sepamos cada uno con ese poder de “hacer milagros” cuando somos capaces de “quitar los cepos injustos” , de evitar esas ocasiones que ciertamente van a dañar la moral y la vida o el sentimiento de tantas personas… Ahí, en ese terreno es donde vienen los milagros de Dios, que casi ni se notan que Dios había actuado, pero que se producen en las conciencias, en las actitudes que se abren, en los corazones que cambian.

Lo triste fue el momento en que Jesús volvió a sus discípulos, y ya ni les dijo nada. Se quedó mirándolos doloridamente. Comprensivamente. El alma hecha jirones. Mascaba una soledad terrible que le hacía subir la sangre con más fuerza. Permaneció callado, observando. Sintió pena de ellos. ¡La que les aguardaba…! Pero no supieron prepararse para el momento que vendría muy pronto.

martes, 28 de febrero de 2012

UN PRESUPUESTO FUNDAMENTAL

Martes 1º de Cuaresma. Consoladora y exigente la enseñanza de este día. Quien se quede sólo en “consoladora”, se equivoca radicalmente. Quien se quede sólo en “exigente”, ídem de lo mismo.

CONSOLADR, muy consolador es saber que la Palabra de Dios jamás es huera, inútil o estéril. Jamás regresa vacía a Dios. Sale de su boca, riega la tierra de nuestro corazón y no tiene más remedio que haber empapado o ablandado. Volverá a Dios con su fruto. Y de Dios regresará de nuevo cargada de nuevas lluvias purificadoras. ¡Tan EXIGENTE como eso! Porque lo malo sería que nos quedáramos en “lo bonita” que es. Eso significa que ni nos hemos enterado. Que no estamos en la órbita de la verdadera PALABRA DE DIOS.

Por eso cuando Jesús nos enseñó a orar y nos dejó el Padrenuestro, jamás nos dejó “el dulce padre”, ni mucho menos. No en balde la Iglesia prologó una de las amonestaciones que lo introducen con un nos atrevemos a decir. Porque hay que ser muy osados para “rezar” el Padrenuestro y quedarnos como estamos. Pedir que se haga su voluntad, es precisamente afirmar que no es la nuestra; pedir que venga SU REINO,, es lo contrapuesto a “nuestros reinos de Taifas en que pretendemos mandar con nuestra “santa” voluntad. Pedir que nos perdone IGUAL que nosotros hemos perdonado, es quedarnos al descubierto. Bien tendremos que pedir que no nos deje caer en nuestra constante tentación de ser nosotros los que intentamos soslayar el verdadero REINADO DE DIOS.

EL HUERTO

El ambiente estaba muy cargado de emociones muy dispares. Muy duras. Y el “¡Basta!” de Jesús equivalía a levantar la mesa y salir de allí…, dirigirse hacia un consabido lugar de oración, bajando por el torrente Cedrón. De noche cerrada, con las sobras alargadas por la luna casi llena, y apiñados los Once como el rebaño temeroso, porque se ha anunciado el pastor herido y la dispersión de las ovejas. Jesús camina silencioso. Ellos también, y reflejándose una angustia en sus rostros.

Aquí hay algo que o lo entendemos de entrada y lo creemos, a pie juntillas, o vamos a contarnos “el cuento de la pasión”. San Juan, que desde su primera palabra en el Evangelio ya está tocando y palpando la divinidad, no entra en los hechos del Huerto. Los otros 3 evangelistas van a meternos de lleno en la gran realidad del HOMBRE, el que –con la carta a los fieles de Filipos- sabemos que fue uno de tantos, hecho como uno cualquiera de nosotros, hasta llegar a la misma muerte. El que -con la carta a los Hebreos- sabemos que fue semejante en todo a nosotros, menos en el pecado. Lo que tradujo tan visiblemente San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios: como que la divinidad se esconde. El que llega al Huerto en la derrota anímica del hombre que se está visiblemente lleno de tristeza, miedo y de angustia.

El que no llegó a la Pasión como el demiurgo que echa un potente imán desde el cielo para desde fuera y sin contaminarse, con pleno poder, salva a los pobres hombres caídos, sino que se mete en el fango humano, en la cloaca de la humanidad, para empujar desde abajo . San Pablo dirá, nada menos, que hecho pecado, emborrizado con esa misma humanidad, porque así es como elevaba a los caídos, cargado con el fardo de todo pecado, de toda clase de pecado, de toda la humanidad de todos los siglos.

Si podemos digerir esto, y CREERLO (con mayúscula), barruntaremos lo que fue la Pasión de Jesús de Nazaret, del Mesías de Dios, del Dios redentor del hombre. Si no, siempre estaremos escapándonos por la tangente de que las cosas son distintas en nosotros ”porque Cristo era Dios” y ese falso “paraguas” acabará dejándonos la escapatoria para nosotros tener nuestras explicaciones humanas…, ¡porque nosotros sí que padecemos el ser humanos…! Y tendremos una meliflua contemplación de la Pasión, que nos llenará de “devoción” y “místico amor”, pero no habremos llegado nunca a barruntar lo que fue, lo que supuso, LO QUE EXIGE. También es San Ignacio el que acaba preguntándose: Y yo, ¿qué he de hacer y padecer por Cristo?

domingo, 26 de febrero de 2012

NOS CREEMOS FUERTES...

ANUNCIO DE LAS NEGACIONES DE PEDRO

Acaba Jesús de realizar el misterio-anuncio-memorial de su muerte. No debemos pasar por alto un hecho: lo que Mateo, Marcos y Lucas han dedicado a narrarlo, en en Juan el lavatorio de los pies (y no habla de algo tan sublime como la institución del sacramento del Amor; es que Juan ha puesto la misma realidad ante los ojos, en ese momento del lavatorio y el MANDAMIENTO DE AMAR COMO ÉL HA AMADO).

Ha acabado ese momento sublime. O mejor sería decir que ha empezado…, no sólo porque aquella fue la “primera Misa” entre millones de misas siguientes en los siglos. También “ha empezado” porque el misterio anunciado tiene aún por delante el largo recorrido de los hechos mismos de la Pasión y Muerte. Una doctrina teológica, entre otras varias, explicita que aquella Consagración por separado del CUERPO u la SANGRE es precisamente el símbolo expresivo de la muere de Jesús, que llega a ser muerte real cruenta cuando su cuerpo quedó sin la sangre, derramada en los tormentos de la Pasión).

Ahora Jesús quiere prevenirles del escándalo que ellos, sus apóstoles y amigos, van a sufrir en ese tiempo, cuando vean ya, en la realidad, que los anuncios que ha hecho tantas veces de esos hechos, se hacen realidad. Y como buen Maestro quiere prevenirles. Y quizá –como inmenso Amigo- les está advirtiendo que ya sabe Él lo que es el horror de la Cruz… Que sabe Él que ellos se van a horrorizar y van a huir. Y que no por eso Él va a dejar de quererlos, porque bien sabe que una cosa es el deseo y otra la debilidad de la carne. Y se lo advirtió con esa imagen escalofriante para un hebreo: Hoy se cumplirá eso de “heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Pero no os espantéis cuando suceda, porque luego iré delante e vosotros a Galilea. Volvía a ponerles delante que lsu muerte no acaba en la muerte. Hay después una Galilea de luz y gozo y Presencia, en la que Él estará allí antes que ellos.

Pero no podía aceptar eso de dispersarse las ovejas. ¡Al menos él, no se irá, porque yo estoy dispuesto a morir por Ti! Y no cabe duda que hablaba desde el sentir de sus deseos. Pero sin calibrar sus fueras. Y sobre todo, creyéndose más cierto de sí que de lo que anunciaba Jesús. Y como Pedro hablaba siempre demasiado pronto y demasiado seguro, Jesús tiene que advertirle que precisamente él, Pedro “me negarás esta noche tres veces antes de que el gallo cante por segunda vez”. Por supuesto que no admitió el aviso de Jesús.

Eso es lo malo de los que se creen más; de los que no tienen bien medidas sus fuerzas; de los que se piensan que siempre serán mejores o que llevan más razón que el propio Jesús. Lo que le pasó a Pedro, ya lo sabemos y lo veremos. Si siquiera nos hiciera a nosotros más prudentes para no creernos nunca más, y tener la humildad de aceptar que nos podemos equivocar…; más aún ¡que nos equivocamos como cualquiera y que fallamos como el primero…! ¡Si supiéramos comprender que si hoy estamos de pie, es porque nos sostiene la Gracia de Dios, y no porque nosotros llevamos el salvoconducto de la infalibilidad…!

Saltándonos ahora toda la amplia oración de Jesús, una vez acabada la Cena, nos iríamos a ese momento, que sería chusco si no fuera tan erróneo y fuera de lugar. Habla Jesús de la batalla que han de librar contra ls pasiones, contra el mundo y contra sí mismos, y les advierte que necesitarán armas muy fuertes para la lucha. Que hasta habrá que vender el manto para comprar la espada… Todo un símbolo, como el “cortarse la pierna o el brazo, o sacarse el ojo”. Y como siguen estando tan fuera de la realidad que Jesús les presenta, uno –que ha mirado la decoración de las parces de aquella sala de la Cena- salta con aquella chiquillada: ¡Aquí hay dos espadas! Jesús optó por cortar por lo sano. Era mejor no seguir. Y dejó un escueto: ¡Basta!, que bien podemos pesar que le dejaba el alma apenada, porque en medio de las alturas que Él explicaba, ellos seguían moviéndose a ras de tierra.

LUNES 1º DE CUARESMA.

Muy útil y para pensar la 1ª Lectura. Un código de conducta para aquel pueblo que bajaba a detalles de auténtica finura de trato, y que sobrepasaban cualquier legislación de pueblos limítrofes. No se quedaba Dios en los Mandamientos. Bajaba a detalles, y todos los rubricaba con una firma muy personal: Yo soy el Señor.

Para mí, lo importante no es ver ahora esos casos concretos como si no hubiera más que eso. Es saber que cada cual hemos de hacer nuestra aplicación concreta y “equivalente”. O aprendemos a bajar a los detalles de nuestra alma, a los recodos de nuestra conciencia, o nos estamos quedando en los “aledaños”.

De hecho Jesús en el Evangelio de hoy ya está bajando y concretando muy mucho. Y aún así, cada uno tendrá que bajar todavía más a su situación personal de conciencia íntima y circunstancias. Porque lo peor que nos puede ocurrir es que nos sintamos tranquilos ante esas realidades, así al pie de la letra (y ya que tendríamos que analizarlas de frente más de una…), y que no –tapados por el árbol- no veamos el bosque. Que puede ser que todos tengamos “un bosque” que descubrir en nuestra situación real personal a la que debiéramos atender y salirle al paso.

DOBLE MISTERIO: PRESENCIA Y TENTACIÓN

Continuación de LA CENA DE JESÚS

El momento de la salida de Judas es como una explosión del sentimiento contenido de Jesús. Con un doble sentido, Jesús, como quien respira hondo, a la vez que ve ya su horizonte definitivo que le aboca a la muerte…, una mezcla de sentimientos encontrados, exclama: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en Él. Hay una doble visión. De una parte, es el final de una pesadilla que ha estado cargando sobre Él en esos últimos días, esa convivencia tan difícil –y en el fondo de hacerse tanta violencia y seguir siempre abierto a una esperanza- de Judas que ya estaba tan fuera de lugar, y dificultando la espontaneidad. Ya ha salido y queda algo muy grande por delante.

Ya es evidente que ha comenzado el proceso de su muerte. A partir de este momento, Judas puede irrumpir en la vida de Jesús para consumar su traición. Pero eso mismo es –en el sentir profundo de Jesús- “su glorificación”. Porque se precipita ya la redención del mundo, “la compra” de ese mundo al precio de su vida, y así devolverle al Padre una humanidad que se ha perdido a sí misma.

LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

Esa glorificación tiene su antesala en la Institución de la Eucaristía, con su doble vertiente de dar vida eterna a quien come se cuerpo y bebe su sangre (aquel anuncio que escandalizó a discípulos suyos y a Judas, que allí estuvo bajo cuerda), y anunciar su muerte: vivirla de antemano en forma misteriosa incruenta, y al mismo tiempo absolutamente real. Un verdadero misterio que constituía el momento definitivo de la anunciada desde antiguo NUEVA Y ETERNA ALIANZA, nuevo testamento, pacto ya irrompible del amor de Dios a la humanidad, a la que Dios podrá mirar ya rescatada del fango en que la había sumido el pecado.

Jesús tomó pan de la mesa. Dio gracias a Dios, y extendió sus manos sobre ese pan, en signo de bendición, y se lo dio a sus discípulos diciendo: TOMAD Y COMED: ESTO ES MI CUERPO QUE SE ENTREGA. Y bien era conocido el sentido de ese vocablo: entregar a la muerte Y los apóstoles fueron pasando aquel “pan”… ¿Extrañados, convencidos, sumidos en una perplejidad…? También hizo Jesús lo mismo con una copa de vino. Y les dijo: TOMAD Y BEDE TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE LA NUEVA ALIANZA EN MI SANGRE, QUE SE DERRAMA POR VOSOTROS Y POR EL MUNDO ENTERO, PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. Y otra vez aquellos hombres, envueltos en un ambiente de misterio, bebieron de la copa.

Mi pregunta siempre es: ¿qué estaban entendiendo aquellos hombres? ¿Hasta dónde podía llegar su “conocimiento espiritual” para hacerse cargo de lo que acababan de hacer? Mucho dudo de que fueran conscientes de ser testigos al vivo de la acción salvadora de Jesús, de asistir a su muerte, se pensar que en aquel momento Jesús había entrado dentro de ellos. Pienso que tendrían que recibir el Espíritu Santo de Pentecostés para entrar en la sublimidad de lo había ocurrido. Y sólo que “había ocurrido” sino que Jesús acabó aquel momento tan especial con una nueva palabra no menos maravillosa: CANTAS VECES HAGÁIS ESTO EN MI NOMBRE, ANUNCIÁIS MI MUERTE HASTA QUE VUELVA Porque Pentecostés lesa reveló que aquella acción que habían vivido, era una acción actual, permanente, que se trasmitía y se prolongaba –se revivía- cada vez que ellos repitieran aquel mismo gesto y palabras de Jesús.

Para nosotros todo esto es ya algo “casi natural”. Y también necesitamos Espíritu Santo para concienciar la inexplicable realidad a la que asistimos y en la que participamos los católicos en cada “Misa”. Aunque les llevamos de ventaja a aquellos hombres toscos de la Cena de Cristo, toda la fe de la Iglesia, ¡la maravilla de la fe que hemos recibido!, y con ella la capacidad para asentir sin dudar que la Palabra del Señor ha transformado el sentir y pensar de nuestra mera capacidad “intelectual” humana. Tenemos el llamado “sentido de la fe”, que nos hace “fácil” lo más difícil, cuando se desenvuelva bajo el manto del poder de Dios y de la acción en nosotros de Jesús a través de su Espíritu Santo. En definitiva, de la Iglesia.

El domingo 1º de Cuaresma nos sitúa ante la tentación o el escándalo que hemos de pasar los creyentes, cuando nos encontramos entre las dos aguas del mundo que nos ofrece, goces, dinero, triunfalismos, y el intento permanente de las dos velas, una a Dios y otra al diablo. Nos metemos en Cuaresma siendo lo que somos y ambicionando los placeres humanos que se nos vienen a las manos…, y hasta vestidos con piel de oveja. Lucha entre la atracción sutil de los bienes humanos, y la fuerza hacia arriba de los ángeles de Dios que nos vienen a ayudar. Pero al mismo tiempo Jesús anuncia que se ha cumplido el plazo y que está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia. Y es que, pese al diluvio devastador del mundo –sus engaños y dulzuras venenosas-, hay ya una SEÑAL EN EL CIELO COMO ARCO DE PAZ, que Dios establece. Y que San Pablo nos concreta claramente en ese Cristo que murió por todos los pecadores de una vez para siempre –el inocente por los culpables- para conducirnos a Dios. Es el comienzo, con sabor a sangre derramada. Pero con el arco que une ya con la conciencia pura, por la resurrección de Cristo Jesús, Señor nuestro, que esta sentado a la derecha de Dios.

sábado, 25 de febrero de 2012

agua de manantial

JESÚS LAVA LOS PIES A SUS DOCE

Jesús sabía muy bien lo que hacía, y así lo pone claro San Juan: “sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre”, se levanta del diván, se quita la túnica y se va hacia las jofainas de las abluciones, se ciñe una toalla y se va hacia los discípulos para lavarles los pies, un gesto de servidor, de esclavo. Los discípulos se quedaron mudos. Extrañados. No dice el evangelista si empezó por uno o por otro, si en esa estupefacción alguno se dejó hacer, aunque se le enrojeciera el rostro de vergüenza, mientras miraba a derecha a izquierda a ver si alguien reaccionaba.

Así llegó a Pedro, que fue ya el que decidió acabar con aquello, y encogió los pies en su diván, y se negó a que Jesús siguiera arrodillado ante él. Era reverente amor y verdadero amor hacia Jesús, aunque no era acertar con la intención del Maestro. Decididamente, Tú, a mí, jamás me lavarás los pies. Jesús levanto humilde y cariñosamente los ojos, y poniendo énfasis y autoridad en sus palabras, respondió: Si Yo no te lavara los pies, no tendrías parte conmigo. Era un bombazo en el sentimiento de Pedro. Creía haber hecho lo que todos –y su propio sentir- le pedían, y se encontraba con aquella inesperada respuesta. Yo digo siempre que a la hora de ser como Dios manda, los hay “perfectos” y “pluscuamperfectos”· Y esos se colaban. Y Pedro se había colado. Y como Pedro no entiende de términos medios, ahora extiende los pies, se remanga los brazos y le dice a Jesús: Pues entonces lávame los pies, las manos y hasta la cabeza. Jesús se limitó a decirle. No es menester tanto; lo que ahora no entiendes, lo entenderás luego. Y vosotros estáis limpios. Aunque no todos. Ya salía de su Corazón ese sentimiento contenido de Judas, allí en medio, con el alma tan renegrida.

A sus pies se fue también Jesús. Judas aguantó estoicamente. ¡y vaya Vd a saber si hasta sintiendo ridículo el gesto de Jesús!, puesto que Judas ya se reptaba en otra órbita que le impedía entender estas alturas espirituales del corazón de Jesús: lo que pensaba Jesús en ese instante, lo que sentía en su alma, como quien quisiera que aquel agua que derramaba en los pies de Judas pudiera ablandarle la dureza de sus pensamientos.

Luego, Jesús se fue adonde había tomado la toalla y el agua, lo dejó allí, y se revistió con su túnica, y se fue a su puesto. No le apartaban ojo…, y ojos abiertos como platos, porque estaban sobrecogidos.

Con inmensa solemnidad les habló: Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si Yo, el Maestro y el Señor, lo he hecho así es para que vosotros lo hagáis a sí entre vosotros. Porque MI MANDATO es que os améis los unos a los otros COMO Yo os he amado.

Era el gran testamento de quien iba a morir, y quería dejarles un testamento de amor.

El silencio se mascaba. No se oía más que la respiración de aquellos hombres. Y Jesús rompió ya el silencio y –en un abismal contraste con lo dicho y vivido ahora-, Jesús parece necesitar desahogarse, les puso ante el hecho terrible: Hoy, esta noche, uno de vosotros –que está comiendo conmigo- me entregará. Aquello aturdía a cualquiera. Y los apóstoles fueron preguntando, ya sin fiarse ni de sí ¿Soy yo, acaso? - Uno que mete conmigo la mano en el plato. ¡Ay de él!, que más le valiera no haber nacido.

Y Judas se atreve a preguntar también si acaso es Él… Y Jesús le contestó muy bajito: Tú lo dicho, afirmación evidente de que lo era. Pero no enteraron los otros, porque si se enteran, se hubieran abalanzado sobre Judas. Cada vez se le hacía a Judas más insoportable aquella situación. Un corazón que ya se ha ennegrecido, lleva a mal hasta el acto más delicado que pudieran tenerle.

Jesús vio que la cuerda estaba tan tensa que había que liberar toda aquella mala energía del traidor. Y aunque era dar paso decisivo a la propia muerte, se dirigió con sencillez a Judas, como dice la cosa más normal y simple: Judas: lo que vs a hacer hazlo pronto. Nadie se entera lo que hay debajo. Piensan que era un encargo de Maestro a discípulo “tesorero”, y que le encargaba air a socorrer a algún pobre. Y Judas, llevado del mismo demonio, con la cabeza hundida, sin querer ni mirar, de fue hacia la puerta . Y Juan, con su profundidad de palabras (que en una sola mete mil sentidos), aportilla, como quien no dice nada: Era de noche. Claro: de noche sí que era ya, pero había una noche mucho más obscura y terrible, una noche sin amanecer, en el corazón de aquel desgraciado.

La 1ª lectura [sábado de Ceniza] –que en Cuaresma lleva la voz cantante- es una exposición en positivo. Con sus imágenes orientales va dando claves de bendición de Dios: apartar de uno el gesto, la palabra, el sentimiento, amenazador, el que tan fácilmente se traduce en maledicencia (crítica abierta o solapada; insinuaciones, contagio de los propios malos sentimientos)… Partir mi pan con el hambriento (donde estoy yo cabes tú; por eso no es sólo “compartir pan sino “mi pan”, hasta saciar el estómago del indigente. No sólo un gesto y un sentimiento, sino ese momento en que invade la bondad y se detesta todo lo que se alberga negro dentro de uno. Y no cabe duda que hay momentos en que el pozo del alma es más cloaca que manantial de agua clara. (¿Nunca hemos pasado por esa experiencia drástica, aunque sea momentánea, en la que la solución sería que se muriera o se marchara al extranjero aquel de quien albergamos un mal sentimiento?). Dios enciende esa luz suya en las tinieblas del corazón humano, y así brillará tu luz, tu obscuridad se volverá mediodía: ha entrado la Gracia purificadora de Dios, y quien antes tenía tendencia a derruir, hora se convierte en reparador de brechas, restaurador de viejas ruinas.

Así siguen las comparaciones, las concreciones. Y el final, como un juramento comprometido, se acaba diciendo: Ha hablado la boca del Señor.

viernes, 24 de febrero de 2012

LA CENA.1

LA CENA PASCUAL

No me detengo en las lecturas del día, pero no tengo más remedio que expresar mis propios sentimientos de esta mañana, cuando leía aquello del “ayuno que yo quiero”, puesto en boca de Dios. Menos cabezas movidas como un junto [tan típico de la forma de orar judía], menos expresiones externas y de apariencia, que no llegan así a Dios. Porque lo que Yo quiero es abrir las prisiones injustas, saltar los cepos, dejar libres a los oprimidos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los sin techo, vestir al que está desnudo, y no cerrarte a tu propia carne” Todo muy bonito y bucólico si se lee así. Pero llamando mucho a las conciencias de esas prisiones actuales, barrotes de generaciones que se cierran las puertas y tienen cerrados los cepos; que viven la injusticia (=falta de actitud justa, leal, buena) de oprimir, y pretender que el mundo sea como cada uno lo cree mejor…, como cada cual lo concibe

Hay hambre y no sólo de pan; hay “sin techo” que casi no le dejamos ni los cartones para hacer como se tapan; hay “desnudos” del afecto y la comprensión de otros… Y a la vez, que desnudan a los prójimos de sus derechos de ser personas totales con sus plenos derechos de expresión, de sentimientos, de diferencias generacionales, de comprensiones domésticas. ¡Y ya se ve que aquí habría una enciclopedia de realidades concretas en cuya enciclopedia tenemos aún muchos que aprender todos. No cerrarse a la propia carne es una expresión riquísima para decir: ¿Qué todos somos iguales, que nadie es más ni es menos, que todos vemos la misma luz del sol… Y entonces clamarás al Señor, y Él te escuchará”. Y Jesús en el Evangelio de hoy nos repite exactamente igual: menos ayunos rituales, y más acercarse al Maestro… Preparaos todos…, ¡que vienen curvas!; que la vida no e fácil, pero que cada día trae su propia realidad; que Jesús dejará de estar visible con su turbante…, y que tendremos que “ayunar” entonces ese ayuno que se ha expresado más arriba. Y con tanta más fuerza cuanto que ya es emblema cristiano

LA CENA PASCUAL

Puede sr que aquella Cena de Jesús con sus doce apóstoles no fuera exactamente “Cena Pascual”. De hecho San Juan especifica (19, 31) que el día grande de los judíos se celebraría el día siguiente al de la muerte de Jesús, y allí era la Cena del cordero.. De ahí la prisa porque no quedaran los cuerpos en la cruz, y las prisas que hubieron de tener en el enterramiento de Jesús, sin poder ni tenerle los cuidados propios de una sepultura normal).

Por otra parte tiene cierta verosimilitud que Jesús, el verdadero Cordero, adelantara la Cena, invalidando así ya el sentido del “cordero pascual judío”, que se había de comer en esa Parasceve solemne.

Jesús llegó a Jerusalén desde Betania, con mil sigilos para que Judas no pudiera interferir la celebración, que iba a culminar y condensar toda la obra de Jesús, la que iniciaba la verdadera PASCUA, como la llaman los tres sinópticos.

Era la tarde, y Jesús se puso a la Cena con sus discípulos, con deseo ardiente de comerla con ellos antes de padecer. (Lc 2, 14). Ya no habría otra. La emoción en el Corazón de Cristo era muy fuerte. Anunciaba ya la inminencia de su muerte. Y eso se dice muy pronto, pero se parte el alma cuando se está en plenitud de la vida. Y cuando esa muerte lleva esos dos sentidos: uno, el sentido redentor (“ardientemente deseado”), y otro el de los odios humanos…, y el del discípulo traidor allí presente, casi acariciando las monedas que le van a dar…, que necesariamente repugnaba al Corazón de Jesucristo. Un mundo inmenso, sublime y doloroso, que se agolpa en el Corazón de Jesucristo.

En ese ambiente, y como un contraste de la pequeñez del corazón humano, surge la contienda de los apóstoles sobre cuál era el mayor. Jesús zanjó la cuestión, primero con unas palabras: entre vosotros no se puede pensar como en las cosas humanas (Lc 22, 25). Se dice muy pronto ese sentimiento que pudo tener Jesús en ese instante, cuando Él estaba en las alturas de su donación, y ellos –como niños tontos- discutiendo que si tú, que si yo… ¿Niños tontos…, o que estaban en otra órbita, y preferían meter la cabeza bajo el ala y no enterarse de lo que estaba pasando? Porque esto es muy repetido en la historia: Jesús es “dulcísimo” en la Eucaristía y en sus milagros amorosos…, pero ¡no hablemos de la sangre porque eso nos marea! Mejor ignorar la sangre, y seguir subidos en el carrusel de la realidad, de la vida diaria, de la convivencia entre iguales, y de prescindir de lo demás.

Pero Jesús no se limitó a repetirles que dejaran a los mundanos y terrenos con sus puestos de primacía, y que ellos entraran en la realidad que toca vivir en el día a día, en el seguimiento de Jesús. Y se fue a realizar un hecho de fuerza impresionante que les dejó parados.

jueves, 23 de febrero de 2012

JUDAS

JUDAS

Las lecturas de este día -Jueves de Ceniza- expresan la libertad de elección que se le ha dado al ser humano. El que es verdaderamente libre, escoge el bien y es feliz. El que escoge el mal, escoge muerte para sí mismo. Escoger el bien tiene un solo camino: el que Cristo propone. Y ese camino también elige una muerte, pero la muerte de sí para alcanzar la vida de Jesús Y Jesús tomó la cruz sobre sus hombros, mirando siempre lo que más podía ser para la gloria y agrado de Dios.

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

La Cuaresma nos ofrece un tiempo amplio para centrar nuestra mirada en la Pasión y muerte de Jesús. Lo intentaremos así nosotros.

Leí un artículo que me dio en el clavo: Se titulaba; ¿Por qué muere y por qué matan a Jesús? Y creo que ahí hay una clave de oración esencial sobre la Pasión. Es evidente que JESÚS MUERE PARA SALVAR A LA HUMANIDAD DE SU CAIDA. Que fue el “Consejo Divino eterno” quien decidió la redención del género humano, supuesta la no querida por Dios caída y mal de esa humanidad.

Pero por qué matan a Jesús es ya una historian humana llena de pasiones; de una parte, la fidelidad de Cristo al Padre, la gran pasión de su vida Otra, un conjunto, una maraña, de bajezas humanas que confluyeron en un punto: quitarse de en medio a Jesús, al justo, porque sólo verlo les resultaba molesto.

Un eslabón que abre la cadena de felonías es JUDAS ISCARIOTE. Elegido por Jesús con la misma voluntad y predilección con que eligió a los otros once apóstoles: para estar con él, echar demonios, curar enfermos, Judas debía llevar dentro una intención muy personal de estar entre “los salvadores de la patria”, con una idea de mesianismo humano que iba a liberar a Israel de la dominación romana. Vio en Jesús un líder con personalidad y que el pueblo se ponía de su parte. Y su chasco fue que Jesús proclamaba las BIENAVENTURANZAS como “programa”, y que Él mismo era “manso y humilde Corazón”, misericordioso y abierto a toda bondad. Y Judas vio frustrados sus deseos, y él mismo sintió la frustración de sí, que se había equivocado. Y una persona que se equivoca y encima quiere justificarse a sí misma, acaba siendo un amargado traumatizado, que puede salir por cualquier sitio, menos por el debe: que lo primero es reencontrarse a sí mismo, y una de dos: o sigue de corazón, o se retira, pero con la honradez del que sabe que se ha equivocado.

Judas no tuvo agallas para eso. Y continuó en el grupo, aparentando y agazapado. Y de una parte echando demonios, y por la otra dejándolos crecer dentro de sí. Ya asomó su orgullo y su malestar cuando Jesús prometió la vida a quien comiera su cuerpo y bebiera su sangre. Hubo muchos discípulos del grupo amplio que seguía a Jesús, pero el evangelista ya deja apuntado que detrás estaba ya “el que sería traidor”.

María de Betania, ofrece a Jesús un obsequio de agradecimiento, por ver resucitado a su hermano Lázaro: derraba sobre la cabeza de Jesús el mejor perfume. Y Judas se rebela contra “aquel derroche”. Lo enmascara con el señuelo de haberlo vendido y dar a los pobres (eterna canción de los amargados). Ya se ocupa el evangelista de aclarar: no es que a Judas le importaran los pobres, sino que era ladrón y si había más dinero en la bolsa común del grupo, más se llevaba para él. Pero Jesús salió en defensa de la mujer. No sólo que era mujer; es que no le daba la razón a Judas. Y se envenenó su corazón hasta concebir la venganza como reacción.

Y se fue a los sumos sacerdotes y les ofreció la venta…: ¿qué me dais si os lo entrego? No eran ideales de vida, no eran los pobres, no era alguna causa que –aunque equivocada- respondiera a una ideología. Era simplemente la suciedad albergada por tiempo en su corazón, que explotaba con la asquerosa venganza de vender al Maestro a sus enemigos. Y desde entonces buscaba el momento de entregarlo.

¿Cómo podía ser –desde este momento- su convivencia con el grupo y con el Maestro? Evidentemente que un infierno para él…; un no saber qué pasaba, por parte de sus compañeros, de los que se mostraba huidizo. ¿Y el sentir de Jesús, al que evidentemente lo informaron los amigos que tenía en el Consejo de Ancianos? Jesús intentó de mil maneras acercarse a él, ofrecerle ocasión de reconciliación consigo mismo… En realidad cada remedio era peor que la enfermedad, porque quien ya está envenenado en su alma, respira veneno por los cuatro costados.

¿Por qué matan a Jesús? [¿Por qué “matamos a Jesús?]

miércoles, 22 de febrero de 2012

LUZ EN EL HORIZONTE

LA LUZ EN EL HORIZONTE

Lejos de un pensamiento cristiano completo es convertir la Cuaresma en negación. Enfocar la Cuaresma como sacrificio, penitencia, fastidio, privación…, es precisamente la negación de su sentido. Sería reducirnos a la estupidez de sentirnos solamente seguidores de un muerto fracasado.

La Cuaresma, prepara, dispone, conduce y abre horizontes hacia la gran razón de la vida del creyente en Cristo: nos conduce A LA LUZ., nos encamina a la Resurrección. Y como las palabras abstractas se esfuman, lo diré de modo más concreto: nos conduce a que yo sea un ser nuevo, resucitado, capaz de ser luz e iluminar a mi alrededor. Y dice Jesús que si la luz se mete bajo el celemín, no sirve. A lo que ha venido Jesús es a poner fuego purificador y luminoso en la tierra, y que la tierra vaya emprendiéndose. No a acabar con la vida, no a dejar las cenizas, y ahí se acabó la función.

Utilizamos la Ceniza como un elemento que llamamos “sacramental” porque sacraliza, va transformando la escoria, y va dejando aparecer el oro puro. Un signo, sólo signo, pero para llevarnos a renovación pascual Que eso necesita de limar, “quitar lo que sobra” (como dijo el famoso escultor del MOISÉS, cuando descubrió el peñasco aquel). “Quitar lo que sobra”, para hacer surgir esa maravilla a la que él mismo dio unos golpes con el cincel y le dijo: ¡HABLA! Porque era tan perfecta la obra, que sólo le faltaba hablar.

Convertíos de todo corazón con ayuno, con llantos, con luto…, deberá entenderse desde el planteamiento creativo de las palabras siguientes de la 1ª lectura: RASGAD VUESTROS CORAZONES; NO LAS VESTIDURAS. Lo que habla de ir mucho más adentro que el pellejo exterior. No sacaremos nada del signo exterior si no entramos en lo interno y en lo que de hecho expresa el corazón de la persona.

Y la 2ª lectura lo define desde el principio: Somos embajadores de Cristo; Dios os exhorta a vivir reconciliados con Él. Que supone vivir reconciliados nosotros entre nosotros. Y como el gran enemigo e esa reconciliación SOY “YO MISMO”, lo primero es hallar dentro de uno mismo al enemigo para combatir su oscuros sentimientos y que pueda surgir la claridad.

Entonces –entra ya la propia palabra de Jesús-: ¿Vas a rezar? Que tu oración sea del alma y ante Dios. ¿Vas a ayunar? Ayuna de TI MISMO, de dentro. ¿Vas dar limosna? Casi ni te enteres tú mismo de que la das, porque TU MISMO TE CONSTITUYES EN DON.

Y nadie se da si no se posee y domina sus impulsos. Y todo revierte en el secreto poderoso de que mi enemigo soy YO MISMO, y no otros, y que el combate lo establezco dentro de mí, para que la oscuridad quede derrotada por la LUZ que he de proyectar a mi alrededor.

Siempre agradezco al que me corrige. Lo que no quiere decir que no me moleste. Pero encuentro en ese la gran ayuda para caer en la cuenta, al vivo, de que yo molesto. O porque me puedo sentir molesto cuando me están haciendo un favor. El que me dice por la calle que llevo una mancha en la cara, no me produce agrado instintivo. Pero mi sensatez me debe llevar a ver si puedo quitarme la hipotética mancha. Si no la llevaba, no ha pasado nada, no he perdido nada. Si la llevaba, ¡cuántas gracias le doy al “osado” que se atrevió a avisarme. Otros no me avisaron y se fueron riendo por lo bajo. El que me puso el espejo por delante, ese es el mejor de los amigos…, aunque yo ni lo vuelva a encontrar.

La Cuaresma va caminando HACIA LA LUZ. Y sólo los “inteligentes” de la vida.-no sólo cristiana, sino humana- iluminarán y quedarán iluminados.

martes, 21 de febrero de 2012

NO INFANTILIZADOS

NIÑOS Y ANIÑADOS

Mc 9, 20-36

“Si no os hacéis como niños…” Habla de niños-niños y con candor de niños. Ni de niños de colmillos retorcidos, ni de viejos aniñados. Una cosa es el niño que vive su edad de niño, y otra el infantilizado, que es el joven o adulto que parece seguir viviendo en el “país de las maravillas”. Y el contexto lo da muy claro: Jesús ha vuelto a la carga de que “tiene que padecer a manos de los hombres, que lo matarán”, y los discípulos aniñados, no entendían y no querían entender. Se refugian en el “miedo de preguntar”, y así siguen con su niñería, de un seguimiento del Maestro con aires de ciudad de Jauja con los muros de chocolate. Y Jesús recurre al niño, que es niño de verdad, para aceptar lo que se le dice, admitir que se le quiere, no tener recovecos en el alma, y llorar cuando se le corrige, y saber reír sin que le quede dentro nada. Y lo que Jesús ha vuelto a enseñar ahora, con renovada paciencia, cariño y constancia, es la necesidad de saber ponerse al final cuando realmente se desea tener la madurez del “primero”.

Explicar esto, puedo intentarlo yo. Pero si Santiago ya lo explica maravillosamente, prefiero que hable él. Habla de niñerías de codicia, que precisamente dejan las manos y alma vacías. De infantilismos de guerras y contiendas entre vosotros, que son meras pasiones bajas del amor propio. Pero es que ahí hasta el colmillo retorcido crea muerte: “matáis, ardéis de envidia…, y precisamente concluye: “y no alcanzáis nada”.

“Adúlteros: ¿no sabéis que amar el mundo es odiar a Dios?”… Y como en una continuación que explica tal “adulterio” (con una tradición bíblica esencial), se va a “los soberbios a los que Dios resiste” ["pueblo de dura cerviz" aquel pueblo adúltero], con los que no puede vivir Dios su unión amorosa gratuita. Están en el “adulterio” de su espúreo amor propio.

Evidentemente no se queda Santiago en la enumeración del fallo. Abre la puerta de salida al aire puro: Dios da su Gracia a los humildes; por tanto, someteos a Dios…[HACEOS COMO NIÑOS]; acercaos a Dios que siempre lleva su Corazón hacia el acercamiento a la criatura. Por consiguiente: Pecadores, lavaos vuestras manchas, hombres indecisos, sed sinceros; lamentad vuestra miseria; llorad, haced duelo… Humillaos ante el Señor, que Él os levantará. [Clara invitación al análisis personal a fondo para el conocimiento propio, que será el camino que lleva a "ser levantados"].

Si hay una mirada a esos detalles concretos, no es como piedra arrojadiza, sino para la gran conclusión: Sencillos como niños, y jamás infantilizados; capaces de ANALIZAR Y VER dentro de sí, para buscar remedios: la humildad del niño, que se deja levantar por sus padres. Lavarse “las manos”, que es ya admitir que no están limpias.

Si ayer, en uno de mis comentarios al tema, insistí en ese respeto a la conciencia ajena, hoy Jesús me pone ante una exigencia mía y para mí: el seguimiento de Jesús tiene dos tiempos: negarse uno a sí mismo¸ SEGUIRLE CON LA CRUZ. Morir para resucitar. Comprensivo y caritativo cuando miro a otro –y debo tener ojos de niño-; y maduro y exigente conmigo. No por masoquismo, sino para SEGUIR A JESÚS en el terreno de Jesús. PONERME EL ÚLTIMO (saber desaparecer) para adquirir el verdadero “status” de “primero en el Reino”. Porque lo que está muy claro, en las mismas enseñanzas de Jesús, es que el que se va derecho al primer lugar, tiene luego que ceder el puesto…, y eso ya es más doloroso y humillante.

Mañana se nos acaba el tiempo ordinario litúrgico. Entrará la CUARESMA, y estas lecturas de hoy están preparándonos el camino hacia esa NUEVA VIDA, esa resurrección que nos espera. Caminaremos hacia ella con la ilusión de niños y con la madurez de cristianos que han llegado a esa “edad perfecta”, con la que Pablo nos quiere significar la vida de salud exuberante (y no mero “salvarse”, a medio dejarse el pellejo), sino a la estatura de Cristo.


lunes, 20 de febrero de 2012

De demonios va la cosa

¡UN DEMONIO!

Mc 9, 13-28

Diego de Siloé –cuentan- estaba tan cansado un cierto día, durante la construcción de la catedral de Granada, que cuando le vino un discípulo a preguntar qué tenía que hacer, le contestó: ¡Un demonio! Y tal cual, el discípulo lo hizo. Por eso, a una de las puertas de esa Catedral se le llama “la puerta del diablo”, porque encima de la, puerta está esa imagen. Claro: la que se ve no es la del diablo, porque Diego de Siloé esculpió por el reverso de la piedra una cabeza de Cristo.

Cuando hoy baja Jesús y sus tres discípulos del suceso especialísimo de la Montaña, se le viene un pobre padre afligido por la enfermedad que padecía un hijo suyo, sin que los discípulos de Jesús –que esperaban en el llano- hubieran podido hacer nada por él. Y parece como que el copista de este trozo del evangelio estaba como Diego de Siloé, y las palabras que se le ocurre poner en boca de Jesús en tal ocasión son esas de: “¡Gente sin fe!, ¿hasta cuándo estaré con vosotros?, ¿hasta cuándo os soportaré?” Realmente no pegan ni con cola en este punto. [Forzando el texto no poco, alguien podrá decir que se refería a los doctores de la ley…, al “demonio” que tenía mudo y epiléptico al pobre niño enfermo. Dejémoslo así, porque otra cosa no es imaginable].

Lo que ha llegado hasta Jesús es un padre angustiado, que pide ayuda. Y que la cosa es tan clara como que en ese momento le da al niño el ataque y se queda tieso y empieza a echar espumarajos por la boca. Los que han visto un ataque epiléptico saben la fuerza sobrehumana que desarrolla la enfermedad y que en ese momento no basta varias personas para evitar que la violencia no haga más daño al enfermo…, que no se ahogue con su propia lengua…, la necesidad de separarle los dientes…

En ese entreacto en que Jesús y el padre están intentando la ayuda, Jesús pregunta desde cuándo le pasa eso. El padre responde: desde pequeño. Y en medio de su angustia, le sale una expresión: Si puedes, ayúdanos. Jesús se le queda mirando y le dice: “¿Si puedes”? Todo es posible si tienes fe”.

Aquel hombre había expresado como le salía del alma, y cuando estaba en plena crisis el ataque de la enfermedad de su hijo. Y en esas circunstancias, tengo fe, pero dudo; ayúdame. ¿Qué le puede pedir más a este hombre en ese momento? Jesús cura al enfermo con el pudiéramos llamar “ritual” del pueblo, mandando salir al “demonio”. El muchacho tiene una última crisis tan fuerte que cae golpeándose fuertemente en el suelo, y queda en tan malas condiciones que la gente cree que ha muerto. Imagino a aquel padre queriendo creer…, pidiendo ayuda…, y viendo aquella crisis tan fuerte del hijo, que parece quedar inerte. Lo toma Jesús de la mano, en uno de esos gestos de cercanía,, tan propios de Jesús, y el niño se puso en pie, y curado.

Ya en casa y a solas, los discípulos preguntaron –entre extrañados y molestos- por qué ellos no pudieron curar a ese niño. Y Jesús les responde: “Este tipo de demonios sólo sale con oración”. [Todos recordamos, y aun se conserva en algunos misales de fieles, un añadido: y con ayuno].

Partiendo de aquella fe, que tenía que ser ayudada por Jesús (como pidió aquel padre), podremos pensar que nos encontraremos muchas veces en ese estado: que creemos…, pero… Y son los momentos de crisis, de sufrimiento, de algo que no nos explicamos que haya sucedido, en los que parece que se nos borra la claridad de la fe, y hasta nos preguntamos de alguna manera, cómo permite Dios… Sinceramente creemos…, pero nos sentimos tambalear. Y Jesús les está diciendo a sus discípulos que en esas noches del espíritu –esas crisis de la fe- no se resuelven las cosas (como muchos) “peleándose con Dios” o dejando en segundo lugar su habitual manera de vivir la relación con Dios. AL REVÉS: hace falta precisamente mucha oración. Pero no ya oración “de rezaero” [como creen algunos], sino oración de fe, de más abandono, de más confianza, de más fiarse de Dios, y verdaderamente creer que DIOS ES DIOS. Que aunque el mal y el sufrimiento existan, Dios sigue siendo el conjunto de todos los bienes, sin mezcla de mal alguno. En Dios ni hay, NI PUEDE HABER, algo malo.

Carta de Santiago, hoy.

CARTA DE SANTIADO
Sin detrimento del posterior comentario de Evangelio, hoy quiero dejar COPIADO, sin añadir nada mío al trozo de la carta de Santiago que nos toca en el día de hoy

“Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? ¡Que lo demuestre con una buena conducta y con la am amabilidad propia de la sabiduría. Pero si tenéis el corazón amargado por la envidia y el egoísmo, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduría no vine del cielo, sino es terrena, animal, diabólica. Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura, y además es amante de la paz, comprensiva, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia”.

No hay ahora comentario alguno. Lo que copio es Palabra de Dios.
El COMENTARIO y COMENTARIOS (quizás) me lo quiero hacer a mí mismo. Y dado que puedo no disponer de tiempo para hacerlos de inmediato, sólo me gustaría poder hacer yo primero que otros/as tales comentarios, aunque queda siempre a salvo la libertad de un blog libre donde no voy a imponer normas, supuestas siempre las decoro y el respeto, qu se dan por supuestas en este blog.

domingo, 19 de febrero de 2012

Un domingo para soñar

SIEMPRE SÍ

Un domingo llamando al optimismo. Y lo primero que nos salta a la vista es: No recordéis el pasado. Y para que no sea mera palabra vacía: Mirad que realizo algo nuevo. Será la síntesis de este día, el ideal de una actitud de fe. Porque el Señor abrirá caminos por el mismo desierto. Ahora nos toca que pedir para poder seguir ese camino de esperanza. Muy en concreto: Yo era quien por mi cuenta borraba tus fallos y no me acordaba de tus pecados.

El Evangelio es la concreción de ese hecho. El paralítico es un ser impotente por sí mismo. La imagen del querer y no poder. Única solución, pedir; recurrir a personas que le puedan llevar a ponerle ante Jesús. Y allí, la impotencia ante Jesús, se traduce en un “No miremos ya atrás, a lo antiguo. Perdonados están tus pecados pasados”. Y en el “siempre Sí”, Jesús le hace mirar hacia adelante: Levántate; toma tu camilla a cuestas,, y vete a tu casa. La camilla de paralítico, el testigo del pasado…, ¡a las espaldas!, donde ya no se ve. Servirá sólo para una cosa: Lo que hay que aprender, lo que se puede aprovechar. Pero el camino ha sido hacia adelante. Ahí es donde se construye. Y eso es lo que deja admirados y atónitos a todos, empezando por el propio paralítico que, en principio no se lo cree; a los que lo llevaron…, a las gentes…, a los incrédulos y escandalizados fariseos…

Y la 2ª lectura viene a ser la gran explicación JESÚS ES UN SIEMPRE SÍ. En Jesús no cabe un “NO”. Jesús siempre irá adelante. El paralítico de años, no se puede ni creer, y casi ni fiarse de poder ponerse en pie… Pues dice Jesús. SÍ, TÚ PUEDES. Y aunque sea inicialmente tambaleante, el paralítico se puso en pie, y caminó.

El hombre de mal genio, el bebedor o fumador, el vicioso, el que cree que es ya imposible rehacer…, tiene en Jesús dos palabras grandiosas: Perdonados son tus pecados. Levántate y anda; y la camilla, ya, a cuestas, a las espaldas; como algo que no se ve ya y que sólo ayuda a aprender lo que puede hacerse bien y mejor.

El escrupuloso que siempre está revolviendo su pasado (que ya no es ni siquiera su pasado sino una mescolanza imaginativa), tiene que escuchar esa palabra de Jesús: TÚ PUEDES. Y tiene que decirse a sí mismo. Aunque me tenga que coger la camilla a cuestas, YO PUEDO.

El deprimido, el que tiende a refugiarse en la cama porque así se duerme y no piensa, tiene que empezar por llamar a quienes le ayuden. Y luego, decididamente, ¡cama fuera!, y aunque se crea que no se va a sostener en pie, YO PUEDO.

Y es que Jesús no sólo es un SÍ, sino ahondando en el sentido profundo, es EL AMÉN. Un paso más. Llega el penitente al confesionario, suelta allí su fardo. Perdonados son tus pecados… Pero aún le falta algo esencial: su propio AMÉN, su decisión de que el fardo queda atrás, pero que hay que emprender el camino… Mirar hacia adelante… Dejar entrar en liza a Jesús, el AMÉN, el que lanza a hacer algo nuevo. El que Él mismo rubricó su vida con la palabra más consoladora: TODO LO HE CUMPLIDO (=AMÉN). A partir de ahí, echarse en los brazos de Dios, ahí donde no hay vuelta atrás, porque Dios es Dios de vivos y no de muertos. Y caminar con el YO PUEDO por delante.. Y llegar a la noche y mirar, que se pudo… O si todavía no, ¡mañana será mejor! PORQUE YO PUEDO con ese AMÉN impulsor que viene de Jesús.

Comulgamos. ¿Y ya está? No. Decimos un AMÉN SONORO, que es como llevarnos ya el carburante para seguir el camino. Y si ahora me siento en una terraza de café a tomar el desayuno o el aperitivo, y me está resonando el AMÉN que yo he pronunciado desde el fondo del alma. Y lo mismo cuando llego a casa y se me va a ir el genio, o la crítica, o el juicio y el recelo, o cuando enciendo el televisor o el Internet. Un AMÉN (que es el Cristo presente y actuando en mí), me va recordando lo mucho bueno que yo puedo…; que el “no puedo” sólo se le deja a los muertos.

Y nos quedaremos atónitos, y dejaremos atónitos a los otros. El nuevo carburante funciona. El AMÉN de Jesús está actuando, y YO PUEDO…


sábado, 18 de febrero de 2012

Luces y sombras

LUZ EN LA MONTAÑA

Mc 9, 2-12

No da Jesús por cerrado el tema que le ha tocado dentro en lo narrado antes: Pedro que le confiesa Mesías pero se escandaliza de un Mesías sufriente. Jesús que ha de volver a empezar por los palotes a ver sin saben captar lo que es IR CON ÉL. Pero Jesús no quiere ni rebajar lo que ha dicho, ni que Pedro se quede herido por la reprensión. Y a seis días del primer suceso, toma a Pedro –con Santiago y Juan- y se los lleva a otra altura para que puedan ver más horizonte. Altura en el Monte y altura en la visión interior. Y lo primero que hace es encender las luces profundas de su Ser mismo: transfigurado, refulgente, Mesías-Hijo de Dios. Segundo, llegada misteriosa de los grandes representantes anunciadores del Reino de Dios. Moisés, autor de la Ley. Elías, profeta por antonomasia, de ese Reino de Dios que había de realizarse. Conversan con Jesús. Es decir: Jesús no ha anunciado nada que no estuviese de acuerdo con lo más genuino de Israel, y por eso no ha hecho sino llevar a plenitud lo anunciado: el Reino que trae el Mesías sigue una línea liberadora de Dios, y las características que Jesús ha concretado ya estaban en aquellas dos grandes instituciones. Quiere que Pedro salga de su escándalo, y son notarios Juan y Santiago.

Pero Pedro se ha quedado con la piel más externa de todo: es precioso quedarse aquí, y por eso haremos tres tiendas, una para Moisés, otra para Elías y otra para Ti. Bien dice el evangelista que no salía de su espasmo. O dicho de otra manera: ¡no se había enterado! Claro que cabe otra forma de explicar: tanto se había enterado que prefiere quedarse allí, aun a la intemperie, pero con la luz deslumbradora de Jesús. Todo menos bajar al llano y volverse a enfrentar a la realidad.

Y Dios da el paso: ahora Él mismo baja desde el Cielo a la Montaña alta y confirma que Jesús es el Mesías, y que a Él hay que escucharlo. La voz, la nube de la Presencia divina (típica forma de hacerse notar Dios). Y súbitamente, echando una mirada en derredor, a nadie vieron sino sólo a Jesús. Dios ha puesto su sello. Quien únicamente queda es Jesús. Jesús-Mesías. Es como la inmensa lección de la narración de Marcos (que ha omitido una serie de detalles, para quedarse en lo esencial).

Y Jesús pone el resto: que no digan nada de aquello, hasta que el Hijo del hombre no haya resucitado de entre los muertos. Por tanto: queda íntegro el mensaje primero del comienzo: es Mesías y morirá. Y ellos cumplieron lo mandado. Pero lo que no habían comprendido aún es qué significaba aquello de resucitar de entre los muertos. Aún no les había llegado a ellos la luz para comprender el binomio: Mesías-muerte.

Es la lección más difícil de entender. Es evidente. Y es que eso toca directamente y entonces resulta exigencia, planteamiento, cambio de pensamiento, nueva concepción de la forma de vivir la fe. Y eso cuesta siempre mucho porque entender esto supone un cambio en la vida. Otra cosa sería la esquizofrenia espiritual. Y fácil es observar que la inmensa mayoría de los que dejan la Religión de Cristo, no es porque nieguen a Dios o al ciego de nacimiento. Lo que les resulta es imposible seguir creyendo de verdad y vivir al contrario. Entonces la vida acaba tirando de la fe, de los criterios evangélicos y, o bien los dulcifica- o los abandona.

Lo valiente y maduro sería acoger la Verdad de Cristo –“escuchadlo”, dijo la voz de Dios desde la nube-, pero eso conlleva un “negarse a sí mismo”, “un saber que esa negativa del YO para seguir a Cristo, vale más que el mundo entero”…, y a eso es a lo que no se está dispuesto. Los apóstoles no se enteraban; ni entendían. El día que lo entiendan va a ser cuando se encuentren de bruces con Jesús metido de lleno en la Pasión.

Bien podría sernos una lección en cabeza ajena. Y para la tendencia –de los mismos “piadosos”- de dulcificar la exigencia del Reino- puede ser una secuencia de situaciones muy útil la que Marcos nos ha presentado.

Hasta ayudaría –con la carta de Santiago- empezar por una cosa tan aparentemente simple como dominar la lengua. Que, como el timón de una embarcación (pequeñito en sí), es el que expresa y maneja todo.

viernes, 17 de febrero de 2012

DOS PLATILLOS

DOS PLATILLOS EN LA BALANZA
Mc 8, 34-39
Es continuación de ayer. Escándalo de Pedro, reprensión fuerte de Jesús porque Pedro piensa a lo humano, al cabo de este tiempo con Jesús. Y Jesús, sin echar un paso atrás para suavizar lo dicho (hay cosas que “suavizarlas” es falsearlas), se pone –eso sí- muy pacientemente a recoger la síntesis de lo que es IR CON ÉL. Y establece la balanza de dos platillos.
En uno: el que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que coja su cruz y me diga. En el otro: el que quiere conservarse sin rozarse, se perderá.
En uno, ceder lo que sea POR MÍ y POR EL EVANGELIO. En otro, las “explicaciones” y justificaciones para quedarse donde están.
En uno, gozar el mundo entero…, ¡y arruinar el sentido auténtico de su vida! En otro: la VIDA EXHUBERANTE (“salvarse”, vivir en plenitud).
En uno: dar la cara por los intereses de Cristo. En otro, avergonzarse de esa vocación cristiana.
En uno: ir por el modo de vida que da gloria al Padre. El otro, que Jesús sienta el bochorno de uno que podría ser su discípulo…, pero lleva el freno echado.
En uno, VER LA GLORIA DEL REINO QUE HA LLEGADO. En otro, el vacío total.

Que si completamos con la 1ª lectura:
En uno, esa “fe preñada” (es término teológico) que va expresada en obras conformes a la fe. En el otro, la otra “fe” vacía, soplo de aire devoto pero sin entidad ni influencia directa en la vida.
En uno: creer como creen los mismos demonios: hay un Dios. En otro, ese Dios está llamando y pidiendo obras que muestren mi verdad de espíritu.
En uno, vida. En otro, cadáver.
Y Santiago se atreve a llamar “tonto” al que ni se entera.

No sé si son circunstancias que se viven en la vida, o si es la cercanía a la Pasión de Cristo, que yo cada vez idealizo menos las “dulzuras” de la fe. Y no es que no sepa gustar lo dulce que es el Señor. Pero EL SEÑOR. No la vida diaria en el seguimiento del Señor, si tal “dulzura” equivale a una escapatoria por la tangente de las realidades que tenemos que vivir y saber afrontar quienes pretendemos seguir a Jesús. La vida nos pega para susto que nos tambalea, nos deprime, nos hace “entrar en crisis”. Sencillamente: no hemos entrado en la verdad honda del Evangelio. Seguiremos la “dulce idea” de Pedro al proclamar a Jesús Mesías a boca llena, y seguiremos también a Pedro pretendiendo regañarle a Jesús por haber dicho que iba a padecer. Para mí, la PASIÓN ya no está tanto en el relato histórico que nos dan los Evangelios, sino en levantarme cada mañana, o ver levantarse cada mañana, en el dolor de la incomprensión, la carencia, el menosprecio, el abandono, la soberbia de los buenos tan autosuficientes, que te parten por medio a la primera de cambio. Para mí el Evangelio no son las páginas sublimes de las multitudes entusiasmadas, comiendo panes o escuchando palabras, o viendo levantarse a sus enfermos, sino las ofensas del calvario, viviéndolas con 4 personas, las únicas que en realidad estaban allí.
Para mí el platillo de la realidad es muy difícil, muy duro, muy solo, muy poco dulce, muy poco gratificante. Aunque luego existan las gafas de la fe que darán a cada una de esas cosas la luz del haberlo cumplido lo que había que hacer”, y echarse en pura fe y mucho dolor, en las manos de un Dios que está siempre más arriba y con perspectivas mucho más amplias. Pero que la asfixia de la cruz es asfixia, y morir es morir. Y que apena mucho morir porque otros viven a su aire y poco les importa que el crucificado esté en un dolor que no tiene semejante. ¡Miradlo, si no, los que vais por el camino…!

jueves, 16 de febrero de 2012

¿Quién dicen?

PADECER MUCHO

Mc 8, 27-33

Vosotros, ¿quién decís que soy Yo? La pregunta de Jesús, llegó como un dardo al corazón de aquellos hombres. Si yo pudiera pelearme con Simón Pedro, lo haría de muy buena gana por haberse adelantado a responder. Yo hubiera preferido que, lo mismo que antes fueron dando sus respuestas variadas, según cada cual había ido escuchando, también ahora hubieran podido decir cada cual su opinión. Creo que nos habría enriquecido. Porque Simón se fue tan a la diana, que ya los demás no tuvieron la libertad de expresar.

La experiencia de la vida nos va diciendo que tendríamos muchas veces necesidad de poder opinar por nosotros mismos sin que haya uno que responda por todos. Que es verdad que los hay más listos, más profundos, más sagaces, más en el centro de la rueda, y que ellos se adelantan con su ciencia o su seguridad o su imposición. Pero que sería interesante escuchar a los otros, más “de andar por casa”, más silenciosos, aparentemente más tímidos, o simplemente más prudentes, que hasta estarían más a la altura de “la plebe” para “traducir” esos pensamientos que nunca llegan a salir, y que serían tan interesantes, y muchas veces harían mucho más bien.

Acostumbrado a reuniones con todo tipo de personas, es evidente que la mayoría no habla; no hace peticiones en las Misas, parecen incapaces de decir algo útil. ¡Hay tantos listos que lo dicen tan bien…! Y confieso que me quedo con unos deseos enormes de que esos, precisamente esos, dijeran lo que ellos definen como “tonterías” que a ellos se les ocurren”. Sigo pensando que Dios se escogió a los pobres y a los menos listos para confundir a los ricos y a los sabios. Y que esos “menos listos” tienen por decir cosas que sería un tesoro poderlas escuchar. Nunca los escucharemos. Lo que pensaron los otros once no lo sabremos nunca. Simón se adelantó. Dijo una verdad impresionante. Lo dijo todo.

Lo que a él se le había pasado sin saber ni tocar es que toda la maravilla que había dicho, él no la entendía en absoluto. Había dicho algo sublime, pero le faltaba conocer la letra pequeña. Por eso cuando Jesús tomó “el contrato” y le empezó a decir lo que contenía la maravillosa respuesta que había dado, se le cayó el mundo encima. No contaba él con que su confesión encerraba aquello… Y Jesús se lo fue leyendo: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho; tiene que ser condenado por los senadores y doctores de la Ley, ser ejecutado… Resucitará después. Y se lo explicaba todo con toda claridad. ¡Demasiada claridad! Y tanto se ofuscó Pedro que lo de “resucitar” se le quedó ya fuera de su capacidad de comprender. Lo que él no podía ni admitir es que fueran los “buenos”, los oficialmente “religiosos” e instruidos, quienes fueran a hacer aquello.

Y como si una blasfemia se hubiera escapado de la boca del Maestro y recién reconocido por Pedro como Mesías, Pedro cogió del brazo a Jesús y se lo apartó de los demás para “leerle la cartilla”: ¡Ni se te ocurra decir eso!

Y se llevó la gran reprensión, la más dura reprensión. Pensamos muchas veces en aquellas tentaciones encadenadas con el demonio saliendo a cada paso, y no advertimos que es aquí y ahora, precisamente ahora, cuando Jesús pronuncia el “¡Apártate Satanás!, porque tus pensamientos son de hombre y no como piensa Dios!

Y la historia esa no se escribió para dejarnos un drama épico sino para decirnos que eso se vive a la vuelta de la esquina, y que no son los “malos” quienes lo protagonizan. A mí me hace mucha más falta encontrarme con el evangelio tan a ras de la vida, que pueda encontrarme yo en esa situación misma, unas veces en el lugar de Pedro (significa que me equivoqué); otras veces en el de Jesús (es su dolor ante la incomprensión). Otras veces, en el lugar de los silenciosos o silenciados, que no tuvieron tiempo u oportunidad para decir su palabra. Y seguramente hubiera merecido la pena que se expresaran.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Más abajo, la reflexión del día

Examen de mi oración
Sé muy bien que hay quien considera que “lo personal” no se pone en el blog; que prefiere un blog “espiritualizado” donde sobra lo que a cada uno no le gusta. Pero sé –a la vez- que si soy yo el que lo pongo, aunque sea una chorrada, le parece bien. Pues esta vez voy a hacer en el blog mi examen de la oración de esta mañana (para quien no lo sepa, estoy haciendo mis ejercicios, y en unos buenos ejercicios, tras orar, se analiza y se constata lo que esa oración ha dejado en mí).
He orado sobre el NACIMIENTO. Y lo he hecho inmediatamente a continuación de celebrar la EUCARISTÍA tempranera. Y ya en ella, estuve a punto de que se me fuera el santo al cielo, cuando CONSAGRÉ y tuve la sensación de que Jesús nacía entre mis dedos, y luego lo depositaba en el “pesebre” de la patena.
Y he vivido la Misa y posterior Oración, no en la sentimentalidad del “portal del belén” sino en una realidad viva. ¡Cuánta pobreza! Belén, nacer Jesús, quedarse en esos elementos tan pobres…: el sacerdote, la Hostia de pan, los corporales, el grupo de asistentes…; la noche, el silencio, y el pasar por allí de alguno que otro, sin hacer ningún caso.
Imaginaba la Misa: ¿quién ha sentido allí ese Belén viviente? Hemos comulgado. Los fieles se han ido. ¿Qué han hablado a la salida? ¿Cómo han hablado? ¿Quién se ha sentido inmerso en el misterio vivo de Jesús que va –pequeño y escondido, real todavía- en sus corazones, esos pobres pesebres que han recibido a Dios, envuelto en los pañales del Misterio Sacramental?
¿Habrá salido alguno con su crítica en los labios sobre cualquier circunstancia que no le ha gustado…, aunque ignora todo lo que hay alrededor del tal hecho o la tal persona? ¿Quién va ya caminando comentando con el otro el partido de ayer o lo que ahora le espera en la oficina?
¿Quién –incluso- ha salido peleón, mientras Jesús está en “su pesebre” (en el de esa persona disgustada), y hasta es posible que ese Jesús está lloriqueando porque le molestan esas palabras?
Estoy recién acabado de Celebrar la Eucaristía. Todavía Jesús está, casi, entre mis pajas humanas… ¿Qué estoy poniendo yo para que le pinchen menos? ¿Qué planteo para el momento siguiente, que necesita perentoriamente un cambio de dirección en mí? ¿Por qué me gusta el Jesús de chocolate (o de Hostia blanca, santa e inmaculada en el Santo recinto del templo…), y dejo de advertir que sigue ahí en mí y en otros, hecho carne y hueso, sensible, capaz de captar “los ruidos” de música o de estridencias? ¿Por qué tan bonito “orar” y tan poco concreto VIVIR LO ORADO? ¿Por qué pretendo manipular “la religión” para que sea y diga y apruebe lo que yo hago, y me huela a cuerno quemado cuando viene de otro, o el otro no me da toda a razón a mí? ¿Por qué en Belén solo iban a caber la mula o el buey? ¿Acaso Jesús no esté en la Eucaristía, igual para todos, sin distinción, y cupieron también los pastores advenedizos?
MISA-BELÉN-VIDA se me han fundido hoy en una contemplación nunca vivida así por mí, y que al ser tan novedosa y real, no he podido menos que dejarla consignada por escrito. Por supuesto que podría haberlo dejado en mi cuaderno de “exámenes de la oración”, como todas las demás. Pero esta vez me hacía gritar con una fuerza necesaria de difundirse. Y que ahora le queda, ya en el más privado, bajarme a las realidades muy concretas mías, que también están ahí como vida de mi vida y de mi concreta vida. Que no dejan de tener mucho que arreglar.

VIDA EN PROCESO

VEO…, Y NO VEO
Mc 8, 22-26
Veo…, y no veo. Me parece que es la realidad más evidente para la gente sensata. Los humanos quisiéramos ver y comprender y dominar todo en un santiamén. Por eso somos impacientes, inconformistas, y hasta imprudentes. Por eso no estamos de acuerdo ni con Dios. En nosotros se levanta un afán del “YA”, como muy frecuentemente vemos en pancartas u oímos en gritos de la plebe. Parece como si un país, una situación de empresa, un problema de familia, pudiera solucionarse con la varita mágica de uno que quiera y en el momento que otros quieran. La Sagrada Escritura nos advierte que Dios tiene mucha paciencia; que para Dios mil años son como un día. Y esa lección la tenemos que ir aprendiendo en actitud humilde de fe, o sufriremos inútilmente desengaños y hasta crisis
El evangelio de hoy nos da una lección interesante. Le traen a Jesús un ciego y le piden que toque. ¿Más fácil? Y sin embargo Jesús actúa con un ritual que no tiene nada que ver con aquello que le pedían tan inmediato. Primero se lo saca de la aldea. ¿Qué falta hacía, cuando –además- otras veces no lo había hecho así? - Cosas de Jesús, cuyos caminos no son nuestros caminos.
Luego le toca los ojos con su saliva (la saliva, considerada de efecto sanador, y como trasmisora de una parte de uno mismo). Y Jesús pregunta al ciego si ve… Me imagino que, con cierta desesperanza, responde: - Veo hombres; me parecen árboles…, pero andan. Al menos ya ve más de lo que veía. Y aunque la visión no es completa ni perfecta, hasta es posible que se hubiera contentado –aunque a medias- el que antes no veía nada. Ha de ir pacientemente, y si sólo quedara con eso, ya tenía algo.
Ahora Jesús le pone las manos sobre los ojos…, las mantiene…, va dejando salir esa energía transformadora… Mientras tanto, el ciego ve menos aún que antes, y el momento se le hace eterno. Pero ¿por qué no ha resuelto Jesús el caso mucho más fácilmente? Cosas de la fe. Tiempo que necesita la fe. Cualquier persona espiritual sabe que ha necesitado tiempo…, a veces años, para llegar a ver una realidad que antes no comprendía ni podía imaginar. Todos tenemos la experiencia de extrañarnos que alguien no vea y no comprenda una cosa que para nosotros es evidente… ¡Cosas de la fe! ¡Tiempos de Dios! Paciencia de Dios que quiere trasmitirnos con esa pedagogía de la “ceguera” temporal o parcial (“hombres que parecen árboles”; situaciones que me ocurren que me parecen absurdas…)
Cuando Jesús levantó por fin sus manos (que trasmitían calor sanador) de los ojos de aquel hombre, ahora es cuando ve diáfanamente. ¡La paz que ha perdido tan inútilmente mientras tanto!) ¡Lo listos que pretendemos ser los humanos, sin dejar que sea Dios el que lleve su ley en nosotros! ¡Ahora ve todo con claridad! Y hasta es capaz de preguntarse: ¿y cómo no lo he visto antes! ¡Qué chiquillos somos! Es que Dios es el que tiene su momento, y tendremos paz y disfrutaremos cuando sepamos “poner nuestros relojes en hora”..., en la hora de Dios.
Y todavía, cuando lo que él quisiera sería volverse al grupo y gritar su alegría, Jesús le dice que ni diga nada en el pueblo. ¡Ya ves si tenía que saberse a la primera de cambio! Pero no es eso: cada cual deberá ver cuando le llegue su hora. ¿No recordáis, cuando el ciego de nacimiento –en San Juan- que hasta la gente empezó a dudar si ese era el ciego o uno que se le parecía? Seamos muy humanos para dejar a cada uno VER cuando le llegue la hora de ver. Mientras tanto es inútil; tan inútil como explicarle a un ciego lo que es el color amarillo.

Que no se queda atrás en el tema la carta de Santiago: sed prontos para escuchar y tardos para hablar, porque la ira no produce luz de Dios. Lo que sí es básico es eliminar toda suciedad y maldad ¡que tanto sobra!, y aceptar la Palabra que ha sido plantada y es la que salva (da luz). Porque no se sabe hacer eso, somos tantas veces como el que se mira en el espejo y luego ni se acuerda de su imagen. La representación de la inutilidad con un ejemplo simplicísimo.
El secreto es concentrarse en la ley perfecta, la de la libertad, el respeto y el amor, única ley para no olvidarse de cómo es uno mismo y para comprender a los otros. Que puede uno ser de los que se creen “buenos”, “religiosos”, y no lo son. Sencillamente porque les traiciona su lengua, su juicio rápido, su poca paciencia.