martes, 26 de junio de 2012

26 JUNIO


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Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido. Tú quieres que todos los hombres lle­guen al conocimiento de la verdad y se salven. Por ellos te ofreciste a Ti mismo y enviaste a tus apósto­les por todos los países de la tierra.

Haz que nos sacuda tu palabra: “Tengo sed”, después que habías pedido agua a la mujer samaritana y no te había acercado su cántaro. Que en cual­quier puesto a que Tú nos destines en la Tierra, vivamos la urgencia de las misiones, el dolor y la vergüenza de que aún haya hombres que no han oído hablar de Ti, y reinos e islas en los que no se ha ce­lebrado tu Sacrificio.

Concédenos como una gracia especial, que estén siempre presentes en nuestro recuerdo y en nuestra posible colaboración, aquellos misioneros, hermanos nuestros, que, con el corazón a la intemperie, lejos de su cultura y de lo más querido, empujados por el soplo del Espíritu Santo, hacen su guardia silenciosa en la primera línea, donde termina tu luz y comien­zan las sombras del paganismo.

Otórganos, Señor, que contemplando el triste espectáculo de tantas turbas yacentes por el mundo como rebaño sin pastor, sintamos en nosotros el eco profundo de aquella compasión que tantas veces conmovió tu Corazón de Padre.

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