miércoles, 31 de enero de 2018

31 enero: Profeta en su tierra

Liturgia:
                      La 1ª lectura es uno de los relatos más desconcertantes con los que nos encontramos en la Sagrada Escritura. Porque hacer el censo de la población no podía ser un hecho malo. Sin embargo 2Sam.24,2.9-17 encierra algún misterio por el que esa orden dada por David, merece un castigo del cielo. El profeta Gad, de parte de Dios le presenta a David 3 posibles castigos muy fuertes para que elija uno, que será el que se ejecute.
          David elige el que no depende de hombres, porque piensa que Dios es siempre misericordioso, y más vale quedar en sus manos. Y elige el de la peste en su territorio por tres días. Pero cuando David ve al ángel que va a asolar Jerusalén, David se ofrece a padecer él todo el mal, pero que no paguen justos por pecadores. Y Dios se arrepiente y deja sin efecto el castigo en aquel punto.
          Al margen del fondo de la cuestión, para la que no tengo elementos ni de estudio ni de juicio, pienso lo pedagógico que pudiera ser que –ante un pecado que se ha cometido- tuviera uno que elegir el castigo que ese pecado merece, y castigo de envergadura. [Quien dice “castigo”, puede decir “remedio”]. Y encontrarse el que ha pecado con su propia medida. Por ejemplo: que el confesor hiciera elegir al penitente recalcitrante entre tres posibilidades de penitencia fuerte y pedagógica.
          Seguramente que las confesiones se harían mucho más eficaces y que el penitente tendría una conciencia más objetiva de su propio pecado. Y como recordaba hace unos días, no se abusaría del “arrepentimiento” (ineficaz) y habría que llegar al aborrecimiento de algo que ha sentado tan mal (que tiene tan malos efectos) que, por tanto, provoca la repugnancia instintiva de la persona.

          Pasamos al evangelio, con Jesús en su pueblo en compañía de sus discípulos (Mc.6,1-6), con esa ilusión de poder mostrarles los sitios en los que Jesús jugó de niño, o las personas con las que convivió tantos años, la casa donde vivió y donde estaba aun su madre, la sinagoga en la que tanto tiempo había sido instruido en la fe, el taller en el que había endurecido sus manos… Todo eran gozosos recuerdos y esa alegría de volver ahora, en tan distintas circunstancias, en las que podía ayudar a muchos, volcando allí sus acciones curativas. De hecho, curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Sin embargo iba a vivir allí una experiencia amarga cuando el sábado tocó el culto en la sinagoga y le dejaron a él la cátedra para que explicara el texto que correspondía.
          Enseñó allí, como solía hacerlo, con autoridad. Su explicación sobrepasaba las formas a las que estaban acostumbrados, y aquello llamó la atención. Pero en vez de hacerlo con actitud de acogida, surgió esa crítica que destruye. No es que las gentes se admiraran de su paisano que expresaba la palabra de Dios con una fuerza nueva, sino que surgió la pregunta peyorativa: ¿De dónde le viene a éste lo que sabe? ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el primo de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y sus primas no están con nosotros aquí? Toda una batería de dudas y suspicacias, que deshacían el efecto positivo de su explicación. Hasta el punto que no recibían la enseñanza sino que desconfiaban de él.
          Los mismos apóstoles, acostumbrados a ver la atracción que generalmente provocaba la palabra del maestro, debían estar extrañados de aquella frialdad y oposición que esta vez, en su propio pueblo, estaba recibiendo.
          Jesús acusó el golpe: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. Jesús estaba extrañado de aquella reacción de la gente. Y la verdad es que aquello le cerró la puerta para realizar sus milagros. Se extrañó de su falta de fe y salió de allí hacia otros pueblos, en los que siguió enseñando y donde fue acogido.

          La experiencia de Jesús en Nazaret es algo que se repite constantemente: que lo que los extraños admiran y acogen y alaban y se aprovechan, “los de dentro” (los cercanos) no lo ven y no lo aprecian. Personas que tienen buen predicamento en sus círculos de actuación, pero que no son aceptadas ni reconocidas por sus familiares o por los que conviven más cercanos el día y la noche. Seguramente es que la convivencia diaria hace resaltar briznas sin importancia que pasan desapercibidas por los de fuera, pero que se maximizan en el roce diario de la vida. Sería una oportunidad para hacer nuestra reflexión personal sobre el verdadero valor de personas con las que rozamos a diario.

martes, 30 de enero de 2018

30 enero: Fe milagrosa

Liturgia:
                      Un nuevo ejemplo de delicadeza de sentimientos de David es lo que nos trae la 1ª lectura de hoy: 2Sam.18,9-10.14.24-25.30 a 19,3. Absalón, el hijo de David que se ha rebelado contra su padre, en la persecución de éste se queda colgado del cuello en la cruz de una encina. Se lo avisan a Joab quien lo remata con tres venablos en el corazón.
          David es avisado de la muerte de Absalón y llora su muerte y se lamenta profundamente, pensando que él debía haber muerto en lugar de su hijo.
          Y tal fue el duelo, que el ejército, que volvía victorioso, acaba entrando abochornado en la ciudad porque saben que el rey está desolado por la muerte de su hijo.

          Nueva travesía de Jesús (Mc.5,21-43) y nuevamente queda rodeado de gentes que se estrujan para ir a su lado. De entre aquella multitud se destaca un individuo, jefe de una sinagoga, Jairo, que acude a Jesús ante la gravísima enfermedad de su hija, pidiéndole que baje a su casa y ponga las manos en la niña, para que cure. Jesús se adapta a la fe de ese hombre que cree que se necesitan esas condiciones, y emprende el camino hacia la casa.
          Pero simultáneamente surge una mujer enferma de hemorragias, quien se había gastado toda su fortuna buscando la curación, sin conseguirlo, y no sólo no lo había conseguido sino que iba a peor.
          Piensa entonces que la solución está en aquel hombre que pasa por el mundo curando y haciendo el bien, y que a ella, conforme a su fe, le bastaba tocar el filo del manto para quedar curada.
          Dos situaciones tan dispares en la forma de creer, la de Jairo y la de la mujer.
          Caminaba Jesús hacia la casa del padre de la niña enferma, mientras que la hemorroísa se abría paso a codazos para poder acercarse a Jesús en medio de aquel tumulto de gente. Hasta que logra acercarse y poder tocar el manto de Jesús. Y en ese instante queda curada de su hemorragia, y se dispone a retirarse pasando desapercibida.
          Pero la cosa no podía quedarse así. Jesús se detuvo, con dolor para Jairo que tenía prisa por llegar a su casa. Jesús se vuelve y pregunta: ¿Quién me ha tocado? Parece de broma la pregunta y así la toman los propios apóstoles, que llegan a llamarle la atención, porque es un hecho que todo el mundo aquel le va apretujando. Pero Jesús no se refería a los achuchones de un gentío. Jesús había notado que había salido fuerza de él…, que alguien le “había tocado” –realmente TOCADO más con el alma que con el cuerpo-, y eso es lo que él buscaba saber.
          La mujer se asusta porque puede haberlo hecho mal y se viene a Jesús y le confiesa su verdad. Y Jesús le responde: Hija, tu fe te ha curado; vete en paz y con salud.
          Y coincide con el momento en que Jairo recibe la terrible noticia de que la hija ha muerto y que no moleste ya más al Maestro porque ya no hay solución. Jesús alcanza a oír el mensaje y le dice a Jairo: Tú cree. No temas. Basta que tengas fe. Y Jesús continuó el camino hacia la casa mortuoria, donde halló a las gentes revueltas, gritando y llorando muy al estilo pomposo oriental.
          Y Jesús se atreve a decirles: ¿Qué estrépito y qué lloros son esos? La niña no está muerta. Está dormida. Lo tomaron a mal y se reían de él. Jesús dejó a la puerta a los nueve y entró con Pedro, Santiago y Juan y los padres de la niña. Llegaron donde yacía y Jesús la tomó de la mano y le dijo: Contigo hablo, niña. Levántate. Y ante el estupor de todos los asistentes, la niña de doce años se incorporó, y Jesús le dijo a sus padres que le dieran de comer.
          Se quedaron viendo visiones. Y donde a mí me gusta pararme es en Jesús, que sale de la casa entre los que se habían reído de él y sin aspavientos, se va camino adelante sin dar lugar a más comentarios. Ha hecho lo que tenía que hacer. A los padres los ha dejado con la niña, emocionados y pendientes de ella. Las gentes de los llantos se han quedado sin resuello. Jesús con sus apóstoles se retira y entre ellos se van produciendo las preguntas y el mismo asombro de lo que han sido testigos.

          Una jornada muy llena y que invita a la fe, sea cual sea la forma de esa fe. Que la fe es la que salva y la que Jesús ha pedido a Jairo o ha admirado en la mujer de las hemorragias.

lunes, 29 de enero de 2018

29 enero: Acogido o rechazado

Liturgia:
                      Ha vivido David sus horas bajas, humanas, con su triple pecado. Ha llorado su infidelidad, reconociendo que ha pecado contra Dios, porque todo pecado que se comete con los semejantes es pecado que se comete contra Dios, Y volvemos al David noble y de buenos sentimientos: 2Sam.15,13-14.30 a 16,5-13.
          Absalón, un hijo de David, se proclama rey, pretendiendo usurpar el trono a su padre. David no quiere hacer la guerra a su hijo y sale huyendo con un grupo de cortesanos y militares, para salvar la vida.
          Caminaban en paralelo por la Cuesta de los Olivos, que David la subía llorando, cuando desde el grupo adversario le tiraban piedras y le maldecían.
          Un oficial de David se ofrece al rey para ir a aquel que le ofende y tomar venganza, pero David se humilla y considera que si un hijo suyo le hace la guerra, ¿qué importa que un hombre le ofenda?
          Espera que esos sufrimientos y humillaciones que está recibiendo, puedan repercutir en bendiciones de Dios.
          Y David y los suyos, siguieron su camino.
          Es bonito ese final porque expresa hasta qué punto David no quiere entablar pelea. Él va a salvarse aunque sea huyendo, pero no levantará su mano contra su hijo.

          Tenemos un evangelio amplio con muchos detalles. Por lo pronto el casi naufragio que nos dejamos el sábado, por el que la barca estaba a punto de irse a pique, acaba convirtiéndose en arribada providencial en una playa inhóspita, donde mora un desesperado endemoniado que vive en el cementerio. Mc.5,1-20.
          Cuando ve a Jesús, lo increpa y quiere dominar a Jesús, identificándolo como el Hijo de Dios Altísimo. Jesús le increpa y es el que domina, preguntándole el nombre al demonio, quien dice que se llama ‘Legión’, porque no es uno, ¡son muchos!
          Jesús va a expulsarlos y los demonios piden ahora –no pueden exigir nada ante Jesús- que si los echa, los mande a los cerdos que está hozando en las faldas del monte.
          Hay que tener siempre en cuenta que el negocio de los cerdos era un negocio prohibido y ofensivo en Israel, por ser el cerdo un “animal impuro” según la concepción del pueblo. Si Jesús deja a los demonios ir a los cerdos, no hace otra cosa que unir cosas iguales: espíritus impuros y animales impuros. Y se da la circunstancia de que al entrar los demonios en los cerdos, entran los animales en estampida y se abalanzan hacia el acantilado y se tiran al mar, en donde perecen.
          Por su parte, el que estuvo endemoniado y era irreductible, ahora está sentado, vestido y en su juicio, como quien ha superado una espantosa pesadilla.
          Por el contrario, los porquerizos se han asustado y echaron a correr y avisaron en el pueblo lo que había sucedido. Salieron del pueblo a verlo y se encontraron con el hombre, que antes era una fiera, tranquilo y mansamente reposando. Y desde allí contemplaron a los cerdos ahogados en el mar. Y entre las dos visiones, les pudo más la pérdida económica que suponía el desastre de los cerdos, y optaron por rogarle a Jesús que se fuera de allí.
          Misión, en parte, fallida, porque si es verdad que merecía la pena haber liberado a aquel hombre, el resultado final era cerrar las puertas a que Jesús pudiera hacer el bien en aquella comarca.
          De hecho, el hombre curado quiere irse con Jesús y formar parte de su grupo, pero Jesús no se lo permite: quiere Jesús que se quede en su pueblo y que allí sea como una antorcha que brilla en medio de la oscuridad. El pueblo no ha aceptado a Jesús, pero deberá convivir con el fruto de la estancia de Jesús entre ellos: el paisano que estaba derrotado por el demonio y que ahora está liberado por ese Jesús a quien no han querido acoger.
          Y Jesús y los suyos tuvieron que deshacer el trecho que habían caminado, y volver a la barca. No se había perdido la oportunidad, y se había hecho un gran bien. Pero puedo imaginar a Jesús con esa tristeza en el alma de no haber podido completar su obra, en un pueblo que necesitaba mucho de la predicación y enseñanza de Jesús.

          ¡Tremenda responsabilidad de quienes rechazan la acción de Jesús! Pero ese episodio de Gerasa no es un episodio aislado en la vida de Jesús. Jesús fue muchas veces rechazado, y Jesús sigue siendo rechazado en el momento actual, ahí donde tanto bien podía realizar y tantos “demonios” expulsar.

domingo, 28 de enero de 2018

26 enero: La autoridad de Jesús

Liturgia del 4º Domingo, ciclo B:
                      La 1ª lectura nos prepara el terreno para el evangelio. Deut.18,15-20 es la promesa de Dios a Moisés sobre un profeta entre sus hermanos, en el que pondré mis palabras en su boca y él dirá lo que yo le mande.

          En el evangelio de Marcos (1,21-28) tenemos a ese profeta prometido, cuya palabra tiene toda la autoridad porque habla en nombre de Dios, y deja a los oyentes admirados de su enseñanza porque lo hace con autoridad. Lo que significa dos cosas: Jesús es autor de su predicación. No se limita a repetir como los doctores de la ley y los sacerdotes. Jesús crea, expresa los caminos de Dios con una vida que enriquece a las gentes.
          Pero es también una palabra con autoridad. Lo que él dice cae a plan y no tiene vuelta de hoja. Los fieles se saben seguros con lo que Jesús enseña. Descubren a Dios a través de aquella palabra.
          Pero hay más: no es sólo una palabra que se predica. Es una palabra que tiene una fuerza tan grande que expulsa a los demonios y que revela, por tanto, la misma fuerza de Dios.
          Había en la sinagoga un poseso, que protesta por la presencia de Jesús: ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesus Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?  Sé quién eres, el Santo de Dios. Pretendía el demonio sobreponerse a Jesús, lo que –en la mentalidad aquella- se obtenía pronunciando el nombre.
          Por eso Jesús le increpa decididamente: ¡Cállate y sal de él! No sólo es que lo silencia sino que lo expulsa, lo que sólo está en las manos de Dios. Y con ello Jesús está mostrando aún más autoridad, porque, como las gentes aquellas captan, allí hay algo sobrenatural: ¿Qué es esto? Se han encontrado con algo y alguien que supera todo lo humano: Este enseñar con autoridad es nuevo; hasta a los espíritus inmundos les manda, y le obedecen.
          Concluye el relato con la admiración de las gentes y cómo extienden su fama por toda Galilea.
          Ayer nos encontrábamos también con una pregunta semejante: ¿Quién es este? Es la constante admiración que provoca Jesucristo, y cómo cualquiera se queda siempre corto cuando pretende explicar quién es Jesús. Jesús es siempre MÁS. Jesús desborda todas las  explicaciones. A la pregunta: qué es esto, o quién es éste, no puede dársele una respuesta que se encierre en unos renglones. A Jesús hay que irlo descubriendo cada día e ir profundizando en sus gestos y en sus palabras, en sus hechos y en sus sentimientos. A Jesús no lo pueden explicar los sabios, ni siquiera los teólogos. Sólo puede irse descubriendo desde la oración de cada día, desde esa penetración profunda a la que nos va conduciendo el Espíritu Santo, y que siempre deja una nueva rendija para seguir  “investigando” desde la ciencia sublime de la oración íntima y personal.
          De ahí el valor permanente de la oración sobre el Evangelio, sin perder un renglón, porque en el detalle más pequeño puede saltar ese punto en el que descubramos un nuevo matiz de la persona de Jesús. Éste es el profeta anunciado en la primera lectura, que habla la palabra que Dios pone en su boca, y que es palabra que está destinada a dar fruto en el alma del creyente.

          El otro punto que nos irá dando a conocer quién es este, es LA EUCARISTÍA, a la que tenemos que acudir con una actitud participativa y con conciencia de llamada: Jesús nos invita a la mesa de la Eucaristía, porque en ella tenemos su presencia real. Y si la participamos con conciencia de ello, no pasará de largo por nosotros ese encuentro fundamental de cada día o de cada domingo, en el que la venida de Jesús a nosotros, no nos puede dejar indiferentes ni rutinarios.

          Pedimos a Dios el conocimiento íntimo de Jesús.
-         Para que nuestra participación semanal en la Eucaristía nos haga penetrar en el conocimiento de Jesús, al que recibimos: Roguemos al Señor.
-         Para que conocer a Jesús no se nos quede en la devoción sino en un modo de seguimiento o compromiso con su Palabra, Roguemos al Señor.
-         Para que podamos llegar al amor de enamorados de la Persona de Jesús, Roguemos al Señor.
-         Para que conociendo más internamente a Jesús, más le amemos y mejor le sirvamos, Roguemos al Señor.
Concédenos, Señor, que el contacto con Jesucristo provoque en nosotros la admiración y la emoción que levantaba en las gentes que le seguían.

          Lo pedimos por el mismo Jesucristo N. S.

sábado, 27 de enero de 2018

27 enero: Quién es Este

Liturgia:
                      El pecado de David –o los pecados de David- no podían quedar impunes. Dios no le retira su favor al rey pero le corrige a través del profeta Natán. Dios lo envía a David (2Sam.12,1-7.10-17) y lo va a hacer de manera que David no pueda pretender justificarse.
          Natán entra a la presencia del rey con un “caso ajeno”, ocurrido en su reino. Una verdadera parábola que no tiene vuelta de hoja: un rico, que tiene todo a su favor, ha abusado de un pobre que sólo tenía una ovejita, a la que cuidaba como una hija. Se la ha arrebatado el rico para dar un banquete a sus súbditos sin tener que echar mano de sus propias riquezas.
          David se indigna. Ver el pecado de otro es muy fácil y pronto hace uno el juicio y da la sentencia: El que ha hecho eso, es reo de muerte. Y Natán ahora le quita el velo de los ojos y le dice claramente: ¡Ese hombre eres tú! Y Natán le hace el examen de lo que ha hecho, siendo así que tenía todo a su favor sin tocar a la mujer de Urías. Tú lo hiciste a escondidas; Dios lo hará a la luz del día
          Y David cae rendidamente: He pecado contra el Señor. Y Natán le responde: Dios ha perdonado tu pecado, pero el hijo que has engendrado morirá por haber despreciado tú al Señor.
          Más de uno se preguntará por qué el niño va a pagar el pecado del padre. Creo que es una manera de explicar el sentido del pecado mortal (que origina muerte). Y como hay cosas que no se llegan a captar si no es con situaciones extremas, el pecado mortal múltiple de David se salda con un hecho de muerte.
          David oró, se humilló, ayunó para que ese niño no muriera, pero la sentencia de muerte la había acarreado él con su reiterado pecado, que había acabado con la muerte de Urías: otra vez la muerte como consecuencia del pecado cometido. Y hay que reconocer que pedagógicamente era la forma más clara de que David fuera más plenamente consciente de su acción.
          San Ignacio de Loyola no se conforma con que el ejercitante se sienta avergonzado de sus pecados. Ni siquiera que haga un acto de verdadera contrición (arrepentimiento por puro amor de Dios). Quiere Ignacio que se paladee el agrio asqueroso del pecado hasta provocar el aborrecimiento del pecado. Pues esa pedagogía es la que –en la ampulosidad oriental- ha de mascar David para aborrecer de corazón lo que ha hecho. Decía un individuo metido en carnes: Yo peco y no me pasa nada. Evidentemente hubiera necesitado de una cierta pedagogía para entender que el pecado mata. Y fue la experiencia que tuvo David, allí mismo donde estaba la consecuencia de su pecado.

          Mc.4,15-40 es un episodio muy especial. Es Jesús quien dice de pasar a la otra orilla. No ha ocurrido nada especial para esa travesía. Y cuando están en mitad del Lago, se levanta una tremenda tempestad, mientras Jesús duerme a popa, sobre un cabezal (La traducción que habla de “almohadón” no parece la más adecuada en una barca de pesca). Duerme mientras las olas irrumpían contra la barca hasta llenarla de agua, y evidentemente salpicaban y mojaban a los que estaban en la barca. ¿Y Jesús dormía? ¿Realmente dormía en esas circunstancias?
          Para mí que Jesús estaba provocando la reacción de aquellos hombres que pretendían resolver el problema por sus fuerzas, achicando agua como podían…, y la verdad es que apenas podían ya hacer nada.
          “Nada” hasta que optan por la solución única en ese momento: “despertar” a Jesús, zangarrearlo en medio de los nervios de aquellas circunstancias, y gritarle: ¿No se te da nada, que nos vamos a pique? Había querido Jesús que fueran muy conscientes de su impotencia y de que hay cosas en la vida que hay que resolverlas orando…, “despertando” a Jesús.
          Y Jesús, en medio de aquel mar que bamboleaba la barca, se puso en pie y se sostuvo en pie e increpó al viento y dijo al Lago: ¡Silencio, cállate! Y el viento cesó y vino una gran calma. Y todavía les dijo a sus hombres: ¿Por qué habéis dudado? ¡Qué poca fe! Todavía se permitió Jesús esa sana ironía, en medio del estupor de aquellos apóstoles, que se quedaron espantados y se decían unos a otros: Pero ¿quién es este? Hasta los vientos y el mar le obedecen.

          Quiera concedernos el Señor la respuesta a esa pregunta que se hicieron los discípulos. Que bien sabemos QUIÉN ES ESTE, aunque necesitamos cada día ahondar más y más en el conocimiento interno del Señor a través de nuestra contemplación del evangelio. Y a más conocerlo, y a más interiorización, más amarlo y más servirlo.

viernes, 26 de enero de 2018

26 enero: La fuerza de la Palabra

Liturgia:
                      Todo cuanto se ha dicho de David a lo largo de las lecturas que hemos ido teniendo, ha sido laudatorio, revelando un hombre de finura de sentimientos y de fidelidad ante el Señor. Pero David era del género humano y también tuvo su borrón particular. Y eso es lo que nos presenta hoy 2Sam.11.1-10.13-17. No es sólo lo que expresa de ligereza de un momento determinado sino la bajeza de una situación mantenida, un intento de soborno y una culpa mucho más grande de muerte de un súbdito, con tal de ocultar el propio pecado. Nos manifiesta las consecuencias de querer tapar un fallo  con otro y acabar siendo reo de la muerte de Urías.
          Vayamos por partes: primer fallo, mantener la mirada impúdica y el deseo. Hasta ahí, podría haber dominado la situación. Como consecuencia de no dominarla es identificar a Betsabé (mujer de Urías) y mandarla traer a Palacio. La consumación del adulterio cae de su peso.
            Betsabé queda encinta y se lo hace saber al rey. Y David se lía la manta a la cabeza y en vez de declararse culpable, manda venir a Urías (que está combatiendo en la guerra), con una intención maliciosa de que el embarazo de Betsabé quede ocultado por la venida y estancia de Urías con su esposa.
            Pero Urías, soldado duro y noble, no va a su casa sino que se queda con la guardia de palacio. Y David lo invita a su mesa y lo emborracha para que así vaya a estar con su mujer, pero Urías no va a su casa ni borracho, y con ello no le sale el plan a David.
            Y David da el paso peor de todos: escribe una carta a Joab, el jefe del ejército y la manda por mano del propio Urías, en cuya carta va la sentencia de muerte de aquel soldado. En efecto murió Urías en uno de los lances preparados para ello.
            ¡Adónde llega la ceguera de la pasión y no reconocer la culpa que se ha cometido! No sólo ha sido adúltero  e innoble, sino que “ha matado a Urías”, como luego se lo dirá Natán, el profeta, de parte de Dios. Merece la pena pararse en este caso y hacer una introspección para evitar los intentos de justificaciones falsas en las que es posible caer, y que acaban produciendo males mucho mayores. A los comienzos es posible cortar la trama pecaminosa. Después ya no, porque se ha iniciado la pendiente y es muy difícil parar.

            Junto a la parábola del Sembrados, que veíamos hace unos pocos días, San Marcos nos añade otra parábola, cuyo centro es la semilla y no la acogida de la misma. En 4,20-24 se da por supuesto la semilla que ha caído en buena tierra y por tanto da fruto.
            Pero aquí quiere inculcar el evangelista que ese fruto no es el mérito del que ha recibido la semilla, sino que esa Palabra que ha caído en el alma de la persona, tiene su vigor interno y su fuerza. El labrador, el sujeto que ha recibido la palabra, duerme de noche y se levanta de mañana, y cuando se asoma a su sembrado, descubre el tallear de la planta, sin que él sepa cómo.
            Y Jesús dibuja ese crecimiento de la mata, que por sí misma va produciendo el tallo, la espiga, el grano… Al labrador sólo le toca el trabajo  exterior de que el terreno esté en buenas condiciones: escarda, riego, quitar las piedras…, para –al final- meter la hoz porque ha llegado el tiempo de la siega.
            Ha querido Jesús dejar claro la gratuidad de la gracia divina, el poder de esa Palabra que viene como agua fecunda y ha de regresar con el fruto granado, y basta con no oponerle obstáculos, para que dé el fruto deseado. Al final, segar, recoger, medir, almacenar…, que es labor del labrador. Pero el fruto se le ha venido a las manos sin saber cómo.
            Ahonda Jesús en la idea con otra parábola, la de la semilla mínima de la mostaza, que –sembrada en buena tierra- acaba dando un arbolito con ramas tan amplias que en ellas anidan los pájaros. El reino arranca desde lo pequeño, porque Dios ha querido dejar patente que la obra es suya, y que desde lo pequeño material y humano, él hace cosas grandes.


            Concluye el párrafo diciéndonos que Jesús se expresaba generalmente en parábolas para darle a la gente en qué pensar. Y que a sus apóstoles les iba desgranando en privado los sentidos de las parábolas. Era una manera de que aprovecharan hasta el último detalle, pues lo que es el entendimiento de las parábolas, ellos mismos, como hombres orientales, les tenía que decir ya mucho.

jueves, 25 de enero de 2018

25 enero: Conversión de Saulo

Último día del octavario por la unión de los cristianos
Liturgia:
                      Celebramos hoy la fiesta litúrgica de la CONVERSIÓN DE SAN PABLO, momento de inmensa trascendencia en el proceso de la historia del cristianismo. Pablo lo explica (Hech.22,3-16) contando pormenorizadamente el proceso de su conversión. Él era un judío de los más extremos, formado en la escuela de Gamaliel, donde aprendió hasta el último detalle de la Ley.
          Afirma que lo hizo con tanto fervor que persiguió a muerte a la nueva forma de vida que había enseñado Jesús, hasta el punto de obtener de los dirigentes la autorización para traer presos a Jerusalén a los que encontrase seguidores de esa religión.
          Pero cuando iba a Damasco para ese fin, de repente un relámpago deslumbrador le dejó ciego y cayó por tierra, mientras escuchaba una voz que sólo él entendió, y que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
          Caído y sin ver, preguntó: ¿Quién eres, Señor? Y la voz le respondió: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues. Saulo podría haber respondido que él no perseguía a Jesús Nazareno, muerto hacía ya años. Pero Saulo ha sido deslumbrado por una luz mucho más fuerte que la del relámpago externo, y se abaja humildemente y pregunta ahora: ¿Qué debo hacer, Señor?
          No le dio solución directa el Señor. Solamente le dijo que se levantara y se dirigiera a Damasco, y allí le dirían lo que tenía que hacer. Y llevado de la mano por un lazarillo, entró en la ciudad a la que él había llevado intenciones de apresar, y es un cristiano, Ananías, quien viene a curarlo de su ceguera y a comunicarle que el Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, oigas su voz y seas testigo ente todos de lo que has visto y oído. Y le exhorta a recibir el bautismo cristiano que le lavará sus pecados. Y del Saulo perseguidor brota el Pablo apóstol, gran promotor de la doctrina de Jesús y un enamorado de él, y autor de las páginas más orientadoras de toda la revelación neotestamentaria.

          El evangelio, tomado de San Marcos (16,15-18) es el final del texto de ese evangelista, en donde se expone, a modo de síntesis y resumen, los efectos de creer en Jesucristo y seguir su enseñanza y vida. Al que crea, le van a acompañar una serie de señales que se expresan de forma simbólica: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos en los enfermos, y sanarán.
          Todo eso se da en el paso de Saulo a Pablo. Echa los demonios del odio y la inquina contra los cristianos, y empieza hablando una lengua tan nueva, que es la opuesta a la que venía teniendo. Ahora, desde su humillación –caído y ciego- no protesta ni se ensoberbece, sino que pregunta: ¿Quién eres, Señor?, ¿qué debo hacer?
          Es más: Pablo rebobinará este momento a través de su predicación y escritos y sacará una conclusión: él perseguía a los cristianos. Sin embargo Jesús Nazareno se da por perseguido. De donde Pablo deduce la doctrina del Cuerpo Místico: Cristo y los cristianos forman una unidad, de modo que no se puede perseguir a ellos sin que sea perseguir a Jesucristo. Es un “idioma nuevo”, un descubrimiento de enorme trascendencia para entender la buena nueva con la que se ha encontrado en el camino de Damasco.
          Ahora se va a enfrentar a los de su raza, ahora va a ser él el perseguido. Ahora ha de “coger serpientes” y “beber veneno mortal” sin que pueda vencerle. Ahora no querrá saber ya otra ciencia que la de Jesucristo crucificado, y estará muy seguro de que mientras el mundo lo cree a él un desgraciado, víctima de la cruz, él sabe perfectamente que es el mundo el que está maniatado y perdido en su falsa libertad.

          Y su labor será en adelante “imponer las manos en los enfermos y sanarlos”: llevarles la buena noticia de Jesús y sanar ese mundo tan perdido que son –primero- los de su raza, los judíos, pero también el mundo gentil –no judío- al que se va a dedicar en cuerpo y alma, yendo de un lugar a otro para sembrar allí la fe en Cristo: Roma, Corinto, Galacia, Tesalónica…, y muy posiblemente Hispania, a la que hace referencia en una de sus cartas.

miércoles, 24 de enero de 2018

24 enero: Parábola del Sembrador

7º día para pedir por la unión de las iglesias
Liturgia:
                      David había traído a Jerusalén el Arca del Señor y la había instalado en una tienda que él había preparado para ella. Pero David piensa (2Sam.7,4-17) que no está bien que él viva en un palacio mientras el arca está en una tienda, y se hace a la idea de construir un templo. Pero Dios, por medio del profeta Natán, le advierte a David que no será así.
          No es que Dios le retire su favor a David, pues la verdad es que lo colma de promesas y bendiciones. Lo que pasa es que aquí se mezclan dos planos, uno el de un descendiente suyo, hijo de sus entrañas, que será el que construya el templo. Y más allá de ese plano, está el plano mesiánico, por el que el reino consolidado PARA SIEMPRE está ya mirando a la figura del Mesías.
          Al primero, si se tuerce, lo corregiré, pero no le retiraré mi favor. Al segundo promete: tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre.
          Es, por tanto, un texto de suma importancia, que trasciende la historia personal de David y mira ya al Hijo de David, al Mesías que será en sí mismo el Templo de Dios, donde Dios habita y desde donde Dios realiza definitivamente la promesa que venía de tiempos muy atrás, y que se consolida en David.

          Mc.4,1-20 es la parábola del sembrador y su explicación, con esos versículos intermedios en los que Jesús explica a los apóstoles por qué habla en parábolas. Son unos versículos “molestos” al oído porque parecen decir lo contrario de lo que se espera que digan. Pues Jesús ha tomado la profecía de Isaías y la ha copiado tal cual, con lo que dice que “habla en parábolas para no ser entendido”. Un absurdo total porque si Jesús no quisiera ser entendido, con no hablar tenía bastante.
          Por el contrario “la parábola” es un género de expresión muy afín al mundo oriental, y precisamente una manera de hacerse entender. Y si Jesús habla en parábolas es para que bajo el “cuentecillo” que expone, la gente se quede rumiando y sacando consecuencias. En realidad era un género de comunicación mucho más adaptado al mundo oriental que si Jesús se hubiera expresado en conceptos, cosa que los occidentales entendemos mejor porque nos es un lenguaje más directo a nuestra manera de entender.
          Jesús pareció traspasar las fronteras y pensar en los occidentales cuando explicó dos parábolas: ésta del sembrador y la otra de la cizaña, como quien quiere hacerse explicar también para los que tenemos otra mentalidad, pues la  verdad es que explicar una parábola a un oriental es una excepción.
          De hecho los apóstoles no habían entendido y le pidieron la explicación de la parábola. Y ahí Jesús se baja a la explicación en terreno llano. Y hemos de darle las gracias porque así nos ha dado la clave para entender otras parábolas.
          Por lo pronto, en la del sembrador, la semilla –que es la palabra de Dios- es esparcida por “el sembrador” –Jesús-, y puede caer “en terrenos” (situaciones y personas) muy distintos, y según eso “dar un fruto” –ser acogida- de muy diferentes maneras. Desde la no aceptación, el corazón cerrado (como “dureza del camino”) en que Satanás arrebata la Palabra y no puede fructificar.
          O la falta de fondo en la persona, muy entusiasta con la palabra que oye, pero dejándola escapar porque no hay personalidad ni atención suficiente. Es como semilla sin tierra, que crece pero se agosta bajo los ardores del sol.
          Otra realidad es tener la cabeza llena de musarañas, estar preocupado por los afanes de la vida, el dinero, el placer, el materialismo…, y como consecuencia la Palabra no halla cabida; es como una siembra entre matorrales, que con su fuerza bravía ahogan la semilla.

          Pero hay almas abiertas, dispuestas a acoger esa siembra que hace Jesús con su Palabra y sus obras y su ejemplo…, y entonces prende el entusiasmo en el corazón de esas personas, y se aprovechan de las enseñanzas que Jesús pone sobre la mesa. Y la Palabra arraiga y da fruto. Que dé más o menos en un momento determinado, no es problema. Una vez que la Palabra prende en el alma, el fruto se irá aumentando porque la palabra de Jesús es levadura que fermenta la masa y la hace crecer por su misma fuerza.

martes, 23 de enero de 2018

23 enero: Te buscan

6º día para pedir por la unión de las Iglesias
Liturgia:
                      2Sam.6,12-15.17-19 nos muestra el entusiasmo y respeto de David por el Arca sagrada, a la que trae para establecerla en Jerusalén, desde donde presida a todos sus reinos. El propio rey danza delante del arca del Señor hasta que la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado.
          David ofrece holocaustos y sacrificios en honor de Dios, y reparte unos bollos de pan y tajadas de carne y un pastel de pasas para festejar el acontecimiento.
          El pueblo participó de la fiesta y cuando el arca quedó entronizada, cada uno marchó a su casa.
          Lo que queda patente es el sentido religioso del rey y juntamente la participación que en esa fiesta tuvo el pueblo.

          Mc.3,31-35 es –pienso yo- complemento de lo que veíamos el sábado (vv.20-21) cuando los parientes de Jesús pretendieron llevárselo por pensar que no estaba en sus cabales, porque se dedicaba tanto a la gente que no le quedaba tiempo para comer.
          No consiguieron su intento  y hubieron de marcharse con las manos vacías, pero con la idea de volver. Lo que pasa es que ya lo harían con una fuerza mayor, trayendo a su madre. Es evidente que a María no le presentaron el tema de frente y que más bien le hicieron creer que iban a ver a Jesús y que ella podía acompañarles.
          María era consciente de la misión de Jesús y ella no iba a ser quien le estorbara sus planes. Pero los familiares la llevaban con una intención de sacar a Jesús de su labor.
          Por eso llegan adonde está él y estaba Jesús en su obra de enseñanza del reino de Dios, muy metido en lo que estaba haciendo, y por tanto, ajeno a lo que ocurría a su alrededor.
          Los familiares le mandan un recado muy estudiado: Tu madre y tus hermanos están ahí y quieren verte. Ponían de señuelo a “su madre”, pensando que de esa manera Jesús acudiría de momento. Pero Jesús está en lo que está y, además, conoce a su madre muy bien y sabe que ella no es partícipe de aquel recado. Por lo que su respuesta al mensajero fue de doble sentido. Una parte más directamente referida a los familiares, pasando su mirada por el corro, era que su madre y sus hermanos en aquel momento eran los que tenía delante. Y una segunda parte que es una referencia y alabanza a su madre, que sabe él que sigue a ciegas la voluntad de Dios: El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Y Jesús no se movió de lo que estaba haciendo. Reconocía en su madre la persona fiel a Dios en todos los extremos, y daba a los parientes la gran lección de que él estaba en la misión que tenía que estar.

          Una vez más nos traslada esto a la realidad de la familia en relación con la fidelidad a Dios. La familia tiene un papel muy importante en la formación espiritual y religiosa de los adolescentes y jóvenes. Bien sabido es que todo no depende de la familia, en un contexto como el actual en que hay un bombardeo de desinformación que proviene de compañeros, profesores, redes sociales y medios de comunicación. Pero una buena parte sí depende de los principios que hayan inculcado y de la prudente vigilancia que se haya tenido en las edades difíciles de los hijos. Y no abogo por un control exhaustivo de cada detalle sino por los aspectos básicos que deben prevalecer en el rol familiar.
          La persona que a mí me introdujo en la informática tenía un hijo pequeño de pocos años. Y su padre le enseñó el ordenador y le dijo: puedes tocar todo pero no debes tocar esto y esto y esto. Y el hijo aprendió a utilizar debidamente el ordenador, con toda aquella libertad, y con las “teclas” que no debía tocar.

          Pues ese es el principio de la libertad y de la educación en la familia. Amplitud para que los jóvenes se conduzcan, pero cuatro “teclas” muy definidas que no se deben sobrepasar. Y cuando en una familia se dejan muy claros determinados principios y formas de conducta, hay mucha más posibilidad de que aquellos principios duren toda la vida. Mi madre y mis hermanos son los hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

lunes, 22 de enero de 2018

22 enero: Contra el Espíritu Santo

5º día del octavario por la unión de las iglesias
Liturgia:
                      2Sam.5,1-7.10, aparte de ser una exaltación de David, que va siendo el reunificador de los diferentes reinos, tiene una importancia para comprender algunas cosas del Nuevo Testamento. Jesús tenía una predilección por los cojos y los ciegos, y es que éstos eran muy menospreciados y casi apartados de la vida social. La razón era la represalia y el sentimiento de rechazo que había provocado en los dirigentes y en el pueblo aquella afirmación de los entonces habitantes y dominadores de Jerusalén, de que para impedir la entrada de David en Jerusalén, se bastaban los ciegos y los cojos, una manera de decir que David no entraría nunca a reinar allí. De hecho, David conquistó el alcázar de Sión, o sea, “la ciudad de David”. Y David fue creciendo en poderío y el Señor estaba con él.

          El evangelio es también una pieza importante para entender hasta dónde puede llegar la negación de la evidencia, como consecuencia de una cerrazón de pensamiento. Mc.3,22-30 nos muestra a Jesús que ha echado un demonio de un poseso. Los fariseos, más poseídos aún de sus propias ideas y “verdades”, acaban diciendo que Jesús echa los demonios con el poder del demonio, y Jesús los llama aparte porque quiere ayudarles y prefiere no enfrentarse sino dialogar con ellos para que sean más objetivos. Y les plantea la cuestión de un reino dividido contra sí mismo, que da lugar a una guerra civil, o a una familia dividida en sí misma, que hace inviable a la familia. Pues eso es lo que ellos están diciendo ahora; están poniendo a Satanás contra Satanás, si es que Jesús es –como ellos acusan- emisario de Satanás.
          La realidad que les presenta Jesús es que cuando alguien puede echar a un forzudo (el demonio) es porque es más forzudo que él. Y si Jesús echa al demonio, es porque es más que el demonio y por eso puede arramblar con toda su casa.
          Y desciende entonces Jesús hacia un principio básico: negar la evidencia de la acción de Jesús es más que un pecado contra Jesús. Es en realidad oponerse a la verdad misma de Dios, a la verdad del Espíritu Santo. Y por tanto a hacer inviable una vuelta atrás, porque cuando se niega la verdad, ya no hay manera de encontrarla. Por eso, pecar contra Jesús puede tener perdón, pero pecar contra la verdad (=blasfemar contra el Espíritu Santo), no puede tener perdón.
          ¿Pero hay algo que Dios no pueda perdonar? –Sí: cuando el sujeto no se reconoce pecador y no se arrepiente y no da marcha atrás.

          Pongo un caso actual: los “perfectos” que se creen en posesión de toda verdad y por encima de cualquiera, han tomado posición contra el Papa actual. Lo llaman “Satanás” y critican toda actuación y afirmación del Papa. En consecuencia están contra la verdad de la Iglesia y del mismo Cristo, que dio a Pedro el poder de “atar y desatar” (todo lo que hay en medio de esas dos acciones, es decir, el poder de ir presentando el evangelio en el momento concreto en que vive el mundo y la iglesia).
          Cuando esos “perfectos” se erigen en criba de la verdad, y ya no cabe más verdad que la de ellos, están situándose contra la misma autoridad y misión de Pedro. O sea: se están situando contra el mismo evangelio. Se están situando contra Cristo. ¿Cómo pueden ser perdonados si están subidos a su tinglado de verdad y de él no se bajan ni están dispuestos a bajar?

          Sólo cuando abajen su cresta y se reconozcan necesitados de conversión y perdón, podrán ser perdonados. Mientras tanto están en la blasfemia contra el Espíritu Santo, que no puede perdonarse. La soberbia, sobre todo cuando es soberbia espiritual, es el pecado más demoníaco que puede existir. Con él se perdieron los ángeles a las órdenes de Lucifer, quien por su propia belleza y dignidad se rebeló contra Dios.

domingo, 21 de enero de 2018

21 enero: Imitar a Jesús

4º día del octavario por la Unión de los cristianos
Liturgia:
                      Estamos en el domingo 3º, del Ciclo B del Tiempo Ordinario, que está siguiendo el evangelio de San Marcos. Hoy, en 1,14-20 tenemos el comienzo de la predicación de Jesús. Han arrestado a Juan Bautista y Jesús anuncia que se ha cumplido el plazo y está cerca el reino de Dios. En consecuencia hay algo esencial para aquel momento de su aparición en la vida pública: Convertíos y creed la Buena noticia. Dos partes de una misma realidad. CONVERTIRSE, que es acabar un período de la vida y comenzar otro nuevo; dejar los ídolos que obstaculizan el paso de Dios al alma, y abrirse al Dios verdadero.
          Y eso tiene un camino: CREER EL EVANGELIO, tomarse el evangelio como norma de vida. Es el modo esencial de la conversión porque es el que abre el alma a la voluntad de Dios, manifestada por Jesucristo a través de su palabra y de su modo de actuar.
          No se trata de “creer EN el evangelio” como el que cree una verdad, el que admite lo que dice el evangelio. CREER EL EVANGELIO es incorporarlo a la vida personal hasta el punto de dirigirse por él, e irlo aplicando a la vida personal.
          Es lo que se plasma expresamente en aquellos pescadores: Simón, Andrés, Santiago y Juan, que dejan las barcas, las redes, a la familia, y se lanzan a ojos ciegas tras la llamada que han recibido de Jesús. Eso es la conversión a la que llama Jesús, en nombre de ese Reino de Dios que comienza con la aparición de Jesucristo, y que –por tanto- está cerca, está al alcance de la mano, si se abre uno plenamente a las llamadas personales que Jesús hace en cada alma. Y el evangelio entero es una llamada del Señor, que nos está imantando hacia él mismo, para que nuestra vida sea imitación de la vida del Maestro.

          Esta lectura ha atraído la 1ª, del libro de Jonás (3,1-5.10) que nos presenta la conversión de Nínive bajo la predicación de Jonás. Dios amenaza a aquella gran ciudad de un exterminio como consecuencia de su mala vida. Jonás trasmite el anuncio, recorriendo la ciudad, y se produce en sus habitantes, empezando por el rey y llegando al último, un movimiento de conversión y penitencia. Se lo toman muy en serio y Dios ve el cambio radical que se ha producido en ellos y no cumple sus amenazas. De hecho Dios amenaza con tiempo para no tener que llegar al castigo.
          Nínive es un buen espejo en el que quiere Dios que nos miremos, porque la conversión sincera da paso a una acción positiva y creadora de Dios. Eso es lo que tiene que verificarse en nuestra vida y lo que habremos de presentar ante el Señor al cabo de nuestra existencia.

          Una 2ª lectura (1Cor.7,29-31) apoya esa actitud de conversión que se requiere en nosotros. San Pablo tiene en ese momento la idea de que el mundo se va a acabar ya, y avisa de que el momento es apremiante. En consecuencia hay que ponerse en planta para un bien acabar y presentarse ante Dios. Y en consecuencia va enumerando actitudes urgentes que deben asumir aquellos cristianos: que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran, los que lloran como si no lloraran; los que están alegres, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran.
          San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios, invita al ejercitante a imaginarse que está en su último momento. Y que entonces piense cómo querría haber vivido. En consecuencia, eso que entonces piensa que hubiera deseado hacer de su vida, ¡que lo lleve a cabo ahora!, porque un día será realidad que se ha de enfrentar a su último momento.
          Es a lo que nos invita esa 2ª lectura de hoy. No parece que el mundo se acaba ya. Pero para cada uno de nosotros se hace más cercano ese final personal. La CONVERSIÓN que se nos pide es la que trae en sí la exigencia del evangelio en la vida diaria, para hacernos más afines a la vida de Jesús, como imitadores suyos.

          Cuantos participamos de la EUCARISTÍA tenemos cada día ese botón de fuego que nos catapulta hacia un nuevo paso en la imitación de Jesús. Que nos sirva de impulso para vivir la vida de acuerdo al estilo de Jesús.



          Pedimos al Padre por nosotros y por la humanidad.

-         Por la progresiva conversión de las iglesias cristianas para que cada día se acerquen más al ideal de unidad deseado por Jesús. Roguemos al Señor.

-         Porque nosotros descubramos aquellos aspectos que deben mejorar en nuestra vida. Roguemos al Señor.

-         Porque en el mundo se produzca un movimiento de conversión que atraiga la bendición de Dios. Roguemos al Señor.

-         Para que la Eucaristía nos sea estímulo constante para crecer en nuestra vida cristiana. Roguemos al Señor.


Señor Jesús, que llamaste a unos hombres para estar contigo y continuar tu obra, impulsa en nosotros la fuerza de una renovación personal para más imitarte.

Tú, que vives y reinas con el padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

sábado, 20 de enero de 2018

20 enero: El papel de las familias

Día 3º del octavario por la unión de las iglesias
Liturgia:
                      Comienza el 2º libro de Samuel y lo hace con la muerte de Saúl. 1,1-4.11-12.19.23-27. Saúl con su hijo Jonatán han salido a la guerra y en ella mueren los dos. Se lo comunican a David al tercer día y David lo lamenta profundamente, con alabanzas hacia Saúl y con el afecto de gran amistad que le unía a Jonatán. David rasga sus vestiduras, señal de hondo dolor insufrible por la muerte de esos dos amigos queridos. David no toma en cuenta todas las veces que Saúl había actuado contra él. Sólo evoca su amistad y sus propios buenos sentimientos. Trasmite su dolor hacia el pueblo, y lamenta la pérdida de los valientes.

          El evangelio es muy breve pero significativo: Mc.3,20-21. Jesús y sus apóstoles estaban entregados completamente a la misión. La realidad es que no tenían tiempo ni para comer porque la gente se les venía encima, tan necesitados como estaban.
          Se enteran los familiares de Jesús y vienen con la pretensión de llevárselo con ellos, porque piensan que no está en sus cabales. Y el evangelio de hoy no dice más.
          Lo que es patente es que no consiguieron su intento y que Jesús continuó su obra. Que Jesús había venido a gastarse y desgastarse por el Reino. Y que había infundido en sus Doce ese celo por las almas, por el que él y los apóstoles tenían que vaciarse a favor de las gentes y de las obras liberadoras a las que habían sido enviados: predicar, echar demonios, estar con Jesús y repetir en ellos la vida de Jesús.

          No hay mucho más que se pueda decir de ese evangelio. Lo demás son ya consideraciones que surgen a propósito de esa breve narración.
          Jesús había enseñado que quien no pospone a su padre y a su madre, a sus hermanos…, en relación con él, no puede ser discípulo suyo. Y ese mismo principio lo vive él respecto del Reino y respecto de su relación con Dios: primero es la misión para la que ha sido enviado, y luego es la familia. Y la familia, en tanto en cuanto que no desvíe del orden general.
          Eso ha sido un principio que ha de haberse vivido siempre, y aún en el caso de familias religiosas donde ha habido un sentido claro de respeto a Dios. Pero hoy adquiere mucha mayor vigencia cuando las familias no se inclinan prioritariamente por poner a Dios lo primero, imbuidas por el sentido pragmático de la vida por el que pretenden asegurar antes el futuro civil de los jóvenes, y pretenden que el tema de la vocación se deje para tiempos posteriores, cuando esos jóvenes hayan conseguido ya sus carreras y su estabilización social.
          El tema que ahí se discutiría es el del “momento de Dios”, el kairós de Dios para una vocación, que está madura cuando está madura. Antes esta verde y luego se pasa. Y cuando se ha perdido el tren, no se puede volver a tomar. Puede ocurrir que Dios quiera volver a llamar, pero puede ocurrir que Dios ya no “pasa” con su llamada por la puerta de aquella persona y de aquella familia. Ahí también tenemos a esos familiares que piensan que sus deudos han perdido la cabeza cuando ellos han puesto sobre la mesa la posibilidad de una llamada de Dios.
          Avanzando más en esta reflexión: ¿fomentan las familias cristianas, la idea de la vocación en sus hijos? ¿Se crean ambientes espirituales y religiosos como para que pueda prender una vocación al sacerdocio o a la vida religiosa? Porque la gracia no transforma la naturaleza, pero “la naturaleza” se puede preparar en uno u otro sentido. Y la realidad es que la fe entra por el oído y por el estilo de vida que en una familia se ha mamado. Yo sé perfectamente que Dios pudo tocarme por cualquier resorte de los que se fueron presentando en mi vida. Pero mis raíces se hundieron en el clima familiar que tuve la suerte de vivir, y de esas raíces fue mucho más “lógico” que surgiera el árbol que ha crecido en la juventud y ha perdurado por los años.

          ¡Cuánto pueden tener de importancia las familias en la situación actual de las vocaciones!

viernes, 19 de enero de 2018

19 enero: Los Doce

2º día del octavario por la unión de las iglesias
Liturgia:
                      La 1ª lectura de hoy es larga. 1Sam.24,3-21 es la larga descripción de los muy diversos sentimientos de David y Saúl. Porque Saúl ha salido con 3000 hombres en busca de David. David estaba escondido con un puñado de hombres en una cueva de la Peña de los Rebecos. Y mire por dónde Saúl tiene necesidad de entrar en aquella cueva, sin advertir que David está dentro, en el fondo de la cueva.
          Los acompañantes de David ven llegado el momento de que David tome la justicia por su mano, saliendo sigilosamente de su escondite y matando a Saúl. Pero está muy lejos de ello el pensamiento de David, que respeta que Saúl está ungido por el Señor, y él nunca pondría las manos sobre Saúl.
          Lo que sí hace es deslizarse por la cueva hasta llegar a cortar un filo del manto de Saúl, y aún de ese acto le quedó escrúpulo a David, cuyos sentimientos eran tan distintos de los de Saúl.
          Cuando Saúl estuvo en campo abierto, David se le presentó con el trozo del manto en la mano, demostrándole al rey que podría haberlo matado, pero que él no atenta contra el ungido del Señor.
          Ahora, dice David a Saúl: Que el Señor sea nuestro juez, sentencie nuestro pleito, y defienda mi causa. Saúl reconoce que David ha sido muy noble con él, y que podía haberlo matado y no lo ha hecho, y le llega a profetizar que será rey, y que el reino de Israel se consolidará en su mano.

          El evangelio es un momento muy solemne y de especial relevancia en la vida y misión de Jesús. Mc.3,13-19 trae la elección de Doce hombres de entre los muchos discípulos que seguían a Jesús. Y constituye lo que será el colegio apostólico, ese grupo que él quiso, y que en adelante serán los doce inseparables de Jesús, testigos de sus gestas y de sus sufrimientos, y los que reciben el legado de continuar la obra de Jesús cuando él falte. Los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios.
          A mí se me llena el alma poniendo delante la lista. San Marcos nos la da de esta manera: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges -los Truenos-. Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, que lo entregó. Y se pone el vello de punta pasando por cada nombre y saber que de ellos depende que hoy nosotros tengamos la fe de Cristo. Y que de ellos hubo uno que rompió todo el sentido, y que ahí los tres evangelistas sinópticos son los que ponen un “sobrenombre” que acaba la lista y define a un hombre elegido por Jesús, y que se apartó de esa amistad y acabó siendo “el que lo entregó”. Así ha pasado a la historia, así se le define, así se le conoce. También él estuvo elegido como compañero, para predicar el evangelio y con poder para expulsar demonios. Y sin embargo no supo predicar más que una traición contra el compañero que le había elegido, y no supo echar de sí el terrible demonio de su traición. Digo que pone el vello de punta porque demuestra la terrible verdad de una libertad mal empleada, instigada por una amargura interna que no supo dominar y que le llevó a la venganza. ¡Hasta dónde se puede llegar cuando no se ha dominado la pasión!
          Y no es que los otros hombres fueran flanes de carácter. Simón Pedro era duro de cerviz. Eso sí, muy noble. Capaz de dar la vida por el Maestro, y a la vez acobardado ante una criada cuando teme ser descubierto como discípulo del que es juzgado a muerte.
          Juan y Santiago… A Juan se le ha dibujado siempre como un jovencito dulce y casi afeminado… Nada que ver con los datos que nos dan los evangelios, del hombre que quiere impedir a uno (que no es del grupo) echar demonios, o que quiere pedir que llueva fuego del cielo porque no dejaban pasar al Maestro por Samaria. Jesús, que lo conocía bien, le llamó “Trueno”.
          Tomás un hombre de enorme carácter… Bartolomé “un israelita en quien no cabe el engaño”…

          Quiero decir que no fueron personas sin personalidad y que por eso aceptaran el camino que marcó el Señor como ovejitas de un rebaño. Sólo que usaron su libertad para fajarse con la verdad de Jesús y con la vida de su Maestro, para permanecer fieles aun en medio de sus propias debilidades de hombres del pueblo. El caso de Judas Iscariote es por eso mucho más llamativo, porque perdió la gran oportunidad de haber pasado a la historia como un apóstol que hubiera vivido de lleno la elección que el Maestro amorosamente había hecho de él.