domingo, 29 de abril de 2018

29 abril: Sin mí, nada podéis


Liturgia:   Vid y sarmientos
                      La vid entre los judíos era un signo de prosperidad. Las familias tenían su higuera y su vid. Por eso la comparación que usa Jesús en este evangelio es algo que les habla muy en el lenguaje de ellos. Jesús se compara a la vid Jn.15,1-8). El tronco principal lleva la savia, sostiene las ramas, alimenta para que se produzca el fruto. Pero es claro que las ramas –los sarmientos- tienen que estar unidas al tronco para recibir la vida de él.
          Los sarmientos necesitan poda para que den buen fruto, Con lo que Jesús advierte de que la vida no puede plantearse desde lo placentero. Requiere juntamente de ese cortar, cercenar, como cuando se despampana la vid, en orden a que dé más y mejor fruto. Y cuando un sarmiento no sirve, cuando no da fruto, se corta. “Mi Padre es el labrador, y a todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
          Luego le dice a sus apóstoles que ellos están limpios porque han recibido las palabras que él les ha comunicado, y les afirma que para dar fruto tienen que estar unidos a él: permaneced en mí y yo en vosotros. Ese “permanecer EN” es la unión que no se rompe, porque sin mí, nada podéis hacer, porque el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid. YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS. Y permaneciendo en mí, dais fruto abundante. Y el que no permanece en mí, se seca y ya no sirve más que para ser echado al fuego y que arda. Pero si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará.
          Éste es el núcleo del mensaje de este domingo. La 1ª lectura (Hech.9,26-31) no hace otra cosa que ratificar ese mensaje evangélico. Saulo era un hombre separado de la vid: perseguidor de los discípulos de Jesús y viviendo al margen de la savia de la nueva doctrina que Cristo había predicado. Pero un día el Señor le sale al paso y lo derriba por tierra, y se manifiesta a Saulo de manera que se convierte en Pablo, un discípulo elegido por Dios para llevar la fe a los gentiles. En esa 1ª lectura nos está contando en síntesis esa historia de la conversión y cómo ahora Bernabé lo presenta a los demás apóstoles. Pablo habla ya de Cristo a los judíos y a los de lengua griega, y llega a ser perseguido por defender y predicar la doctrina que él antes atacaba. Es sarmiento podado para dar más fruto.

          La 2ª lectura (1Jn.3,18-24) baja al concreto de que sean las obras las que definan al verdadero discípulo; en esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia, Y San Juan hace un breve tratado de la importancia de la conciencia personal, que es la que tiene que dirigir las actitudes de la persona.
          La conciencia verdadera es como un espejo que refleja a Dios, la verdad de Dios. La “conciencia” no es lo que hoy con toda facilidad se aduce como “mi conciencia” para expresar simplemente el parecer personal. La conciencia verdadera no es subjetiva; no es “lo que a mí me parece” o “lo que a mí me gusta”. La CONCIENCIA es el espejo de mi vida que está dirigido hacia Dios  para que me refleje a mí la voluntad de Dios, los caminos de Dios para mí. Es por tanto una conciencia objetiva, que no puede manipular la verdad de Dios, sino que la aplica al caso concreto de la persona concreta.
          Cuando la conciencia es verdadera, se puede uno dirigir por su conciencia, teniendo en Dios toda la confianza, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que a él le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como él nos lo mandó. Eso es lo que encierra la verdadera conciencia.
          Hacer “lo que a él le agrada” va mucho más allá de la pregunta de muchos que lo único que les interesa para actuar es “si algo es pecado o no”. La vida concebida desde el pecado. No es ese el planteamiento cristiano, sino qué agrada a Dios o qué le desagrada, lo primero para hacerlo y lo segundo para evitarlo. Es la postura propia de un buen hijo que no se plantea solamente el no ofender a sus padres sino tratar de agradarlos.

          En la EUCARISTÍA vivimos muy de lleno el planteamiento de este domingo: comulgar para sembrar en nosotros esa vid de la que hemos de ser sarmientos que permanecen en la vid. Recibimos al Señor no como una devoción sino como una incorporación a su vid, para que seamos sarmientos que pueden dar fruto. Que necesitarán ser podados, para que den el fruto que agrada a Dios.



          Pedimos a Dios que nos mantenga unidos a la vid.

-         Para que vivamos unidos a Jesús y permanezcamos siempre en él. Roguemos al Señor

-         Para que la mano amorosa y providencial de Dios nos pode para que demos más fruto. Roguemos al Señor.

-         Para que seamos fieles y dóciles a una verdadera conciencia que refleje en nosotros los planes de Dios. Roguemos al Señor.

-         Para que la Comunión que recibimos dé en cada uno frutos de vida eterna, Roguemos al Señor.


Sabemos que sin estar unidos a Jesús no podemos hacer nada. Que siempre nos mantengamos en gracia para que la fuerza de Dios produzca su fruto en nuestra alma.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.

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