lunes, 30 de abril de 2018

30 abril: El que me ama


Liturgia:
                      Es curioso que la persecución de que se nos habla aquí, viene igualmente de parte de gentiles y judíos (Hech.14,5-17). Que persiguieran los judíos, no extrañaría porque se correspondería a los que nos tiene acostumbrados este libro de los Hechos. Pero que también los gentiles entren en esa persecución, cuando ellos han sido los beneficiarios de la decisión de Pablo y Bernabé, llama la atención.
          El caso es que tienen que huir de aquellos territorios y refugiarse en Licaonia, en las ciudades de Listra y Derbe.
          Había en Listra un tullido de nacimiento que nunca había podido ponerse en pie. Pablo, que hablaba y predicaba, lo ve y le grita: Levántate; ponte en pie. Y el tullido da un salto y se pone a andar. El gentío se enardece y exclama diciendo –en su lengua, que no entienden Pablo y Bernabé- que dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos. Y en consecuencia el sacerdote pagano organiza una ofrenda, trayendo toros engalanados con guirnaldas para ofrecerlos en sacrificio a Bernabé (a quien llamaban Zeus”) y a Pablo, (a quien llamaban ”Hermes” por ser el que hablaba).
          Cuando se dieron cuenta los dos apóstoles se rasgaron las vestiduras e irrumpieron por medio de la muchedumbre para confesar que eran sólo hombres y que era el Dios del cielo, el Creador de todo, el que había hecho aquel milagro. En cuanto a ellos dos, sólo eran hombres que habían venido a predicar la Buena Noticia para que abandonen sus ídolos y se conviertan al Dios vivo.
          El suceso no acaba aquí. No se resuelve tan simplemente como podía parecer. Mañana seguirá la lectura que hoy ha comenzado.

          Pasamos al evangelio, tomado del sermón de la Cena, en Jn,14,21-26: Jesús pone un signo del amor que se le tiene a él: El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Y “los mandamientos de Jesús” son el amor al prójimo como él ha amado, de manera que “lo que hagáis con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hacéis”. Evidentemente el otro mandamiento (Jesús ha hablado en plural) es el del “amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, con todo el ser”.  
          El amor que tengamos a Jesucristo en esa doble vertiente, va a corresponder –por pura gracia y don de Dios- que “al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él". En la pugna del amor, Dios es siempre más generoso que todo lo que nosotros podamos poner de nuestra parte. Al amor nuestro a Jesucristo va a responder Dios con su propio amor a nosotros. Y Cristo mismo va a responder con su amor y con su manifestación a la persona amante.
No es cualquier amor. De parte del discípulo es hacer real en su vida la palabra de Jesús; es incorporar el estilo de Jesús al modo de ser de la persona. De parte de Dios y de Jesucristo el amor se hace inhabitación: Cristo viene a hacerse su morada en el corazón de la persona. Y el mismo Padre vendrá a hacerse su lugar en ese corazón: El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
A la otra parte se sitúa el que no ama a Jesús. Se sitúa en las antípodas y las consecuencias también: El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y no es solamente que no escucha ni sigue la enseñanza de Jesús sino que tampoco escucha la voz del Padre: Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió
Ante la intervención de Judas Tadeo, Jesús les habla a sus apóstoles y les explica la razón de estar explayándose con ellos: Os he hablado de esto ahora que estoy con vosotros pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre os enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo cuanto yo os he dicho''. Cierto que me estoy revelando a vosotros, pero os queda mucho más que aprender. Para ello mi Padre os enviará al Espíritu Santo, en mi nombre, para que él os enseñe a fondo lo que yo ya os he dicho, y muchas cosas más.
Jesús podía enseñarles muchos secretos del reino, pero ellos escuchaban aún con oídos humanos. Necesitarán, como les dirá después, en la Resurrección, recibir “la fuerza de lo alto” para poder comprender los secretos del reino.
Lo cual nos lleva a suplicar mucho la venida a nosotros de ese Espíritu Santa para que podamos ir entendiendo el evangelio y las enseñanzas derivadas del mismo.

domingo, 29 de abril de 2018

29 abril: Sin mí, nada podéis


Liturgia:   Vid y sarmientos
                      La vid entre los judíos era un signo de prosperidad. Las familias tenían su higuera y su vid. Por eso la comparación que usa Jesús en este evangelio es algo que les habla muy en el lenguaje de ellos. Jesús se compara a la vid Jn.15,1-8). El tronco principal lleva la savia, sostiene las ramas, alimenta para que se produzca el fruto. Pero es claro que las ramas –los sarmientos- tienen que estar unidas al tronco para recibir la vida de él.
          Los sarmientos necesitan poda para que den buen fruto, Con lo que Jesús advierte de que la vida no puede plantearse desde lo placentero. Requiere juntamente de ese cortar, cercenar, como cuando se despampana la vid, en orden a que dé más y mejor fruto. Y cuando un sarmiento no sirve, cuando no da fruto, se corta. “Mi Padre es el labrador, y a todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
          Luego le dice a sus apóstoles que ellos están limpios porque han recibido las palabras que él les ha comunicado, y les afirma que para dar fruto tienen que estar unidos a él: permaneced en mí y yo en vosotros. Ese “permanecer EN” es la unión que no se rompe, porque sin mí, nada podéis hacer, porque el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid. YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS. Y permaneciendo en mí, dais fruto abundante. Y el que no permanece en mí, se seca y ya no sirve más que para ser echado al fuego y que arda. Pero si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará.
          Éste es el núcleo del mensaje de este domingo. La 1ª lectura (Hech.9,26-31) no hace otra cosa que ratificar ese mensaje evangélico. Saulo era un hombre separado de la vid: perseguidor de los discípulos de Jesús y viviendo al margen de la savia de la nueva doctrina que Cristo había predicado. Pero un día el Señor le sale al paso y lo derriba por tierra, y se manifiesta a Saulo de manera que se convierte en Pablo, un discípulo elegido por Dios para llevar la fe a los gentiles. En esa 1ª lectura nos está contando en síntesis esa historia de la conversión y cómo ahora Bernabé lo presenta a los demás apóstoles. Pablo habla ya de Cristo a los judíos y a los de lengua griega, y llega a ser perseguido por defender y predicar la doctrina que él antes atacaba. Es sarmiento podado para dar más fruto.

          La 2ª lectura (1Jn.3,18-24) baja al concreto de que sean las obras las que definan al verdadero discípulo; en esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia, Y San Juan hace un breve tratado de la importancia de la conciencia personal, que es la que tiene que dirigir las actitudes de la persona.
          La conciencia verdadera es como un espejo que refleja a Dios, la verdad de Dios. La “conciencia” no es lo que hoy con toda facilidad se aduce como “mi conciencia” para expresar simplemente el parecer personal. La conciencia verdadera no es subjetiva; no es “lo que a mí me parece” o “lo que a mí me gusta”. La CONCIENCIA es el espejo de mi vida que está dirigido hacia Dios  para que me refleje a mí la voluntad de Dios, los caminos de Dios para mí. Es por tanto una conciencia objetiva, que no puede manipular la verdad de Dios, sino que la aplica al caso concreto de la persona concreta.
          Cuando la conciencia es verdadera, se puede uno dirigir por su conciencia, teniendo en Dios toda la confianza, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que a él le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como él nos lo mandó. Eso es lo que encierra la verdadera conciencia.
          Hacer “lo que a él le agrada” va mucho más allá de la pregunta de muchos que lo único que les interesa para actuar es “si algo es pecado o no”. La vida concebida desde el pecado. No es ese el planteamiento cristiano, sino qué agrada a Dios o qué le desagrada, lo primero para hacerlo y lo segundo para evitarlo. Es la postura propia de un buen hijo que no se plantea solamente el no ofender a sus padres sino tratar de agradarlos.

          En la EUCARISTÍA vivimos muy de lleno el planteamiento de este domingo: comulgar para sembrar en nosotros esa vid de la que hemos de ser sarmientos que permanecen en la vid. Recibimos al Señor no como una devoción sino como una incorporación a su vid, para que seamos sarmientos que pueden dar fruto. Que necesitarán ser podados, para que den el fruto que agrada a Dios.



          Pedimos a Dios que nos mantenga unidos a la vid.

-         Para que vivamos unidos a Jesús y permanezcamos siempre en él. Roguemos al Señor

-         Para que la mano amorosa y providencial de Dios nos pode para que demos más fruto. Roguemos al Señor.

-         Para que seamos fieles y dóciles a una verdadera conciencia que refleje en nosotros los planes de Dios. Roguemos al Señor.

-         Para que la Comunión que recibimos dé en cada uno frutos de vida eterna, Roguemos al Señor.


Sabemos que sin estar unidos a Jesús no podemos hacer nada. Que siempre nos mantengamos en gracia para que la fuerza de Dios produzca su fruto en nuestra alma.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.

sábado, 28 de abril de 2018

28 abril: Muéstranos al Padre


Liturgia:
                      Seguimos con Pablo, quien junto a Bernabé trasmiten la palabra de Dios, y la gente acude a escucharlos. A los judíos les levanta la envidia el ver cómo la gente se va tras ellos y esos judíos responden con ofensas a las palabras de Pablo. Entonces el apóstol junto a Bernabé les advierte a los judíos que el mensaje de salvación era en principio para ellos, pero ya que ellos no quieren aceptarlo porque no se consideran dignos de la vida eterna, se dedicarán a los gentiles. Interpreta Pablo con toda convicción que así se lo ha mandado el Señor: Yo os haré luz de los gentiles. Aquello fue una estampida de gozo para los gentiles, que alababan la palabra del Señor, y creyeron muchos de ellos.
          No les salió de balde aquello a los dos apóstoles, porque las señoras distinguidas organizaron una persecución contra ellos, quienes hubieron de abandonar el territorio. Y siguiendo lo que Jesús había enseñado a hacer cuando el apóstol no es aceptado, sacudieron sus pies en testimonio contra aquellas señoras y se marcharon de allí con el corazón lleno de gozo, alegría y Espíritu Santo. Podríamos decir que “razón de más” para aquella vocación de salida al mundo gentil. Providencia de Dios que saca bienes de los males, y que abre así el horizonte al mundo entero. Ahí queda la obra de Pablo, de la que nos llega un testimonio especial en sus diversas cartas a ese mundo no judío: romanos, corintios, gálatas, efesios…, que han enriquecido el conocimiento de nuestra fe.

          En el evangelio seguimos con el sermón de la Cena (Jn.14,7-14) con diversos puntos de interés. Jesús acaba de decir que si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre, gran afirmación que nos hace posible saber que el conocimiento de Jesús nos mete de lleno en el conocimiento del Padre. Pero todavía se explicita más a propósito de la intervención de Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. A lo que Jesús responde un tanto extrañado: ¿Todavía no me conocéis? Felipe: quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. El Padre permanece en mí y yo en el Padre.
          Jesús es el SACRAMENTO DEL PADRE. ¿Qué es un “sacramento”? –Una realidad visible que nos pone en comunicación con lo invisible. Al Padre nadie lo ha visto. Pero el Padre se ha mostrado en el Hijo. De ahí que Jesús, como signo sensible, nos ha puesto en contacto con el Padre Dios. No hace muchos días una persona me insistía en que ella no quiere cuentas con Dios (con el Padre) al que ve alejado y poco amable. Sólo quiere relacionarse con Jesús, cercano y misericordioso. Y tuve que irle llevando a comprender que tanto amó el Padre al mundo que le envió a su Hijo, de manera que el amor del Padre es el que hace posible la obra del Hijo. Y que cuanto de bondad pueda ver en Jesús, no es sino el reflejo de la bondad del Padre; “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”, “el Padre y yo somos UNO”. Las obras que yo hago –dice Jesús en el evangelio de hoy- el Padre hace él mismo las obras. Y a la hora de creer en mí, hay que creer a las obras. Y dando un salto admirable y emocionante, nos advierte que quien cree en él, hará las mismas obras de Jesús y aun mayores; porque yo voy al Padre y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré para que mi Padre sea glorificado.
         
          En mi apostolado de Ejercicios espirituales he tenido que empezar con frecuencia por desmontar la imagen falsa de Dios, la imagen falsa del Padre Dios. De una parte el mismo léxico popular ha mostrado un Dios lejano y hasta cruel, lo cual es propio de religiones primitivas, donde el hechicero estaba puesto para aplacar a los dioses. De ello hay mucho contagio en el Antiguo Testamento en el que la idea absolutamente teocéntrica de que nada puede ocurrir sin la directa intervención de Dios, ha hecho redactar a los escritores de la Biblia unas imágenes de Dios airado, lleno de cólera, castigador. Y también períodos de la predicación que han insistido abusivamente en la idea de un Dios terrible y temible.
          No se parece en nada con la imagen que Jesús nos trasmite de su Padre. Y con esa afirmación de que “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. ¿Y qué es lo que hemos visto en Jesús? La ternura, la misericordia, la cercanía a la necesidad de la persona…, a Jesús que no juzga a nadie y no condena a nadie, sino que advierte para que las personas huyan del mal y se abracen al bien, con el que llegarán al abrazo amoroso del Padre, “que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva”.

viernes, 27 de abril de 2018

27 abril: Yo soy el camino


Liturgia:
                      En los dos días que hemos pasado sin la lectura continua, el libro de los Hechos se ha centrado ya en Pablo, de manera que propiamente se reduciría a él en lo que queda. Hoy lo encontramos yendo a Antioquía (13,26-33), hablando en la sinagoga y haciéndoles un resumen de la historia reciente del pueblo de Israel: en Jerusalén las autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las profecías que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. El hecho es que no tuvieron pruebas para condenar a Jesús a muerte, pero ellos lo decidieron y con esa finalidad lo llevaron a Pilato para que lo mandara ejecutar. Y así acabó siendo sepultado.
          Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y se apareció durante días a sus discípulos, que lo habían acompañado de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora testigos ante el pueblo.
          Se repite ese mensaje básico que se viene repitiendo en todas las comunicaciones que nos hemos encontrado hasta ahora en los Hechos: el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús. Algo que estaba ya anunciado desde los antepasados, y que quedó grabado en el verso: Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy, del Salmo 2.

          El evangelio también ha dado salto desde el cp. 10 (el Buen Pastor) al 13, que corresponde ya al sermón posterior a la Cena Pascual. Hoy (14,1-6) habla Jesús a sus Once de que no pierdan la calma. Si creen en Dios, mantengan su fe en Jesús.
          Y es que el ambiente suena a despedida cuando les hace saber que en la Casa de mi Padre hay muchas estancias. Me voy a prepararos sitio. Si no fuera así, os lo habría dicho. No era fácil mantener la calma en aquellas circunstancias, con las anteriores advertencias que ya había hecho Jesús de que uno de vosotros me va a entregar; el Hijo del hombre se va como está escrito, pero ¡ay del que entrega al Hijo del hombre! Más le valiera no haber nacido. Ese es el contexto en que se está desenvolviendo esta sobremesa, y por tanto los ánimos no estaban para mucha tranquilidad.
          “Me voy a prepararos sitio en la casa de mi Padre donde hay muchas estancias”, es también una reafirmación de esa despedida. Y “cuando vaya y  os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo estoy, estéis también vosotros.
          Tomás ya no puede callarse y necesita que le concrete algo el Maestro, y le dice: Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? O lo que es igual: ¿qué clase de despedida?, ¿qué clase de ausencia es la que está planteando? ¿Adónde vas? Si no caían en la cuenta de que era una despedida de muerte, al menos Tomás quiere poner en un brete a Jesús para que definitivamente exprese lo que está pasando allí… ¿Adónde vas? ¿Adónde nos vas a llevar? ¿Adónde te vamos a acompañar?
          Y Jesús le da una respuesta muy amplia que no lo saca de su duda. Le dice: Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Se encierran dos aspectos en la respuesta. Uno, universal: Yo soy el camino para alcanzar la verdad y para tener vida. Eso vale para todo momento y para cualquier circunstancia. Jesús ha dado una respuesta que es un principio general. Cualquiera que quiera acertar en la vida, tiene que tomar el camino de la verdad. Pues bien: el camino es Jesús, el camino es vivir como Jesús, es vivir con Jesús. Y el que vive con Jesús alcanza la vida y procede en verdad.
          La otra parte de la respuesta está apuntando a lo más concreto: Jesús va al Padre. Jesús se está despidiendo porque se va de esta vida. Ahora bien: todo el que es de Jesús y ha seguido el camino que es Jesús, irá también al Padre, al abrazo del Padre. A esa “estancia” les está preparando Jesús. Y al mismo tiempo él se ha presentado como CAMINO para que todo lo que haya que hacer y vivir no haya ya que inventarlo. La vida cristiana se concentra y se reduce a mirar a Jesús, a ver lo que hace y lo que dice…, a profundizar en los sentimientos de su corazón y a repetir la vida que él vivió. Es lo que pasa desde el “conocimiento” de Jesucristo a la identificación con él. Es lo que distingue al verdadero discípulo, porque buscará lo que Cristo vivió y amará lo que Cristo amó. El evangelio pasa a ser el libro de vida, el “catón” en donde hay que aprender a “leer” para vivir acordes con la vida del protagonista, Cristo Jesús.

jueves, 26 de abril de 2018

26 abril: La verdadera sabiduría


Liturgia: San Isidoro
                               Celebramos hoy en España la fiesta litúrgica de San Isidoro, un pozo del saber de su época, que lo dejó plasmado en su obra: Etimologías donde toca todas las ramas del saber de su época con una autoridad profunda. A esa característica de la sabiduría del santo han ido dirigidas las lecturas de esta fiesta, a la que se le aplica de manera directa el evangelio de Mt.5,13-16: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. La sal tiene dos efectos principales: de una parte sazona, da sabor, hace agradable el alimento al paladar. La verdadera sabiduría, la que Cristo trae, está por encima de las ciencias humanas y hace agradable a la persona al paladar de Dios, a la vez que habla alto para buscar que se eviten podredumbres en la vida de los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo. Sabiduría que está destinada a alumbrar, a iluminar, a dar sentido a la vida. La naturaleza de la luz es darse, es comunicarse. Porque la luz no sólo es la que se expande desde un foco de luz sino la que procede de un foco de fuego. Y lo propio del fuego es extenderse, abrasar todo lo que encuentra en su camino. Para eso está la sabiduría que Cristo nos pone a la vista, la que va mucho más allá del saber humano, con ser el saber humano un valor cuando es verdadero saber.

Me sirvo del comentario de Fray Manuel Santos Sánchez. O.P. para completar esta explicación. “Debemos ayudar a nuestros hermanos a saborear la vida, a encontrar el sabor y el sentido de nuestra existencia. Debemos evitar que su vida se corrompa, vaya por los senderos contrarios y se encuentren con la tristeza y el vacío.
Con harta frecuencia la vida los hombres está rodeada de tinieblas, de no ver claro sobre el sentido de nuestra vida, de no ver claro de cuál debe ser nuestra conducta ante las distintas situaciones de nuestra existencia. Debemos ayudar a nuestros hermanos a ver claro. Les debemos regalar, con nuestras palabras y nuestra vida, la luz que Jesús nos ha regalado. “Yo soy la luz del mundo, quien viene detrás de mío no andará en tinieblas”.

            Se elige una 1ª lectura para contrastar la sabiduría de San Isidoro, Doctor de la Iglesia, con lo que realmente importa en la vida cristiana. Isidoro fue un bastión de sabiduría y enseñanza en la Iglesia de su tiempo, pero no es esa su nota de dignidad y santidad. 1Cor.2,1-10, nos aporta un texto definitivo de San Pablo para dejarnos patente que la verdadera sabiduría es la ciencia de Jesucristo crucificado… Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Pablo expresa que la sabiduría de que él puede hacer gala no es la sabiduría que se tiene en el aprendizaje de la vida: Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
La sabiduría de Pablo y de los cristianos está más allá de lo manejable: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. La sabiduría cristiana es la que pone en nosotros la Gracia de Dios, la acción del Espíritu. Una sabiduría que no se adquiere estudiando sino orando; no por los esfuerzos humanos sino por el don de Dios. Queda fuera del alcance de manipulación de los hombres. Sólo se adquiere por la petición humilde y actitud simple del alma que se sitúa a la escucha de Dios.

miércoles, 25 de abril de 2018

25 abril: Señales de la fe


Liturgia: SAN MARCOS
                      Celebramos el día del evangelista San Marcos. Las lecturas de la fiesta litúrgica son propias de esta fiesta. La primera está tomada de la 1Pe.5,5-14. Es muy rica en contenido por lo que prefiero copiarla e irla comentando.
Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Una primera advertencia que hay que tener en cuenta. Dios está con los sencillos y se aparta de los engreídos. Como dijo María en el Magníficat: “Dios da su gracia a los humildes y a los soberbios los despide vacíos”. O bien, “Dios miró la humildad –pequeñez- de su esclava”. El humilde está abierto a la gracia de Dios; el soberbio cree bastarse a sí mismo y por tanto no espera nada de Dios.
Por eso nos dirá San Pedro: Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”, que Jesús repitió tantas veces. De ahí que la gran salida del que es humilde y sencillo es fiarse menos de sí mismo y de sus fuerzas y abandonarse en las manos de Dios: Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros.
Luego baja Pedro a una exhortación que sabemos más que de memoria y que es posible que no sepamos de dónde viene: Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe. El peligro, la tentación ronda frecuentemente. El que se deja llevar de la tentación, cae en ella, cae en las fauces de ese “león rugiente”. Sin embargo el tal “león” está atado y no puede ir más allá de lo que se le permite. El que cae es porque se ha metido en su terreno, y por tanto el que cae en la tentación es culpable.
Nos advierte San Pedro que hay que resistir en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos. Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará, os robustecerá. Suyo es el poder por los siglos. Amén. Sabe el Señor que hay lucha, que hay “padecer”, pero ese padecer es breve al lado de la fuerza que él pone en la criatura y las ayudas que él ofrece.

El evangelio es el final del texto de San Marcos (16,15-20) con el envío o MISIÓN que Jesús encarga a sus apóstoles, de ir al mundo entero y proclamar el evangelio a toda la creación. La vocación al evangelio es para todo el mundo; la salvación que Cristo trae es para todo el mundo, “toda la creación”: El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. La condena es precisamente esa resistencia a la fe y a encontrarse con la salvación que Cristo trae para todos, pero que a la hora de la verdad los hay que no quieren aceptar ese don que se les quiere regalar. La condena no la origina Dios ni Cristo. Es la consecuencia de tener el regalo en las manos y no quererlo aceptar.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Bajo esas comparaciones Jesús manifiesta los beneficios que hay en esa fe: expulsar –en el nombre de Jesús y por su poder- todo “demonio” o esclavitud que impide la salud plena del alma. Las “lenguas nuevas” es todo un lenguaje vital que se expresa en obras propias de Jesús, estilos fundamentados en el evangelio. Es haber alcanzado un nuevo modo de vida que ha sobrepasado la bajeza de las pasiones y de los estilos del mundo. “Coger serpientes o beber veneno y que no haga daño” es indicar que vivimos en el mundo, enemigo de Cristo, pero que no nos dejamos picar por sus mordeduras venenosas. La fe sostiene en otro plano y lleva aparejada otra manera de vivir y de actuar. “Los enfermos quedarán sanos”: fruto evidente de ese contacto con Cristo, que pasó y pasa por el mundo curando toda enfermedad y toda dolencia. Y el bautizado, testigo de Cristo, sana por donde pasa.
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. Y sigue dándonos a vivir esas “señales” con las que Jesucristo resucitado coopera con nosotros. Sea verdad que en nuestra vida real, la de cada día, vayamos dando señales de nuestra fe, y que así experimentemos la constante ayuda con la que el Señor coopera para hacernos salir adelante.

martes, 24 de abril de 2018

24 abril: Yo y el Padre somos UNO


Liturgia:
                      Hech.11,19-26 nos habla de la dispersión de los discípulos como consecuencia de la persecución de lo de Esteban. En esa salida hacia diversos lugares, no sólo abarcaron provincias judías sino también algunas griegas. Por todas iban inicialmente hablando sólo a los judíos, pero pronto se abrieron también a los gentiles, y hubo muchas conversiones y abrazaron muchos la fe.
          Cuando llegó la noticia a Jerusalén enviaron a Bernabé a Antioquía, quien no tuvo sino que constatar que aquello era obra de Dios, y que estaba actuando el Espíritu Santo. No le quedó sino que ver la acción de la gracia de Dios y exhortar a seguir unidos al Señor.
          Saulo marcha con Bernabé a Antioquía. Y en aquel lugar por primera vez fueron llamados “cristianos” los seguidores de la fe en Cristo Jesús.
          Vamos viendo los pasos providenciales y humildes con los que se fue haciendo la vida de la primera Iglesia. No fue un boom espectacular sino el conjunto de circunstancias humanas a través de las cuales Dios quiso que se fuera extendiendo su obra. Dios cooperaba a su vez con algunos hechos milagrosos o inspirados con los que fue haciendo la siembra de aquellos cimientos que dieron lugar a la Iglesia que nosotros hoy conocemos.
          De hecho la vida diaria de esta Iglesia no se compone de milagros habituales sino del humilde día a día en el que estamos todos.
          Y milagros hay por doquier pero que llamaríamos de “tono menor”, pues ya es un milagro que esta Iglesia prevalezca al cabo de siglos, y que no haya podido ser destruida ni por los ataques de fuera y las persecuciones más o menos rabiosas de sus enemigos, ni por las deficiencias y desuniones de los de dentro. Y es cierto que hoy día vivimos una crisis alarmante de abandonos de la vida de fe en estamentos tan significativos como la juventud y el mundo laboral, y que es un torpedo a ras de la línea de flotación ese derrumbamiento de las costumbres, de la fidelidad conyugal, de la falta de moral de los mismos matrimonios cristianos. Y sin embargo el ascua está bajo tantas cenizas y parece reemprenderse con determinados eventos de carácter más masivo que se producen en el desarrollo de esa vida de la Iglesia.
          O la fuerza con que irrumpen comunidades cristianas en África y Asia, que constituyen una esperanza muy fuerte en medio de las persecuciones. No cabe duda que el espíritu Santo aletea y que es una fuerza imparable la de la Iglesia de Jesucristo.
          Problema amenazante y de envergadura es la falta de vocaciones, pues eso debilita el alma de esta Iglesia al faltar personas consagradas que se dediquen a orar y a ser retaguardia de la misión directa. Pero es que cada vez hay menos sacerdotes, y se dificulta gravemente la repetición del milagro diario de la Eucaristía. Sin embargo nos mantenemos en la fe de que Jesús estará con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.

          El evangelio de hoy (Jn.10,22-30) nos trae aquel momento en que Jesús es abordado por los judíos, que quieren que manifieste definitivamente: Si tú eres el Mesías, dínoslo abiertamente. Jesús les responde con lo mismo que acababa de exponer (y que hemos visto en días anteriores): es el Pastor bueno, el anunciado por los profetas. Y por ello mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Para unas mentes hechas a los anuncios proféticos, debiera bastar la respuesta, pues se cumplía en Jesús lo que estaba anunciado.
          Jesús continuó aclarando todavía más pues volvió a hablar de Dios como “su Padre”: Mi Padre, que me ha dado las ovejas, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno. Si querían definición en las palabras de Jesús, ahí tienen el máximo que podían esperar.

          Ligando esas palabras de Jesús con lo que comentábamos a propósito de la 1ª lectura, vuelve a ser una fuerza de optimismo esta palabra de Jesús: por mucho que el enemigo interno o externo se proponga, nadie podrá arrebatar de la mano de Dios la obra que él ha construido desde los cimientos humildes de la primera comunidad, y que luego se ha ido desarrollando en tiempo y espacio. Habrá crisis y situaciones que parecen no tocar fondo. Pero el hecho incontrovertible es que nadie puede ya arrebatar de la mano del Padre esta Iglesia que Cristo ha fundado.

lunes, 23 de abril de 2018

23 abril: Llamada a los gentiles


Liturgia:
                      Un momento de gran trascendencia en la vida de la nueva religión es el que describe el libro de los Hechos (11,1-18) con la apertura hacia el mundo gentil (es decir, el no judío). Hasta ahora todo había quedado dentro de la tierra de Jesús, y ahí creyeron algunos que debía quedarse. Pero Pedro ha tenido una visión y una situación que rompe los esquemas y se abre al mundo no judío.
          Los partidarios de la circuncisión le pretendían corregir a Pedro que lo hubiera hecho, y Pedro les narró lo que le había ocurrido en una visión. Había visto un lienzo que bajaba del cielo con animales prohibidos, y escuchó una voz que le decía: Levántate, Pedro, mata y come. Pedro sintió la propia repugnancia de una cultura que dividía los animales en puros e impuros, y respondió: Ni pensarlo, Señor; jamás ha entrado en mi boca nada profano e impuro. A lo que la voz contestó: Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano. Y después de tres veces de repetirse aquella visión, de un tirón fue arrebatado a lo alto aquel lienzo.
          Coincidente con aquella visión se le presenta a Pedro una situación real: una visita de tres hombres que piden a Pedro que les acompañe, Pedro siente el impulso del Espíritu para marchar con ellos y entran en una casa donde le cuentan que habían visto al ángel del Señor que les decía que mandaran a Jafa por Pedro, porque lo que él les diga, les va a traer la salvación.
          Y no hace Pedro más que empezar a hablar y desciende sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre los apóstoles. Y pensó Pedro que si Dios era el que había tomado la iniciativa, ¿quién era él para oponerse?
          Así quedó zanjada la cuestión y quedaron todos tranquilos, reconociendo que también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida.
          Tras esa narración hay algo tan importante para nosotros que no podemos dejarlo pasar por alto. Y es que nosotros éramos de esos gentiles, y que en este momento se abre el evangelio a nosotros y la iglesia mira ahora en todas las direcciones. A nosotros la misión de Jesucristo nos trae la salvación.

          El evangelio de Juan (10,1-10) nos trae el comienzo del texto del Buen Pastor, del que ayer tuvimos la continuación. En este párrafo de hoy Jesús anuncia que él es la puerta en el aprisco de las ovejas y que, por tanto, nadie puede entrar o salir sino por él.
          Dicen que el pastor se atravesaba con su cayado en la puerta del aprisco, de tal manera que ni las ovejas podían salir, ni nadie podía entrar sin que él lo permitiera. Juega aquí Jesús con las dos imágenes de “puerta” y de “pastor”, porque el verdadero pastor entra por la puerta sin forzar nada. Y las ovejas salen cuando el pastor las saca a los pastos, oyendo la voz del pastor. Otra realidad que responde, bien a la voz misma, bien a la cuerna de cada pastor, que conocían muy bien sus propias ovejas. Por eso las ovejas siguen a su pastor, y no seguirán a un extraño, porque no conocen la voz de los extraños.
          No entendieron los oyentes lo que les estaba diciendo y entonces les explicitó: Yo soy la puerta de las ovejas. Quien entra por mí, se salvará y podrá entrar y salir y encontrará pastos. Por el contrario los pastores que han precedido han buscado su propio provecho y las ovejas no los escucharon. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.

          Ésta última frase tiene importancia para comprender lo que es LA SALVACIÓN. Para muchas gentes “salvarse” es lo contrario de “condenarse”. Sin embargo el término “salvación” (que procede del latino: “salus”), expresa mucho más que “no condenarse”; expresa que Jesús ha venido a que tengamos vida y vida abundante; a que no nos conformemos con “ser buenos” sino que siempre busquemos ser mejores, en ese proceso que no tiene término, porque siempre cabe un detalle nuevo por el que nuestra “salud” sea más completa, más abundante, siguiendo la llamada que nos hace Jesús en este evangelio.

domingo, 22 de abril de 2018

22 abril: 4º domingo B de Pascua


Liturgia: EL BUEN PASTOR
                      Era una casa de campo en ruinas. Sobre ella había caído un árbol. Entró un pastor con un rebaño de ovejas para pastar en los terrenos colindantes y una oveja trepó por el árbol caído sobre la casa. El pastor intentó hacerla bajar con sus sonidos y modos propios pero la oveja siguió encaramaba en las ramas débiles de la copa del árbol. Tuvo entonces el pastor que arriesgar su físico trepando por aquel árbol hasta rescatar la oveja. Yo me quedé pensando en la misión de un pastor bueno, que no puede dejar que una oveja se pierda, aunque haya que exponerse para recuperarla.
          El evangelio de hoy es el del PASTOR BUENO con quien se identifica Jesús en el cap. 10 de San Juan (11-18). Ya estaba anunciado de muchas maneras, en un pueblo muy familiarizado con el tema pastoril. Y Jesús afirma que el buen pastor da la vida por sus ovejas, al contrario del asalariado al que no le importan las ovejas y huye cuando ve venir al lobo.
          Otra característica del pastor bueno es que conoce a cada una de sus ovejas y a cada una le tiene puesto un nombre, y las trata con individualidad a cada una. Conozco a las mías y las mías me conocen, igual que yo conozco al Padre y él me conoce a mí. Y repite: Yo doy mi vida por las ovejas.
          La tercera característica del pastor bueno es que quiere reunir a todas las ovejas dispersas, que no son de su rebaño, pero hacia las que tiene un deseo muy fuerte de que sean un solo rebaño bajo el cayado de un solo pastor. Y una vez más: Porque entrego mi vida. Una entrega que no es la muerte sin más, sino para volver a recuperar la vida, poder que tiene Jesucristo y que queda patente en su resurrección.

          Es el núcleo de la predicación apostólica desde los primeros momentos de la Iglesia. Cuando Pedro y Juan han sanado al paralítico del templo, son conminados por los senadores del pueblo judío y los jefes religiosos. Pedro responde que es extraño que les interroguen por habar sanado a un enfermo, pero ya que les piden cuentas, manifiestan que ha sido con el poder y en el nombre de Jesús Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios ha resucitado de entre los muertos. Por su nombre se presenta hoy sano este hombre ante vosotros. Queda claro que es esencial a la fe cristiana la vivencia de ese misterio pascual: Cristo ha muerto pero ha resucitado. En esa vida del Cristo que vive, está apoyada toda nuestra fe y nuestra esperanza, porque nosotros seguiremos el mismo camino de Jesús.

          Por ello es una realidad lo que nos trae la 2ª lectura de 1Jn.3,1-2, en la que se afirma rotundamente de somos hijos de Dios, y no sólo nos llamamos así. Y eso que aún no se ha manifestado en toda su fuerza, pero sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Aquí San Juan nos ha elevado al séptimo cielo porque llega a afirmar que veremos a Dios en su infinitud divina: tal cual es. Para lo cual necesitaremos una luz de gloria muy especial.

          Ahora se nos ha concedido “ver a Dios” con los ojos de la fe. Ver a Cristo en el sacramento. Participar del Cuerpo y Sangre de Cristo por la Comunión. Sentirnos miembros de ese rebaño de Cristo-Pastor. Gozar de la dicha de nuestro destino a la gloria porque pertenecemos a un Cristo resucitado.


          Aunque la liturgia del domingo ha prevalecido y queda en la penumbra cualquier otra celebración, HOY ES LA FIESTA DE LA VIRGEN COMO REINA Y MADRE DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. No quiero dejarlo pasar por alto para aquellos seguidores del blog que tengan una cierta relación con los jesuitas. La Compañía se siente amparada por el patrocinio de la Virgen, que ya tuvo en los orígenes un papel especial.





          Pidamos a Dios la ayuda que necesitamos para vivir como miembros de Cristo.

-         Por el Papa, como Pastor universal de la Iglesia de Jesucristo, Roguemos al Señor.
-         Por la Iglesia, redil del rebaño de Jesús, Roguemos al Señor.

-         Por nosotros para que seamos fieles a la llamada de Jesús a vivir en la unidad, Roguemos al Señor.

-         Para que nuestras obras nos muestren como verdaderos hijos de Dios, Roguemos al Señor.


Concédenos, Dios misericordioso, la fidelidad a nuestro Bautismo y vocación cristiana, para vivir fielmente como miembros del rebaño de Jesús.
Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.

sábado, 21 de abril de 2018

21 abril: ¿Dónde ir sin Jesús?


Liturgia:
                      Tenía que explotar. Las palabras de Jesús sobre dar a comer su carne no podían admitirse llanamente. Y como Jesús insistió y se reafirmó y no explicitó nada más, se produjo la ruptura de muchos de sus discípulos que hasta entonces le habían seguido. Jn.6,61-70 nos lo dice. Pensaron que Este modo de hablar es duro; ¿quién puede hacerle caso?. Y en consecuencia se apartan se Jesús.
          Jesús les advierte que las palabras que os he dicho son espíritu y son vida, y con todo, algunos de vosotros no creen. Y el evangelista concreta que ya sabía Jesús desde el principio quiénes no creían. Y añade, con una proyección de futuro, que sabía quién le iba a entregar. Muy temprano todavía para eso. Pero ¿acaso Judas se puso, en alguna manera, de parte de los que abandonaron? ¿Fue Judas uno de los que no aceptaron aquel lenguaje? Parece que Juan lo quiere dejar ahí colgado (y no es la única vez en la que este evangelista se refiere suspicazmente sobre el traidor).
          El hecho es que desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Y Jesús se volvió a los Doce y les preguntó con cierta pena: ¿Vosotros también queréis marcharos? Simón Pedro tiene el arte de adelantarse siempre a la respuesta, y sobre todo en momentos decisivos, y parece como atemperar toda otra posible respuesta que pudiera surgir. Él habla por sí mismo (porque en él no quedan dudas) pero responde en el lugar de todos: Señor ¿Y a quién vamos a ir sin ti? ¿A quién vamos a acudir? Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
          Bella reacción y muy apta para hacérnosla nosotros: Y a quién vamos a ir sin ti?, ¿dónde vamos a acudir si nos apartáramos de Jesús…? Necesitamos la fe incondicional que se abandona del todo en la palabra de Jesús. Podremos no entender muchas cosas. Pero nuestra fe está depositada en la persona: en Jesús. Y cuando surge la dificultad, la duda, la imposibilidad de razonar algo de lo que enseña Jesús, lo que nos queda en pie es nuestro abandono total en Cristo, en la fe y la seguridad que nos brinda su persona.

          La 1ª lectura (Hech.9,31-42) nos narra un período de serenidad y de paz en la naciente iglesia, en toda Palestina. Y nos trae dos ejemplos de la acción benéfica que realizaba Pedro. Una se desarrolla en Lida y la otra en Jafa. En Lida se nos cuenta que realizó el milagro de poner en pie a un paralítico de hacía ya 8 años: Eneas: Jesucristo te da la salud. Levántate y haz la cama. Y la noticia se corre y hay muchas conversiones.
          En Jafa, lugar cercano a Lida, vivía una mujer muy buena, discípula creyente, que cayó enferma. Hasta entonces había confeccionado muchas prendas porque era muy primorosa. Pero la enfermedad fue mortal. Y velaron su cadáver en la sala de arriba. Los discípulos supieron que Pedro estaba en Lida y mandaron ir por él y le rogaron que viniera a la mayor brevedad. Pedro fue y las viudas, con las lágrimas en los ojos, le mostraban los vestidos y mantos que había hecho Gacela (que así se llamaba la difunta). Pedro llegó y mando que le dejasen solo. Se arrodilló y oró y se dirigió a la muerta y le dijo: Tabita, levántate.
          Ella abrió los ojos y vio a Pedro y se incorporó. Él la cogió de la mano y la levantó, y llamando ahora a todas las viudas, se la presentó viva. Nueva ocasión de conversiones a la fe por muchos de los que se enteraron de aquel suceso.


Nos hemos encontrado con dos situaciones contrarias y diferentes: en el evangelio, ante palabras de Jesús, se produce la deserción de muchos discípulos. En realidad Jesús ha afirmado y sólo la fe en sus palabras podía superar el escándalo por lo que había dicho. Pedro es el que se fía, aunque no entiende, pero deduce que si lo ha dicho Jesús, son palabras de vida eterna. No hay pruebas que avalen en ese momento los dichos que ha afirmado Jesús. Pero Pedro cree en él y se abandona totalmente, seguro de que en nadie podría confiar mejor que en su Maestro.
En Lida y Jafa los hechos que realiza Pedro son claros de poder sobrenatural en el nombre de Jesucristo. Y ahí se adhieren muchos a la fe en Cristo y se hacen discípulos. Cierto que a estas personas les era más fácil acoger esa fe porque habían visto las obras. Son momentos más consolidados de la vida de la Iglesia.
Pero el secreto último –ya lo he dicho- es CREER EN CRISTO, no por las pruebas fehacientes sino porque se ha puesto toda la fuerza en su Persona.

viernes, 20 de abril de 2018

20 abril: Mi carne es comida


Liturgia:
                      No podía ser menos. La reacción de los oyentes de Jesús, ante la afirmación de que “yo soy el pan de la vida; el pan que yo daré es mi carne”. Aquello sonó mal a los oídos de las gentes, y reaccionaron: Jn6,53-58: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? De hecho, aún no  recogido en este evangelio, provocó en muchos discípulos un abandono. Máxime cuando no es que habían oído mal, sino que Jesús, ante la pregunta que acaban de hacer, responde cada vez con más fuerza: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. Habían oído bien, y Jesús ahora insiste todavía más, y como condición para tener vida –se supone que esa vida eterna, de la que ha hablado antes-.
          Una nueva vuelta de tuerca en las palabras siguientes, que van dejando perplejos a los oyentes: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitare en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
          Insisto en lo que ya escribí ayer: para nosotros todo este lenguaje es perfectamente asumido y agradecido porque tenemos vista ya “la película completa” y sabemos que todo esto tuvo una concreción en la Santa Cena. “Esto es mi cuerpo” cuando les ofrecía pan; “esta es la copa de mi sangre” cuando les ofrecía vino. Palabras con las que Jesús “transformaba” (no es término correcto teológicamente, pero inteligible para los lectores) el pan y el vino de la mesa de la Cena en su Cuerpo y su Sangre. Y eso era ya perfectamente asumible.
          Pero en Jn 6 no hay nada de eso sino unas afirmaciones que suenan muy mal: “comer mi cuerpo”, “beber mi sangre”, “mi cuerpo es comida”, “mi sangre es verdadera bebida”. Y eso sonaba a algo repugnante. No obstante Jesús barrenó más y más ante aquellos oyentes: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él…, el que me come, vivirá por mí. Y concluye como síntesis: éste es el pan que ha bajado del cielo…, el que come este pan, vivirá para siempre.
          Tendríamos que ponernos en la piel de aquellas personas para poder entender por qué se fueron de allí escandalizados

          La 1ª lectura –Hech.9,1-20- es la conversión de Saulo. El hombre que se define como judío fanático, perseguidor de la iglesia de Cristo, fariseo por los cuatro costados, y que se dedicó a meter en la cárcel a los que confesaban el nombre de Jesús. Ahora nos cuenta el texto que iba a Damasco para llevar presos a Jerusalén a los que seguían el nuevo camino de la fe.
          Se topó en el camino con el mismo Jesús, sin pensarlo. Y de modo casi violento: cae al suelo de pronto, deslumbrado por una luz que le deja cegado, y una voz que le pregunta: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
          Y Saulo pregunta aturdido: ¿Quién eres, Señor? –Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió aquella voz que percibían los que le acompañaban, aunque no veían a nadie. Aquí empezó Saulo a vislumbrar lo que más tarde formularía sobre el “Cuerpo Místico”: Jesús y sus seguidores forman una unidad, y Jesús se da por perseguido cuando se persigue a los creyentes. Porque si no, hubiera respondido Saulo que él no perseguía a Jesús, que estaba más que muerto. Pero Saulo ha recibido ese golpe de gracia que le está cambiando el corazón.
          Saulo se levantó del suelo. Ya no respiraba odio contra los seguidores de Jesús. Ahora cumple el encargo de aquella voz que le ha hablado: Levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que tienes que hacer. Pasa de perseguidor a “perseguido”, porque ahora no le soluciona la voz lo que tiene que hacer, sino que serán los mismos que antes él perseguía quienes le van a dar la pauta de lo que tiene que hacer.
          Y será un tal Ananías, un discípulo de Damasco quien recibirá la inspiración del cielo para que acoja a Saulo y lo conduzca. Se admira Ananías porque sabe lo mala persona que era Saulo, pero Jesús le enseña que ahora es un instrumento elegido por él para dar a conocer a los pueblos y reyes el nombre de Jesús.
          Y Ananías lo recibió: Hermano, el Señor que se te apareció en el camino me envía para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Inmediatamente se le cayeron unas escamas de los ojos y vio. Comió y le volvieron las fuerzas. Y se convirtió en PABLO, que predicaba por las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

jueves, 19 de abril de 2018

19 abril: El Pan que Yo daré


Liturgia:
                      Se va abriendo el abanico a las experiencias pascuales de otros apóstoles, y el que ahora suena es Felipe: Hech.8,26-40. Este apóstol recibe la inspiración del “ángel del Señor” que le ordena ponerse en camino hacia el sur por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto. “El ángel del Señor” es una forma bíblica de expresar al mismo Dios. En definitiva es una inspiración de Dios.  Felipe obedece y ve venir por el camino una carroza con un etíope, ministro de la reina. Iba leyendo al profeta Isaías: Como cordero fue llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos.
          Felipe le pregunta si entiende lo que lee, y el etíope responde que no, si nadie se lo explica, porque no sabe si lo dice el profeta de sí mismo o de otro.
          Felipe sube a la carroza, le explica… No sé si mis lectores han escuchad
o un eco del Viernes Santo, que en su 1ª lectura trae este pasaje. Y Felipe puede enseñarle al etíope que hubo un Viernes Santo en el que todo eso se hizo realidad en Jesús. Y a partir de ahí le anuncia la Buena Noticia de Jesús resucitado, que presenta el bautismo de salvación.
          Llegan a un lugar donde hay agua y el eunuco pregunta a Felipe si hay dificultad para ser bautizado. Felipe le responde que si crees en el Señor Jesús, se puede. El hombre hace su acto de fe y responde: Creo que el Señor Jesus es el Hijo de Dios. Y bajando de la carroza Felipe bautiza al etíope, y a renglón seguido el Espíritu arrebata a Felipe, al que ya no ve más, pero el etíope continúa su camino lleno de alegría.
          Felipe apareció en Azoto y allí fue evangelizando por diversos poblados hasta llegar a Cesarea. Eran momentos de gran trascendencia para llevar a las gentes el mensaje pascual. Y Dios iba bendiciendo la obra que desarrollaban los apóstoles.

          Seguimos con la exposición que Jesús hace sin que intervengan sus interlocutores, o la descripción del evangelista Juan que trata de llegar a mostrar el meollo de todo este amplio capítulo (6, 44-52). Como hice ayer prefiero copiar el texto e irle haciendo comentario: En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. La idea de esa “resurrección final” está presidiendo las últimas frases. Ayer acababa el texto diciendo que “quien cree en el Hijo del hombre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día”. Ahora habla de nuevo de esa “resurrección el último día” al que llega a él, atraído por el Padre. En definitiva: creyendo en él.
Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. Es evidente que quien escucha al Padre, acaba desembocando en Cristo Quien entra en contacto con Dios, no puede menos que encontrar a Cristo. Dicho a aquellas gentes que sólo conocían a Dios, sin distinción de Personas, esto tiene mucha fuerza porque quien ha entrado en contacto con la divinidad, ha de acoger ahora a Jesús. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Jesús se va definiendo Hijo de Dios, del que procede.
Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Nuevamente la misma afirmación por tercera vez. Lo que engarza con la explicación siguiente, que es adonde quiere llegar: Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Ya lo había dicho. Pero el capítulo es repetitivo para ir dejando un poso en los lectores. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. ¡Aquí quería llegar el evangelista! Y será el momento explosivo ante aquella gente, como veremos mañana. La afirmación de Jesús de que el pan que yo daré es mi carne, les suena fatal a aquellas gentes, como podría sonarnos mal a nosotros si no supiéramos ya la historia completa. Para nosotros es fácil entender, pero jugamos con la ventaja de la historia que ya ha sucedido. De lo contrario, bien que nos extrañaría que Jesús nos prometiese dar a comer su carne. Pero todo el discurso ha ido dirigido a este anuncio. A nosotros nos suena gozoso, y estamos palpando el anuncio de la Eucaristía.

Las fotos corresponden a mi ORDENACIÓN SACERDOTAL, 18 abril 1960.
y a la Consagración del Pan y del Vino de mi PRIMERA MISA: 19 abril 1960