jueves, 14 de junio de 2012

De pie o de rodillas


            COMUNIÓN DE PIE O DE RODILLAS
            Ésta es la “otra batalla” en que andamos perdiendo fuerzas los que debiéramos estar unidos en una y única comunión en el único Cuerpo de Cristo.
            La “Ordenación general del Misal Romano”, en su última edición, nº. 160 establece que “los fieles comulgan de rodillas o de pie”, según lo haya establecido la Conferencia Episcopal. Y en la explicación crítica dice: “Se ha añadido últimamente (año 2002) la posibilidad de comulgar de rodillas; esta posibilidad ya estaba en la instrucción Eucharisticum Mysterium” de 1997; con todo, parece que sigue siendo lo más coherente para este momento la postura que había prevalecido durante el primer milenio de la Iglesia: comulgar de pie, que es también la postura que propone el presente Misal normalmente, y la que se ha seguido entre nosotros después de la reforma del Misal de Pablo VI;  es la postura lógica del que acude en procesión al encuentro del Señor, con fe vigilante, en una marcha “escatológica”  recibir “el viático”, el “alimento para el camino”, y no por eso disminuye el respeto y la actitud adorante y de fe atenta ante lo que representa comulgar con el Señor”.  Hasta aquí, la cita.
            Ni hace falta un especial gesto externo corporal de fe o reverencia cuando lo establecido es la respuesta clara del AMÉN del que recibe al Señor.  “AMÉN” es palabra hebrea con la misma raíz que la que expresa “fe”.  De ahí que la adoración va implícita en ese amén que debe pronunciar clara y decididamente el que comulga.
            Haber llegado a establecer una clara postura de regresión, y ¡tantas veces pretendiéndola inculcar con panfletos sin autoridad alguna!, suena mucho más a sentidos sectarios o regresivos, que en nada favorecen el hecho substancial de la UNIDAD…, de la común-unión.  Y es doloroso que se establezcan facciones que tensionan, cuando la Iglesia misma no presiona en ningún sentido, y deja libertad.
            Lo mismo que ocurre con la Comunión en la mano, otro caballo de batalla absurdo y penoso, y que está más que resuelto por las Conferencias Episcopales, que recibieron la potestad para decidir.  Y dejaron libertad para lo uno o para lo otro.
            En la aplicación práctica entró el sentido común de la higiene, tanto más cuanto que en toda la vida social se trata de evitar los posibles contagios –a veces muy graves- que pueden llegar a través de la saliva.
            Repito que lo realmente penoso es el fondo de estas divergencias, que nacen de tendencias particulares –y repito que muchas veces, sectarias- por las que unos pocos, muy pocos (y seguramente muy nostálgicos-], pretenden volver pasos atrás, en razón de puro volver atrás.  Y amparándose en la falacia de que los males actuales de la Iglesia están en haber avanzado.  ¿Y no será que lo que escandaliza es este baile de yenka que están pretendiendo algunos, que vuelven locos a la gente sencilla?
            LITURGIA DEL DÍA
            Elías anunció una sequía… Hoy acaba esa sequía… El ambiente huele a esperanza y Elías hace subir a su criado siete veces a otear el horizonte.  Y la última vez vuelve diciendo que una nubecilla como la palma de la mano nace en junto al mar.  Elías mete prisa a enjaezar el carro de Acaz y salir a prisa porque se avecina una copiosa lluvia.  Lo curioso es que Elías no sube al carro, sino que “llevado por el viento del Espíritu” corría delante de él.
            Realmente el Espíritu va muy por delante siempre. Jesús enseña ahora a las gentes el paso nuevo y substancial por el que la Ley antigua, el propio precepto de Dios, a la vez que permanece, se desarrolla y amplía hasta profundidades insospechadas. Antes bastaba “no matar”…, no quitar físicamente la vida.  A un pueblo incipiente ya le era un avance en sus instintos naturales.  Pero en el Reino de Dios se puede “matar” ofendiendo, despreciando, echando a un lado, quitando la fama, no estando en paz con el hermano, o quitándole la paz…  Hemos pasado de lo material a lo interior…, al corazón;  del no matar al deber de ir a reconciliarse con el hermano que sufre por mi causa, para poder acercarse así a Dios.  Y ahora podrá decirse si “he matado” o no, dependiendo de algo mucho más fino que el no sacar un `puñal o una pistola.

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