viernes, 28 de febrero de 2014

ZENIT: El Papa y el amor humano

28 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Detrás de la casuística hay siempre una trampa contra nosotros y contra Dios. Lo ha afirmado esta mañana el Santo Padre en la homilía de la misa celebrada en la Casa Santa Marta. El Papa, al comentar el Evangelio del día, se ha detenido sobre la belleza del matrimonio  y ha advertido que es necesario acompañar, no condenar, a cuantos experimentan la derrota del propio amor. Por tanto, ha explicado, Cristo es el Esposo de la Iglesia y no se puede comprender la una sin el otro.
Francisco ha indicado que los doctores de la ley buscan poner trampas a Jesús para "quitarle autoridad moral". Y así ha tomado referencia del Evangelio de hoy para ofrecer una catequesis sobre la belleza del matrimonio. Los fariseos, ha observado, se presentan donde Jesús con el problema del divorcio. Su estilo es siempre el mismo "la casuística", "¿es lícito esto o no?"
Asimismo ha afirmado que "siempre el pequeño caso. Y esta es la trampa: detrás de la casuística, detrás del pensamiento casuístico, siempre hay una trampa. ¡Siempre! Contra la gente, contra nosotros y contra Dios ¡siempre! '¿pero es lícito hacer esto? ¿Repudiar a la propia mujer?' Y Jesús responde, preguntándoles qué decía la ley y explicando porque Moisés ha hecho así esa ley. Pero no se para ahí: de la casuística va al centro del problema y aquí va precisamente a los días de la Creación. Es tan bonita esa referencia del Señor: ¡Desde el inicio de la Creación, Dios les hizo hombre y mujer, por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en una sola carne. Así ya no son dos, sino una sola carne'".
El Papa ha continuado destacando que el Señor "se refiere a la obra maestra de la Creación", que son precisamente el hombre y la mujer. Y Dios, ha dicho, "no quería el hombre solo, lo quería" con su "compañera de camino". Es un momento poético cuando Adán se encuentra con Eva, ha reflexionado el Papa: "es el inicio del amor: ir juntos como una sola carne". El Señor, ha afirmado Francisco, "siempre toma el pensamiento casuístico y lo lleva al inicio de la revelación". Por otro lado, ha explicado, "este trabajo del Señor no termina ahí, en los días de la Creación, porque el Señor ha elegido este icono para explicar el amor que Él tiene hacia su pueblo". Hasta el punto que "cuando el pueblo no es fiel Él habla con palabras de amor", ha señalado el Santo Padre.
Y se ha detenido al respecto así: "El Señor toma este amor de la obra maestra de la Creación para explicar el amor que tiene por su pueblo. Y un paso más: cuando Pablo necesita explicar el misterio de Cristo, lo hace también en relación, en referencia a su Esposa: porque Cristo está casado, Cristo estaba casado, se había casado con la Iglesia, con su pueblo. Como el Padre se había casado con el Pueblo de Israel, Cristo se casó con su pueblo. Esta es la historia de amor, ¡esta es la historia de la obra maestra de la Creación! Y delante de este recorrido de amor, de este icono, la casuística cae y se convierte en dolor. Pero cuando este deja al padre y a la madre para unirse a una mujer, hacerse una sola carne e ir adelante y este amor falla, porque muchas veces falla, debemos sentir el dolor del fracaso, acompañar a esas personas que han tenido este fracaso en el amor. ¡No condenar! ¡Caminar con ellos! Y no hacer casuística con su situación".
A continuación Francisco ha reflexionado que cuando uno lee esto "piensa a este diseño de amor, este camino de amor del matrimonio cristiano, que Dios ha bendecido en la obra maestra de su Creación". Una "bendición que nunca se ha quitado. ¡Ni siquiera el pecado original la ha destruido!", ha advertido el Pontífice. Por ello cuando alguien piensa en esto "ve qué bonito es el amor, qué bonito es el matrimonio, qué bonita es la familia, qué bonito es este camino y cuánto amor también nosotros, cuanta cercanía debemos tener para los hermanos y las hermanas que en la vida han tenido la desgracia de una fracaso en el amor".

Haciendo referencia a San Pablo, el Santo Padre ha subrayado la belleza "del amor que Cristo tiene por su esposa, ¡la Iglesia!": "¡También aquí debemos estar atentos que no falle el amor! Hablar de un Cristo demasiado soltero: ¡Cristo se casó con la Iglesia! Y no se puede entender a Cristo sin la Iglesia y no se puede entender a la Iglesia sin Cristo. Esto es el gran misterio de la obra maestra de la Creación. Que el Señor nos de a todos nosotros la gracia de entenderlo y también la gracia de no caer nunca en estas actitudes casuísticas de los fariseos, de los doctores de la ley".

28 feb._ MATRIMONIO

Una Palabra devaluada
             El tema que nos pone delante el evangelio de este día es del matrimonio, que Jesús toma de la realidad existente y lo asume como hecho elevado a lo sagrado. Los fariseos habían venido a Jesús, que estaba rodeado de gentes. Y como es habitual, vienen con doble intención: por una parte no dejo de pensar que muchas cuestiones se las presentaban a Jesús porque sabían que el criterio de Jesús era válido y profundo. En cierto modo les aclaraba conceptos en los que ellos mismos no eran capaces de hallar una solución cierta. Y por otra parte ponían a prueba a Jesús con una intención de cogerle algún resquicio por el que atacarle.
             El tema del matrimonio es tan “eterno” como el mismo hecho de haber creado Dios al hombre y a mujer. Y el tema de la infidelidad matrimonial, casi tan “eterno” como el matrimonio, hasta el punto que Moisés deja un resquicio de ruptura del compromiso adquirido, a través de un “acta de repudio”. En aquella sociedad sólo contempla Moisés al varón que repudia a la esposa; pero si hubiera vivido ahora, lo mismo lo diría en el sentido contario: también la esposa puede tener sus razones para repudiar.
             Lo que pasa es que los motivos que se pueden aducir para tal “acta” serán tan diversos, y muchas veces responderán tan poco a una causa justa que Jesús aduce que “Moisés os lo permitió por vuestra terquedad”. No fue así al principio –dice Jesús- porque Dios creó al varón y a la mujer y los destinó a crear una UNIDAD (“una sola carne”)…, una unidad con “soldadura autógena”, de modo que lo que Dios ha unido (y los que se han unido bajo la bendición de Dios, ni pueden ya separarse por fuerza humana alguna. Al estar constituidos en “una sola carne”, toda “separación” es ruptura, desgarro, llevarse uno consigo un “pedazo del otro”.
             Y he puesto “separación”, así entre paréntesis, porque más de una vez ha de producirse separación cuando dos cónyuges tienen imposibilidad de convivencia pacífica y en paz. Pero separarse sólo equivale a no vivir juntos, pero no a desgarro de “una sola carne”. Por eso es por lo que Jesús concluye que tanto una parte como otra se llevan “un pedazo” del otro; es decir: no puede haber tal divorcio que cada uno se quede ya libre de su vínculo anterior. De ahí que una nueva unión de uno o de otro es adulterio porque uno y otro permanecen ligados por aquel vínculo que ellos mismos contrajeron POR AMOR.
             Que si no fue por amor, o si no se plantearon en serio el matrimonio, o su intención no era limpia, o sus psicologías tan inmaduras o incapaces, en realidad aquel aparente matrimonio NO LO FUE. Y por tanto, llegados a una demostración de lo mismo, aquel acto que se hizo ante la Iglesia, puede la Iglesia declararlo inexistente, porque hubo causas ocultas en aquel momento que anulaban el acto en sí. O hubo dolo o hubo ignorancia…, y ya tiene su fuerza que dos personas ignorantes de un compromiso vital tan serio, hayan sido sujetos válidos para contraerlo. [Conozco sentencias de declaración de nulidad por parte de tribunales eclesiásticos, que juntamente niegan ya la futura posibilidad de nuevo matrimonio sacramental, basados en la incapacidad psicológica para un compromiso serio. El problema no ha radicado en dificultades concretas de dos personas entre sí, sino en la incapacidad para todo nuevo intento. Lo que falla es “el sujeto”].
             Los apóstoles fueron los primeros en extrañarse del veredicto de Jesús y comentaron que –con las cosas así- lo mejor es no casarse. Jesús no corrigió ni una letra de lo que había dicho en público, y lo ratificó palabra por palabra.
             San Mateo, sin embargo, añade una posterior explicación. “No todos son capaces de entender esta palabra”… Habla de aquella figura existente del eunuco o persona nula para el matrimonio. Y dice que los hay que son así desde el nacimiento. Otros han sido privados de su capacidad por otros semejantes. Lo que podría también entenderse de la propia psicología que los hace inhábiles. Una persona radicalmente egoísta, una que vive un egocentrismo patológico, o quien es incapaz de dejar las faldas maternas (y como éstos, tantísimas anormalidades de la personalidad en equilibrio), NO ESTÁ CAPACITADA para el matrimonio. Es un eunuco y no por naturaleza, sino por realidades propias.
             Pero Jesús da una tercera posibilidad: quien a sí mismo y de forma libre y voluntaria se queda eunuco. Por lo general se quiere aplicar sólo al célibe voluntario, con una casi exclusividad al que se consagra a Dios de por vida. Pero por el Reino de los Cielos no indica solamente al “profeso religioso”. También el caso de quien elige permanecer soltero por alguna razón de orden superior (de atención a otros, de servicios sociales…, etc.). Y aquí habría que pensar que Jesús se refería –dado el contexto en que lo recoge San Mateo- al “separado” que ha llegado a ello por imposibilidad de convivencia, pero sabe que su lazo primer permanece y por tanto opta a esta forma de vida “separada”.

             Por supuesto que hablar así en la sociedad actual es estar hablando en tagalo o en chino mandarín. Pero yo me he quedado con el evangelio que hoy comento, y no he añadido ni quitado a la palabra misma de Jesús.

jueves, 27 de febrero de 2014

ZENIT: Incoherencia del cristiano (Papa)

27 de febrero de 2014 (Zenit.org) - El cristiano incoherente da escándalo y el escándalo mata: estas son las ideas que ha indicado el santo padre Francisco en la homilía de este jueves en Santa Marta.
En la homilía de hoy el Pontífice ha tomado como referencia la confirmación que ha administrado durante la misa. Quien recibe este sacramento --ha afirmado el Papa-- manifiesta su deseo de ser cristiano. Ser cristiano significa dar testimonio de Jesucristo: es una persona que "piensa como cristiano, siente como cristiano y actúa como cristiano. Y esta es la coherencia de vida de un cristiano". Francisco ha observado que uno puede decir también que tiene fe "pero si falta una de estas cosas, no está el cristiano", "hay algo que no va, hay una cierta incoherencia". Y los cristianos, "que viven ordinariamente, comúnmente en la incoherencia, hacen mucho mal".
Francisco lo ha explicado así: "hemos escuchado al apóstol Santiago que dice a algunos incoherentes, que se retienen cristianos, pero se aprovechan de sus trabajadores, y dice así: 'eh aquí, el salario de los trabajadores que han cosechado en vuestras tierras y que vosotros no habéis pagado grita, y las protestas de los cosechadores han llegado a los oídos del Señor Omnipotente'. Es fuerte el Señor. Si uno oye esto, puede pensar: '¡pero esto lo ha dicho un comunista!' No, no, ¡lo ha dicho el apóstol Santiago! Es palabra del Señor. Es la incoherencia. Y cuando no hay la coherencia cristiana y se vive con esta incoherencia, se hace escándalo. Y los cristianos que no son coherentes dan escándalo".
El Papa ha continuado afirmando que "Jesús habla muy fuerte del escándalo: 'quien escandalice a uno sólo de estos pequeños que creen en mí, uno sólo de estos hermanos, hermanas que tienen fe, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar'. Un cristiano incoherente hace mucho mal y el escándalo mata, ha advertido el Pontífice. Y así ha señalado que "muchas veces hemos escuchado: 'Pero padre, yo creo en Dios, pero no en la Iglesia, porque vosotros cristianos decís una cosa y hacéis otra". Y también: 'yo creo en Dios, pero en vosotros no". Y esto sucede por la incoherencia, ha indicado Francisco.

Y ha proseguido: "si tú te encuentras delante --imaginemos-- de un ateo y te dice que no cree en Dios, tú puedes leerle toda la biblioteca, donde se dice que Dios existe y también probar que Dios existe, y él no tendrá fe. Pero si delante de este ateo tú das testimonio de coherencia de vida cristiana algo comenzará a trabajar en su corazón. Será precisamente tu testimonio lo que le traerá esta inquietud sobre la cuál trabaja el Espíritu Santo. Es una gracia que todos nosotros, toda la Iglesia debe pedir: 'Señor, que seamos coherentes'".
Por tanto, concluye el Papa, es necesario rezar "porque para vivir en la coherencia cristiana es necesaria la oración, porque la coherencia cristiana es un don de Dios y debemos pedirlo": "Señor, ¡qué yo sea coherente! Señor, que yo no escandalice nunca que yo sea una persona que piense como cristiano, que sienta como cristiano, que actúe como cristiano".

Para finalizar, Francisco ha pedido que cuando caigamos por nuestra debilidad, pidamos perdón: "todos somos pecadores, todos, pero todos tenemos la capacidad de pedir perdón. ¡Y Él no se cansa nunca de perdonar! Tener la humildad de pedir perdón: 'Señor, no he sido coherente aquí.¡Perdón!' Ir adelante en la vida con la coherencia cristiana, con el testimonio del que cree en Jesucristo, que sabe que es pecador, pero que tiene la valentía de pedir perdón cuando se equivoca y que tiene mucho miedo de escandalizar. El Señor nos de esta gracia a todos nosotros".

27 feb.: Mártires anónimos

CORTAR, ARRANCAR, EVITAR
             Cuando Jesús quiere poner acento de fuerza e importancia, recurre a expresiones extremas que rompan esquenas…, o que peguen un latigazo en la conciencia de los individuos. Si el Reino de Dios es lo que Él ha venido a establecer, y eso significa que DIOS ES EL CENTRO, y que nada puede anteponérsele (porque lo primero de la vida es amarás a Dios sobre todas las cosas, con toda tu mente, con todo tu ser), las consecuencias que se siguen y que hay que poner en su punto justo es que hay que cortar de raíz lo que pueda oponerse a ese amor a Dios sobre todo.              
Habla hoy Jesús primeramente del valor del gesto, por pequeño que sea, cuando se hace por una causa de relación hacia Dios. Así un vaso de agua que os den porque seguís al Mesías, no quedará sin recompensa. Y Jesús lo asegura.
Y al mismo tiempo asegura otras soluciones drásticas que deben tenerse en cuenta. Y las plantea de esa manera rasgante en la que Él es maestro… Se trata de las ocasiones peligrosas con las que uno puede encontrarse, y cómo debe reaccionarse. Si tu mano te hace caer, córtatela. Bien evidente que la mano no es la culpable porque la mano se mueve desde “las órdenes” que recibe desde el cerebro. En definitiva “la conciencia” está radicada en el cerebro, que es el motor que pone en marcha todo lo demás. Si nuestro “motor” controla racionalmente, cortar la mano no es cruento. La mano no es en sí misma ni culpable ni meritoria. El responsable de todo es el PROPIO YO. Es ahí donde hay que cercenar, cortar…; ahí es donde hay que educar, donde hay que dominar, controlar, sacrificar (convertir de profano en sagrado; de pecaminoso en meritorio; de egoísta en honrado).
Por eso la expresión de Jesús sirva de revulsivo…, de levantar alarmas y de poner muy claro el valor de vivir en amistad con Jesucristo y con Dios: aunque hubiera que cortar la mano, el pie, o arrancarse el ojo. Y Jesús no es que incita a quedarse mancos, cojos o tuertos. Espolea a ser honrados, personas capaces de dar valor a lo que debe tener valor, y hacer la guerra abierta a lo que puede apartarnos de Dios y del agrado de Dios.
La mano, el pie, el ojo…, la persona, son movidos desde ese motor central que es la cabeza, que es la que manda. Y ahí hay unos sensores que van poniendo orden: la conciencia, que generalmente está para reflejar en nosotros el deseo de Dios; están los mismos afectos y decisiones. Todo nace, se cuece, se “maneja” desde el cerebro, en su zona racional, o espiritual.
El recurso ridículo es el de quien “acusa” a su mano o a su ojo de que se le van hacia… Quien se puede “ir” es esa mente incontrolada, pero a la que le corresponde llevar el control. Los instintos naturales de conservación –comer, descansar, evitar un mal mayor ante un tropezón (poner las manos para aminorar el daño, atracción de los sexos, ansias de paternidad)-, están también ahí en la mente del ser humano. Ya los antiguos llamaban “mente” a todo ese complejo humano que lleva dentro toda la vida y vitalidad de la persona). Y la mente es la que ha de dosificar cada tendencia para que –como suele decirse- mantengamos la cabeza encima de los hombros.
Por tanto ni la mano es culpable, ni las piernas caminan por su cuenta, ni el ojo se fija sin intención. No hay que cortar miembros ni arrancar ojos. Pero hay que controlar y mantener a raya, en su punto racional, todo lo que hay en cada persona.
Ahora viene lo “raro”, lo “extraordinario”, lo que supone una mente mal formada, o “algo” que la rebasa. Conozco el caso de alguien que materialmente se cortó la mano de un hachazo porque le era ocasión de pecado. Ignoro qué ocasión, qué pecado, qué situación. Puedo juzgar a lo superficial considerando una barbaridad e inmadurez tal acción. O puedo sentir un inmenso respeto, puesto que no conozco la circunstancia concreta que llevó a tal acción. Y pienso que puede ser hasta heroica.

Conozco a un sacerdote detenido en persecuciones religiosas furibundas –contemporáneas- que al ser encarcelado y previendo la tortura para “sacarle secretos de confesión” por razones de políticas tiránicas, optó por cortarse la lengua con una cuchilla de afeitar. Tengo que venerar una actitud así. Y comprendo que el evangelio está para algo, y que alguien puede entenderlo y practicarlo en ese grado extremo. Yo pienso que yo no lo haría. Pero me toca admirar y reconocer la solución drástica ante un peligro moral inminente. Los mártires no son sólo los que mueren públicamente y gritan: ¡Viva Cristo Rey! También hay mártires y martirios que son los que luchan día a día para mantener su honradez y su dignidad. Los hay que han perdido su puesto de trabajo, quienes han “malogrado” su carrera y sus ilusiones antes que ceder a las exigencias de sus “directores” de departamento o de tesis. Eso no sale en los periódicos, ni se valora en una sociedad hedonista, pragmatista, carente de principios, y viviendo “la cultura del pelotazo” (sea cual sea la índole de tal “pelotazo”). Pero son personas que se han incorporado a la lista de quienes “se cortaron la mano o el pie, o se arrancaron el ojo, antes que caer…  Porque consideraron que valía más entrar en el Cielo manco, cojo o tuerto, que con las dos manos, los dos pies o los dos ojos, vivir el infuiefrno sde la deshonra y la infidelidad.

ZENIT: Unción de enfermos

26 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, buen día
Hoy las previsiones meteorológicas decían 'lluvia' y ustedes vinieron lo mismo. Tienen mucho coraje. ¡Felicitaciones!
Quisiera hablar hoy del sacramento de la unción de los enfermos que nos permite tocar con la mano la compasión de Dios por el hombre. En el pasado se lo llamaba 'extremaunción', porque se entendía como confort espiritual en el momento de la muerte. Hablar en cambio de 'unción de los enfermos', nos ayuda a ampliar la mirada a la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios.
Hay una imagen bíblica que expresa en toda su profundidad el misterio que aparece en la unción de los enfermos. Es la parábola del buen samaritano en el Evangelio de Lucas. Cada vez que celebramos tal sacramento, el Señor Jesús en la persona del sacerdote, se vuelve cercano a quien sufre o está gravemente enfermo o es anciano.
Dice la parábola, que el buen samaritano se hace cargo del hombre enfermo, poniendo sobre sus heridas, aceite y vino. El aceite nos hace pensar al que es bendecido por el obispo cada año en la misa crismal del jueves santo, justamente teniendo en vista la unción de los enfermos. El vino en cambio es signo del amor y de la gracia de Cristo que nacen del don de su vida por nosotros, y expresan en toda su riqueza en la vida sacramental de la Iglesia.
Y al final la persona que sufre es confiada a un posadero para que pueda seguir cuidándolo sin ahorrar gastos. Ahora, ¿quién es este posadero? La Iglesia y la comunidad cristiana, somos nosotros a quienes cada día el Señor Jesús confía a quienes están afligidos en el cuerpo y en el espíritu para que podamos seguir poniendo sobre ellos y sin medida, toda su misericordia de salvación.
Este mandato es reiterado de manera explícita y precisa en la carta de Santiago. Se recomienda que quien está enfermo llame a los presbíteros de la Iglesia, para que ellos recen por él ungiéndolo con aceite en nombre del Señor, y la oración hecha con fe salvará al enfermo. El Señor lo aliviará y si cometió pecados le serán perdonados. Se trata por lo tanto de una praxis que se usaba ya en el tiempo de los apóstoles. Jesús, de hecho, le enseñó a sus discípulos a que tuvieran su misma predilección por los que sufren y les transmitió su capacidad y la tarea de seguir dando en su nombre y según su corazón, alivio y paz, a través de la gracia especial de tal sacramento.
Esto, entretanto, no tiene que hacernos caer en la búsqueda obsesiva del milagro o de la presunción de poder obtener siempre y de todos modos la curación. Pero la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo, también al anciano, porque cada anciano o persona con más de 65 años puede recibir este sacramento. Es Jesús que se acerca.
Pero cuando hay un enfermo y se piensa: 'llamemos al cura, al sacerdote'. 'No, no lo llamemos, trae mala suerte, o el enfermo se va a asustar'. Por qué, porque se tiene un poco la idea que cuando hay un enfermo y viene el sacerdote, después llegan las pompas fúnebres, y eso no es verdad.
El sacerdote, viene para ayudar al enfermo o al anciano, por esto es tan importante la visita del sacerdote a los enfermos. Llamarlo para que a un enfermo le dé la bendición, lo bendiga, porque es Jesús que llega, para darle ánimo, fuerza, esperanza y para ayudarlo. Y también para perdonar los pecados y esto es hermoso.
No piensen que esto es un tabú, porque siempre es lindo saber que en el momento del dolor y de la enfermedad nosotros no estamos solos. El sacerdote y quienes están durante la unción de los enfermos representan de hecho a toda la comunidad cristiana, que como un único corazón, con Jesús se acerca entorno a quien sufre y a sus familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza y apoyándolos con la oración y el calor fraterno. Pero el confort más grande viene del hecho que quien se vuelve presente en el sacramento es el mismo Señor Jesús, que nos toma por la mano y nos acaricia como hacía Él con los enfermos. Y nos recuerda que le pertenecemos y que ni siquiera el mal y la muerte nos podrán separar de Él.

Tengamos esta costumbre de llamar al sacerdote para nuestros enfermos, no digo para los resfriados de tres o cuatro días, pero cuando se trata de una enfermedad seria, para que el sacerdote venga a darle también a nuestros ancianos este sacramento, este confort, esta fuerza de Jesús para ir adelante. Hagámoslo. Gracias.

miércoles, 26 de febrero de 2014

26 feb.: Unas lecturas para la vida real

Dos temas prácticos
                      “Aunque uno viva setenta años,
          y el más robusto hasta OCHENTA…” (Salmo 89)
             Ya soy de LOS ROBUSTOS desde hace unas horas. Doy gracias a Dios, y mis amigos darán gracias conmigo.

             Dos temas prácticos nos vienen hoy en las lecturas: en Santiago, la bonita costumbre de tantos años en los que una hermosa “coletilla” acompañaba todo proyecto o referencia al futuro: “si Dios quiere”. Santiago nos recuerda que no podemos hacer una previsión mínima para “adelante”, porque no sabemos realmente qué pasará, o cómo sucederá. Por eso concluye: Deberéis decir: “Si el Señor lo quiere y vivimos”. ¡Qué inmensa verdad, y qué gran realismo! Quizás sea por la carencia de esa convicción por la que muchos se hunden en la depresión, o se tambalean en su corta fe…, o se hunden en una desesperación…, cuando ocurre un suceso inesperado, imprevisto…, que rompe todos sus esquemas. Bien claro es el impacto aplastante que sufren los jóvenes ante la muerte de otro joven. No les entra a ellos en sus coordenadas de “semidioses” que pueda ocurrir algo así que no podía estar en sus “programaciones mentales”.
             Mucha mayor madurez tiene quien programa y planifica…, y luego –convencido- añade: “si Dios quiere”. Eso es lo sensato y lo que pide un sentido de fe.

             El otro punto que hoy nos brindan las lecturas es el de Juan, apóstol,  que se viene a Jesús para comentarle “una proeza” que él ha hecho junto a otros (lo más probable que también apóstoles): Hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
             Juan, que divide el mundo de Jesús entre “ellos” –“los nuestros”- y “los otros”. Juan, un posesionado de ser él –y “los nuestros”- los que tienen el privilegio… “Los demás”, al no ser “de los nuestros”, no deben intervenir, ni siquiera en una obra buena como la de echar demonios.
             La respuesta de Jesús fue muy clara: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre, no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
             Es comprensible que este corto evangelio tenga un valor muy importante en los que formamos con Jesús la Iglesia, pero –por la riqueza inagotable de Dios-lo hagamos desde diversas formas de asociación, y de carismas o personalidades [psicologías] diferentes. Todos –en principio- en la misma barca…, todos debiendo remar en la misma dirección, apoyándonos unos a otros –aunando fuerzas-, y rompiendo ese raquítico esquema de “los nuestros” y los que “no son de los nuestros”. Estaba haciendo buena obra aquel que echaba demonios en nombre de Jesús. Vino Juan y pretendió ponerle la zancadilla… En el fondo, ¿era Juan un buen discípulo o un celoso? ¿Miraba por el bien de Jesús, o se estaba defendiendo a sí mismo?
             La vida enseña mucho en esto, y muchas veces llama la atención ese sentimiento que se encuentra de compartimentos estancos entre unos Movimientos y otros, entre unos “colectivos” (dentro –físicamente- de la Iglesia) y en tensiones y juicios y “visión peyorativa” del otro Movimiento, Asociación, Cofradía, Congregación, modo determinado de vivir la fe. Como si Dios fuera tan pequeño que no cupiera más que en un molde…, “el mío”, el de “los nuestros”… Y lo que digo de “colectivos” lo diría de los servicios más a título personal, muy valiosos por ser servicios, y más de una vez egoístas por encerrarse en “nuestros (o mis) servicios”. El “prurito” de CASTA, que nos pone al descubierto “el pelo de la dehesa”].
             El evangelio es un cofre de tesoros y saber bajarlo desde “la letra” a MI REALIDAD es un arte, por no decir una madurez de la razón, una sencilla aplicación del sentido común. Un saber tenerlo como espejo donde mirarse, y donde aparece fácilmente reflejada mi figura, con todo lo que tiene de bueno y con todo lo que nos va desviando nuestro YO…, ese “virus” de ser “de los nuestros”…, aunque el otro (que no lo es…) esté realizando obras tan buenas como las mías…, o mejores. Aquello de Juan, que se viene tan ufano a contarle a Jesús “su proeza”, y tiene que ser corregido y enseñado por el Maestro, en una cosa tan sencilla…, y tan difícil de aprender.  Muy en consonancia Juan con la eterna cantinela de “quién es el primero”… [Ya sabemos que él pidió expresamente “estar a la derecha en el reino” (que él juzgaba humano y de ventajas…)]. También entonces tuvo Jesús que decirle a los dos hermanos que “no sabían lo que pedían”. Y es que –en el fondo- ¡qué difícil se nos hace a cada uno mirarnos al espejo!, aunque con facilidad pongamos a otros ante nuestro personal propio espejo…


             Que Dios nos dé esa clarividencia que nos haga ver EN SU ESPEJO nuestra figura, y ojalá nunca aparezcan esas grotescas representaciones que hasta hacían ganar dinero –y provocar la risa del ridículo- en aquellos famosos espejos de feria que desfiguraban la realidad.

ZENIT: En Santa Marta, día 25

25 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Los niños hambrientos en los campos de refugiados mientras los fabricantes de armas hacen fiesta en los salones. Esta ha sido la reflexión del Santo Padre esta mañana en la homilía de la misa de Santa Marta. La homilía de Francisco ha sido un llamamiento para la paz y contra la guerra, en el mundo y en la familia.
El Papa ha sostenido que la paz no puede ser solo una "palabra" y ha exhortado a todos los cristianos a no acostumbrarse al escándalo de la guerra.
"¿De dónde vienen las guerras y los conflictos en medio de vosotros?", ha sido la frase que Francisco ha tomado de la carta del apóstol Santiago, en la Primera Lectura, para condenar las guerras. Al comentar las peleas entre los discípulos de Jesús para aclarar quién era el más grande entre ellos, ha subrayado que cuando "los corazones se alejan, nace la guerra". Así ha indicado que "cada día, en los periódicos, encontramos guerras, en este lugar se han dividido en dos, cinco muertos", en otro lugar, otras víctimas...
Por ello el Pontífice ha explicado: "y los muertos parecen formar parte de una contabilidad cotidiana. ¡Estamos acostumbrados a leer estas cosas! Y si nosotros tuviéramos la paciencia de enumerar todas las guerras que en este momento hay en el mundo, seguramente tendríamos varios folios escritos. Parece que el espíritu de la guerra se esté adueñando de nosotros. Se hacen actos para conmemorar el centenario de esa Gran Guerra, tantos millones de muertos... ¡Y todos escandalizados! ¡Pero hoy es lo mismo! En lugar de una gran guerra, pequeñas guerras por todos sitios, pueblos divididos... Y para conservar el propio interés se matan, se matan entre ellos".
Lanzando la pregunta del apóstol: "¿De dónde vienen las guerras y los conflictos en medio de vosotros?", el Santo Padre ha respondido: "las guerras, el odio, la enemistad, no se compran en el mercado: están aquí, en el corazón".
Y así ha recordado que cuando de niños, en el catecismo "nos explicaban la historia de Caín y Abel, todos nosotros estábamos escandalizados", no se podía aceptar que uno matara a su hermano. Pero hoy, ha continuado "tantos millones se matan entre hermanos, entre ellos. Pero estamos acostumbrados". Del mismo modo ha recordado que la Primera Guerra Mundial "nos escandaliza, pero esta gran guerra, un poco por todas partes", un poco "escondida, ¡no nos escandaliza! Y mueren tantos por un trozo de tierra, por una ambición, por un odio, por unos celos raciales". Asimismo ha añadido que "la pasión nos lleva a la guerra, al espíritu del mundo".
Francisco ha afirmado que "también habitualmente delante de un conflicto, nos encontramos en una situación curiosa: ir adelante para resolverlo, peleando. Con el lenguaje de guerra. ¡No viene primero el lenguaje de paz! ¿Y las consecuencias? Pensad en los niños hambrientos en los campos de refugiados... Pensad en esto solamente: ¡este es el fruto de la guerra! Y si queréis pensar en los grandes salones, en las fiestas que hacen aquellos que son dueños de las industrias de armas, que fabrican armas, las armas que terminan allí. El niño enfermo, hambriento, un campo de refugiados y las grandes fiestas, la buena vida que hacen aquellos que fabrican las armas".
Nuevamente el Santo Padre ha preguntado: "¿qué sucede en nuestro corazón?" Por ello, Franciso ha recordado que el apóstol Santiago nos da un consejo sencillo: "Acercaros a Dios y Él se acercará a vosotros". Por tanto, ha advertido que "este espíritu de guerra, que nos aleja de Dios, no está solamente lejano de nosotros", está "también en nuestra casa".
Y lo ha explicado así: "Cuántas familias destruidas porque el padre, la madre, no son capaces de encontrar el camino de paz y prefieren la guerra, hacer causa... ¡La guerra destruye! '¿De dónde vienen las guerras y los conflictos en medio de vosotros? ¿Quizá no vengan de vuestras pasiones? ¡En el corazón! Yo os propongo hoy rezar por la paz, esa paz que parece que solamente se haya convertido en una palabra, nada más. Para que esta palabra tenga la capacidad de actuar, sigamos el consejo del apóstol: '¡Reconoced vuestra miseria!"
Esa miseria, ha concluido el Santo Padre, de la que vienen las guerras: "Las guerras en las familias, las guerras en los barrios, las guerras por todos lados". "¿Quién de nosotros ha llorado cuando lee un periódico, cuando ve esas imágenes en la televisión?", ha preguntado Francisco.

Retomando las palabras del apóstol ha afirmado que "vuestra risa se cambie en luto y vuestra alegría en tristeza...". Así ha pedido que "es esto lo que debe hacer hoy, 25 de febrero, un cristiano delante de tantas guerras, por todos lados": "llorar, hacer luto, humillarse". Finalmente ha pedido que "el Señor nos haga entender esto y nos salve de acostumbrarnos a las noticias de la guerra".

martes, 25 de febrero de 2014

ZENIT: carta del Papa a las familias

El Papa dedicó hoy su homilía en Santa Marta a pedir que no nos acostumbremos a la guerra.  No obstante tomo de ZENIT esta carta a las familias.

Queridas familias:
Me presento a la puerta de su casa para hablarles de un acontecimiento que, como ya saben, tendrá lugar el próximo mes de octubre en el Vaticano. Se trata de la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar el tema "Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización". Pues la Iglesia hoy está llamada a anunciar el Evangelio afrontando también las nuevas emergencias pastorales relacionadas con la familia.
Este señalado encuentro es importante para todo el Pueblo de Dios, Obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de las Iglesias particulares del mundo entero, que participan activamente en su preparación con propuestas concretas y con la ayuda indispensable de la oración. El apoyo de la oración es necesario e importante especialmente de parte de ustedes, queridas familias. Esta Asamblea sinodal está dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la Iglesia y en la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la educación de los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia. Por tanto, les pido que invoquen con insistencia al Espíritu Santo, para que ilumine a los Padres sinodales y los guíe en su grave responsabilidad. Como saben, a esta Asamblea sinodal extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que tratará el mismo tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre de 2015, tendrá lugar el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Así pues, oremos todos juntos para que, mediante estas iniciativas, la Iglesia realice un auténtico camino de discernimiento y adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias a afrontar los retos actuales con la luz y la fuerza que vienen del Evangelio.
Les escribo esta carta el día en que se celebra la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. En el Evangelio de Lucas vemos que la Virgen y San José, según la Ley de Moisés, llevaron al Niño al templo para ofrecérselo al Señor, y dos ancianos, Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, fueron a su encuentro y reconocieron en Jesús al Mesías (cf. Lc 2,22-38). Simeón lo tomó en brazos y dio gracias a Dios porque finalmente había “visto” la salvación; Ana, a pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se puso a hablar a todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza. En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados... Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que ilumina nuestro camino; nos da el Pan de vida, que nos sostiene en las fatigas de cada día.
Queridas familias, su oración por el Sínodo de los Obispos será un precioso tesoro que enriquecerá a la Iglesia. Se lo agradezco, y les pido que recen también por mí, para que pueda servir al Pueblo de Dios en la verdad y en la caridad. Que la protección de la Bienaventurada Virgen María y de San José les acompañe siempre y les ayude a caminar unidos en el amor y en el servicio mutuo. Invoco de corazón sobre cada familia la bendición del Señor.

Vaticano, 2 de febrero de 2014 Fiesta de la Presentación del Señor

ZENIT: Del Papa, día 24

24 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Seguir a Jesús no es “una idea" sino un "continuo permanecer en casa", la Iglesia, donde Cristo siempre trae consigo a cualquiera, también a quien se ha alejado. Estas son las palabras del papa Francisco durante la homilía de la misa de este lunes en la capilla de la Casa Santa Marta.
Un niño convulsionando, que rueda por el suelo echando espuma, en medio de una multitud conmocionada e indefensa. Y su padre, que casi se aferra a Jesús, rogándole que libere a su hijo de la posesión diabólica. Es el drama que presenta el Evangelio de hoy, y que el Santo Padre considera punto por punto: el parloteo de los espectadores, que discuten sin sentido, Jesús que llega y se informa, "el ruido que disminuye", el angustiado padre que surge de la multitud y decide contra toda esperanza esperar en Jesús. Y Jesús, que movido por la fe cristalina del padre cristalina tiene compasión, expulsa al espíritu y luego se inclina con dulzura sobre el joven, que parece muerto, ayudándole a ponerse de pie:
"Todo ese desorden, esa discusión termina en un gesto: Jesús que se inclina, toma al niño. Estos gestos de Jesús nos hacen pensar. Jesús cuando cura, cuando va entre la gente y cura a una persona, nunca la deja sola. No es un mago, un brujo, un curandero que va y cura y sigue: a cada uno lo hace volver a su lugar, no lo deja en la calle. Y son gestos hermosísimos del Señor".
Aquí está la enseñanza, explica el Pontífice: "Jesús - dice - siempre nos hace volver a casa, nunca nos deja solos en el camino". El Evangelio, recuerda, está diseminado de estos gestos. La resurrección de Lázaro, la vida entregada a la hija de Jairo, y al niño de una madre viuda. Pero también la oveja perdida conducida al redil o la moneda perdida y encontrada por la mujer:
"Porque Jesús no ha venido del cielo solo, es Hijo de un pueblo. Jesús es la promesa hecha a un pueblo, y su identidad también es la pertenencia a ese pueblo, que desde Abraham camina hacia la promesa. Y estos gestos de Jesús nos enseñan que cada curación, que cada perdón siempre nos hacen volver a nuestro pueblo, que es la Iglesia".
Jesús perdona siempre y sus gestos - continúa el papa Francesco - también se convierten en "revolucionarios" o "inexplicables", cuando su perdón llega a aquellos que se han alejado "demasiado", como el publicano Mateo o su colega Zaqueo. Además, insiste el Santo Padre, Jesús siempre, "cuando perdona, hace regresar a casa. Y por eso no puede entender a Jesús" sin el pueblo de Dios. Es "absurdo amar a Cristo sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, seguir a Cristo al margen de la Iglesia”, reafirma el Pontífice citando y parafraseando una vez más a Pablo VI . "Cristo y la Iglesia están unidos",  y "cada vez que Cristo llama a una persona, la lleva a la Iglesia". Para eso, añade, "es bueno" que un niño "vaya a bautizarse en la Iglesia",  la "Iglesia madre":

"Y estos gestos de tanta ternura de Jesús nos hacen comprender lo siguiente: que nuestra doctrina, por así decirlo, o nuestro seguimiento a Cristo, no es una idea, es un continuo permanecer en casa. Y si cada uno de nosotros tiene la posibilidad y la realidad de abandonar el hogar por un pecado, un error - Dios lo sabe - la salvación es volver a casa con Jesús en la Iglesia . Son gestos de ternura . Uno por uno, el Señor nos llama así, a su pueblo, dentro de su familia, nuestra madre, la Santa Iglesia. Pensamos en estos gestos de Jesús".

25 fweb.: Miedos y paciencia

Se sentó otra vez
             No es la primera vez…, ni serían las únicas. Jesús es un derroche de paciencia. [Y yo pienso con amor que esa paciencia de Jesús nos vale; porque si Jesús se impacientara con las durezas de mollera nuestras, ¡pobres de nosotros!]. Pues bien: habían bajado del Tabor, había curado Jesús al niño enfermo y a la misma fe de aquel padre, y una vez retirados en casa, les había explicado a los Doce que hay “especies” que no podrán nunca salir si no es a base de una oración muy atenta que pueda ir moviendo las actitudes internas de cada uno.
             Ahora han caminado desde allí y han atravesado Galilea, pero lo más de incógnito posible porque Jesús iba enseñando a sus apóstoles y no quería que aquella “catequesis” suya quedara interrumpida. Y lo que les va enseñando es lo mismo que hacía poco ellos habían rechazado: que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. No se había cambiado ni una coma del discurso que ya tuvo para indicar lo que es su misión y realidad mesiánica. Lo curioso es “que ellos no entendían nada”. Y más curioso que no se atrevían a preguntarle porque “les daba miedo”.
             La pregunta primera que se suscita es: miedo, ¿de qué? Y se me ocurre pensar que es el miedo de enfrentarse a la verdad. Miedo a preguntar porque les iba a comprometer. No preguntando, no les compromete aquello. ¿Miedo al Maestro?, porque Jesús se había enfadado mucho cuando Simón pretendió cambiarle el camino? Demasiado sabían –y tenían muy comprobado sobre la misma marcha, que Jesús no era de los que “guardaban”. Podían preguntar sin miedo…, pero sus pensamientos estaban tan lejos de los del Maestro que lo mejor era no hablar. Como quien dijera: vamos a dejar pasar el turbión.
             ¿Tendremos miedo a “preguntar” en sincera oración? ¿Nos dará miedo que esas afirmaciones de Jesús nos acaben comprometiendo y sacándonos de nuestras casillas? ¿Miedo a Jesús? ¡Poco lo conoceríamos! Me da el olfato que nuestros miedos son a que sea verdad eso de Jesús que padece y que quien quiera venir detrás de mí, tiene que controlarse a sí mismo, tomar su cruz y así seguirlo. Me da la impresión que nuestro miedo es a que “nos coja ese toro”…, y preferimos tener miedo para no echarnos a la arena.
             Claro… Mientras Jesús caminaba ellos –con “sus miedo- se fueron quedando atrás y entraron en sus eternas niñerías…, en su “cambiar la conversación”, en evitar plantearse la realidad… Jesús caminó delante y los dejó que ellos siguieran en sus conversaciones. Pero de seguro que captó algo en alguna de esas veces que las personas se exaltan y alzan la voz más de lo que hubieran querido.  Y Jesús dejó que siguieran en las suyas, y así llegaron a casa en Cafarnaúm.
             Allí fue donde Jesús les abordó: ¿De qué discutíais en el camino? No contestaron. Porque mientras Jesús les había hablado de su padecer, ellos habían preferido “beber para olvidar”…, y su “mosto” preferido era discutir sobre cuál de ellos era el mayor. O sea: absolutamente en las antípodas de Jesús. Cambio de conversación para no enfrentarse  a la verdad. [¿No nos suena como “táctica” fácil de emplear para huir de la verdad misma del evangelio?].
             Y Jesús se sentó… No era para menos… Había que volver a empezar, y tomar el agua desde otro venero. Repitió algo tan conocido ya como que quien quiera ser el primero que se haga el último. Difícil lección. Y Jesús utiliza el “audiovisual” de poner a un niño en medio, abrazarlo, y decirle a sus apóstoles: El que acoge a un niño como éste, me acoge a mí. O hay la sencilla candidez de un niño, o no se me entiende. O tenéis la simplicidad de un niño u os vais retorciendo la verdad para acomodarla a vuestra conveniencia. Y por tanto: u os hacéis tan blancos como un niño o no podréis entenderme…, no podréis acogerme.
Por consiguiente: si me acogéis a mí y mis palabras…, a mí con mi realidad, me estáis acogiendo de verdad y como soy y con la misión que traigo. Lo que quiere decir que acogéis a Dios, que me ha enviado. Acoger el proyecto de Jesús no es ya sólo lo visible de la cercanía amistosa de Jesús, sino estarse elevando al proyecto de Dios sobre cada persona.
Santiago hace una de sus exposiciones… La codicia (y ahí estaría aquello de querer ser el primero), os mata porque ni llegáis ni sois felices. Y con una extensión del sentido de la palabra en sí, llama adúlteros a quienes no han acogido esa enseñanza de Jesús. No porque haya un adulterio carnal sino por el adulterio interior que se hace respecto de Dios, cuando en vez de “acoger a Jesús y al que lo envió”, se vive escurriendo el hombro para eludir la exigencia que lleva consigo la fe cristiana.

Por eso recomienda Santiago la humildad, el saber someterse, el quedar atentos a Dios…, lo que es lo mismo que no hacer el juego a ese “demonio esclavizador” que empieza en el propio YO. Así, pues: acercaos a Dios y Dios se acercará a vosotros.

lunes, 24 de febrero de 2014

24 feb.: "Especies especiales"

“Especies” que urgen la oración
             Una breve alusión a la carta de Santiago. Si alguien quiere tener un VADEMECUM substancial de aplicaciones cristianas, que vaya a la carta de Santiago. Más que doctrinal, la carta va aclarando y concretando aspectos de la vida diaria. Por eso se me ha puesto delante la idea de que Santiago es el “Papa Francisco” de aquella época. Cosas claras en lenguaje inteligible.

             Jesús baja del Tabor con Pedro, Juan y Santiago. En el llano y fácilmente perceptible, hay revuelo. Al ver a Jesus se dirige a él un angustiado padre, que tiene a su hijo con ataques muy fuertes que lo dejan maltrecho, y lo ha traído para que los discípulos liberasen de ese “espíritu” al muchacho. Y le expresa a Jesús que los discípulos no han podido.
             Jesús pide que se lo lleven allí. Pero en el momento que llega ante Jesús, el niño se retorció, cayó por tierra echando espumarajos. Se inclinó Jesús hacia él, sosteniéndolo, puesto que este tipo de enfermedad puede hacerle mucho daño físico al paciente. Y mientras estaban inclinados hacia  el niño su padre y Jesús, Jesús le pregunta: ¿Desde cuándo le ocurre esto? Y el padre responde: Desde pequeño. Y muchas veces lo ha echado al agua y al fuego para acabar con él. El buen hombre contaba aquello pero tenía el corazón encogido mientras aquel cuerpecito daba botes sobre el suelo. Y de lo más hondo de su sentimiento, mira a Jesús y le dice: Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.
             Jesús no se hacía nunca protagonista de sus obras liberadoras. Y con su delicadeza le hizo saber al padre dolorido que no era “si puedo” sino que “todo es posible al que cree”. El buen hombre hace un acto de humildad: Yo sí creo…, pero tengo dudas; ¡ayuda mi fe! Preciosa oración, humilde oración; como por parte de Jesús es admirable ese remitirse a la fe del otro, aunque fuera como un grano de mostaza…
             La gente acudía y se agolpaba –eso tan mal hecho, y frecuente, que hace corro alrededor del que está en el suelo, quitándole el oxígeno- y optó por la vía rápida “increpando al espíritu inmundo”. Típico del mal es que no se va sin pretender hacer daño…; eso que dicen algunos de “morir matando”. El muchacho quedaba violentamente sacudido, y tan mal que la gente creyó que había sido el final.
             Jesús lo tomó de la mano, y el niño se puso en pie. El padre quedaría emocionado, y se abrazó al hijo. Agradeció a Jesús y, todavía con el temblor en su cuerpo por todo lo vivido, se marchó a su casa.
             Hay una frase en esta narración, que conscientemente no he comentado: esa en la que –tras la presentación del caso por el padre del enfermo- Jesús diría: “¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que soportar?” Es que no me encaja en ningún momento de la narración. No me encaja respecto del padre, porque si ha venido, alguna fe tiene. No me encaja de la gente, puesto que nadie ha protestado, y lo que han hecho es venirse él en cuanto lo vieron aparecer. Nadie está en la escena que se muestre “sin fe” ni que haya que “soportarlo”.  Entonces –cuando menos- está fuera de lugar. Y –conociendo hechos constatados- aquí se trataría de lo que técnicamente es una interpolación. Un copista se ha equivocado de página y ha metido ahí lo que correspondería a otra narración.
             Cuando los apóstoles se quedan a solas con Jesús, en cierto modo están “picados” por su impotencia en el lugar de los hechos. Y quieren saber por qué ellos –que habían echado demonios en las misiones apostólicas- no han podido aquí hacer nada. Jesús les responde: porque esta especie sólo sale con oración.
             Evidentemente no es la oración de “rezar un salmo”. Se trata de esa otra oración que comunica con Dios y le deja a Dios la actuación. Oración que supone dejar que Dios sea Dios, y no ser yo quien “alcanza” el favor, sino que estoy situado como mero trasmisor, pero le dejo a Dios que sea Él quien habla, quien conduce, quien hace. Y el que ora es mero vehículo de trasmisión.

             En códices más antiguos (y así ha quedado en algunas traducciones) el copista añadió: “y ayuno”. No es que fuera descarrilado pero no se trataba del “ayuno” de comer sino precisamente –en esa línea de verdadera oración- había mucho que “ayunar” del protagonismo de uno mismo. Un ayuno que hace que la persona que ora “se eche a un lado” para dejar plena acción a Dios. Ya no soy “yo” quien “hace oración”; soy el que está ahí “ayuno” de sí mismo para dejar camino expedito al Espíritu Santo a orar en mí… Por eso hay “especies” que no salen de nosotros aunque “hacemos oración”…, pero nos mantenemos siempre iguales y sin que se realicen cambios y crecimientos en nosotros. Aún nos queda “ayunar”…, hacernos a un lado, no buscar el prurito de nuestra oración, sino tener una muy convencida conciencia de que “somos inútiles y sin provecho”…, pero que ahí es donde puede actuar Dios, y así es como Dios actúa en lo “pobre” y en “lo necio” porque deja mostrado a las claras que es Él quien hace.

domingo, 23 de febrero de 2014

ZENIT.: 23 feb. El Papa a los nuevos Cardenales

23 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Ante una plaza de San Pedro repleta de fieles, el Santo Padre, desde la ventana del Estudio del Palacio Apostólico ha rezado el ángelus y ha dirigido antes a los presentes las siguientes palabras:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
en el segunda Lectura de este domingo, san Pablo afirma: "Ninguno ponga su orgullo en los hombres, porque todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefa (es decir Pedro), el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro: ¡todo es vuestro! Pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios". ¿Por qué dice esto el apóstol? El problema que el Apóstol se encuentra de frente es el de las divisiones en la comunidad de Corinto, donde se habían formado grupos que se referían a varios predicadores considerándoles sus jefes; decían: "Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefa...". San Pablo explica que este modo de pensar es equivocado, porque la comunidad no pertenece a los apóstoles, pero son ellos, los apóstoles, los que pertenecen a la comunidad; ¡pero la comunidad, toda entera, pertenece a Cristo!
De esta pertenencia deriva que en las comunidades cristianas - diócesis, parroquias, asociaciones, movimientos - las diferencias no pueden contradecir el hecho que todos, por el bautismo, tenemos la misma dignidad: todos, en Jesucristo, somos hijos de Dios. Y esta es nuestra dignidad. En Cristo somos hijos de Dios.
Aquellos que han recibido un ministerio de guía, de predicación, de administrar los Sacramentos, no deben considerarse propietarios de poderes especiales, sino ponerse al servicio de la comunidad, ayudándola a recorrer con alegría el camino de la santidad.
La Iglesia hoy confía el testimonio de este estilo de vida pastoral a los nuevos cardenales, con los cuales he celebrado esta mañana la santa Misa. ¿Podemos saludar todos a los nuevos cardenales con un aplauso? ¡Saludamos a todos! El Consistorio ayer y la celebración eucarística hoy, nos han ofrecido una ocasión preciosa para experimentar la catolicidad, la universalidad de la Iglesia, bien representada por la variada procedencia de los miembros del colegio cardenalicio, recogidos en estrecha comunión entorno al sucesor de Pedro. Y que el Señor nos dé la gracia de trabajar para la unidad de la Iglesia. De construir esta unidad, porque la unidad es más importante que los conflictos. La unidad de la Iglesia es en Cristo. Los conflictos son problemas que no siempre son de Cristo.
Los momentos litúrgicos y de fiesta, que hemos tenido la oportunidad de vivir en el curso de las últimas jornadas, refuercen en todos nosotros la fe, el amor por Cristo y ¡por su Iglesia! Os invito a sostener estos pastores y asistirles con la oración, para que guíen siempre con celo el pueblo que se les ha confiado, mostrando a todos la ternura y el amor del Señor. Pero, ¿cuánto necesitan de oraciones un obispo, un cardenal, un Papa para que pueda ayudar a llevar adelante el pueblo de Dios? Digo ayudar, es decir, servir al pueblo de Dios. Porque la vocación de la Iglesia o de los cardenales o del Papa es precisamente esta. Ser servidores, servir en nombre de Cristo. Rezad por nosotros, para que todos seamos buenos servidores. Buenos servidores, no buenos propietarios.
Todos juntos, obispos, presbíteros, personas consagradas y fieles laicos debemos ofrecer el testimonio de una Iglesia fiel a Cristo, animada por el deseo de servir a los hermanos y lista para ir al encuentro con valor profético a la espera y a las exigencias espirituales de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo. La Virgen nos acompaña y nos proteja en este camino.
A continuación, el Papa ha rezado el ángelus.
Para concluir ha saludado a los presentes con estas palabras:
Saludo a todos los peregrinos presentes, en particular a los venidos con ocasión del Consistorio para acompañar a los nuevos cardenales; y agradezco mucho a los países que han querido estar presentes en este evento con delegaciones oficiales.
Saludos a los estudiantes de Tolosa y la comunidad de los venezolanos residentes en Italia.
Saludo a los fieles de Caltanissetta, Reggio Calabria, Sortino, Altamura, Ruvo y Lido degli Estensi; los jóvenes de Reggio Emilia y los de la diócesis de Lodi; la Asociación ciclista de Agrigento y los voluntarios de la Protección Civil de la Bassa Padovana.

A todos os deseo un feliz domingo y buena comida. ¡Hasta pronto!

Domingo 7, T.O. Del Sermón del Monte

Aquí te quería ver
             … y aquí me tengo que mirar.  Siguen los domingos con el Sermón del Monte, que es cosa fina. Aquí está volcado todo el secreto de la vida cristiana.
Pero es digno de atención que ya el tercer libro de la Biblia, cuando el Pueblo de Dios está haciéndose, tenga unas formas de conducta puestas por Dios, como las que hemos leído en la 1ª lectura (Lev 19, 1-2, 7.18): Seréis santos porque yo, vuestro Dios, soy santo. Una auténtica norma esencial y rabiosamente significativa. Un “Pueblo de Dios” tiene que reflejar a Dios. Y si Dios es santo, sólo tienen sentido ante Dios las actitudes santas, las personas santas.
             Y en lo que puede dar de sí su cultura, esa santidad presupone que no odiarás a tu hermano; corregirás a tu pariente (para no ser cómplice de su pecado); no te vengarás ni guardarás rencor a tu pariente, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y todo eso queda firmado y rubricado: YO SOY EL SEÑOR.  Es esa la razón suprema y sobre cualquier otra.
             Y llegamos al Sermón del Monte y Jesús sube el listón: sabéis que está mandado: “Ojo por ojo y diente por diente”… Ya era una perfección esa ley, cuando en otras culturas se permitía la venganza plena. En esa llamada “ley del talión” lo que no se permitía era que alguien se defendiera haciendo un daño mayor que el que recibía. Si has perdido un ojo, sólo puedes atentar contra un ojo del agresor; no más. Pero aún así, Yo os digo: si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra. Y no se trata de hacer cristianos tontos que se van dejando abofetear. Pero sí cristianos tan a lo Cristo que no toman venganza ni devuelven la bofetada recibida. ¡Eso ya es un avance grande, ¡un cambio de raíz en aquel pueblo! Más todavía: devuelve el bien…: a quien te pide qyue le acompañes una legua, acompáñale dos…
             Y la razón es que se dijo antes: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo; pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persoguen y calumnian. ASÍ SERÉIS HIJOS DE VUESTRO PADRE DEL CIELO. Un cambio, pues, de envergadura. Para ser hijos de Dios y ser auténtico pueblo de Dios, habéis de ser como es Dios: que ama también al pecador, al malo, y hace salir su sol sobre todos, buenos y malos, justos e injustos… Jesús ha dado un vuelco a un modo de pensar y actuar. Jesús plantea otra forma de vivir, la que  distingue al creyente. Porque si fuéramos a ser como los otros, los que aman a quienes los aman, ¿qué mérito tenéis? Lo que se os pide a vosotros, como vuestra insignia y vuestro título de algo tan especial como el Reino de Dios, es que seáis perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.  Eso tiene dos modos de reflexión, dentro de lo imposible que Jesús nos ha puesto delante: uno, yéndonos a San Lucas y tomando el “paralelo” –y continuando el discurso anterior- es que seáis misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. La misericordia por encima de toda otra actitud, ¡porque así es Dios!
             Otra interpretación –que a mí me dice mucho-: sabe Jesús que nos ha dicho algo imposible: el ser perfectos como Dios. Pero lo que no puede ser nunca un hecho real, sí puede ser una llamada, un imán, un estímulo, una búsqueda…: querer irse acercando a la perfección de Dios. Será una utopía imposible. Y sin embargo es un estímulo emocionante, una espuela que nos espolea a no rendirnos jamás y a no detenernos jamás en ese caminar hacia la perfección. No la alcanzaré nunca en la realidad mía, pero no habré renunciado nunca a alcanzarla.
             Y eso tiene un inmenso valor de entusiasmo…, de saber que mi vida no tiene un límite corto ni pequeño…, que no me puedo contentar con ser candil cuando por vocación soy estrella.
             San Pablo confirmará esta hipótesis cuando nos lleva a la inmensidad de sentirnos templos del Espíritu Santo…, y que Dios habita en nosotros. Ya bastaría esa razón para ir espoleados hacia un más… Y cuando este mundo que vivimos nos cree necios porque mantenemos estas pautas de vida, en realidad el Señor penetra esos pensamientos del mundo y conoce que son vanos… Y “vanos” dice igual que “vacíos”, “hueros”, sin contenido. En San Ignacio de Loyola dice aún más: “son pecaminosos”, porque quedarse a cero quien está llamado al infinito (“sed perfectos…), no es simplemente “vacío” sino un pecado de “lesa vocación”, un haber dejado vacía la llamada de  Jesús, el sueño del amor del Padre Dios.
             Para que podamos afrontar esta vocación a las alturas, Jesús nos ha dado la EUCARISTÍA, semilla que se siembra en nosotros, pero no para nuestra devoción y solo alimento espiritual, sino para que sea germen que lleva en sí la fuerza infinita de hacernos crecer hacia el Cielo. Y como en el Sermón del Monte hay una proyección necesaria al prójimo, no hay Eucaristía donde no haya corazón abierto totalmente a ese prójimo hasta amarlo como a uno mismo.

             Y sabemos que Jesús no se quedará ahí… Un día, en el límite de su vida y a punto de su muerte, lo que nos va a poner como mandato nuevo es que nos amemos unos a otros COMO YO OS HE AMADO. Ha llegado, pues, el reventón cristiano…, el reventón del amor…, porque ASÍ AMAMOS A JESÚS QUE NOS VEMOER IMPELIDOS A AMAR COMO ÉL.

sábado, 22 de febrero de 2014

ZENIT: El Papa a los nuevos Cardenales. 22 feb

22 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Publicamos a continuación la homilía del Santo Padre en el Consistorio ordinario público para la creación de nuevos cardenales. Celebrada en la basílica de San Pedro y con la presencia del papa emérito, Benedicto XVI. 

También en este momento Jesús camina delante de nosotros. Él siempre está por delante de nosotros. Él nos precede y nos abre el camino... Y esta es nuestra confianza y nuestra alegría: ser discípulos suyos, estar con É́l, caminar tras É́l, seguirlo...
Cuando con los cardenales hemos concelebrado juntos la primera Misa en la Capilla Sixtina, «caminar» ha sido la primera palabra que el Señor nos ha propuesto: caminar, y después construir y confesar.
Hoy vuelve esta palabra, pero como un acto, como una acción de Jesús que continúa: «Jesús caminaba...».Nos llama la atención esto en los evangelios: Jesús camina mucho e instruye a los suyos a lo largo del camino. Esto es importante. Jesús no ha venido a enseñar una filosofía, una ideología..., sino una «vía», una senda para recorrerla con él, y la senda se aprende haciéndola, caminando. Sí, queridos hermanos, esta es nuestra alegría: caminar con Jesús.
Pero esto no es fácil, no es cómodo, porque la vía escogida por Jesús es la vía de la cruz. Mientras van de camino, él habla a sus discípulos de lo que le sucederá en Jerusalén: anuncia su pasión, muerte y resurrección. Y ellos se quedan «sorprendidos» y «asustados». Sorprendidos, cierto, porque para ellos subir a Jerusalén significaba participar en el triunfo del Mesías, en su victoria, como se ve luego en la petición de Santiago y Juan; y asustados por lo que Jesús habría tenido que sufrir, y que también ellos corrían el riesgo de padecer.
A diferencia de los discípulos de entonces, nosotros sabemos que Jesús ha vencido, y no deberíamos tener miedo de la cruz, sino que, más bien, en la Cruz tenemos nuestra esperanza. No obstante, también nosotros somos humanos, pecadores, y estamos expuestos a la tentación de pensar según el modo de los hombres y no de Dios.
Y cuando se piensa de modo mundano, ¿cuál es la consecuencia? Dice el Evangelio  «Los otros diez se indignaron contra Santiago y Juan». Ellos se indignaron. Si prevalece la mentalidad del mundo, surgen las rivalidades, las envidias, los bandos...
Así, pues, esta palabra que hoy nos dirige el Señor es muy saludable. Nos purifica interiormente, proyecta luz en nuestra conciencia y nos ayuda a ponernos en plena sintonía con Jesús, y a hacerlo juntos, en el momento en que el Colegio de Cardenales se incrementa con el ingreso de nuevos miembros.
«Llamándolos Jesús a sí...». He aquí el otro gesto del Señor. Durante el camino, se da cuenta de que necesita hablar a los Doce, se para y los llama a sí. Hermanos, dejemos que el Señor Jesús nos llame a sí. Dejémonos convocar por él. Y escuchémosle con la alegría de acoger juntos su palabra, de dejarnos enseñar por ella y por el Espíritu Santo, para ser cada vez más un solo corazón y una sola alma en torno a él.
Y mientras estamos así, convocados, «llamados a sí» por nuestro único Maestro, también yo os digo lo que la Iglesia necesita: tiene necesidad de vosotros, de vuestra colaboración y, antes de nada, de vuestra comunión, comunión conmigo y entre vosotros. La Iglesia necesita vuestro valor para anunciar el evangelio en toda ocasión, oportuna e inoportunamente, y para dar testimonio de la verdad. La Iglesia necesita vuestras oraciones, para apacentar bien la grey de Cristo, la oración, no olvidemos, que, con el anuncio de la Palabra, es el primer deber del Obispo. La Iglesia necesita vuestra compasión sobre todo en estos momentos de dolor y sufrimiento en tantos países del mundo. Queremos expresar nuestra cercanía espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que sufren discriminación y persecución. Debemos luchar contra toda discriminación. La Iglesia necesita que recemos por ellos, para que sean fuertes en la fe y sepan responder el mal con bien. Y que esta oración se haga extensiva a todos los hombres y mujeres que padecen injusticia a causa de sus convicciones religiosas.
La Iglesia también necesita de nosotros para que seamos hombres de paz  construyamos la paz con nuestra obras, nuestros deseos, nuestras oraciones. Hacer la paz, artesanos de paz. Por ello imploramos la paz y la reconciliación para los pueblos que en estos tiempos sufren la prueba de la violencia, de la exclusión y de la guerra.

Gracias, queridos hermanos. Gracias. Caminemos juntos tras el Señor, y dejémonos convocar cada vez más por él, en medio del Pueblo fiel, al santo Pueblo fiel de Dios, a la Santa Madre Iglesia.

22 feb.: Dos por el precio de uno

DOS EN UNO
             Dos caminos tenemos hoy por delante. Como Fiesta litúrgica –La Cátedra de San Pedro- corresponden unas lecturas. El “sábado de la 6ª semana” lleva otras lecturas. En la “fiesta”, nos volvemos a encontrar con la pregunta de Jesús: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?, en la redacción de San Mateo, que encierra el momento de “la entrega de llaves del reino” a Simón, y el cambio de nombre: “Tú eres Piedra”. Hasta ahí, había hablado Dios, y Simón había respondido con la palabra que Dios le había puesto en los labios: ”Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo. Y Jesús responderá con la promesa y Misión, personificada en el mismo cambio del nombre: Y yo a mi vez te digo que tú eres Piedra…
             Hasta ahí, todo muy bien. Pero las palabras comprometen a la persona y deben expresar cómo es y piensa y quiere la persona. Y ocurrió que Simón había dicho una cosa y que cuando Jesús explica cuál será su mesianismo –con condenas de los tribunales, hasta la misma muerte-, Simón no acepta el tal proyecto y pretende sacar a Jesús de allí. Simón decía una cosa con los labios y tenía otra posición en su día normal. ¡Esto es lo realmente importante!: hablamos una cosa y vivimos otra. Proclamar a Jesús como Mesías, es hermoso. Aceptar su mesianismo (que al fin y al cabo repercute en el modo de llevar la vida), eso no convence. ¿Y cómo vivimos nuestra personal realidad? Somos capaces de decir bellezas conmovedoras para expresar cómo concebimos a JESÚS. Y que luego la vida, vaya por derroteros muy diferentes. No nos faltan expresiones deliciosas para decir quién es Jesús. Y a la vuelta de la esquina estamos expresando en nuestras obras una realidad muy distinta. Nuestras obras acaban diciendo otra cosa diversa a lo que es el mero discurso. Y esto es algo que hay que pensar, porque acabamos dando la imagen de Jesús desfigurada ante quien nos ve y nos observa desde fuera.
             En la 1ª lectura –de una carta de Pedro- hay una exhortación a los presbíteros y pastores para que su misión sea verdadera misión y no mero cumplimiento de unas obligaciones. “Sed pastores del rebaño que Dios os a puesto a vuestro cargo”, “con generosidad”, “modelos del rebaño”. Lo cual viene a ser una aplicación de ese evangelio de Mt. 16 que he comentado. No os basta –diría Pedro- con ser “pastores”. Es vuestra vida y vuestra obra la que habla de vosotros.

             Correspondiente al sábado hay también dos temas fuertes: Santiago 3, 1-10, dedica hoy su catequesis escrita a un tema de mucha importancia: la lengua… Juega un poco con “su tamaño” y su influencia… Como en un barco, el timón es pequeño, pero con él maneja la nave el timonel. O el “bocado” que se le pone a un caballo para dominarlo. Con algo pequeño se domina al animal. Y hasta las bestias feroces pueden ser domadas por el ser humano. Pero ¿quién doma su lengua? ¡Tan pequeña…!, y tan influyente, que si alguien es capaz de no faltar en el hablar, ese tal es perfecto, capaz de mantener a raya toda su persona.
             Las consecuencias de esa enseñanza de Santiago son de  trascendencia que nos toca aplicar a nuestro mundo propio.
             El Evangelio  (Mc 9, 1-12) continúa el episodio entre Jesús y Simón. Aquel momento doloroso y tenso no está cerrado. Jesús ha aclarado que seguirlo a Él pide abnegación, pero aún hay una necesidad de que sus discípulos sepan –aunque sea como un fogonazo en la noche- la realidad del MESÍAS. Y Jesús se lleva a Simón, Juan y Santiago a lo alto del Tabor. Allí se enciende Jesús con una luminosidad resplandeciente en cuerpo y vestidos, que anuncian claramente que en Jesús hay más de lo que aparece: Ser MESÍAS DE DIOS incluye de una parte una “trasmisión y síntesis” de Ley y Profetas [Moisés y Elías, que se hacen presentes]. Y la conversación va hacia los que sucederá en Jerusalén, que aboca nuevamente al tema de la muerte de Cristo.
             Simón mira solamente la visión gozosa que tiene allí arriba, con aquella gran luz que emana de Jesús, y plantea hacer 3 tiendas para que los tres personajes de la escena tengan para albergarse…, porque allí es bonito quedarse. Sigue Simón en su oposición a la cruz. Retumba ahora la voz de Dios que confirma el Mesianismo de Jesús: Éste es; ESCUCHADLO. Y cuando los 3 discípulos se rehacen del temor sagrado, Jesús está tan normal como siempre. Y tan como siempre, en el descenso de la montaña les advierte a ellos que nada de aquello lo digan, hasta que Él resucite de entre los muertos. Clavo remachado. Pero lo curioso es que nos dice el evangelista que ellos preguntaban qué quería decir eso de “resucitar de entre los muertos”. O sea: NO SE HAN ENTERADO TOADAVÍA…

             ¡Qué difícil es aceptar la cruz, y cuántas vueltas para entender siquiera una cosa que ya se repite desde hace 8 días…! Pero el interior se resiste y se está intentando consciente o inconscientemente eliminar ese “paso” mesiánico…, esa realidad de la vida. A todos nos gusta un evangelio de chocolate, y nos tira para atrás el verdadero evangelio: “no sabían lo que significaba eso de resucitar de entre los muertos. Y es que primero hay que entender que es necesario MORIR… Y entonces se entenderá gozosamente lo que es la resurrección de entre los muertos.

ZENIT: 21 Feb: Cristianos "doctrinales"

21 de febrero de 2014 (Zenit.org) - “Una fe que no da fruto en las obras no es fe". Así lo ha afirmado esta mañana el Santo Padre en la homilía de la Casa Santa Marta. El Papa ha ofrecido la misa por los 90 años que hoy cumple el cardenal Silvano Piovanelli, arzobispo emérito de Florencia, dándole las gracias "por su trabajo, su testimonio y su bondad".
El mundo está lleno de cristianos que recitan mucho las palabras del Credo y las ponen muy poco en práctica. O de eruditos que encasillan la teología en una serie de posibilidades, sin que tal sabiduría tenga después reflejos concretos en la vida. Es un riesgo que hace dos mil años Santiago ya temía y que el Papa ha retomado hoy en su homilía al comentar el fragmento en el que el apóstol lo habla en su carta.
Francisco ha observado que la afirmación del apóstol es clara "la fe sin el fruto en la vida, una fe que no da fruto en las obras, no es fe". Y ha continuado: "también nosotros nos equivocamos a veces sobre esto: 'Pero yo tengo mucha fe', escuchamos decir. 'Yo creo todo, todo...' Y quizá esta persona que dice eso tiene una vida tibia, débil. Su fe es como una teoría, pero no está viva en su vida. El apóstol Santiago, cuando habla de fe, habla precisamente de la doctrina, de lo que es el contenido de la fe. Pero vosotros podéis conocer todos los mandamientos, todas las profecías, todas las verdades de fe, pero si esto no se pone en práctica, no va a las obras, no sirve. Podemos recitar el Credo teóricamente, también sin fe, y hay tantas personas que lo hacen así. ¡También los demonios! Los demonios conocen bien lo que se dice en el Credo y saben que es verdad".
Las palabras del Pontífice en la homilía se hacen eco de la afirmación de Santiago: "¿Tú crees que hay un solo Dios?", haces bien; también los demonios lo creen y tiemblan". La diferencia - ha explicado el Papa -  es que los demonios "no tienen fe", porque "tener fe no es tener un conocimiento", sino "recibir el mensaje de Dios" traído por Cristo. Asimismo, el Santo Padre explica que en el Evangelio se encuentran dos signos reveladores de quien "sabe lo que se debe creer pero no tiene fe". El primer signo - ha indicado - es la "casuística" representada por aquellos que preguntaban a Jesús si era lícito pagar las tasas o cuál de los siete hermanos del marido debía casarse con la mujer que había quedado viuda. El segundo signo es "la ideología".
Y así lo ha explicado: "Los cristianos que piensan la fe como un sistema de ideas, ideológico: también en el tiempo de Jesús los había. El apóstol Juan dice de ellos que son el anticristo, los ideólogos de la fe, de cualquier signo sean. "En aquel tiempo había gnósticos, pero había muchos... Y así, estos que caen en la casuística o estos que caen en la ideología son cristianos que conocen la doctrina pero sin fe, como los demonios. Con la diferencia que ellos tiemblan, estos no: viven tranquilos", ha indicado el Santo Padre.
Por otro lado, Francisco recuerda que en el Evangelio hay también ejemplos de personas que no conocen  la doctrina pero tienen mucha fe". Al respecto ha citado el episodio de la Cananea, que con su fe llora la sanación de la hija víctima de una posesión, y la Samaritana que abre su corazón porque "ha encontrado no verdades abstractas" sino a "Jesucristo". Como también el ciego curado por Jesús y que por esto es interrogado por fariseos y doctores de la ley hasta que se arrodilla con sencillez y adora a quien lo ha sanado. Tres personas de las que habla Francisco, "que demuestran como fe y testimonio son indisolubles".

Para concluir el Santo Padre ha señalado que "la fe lleva siempre al testimonio. La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y de allí nace y te lleva al testimonio. Y esto que el apóstol quiere decir: una fe sin obras, una fe que no te implique, que no te lleve al testimonio, no es fe. Son palabras y nada más que palabras".

viernes, 21 de febrero de 2014

21 feb.: CAMINO SIN FIN...

Del “Sígueme” al “niéguese
             Ya hace tiempo que aquellos hombres fueron llamados por Jesús. El “sígueme” primero llevó una componente emocionante de elección personal, de aventura a lo desconocido, pero tras de Jesús. Ya han vivido los discípulos algo tan importante como el paso de discípulos a apóstoles, en esa nueva elección “para estar con Él”. Ya han visto tantos signos… Y ya se han topado con el escándalo: Jesús les ha anunciado que su mesianismo pasa por la reprobación que van a hacer de Él los jefes religiosos y civiles, y aun el mismo pueblo, y que eso le va a llevar a la muerte. Y ahí ha explotado “la incondicionalidad” que había hasta ahora en aquellos hombres. Simón ha expresado a Jesús la disconformidad absoluta con ese planteamiento de la cruz.
             Jesús tiene que volver a empezar…, o que poner puntos sobre las íes y pasar de aquella poesía de “pescar hombres” a algo tan personal como la actitud de quien quiera ir con Él. Tras el episodio difícil y duro con Simón –y a la vista de todos- se sienta Jesús pacientemente y se pone a aclarar el camino en el que está enrolados. Y dice: “Quien quiera venir conmigo que se niegue a sí mismo, que tome a cuestas su cruz, y que me siga. Por tanto no hay seguimiento sin ese negarse a sí mismo, esa actitud de abnegación, que supone una guerra contra el YO, los gustos y apetencias propios, y el endiosamiento que pretende vivir la amistad, la fe, el seguimiento del Maestro…, pero “a mi manera”. San Lucas explicitará que tomar la cruz es cada día, porque seguir a Jesús no es cuestión de “ratos” o de “circunstancias”.
             Habrá quienes crean que “ponerse a salvo” de esas exigencias es un “arte” en el vivir del “seguidor de Jesús”. Y Jesús sale al paso y advierte que ese aparente “salvar la vida” (escurrir el hombro), es en realidad perderla. En cambio saber “perder” cuando hay una causa tan noble como el seguimiento de Jesus y el amplio horizonte del Evangelio, es estar ganando.
             Porque “de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida”. Una palabra que –tomada en serio- cambia a un postinero Javier, profesor y de noble familia, en un San Francisco Javier, misionero incansable para llevar a los lugares más remotos la cruz salvadora de Cristo. Jesús le da ahora la vuelta a esa pregunta que acaba de formular, y la plantea desde el sentido contrario. Demos por caso, viene a decir, que has preferido “ganar el mundo”, aunque sea vendiendo tu alma al diablo… Demos que ahora eres un personaje famoso…, un “hombre libre”…, uno que ha sabido “vivir su vida”… Si ahora –hecho ya una persona madura- te viene el deseo de regresar al punto de partida, ¿qué puedes dar ahora para ese paso? ¿Qué puedes dar a cambio para volver a aquella vida que, aunque sacrificada, te hizo ser más persona, más feliz?  [No se me olvida aquel alumno mío que vivió su misma época de universidad con galanura cristiana, y un buen día tuvo la idea de “vivir su vida ahora”, que para volver a esto “de mayor”, siempre habrá tiempo… Hoy, en su aproximado medio siglo de existencia, vive el permanente pesimismo negativo que ve la vida a través de gafas negras. Y por supuesto que no se plantea aquella “vuelta” que él expresó aquel día]. Pienso que el paso de Jesús por la vida de la persona tiene una comparación con el paso del tren por una estación. Quien está allí con billete, sube al tren y viaja. Quien no estuvo y no sacó su billete, queda varado en la estación. ¿Cuándo es el próximo tren? ¡Eso ya no puede asegurárselo! Su oportunidad fue aquel tren que ha dejado pasar.
             En efecto, el que pretende ganar el mundo entero, arruina su vida, y no tiene en sus manos la posibilidad de recuperarla. Por ello es tan esencial no avergonzarse de Jesús y de sus planteamientos, porque puede uno encontrarse con la parálisis de sí mismo para poder recuperar terreno y hallar a Jesús y seguirlo con todas esas condiciones que Él ha dejado tan clarificadas. Y Jesús toca el gong de aviso porque lo que está diciendo no es una idea que se quede en las nubes. Es que de los aquí presentes no morirán algunos sin haber visto realizado el Reino de Dios.
             Encaja hoy como anillo al dedo el tema de la carta de Santiago: la fe no es un juego, ni una afirmación barata, ni un añadido a la vida. La fe son obras, y lo contrario es bisutería espiritual. “Tú dices que tienes fe y que yo tengo obras; muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mis obras que son las que muestran cuál es mi fe”. Si esto lo rozaran siquiera todos los que hoy pululan afirmando que creen en Dios, y no hacen lo que Dios ha enseñado, ¿qué les quedaba de esa original “fe” que pretenden tener? Si esa misma palabra la supiéramos tomar en serio todos los que tenemos nuestras prácticas religiosas y sacramentales, pero al salir a la puerta de la calle varían ya nuestras actitudes, criterios, pensamientos y modos de desenvolvimiento, ¿dónde está nuestra fe?
             Los estudiosos de san Pablo –gran defensor de la fe frente a las leyes cumplidas- llaman a la fe que predica Pablo una “fe preñada”: una fe con “su criatura” –las obras- tan dentro de la fe como el feto va en el vientre de la madre. La fe será siempre un motor que alimenta y ayuda a desarrollarse la vida y las obras de cada persona. Es exactamente la idea de Santiago. Lo bueno de Santiago es la llaneza con la que expresa los temas, que los puede entender cualquiera que lea su carta.

             Desde el “sígueme” primero al “niéguese” de ahora, no hay variación pero hay concreción y maduración. Seguir a Jesús es camino sin fin.