lunes, 22 de enero de 2018

22 enero: Contra el Espíritu Santo

5º día del octavario por la unión de las iglesias
Liturgia:
                      2Sam.5,1-7.10, aparte de ser una exaltación de David, que va siendo el reunificador de los diferentes reinos, tiene una importancia para comprender algunas cosas del Nuevo Testamento. Jesús tenía una predilección por los cojos y los ciegos, y es que éstos eran muy menospreciados y casi apartados de la vida social. La razón era la represalia y el sentimiento de rechazo que había provocado en los dirigentes y en el pueblo aquella afirmación de los entonces habitantes y dominadores de Jerusalén, de que para impedir la entrada de David en Jerusalén, se bastaban los ciegos y los cojos, una manera de decir que David no entraría nunca a reinar allí. De hecho, David conquistó el alcázar de Sión, o sea, “la ciudad de David”. Y David fue creciendo en poderío y el Señor estaba con él.

          El evangelio es también una pieza importante para entender hasta dónde puede llegar la negación de la evidencia, como consecuencia de una cerrazón de pensamiento. Mc.3,22-30 nos muestra a Jesús que ha echado un demonio de un poseso. Los fariseos, más poseídos aún de sus propias ideas y “verdades”, acaban diciendo que Jesús echa los demonios con el poder del demonio, y Jesús los llama aparte porque quiere ayudarles y prefiere no enfrentarse sino dialogar con ellos para que sean más objetivos. Y les plantea la cuestión de un reino dividido contra sí mismo, que da lugar a una guerra civil, o a una familia dividida en sí misma, que hace inviable a la familia. Pues eso es lo que ellos están diciendo ahora; están poniendo a Satanás contra Satanás, si es que Jesús es –como ellos acusan- emisario de Satanás.
          La realidad que les presenta Jesús es que cuando alguien puede echar a un forzudo (el demonio) es porque es más forzudo que él. Y si Jesús echa al demonio, es porque es más que el demonio y por eso puede arramblar con toda su casa.
          Y desciende entonces Jesús hacia un principio básico: negar la evidencia de la acción de Jesús es más que un pecado contra Jesús. Es en realidad oponerse a la verdad misma de Dios, a la verdad del Espíritu Santo. Y por tanto a hacer inviable una vuelta atrás, porque cuando se niega la verdad, ya no hay manera de encontrarla. Por eso, pecar contra Jesús puede tener perdón, pero pecar contra la verdad (=blasfemar contra el Espíritu Santo), no puede tener perdón.
          ¿Pero hay algo que Dios no pueda perdonar? –Sí: cuando el sujeto no se reconoce pecador y no se arrepiente y no da marcha atrás.

          Pongo un caso actual: los “perfectos” que se creen en posesión de toda verdad y por encima de cualquiera, han tomado posición contra el Papa actual. Lo llaman “Satanás” y critican toda actuación y afirmación del Papa. En consecuencia están contra la verdad de la Iglesia y del mismo Cristo, que dio a Pedro el poder de “atar y desatar” (todo lo que hay en medio de esas dos acciones, es decir, el poder de ir presentando el evangelio en el momento concreto en que vive el mundo y la iglesia).
          Cuando esos “perfectos” se erigen en criba de la verdad, y ya no cabe más verdad que la de ellos, están situándose contra la misma autoridad y misión de Pedro. O sea: se están situando contra el mismo evangelio. Se están situando contra Cristo. ¿Cómo pueden ser perdonados si están subidos a su tinglado de verdad y de él no se bajan ni están dispuestos a bajar?

          Sólo cuando abajen su cresta y se reconozcan necesitados de conversión y perdón, podrán ser perdonados. Mientras tanto están en la blasfemia contra el Espíritu Santo, que no puede perdonarse. La soberbia, sobre todo cuando es soberbia espiritual, es el pecado más demoníaco que puede existir. Con él se perdieron los ángeles a las órdenes de Lucifer, quien por su propia belleza y dignidad se rebeló contra Dios.

1 comentario:

  1. Estamos ante una catequesis de vida cristiana que nos convendría reflexionar para ponerla en práctica. "Está loco, actúa por el poder de Satanás" Estas cosas las han dicho de nosotros cuando no hemos hablado como lo esperaban de nosotros. Igual que Jesús nos hemos sentido tristes, nos hemos sentido unos malos colaboradores de Cristo y nos hemos quedado con la duda de si lo habíamos hecho mal y hemos experimentado una terrible soledad.Ser fiel a la propia conciencia no siempre es fácil.

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