jueves, 30 de junio de 2016

30 junio: Tus pecados son perdonados

Mañana NO HAY Apostolado de la Oración
Liturgia
          Amós no se ha hecho agradable con su profecía y el sacerdote En 7, 10-17 Amasías le aconseja que se esconda y se refugie en tierra de Judá (que entonces era contradistinta de la zona de Israel). Amós confiesa que él no es profeta ni hijo de profetas pero que lo que dice es lo que le pone Dios en la boca respecto del reino de Israel. Y no está esa palabra para ser callada ni disimulada.
          Prescindiendo ahora de esas profecías concretas que Amós pronuncia, hay un principio muy importante en lo que responde Amós a Amasías: él era un cultivador de higos y guardián de ovejas; él no tenía ninguna gana de profetizar…, de hablar en nombre de Dios, pero una vez que Dios le ha enviado, no tiene más remedio que hacerlo.
          Me recuerda a los apóstoles cuando el Sanedrín judío les intenta silenciar para que no hablen de Jesús, y ellos responden con humildad que no pueden callarse porque a Dios hay que obedecerlo antes que a los hombres.
          Cosa aparte es ya el tono y modo de su profecía, donde se plasma un carácter determinado como su último enfrentamiento con Amasías, con que acaba la lectura.

          La narración de San Mateo en el evangelio (9, 1-8) es una de las más llamativas por el enfrentamiento con los fariseos y la demostración que les hace de su ser superior a lo humano. Vayamos por partes. Jesús ha desembarcado  en la otra orilla de Gerasa (lectura que no tuvimos ayer por ser la fiesta de San Pedro). Y al desembarcar le presentan a un paralítico acostado en una camilla, que llevan unos hombres.
          Y Jesús –dice el texto- viendo la fe que tenían (el paralítico y los que lo llevan), se dirige al paralítico y le dice: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.
          Mi pregunta siempre ante esa palabra de Jesús es si el paralítico y los hombres aquellos quedaban satisfechos de lo que decía Jesús. Porque el dolor de aquellos momentos no era para ellos el de los pecados sino el de la imposibilidad física del enfermo.
          Por otra parte es verdad también que un judío podía saber interpretar que aquel perdón de pecados era una forma de expresarle la curación de su parálisis, puesto que en aquella cultura estaba muy unido pecado y enfermedad. Y si estaba paralítico era por sus pecados, y si le perdonaban los pecados, quedaría sano. Pero ¿realmente fue así como pensaros ellos?
          Los que sí pensaron en la forma que más picaba eran los doctores de la ley que se escandalizaron ante aquella afirmación de Jesús, pensando que había blasfemado atribuyéndose unos poderes que sólo puede tener Dios: el perdón de los pecados.
          Jesús advirtió su reacción, y les hizo un planteamiento que era de algo comprobable: ¿Qué es más hacedero: decir “tus pecados  están perdonados” o decir: “Levántate y anda”? En verdad era un desafío muy serio. Porque quien tiene poder para levantar a un paralítico de su camilla, puede tener el poder de perdonar pecados. Es decir: lo uno y lo otro es poder divino. Y Jesús se lo ponía ahora delante si es que querían VER hechos prodigiosos para creer.
          Y dice: Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados…, se dirige al paralítico y le manda: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa. Y aquello fue tal como lo decía Jesús. Casi seguro que aquel hombre titubeó. No era fácil pensar que podía ponerse en pie al cabo de tanto tiempo postrado y sin fuerza en sus piernas… No se levantó e pronto. Tanteó…
Los ojos de todos estaban fijos en él. Notó que sus piernas respondían. Sus acompañantes le ayudaron y le sostenían. Pero él se dio cuenta de que podía sostenerse… Dio unos pasos. Podía hacerlo sin ayuda de nadie. Miró a Jesús con admiración y cogió su camilla a cuestas y comenzó a caminar… ¡Y se fue así a su casa!
¿Qué podían ahora decir los doctores de la ley? Callar y disimular lo mejor que podían. Escandalizados y todo habían tenido a la mano la prueba evidente de que “el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados”.

Las gentes estaban sobrecogidas y alababan a Dios, que da tal poder a los hombres. ¿Se quedaron ahí o dieron el salto a la fe? ¿Se plantearon que el Mesías estaba entre ellos? Sería para poder entrar en el sentimiento de aquellas gentes y ver cómo reaccionaban realmente ante tan grande suceso.

miércoles, 29 de junio de 2016

ZENIT 29: En la fiesta de los Santos Apóstoles

“Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Celebramos hoy la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, alabando a Dios por su predicación y testimonio.
En la fe de estos dos apóstoles se funda la Iglesia de Roma, que desde siempre los venera como patrones. Si bien es toda la Iglesia universal que les mira con admiración, considerándolos dos columnas y dos grandes luces que brillan no solamente en el cielo de Roma, sino también en el corazón de los creyentes de Oriente y Occidente.
En la narración de la misión de los apóstoles, el Evangelio nos dice que Jesús los envió de dos en dos. En cierto sentido también Pedro y Pablo, desde Tierra Santa fueron enviados hasta Roma, para predicar el Evangelio. Eran dos hombres muy diversos el uno del otro: Pedro un humilde pescador, Pablo, maestro y doctor, como recita la liturgia del día de hoy.
Y si aquí en Roma conocemos a Jesús, y si la fe cristiana es parte viva y fundamental del patrimonio espiritual y de la cultura de este territorio, se lo debemos al coraje apostólico de estos dos hijos de Oriente Próximo.
Ellos, por amor de Cristo, dejaron su patria y sin poner atención a las dificultades del largo viaje y de los riesgos y desconfianzas que habrían encontrado, llegaron a Roma. Aquí se volvieron anunciadores y testimonios del Evangelio entre la gente, y sellaron con el martirio su misión de fe y caridad.
Pedro y Pablo hoy vuelven idealmente entre nosotros, recorren las calles de esta ciudad, llaman a la puerta de nuestras casas, pero sobre todo a nuestros corazones. Quieren traer nuevamente a Jesús, su amor misericordioso, su consolación, su paz. Tentemos tanta necesidad de esto.
Recibamos su mensaje, guardemos su testimonio como un tesoro. La fe sincera y sólida de Pedro, el corazón grande y universal de Pablo nos ayudarán a ser cristianos alegres, fieles al Evangelio y abiertos al encuentro con todos.
Durante la santa misa en la basílica de San Pedro, esta mañana he bendecido los palios de los arzobispos metropolitanos nombrados este último año, provenientes de diversos países.
Renuevo mi saludo y mi deseo a ellos, a sus familiares y a todos quienes les han acompañados en esta peregrinación. Y los animo a proseguir con alegría su misión al servicio del Evangelio, en comunión con toda la Iglesia y especialmente con la Sede de Pedro, como expresa justamente el símbolo del palio.
En la misma celebración he recibido con alegría y afecto a los miembros de la delegación que vino a Roma en nombre del patriarca ecuménico, el querido hermano Bartolomeo. También esta presencia es signo de las fraternas relaciones existentes entre nuestras Iglesias. Rezamos para que se refuercen cada vez más los vínculos de comunión y el testimonio común.
A la Virgen María, Salus Populi Romani, confiamos hoy el mundo entero y en particular esta ciudad de Roma, para que pueda encontrar siempre en los valores espirituales y morales de los cuales es rica, el fundamento de su vida social y de su misión en Italia, en Europa y en el mundo”.

29 junio: Santos PEDRO y PABLO

El Primer Viernes, día 1,
NO HAY acto del Apostolado de la Oración

Liturgia: San Pedro y San Pablo.- Solemnidad
          De nuevo tenemos una fiesta solemne desdoblada en dos formularios diferentes: el de la “Misa de la Vigilia” (para el día 28) y el de la fiesta del día 29. Me ciño a ésta.
          1ª lectura: Hech 12, 1-11: Herodes prende preso a Pedro con idea de matarlo al pasar las fiestas de Pascua. Un hecho milagroso lo libra de la cárcel la víspera de la pretendida ejecución. Pedro cree que está soñando pero cuando quiere acordar está libre de ataduras en plena calle. Y el ángel que le había guiado desaparece Pues era verdad; Dios ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes…
          2ª lectura: 2Tim 4, 4-8. 17-18: Pablo confiesa que está a punto de ser sacrificado y el momento de su partida está cercano. Le queda la satisfacción de haber peleado bien el combate de Cristo, y queda a la espera de la corona de gloria que le dará el Señor. Pero no es sólo a mí- dice Pablo-, sino que es para todo el que tiene amor a la venida de Jesús. El Señor me libró y seguirá librándome de todo mal.

          Finalmente desembocamos en el evangelio de Mt 16, 13-19, el muy conocido y recientemente explicado de la pregunta de Jesús a sus apóstoles: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?; y vosotros ¿quién decís que soy Yo?
          Pedro se adelanta a todos los compañeros y hace el acto de fe mesiánica: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.
          Jesús alaba a Pedro porque Pedro ha ido mucho más lejos de lo que él puede ver, tocar y palpar. Eso que ha dicho ha sido una revelación de Dios. Entonces Jesús responde al acto de fe de Simón con otro acto de fe de Jesús en Simón Pedro: Ahora te digo yo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
          En esa frase se repite la misma palabra: “piedra”: cuando Jesús le dice “quién es ahora Simón”, y cuando la utiliza directamente: “sobre esta piedra”. En realidad Mateo está ahora expresando lo mismo que San Juan había expresado en el primer encuentro que tuvo con Simón, conducido por su hermano Andrés: “Tú eres Simón; tú te llamarás PEDRO” (=piedra). [La palabra original es CEFAS e indica una piedra rocosa, distinta de LITHOS que expresaría un guijarro del camino. Jesús está expresando que Pedro va a ser roca firme sobre la que va a realizar su obra: su Iglesia, indestructible por las fuerzas del mal].

          El cambio del nombre es decisivo en la Biblia. Cuando Dios cambia un nombre es para designar una misión, una vocación. A Simón, el pescador, Jesús lo designa ahora piedra o fundamento de esa futura Iglesia que va a edificar. Y para la que le da plenos poderes: te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. “Atar-Desatar” son los dos extremos de una acción. En esa imagen se abarca todo lo intermedio entre atar y desatar. Por eso expresa plenos poderes. En esa Iglesia –que es la Iglesia de Jesucristo- Pedro va a ser el continuador, el representante, el Vicario. Al no quedarse Jesucristo en la tierra (porque él se va al Cielo), deja en su lugar y con su misma autoridad a Pedro: Se me han dado plenos poderes en el cielo y en la tierra; como el Padre me envió así os envío yo. Y Pedro va como cabeza de sus compañeros (TÚ eres Pedro sobre ESTA PIEDRA edificaré mi Iglesia) y como cabeza que se prolonga en la historia a través de sus sucesores.

          Esa es la gran importancia que tiene esta fiesta, que celebra a los dos grandes apóstoles Pedro y Pablo, que viene a unir a la cristiandad en torno a las dos columnas de la Iglesia.

          Un día también para focalizar nuestra atención en el “Pedro” actual, el Papa, que hoy sigue siendo la PIEDRA de la Iglesia, al que debemos la debida veneración los cristianos católicos, aglutinados bajo su cayado de Pastor de la Iglesia Universal. Y en este sentido habría que recordar a todos los católicos que la actitud ante el Papa y sus enseñanzas ha de ser de obediencia humilde y reconocimiento pleno hacia el “actual Pedro”, Vicario HOY de Jesús en la tierra.

martes, 28 de junio de 2016

28 junio: ¿Quién es Este?

Liturgia
          Amós se presenta como profeta de desgracias. Ya ayer lo hacía pensando que no podría Dios perdonar a un pueblo que cometía abominaciones. Hoy continúa 3, 1-8; 4, 11-12 exponiendo recuerdos de grandes momentos del pueblo, como la liberación del Mar Rojo o la situación vivida en Sodoma y Gomorra, para manifestar a Dios liberador pero mal correspondido. El SALMO viene a poner luz en toda esa secuencia, encomendándonos al Señor: Guíame con tu justicia…; Tú no eres un Dios que ame la maldad; detestas a los malhechores, pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa…

          El evangelio (Mt. 8, 23-27) nos trae el suceso del Lago, cuando Jesús iba en la barca con sus discípulos. Pero lo que hubiera podido ser una travesía normal se convierte en una pesadilla porque se levanta un gran temporal, tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas. Una descripción muy gráfica de la situación de aquella barca que estaba a punto de zozobrar. Nos dice el evangelista que Él dormía, por más que nos parezca imposible.
          Los discípulos lo despertaron de mala manera, gritándole: Señor, sálvanos, que nos hundimos.
          Es para imaginar los momentos anteriores cuando los apóstoles pretenden solucionar el caso con sus conocimientos del medio, hasta que aquello se pone tan encrespado e imposible de salir del atolladero humanamente. Cuando se dirigen a Jesús es verdaderamente porque se hunden.
          Todavía Jesús les bromea y los llama cobardes y les dice con énfasis que tienen poca fe. Se me antoja esa situación de las almas espirituales cuando pasan una crisis en la que sufren mucho pensando que se alejan de Dios porque llegan de pronto a pensar que han perdido su comunicación con él. Y claman entonces llenas de angustia… Jesús les saldrá al paso y les bromeará también: ¡Cobardes! ¡Qué poca fe! Es que la realidad es que Jesús, aunque parece dormido, está muy vivo y vigilante…
          Se puso en pie (que ya era llamativo en aquellas circunstancias en que a duras penas se mantenían los apóstoles seguros en la barca), increpó a los vientos y al lago y vino una gran calma.
          Es la experiencia de esas almas cuando les pasa de largo su tempestad interior, y allí donde todo lo habían visto negro, se hace la luz y de pronto se vuelven a encontrar con el mar de su amargura que se ha echado a sus pies, y que su alma vuelve a encontrar al sol que luce en el horizonte.
          Y las almas que pasaron ese “casi naufragio” se quedan preguntándose entonces qué les ha pasado… O sencillamente, admirados se preguntan: quién es este… Y es que la experiencia profunda mística bascula entre esas dos realidades: de una parte pasa el alma la “noche oscura” y de otra palpa a Dios y se admira de él…, se asombra…, se pregunta: Quién es Este. Porque es algo sublime toparse entonces con la maravilla que es el Señor, y vivir esa doble realidad misteriosa de saber lo dulce y suave que es el Señor y, a la par, saber que no puede entenderlo, abarcarlo, “aprehenderlo”. ¿Quién es Este? es la pregunta íntima, gozosa, llena de luz y misterio, porque es la doble realidad de poseer y no poseer, de tener cogido al Señor y sin embargo saber que está siempre “más allá”. Que es el Jesús íntimo pero “más grande”, que se experimenta dentro de uno mismo como algo propio y, a la vez, no cabe en el mundo…; que es beber el agua fresca del manantial hasta saciarse, pero no estar definitivamente saciado…, y saber que hay que volver al agua que nunca se agota ¿Quién es éste? Y tendremos pregunta que nunca queda respondida en totalidad porque más allá de nuestra vivencia, estamos ante EL INFINITO.
          Hasta el viento y el agua le obedecen, dijeron en su admiración aquellos 12 hombres, recién salidos de su enorme susto, y sin reponerse todavía, porque no saben si esta calma que ahora disfrutan es tan real… ¡No saben si les ha conmovido más la zozobra de la barquichuela o esta figura de Jesús que, puesto en pie en la barca, ha dominado la tempestad, los vientos y al Lago!


          Para muchas almas, hay una síntesis que le expresa la cercanía y la Majestad: EL CORAZÓN DE JESÚS. Ahí encuentran una respuesta al: ¿Quién es este? En esa realidad, plasmada en una imagen concreta, hallan la respuesta a esa pregunta inmensa como el mar.

lunes, 27 de junio de 2016

27 junio: Más de vocaciones

Liturgia
          Hoy es uno de esos días que hacen difícil el comentario de las lecturas. Una, por su composición, que es más narrativa; y otra porque es el mismo tema de ayer.
          La 1ª, de Amós (2, 6-10. 13-16) sigue en principio un esquema que se repite diversas veces en el Antiguo Testamento: Por tres veces y por la cuarta…, para expresar una situación estable. En este caso es la del no perdón, y va diciendo en qué casos: en el abuso del pobre, en el abuso de padre e hijo que van a la misma mujer, o el abuso de las multas en el templo de Dios. Las consecuencias van a ser la del fracaso de ese pueblo que va a caer como cayeron los cedros del Líbano; derrotados sus soldados valerosos. Todo eso expresado con riqueza de imágenes para hacerlo más visible a los ojos de aquellos que escuchan al profeta.

          El evangelio que ayer seguíamos en Lucas, hoy se repite, un poco recortado, en Mateo (8, 18-22). Se trata de presentar cómo Jesús llama a que lo sigan pero sus llamadas no admiten condiciones. Él llama y el seguimiento debe ser incondicional.
          Al letrado que se viene a Jesús y le dice que te seguiré donde quiera que vayas, Jesús le pone por delante que en ese seguimiento no busque ventajas humanas ni emociones de aventuras. Que sepa de antemano que el Hijo del hombre no tiene domicilio fijo donde reclinar su cabeza. Que las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero que el Hijo del hombre vive en la plena pobreza de la incertidumbre de dónde va a pasar esa noche. Y que el seguidor suyo no puede aspirar a otra cosa, ni debe esperar ventajas humanas por ir con él.
          El texto no nos dice si se decidió finalmente a seguir a Jesús. es lo de menos. Satisfaría nuestra curiosidad pero no nos dejaría mucha novedad. Lo importante es el planteamiento que hace Jesús para que lo captemos los que vamos detrás, seguramente muy pertrechados de seguridades y provisiones humanas.
          En la vida del Padre Tarín, misionero popular, que viajaba de un sitio para otro con un simple maletín de mano con lo imprescindible, se cuenta que hubo una misión en la que no se dieron los resultados apetecidos. Y el Padre Tarín lo atribuyó a que él no había ido “sin tener donde reclinar su cabeza”…; que iba con demasiadas cosas en su bolso de mano… Dentro de que la visión es la propia de un hombre de Dios, nos deja la idea de que la obra de Jesucristo tiene que ser como él la expuso al que se le ofrecía para seguirlo.
          Otro discípulo, que ya lo era, se encuentra en un determinado momento ante el dilema de que sus hermanos se han casado y su padre ha quedado solo. Era norma social que el hijo soltero y menor se ocupara de su padre hasta su muerte. Y el discípulo se lo plantea a Jesús: el tendría que ser quien enterrara a su padre el día que muriera. Jesús, otra vez, expresa que su seguimiento es incondicional y que –teniendo otros hermanos que pueden ocuparse de su padre, él debe seguir a Jesús, tal como lo estaba haciendo: Tú, sígueme.
          Observará el lector que no hay tercera llamada como en el evangelio de Lucas que tuvimos ayer. Para el caso es igual, porque la lección es la misma. Y como yo concluía ayer, el tren pasa cuando pasa y hay que estar a pie de andén para subirse a él cuando está allí delante. No se puede dejar pasar porque lo que no consta es que haya otro tren después.
          Es de escalofrío pensar que haya familias o personas que dificultan la vocación en el momento que se ha producido. Que hoy se pretende asegurar la vida futura antes que dar el paso del sí a las llamadas de Dios. Que parece que las personas tienen es sus manos el título de “llamados” y que pueden disponer de él cuando les encaje mejor… Yo he dicho siempre que la fruta madura cuando madura y luego se pasa y no es comestible. Y la vocación tiene su momento de sazón. ¡Cuántas veces estará ocurriendo que vocaciones auténticas se han esfumado porque no se acogieron en su debido momento! Y lo que suele ocurrir es que luego queda ese pensamiento porque la vida demuestra que a Dios no se le debe negar la respuesta cuando Él llama.


          El mes del Corazón de Jesús debe poner muy delante que al Corazón hay que responderle con el corazón. No valen las razones cuando uno se asoma al Corazón de Jesucristo. Precisamente la entrada de la Misa de la fiesta habla de pensamientos del corazón, porque aunque el corazón no es el que piensa, sin embargo tiene sus grandes “razones”: las que da el amor sin condiciones.

domingo, 26 de junio de 2016

26 junio: La vocación de seguimiento

Liturgia
          El punto de coincidencia de la 1ª lectura (1Reg 19,16. 19-21) y el evangelio es el de la vocación. Elías, siguiendo una palabra de Dios, se dirige a Eliseo y, en señal de elección, le echa por encima el manto cuando Eliseo estaba arando. Eliseo no se resiste y únicamente pide que le deje ir a despedirse de su familia. Eliseo le dice que nada se lo impide. Y Eliseo quema los arados para asar la carne de los bueyes y dar de comer a sus ayudantes, y cierra así las puertas para una vuelta atrás.
          En el evangelio (Lc 9, 51-62) se narran tres vocaciones de Jesús. Uno se ofrece adonde quiera que vaya Jesús. Jesús le pone delante que seguirlo a él supone renuncias, porque el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza. Si aquel personaje siguió a Jesús fue muy a sabiendas de que una vocación a ir con él no es un paseo triunfal sino que encierra sacrificio.
          No nos dice el evangelio si finalmente siguió a Jesús.
          El otro que nos narra el evangelista está directamente llamado por Jesús, con esa palabra mágica con la que llamó a sus apóstoles: Sígueme. El individuo en cuestión puso una dificultad a seguir la llamada: que según las costumbres de aquella cultura él había quedado para cuidar a su padre hasta que muriera. Jesús le insiste que, teniendo hermanos, ellos sean los que se ocupen del padre; tú vete a anunciar el reino de Dios. Prevalece la llamada que hace Jesús a las costumbres sociales.
          Tampoco dice el texto si acabó siguiendo la llamada.
          El tercer caso es el de uno que viene a ofrecerse: te seguiré… Pero simultáneamente pone una condición (la misma que pidió Eliseo: ir a despedirse de su familia). Pero Jesús no está de acuerdo con esa forma condicionada de ofrecerse: Voy, PERO… Porque a Dios no se le pueden poner condiciones. Y Jesús responde: Quien pone su mano en el arado y mira atrás, no es apto para el reino de los cielos. Quiere decir que en la nueva era el seguimiento de la vocación pide más que lo que se le había concedido fácilmente a Eliseo. Es el misterio de la vocación: que está madura cuando lo está, y que si no se sigue en su momento, se pasa. Es como el que va a viajar y tiene que estar en el andén para cuando llegue el tren. Si no está preparado el tren se va sin él.
          Tampoco nos dice San Lucas qué pasó, pero queda más claro que aquí aquella persona “perdió el tren”
          Hay otra parte en este evangelio que es digna de consideración: habían de pasar desde Galilea a Judea y tenían que hacerlo por Samaria. Esta vez se le cruzan los cables a los pobladores de un lugar y le impiden el paso por aquella pelea que los samaritanos tenían con los judíos. Juan y Santiago, muy vehementes, le preguntan a Jesús si piden que llueva fuego del cielo que abarse a aquel poblado.
          Dice el evangelista que Jesús les regañó No era aquella violencia el estilo de Jesús. Para quien es misericordia y bondad, no le iban para nada aquellas formas que pretendían los dos apóstoles. Y la solución fue dar un rodeo y pasar por otro lado. No había que buscar pelea cuando era fácil dar solución pacífica. Una lección muy digna de Jesús, que busca poner amor y bondad.
          Va muy en línea con la exhortación de Pablo en la 2ª lectura, en que advierte a los fieles de Galacia (4, 31-5, 1. 13-18) que vivan la libertad que hace esclavos del amor. Porque si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente. Es un consejo que podemos traspasar a la actualidad, para superar las tensiones que se originan a la vuelta de la esquina por la agresividad galopante que se detecta en la sociedad. La crítica, la maledicencia, hacen estragos entre las familias y los diversos centros de reunión, que acaban –como dice Pablo- destruyendo la buena relación que debe reinar entre las personas educadas.
          Quiera el Corazón de Jesús marcarnos hoy con el fuego de su Eucaristía para que vivamos  un respeto mutuo que conduzca al amor y a la relación fraternal de unos con otros, bien sea porque vivimos unidos en la Eucaristía, bien porque queremos atraer a ella a quienes están apartados o viven como si Jesús no se hubiera entregado por amor a la humanidad.








          Envía, Señor, vocaciones a tu Iglesia.

-         Para que las familias creen ambiente en el que se pueda desarrollar una vocación de seguimiento de Jesús, Roguemos al Señor.

-         Para que en los jóvenes haya valentía y decisión para secundar una llamada de Jesús, roguemos al Señor.

-         Para que todos seamos fieles y generosos para servir al Señor en la misión a la que nos llama, Roguemos al Señor.

-         Para que hoy seamos muy responsables en la emisión de nuestro voto, buscando el mayor bien para la nación, Roguemos al Señor.


Damos espíritu pacífico y pacificador por el que imitemos la bondad y misericordia de Jesucristo, y obedezcamos a sus diferentes llamadas.

        Lo pedimos por el mismo Jesucristo N. S.

sábado, 25 de junio de 2016

ZENIT 25: Amor borra prejuicios

El papa Francisco ha concluido la segunda jornada de su viaje a Armenia con un encuentro ecuménico y oración por la paz en la plaza de la República de la capital, Ereván. En encuentro en el que el Santo Padre ha pedido que  se retome el camino de reconciliación entre el pueblo armenio y el pueblo turco, y que la paz brote también en el Nagorno Karabaj, la zona de conflicto con Azerbaiyán.
El Pontífice, reflexionado sobre la unidad entre las Iglesias, ha recordado que en los años pasados, se han intensificado las visitas y los encuentros “entre nuestras Iglesias, siendo siempre muy cordiales y con frecuencia memorables”. Además, ha explicado que la unidad no es un beneficio estratégico para buscar mutuos intereses, “sino lo que Jesús nos pide y que depende de nosotros cumplir con buena voluntad y con todas las fuerzas, para realizar nuestra misión”, es decir, “ofrecer al mundo, con coherencia, el Evangelio”.
El encuentro se ha celebrado en armenio e italiano y después de la oración del Padre Nuestro, cada uno en su lengua, y las lecturas, también el Catholicós Karekin II, ha dirigido unas palabras a los presentes, invocando la paz y animando a la unidad.   Por su parte, el Papa ha asegurado que ha llegado a este país, el primero en abrazar la fe cristiana, como peregrino y para mostrarles el “afecto de vuestro hermano, es el abrazo fraterno de toda la Iglesia Católica, que os quiere y que está cerca de vosotros”.
El Santo Padre ha invitado a compartir con gran alegría los muchos pasos de un camino común que ya está muy avanzado, y mirar con confianza al día en que “estaremos unidos junto al altar del sacrificio de Cristo, en la plenitud de la comunión eucarística”.
En este trayecto, ha observado Francisco, preceden de forma particular los mártires, “nuestras estrellas en el cielo”, que “resplandecen sobre nosotros” e “indican el camino que nos falta por recorrer en la tierra hacia la comunión plena”.
A propósito de la unidad, el Papa ha indicado que “es hermoso estar aquí reunidos para rezar unos por otros, unos con otros”. Por eso ha precisado que es, sobre todo, el don de la oración el “que he venido a pediros esta tarde”. Solo el amor, ha indicado el Papa, borra los prejuicios y permite reconocer que la apertura al hermano purifica y mejora las propias convicciones.  Estamos llamados  –ha asegurado– a tener la valentía de dejar las convicciones rígidas y los intereses propios, en nombre del amor que se abaja y se da, en nombre del amor humilde. Y ha pedido seguir este camino con determinación y correr hacia la plena comunión. 
Por otro lado, reflexionando sobre la paz, el Papa ha dirigido su pensamiento a las poblaciones forzadas a abandonar todo, de modo particular en Oriente Medio, donde sufren violencia y persecución a causa del odio y de conflictos, fomentados siempre “por la plaga de la proliferación y del comercio de armas”, “por la tentación de recurrir a la fuerza” y “por la falta de respeto a la persona humana, especialmente a los débiles, a los pobres y a los que piden sólo una vida digna”.
A continuación, ha hablado nuevamente del “Gran Mal” que abatió a Armenia, asegurando que “este trágico misterio de iniquidad que vuestro pueblo ha experimentado en su carne, permanece impreso en la memoria y arde en el corazón”. Y recordar el sufrimiento de este pueblo, ha asegurado Francisco, no es solo oportuno, sino necesario. Y así pueda ser una advertencia “para que el mundo no caiga jamás en la espiral de horrores semejantes”.
Asimismo ha subrayado que las heridas que permanecen abiertas y que han sido producidas por el odio feroz e insensato, pueden “conformarse a las de Cristo resucitado”.  Y ha indicado que también el dolor más grande, transformado por el poder salvífico de la cruz, de la cual los Armenios son heraldos y testigos, “puede ser una semilla de paz para el futuro”.
El Pontífice ha invitado a todos a comprometerse para poner las bases de un futuro que no se deje absorber por la fuerza engañosa de la venganza. Un futuro, “donde no nos cansemos jamás de crear las condiciones por la paz”: un trabajo digno para todos, el cuidado de los más necesitados y la lucha sin tregua contra la corrupción, que tiene que ser erradicada.
Para finalizar el Santo Padre, saludando también a los armenios en la diáspora, les ha asegurado que todo el mundo necesita de su mensaje, presencia y testimonio más puro.
Antes del encuentro ecuménico, el Pontífice y el Catholicós visitaron la Catedral Armenia Apostólica “Yot Verk”. Allí fue recibido por el Catholicós y ambos entraron en procesión. En el interior de la Catedral había algunos obispos Armenio-Apostólicos y un pequeño grupo de discapacitados y refugiados sirios. Francisco y Karekin II se detuvieron en oración silenciosa frente al ícono mariano de las siete llagas y después veneraron el Crucifijo. Al final, el Papa impartió la bendición. A la salida, el Santo Padre recibió un regalo de una benefactora argentina y se dirigió a la Catedral de los Santos Mártires.

La Catedral Armenia Católica de los Santos Mártires de Gyumri, también está en la plaza Vartanants. A la entrada les estaban esperando el Ordinario para los Armenios Católicos de la Europa Oriental, el arzobispo Raphael François Minassian, y el párroco. En el interior de la Catedral había algunos benefactores de la Iglesia Armenio Católica. Después de la entrada en procesión y de la oración del Papa, el Catholicós impartió la bendición.

25 junio: No soy digno

Liturgia
          Se corta la descripción del 2º libro de los Reyes: han sido dos días de relatos muy dolorosos sobre la suerte de Jerusalén. [Ayer no lo tuvimos por la celebración de la solemnidad de Juan Bautista, pero la lectura que hubiera correspondido es el desastre definitivo de la gran Ciudad, asediada por Nabucodonosor]. Al principio se llevó sólo a gentes destacadas de la ciudad y los vasos sagrados del Templo. Después acabó llevándose desterrada la plebe, y humillando y vejando al rey de Jerusalén.
          Ante todo eso Jeremías prorrumpe en lamentaciones (2,2. 10-14. 18-19), que son las que recoge hoy la liturgia en la 1ª lectura, como un resumen del dolor de un pueblo, con sus ancianos, sus doncellas, sus muchachos y sus niños, con lágrimas amargas como la hiel. Son la tremenda descripción del dolor de una ciudad aplastada por el enemigo: Inmensa como el mar es tu desgracia, dice el profeta Jeremías.
          En realidad es un texto para leerlo despacio y meterse en la piel de aquellas gentes y sentirlo como ese profundo lamento ante el sufrimiento irreprimible e inevitable.
          El SALMO vendrá a hacerse eco de ese dolor al dirigirse a Dios: No olvides sin remedio la vida de tus pobres. Ya no queda fuerza humana en la que poder esperar, pero el alma se vuelca en Dios exponiendo el llanto del alma y suplicando la ayuda que sólo de Dios puede esperarse.

          En otro orden de cosas, aquel centurión romano que acudió a Jesús (Mt 8, 5-17) era también un hombre angustiado por la enfermedad de un subordinado que yace en cama paralítico y sufre mucho. Con esa palabra se llega hasta Jesús, confiando que sólo Jesús le queda como última solución.
          Jesús lo escucha y se ofrece a ir a su casa para curarlo.
          Pero el centurión, con una humildad y un razonamiento que llama la atención por su fe, le dice a Jesús que no es necesario que baje a la casa. Y le expone su razonamiento: Con una palabra tuya, basta. Di una palabra y mi criado quedará sano. Porque yo tengo subordinados a mis órdenes, y yo les mando y ellos hacen…
          Jesús se quedó admirado del centurión romano. La verdad era que en Israel no había encontrado una fe semejante. Entonces Jesús le dijo: Anda, vuelve a tu casa y que se haga conforme a tu fe. Jesús enseñó que la fe ha de ser tal que al pedir ya tenga uno la certeza de que aquello se realiza. Pues bien: esa realidad la ha palpado Jesús en aquel hombre romano, que no estaba educado en la fe de Israel, y sin embargo esa fe en él era superior a la de los mismos judíos.

          Se completa el relato evangélico con dos hechos que Mateo los da de corrida sin detenerse en detalles: uno es que al regresar a la casa (de Pedro) se encuentra con que la suegra de éste está en cama con fiebre. La toma de la mano y se le pasa la fiebre, y está en disposición de servirles a Jesús  y sus discípulos.


          Al atardecer se le vienen las gentes con sus enfermos y familiares poseídos por el demonio y los fue curando. Mateo, en su deseo de hacer ver a la comunidad judía que eso era lo que estaba anunciado del Mesías por el profeta Isaías, escribe: Él tomó sobre sí nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.

viernes, 24 de junio de 2016

24 junio: San Juan Bautista

Liturgia: SAN JUAN BAUTISTA. Solemnidad
          Celebramos el nacimiento de Juan, a diferencia de los Santos de los que se celebra su muerte. Tres nacimientos celebra la liturgia: el de Jesús, el de María y el de Juan, los tres que nacieron sin pecado. Jesús, porque no podía pecar porque es Dios. María, por su privilegio de concepción inmaculada, y Juan Bautista porque fue santificado (lleno de Espíritu Santo) en el seno de su madre. Ellos tres llegaban ya a la vida en amistad con Dios. Mientras que los santos llegaron a culminar su amistad con Dios a través de su vida y el triunfo de su muerte, que era lo único que ya les separaba de la posesión de Dios.
          La 1ª lectura de hoy (Is 49, 1-6) es una profecía que se aplica al Bautista por sus coincidencias con la realidad; estaba yo en el vientre y el Señor me llamó, en las entrañas maternas y pronunció mi nombre. En efecto, Juan es santificado en el vientre de su madre, y trae ya un nombre impuesto por Dios.
          El evangelio (Lc 1, 57-66. 80) nos describe la perplejidad de los parientes y conocidos cuando ellos llamaban “ben Zacarías” al niño recién nacido y que va a ser circuncidado (momento de la imposición del nombre), y su madre Isabel se planta y dice que su hijo se va a llamar JUAN. (Así lo anunció el ángel en el Templo a su padre Zacarías). Los parientes no la creen y se resisten y optan por preguntarle al padre cómo se va a llamar el niño. Y Zacarías toma una tablilla y escribe: no que “se va a llamar” sino que JUAN ES SU NOMBRE. No es que los padres eligen el nombre. El nombre viene ya dado y su nombre ES…
          Se maravillan las gentes y quedan sobrecogidas. Eran conscientes en aquella cultura que una cosa así revelaba una intervención de Dios. De ahí que entonces se preguntaran: Qué va a ser este niño. Pues estaban ante un hecho que se salía de lo corriente y de lo natural. Se encontraban, en efecto, con LO SOBRENATURAL. Y la pregunta de qué va a ser ese niño caía de su peso: Porque la mano de Dios estaba sobre él.
          San Pablo -2ª lectura: Hech 13, 22-26- empieza describiendo a David, antepasado de Cristo, el Mesías. Y a continuación nos presenta  a Juan, que –antes de que llegara el Mesías- predicó a todo Israel un bautismo de conversión, y cuando estaba para acabar su vida, decía: Viene detrás de mí uno a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias –oficio de los esclavos y sirvientes de los señores-. El Bautista era consciente de su papel de anunciador-precursor de la venida de Jesús, y realizó su misión como tal. Y vivió lo que providencialmente tenía que vivir, y luego desaparece de la historia directa de Israel, a manos del sanguinario Herodes. Ya había llegado el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios, y Juan ha acabado su misión. Hecho que también lo hace grande porque hizo lo que tenía que hacer y desapareció cuando Jesús estuvo ya en la obra directa de la redención. Y declaró expresamente, cuando fue preguntado, que él no era el Mesías, y que él era sólo la voz que clama para preparar el camino al Señor. Jesús dijo de Juan que era el más grande de los hombres hasta entonces, aunque nos dejó abierta la puerta para que los que estamos ya en la era de la redención tengamos una importancia notable, mayor que el mismo Juan Bautista.
         
          En el rango litúrgico no sólo es SOLEMNIDAD (que es lo máximo que hay en liturgia) sino que tiene doble formulario de Misas, uno para la tarde previa a la fiesta y otro para la fiesta del día 24. Quiere decir que la figura del Bautista no se glosa suficientemente de una tacada, y que por eso se desdobla en dos partes.

          Y aparte, en agosto tendrá otra fiesta para celebrar su martirio, de modo que no se pase de largo que dio su vida por su fidelidad a la verdad.

jueves, 23 de junio de 2016

Último Boletín del Curso
Último Boletín del CURSO

23 junio: La casa sobre roca

Liturgia
          Uno de los desastres más notorios contra el pueblo de Dios fue la deportación a Babilonia. Se nos narra la historia en la 1ª lectura del 2Reg 24, 8-17. Nabucodonosor sitió a Jerusalén y el rey de Jerusalén se rindió al rey  de Babilonia. Y el rey deportó a los principales del pueblo, a los ricos, a los generales, a los profesionales…, dejando solamente a la plebe.
          Tremendo era eso. Pero mayor fue el desastre contra los elementos sagrados y los tesoros del Templo, que fueron expoliados, destruidos algunos. Y si apretamos más, la gran desgracia fueron las consecuencias en un pueblo que se enfrió en la fe de su Dios e hizo lo que a Dios desagradaba: emparentaron con las mujeres babilónicas y profanaron el nombre de Dios. Y luego, los siglos que duró aquella desgracia. Por eso he dicho que fue uno de los peores desastres que sufrió Israel en su historia.

          El evangelio (Mt 7, 21-29) encierra una enseñanza básica. Hay “religiosidades” vacías, de mucha palabrería y apariencia pero de muy poca profundidad. Jesús lo expresa en esa advertencia de quienes se dirigen a él: “Señor, Señor”. Advierte: no todos esos entrarán en el Reino de los cielos, por muchos titulillos que pretenda sacar a su favor: he profetizado en tu nombre, he hecho milagros, he echado demonios… A todos esos les diré que no los conozco.
          El único título que vale es el de hacer la voluntad de mi Padre que está en el Cielo. Y hace la voluntad de mi Padre quien practica de acuerdo a su voluntad.
          E inventa sobre la marcha una parábola, la de la casa construida sobre roca, en contraposición a la construida sobre arena. La que está cimentada en roca firme, permanece cuando surgen las dificultades: vientos, avenidas de los ríos… Y saliéndose de la parábola, estamos ante la persona arraigada en la verdad y en la sinceridad. Pueden sucederle dificultades, contradicciones, golpes que tambalean…, pero “la casa no se hunde”, la fe no se pierde, la práctica cristiana no se abandona.
          Lo que no deja de ser un reclamo de importancia. Porque no es extraño escuchar a personas que marchaban bien y muy bien en su vida, y en un momento determinado han sufrido un revés, y en consecuencia se han venido abajo, han dejado sus prácticas, se han abandonado… Y sus finales son malos porque no estaban cimentados en roca. Algo fallaba en todo ese conjunto de cosas que parecían tan firmes.
          Por eso Jesús habla también de la casa construida sobre arena, que cuando se salen los ríos o soplan los vientos, dan contra la casa y se hunde totalmente. Por eso es para pensar dónde está enraizada nuestra fe y nuestra práctica. Para que siempre estemos muy aferrados a la verdad, que no depende de los envites de las dificultades.

          Esta lectura está en el ritual de matrimonio y cuando se les advierte a los contrayentes el sentido tan profundo que tiene, suelen elegirla como evangelio de su boda. ¡Y mucho tendrían que meditarla porque un matrimonio es una “casa” (=hogar) que se construye con muchas ilusiones y hay que plantearse a fondo qué raíces son las que sostienen esos impulsos y emociones primeras. Que no se resuelve la vida de dos enamorados con repetirse las palabras: “Amor, amor” sino cuando cada parte se toma en serio la voluntad y gustos del otro. Y cuando eso se ahonda, esa “casa” se está construyendo sobre roca. Lo contrario (¡y bien que se ve en la realidad!) es construir sobre arena lábil, que se varía de la mañana a la tarde como las dunas de una playa.

          La gente se entusiasmaba con las explicaciones que daba Jesús. Y al terminar este discurso esas gentes se admiraban de su enseñanza porque experimentaban la seguridad que les daba aquella fuerza y aquella densidad con que hablaba Jesús, tan distinta de las peroratas de los doctores de la ley, tan carentes de autoridad.


          Con este texto se acaban los tres capítulos esenciales de San Mateo en los que se ha volcado la esencia del Reino de Dios. Nos queda por delante asimilar hechos y dichos de Jesús para que conociéndole internamente más le amemos y le sigamos, como San Ignacio nos repite una y otra vez en sus contemplaciones del libro de los Ejercicios.

miércoles, 22 de junio de 2016

ZENIT 22: Audiencia de los miércoles

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
“Señor, si quieres, puedes purificarme!” (Lc 5, 12): Es la petición que hemos escuchado dirigir a Jesús por un leproso. Este hombre no pide solamente ser sanado, sino ser “purificado”, es decir, resanado integralmente, en el cuerpo y en el corazón. De hecho, la lepra era considerada una forma de maldición de Dios, de impureza profunda. El leproso tenía que estar lejos de todos, no podía acceder al templo ni a ningún servicio divino. Lejos de Dios y lejos de los hombres. Triste vida hacía esta gente.
A pesar de eso, ese leproso no se resigna ni a la enfermedad ni a las disposiciones que hacen de él un excluido. Para llegar a Jesús, no temió infringir la ley y entrar en la ciudad, cosa que no tenía que hacer, que era prohibido, y cuando lo encontró “se postró ante él y le rogó: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme’”.
¡Todo lo que este hombre considerado impuro hace y dice es expresión de su fe! Reconoce el poder de Jesús: está seguro que tiene el poder de sanarlo o que todo depende de su voluntad. Esta fe es la fuerza que le han permitido romper toda convicción y buscar el encuentro con Jesús, arrodillándose delante de Él y llamarlo ‘Señor’.
La súplica del leproso muestra que cuando nos presentamos a Jesús no es necesario hacer largos discursos. Bastan pocas palabras, siempre y cuando estén acompañadas por la plena confianza en su omnipotencia y en su bondad. Confiarse a la voluntad de Dios significa de hecho entrar en su infinita misericordia.
Aquí hago una confidencia personal: por la noche, antes de ir a la cama, rezo esta breve oración: “Señor si quieres puedes purificarme” y rezo cinco Padre Nuestro, uno por cada llaga de Jesús, porque Jesús nos ha purificado con las llagas. Esto lo hago yo, y lo pueden hacer también todos en su casa. Y decir: “Señor, si quieres puedes purificarme”. Pensar en las llagas de Jesús y decir un Padre Nuestro por cada una. Y Jesús nos escucha siempre.
Jesús es profundamente tocado por este hombre. El Evangelio de Marcos subraya que “Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: ‘Lo quiero, queda purificado’”(1,41). El gesto de Jesús acompaña sus palabras y hace más explícita la enseñanza. Contra la disposición de la Ley de Moisés, que prohibía acercarse a un leproso  (cfr Lv 13,45-46), Jesús, contra la prescripción, extiende la mano e incluso lo toca.
¡Cuántas veces encontramos a un pobre que viene a nuestro encuentro! Podemos ser incluso generosos, podemos tener compasión, pero normalmente no lo tocamos. Le damos una moneda, pero evitamos tocar la mano, la tiramos ahí. ¡Y olvidamos que eso es el cuerpo de Cristo! Jesús nos enseña a no tener miedo de tocar al pobre y excluido, porque Él está en ellos.
Tocar al pobre puede purificarnos de la hipocresía e inquietarnos por su condición. Tocar a los excluidos. Hoy me acompañan aquí estos chicos. Muchos piensan de ellos que sería mejor que se hubieran quedado en su tierra, pero allí sufrían mucho. Son nuestros refugiados. Pero muchos les consideran excluidos. Por favor, son nuestros hermanos. El cristiano no excluye a nadie, da sitio a todos, deja venir a todos.
Después de haber sanado al leproso, Jesús le pide que no hable con nadie, pero le dice: “Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio” (v. 14).
Esta disposición de Jesús muestra al menos tres cosas. La primera: la gracia que actúa en nosotros no busca el sensacionalismo. Normalmente esta se mueve con discreción y sin clamor. Para medicar nuestras heridas y guiarnos en el camino de la santidad, esta trabaja modelando con paciencia nuestro corazón sobre el Corazón del Señor, para asumir cada vez más los pensamientos y los sentimientos.
La segunda: haciendo verificar oficialmente la sanación a los sacerdotes y celebrando un sacrificio expiatorio, el leproso es readmitido en la comunidad de los creyentes y en la vida social. Su reintegro contempla la sanación. ¡Como él mismo había suplicado, ahora está completamente purificado! Finalmente, presentándose a los sacerdotes el leproso les da testimonio sobre Jesús y su autoridad mesiánica. La fuerza de la compasión con la que Jesús ha sanado al leproso ha llevado la fe de este hombre a abrirse a la misión. Era un excluido ahora es uno de nosotros.
Pensemos en nosotros, en nuestras miserias. Cada uno tiene la propia, pensemos con sinceridad. ¡Cuántas veces las cubrimos con la hipocresía de las “buenas maneras”! Y precisamente entonces es necesario estar solos, ponerse de rodillas delante de Dios y rezar: “Señor, si quieres, puedes purificarme”. Y es necesario hacerlo, hacerlo antes de ir a la cama, todas las noches. Y ahora hacemos esta bonita oración: ‘Señor si quieres, puedes purificarme’. Todos juntos, tres veces, todos: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme. Señor, si quieres, puedes purificarme. Señor, si quieres, puedes purificarme’. Gracias”.

22 junio: Por sus frutos los conoceréis

Liturgia
          2Reg. 22, 8-13; 23 1-3: Admira la enorme devoción que supuso reencontrar el Libro de la Ley. Unos se lo van pasando a otros hasta que es el propio rey quien sanciona la importancia del hallazgo y convoca a sacerdotes, ancianos y pueblo –chicos y grandes- para leer el Libro de la Alianza, sellando ese Pacto sagrado con Dios y comprometiéndose a seguirlo en todos sus preceptos, normas y mandatos con todo el corazón y reparando el fallo de los antepasados que no lo vivieron. Finalmente el pueblo entero se comprometió a acatar la Alianza en todas sus cláusulas.
          Lo que llama la atención es la veneración que se presta a ese Libro de la Ley y cómo los diferentes estamentos van aceptándolo y asumiendo religiosamente.

          Siguen los diversos pensamientos de Jesús que ya se habían empezado a ver. Mt 7, 15-20 nos empieza presentando la advertencia de Jesús sobre los falsos profetas, que se presentan con piel de oveja pero que, en la realidad, son lobos rapaces. El falso profeta se presenta engañosamente. Sabe que si se presentara de frente no iba a conseguir nada. Por eso se presenta con piel de oveja de manera que no pudieran advertirlo en un primer momento. Luego, cuando ya tiene cogida a su víctima es cuando le suelta la dentellada, como propio de lobos rapaces. Jesús lo advierte para que no se engañe nadie. ¿Pensaba en los fariseos, siempre hipócritas, que actuaban entre las gentes con apariencias de buenos, pero engañaban y se aprovechaban de su título de “maestros” (rabinos)?
          Luego completa el pensamiento advirtiendo que las uvas no se cosechan en las zarzas ni los cardos dan higos. Cada árbol da el fruto que le corresponde. Y dentro de eso, el fruto es bueno o es malo, dependiendo de que el árbol esté sano o esté dañado.
          Las obras de cada momento corresponden a la calidad del árbol. Un árbol sano da frutos sanos; un árbol dañado da malos frutos. Y el árbol que no sirve, es arrancado y echado al fuego.
          Hay que volver a preguntarse si tenía en su mente a los fariseos como “árboles” de apariencias buenas pero en los que al final se encuentran hojas pero no higos. Que ahí puede estar toda aquella “parábola en acción” de la higuera en la que no pudo encontrar fruto.
          Pero nos quedaríamos muy lejos de la reflexión a la que nos llama la Palabra viva de Dios si nos quedáramos pensando en los fariseos y no hiciéramos una retrospección sobre nosotros mismos, y ver y analizar nuestros frutos. Y por nuestros frutos mirar al fondo de este “árbol”… Que no se trata de que sea “árbol malo” sino “dañado”, es decir, que debiendo dar mejores frutos nos quedemos en ser candiles cuando por vocación somos estrellas. Esta es la reflexión que debe siempre de inquietarnos sanamente, no para perder paz sino para alcanzar más paz, la que procede de tener la conciencia abierta a los detalles propios de la finura del amor.
          Por seguir el ejemplo del “árbol”, podríamos decir que una cosa es el árbol bravío que, aunque bueno, es bravío: su fruto no es de buena presencia ni agradable de comer. Y no hay que arrancar ese árbol, pero hay que “injertarlo” para que los frutos que dé sean sabrosos y jugosos.
          Así nos quiere Jesús. Y ya no nos hemos quedado en la materialidad del “árbol bueno o malo”, sino que nos hemos planteado el “árbol mejor”, el que agrada a Dios, el que es propio del seguimiento de Jesús.

          La conclusión final de Jesús es que por sus frutos los conoceréis, y nosotros estamos planteando dar los mejores frutos, porque así honramos mejor a Jesús y porque nosotros tenemos la satisfacción más fuerte de presentarle a Jesús la bandeja de buenos frutos, que él espera de nosotros, y para la que nos ha puesto delante estas enseñanzas. Pueden pasarse un poco de largo, de carretilla. O pueden interiorizarse al estilo de todo este discurso de Jesús, con el que él está estableciendo las bases fundamentales de su vida y de la de sus discípulos.

martes, 21 de junio de 2016

21 junio: La puerta estrecha

Liturgia
          Una 1ª lectura larga: 2Reg 19, 9-11. 14-21. 31-36 con una bravata del enemigo de Israel, el rey de Asiria, que amenaza al rey de Judá, Ezequiel, con destruirlos si no se entregan: Que no te engañe tu Dios pensando que Jerusalén no caerá en manos de Asiria. Ezequiel se lo hace llegar al profeta Isaías, quien afirma que Dios se burla de eso. De hecho, cuando el ejército de Asiria cerca la ciudad de Jerusalén, mueren ciento ochenta y cinco mil hombres en una noche sin haberles presentado batalla. Y Jerusalén no cae en manos del enemigo y se retira. Había proferido sus palabras contra Dios, y se las tiene que tragar. Dios no engaña y ha salido a favor de Jerusalén, que no cae en las manos del rey de Asiria.

          El evangelio (Mt 7, 6. 12-14) es un puñado de frases lapidarias: No echéis lo santo a los perros ni vuestras perlas a los cerdos. Hay personas que no son idóneas para recibir la Palabra de Dios porque la pisotean y luego se vuelven contra el que se la ha dado y lo destrozan.
          Tratad a los demás como queréis que ellos os traten: en esto consiste la Ley y los Profetas. Sólo con ese principio y norma de acción ya sería estar dentro de la ley de Dios y del reino que viene a presentar Jesucristo.
          Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos. Es la parte más ampliamente presentada por Jesús en este ramillete de principios de vida.
          “Entrad por la puerta estrecha”. El evangelio es una puerta estrecha. Quien piense que el evangelio se vive “de corrida” está muy equivocado. Quien pretende un evangelio fácil, dulce, está totalmente equivocado. Está en la línea de Simón Pedro que se asustó y se escandalizó cuando Jesús le habló de sacrificio y cruz. El evangelio es para todos pero el evangelio no es de todos. A todos les llega, pero muchos lo rechazan ya de entrada. Y no porque expresamente lo rechacen sino porque quieren convertirlo en un colchoncito de piedad personal. Que es mucho peor. Porque quien lo rechaza, ya se sabe dónde está. Pero el que parece acogerlo pero lo quiere suavizar y manipular, está en peor situación, porque vive en el engaño. O aceptamos que el evangelio es PUERTA ESTRECHA y por tanto hay que dejarse un tanto la piel en ese paso, o estamos negando la misma afirmación de Jesucristo.
          Y ya advierte él que pocos dan con esa puerta. Pretendiendo caminar por unas anchas avenidas gratificantes, ni advierten dónde está la puerta. Y se pasan de largo. Por eso pocos dan con ella, dice Jesús. El camino vulgar es muy ancho y lo escogen muchos porque les es más cómodo. Por eso puede ser que seles esté dando lo santo a los perros, y acaban volviéndose en contra.
          El camino del Evangelio y la puerta del Reino son estrechos: exigen, aprietan. Para quienes caminan por ellos no son tan difíciles ni tan mortificantes… Ya se han estrechado a sí mismos y pueden pasar por ellos con garbo. Ahí están los santos. Los canonizados y los que no lo son oficialmente o públicamente pero que tomaron en serio la trayectoria del Evangelio. Y aunque angosto, caminan gozosamente y encuentran la otra manera de paladear lo dulce que es el Señor.
          Dice Jesús que “pocos entran por ellos”. “Los pocos” en comparación con la totalidad. Porque en realidad “los pocos” no son un puñado de seres superhumanos que viven el milagro de la puerta estrecha. “Los pocos” son muchos: todos los que acogieron de verdad el evangelio, los que abordaron sinceramente la Palabra de Jesús y la hicieron alimento de sus vidas. El Apocalipsis nos habla de una “muchedumbre incontable” bajo el número simbólico de 144,000.  Son “pocos”. Porque no se da por supuesto que el camino y la puerta angostos es cosa de poco más o menos.

          Se va concluyendo la presentación que hace Jesús del Reino, y lo que empezó con la avenida de las bienaventuranzas se va concretando en realidades que no podemos pasar por alto. Y que no están ahí para echárnoslas en cara unos a otros sino para afrontarlas honrada y religiosamente cada uno de frente al Evangelio. De frente a la persona misma de Jesús, que es quien se está retratando a sí mismo a lo largo de estas enseñanzas.

lunes, 20 de junio de 2016

ZENIT 20: Espejo antes de juzgar

Antes de juzgar a los otros es necesario mirarse al espejo y ver cómo somos. Es la invitación del papa Francisco en la misa de esta mañana celebrada en Santa Marta, la última antes del descanso por el verano. El Pontífice ha subrayado que lo que diferencia el juicio de Dios del nuestro no es la omnipotencia sino la misericordia.
Reflexionando sobre el Evangelio del día, el Santo Padre ha recordado que el juicio pertenece solo a Dios y por eso si no queremos ser juzgados también nosotros no debemos juzgar a los otros. Todos nosotros queremos que en el Día del Juicio, “el Señor nos mire con benevolencia, que el Señor se olvide de muchas cosas feas que hemos hecho en la vida”, ha asegurado.
Por eso si “tú juzgas continuamente a los otros con la misma medida, tú serás juzgado”. El Señor nos pide que nos miremos al espejo. “Mírate al espejo, pero no para maquillarte, para que no se vean las arrugas. No, no, no, ¡ese no es el consejo! Mírate al espejo para mírate a ti, como tú eres”, ha invitado Francisco. Querer quitar la mota del ojo ajeno, mientras que en tu ojo hay una viga. El Señor dice que cuando hacemos esto hay solo una palabra para definirlo: “hipócrita”.
Por eso, el Pontífice ha observado que se ve que el Señor aquí “se enfada un poco”, dice que somos hipócritas cuando nos ponemos “en el sitio de Dios”. Y así, ha recordado que esto es lo que la serpiente ha convencido a hacer a Adán y Eva: “si coméis de esto seréis como Él”. Ellos –ha precisado– querían ponerse en el sitio de Dios.
Asimismo ha explicado que por esto es tan feo juzgar. El juicio corresponde solo a Dios. “A nosotros el amor, la comprensión, el rezar por los otros cuando vemos cosas que no son buenas, pero también hablar con ellos: pero, mira, yo veo esto, quizá…’ pero no juzgar”, ha aseverado.
El Santo Padre ha proseguido su homilía subrayando que cuando juzgamos “nos ponemos en el sitio de Dios” pero “nuestros juicio es un juicio pobre” , nunca “puede ser un juicio verdadero”. Y nuestro juicio no es como el de Dios no por su omnipotencia, sino “porque a nuestro juicio le falta misericordia, y cuando Dios juzga, juzga con misericordia”.
Finalmente, el Papa ha invitado a pensar hoy en lo que el Señor nos pide: no juzgar para no ser juzgados, la medida con la que juzgamos será la misma que usarán con nosotros y mirarnos al espejo antes de juzgar. De lo contrario seremos un “hipócrita” porque nos ponemos en el sitio de Dios y porque nuestro juicio es pobre porque le falta algo importante que tiene el juicio de Dios, le falta misericordia.

20 junio: No juzguéis

Liturgia
          2Reg 17, 5-8.13-15.18: Para una mentalidad profundamente religiosa como la del escritor sagrado, el razonamiento es evidente: los desastres que ocurren a Israel son consecuencia de que han abandonado a su Dios. Así no pueden salir adelante y –por el contrario- le vienen encima todos los males. Dios les había dado la Ley. Por los profetas les había conminado a volver a la vida recta. Y el pueblo no hizo caso y rechazaron los mandatos y normas del Señor. Por eso, concluye el escritor sagrado, suceden a Israel estos desastres.
          Trasladado a nuestros días vale el razonamiento. Estamos viviendo una convulsión en el mundo: muertes, violencias, ataques a los valores objetivos, políticas extremas que ganan terreno, persecuciones religiosas, mafias que se aprovechan de la desgracia ajena… Y dice la gente: “es que se ha perdido el temor de Dios”. Es decir: se ha perdido la relación con Dios, la referencia a los valore espirituales. Se ha perdido el norte en cuanto no hay una mirada a una norma superior. Podríamos concluir con la 1ª lectura que todo eso sucede porque –a pesar de los avisos de los profetas del siglo XXI, el mundo ha marginado o negado a Dios. Ha perdido la referencia y se ha dejado llevar de sus impulsos materialistas.
          El evangelio  de Mt 7, 1-5 nos avisa de algo muy común: los juicios, las críticas, los comentarios. Dice Jesús: No juzguéis para no ser juzgados. Y con una lógica muy natural advierte: Con la medida que juzguéis seréis juzgados. Es muy fácil de constatar: dos critican de un tercero ausente. Cuando alguno se separa de esa conversación, va a ser criticado también en su ausencia. ¡La misma medida! Eso ya es claro en el plano humano. Llevado al plano espiritual, Jesús lo expresa con un ejemplo plástico muy fácil de captar: si tú tienes un impedimento grande en tu ojo, no puedes decirle a otro que le van a ayudar a sacarle una mota que le ha entrado en el suyo. Pues lo mismo ocurre en lo que se juzga tan superficialmente en el prójimo: lo que tú comentas de tu vecino, ¿acaso no tendrías primero que analizarte tú mismo por si acaso lo tienes igual?
          No me sustraigo a la claridad de ese ejemplo que alguna vez he contado: la recién casada que llega a su nuevo piso y está siempre pensando que la vecina tiene percudidas sus ropas, a las que les ve siempre un viso de suciedad. Así se lo comenta una y otra vez a su marido y está dispuesta a ofrecerle su detergente a la vecina para que esa ropa brille de blanco.
          Un día, al levantarse, le dice a su marido: Parece que me ha escuchado la vecina porque su ropa es hoy muy blanca. Y el marido le responde: “Es que yo me levanté hoy más temprano y he lavado los cristales de tu ventana”.
          Claro como el agua, y ya no merece más comentario. Ahora no tiene la vida de sus cristales y puede ver sin mota las sábanas de la vecina.


          No perdamos de vista que estamos en el MES DEL SAGRADOCORAZÓN. Cualquier enseñanza evangélica debemos leerla salida del Corazón de Jesucristo. Y no sería mal fruto de este mes que fuéramos más interiores en nuestra vida cristiana. Podemos dejar a un lado muchas formas externas que a veces se llevan toda la fuerza, y deberíamos adentrarnos en actitudes profundas. Y no es de poca monta el tema de la crítica, del juicio rápido, del comentario no constructivo…; no digamos de esos juicios que emitimos sin tener constancia de la verdad de lo que estamos diciendo. Porque se despega por completo del Corazón de Jesús ese enjuiciamiento que tan rápidamente lanzamos hacia fuera… Es más: aunque nos quedáramos con él dentro de nosotros. Porque el juicio temerario tiene también valoración moral muy negativa, y está expresando un corazón sucio…, unos cristales de la propia ventana que no hemos lavado, y estamos viendo, juzgando o pensando desde esa suciedad de nuestro propio corazón.

domingo, 19 de junio de 2016

ZENIT 19: El mundo necesita a Cristo

« Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El párrafo del Evangelio de este domingo, (Lc 9,18-24) nos llama una vez más a confrontarnos por así decir, cara a cara, con Jesús. En uno de los raros momentos de tranquilidad, cuando se encontraba con sus discípulos, Él les pide a ellos: ‘¿Las multitudes, quien dicen que yo sea?’. Y ellos responden: ‘Juan Bautista; otros dicen Elías; otros, uno de los antiguos profetas que ha resucitado’.
Por lo tanto la gente tenía estima de Jesús y lo consideraba un gran profeta, pero no tenían aún la conciencia de su verdadera identidad, o sea que Él era el Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre para la salvación de todos.
Jesús entonces se dirige directamente a los apóstoles –porque es esto lo que más  le interesa– y les pregunta: ‘Pero ustedes quien dicen que soy?’.
Inmediatamente, en el nombre de todos, Pedro responde: ‘El Cristo de Dios’. Vale a decir: Tú eres el Mesías, el consagrado de Dios, enviado por Él a salvar a su pueblo según la Alianza y la promesa. Así Jesús se da cuenta que los doce, en particular Pedro, han recibido del Padre el don de la fe; y por ello inicia a hablarles abiertamente de lo que le espera en Jerusalén: ‘El Hijo del hombre –dice– tiene que sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y de los escribas, ser asesinado y resucitar el tercer día’.
Estas mismas preguntas se proponen nuevamente a cada uno de nosotros: “¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo? ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?”. ¿Para mi, para ti, para ti, para ti…?. ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?
Estamos llamados a hacer dea respuesta de Pedro nuestra respuesta, profesando con alegría que Jesús es el Hijo del Dios, la Palabra eterna del Padre que se ha hecho hombre para redimir a la humanidad, volcando sobre ella la abundancia de la misericordia divina.
El mundo más que nunca necesita de Cristo, de su salvación, de su amor misericordioso. Muchas personas advierten un vacío en torno a sí y dentro de sí, quizás algunas veces también nosotros; otras viven en la inquietud y en la inseguridad debido a la precariedad y de los conflictos. Todos necesitamos respuestas adecuadas a nuestras interrogaciones existenciales. En Cristo, solamente en Él es posible encontrar la verdadera paz y el cumplimiento de cada aspiración humana. Jesús conoce el corazón del hombre como ningún otro. Por ello lo puede sanar, dándole vida y consolación.
Después de haber concluido el diálogo con los apóstoles, Jesús se dirige a todos diciendo: ‘Si alguien quiere venir detrás de mi, renuncie a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga’.
No se trata de una cruz ornamental o ideológica, pero es la cruz del propio deber, del sacrificarse en favor de los otros con amor, de los padres, los hijos, la familia, los amigos y también los enemigos. La cruz de la disponibilidad de ser solidarios con los pobres, a empeñarse por la justicia y la paz.
Al asumir estas actitudes, no tenemos nunca que olvidarnos que ‘Quien pierde la propia vida por Cristo la salvará.
Es un perder para ganar. Y acordémonos de nuestros hermanos que aún hoy ponen en práctica estas palabras de Jesús, ofreciendo su tiempo, su trabajo, su fatiga e incluso su vida para no renegar su fe en Cristo.

Jesús mediante el Espíritu Santo, nos da la fuerza de ir adelante en el camino de la fe y del testimonio. Y en este camino siempre está cerca de nosotros la Virgen: dejemos que Ella nos tome de la mano, cuando atravesamos los momentos oscuros y difíciles».