jueves, 26 de marzo de 2020

26 marzo: Oración sencilla y familiar


LITURGIA        Jueves  4º de Cuaresma
                      Dios se muestra ofendido y disgustado con su pueblo (Ex.12,7-14) porque se han desviado del camino que él les había trazado. Y hablando con Moisés, le dice que baje del monte porque el pueblo se ha pervertido y se ha hecho un toro de metal al que adora como su Dios. No es que el pueblo sustituyera a Dios por un becerro de metal, sino que Dios expresamente les había dicho que no se hicieran representaciones de Dios. Por eso ahora Dios se encuentra muy contrariado, hasta el punto que le dice a Moisés: Veo que es un pueblo de cerviz dura. Por  eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Es muy bello el modo de tratar Dios con Moisés, porque es que Dios le está pidiendo a su confidente que lo deje actuar contra el pueblo.
          Y Moisés no lo deja. Dialoga y razona con Dios como podía hacerlo con un igual: ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra este pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Y le pone a Dios por delante que ese castigo sería quedar mal ante los mismos egipcios, que tendrían que decir: Con mala intención y para destruirlos los sacó de Egipto para hacerlos morir en las montañas. Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Y pone por delante una razón de mucho peso: Acuérdate de Abrahán, Isaac, a quienes prometiste y juraste por ti mismo, diciendo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo o como la arena de las playas marinas, y toda esta tierra se le daré para que la posea para siempre. Y Dios ha escuchado toda esa relación que le ha hecho Moisés, Dios es sensible a aquel razonamiento y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
          Todo esto es de una belleza singular y nos enseña una manera de tratar con Dios, con plena confianza y razonándole. Dios amenaza en diversas ocasiones a través de la Biblia pero son amenazas pedagógicas alejadas de querer llevarlas adelante, porque lo que Dios quiere no es la muerte del pecador sino que se convierta y que viva. Lo que corresponde a que nosotros nos acerquemos a Dios con esa humildad y sencillez al presentarle nuestras peticiones. Estamos ante un momento histórico en el que parecería que se ha levantado la ira de Dios, que viene con afán destructor ante una población indefensa. Cabe hablar con Dios con una oración semejante a de Moisés, presentándole el número de víctimas que están perdiendo la vida. Y el otro número almas espirituales que está sufriendo las consecuencias del cierre prudencial de los templos, que les deja privados dolorosamente de participar en la Eucaristía.
          Que la oración que podemos dirigir al Señor, tenga toda la ternura y paciencia de Moisés, y toda la caridad de mirar por el dolor ajeno.

          El evangelio se presta poco a una explicación porque está tomado en el evangelio de San Juan. Lo dejo tal cual y que el lector barrunte lo que Jesús ha querido  dejarnos como verdadero testamento de su pensamiento: Juan 5, 31-47. En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
          Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
          Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

miércoles, 25 de marzo de 2020

25 marzo :Hágase en mí


LITURGIA        La anunciación del Señor
                      Hoy la fiesta de la Encarnación gana en rango litúrgico al miércoles 4º de Cuaresma, porque la anunciación es “solemnidad” y se sobrepone a la feria cuaresmal. Hoy recuperamos el Gloria, y en el Credo hacemos reverencia especial al llegar al misterio: Se encarnó de María la Virgen y se hijo hombre.

          Queda preparado el terreno con el ofrecimiento que Dios le hace a Acaz (Is.7,10-14) de pedir una señal que se escape de los poderes humanos –En lo alto del cielo o en lo hondo el abismo-, para que Dios manifieste así su gloria. Acaz se niega pedir tal señal porque no quiere poner a Dios a prueba, y Dios le da la señal de algo inconmensurable: una doncella concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrá de nombre: Enmanuel (Dios con nosotros). La fuerza no está en que una virgen vaya a estar encinta, sino que la tal realidad queda por encima de los cielos y por debajo de los abismos…, es decir: una concepción fuera del cauce natural humano. Aquí se trata de una señal divina.

          Hecho que se hace realidad en María de Nazaret, en la forma misteriosa que nos expresa el evangelio (Lc.1,26-38). Había una joven, de nombre María, en un pueblecito de Nazaret, de quien Lc nos pone aquí la primera referencia. A esa muchacha desconocida Dios se dirige con un anuncio inefable: Dios te salve, llena de gracia: La muchacha se extraña y se turba ante aquella visita inesperada, y es tranquilizada por el mensajero divino diciéndole que se trata de cosas de Dios. Y en el mensaje hay algo inaudito: Va a ser madre. María se queda pensativa. Está desposada con José pero aun no conviven. ¿Acaso se le pide, que formalice su compromiso matrimonial? Ciertamente no: va a ser madre pero no por intervención de varón sino por la acción misteriosa del Espíritu Santo, porque la gracia de Dios la cubrirá con su sombra, porque lo que de ella va a nacer viene de la acción misteriosa de Dios. Y ella le va a llamar Enmanuel.
          Y María se pliega al misterio, y se le hace muy presente aquella profecía de Isaías, que ella conocía muy bien, pero que nunca pensó que se iba a hacer realidad en su persona.
          María rinde todo su ser a la voluntad de Dios,  y por toda respuesta entrega su vida sin condiciones. Ella se considera esclava del Señor y como tal, se da para que Dios haga en ella lo que quiera y como quiera y en el momento que quiera: Hágase en mí según tu palabra. Y el Verbo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

          La 2ª lectura –Heb.10,4-10- es la misma actitud de sometimiento y rendición a la voluntad del Padre, por parte del Hijo, que confiesa que Dios está harto de holocaustos y víctimas expiatorias, pero que ha recibido un cuerpo y con él quiere darse enteramente a Dios: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Niega ya el valor de los holocaustos y sacrificios y reafirma el valor de la entrega personal.

          La fiesta es esencialmente cristocéntrica y pone el acento en el hecho de la encarnación del Hijo de Dios.

martes, 24 de marzo de 2020

24 marzo: No tengo a nadie


LITURGIA        Martes 4ª semana Cuaresma
                      Vuelve el tema del agua con una efusividad llamativa. En relato de la 1ª lectura (Ez.47,1-9.12) se lee siempre con un gusto especial, porque va presentando progresivamente el fruto del agua que mana de la derecha del Santuario, primero en un sentido de aguas que van descendiendo por el cauce, y luego en el reguero abundantísimo que hay al remontar la corriente.
          Del Santuario, por su lado derecho, sale agua que se puede vadear: llega el agua a los tobillos. Pero mil codos más abajo ya llega hasta las rodillas, y mil codos más y llega hasta la cintura. La fuerza del agua cristalina va aumentando y va invadiendo a la persona. Mil codos más y ya es un torrente.
          El agua del Bautismo que van a recibir los neófitos, les va a envolver por completo. Y cuando ahora, por las márgenes del río remonta el individuo y comprueba lo frutos, el agua que le ha invadido a él ha sido un agua beneficiosa que hace que los árboles plantados junto a la acequia den varios frutos anuales, y sus hierbas sean medicinales. El agua que van a recibir en la Vigilia Pascual les transforma completamente, no sólo en ellos mismos sino en la influencia en lo que tienen alrededor.
          El relato es poético pero muy expresivo y debía ser de impacto en aquellas personas que iban a recibir el bautismo. Nosotros, al renovar nuestras promesas, también hemos se sentirnos inundados por la riqueza del Bautismo que tenemos recibido y cuyos efectos deseamos reverdecer sobre nuestra cabezas.

          Seguimos con relato de agua sanadora (Jn5,1-3.5-16) en la piscina de los 5 soportales. Allí había una piscina con un surtidor curativo, que hacía que el primero que entrase en el agua al removerse la misma, quedaba curado. Lógicamente tenían siempre ventaja los que podían moverse con agilidad y podían disputar ese primer puesto.
          Pero un paralítico no tenía nada que hacer por sí mismo, porque cuando él llegaba, otros se le habían adelantado. Así aquel hombre 38 años paralítico y soñando con poder llegar, sin alcanzarlo. Y no tenía a nadie que le diese el empujón oportuno.
          Aparece por allí Jesús, que observa y cuya atención se detiene en el hombre aquel. Y tras comprobar los varios intentos fallidos, se le acerca para preguntarle: ¿Quieres curar? Con la amargura del fracaso continuado, responde que no tiene a nadie que le ayude. A lo que Jesus da respuesta inmediata: Levántate, toma tu camilla y echa a andar. Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y se fue a su casa.
          Hemos pasado del símbolo a la realidad; del agua que nos hace presentes los efectos sobrenaturales de la sanación y de la vida, al propio Jesús que, directamente, hace realidad esos efectos. Porque la verdad es que el Sacramento es sólo vehículo visible, pero que el autor de la acción sobrenatural es Cristo. En llegando la acción directa de Jesús, el Sacramento ya ha hecho su efecto,
          La conclusión del episodio no varía para nada el argumento, y es la ya clásica discusión del sábado porque el que estuvo paralítico marcha a su casa con su camilla a cuestas, y eso no lo soportan los fariseos. Le preguntan quién es quien le ha dicho que tome la camilla y la verdad era que el hombre no lo sabía. El sabía que había sido alguien que se había interesado por él, y la verdad es que ahora mismo el hecho de que sea sábado no es lo que le ocupa.
          Jesús se lo encuentra y le enseña algo fundamental: Has quedado sano; no peques para que no te ocurra algo peor. Y ahora sí puede el hombre decir quien lo ha curado, y así se lo hace saber a los fariseos, quienes encuentran motivos sobrados para ver el modo de atajar aquellas acciones de Jesús.
          La verdad es que para el paralítico aquello le importaba un bledo. No se habían ocupado de él aquellos santones cuando él los hubiera necesitado. En cambio Jesús ha venido directamente por él y le ha hecho persona. Ahora hace caso a Jesús.

lunes, 23 de marzo de 2020

23 marzo: Tu hijo está curado


LITURGIA        Lunes 4º de Cuaresma
                      Comienza la semana con una lectura que llena de optimismo. Is.65,17-31 es en boca del Señor una verdadera llamada a la esperanza. Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; de lo pasado no habrá recuerdo, ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. ¡Cómo se me viene a la mente ese conjunto de personas que viven angustiadas por su pasado, siendo así que Dios ha firmado con su palabra que no habrá recuerdo ni pensamiento!  ¡Ni pensamiento! Esas noches de devanadera y angustia pensando en un pasado que ya no se reconstruye como fue, y que sólo son efecto de imaginaciones desbordadas y enfermizas, con un temor de Dios exagerado y con ello el temor de la propia condenación.
          Por eso Dios continúa diciendo: Mirad, voy a transformar a Jerusalén en alegría y su pueblo en gozo; me alegraré de Jerusalén y me gozará de mi pueblo, y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos, ya no habrá niños malogrados, ni adultos que no colmen sus años, pues será joven el que muera a los cien años. Un panorama feliz, una esperanza que desborda. Esto es lo que tendrá el que vive este espíritu de cuaresma, que como se puede ver, tiene también rasgos creativos en su espíritu de penitencia.

          En el evangelio (Jn.4,43-54). Llega Jesús nuevamente a Caná de Galilea, adonde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm, y habiendo oído que Jesús llegaba, se dirigió a él para suplicarle por su hijo.
          Jesús le dice, sin ánimo de corregirlo sino comprendiendo muy bien su situación: Como no veáis signos y prodigios, no creéis. El funcionario insiste: Señor, baja antes de que se muera mi hijo. La fe de aquel hombre empezaba por ser la de que Jesús marchase a Cafarnaúm para curar. Pero Jesús le lleva a una situación de mayor fe: Anda, tu hijo está curado.
          El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino, convencido de que su hijo estaba curado. A su encuentro vienen unos criados diciéndolo que el hijo estaba curado. Y él preguntó la hora de la curación y vino a ser precisamente la hora en la que Jesús le había dicho que su hijo estaba curado: a la una. Y su fe se extendió a toda la familia.
          El evangelista cataloga este hecho de “signo”, lo mismo que había sido un primer signo la conversión del agua en vino. Le interesa al autor mucho más recalcar el signo mesiánico que “el milagro” como tal.
          Una curación que apuntala el sentido de la esperanza y el gozo que se ha presentado en la primera lectura.

          Yo quisiera infundir en mis lectores ese sentimiento de fe plena en lo que no se ve y no se entiende, y que a distancia se dice: Anda, tu hijo está curado. Porque esa es la verdadera fe, Que las cosas vengan a nuestro ritmo y sucedan conforme concebimos 43 millones de españoles, eso no es fe. Eso es que cada uno nos consideramos más sabios y más preparados y más sabedores de lo bueno y lo mejor. Y sin embargo la palabra de Jesús viene a distancia y el hijo enfermo sana, y sana precisamente a la hora en que Jesús dijo que estaba curado. La mirada de niño no está de más cuando la realidad nos desborda y cuando hay que aplicar unas soluciones que no son evidentemente –metafísicamente, infaliblemente- las mejores y siempre cabría alguna otra posible. ¿Pero mejor? Queda en el plano de los futuribles y del misterio mismo de Dios, que no lleva adonde nos lleva y nuestra actitud humilde es el mejor culto que podemos ofrecer.

domingo, 22 de marzo de 2020

22 marzo: Luz y tinieblas


LITURGIA        Domingo 4º-A de Cuaresma
                      Podríamos definirlo como domingo de la luz. Luz la que tiene Samuel (1º,16.1.6-7.10-13) en la elección del futuro rey. Primero cree él que se trata del hijo mayor como elegido del Señor, pero resulta que el elegido es el último, con el que no se contaba. A ese lo señala Dios: Ese es; úngelo.

          Luego, en la 2ª lectura (Ef.5, 8-14) se hace una contraposición entre las tinieblas de antes y la luz del momento actual. Hay que caminar como hijos de la luz en justicia, bondad y verdad. Que es lo que le agrada al Señor, para que no se desenvuelva la vida entre las obras estériles de las tinieblas. Por eso dice: Despierta tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

          Para acabar con el evangelio del ciego de nacimiento en la amplia narración que hace San Juan. Un hombre que no conocía la luz ni las figuras ni los colores, porque había nacido ciego. Los apóstoles quieren saber si eso es un castigo de Dios por pecado de sus padres o propio de ese ciego, Y Jesús les hace saber que ni lo uno ni  lo otro sino que aquello sucede para dar gloria a Dios.
          Jesús toma la iniciativa, escupe en el suelo, hace barro con la saliva (la saliva se consideraba con cualidades curativas), y unta los ojos del ciego y le dice que vaya a lavarse en la piscina de Siloé.
          Era sábado y los fariseos la toman por la parte que pica, porque no puede hacer ese trabajo en sábado. El ciego con toda su sencillez les dice que el que le ha prestado atención a él, le ha dicho que lo haga así. Y los fariseos dicen que ese hombre no es de Dios porque viola el sábado. El ciego no entiende de de esas cosas pero sabe que antes no veía y ahora ve. Y eso son obras.
          ¿Dónde está? –No lo sé
          En un alarde de estupidez, llevan al ciego ante sus padres para que certifiquen que ese es su hijo y que nació ciego Cómo es que ahora ve, no lo sabemos, Preguntádselo a él, que es mayor.
          El ciego se harta de tanta pregunta y gestiones inútiles y acaba tomándoles el pelo a los fariseos, porque ellos no saben explicarlo, pero él ve. Y eso le dice que este hombre viene de Dios.
          Hasta ahí podían aguantar los fariseos, que acaban insultando al ciego y expulsándolo de la sinagoga. Es evidente que los fariseos no eran hijos de la luz. No querían reconocer un hecho que estaba a las claras. Ofenden al ciego: empecatado naciste tú de pies a cabeza ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
          Jesús lo encuentra; el ciego no lo conocía. Y pregunta Jesús: ¿Crees en el Hijo del hombre? Dice el ciego: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dice: Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es. Él dijo: CREO, SEÑOR.
          Se ha hecho en el que estuvo ciego la luz definitiva. No sólo es que antes no veía y que ahora ve, sino que ve al Hijo del hombre y cree en él.

          Los fieles cristianos no tienen la dicha de poder participar hoy activamente de la Eucaristía. Como el ciego, se encuentran en un proceso de descubrimiento de una nueva manera de vivir su espiritualidad eucarística. Los Medios de Comunicación adquieren hoy una fuerza especial para hacer vivir la Misa, que hay que participarla con el mismo recogimiento, silencio y actitud reverente que si se estuviera en el templo. Yo diría que, por las circunstancias, incluso más. Porque a dificultades añadidas, más intensidad en la actitud. Y ya que no se puede comulgar sacramentalmente hacer esa comunión de deseo, comunión espiritual, que no requiere de fórmulas especiales sino de las ansias de recibir al Señor. Caminos tiene Dios para hacer que esa comunión de deseo tenga en el alma del cristiano los mismos efectos que la comunión sacramental.

sábado, 21 de marzo de 2020

De la Sagrada Penitenciaría

DECRETO
Se concede el don de Indulgencias especiales a los fieles que sufren la enfermedad de Covid-19, comúnmente conocida como Coronavirus, así como a los trabajadores de la salud, a los familiares y a todos aquellos que, en cualquier calidad, los cuidan.
“Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración”(Rom 12:12). Las palabras escritas por San Pablo a la Iglesia de Roma resuenan a lo largo de toda la historia de la Iglesia y orientan el juicio de los fieles ante cada sufrimiento, enfermedad y calamidad.
El momento actual que atraviesa la humanidad entera, amenazada por una enfermedad invisible e insidiosa, que desde hace tiempo ha entrado con prepotencia a formar parte de la vida de todos, está jalonado día tras día por angustiosos temores, nuevas incertidumbres y, sobre todo, por un sufrimiento físico y moral generalizado.
La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro, siempre se ha preocupado de cuidar a los enfermos.
Como indicaba San Juan Pablo II, el valor del sufrimiento humano es doble: " Sobrenatural y a la vez humano.Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión." (Carta Apostólica Salvifici Doloris, 31).
También el Papa Francisco, en estos últimos días, ha manifestado su cercanía paternal y ha renovado su invitación a rezar incesantemente por los enfermos de Coronavirus.
Para que todos los que sufren a causa del Covid-19, precisamente en el misterio de este padecer, puedan redescubrir "el mismo sufrimiento redentor de Cristo" (ibíd., 30), esta Penitenciaría Apostólica, ex auctoritate  Summi Pontificis, confiando en la palabra de Cristo Señor y considerando con espíritu de fe la epidemia actualmente en curso, para vivirla con espíritu de conversión personal, concede el don de las Indulgencias de acuerdo con la siguiente disposición.
Se concede la Indulgencia plenaria a los fieles enfermos de Coronavirus, sujetos a cuarentena por orden de la autoridad sanitaria en los hospitales o en sus propias casas si, con espíritu desprendido de cualquier pecado, se unen espiritualmente a través de los medios de comunicación a la celebración de la Santa Misa, al rezo del Santo Rosario, a la práctica piadosa del Vía Crucis u otras formas de devoción, o si al menos rezan el Credo, el Padrenuestro y una piadosa invocación a la Santísima Virgen María, ofreciendo esta prueba con espíritu de fe en Dios y de caridad hacia los hermanos, con la voluntad de cumplir las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), apenas les sea posible.
Los agentes sanitarios, los familiares y todos aquellos que, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, exponiéndose al riesgo de contagio, cuidan de los enfermos de Coronavirus según las palabras del divino Redentor: "Nadie tiene mayor amor que éste: dar la vida por sus amigos" (Jn 15,13), obtendrán el mismo don de la Indulgencia Plenaria en las mismas condiciones.
Esta Penitenciaría Apostólica, además, concede de buen grado, en las mismas condiciones, la Indulgencia Plenaria con ocasión de la actual epidemia mundial, también a aquellos fieles que ofrezcan la visita al Santísimo Sacramento, o la Adoración Eucarística, o la lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora, o el rezo del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o el rezo de la corona de la Divina Misericordia, para implorar a Dios Todopoderoso el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los
que el Señor ha llamado a sí. La Iglesia reza por los que estén imposibilitado de recibir el sacramento de la Unción de los enfermos y el Viático, encomendando a todos y cada uno de ellos a la Divina Misericordia en virtud de la comunión de los santos y concede a los fieles la Indulgencia plenaria en punto de muerte siempre que estén debidamente dispuestos y hayan rezado durante su vida algunas oraciones (en este caso la Iglesia suple a las tres condiciones habituales requeridas). Para obtener esta indulgencia se recomienda el uso del crucifijo o de la cruz. (cf. Enchiridion indulgentiarum, n.12).
Que la Santísima Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, Salud de los Enfermos y Auxilio de los Cristianos, Abogada nuestra, socorra a la humanidad doliente, ahuyentando de nosotros el mal de esta pandemia y obteniendo todo bien necesario para nuestra salvación y santificación.
El presente decreto es válido independientemente de cualquier disposición en contrario.
Dado en Roma, desde la sede de la Penitenciaría Apostólica, el 19 de marzo de 2020.
Mauro. Card. Piacenza
Penitenciario Mayor

21 marzo: Fariseo y publicano


LITURGIA        Sábado 3º de Cuaresma
                      Oseas es de los profetas más cordiales, con textos que llegan al corazón y que presentan la bondad misericordiosa del Señor. En 6,1-6 nos trae el cariño de Dios, que sale en nuestro provecho: Vamos a volver al Señor. Porque él ha desgarrado y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia y comprenderemos.
         
En consecuencia, el profeta exhorta: Procuremos conocer al Señor. Su manifestación es segura como la aurora. Vendrá como la lluvia, como la lluvia de primavera y su sentencia surge como la luz que empapa la tierra.
          Y viene finalmente la respuesta de Dios. «¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá? Sabe el Señor que el amor de la criatura es efímero y poco consistente, pero no obstante se dirige a ella para llamarle la atención y expresarle finalmente que la solución de todo está en la misericordia de Dios: Vuestro amor es como nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Sobre una roca tallé mis mandamientos; los castigué por medio de los profetas con las palabras de mi boca. Mi juicio se manifestará como la luz. Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos».
         
          El evangelio es un clásico. Lc.18,9-14 nos pone delante dos maneras de estar ante Dios. El fariseo, que se presenta con todos sus méritos y que más viene a “cobrar la factura” que a suplicar en oración. Desde su posición en el templo: erguido y comparándose con el publicano a quien juzga despreciativamente. Bueno: en realidad no es sólo comparándose con el publicano sino con “todos los hombres”. Él no es como “todos los hombres”, a los que cataloga de adúlteros, ladrones, injustos. Él no es como el publicano. Él ayuna y paga el diezmo de todo lo que tiene. Evidentemente él no necesita de nadie, ni del mismo Dios, puesto que no le falta nada para ser perfecto. Ni tiene que suplicar, porque él lo da ya todo.
          El otro personaje es el publicano, que se sitúa al fondo, de rodillas y pidiendo misericordia porque es un pobre pecador. ¿No tendría nada bueno aquel hombre? Es evidente que sí, y su misma actitud ya habla muy bien de él. Pero a la hora de la verdad se siente pequeño, porque se ha situado ante Dios, ante quien sólo le queda que suplicar.
          El juicio que merecen ambos personajes está expresado por Jesucristo. El fariseo salió del templo como entró. No había purificado nada de su persona. Se había enaltecido a sí mismo y acaba pagado con su torpe moneda. En cambio el publicano salió perdonado y como hombre justo, porque todo el que se humilla es ensalzado.
          La parábola es un espejo en donde mirarse. Y en donde sacar la conclusión de nuestro modo de dirigirnos a Dios, porque la realidad es que siempre somos unas pobres criaturas que necesitamos de su misericordia. La postura de oración es la del pobre: la mano tendida, la esperanza, dándose golpes de pecho pidiendo perdón por todo lo que no es acorde con la bondad del Señor.

          El Papa, apoyándose en el simple catecismo (quiero decir que sin echar mano a grandes teologías) ofrece a los penitentes que necesitan confesión y que ahora no pueden tenerla, que hagan un sincero acto de contrición, con firme propósito de enmienda y el propósito de confesarse cuando tengan oportunidad. Son tiempos excepcionales y admiten soluciones excepcionales.

viernes, 20 de marzo de 2020

20 marzo: El doble mandamiento


LITURGIA        Viernes 3º de Cuaresma
                      La 1ª lectura vendría a ser como un diálogo, con una 1ª parte de reconocimiento de las propias culpas y súplica de perdón (Os.14,2-10): Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios. Y una 2ª parte de respuesta de Dios, que perdona: Yo curaré sus extravíos, los amaré aún sin que lo merezcan. Mi cólera se apartará de ellos. Seré rocío para Israel, florecerá como azucena.
          Y se pregunta qué sabiduría puede entender esto y cómo pude comprenderse. La respuesta es que son rectos los caminos del Señor, los justos andan por ellos; los pecadores tropiezan con ellos.

          Pasamos al evangelio: Mc.12,28-34. Un doctor de la ley le pregunta a Jesús cuál es el primero y principal mandamiento. No se dice en el texto que viniera con segundas intenciones, sino muy posiblemente con el deseo sincero de conocer la ortodoxia de Jesús.
          Jesús respondió como cualquier buen judío, poniendo delante el primer mandamiento: El primero es: escucha Israel, y amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todo tu ser. Con esa respuesta ya estaba Jesús más que conocido como buen judío. Pero Jesús fue adelante y continuó: El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos. Está perfectamente claro y el doctor de la ley se dio por satisfecho, repitió él de nuevo el mandamiento doble, y reconoció que eso vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
          Jesús le dijo que hiciera eso en su vida. La respuesta era sensata. Lo que hacía falta ahora era llevarlo a la práctica. Y a eso invitaba Jesús. Es más: le hizo saber al jurista que no andaba lejos del reino de Dios. Aunque enrolado en el pensamiento de los doctores de la ley, su corazón estaba en la línea del Reino que enseñaba Jesucristo.
          Dice al final que nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Habría que decir que nadie las hizo. Porque Jesús estaba muy abierto a responder y su respuesta había sido pacífica y fiel al pensamiento general. No había habido ninguna tensión.

          Se me ocurre pensar si en los casos personales nuestros, cabría decir eso de que nadie se atreve a hacer más preguntas, porque nuestras respuestas son con frecuencia secas, dominantes, magistrales, y no a la altura de la sencillez de quien expone sin tensión.
          Yo veo en muchas personas –y predicadores- la tendencia a hablar al interlocutor como de “segunda persona”. Es decir: no se personaliza la respuesta como algo en lo que el mismo ponente está inmerso. Se utiliza mucho el “vosotros” y poco la primera persona del plural, por la que el que expone, se mete de lleno en la misma respuesta que da hacia fuera. No es: “Vosotros que sois pecadores”, sino “nosotros que somos pecadores”. Encaja mucho mejor la enseñanza que se da, porque se parte del hecho de que el mismo predicador tiene que aplicarse el cuento. Es una forma más humilde de exponer y choca menos y encaja mejor. Y puede el interlocutor “hacer más preguntas” porque se siente acogido y comprendido.

jueves, 19 de marzo de 2020

19 marzo: El misterio de José


LITURGIA        SAN JOSÉ
                      Cuando he preparado el blog, no he caído en la cuenta de que hoy era el día de San José, y he seguido las lecturas continuas correspondientes al Jueves 31 de Cuaresma. Por eso hoy encontraréis dos entradas en el blog, si bien la que corresponde a la fiesta de hoy será más breve.

          La liturgia nos señala tres aspectos de este gran santo, el primero de todos los santos, que recibe el culto especial de protodulía. [El de los santos es culto de dulía; “proto” indica el primero entre los demás].
          La 1ª lectura (2Sam.7,4-5.12-14.16) es el anuncio de un descendiente de David, salido de sus entrañas (quiere decir, de su estirpe o rama familiar) en el que se consolidará el reino de David. Ese descendiente es Cristo, quien a su vez, desciende legalmente de la rama de David a través de José, el esposo de María, que fue la madre de Jesús.

          La 2ª lectura (Rom.4,13.16-18.22) en la que se remonta a Abrahán como el hombre de la fe, al que se le anuncia que será padre de muchas generaciones. En la genealogía de Jesucristo, de Abrahán van descendiendo las generaciones por Isaac, Jacob…, hasta llegar a José, que es la línea directa de la descendencia de David. Pero además José es también el hombre de la fe, porque su experiencia fue inconmensurable en ese creer a Dios por encima de todas las razones humanas.

          Finalmente el evangelio, a elegir entre Mt.1,16-24 en las que José supera las dudas iniciales basándose en la palabra de Dios que se le trasmite en sueños; y Lc.2,41-51, con el Niño “perdido” a los 12 años.
          Que yo digo que no se perdió, porque José y María ya habían hecho todo lo que correspondía para que el Niño estuviese en la caravana. Lo que Lucas pretende dejar muy claro es que Jesús no es el hijo de José, corrigiéndose así la expresión de María: Tu padre y yo te buscábamos angustiados. Ha de quedar muy claro que José no era el padre, y de ahí la respuesta del Niño que se ha quedado en el Templo: Yo tenía que estar en la casa de MI PADRE. Jesús es el hijo de Dios; no es hijo  de José. Aunque para más fe del santo, una vez acabado aquel momento, el niño va con ellos –con María y con José, como padre de familia- a Nazaret, obediente como cualquier hijo.

          Ha quedado definida así la realidad misteriosa de san José, que hace las veces de padre y que lleva toda la responsabilidad de padre, pero muy a sabiendas de que Jesús no le pertenece como hijo. José es sólo ese velo del misterio que oculta a los ojos de los hombres, el secreto inmenso de Dios.

19 marzo: Una señal del Cielo


LITURGIA        Jueves 3º de Cuaresma
                      Dios había trazado un plan: Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo; caminad por el camino que os mando para que os vaya bien. Ahí lo tenemos descrito por Jeremías (7,23-28). El camino del Señor es llano y conduce a buenos resultados.
          Pero no escucharon ni prestaron oído, caminaban según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, me daban la espalda y no lo frente. Una descripción elocuente de lo que es el sueño de Dios que mantendría el mundo en su amistad, y la realidad contraria por la que el mundo deja a Dios a un lado y sigue sus antojos. Les dirás: aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor su Dios, y no quiso escarmentar.
          La verdad es que me resulta elocuente este párrafo de Jeremías en estos momentos históricos que estamos viviendo. Dios quiere llevar la historia por sus caminos de salvación, en los que nosotros seamos su pueblo y él sea nuestro Dios. La humanidad ha optado por otros vericuetos y le han salido mal. Lo malo es que no han querido escarmentar; que hay ejemplos en la historia –sin ir más lejos, en la historia el pueblo de Dios- que muestran a las claras que caminar por los caminos del Señor suponen prosperidad, paz… Y que caminar al margen de Dios lleva consigo fracaso.

          En el evangelio de hoy (Lc.11,14-23) las gentes duras de corazón se atreven a pedir “una señal del cielo” para acoger la palabra y la obra de Jesús, que –por su parte- ha echado un demonio que mantenía mudo a un hombre, y que –liberado por Jesús- pudo hablar de nuevo. Y no les bastó aquella señal, con ser tan clara y tan propia de Dios…, un verdadero signo del cielo.
          La soberbia y cerrazón humana necesita siempre la “otra señal”, la que no existe, la que no va a venir, y acaban atribuyendo al demonio la expulsión de un demonio que ha hecho Jesús. Y Jesús les razona –es una forma de señal- que es estúpido atribuir al demonio la expulsión del demonio, porque eso supondría la guerra civil del propio Satanás, y con ello su derrota.
          La realidad es que yo echo los demonios con el dedo de Dios, lo que significa –es señal elocuente- de que el reinado de Dios ha llegado a vosotros. Porque se trata de que un hombre fuerte y bien armado es el que puede al otro y le arrebata el botín.
          Pues bien: ese “más fuerte” soy yo, y el que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Y esa es la señal, a fin de cuentas.

          Yo no sé si estamos viviendo una señal de Dios. Es indiscutible que la que está cayendo es algo que se ha ido de las manos, y que el mundo entero anda pretendiendo atajar un mal que no sabe ni cómo le ha venido, ni cómo se puede liberar de él. Sencillamente andan los Gobiernos dando palos de ciego para comprobar cada día que la epidemia avanza, se extiende y se sufre pasivamente, viendo caer a miles de conciudadanos. Y lo que más les afecta a la hora de la verdad, que la economía se viene abajo y se destruyen todos los planes de crecimiento.
          Hay quienes –como siempre- acaban volviéndose contra Dios porque Dios no nos libra. Y los hay que miran a Dios y dicen: nos venías llamando la atención con muchas señales parciales y no te hemos querido entender… El mundo ha seguido su rumbo desenfrenado como si el hombre fuera a alcanzar ser dios…, y ha tenido que venir esta parada en seco donde nadie está seguro de sí mismo, ni sabe si será la siguiente víctima.
          Para el soberbio que quiere seguir jugando a ser dios, más diabólicamente se ensoberbece y blasfema. Para el creyente, que sólo en Dios pone su confianza, no queda sino la oración y el abandono en su misericordia, y esperar humildemente y con el corazón puesto en manos de Dios. Porque los hombres han pedido una señal del cielo, y es posible que al final la han obtenido, aunque no sea la que ellos hubieran deseado, arrimando siempre el ascua a su sardina. Pero ahí la tienen y ahora lo inteligente será saber sacar las consecuencias que nos sitúen en nuestro verdadero ser.

miércoles, 18 de marzo de 2020

18 marzo: Mandatos, preceptos y conciencia


LITURGIA        Miércoles 3º de Cuaresma
                      La liturgia de este día está centrada en la fidelidad a la Palabra. En Deut.4,1.5-9 Moisés habla de parte de Dios. Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño a cumplir, y así viviréis. Hay un aspecto esencial: la obediencia a la Palabra de Dios, para tener vida y entrar y tomar posesión de la tierra que Dios ha prometido.
          Recalca ahora Moisés que él ha trasmitido lo que le ordenó el Señor, para que obren según esos preceptos: guardadlos y cumplidlos porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra prudencia ante los demás pueblos, que reconocerán que las leyes de Israel son mucho más perfectas que las leyes de esos pueblos, y que eso le constituye una nación grande.
          Lo que hay que cuidar mucho es no olvidar esos preceptos y mandatos mientras viva aquel pueblo.

          Trasladado al evangelio de hoy, Mt.5,17-19, somos ahora nosotros los que no debemos olvidar ni posponer los mandatos de Dios. De hecho Jesús no ha abolido ninguno de los mandatos de Dios, y lo que el Señor ha enseñado a través de siglos a un pueblo escogido sigue en vigor aún en el mínimo punto de la i. Y pasarán el cielo y la tierra y no pasará de largo la Palabra de Dios y que deje de cumplirse hasta el detalle.
          De tal manera que el que enseñe algo en contrario, o manipulado de esa Palabra, por pequeño que sea, será tenido como el más pequeño en el reino de los cielos. Y por el contrario, el que lo enseñe y cumpla, será considerado grande en el reino de los cielos, que es el reino de Dios aquí abajo, el que nos toca vivir, el del evangelio, el de la vida cristiana.

          El punto en el que no podemos pararnos es el de los “preceptos y mandatos del Señor”, como materia de mayor envergadura. Para los cristianos hay mucha más materia, más “puntos de la i” que los que se conservan en los mandamientos y en los preceptos explícitos de Dios. Se nos ha dado una conciencia y en ella hay un filtro especial para descubrir detalles de finura espiritual por los que los “preceptos del Señor” afinan hasta aspectos delicados de la respuesta de cada momento, ante cada persona, en cada circunstancia. Esos detalles que dieron frutos de santidad en aquellas almas –los santos- que sobrepasaron los mandatos explícitos y llegaron a experimentar el evangelio como una llamada continua que está pidiendo acercarnos cada vez más al estilo y modo de Jesús, al “ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
          Las circunstancias mandan. Y lo que es “lo mejor” en un momento de la historia, no es lo más perfecto en otra situación. Lo que nuestra devoción personal nos pide, entra en conflicto con la realidad que se ha empinado por delante de nosotros, y de pronto nos deja en paños menores. Creía el hombre del siglo XXI que ya había doblegado el sufrimiento, la negación, la contrariedad; creía el hombre de este siglo que dominaba la vida como un dios. Y le ha bastado un virus para que se le venga abajo todo el tinglado y ahora toque empezar por la parte de abajo, pendientes de lo que pueda suceder, y dependiendo de factores que no tiene en su mano.
          Y ahí entra ese punto de finura de la conciencia de los espirituales para rendirse a la evidencia humildemente, acogiendo situaciones que nunca hubieran pensado ni deseado, pero que se le han venido encima, y donde los Gobiernos han tenido que echar mano de medios extremos y donde la Iglesia ha tenido también que agachar la cabeza en un acto meritorio de sumisión a fuerzas mayores, que rompen esquemas, que hieren devociones, y que nos hacen ser testigos directos de la primera bienaventuranza, enseñándonos la pobreza, no la que pensábamos, no la que nosotros dominábamos, sino la que se ha impuesto terriblemente y nos ha desbancado de todo. Lo que pasa es que esa pobreza se nos hará bienaventurada en la medida que la acojamos como lo que es: una manifestación al hombre de su limitación extrema. Tal pobreza que nos priva aún de apoyos y ayudas sobrenaturales. Sencillamente nos queda solo Dios, para ser adorado en espíritu y verdad: ni en Jerusalén, ni en el templo, ni en el monte… Sólo Dios en la humildad profunda de nuestro corazón. Y sabiendo que orar es algo que no tiene límites, y que a ello nos dio paso nuestra consagración bautismal, que nos hace a todos sacerdotes para ofrecer, sacrificar, orar, servir… y unirnos a la pasión y muerte de Jesucristo. La Resurrección vendrá después.

martes, 17 de marzo de 2020

17 marzo: Cómo perdonar


LITURGIA        Martes 3º de Cuaresma
                      Dan.3,25.34-43 es la actitud de un creyente que se pone a orar porque no hay otra salida juiciosa en la circunstancia de aquel pueblo. No entra en discusiones, en juicios personales. Opta por lo que tiene en sus manos: orar: Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Y pone como testigos ejemplares a Abrahán a Isaac, a Jacob, a quienes Dios prometió multiplicar la descendencia.
          Y lo hace en unas circunstancias adversas de un pueblo sin recursos posibles para solucionar el caso: Ahora, Señor, somos los más pequeños de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra, a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos ni jefes, ni holocaustos, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso, ni un sitio donde ofrecerte primicias para alcanzar misericordia. Hemos quedado varados en unas circunstancias que no dependen de nosotros directamente, y estamos como el pueblo humillado que nos hemos quedado sin nuestros sacrificios y lugares para ofrecerlos.
          Ante eso no caben quejas, ni lamentaciones inútiles. Tenemos el recurso de nuestro mundo interior: Por eso acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros cebados; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que te sea agradable en tu presencia, porque los que en ti confían, no quedan defraudados. Nos queda nuestro mundo interior verdadero, ese que Jesús define como el de los verdaderos adoradores que adoran al Padre en espíritu y verdad, y ya no dependen ni de Jerusalén y el templo, ni del monte de Samaria. Cuando las circunstancias mandan y no puede cada uno resolver a su manera.
          Para concluir: Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro: trátanos según tu misericordia; líbranos con tu obrar admirable y da gloria a tu nombre.
          La Cuaresma se ha presentado no como cada uno la había diseñado sino llevada por fuerzas mayores que nos superan y a las que no podemos oponer más recursos que el de la humilde obediencia que nos ponga a cubierto, cuanto es posible. Y luego nos quedamos en brazos de Dios, lo único a que podemos aferrarnos incondicionalmente.

          En el evangelio (Mt.18,21-35) Pedro he preguntado a Jesús que si mi hermano me ofende, ¿hasta cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Responde Jesús que siempre: hasta 70 veces siete.
          Pero a tenor de la parábola que pone a continuación, lo que le preocupa a Jesús no es tanto el número de veces –que debe ser siempre- sino el modo del perdón que tiene que ser absoluto. No un perdón que deja en la recámara el recuerdo del mal recibido, y que un mal día, en unas malas circunstancias, sale a flote disparado como un obús. Que es en más de una vez la reacción de quien ha almacenado en la pocilga de su corazón, aquello que le ha ofendido, y que el día menos pensado, bajo el fragor de un disgusto, se acaba disparando contra la otra persona.
          Jesús concibe el perdón como la del amo que perdona la deuda y no quiere saber más de ella. Y exige que los demás, bajo su influencia, igualmente perdonen de corazón y olviden la deuda que con ellos alguien tenía contraída. ¿Qué resultado pone Jesús en el caso de aquel súbdito que no supo perdonar a un correligionario suyo? –Pues que el amo acaba por exigir ahora el pago de la deuda que había condonado.
          Lo enseñó Jesús en una sola frase del Padrenuestro: Perdona nuestras ofensas porque nosotros ya hemos perdonado. Y si yo he perdonado, puedo esperar el perdón de Dios. De ahí la forma gráfica en que Jesús expresa el sentido de la reconciliación completa, cuando el individuo va a presentar su ofrenda al altar, y yendo de camino cae en la cuenta de un hermano suyo que tiene quejas contra él. Pues que deje de momento su ofrenda, vaya a reconciliarse con su hermano, y luego vuelva en paz para presentar su ofrenda.
          Pienso que a más de uno nos falta el espíritu verdadero de perdón, y conservamos nuestros modos de pensar que suponen que no hemos cedido de nuestro amor propio. Y ahí es donde se albergan los resabios de nuestros criterios.

lunes, 16 de marzo de 2020

16 maro: Naamán el sirio


LITURGIA        Lunes 3º de Cuaresma
                      Seguimos en el tema del “agua”, es decir, en el tema del bautismo, y la preparación a ese momento solemne de la Vigilia Pascual, cuando los neófitos van a participar de la resurrección de Jesucristo mediante el Bautismo, el que San Pablo describe como padecer con Cristo, morir con Cristo y resucitar con Cristo. Es decir: el Bautismo es el que nos une a la Pasión de Cristo y nos hace participar de ella. Los neófitos viven la Cuaresma purificándose de sus faltas y pecados y preparándose a que sean limpiados por el agua bautismal, para iniciar en adelante una vida nueva, en la que se unan a la vida de Jesús, con sus características y virtudes, imitando la santidad de Jesucristo.

          En 2Reg.5,1-15 nos ha mostrado el suceso de Naamán, general del ejército sirio, hombre muy valioso y estimado por su señor, pero que padecía la enfermedad de la lepra.
          Una joven de Israel, cautiva de los sirios, estaba al servicio de Naamán, y sugirió la solución de que se presentase su amo al profeta de Samaria, que podría liberarlo e la lepra.
          Entendieron aquello las autoridades paganas como la acción de los poderosos de Israel y prepararon una caravana que fuera al rey de Samaria y le ofrecieran grandes dones a cambio de que curara a Naamán. Error que pudo costarles caro porque el rey de Israel interpretó aquello como una estratagema militar para derrotarles en batalla y rasgó sus vestiduras como ante una blasfemia.
          Eliseo, el profeta se entera y corrige al rey e invita a Naamán a presentarse ante él, y verá que hay un Dios en Israel. Naamán se hace a la idea de un ritual religioso solemne y se presenta en casa de Eliseo, el cual, sin salir personalmente, le da el recado de bajar al Jordán y sumergirse en él siete veces.
          Naamán se disgusta y opta por marcharse, enojado porque para eso hay ríos en Damasco más importantes que el Jordán. Un súbdito le hace entrar en razones: lo que te ha mandado no es costoso, y por probar no se pierde nada. Y Naamán se baña 7 veces en el Jordán y queda su piel limpia como la de un niño.
          Vuelve grupas hacia la casa de Eliseo a quien agradece la gracia recibida y reconoce que no hay más dios en toda la tierra  que el Dios de Israel. No era, pues, tema, si hay ríos más importantes, sino que Eliseo le enviaba precisamente de parte de Dios, y ahí está la fuerza para la curación. Las aguas del Jordán eran solo el signo, pero la gracia de Dios era poderosa.

          En el evangelio (Lc.4,24-30) Jesús cita este caso en su visita a Nazaret para mostrar que la fuerza viene de Dios y no son las meras apariencias por las que las gentes veían a Jesús como un paisano más del pueblo, tal como lo habían conocido durante cerca de 30 años. Pero Jesús no es el mismo ahora porque la fuerza de la gracia de Dios se ha posado sobre él.
          Eso escandalizó a muchos y persiguieron a Jesús en ademán de atacarle, pero él pasó por entre ellos y se marcho de la ciudad.

          Desgraciadamente en nuestro mundo descristianizado se ha ido relegando el tema del Bautismo de los niños, que pierden así la gracia de su dignidad como hijos de Dios y de su capacidad de fe. El relegar el bautismo para “cuando ellos lo pidan” es una falacia porque el ambiente en el que se desenvuelven –esas familias que no han bautizado a sus hijos- no es precisamente un ambiente favorable. Y si no se les dio la primera oportunidad básica, en realidad se les ha dejado en el vacío. Y así crece una generación ausente de Dios, en un ambiente de frivolidad ambiental, que no les va a facilitar precisamente que esas criaturas deseen el bautismo por su propio gusto. Y aun deseándolo en circunstancias concretas de colegios, compañeros u otras influencias positivas, llevan el retraso y la carencia de la capacidad de la fe, ese “receptáculo” que a otros bautizados les ha facilitado un sentido espiritual de su vida.
          Demos gracias a Dios los que nacimos en ambientes y familias responsables de nuestra vida espiritual, porque nos aportaron ese plus de vida del que ahora gozamos, y por el que nuestra estatura espiritual ha podido desarrollarse armónicamente con nuestro crecer humano.

domingo, 15 de marzo de 2020

A partir del lunes 16


El Gobierno de la nación acaba de publicar un Decreto sobre el “Estado de Alarma”, en el que pide a los ciudadanos la colaboración para superar la pandemia del coronavirus (Covid-19), restringiendo al máximo la movilidad.
El Decreto permite los actos de culto, guardando la normativa referente al aforo y a las precauciones de distancia prudente. Sin embargo, para animar a los fieles a quedarse en casa para evitar el contagio y en sintonia con otras diócesis, el Obispado de Málaga dispone lo siguiente:

1.- A partir del lunes, día 16 de marzo de 2020, se suprimen todas las Misas y celebraciones con participación de los fieles mientras dure el “Estado de Alarma”.
2.- Las exequias pueden celebrarse de forma simplificada en diálogo con los familiares; y posponer las Misas de funeral hasta que pase la pandemia.
3.- Los templos parroquiales pueden estar abiertos durante algunas horas del día.
4.- Aunque se supriman las procesiones y demás actos públicos de piedad de la Semana Santa, los párrocos seguirán celebrando la Eucaristía diariamente en los templos, a puerta cerrada. Por tanto, no se suprime la celebración del misterio Pascual del Señor, que seguiremos ofreciendo los sacerdotes por todo el pueblo santo de Dios. 
              
Seguimos pidiendo al Señor por todos los afectados y para que aleje de nosotros esta grave enfermedad.

15 marzo: Nuestro Bautismo


LITURGIA        Domingo 3º A de Cuaresma
                      Uno de los temas más importantes de la Cuaresma es el del Bautismo. De hecho el final de todas estas celebraciones de Cuaresma y Semana Santa acaban con la renovación de las promesas del Bautismo, como expresión de unión a la vida nueva que viene con la resurrección del Señor.
          Preparando a los neófitos a esa celebración, hoy las lecturas se centran en el tema del agua. La 1ª, de Ex.17,3-7 con el prodigio de Dios, a través de Moisés y de la vara misteriosa, que hace saltar el agua abundantemente de la roca, cuando ya aquel pueblo murmuraba de Dios y de Moisés por la angustia de la sed en medio del desierto. Dios da el agua en abundancia para beber el pueblo y sus ganados.

          En el evangelio tenemos también otro episodio de agua: el de la samaritana (Jn.4,5-42), con un sentido ya mucho más espiritual e interviniendo directamente Jesucristo. Ya no es el agua de la roca que sacia la sed material; ahora es el agua de vida que salta hasta la vida eterna.
          Llega una mujer samaritana, una persona ajena al proyecto salvador de Jesús, que ignora a Jesús por su atuendo de judío. Y los samaritanos no tienen relación alguna con los judíos.
          Pero Jesús viene sudoroso del camino y necesita beber, y como en Jesús no hay prejuicios, se dirige a la mujer y le pide de beber. Se extraña ella de que un judío se dirija a una samaritana y tiene un primer movimiento de rechazo.
          Pero Jesús le levanta la curiosidad hablándole misteriosamente: Si tú conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le habrías pedido agua a él y él te daría agua viva, y haría en ti un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. Estamos en otro plano diferente al del agua natural. Ahora se trata de un agua que es don de Dios y que salta hasta la vida eterna. Estamos metidos de lleno en el sentido del agua del bautismo, cuyos efectos ya no son de apagar la sed sino de encaminar hacia la vida eterna.
          Al final la samaritana, que no ha entendido el sentido espiritual, pide a Jesús que le dé de “esa agua” para que ella no tenga que venir aquí al pozo a sacarla. Lo que saca en claro es que Jesús es profeta porque habla palabras que no son palabras de lo material. Y como a profeta, la mujer le plantea un tema religioso, que era un tema de fricción entre judíos y samaritanos: Vosotros los judíos decís que a Dios se le adora en Jerusalén. Nosotros los samaritanos, que en el monte Garizín. Y Jesús se va mucho más al fondo de la cuestión para afirmar que ni en Jerusalén ni en el monte porque los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad.
          Lección que trasciende la conversación con la samaritana y nos llega a nosotros para mostrarnos cuál es verdaderamente el sentido de la religión: no son los sitios ni la materialidad sino lo profundo del corazón. El agua es el elemento simbólico, que hace de vehículo de nuestros sentidos. Pero el bautismo toca el fondo del alma. Por eso a mí me gusta jugar un poco con la imagen y decir que nos tenemos que tocar la cabeza para ver si sigue húmeda del agua del bautismo o si se ha secado. Porque el bautismo no es un hecho pasado porque “fuimos bautizados” sino una realidad presente por la que tenemos un estilo de vida, unas costumbres, unas obras, que son distintas y que nos tienen que distinguir de los no bautizados.
          Aquello de los hombres del pueblo, que ya no creen por el relato que les hace la samaritana sino porque ellos mismos están viendo por sus ojos, y eso les lleva a invitar a Jesús a quedarse con ellos, lo que el Señor hizo durante dos días. Han descubierto que Jesús es el Salvador del mundo.

          El Bautismo es la puerta que abre paso a los otros sacramentos. Si hoy participamos de la Eucaristía es porque somos unos bautizados que hemos sido hechos por el bautismo hijos de Dios y herederos de su gloria. Por razón del bautismo recibido se pueden perdonar nuestros pecados y se puede participar de la vida de la Iglesia.


          Desde nuestra realidad de bautizados, podemos elevar nuestras peticiones al Señor.
-         En acción de gracias de que somos miembros de la iglesia por nuestro bautismo, Roguemos al Señor.

-         En acción de gracias por nuestro bautismo, que nos hace hijos de Dios, Roguemos al Señor.

-         Porque en nuestro bautismo repetimos nuestra participación en la muerte y resurrección de Jesucristo, Roguemos al Señor.

-         Para que nuestro bautismo nos haga participar plenamente de la Eucaristía, Roguemos al Señor

          Damos gracias a Dios, por medio de Jesucristo que se ofreció por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
          A ti que vive y reinas por los siglos de los siglos.