jueves, 5 de abril de 2018

5 abril: Les abrió el entendimiento


Liturgia:
                      Otro día muy lleno en las lecturas de la Misa. Amplia la 1ª lectura (Hech.3,11-26) es continuación de la de ayer, con la curación del lisiado del templo. La gente se ha arremolinado alrededor de Pedro y Juan y parece hacerlos a ellos el centro de lo sucedido. Pedro tiene que salir al paso y mostrarles que no son ellos los que tienen que recibir agasajo porque quien ha actuado dando el movimiento a aquel paralítico ha sido Jesús.
          Y ya aprovecha para repetir una vez más el misterio total: vosotros entregasteis a Jesús y lo rechazasteis ante Pilato. Rechazasteis al santo, al justo cuando pedisteis el indulto de un asesino. Matasteis al autor de la vida pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
          Este hombre ha creído en su nombre, y su fe le ha restituido completamente la salud. Dios ha cumplido su promesa que había hecho por los profetas.
          Todo esto tiene una consecuencia que Pedro le pone delante a aquellas gentes a las que les está explicando. Y es que ahora le toca a ellos: arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados. Que sois hijos de los profetas y por tanto sois hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres. Dios envía a su Cristo primeramente para vosotros, para que os traiga la bendición. Condición necesaria para ello es que vosotros os apartéis de vuestros pecados. Y el pecado del que tenéis que salir es de la falta de aceptación de Jesús, como Mesías que Dios había prometido y que es el salvador.

          En Lc.24,35-48 tenemos la continuación del relato de ayer. Los dos discípulos que han regresado desde Emaús con el corazón ardiendo de emoción porque han visto al Señor, y pensando que ellos traen la novedad a los apóstoles y demás discípulos, se encuentran con que ya es noticia sabida porque Jesús se ha aparecido a Simón Pedro.
          Estaban hablando de estas cosas cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: -Paz a vosotros. La primera reacción es de miedo. ¿Por dónde y en qué momento ha entrado Jesús? De ahí el miedo y la fácil idea de que aquello que ven delante es un fantasma. La sorpresa les ha cogido de improviso. Y Jesús les dice: ¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: SOY YO EN PERSONA. Palpadme y daos cuenta que un fantasma no tiene carne y huesos como veis que tengo yo. Y dicho eso les mostró sus manos y pies con las llagas de los clavos, ya luminosas.
          Y como no acababan de creer, les dice: ¿Tenéis ahí algo de comer? Y le traen un resto de pescado asado, y él lo tomó y comió.
          El sentido apologético de este texto es evidente, aunque hubiera nacido del propio Jesús. Porque un cuerpo resucitado no tiene carne y huesos, ni come. Pero tenían que convencerse de que Jesús resucitado era realmente el mismo Jesús de antes, y Lucas nos narra esos detalles que son más comprensibles para aquella gente que necesita pruebas de que están ante Jesús. Para aquella gente y para aquellas comunidades a las que Lucas dirigía su evangelio, que necesitan de pruebas de la verdad de la Resurrección del Señor.
          El resultado final es el que saca Jesús de este episodio: Esto es lo que yo os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mi, tenía que cumplirse.
          Lo que sigue es de una importancia enorme y de una proyección práctica muy fuerte. En aquel momento les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Es que todas las razones y todas las pruebas de otro tipo no bastan para asentir con fe. Tiene que haber un toque de Dios en el alma de la persona para que llegue al asentimiento y a la seguridad que trae el sentido de la fe. Nos dirá más adelante –hoy no lo recoge el evangelio leído- que a los discípulos y apóstoles les quiso dejar parados en Jerusalén hasta que recibieran la fuerza de lo alto. Mientras tanto no basta ni las pruebas ni la buena voluntad. El cambio de cada persona no se produce por razones, sino por “la fuerza de lo alto”…, cuando Dios pone en el alma esa “chispa” de su Gracia y “abre el entendimiento para entender las Escrituras”. Que no es el “entender” de la comprensión o explicación sino ese otro entendimiento de la fe, que está en otra zona diferente y que es pura gracia de Dios.

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