miércoles, 31 de mayo de 2017

ZENIT 31: Sopla el Espíritu

El papa Francisco realizó este miércoles la audiencia general, retomando el tema de la esperanza cristiana y su relación con el Espíritu Santo. A continuación el texto completo.
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ante la inminencia de la Solemnidad de Pentecostés no podemos dejar de hablar de la relación existente entre la esperanza cristiana y el Espíritu Santo. El Espíritu es el viento que nos impulsa adelante, que nos mantiene en camino, nos hace sentir peregrinos y forasteros, y no nos permite recostarnos y convertirnos en un pueblo “sedentario”.
La Carta a los Hebreos compara la esperanza con un ancla (Cfr. 6,18-19); y a esta imagen podemos agregar aquella de la vela. Si el ancla da seguridad a la barca y la tiene “anclada” entre el oleaje del mar, la vela en cambio, la hace caminar y avanzar sobre las aguas. La esperanza es de verdad como una vela; esa recoge el viento del Espíritu Santo y la transforma en fuerza motriz que empuja la nave, según sea el caso, al mar o a la orilla.
El apóstol Pablo concluye su Carta a los Romanos con este deseo, escuchen bien, escuchen bien qué bonito deseo: ‘Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para que la esperanza sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo’ (15,13). Reflexionemos un poco sobre el contenido de estas bellísimas palabras.
La expresión “Dios de la esperanza” no quiere decir solamente que Dios es el objeto de nuestra esperanza, es decir, de Quien tenemos la esperanza de alcanzar un día en la vida eterna; quiere decir también que Dios es Quien ya ahora nos da esperanza, es más, nos hace ‘alegres en la esperanza’ (Rom 12,12): alegres de en la esperanza, y no solo la esperanza de ser felices.
Es la alegría de esperar y no esperar de tener la alegría. Hoy. “Mientras haya vida, hay esperanza”, dice un dicho popular; y es verdad también lo contrario: mientras hay esperanza, hay vida. Los hombres tienen necesidad de la esperanza para vivir y tienen necesidad del Espíritu Santo para esperar.
San Pablo –hemos escuchado– atribuye al Espíritu Santo la capacidad de hacernos incluso ‘sobreabundar en la esperanza’. Abundar en la esperanza significa no desanimarse nunca; significa esperar ‘contra toda esperanza’ (Rom 4,18), es decir, esperar incluso cuando disminuye todo motivo humano para esperar, como fue para Abraham cuando Dios le pidió sacrificar a su único hijo, Isaac, y  aún más como fue para la Virgen María bajo la cruz de Jesús.
El Espíritu Santo hace posible esta esperanza invencible dándonos el testimonio interior de que somos hijos de Dios y sus herederos (Cfr. Rom 8,16). ¿Cómo podría Aquel que nos ha dado a su propio Hijo único no darnos todo con Él? (Cfr. Rom 8,32). ‘La esperanza –hermanos y hermanas– no defrauda: la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado’ (Rom 5,5). Por esto no defrauda, porque está el Espíritu Santo dentro que nos impulsa a ir adelante, siempre adelante. Y por esto la esperanza no defrauda.
Hay más: el Espíritu Santo no nos hace sólo capaces de tener esperanza, sino también de ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros –como Él y gracias a Él– los ‘paráclitos’, es decir, consoladores y defensores de los hermanos. Sembradores de esperanza.
Un cristiano puede sembrar amargura, puede sembrar perplejidad y esto no es cristiano, y si tú haces esto no eres un buen cristiano. Siembra esperanza: siembra el bálsamo de esperanza, siembre el perfume de esperanza y no el vinagre de la amargura y de la falta de esperanza. El beato Cardenal Newman, en uno de sus discursos decía a los fieles: ‘Instruidos por nuestro mismo sufrimiento, por el mismo dolor, es más, por nuestros mismos pecados, tendremos la mente y el corazón ejercitados a toda obra de amor hacia aquellos que tienen necesidad. Seremos, según nuestra capacidad, consoladores a imagen del Paráclito –es decir, del Espíritu Santo– y en todos los sentidos que esta palabra comporta: abogados, asistentes, dispensadores de consolación. Nuestras palabras y nuestros consejos, nuestro modo de actuar, nuestra voz, nuestra mirada, serán gentiles y tranquilizantes’ (Parochial and plain Sermons, vol. V, Londra 1870, pp. 300s.).
Son sobre todo los pobres, los excluidos, los no amados los que necesitan de alguien que se haga para ellos “paráclito”, es decir, consoladores y defensores, como el Espíritu Santo se hace para cada uno de nosotros, que estamos aquí en la Plaza, consolador y defensor. Nosotros debemos hacer lo mismo por los más necesitados, por los descartados, por aquellos que tienen necesidad, aquellos que sufren más. Defensores y consoladores.
El Espíritu Santo alimenta la esperanza no sólo en el corazón de los hombres, sino también en la entera creación. Dice el Apóstol Pablo –esto parece un poco extraño, pero es verdad. Dice así: que también la creación ‘está proyectada con ardiente espera’ hacia la liberación y ‘gime y sufre’ con dolores de parto (Cfr. Rom 8,20-22). ‘La energía capaz de mover el mundo no es una fuerza anónima y ciega, sino es la acción del Espíritu de Dios que ‘aleteaba sobre las aguas’ (Gen 1,2) al inicio de la creación’ (Benedicto XVI, Homilía, 31 mayo 2009). También esto nos impulsa a respetar la creación: no se puede denigrar un cuadro sin ofender al artista que lo ha creado.
Hermanos y hermanas, la próxima fiesta de Pentecostés –que es el cumpleaños de la Iglesia: Pentecostés– esta próxima fiesta de Pentecostés nos encuentre concordes en la oración, con María, la Madre de Jesús y nuestra. Y el don del espíritu Santo nos haga sobreabundar en la esperanza. Les diré más: nos haga derrochar esperanza con todos aquellos que están más necesitados, los más descartados y por todos aquellos que tienen necesidad. Gracias».

31 mayo: Virgen digna de alabanza

Virgen de la alabanza
          Cierra el mes de Mayo con la festividad litúrgica de la visita de la Virgen María a su prima Isabel. María se había enterado por el anuncio del ángel de que su pariente de la montaña de Judea, mujer ya entrada en años, había quedado embarazada. Y María decidió irse a ella para ayudarle en aquellos últimos tres meses de gestación.
          Cuando María apareció por Aim Karim, la casa de Zacarías e Isabel, su prima mayor, toda se convirtió en alabanzas admiradas hacia María. Isabel tiene una inspiración profética y la reconoce la Madre de mi Señor, y se admira de cómo llega a visitarla. Un clamoroso saludo y bendición sale de los labios de Isabel, llena del Espíritu Santo: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! La llegada de María al pueblo de la montaña se ha convertido en una inmensa alabanza. María, “la Madre de mi Señor” merecía aquel grito profundo que sale de la emocionada garganta de Isabel.
          Y no es sólo una primera impresión: siguen las alabanzas y las admiraciones cuando Isabel llega a notar en el interior de su seno que el niño de sus entrañas ha dado saltos en cuanto la voz de Maria llegó a sus oídos. Y la alabanza se continúa con una nueva emoción que sale del corazón de Isabel: Dichosa tú que has creído.
María ha quedado anonadada por aquel recibimiento en el que no habían mediado palabras ni explicaciones, pero se siente perfectamente identificada con todo lo que ha dicho su pariente. Es una realidad y no puede negar las alabanzas que ha recibido porque responden a una realidad. Pero María opta por hacer girar aquellas palabras de glorificación y llevarlas ella hacia Dios. Y ella explota también en una alabanza, aunque en boca de María es alabanza dirigida hacia Dios, el que ha hecho en ella cosas grandes. Y proclamó la grandeza del Señor que hizo en ella tales maravillas. Su espíritu se alegró en Dios, su Salvador, que se había fijado y había escogido lo pequeño de una esclava. María se miraba a sí misma y se veía muy pequeña, muy nada, sin mérito alguno para llevar ahora sobre sí aquella dicha. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en ella. María se miraba a sí misma y se admiraba. Veía un don tan sublime y grandioso en un vaso tan pequeño como ella. Y más alababa a Dios, y más reconocía la misericordia de Dios que se extendía de generación en generación. María estaba ahora mismo en el séptimo cielo. Hablaba pero era más su corazón el que respondía a las alabanzas recibidas con ese volcarlas todas ellas en el Señor. Isabel asentía y hacía coro a las palabras de su prima…, alababa a Dios porque todas las maravillas vienen de Dios. Había silencio. Sólo se escuchaba aquel canto de María que seguía volcando hacia Dios toda su alma, sus recuerdos de la historia de Israel…
Luego siguió un silencio de acción de gracias en todos, y la invitación de Isabel a entrar en la casa, bajo la mirada atenta de Zacarías, que había podido escuchar todo aquello aunque él no pudiera intervenir sino con su asentimiento emocionado. Y la vida de Aim Karim continuó ya con su realidad diaria, mientras María sabía ser la muchacha alegre y trabajadora, que a cada momento era admirada y alabada por su prima, y a cada momento María dirigía su mente al Señor. Aquel: “mi alma proclama la gloria de Dios” no fue palabra de un primer momento. Se convirtió en una jaculatoria en labios de María, lo mismo que el “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” salían frecuentemente de Isabel.
Aim Karim se convirtió en una alabanza. María hizo su papel de joven alegre y pariente eficaz en la ayuda a su anciana prima, y allí se estuvo hasta que llegó el parto a Isabel, y fue testigo del nacimiento del Precursor, que iría delante de su Jesús, y testigo de aquel momento feliz en que Zacarías volvió a hablar y “determinar” (como el ángel le había dicho) que el niño que había nacido se iba a llamar JUAN.


Quiera Dios que el mes que hemos dedicado a la Virgen, haya repercutido favorablemente en los corazones. Por supuesto, en los que ya estaban inclinados. Mi deseo sería que “otros” que podían haberse resfriado en su relación mariana, hayan podido tomar vitaminas en este proceso de llevar cada día una flor a María…, un obsequio, un propósito, un detalle de agrado mayor a la que es MADRE NUESTRA, y a la que necesitamos ir con toda nuestra fuerza para recuperar nuestra verdadera actitud de seguimiento del Señor.

martes, 30 de mayo de 2017

30 mayo: Rosas

ROSA ESCOGIDA
          El Internet nos ha facilitado ver las más maravillosas especies que encierra el mundo vegetal. A veces se queda uno pasmado cuando ve determinadas flores que no se hubieran imaginado los más atrevidos artistas en su afán creador de maravillas. El capítulo de las ROSAS es sorprendente en colores, hechuras, tamaños… Y más de una vez deja perplejo al observador la forma duplicada y triplicada de sus pétalos, que se arraciman en formas caprichosas, unas veces sutiles y otras densas, que no hubieran podido imaginarse.
          A la Virgen María de le invoca desde las letanías como ROSA ESCOGIDA… ¿Cuál de esas maravillas de la naturaleza representaría mejor a María? Pues está visto que ninguna. Todavía hay una rosa escogida que no hemos podido imaginar y que sin embargo existe en la plenitud de María santísima. Todavía podían los artistas más próceres combinar todas esas variedades que han visto sus ojos en los reportajes más refinados, y más allá de todo ello, aparecería una rosa escogida, singular, diseño del mismo Dios, que sería la belleza inigualable de la Virgen María.
          Se me ocurre también que ese artista que fuera capaz de diseñar una rosa perfecta, iba a caer en la trampa de pensarla a solas, desgajada del rosal, como una pieza de museo. Y seguramente iba a olvidar el rosal. Y el rosal es clave para entender a María, porque en toda su belleza primordial dibujada por el Hacedor, no faltó el rosal, lo que quiere decir que no faltaron las espinas. María es una rosa escogida pero con una espada de dolor que traviesa su corazón. María es la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis, que en su gozo inmenso de haber concebido al Hijo, se encuentra perseguida por el dragón, que intenta ensuciarla, que pretende arrebatarle a la criatura, y que está defendida por Dios que unas veces le da alas de águila y otras abre abismos en la tierra para que se traguen el río de suciedad que ha vomitado el dragón con la mala intención de hacerle sucumbir. Veo a María, rosa escogida, y a la vez con espinas punzantes a las que nos acercamos cada vez que nos queremos unir a la flor. Y veo un mes de mayo en el que el verdadero hijo de María ha de unir a sus flores esas heridas que le han proporcionado las espinas del rosal. Y entonces estamos rozando de alguna manera la verdadera DEVOCIÓN a la Virgen, sin quedarnos en los pétalos admirables que seducen por su belleza, sino añadiendo esa gota de sangre que lleva consigo la vida cuando se quiere vivir en su verdad diaria, con sus espinas escondidas donde menos se esperan, pero que son la complejidad del rosal que toca vivir cada día.

          Jn 17, 1-11 es la oración expresa de Jesús a su Padre, cuando ya está a punto e empezar la Pasión. Ruega a su Padre que le glorifique (expresión que encierra ya la realidad de la muerte redentora), para que el Hijo glorifique así a su Padre (realice el plan misterioso que el Padre que querido para la redención del género humano). Y esa glorificación no se queda en el Padre y en el Hijo sino que se abre de inmediato al poder que le has dado sobre toda carne (la humanidad) para que dé vida eterna a los que tú le confiaste.
          La vida eterna consiste en que esa humanidad reconozca a Dios, Dios único y verdadero y al enviado Jesucristo: he manifestado tu Nombre a los hombres, que me diste en medio del mundo. Tuyos eran y tú me los diste y ellos han guardado tu palabra.
          Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste y son tuyos. Ya no voy a estar en el mundo pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.

          Es un párrafo de enorme densidad: “me diste” a estos hombres y son tuyos. Ocúpate tú de ellos. Yo te ruego por ellos. No ruego por ese mundo que se ha cerrado a la Gracia, a ti y a mí…, a todo lo que lleva tu Palabra y tu voluntad. Es inútil pedir por ese mundo. Pero es necesario pedir por estos discípulos que tienen que luchar las batallas del mundo: ellos están en el mundo, y tienen que estarlo, pero sin meterse en él, en sus mentiras y en sus zafiedades. Yo voy a ti: yo dejo ya esta vida entre los hombres, esta vida en medio de ese mundo perverso, pero ellos quedan en medio. Por eso te los encomiendo para que sea tu poder y tu mano misericordiosa la que les haga soslayar los embates de esa maldad y puedan desenvolverse en el regazo de tu voluntad. Ellos, al final, también están destinados a venir a ti y a mí.

lunes, 29 de mayo de 2017

ZENIT 29: Fe no ideológica

Dejarse interpelar por el Espíritu Santo, aprender a escucharlo antes de tomar las decisiones, contrariamente la fe se vuelve ideológica.
El Papa Francisco lo explicó este lunes, en la homilía de su misa cotidiana en la Casa Santa Marta, anticipando la festividad del próximo domingo de Pentecostés, y precisando que es el Espíritu Santo quien mueve el corazón y suscita emociones.
Partiendo de la Primera lectura del día, que narra como la comunidad de Éfeso había recibido la Fe pero no sabía que existiera el Espíritu Santo, “no conocía este don del Padre”, y cuando Pablo le impuso las manos bajó sobre ellos el Espíritu Santo e iniciaron a hablar idiomas.
E invita a preguntarnos que lugar tiene en nuestra vida el Espíritu Santo: ¿Soy capaz de escucharlo?, de pedir inspiración antes de tomar una decisión, decir una palabra o hacer algo? ¿O mi corazón está tranquilo, sin emociones, un corazón quieto?”.
“A ciertos corazones si le hacen un electrocardiograma espiritual, el resultado sería linear, sin emociones” dijo el Papa y añadió: “También en los Evangelios están estos, pensemos a los doctores de la Ley: creían en Dios, sabían todos los mandamientos pero su corazón estaba cerrado, quieto, no se dejaba inquietar”.
El sucesor de Pedro señala que ha escuchado decir:
— Padre, ¿eso no es sentimentalismo
— ¡No, si uno va por el camino justo no es sentimentalismo!
“He sentido ganas de hacer esto, de ir a visitar a aquel enfermo, o cambiar mi vida, o dejar esto… Sentir, y discernir: lo que siente mi corazón porque el Espíritu Santo es maestro del discernimiento”. Y si “una persona no tiene estos movimientos en el corazón, no discierne qué sucede, es una persona con una fe fría, una fe ideológica. Su fe es una ideología”.
Debemos preguntarnos si tenemos un corazón inquieto porque está movido por el Espíritu Santo y que antes de hacer algo le pedimos al Espíritu Santo que nos inspire, que “diga que sí o que no”, o si sólo hacemos “cálculos mentales”.
“Pidamos también nosotros esta gracia de escuchar lo que el Espíritu Santo dice a nuestra Iglesia, a nuestra comunidad, a nuestra parroquia, a nuestra familia” y a “cada uno de nosotros”. Pidamos “la gracia de aprender este lenguaje –concluyó el Papa– para escuchar al Espíritu Santo”.

29 mayo: La familia cristiana

REINA DE LAS FAMILIAS
          El modelo de grupo familiar es la Sagrada Familia de Nazaret. A ella me remito para encontrar en María la madre de familia ejemplar. Hay que tener en cuenta que la mujer no era lo principal en la cultura judía. Y que, por tanto en aquella familia el paterfamilias era José, que era el que marcaba el rumbo de la marcha. Él era el que ganaba el sustento, él era el trabajador en las labores rentables económicamente para el desenvolvimiento de aquel grupo familiar. María no era, en la realidad misma esencial, la más importante, pues el centro de aquella familia era Jesús.
          Sin embargo, a la hora de la verdad la familia funciona según funciona la madre. Y María tiene un papel substancial en el desarrollo de la vida de aquella casa de Nazaret, porque el niño es niño y hay que educarle, y porque José ha de estar más tiempo fuera porque tiene que estar en sus trabajos.
          María constituye así la vida de aquella familia: ella educa, ella enseña, ella lleva y trae al Niño, ella prepara el pan y lo cuece, ella limpia y ella mantiene la casa en su estado diario.
          María viene a ser así un modelo de modo de vida familiar, y las familias se constituyen según el modelo de la madre. Quizás sea éste uno de los aspectos más reseñables de la vida actual de las familias, lo mismo en lo ejemplar de muchas madres que en algunas carencias que pueden manifestarse cuando la madre no ocupa ese lugar central en la crianza y en el desenvolvimiento de los detalles.
          Generalmente la religiosidad de una familia la marca la madre; la que enseña a rezar es la madre. Hay preciosas excepciones en las que el padre de familia está tan a la misma altura de responsabilidad para ese desarrollo integral del hijo, al que no sólo hay que enseñarle los comportamientos generales, sino también trasmitirle una fe, ayudarle a crecer en su dimensión religiosa. Pero la realidad muestra que quien pasa más horas junto al hijo es la madre. Y en el caso de la Virgen es un hecho incontrovertible. Ella imprimió en el Niño los primeros valores, y entre esos primeros, uno esencial, que era la mirada a Dios y el enseñar esos detalles de la vida que marcan el sentido religioso del hijo.
          La inclusión más reciente en las letanías de esta advocación: Reina de las familias, es una llamada que se hace a los padres y madres de familia a situar a María como un núcleo de formación en la constitución de la familia, y debe ser un punto de referencia para que María esté ya trasmitida a los hijos desde la leche materna; para que siempre haya en la casa un cuadro o imagen de la Virgen que presida el sitio de encuentro de la familia, un rezo sencillo que dirige a María la labor de los miembros de la familia, el patronazgo de la Virgen como REINA DE LA FAMILIA. Y esa “devoción” no debe constituir una especie de amuleto sino la mirada a las virtudes y méritos y valores de la vida de la Virgen, que fue clave en el desenvolvimiento de la Sagrada Familia de Nazaret, como lo es en la vida de la Iglesia, como ejemplo de lo que es escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica, y estar siempre disponible a la voluntad de Dios, como en aquel momento en que sólo le interesó que se hiciera en ella según la Palabra que Dios le había dirigido. ¿Cómo funcionarán las familias cuyo norte sea hacer la vida de familia como Dios quiere?

          Ahora hablas claro; ahora vemos que lo sabes todo; por eso creemos que saliste de Dios. Jn 16,29-33 muestra lo que les costó a los apóstoles conocer de verdad a Jesús. ¡Y todavía no lo habían conocido del todo!, porque ahora es cuando Jesús les pone delante el desenlace que va a tener todo aquello: os dispersaréis cada uno por vuestro lado y a mí me dejaréis solo. Eso no lo habían considerado los apóstoles. Ellos seguían en la otra onda de sentirse muy seguros y muy apiñados alrededor de Jesús. Sin embargo la hora que les llega va a poner las cosas en claro, de momento: la dispersión, el escándalo ante la muerte del Maestro.

          Sin embargo Yo no estoy solo porque conmigo está el Padre, y vosotros no fracasaréis porque –aunque tendréis luchas en el mundo-, tened valor: yo he vencido al mundo

domingo, 28 de mayo de 2017

ZENIT 28: Alegría de la ascensión

Palabras del Papa antes del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Celebramos hoy en Italia y en otros países la fiesta de la Ascensión, sucedida 40 días después de Pascua.
La página evangélica (cf. Mt 28, 16-20), que concluye el evangelio de San Mateo, nos presenta el momento de la despedida definitiva del Resucitado a sus discípulos. La escena se sitúa en Galilea, el lugar donde Jesús les había llamado a seguirle y a formar el primer núcleo de su nueva comunidad. Ahora, estos discípulos son pasados por el “fuego” de la pasión y de la resurrección. A la vista del Señor resucitado, se prosternan delante de él, pero algunos tenían todavía dudas. En esta comunidad asustada, Jesús deja la inmensa tarea de evangelizar el mundo y concretiza esta misión con la orden de enseñar y de bautizar en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (cf. v. 19).
La Ascensión de Jesús al Cielo constituye así el término de la misión que el Hijo ha recibido del Padre y la puesta en marcha de la continuación de esta misión por parte de la Iglesia. A partir de este momento, la presencia de Cristo en el mundo tiene como medidores a sus discípulos, aquellos que creen en él y que lo anuncian.
Esta misión durará hasta el final de la historia y disfrutará cada día de la asistencia del Señor resucitado, que declara: ”Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (v. 20).
Su presencia aporta fuerza en la persecución, reconforte en las tribulaciones, apoyo en las situaciones de dificultad que se conocen en la misión y en el anuncio del Evangelio.
La Ascensión nos recuerda esta asistencia de Jesús y de su espíritu que da confianza, da seguridad a nuestro testimonio en el mundo. Nos revela por qué la Iglesia existe: La Iglesia existe para anunciar el Evangelio! Solo por eso. Y también es la alegría de la Iglesia anunciar el Evangelio. La Iglesia, somos todos nosotros, los bautizados!
Estamos todos invitados hoy a comprender mejor que Dios nos ha dado la gran dignidad y la gran responsabilidad de anunciarle al mundo, de hacerle accesible a la humanidad. He aquí nuestra dignidad, he aquí el mayor honor de cada uno de nosotros, de todos los bautizados!
En esta fiesta de la ascensión, cuando nosotros volvemos la mirada hacia el Cielo, donde subió Cristo y está sentado a la derecha del Padre, fortalecemos nuestros pasos sobre la tierra, para continuar con decisión y entusiasmo nuestro camino, nuestra misión de testimoniar y de vivir el Evangelio en todos los medios.
Pero somos conscientes que esto no depende ante todo de nuestras fuerzas, de la capacidad de organización o de recursos humanos. Es solamente con la luz y con la fuerza del Espíritu Santo que podemos cumplir eficazmente nuestra misión de dar a conocer siempre cada vez más y de hacer que los otros tengan la experiencia del amor y de la ternura de Jesús.
Pidamos a la Virgen María que nos ayude a contemplar los bienes celestes que el Señor nos promete y a convertirnos en los testigos siempre creibles de su Resurrección, de la verdadera Vida.
Regina Coeli laetare, alleluia…

28 mayo: Asciende entre aclamaciones

Liturgia: La ascensión del Señor
          La 1ª lectura es la más significativa en esta fiesta de la Ascensión. San Lucas nos ha narrado la secuencia completa de los últimos momentos de Jesús en la tierra. Una vez que comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre…: seréis bautizados en Espíritu Santo. Hech 1,1-11.
          Los apóstoles le rodean y preguntan  si es ahora cuando va a restaurar el reino de Israel, que era la obsesión que ellos concibieron siempre, pensando en el fin de la dominación romana y el comienzo de un Israel libre y llevado de la mano de Dios. Jesús les responde que no les toca a ellos saber esas circunstancias; que cuando venga el Espíritu Santo recibirán fuerza para ser testigos de Jesús en todo el mundo.
          Y allí debió quedar aquello, y Jesús los citó para que ellos y los discípulos estuvieran en el Monte de los Olivos en un determinado momento. Allí se reunieron ellos, junto a la Virgen Santísima, y allí apareció Jesús en medio de ellos. Se despidió de ellos, les tuvo palabras muy personales y consoladoras, y en un determinado momento alzó sus brazos en movimiento ascendente y comenzó a elevarse… Una oportuna nube se interpuso de modo que no pudieron verlo más, y de la nube surgió la figura de dos hombres vestidos de blanco, que les hicieron recapacitar: no hay que seguir mirando al cielo. Ahora hay que volver los ojos a la tierra, porque ahí está ahora la nueva presencia de Jesús, del mismo Jesús que volverá como le habéis visto marcharse.
          La 2ª lectura (Ef 1,17-23) nos lleva hasta el triunfo de Cristo en el Cielo, donde se dice que resucitado de entre los muertos, está sentado a la derecha de Dios en el cielo, por encima de toda criatura, no sólo de lo conocido de este mundo sino que todo lo puso a sus pies. Eso, sí, sin desligarse de la tierra en donde queda en la Iglesia como Cabeza. Ella es su cuerpo.
          Y el evangelio, tomado de San Mateo (28, 16.20), como corresponde a este Ciclo A en el que estamos, nos lo pone ya en los efectos que esta presencia de Jesús tienen que darse entre nosotros, aquí abajo, donde vivimos. Por lo pronto, Jesús afirma: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra, de modo que la ascensión no ha sido un despegarse Jesús de nuestro mundo. Todo lo contrario: elevándose desde Jerusalén hacia el Cielo, lo que ha hecho es acercarse a toda la humanidad, que lo tenemos ya igualmente cercano, vivamos donde vivamos.
          Y lo que Jesús presente quiere ahora es que con ese poder que él ha recibido y que nos lo pone en las manos, nosotros vayamos al mundo entero, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…, consagrando a los hombres al amor de Dios, y enseñándoles a guardar todo lo que ha mandado. Su presencia actual entre nosotros es una presencia misionera, para que no dejemos de posibilitar a las gentes a continuar en la tierra la presencia de Jesús. Aquella palabra de la 1ª lectura: el mismo Jesús que habéis visto subir, así bajará, se cumple en esta realidad de los creyentes bautizados que son la presencia actual de Jesucristo en la vida de este mundo. Por eso, sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
          Realidad que se hace presente en la EUCARISTÍA, que se viene celebrando más de 20 siglos en la Iglesia, y donde tenemos la dicha de encontrarnos con Jesús cada día, y así lo será hasta el fin de los tiempos. Y que, como cae de su  peso, debe convertirse en presencia activa y real en cada uno de nosotros hasta hacer real esa pertenencia nuestra adquirida en el Bautismo, que nos consagra y dedica a Dios de por vida.
          La resistencia que estamos comprobando en muchas familias que no bautizan a sus hijos, nos está poniendo delante la inconsistencia de personalidad de estos momentos históricos, en los que el compromiso formal de la vida está por los suelos, y sólo se pretende gozar del momento presente sin mirar más hacia adelante y a lo que supone tomar postura personal ante la vida. Vivimos una era en la que la palabra de Jesús; estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, lejos de crear atracción, provoca aversión, porque se tiene un miedo cerval a todo lo que es duradero y perenne. Para nosotros, los creyentes, es la inmensa satisfacción de saber que Jesucristo siempre nos acompañará y que su presencia es salvadora.



          A Jesús que sube al Cielo y se sienta a la derecha del Padre, dirigimos nuestras súplicas.

-          Seamos conscientes de que Jesús se ha acercado a nosotros el día que subió al Cielo. Roguemos al Señor.

-         Jesús, sentado a la derecha del Padre es nuestra seguridad de salvación. Roguemos al Señor.

-         Gozamos con la presencia de Jesús entre nosotros hasta el fin del mundo. Roguemos al Señor.

-         Agradecemos nuestro bautismo y pedimos por todos los que deben ser bautizados. Roguemos al Señor.


Señor Jesús: tiende tu mano a este mundo para que sepa descubrir la riqueza que encierra la fe, el bautismo y la continuada presencia de Dios entre nosotros.

          Lo pedimos por el mismo Jesucristo N.S.

sábado, 27 de mayo de 2017

27 mayo: La fidelidad de María

Virgen fiel
          Cuando San Ignacio de Loyola sitúa la aparición de Jesús a su Madre como única contemplación desarrollada de la Vida Gloriosa, abre el cauce de la aparición del Resucitado a toda el que crea. Los evangelios no traen esa aparición porque no era una prueba para la fe de los destinatarios de los relatos evangélicos. Y porque –como dice el propio Ignacio- basta con tener entendimiento para dar por sentado que María fue la primera persona que vio a su Hijo resucitado.
          Pero lo que está debajo de esa aparición es el encuentro de la Iglesia con Jesucristo triunfador del pecado y de la muerte, vencedor de los enemigos que pretendieron acabar con su obra. La “aparición” que tenemos ahí es la aparición a María como PRIMERA CREYENTE, y por tanto la aparición de Jesús a todo creyente. Se está condensando en ese punto la expresión de Jesús de que son bienaventurados los que creen sin haber visto. Ahí estamos nosotros, todos nosotros.
          María es así la Virgen fiel y en su abrazo al Hijo resucitado está provocando la fe de todos los creyentes, y trasmitiendo el abrazo de todos. Esa oración de la liturgia de la celebración eucarística: no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia, debe ser para nosotros un punto que acentuar porque es la Iglesia entera la que cree y la que pone su tesoro de fe a disposición de los fieles. Cada uno somos un pecador y no tenemos méritos que presentar para poder vivir el misterio eucarístico. Pero juntos, somos LA IGLESIA, y en ella está depositada la fe misma de María, que nos enseña a creer por su misión de madre y maestra.
          Nuestra fe está bajo la protección de María. Sabe ella muy bien que su Hijo le dio el encargo de esos hijos, y que todos juntos son la prolongación de su Hijo Jesús, quien se marcha de este mundo pero se queda todos los días hasta el final de los tiempos… Y ahí sabe ella que tiene su misión. Esa Iglesia que dura mientras el mundo sea mundo, está encargada a su Corazón de Madre, y en esa Iglesia acaricia ella a sus hijos, como el encargo del HIJO que así se ha querido quedar y estar presente a ella misma y a esos creyentes que somos nosotros. Estamos bajo la protección de la VIRGEN FIEL a través de los siglos. Además se encierra bajo esa advocación toda la personalidad de María, que fue fiel a Dios en los más mínimos detalles. Fiel a la voluntad de Dios, fiel a los extraños caminos de su Hijo, fiel en los momentos de alegría y en los duros de la Pasión. María no falló a Dios y no nos falla a nosotros, porque su vida es la vida de la persona que se ha tomado en serio la fe plena en el misterio de Cristo y en el mismo misterio de la Iglesia.

          El momento que recoge San Juan en el evangelio de hoy (16,23-28) está centrado en el tema de la oración de petición como oración eficaz cuando pidamos al Padre en el nombre de Jesús. Pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa. Incitación a la oración en la que el fiel se dirige al Padre en el nombre de Cristo. Y les dice que ahora va a hablarles del Padre sin comparaciones. Y la gran afirmación (que muchos tendrán que coger muy en serio) es que ya vayamos directamente al Padre en nuestra oración, porque ya no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere. Digo que esta afirmación de Jesús la tienen que tomar en serio muchos devotos, que todavía sienten recelo de ir a Dios para hacerle sus peticiones o presentarle sus necesidades. Jesús ha afirmado claramente que él no tiene que intervenir necesariamente. Él ha hecho ya su obra de intercesión. Ahora EL PADRE OS QUIERE y podéis ir directamente al Padre.

          Evidentemente no es que Jesús se quita de en medio. Razona la fuerza de esa oración al Padre que podemos hacer y nos explica que “vosotros ya me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y me voy al Padre”. Por tanto la obra de Cristo como el intercesor necesario en la obra de la redención queda patente. Pero supuesta esa redención ya realizada por Jesús –que se ha ido al Padre-, nosotros podemos acudir a uno u otro porque es la misma oración. Nos escucha el Padre, nos escucha el Hijo. Nos mueve el Espíritu Santo desde el interior de nosotros mismos, como ese Espíritu de Dios que Jesús nos ha dejado para que el Espíritu nos vaya conduciendo a la verdad plena. Es el Dios habitualmente presente en el corazón del creyente que vive en Gracia de Dios, y que ha hecho de nosotros su “sala de estar”, su “templo”, para ser ese Dios presente que nos mueve a orar, nos inspira el bien y nos previene contra el mal.

viernes, 26 de mayo de 2017

ZENIT 26: El mundo, lugar del cristiano

El lugar del cristiano es el mundo y allí  anunciar a Jesús. Entretanto su mirada está puesta en el cielo, para estar unidos a él.
Esta fue la idea central del papa Francisco en su homilía realizada este viernes en la residencia Santa Marta del Vaticano.
El Santo Padre parte de la memoria y señala que el primer encuentro de los apóstoles con Jesús fue en Galilea. “Cada uno de nosotros tiene su Galilea”, aseguró el pontífice, dónde lo hemos conocido, y es necesario la memoria de este momento que “en los momentos de prueba me da certeza”.
Un segundo punto es la oración. Y que Jesús ya en el cielo, está “conectado con nosotros para interceder”. Y “hace ver al Padre sus llagas, el precio que pagó por nosotros y por nuestra salvación”.
Y después el Papa señala otro punto: “Jesús Antes de irse, lo hemos escuchado ayer en el evangelio de la Ascención, dice a los discípunos: ‘Vayan al mundo y hagan discípulos’. Vayan, el lugar del cristiano es el mundo, para anunciar la Palabra de Jesús, para decir que hemos sido salvado, que él vino para darnos la gracia, para llevarnos con él delante del Padre”.
Así, “la topografía del espíritu cristiano” son la oración y la misión, y las tres palabras para nuestro camino: Galilea, cielo y mundo.
Pidiendo siempre “la gracia de la memoria: “Que no me olvide del momento en que me has elegido, que no me olvide de los momentos en que nos hemos encontrado”. Además “mirar hacia el cielo, porque él está para interceder”. E ir en misión, o sea en nuestra vida “dar testimonio del Evangelio”, porque no sirve decir como Jesús si “vivo como un pagano”.
“Haciendo memoria, con la oración y en misión, la vida cristiana es hermosa y alegre”, asegura el Papa.

26 mayo: María, Sagrario de Dios

ARCA DE LA NUEVA ALIANZA
          El Pueblo hebreo giró su vida alrededor del Arca de la Alianza. Era, por decirlo así, “su sagrario”, en la que se conservaban objetos sagrados y definitorios de la historia de Israel, como las Tablas de la Ley, la vara de Aarón y un pequeño recipiente conteniendo maná, todos ellos símbolos de tanta trascendencia en los tiempos iniciales de aquel pueblo. Sobre la Tienda del Encuentro –en donde estaba colocada- se hacía Dios presente cubriéndola con una nube densa que ocultaba todo y manifestaba a todo el pueblo que Dios había bajado y que se hacía presente en ayuda y bendición de aquella comunidad.
El Arca era muy primitiva al principio. Luego fue diseñada por Moisés con unas dimensiones y forma muy concretas, y fabricada con maderas nobles y metales preciosos, incluso en los varales con los que se hacía el traslado de un lugar a otro. Por poder entendernos, era el “lugar” donde se hacía presente Dios.
          María queda representada por el Arca de la Alianza. En María “empleó” Dios los materiales más perfectos, diseñando ya en ella una mujer inmaculada que nunca fuera tocada por el pecado que mancha a toda la humanidad. Y en su interior, en su seno, vino a hacerse presente el Verbo de Dios, Dios mismo en su segunda Persona, el Hijo. El Espíritu Santo “la cubrió con su sombra”, como cubría la nube al Arca primitiva. Y el Verbo de Dios se hizo hombre. Y habitó entre nosotros, escondido inicialmente en aquel claustro materno, que hacía de NUEVA ARCA o Arca de la Nueva Alianza, porque el Hijo de Dios venía a firmar el pacto definitivo y eterno de Dios con la humanidad.
          Ya no eran las Tablas de la Ley las que se contenían allí, ni el maná. Ahora era toda la revelación llevada por Jesús a la perfección,  y el verdadero Pan que baja del Cielo. María contiene en su interior lo que va a constituir una NUEVA Y ETERNA ALIANZA. María ya no es “una especie de sagrario”; María es el Sagrario donde vivió nueve meses el Hijo de Dios.
          Y aun haciéndome repetitivo, “Ad Iesum per Maríam” (a Jesús, por medio de María), nosotros nos prepararemos mejor a recibir a Jesús, Pan de la Vida, si vamos de la mano de María, Arca de la Nueva Alianza. Porque ella nos va a depositar con mucha mayor garantía junto a Jesús, Pan de Vida, y nos va a ayudar a predisponernos mejor a participar de la Eucaristía. ¿Por qué? Porque ella sabe mejor el camino y los pasos que se han de dar, y ella tiene superadas las Tablas de la Ley con esa nueva presentación que de ello nos hace su Hijo, y que debemos repasar con cierta frecuencia en los capítulos 5, 6 y 7 de San Mateo: se dijo a los antiguos…, pero yo os digo… Y porque ella escuchó la palabra de Dios y la puso en práctica, llenando así el contenido que presentaban en síntesis inicial los 10 mandamientos.

          Comienza hoy la lectura del Evangelio (Jn 16, 20-23) por el final de ayer: Vosotros estaréis tristes, pero vuestra alegría se convertirá en gozo. Todo un anuncio de las horas que quedan por delante con la pasión y muerte de Jesús (ese “poco” en que no me veréis) y que os van a poner muy tristes. Tristeza que para ellos va a ser como el  derrumbe de un proyecto y el fracaso de un Maestro en el que habían confiado.
          Pero esa tristeza es la semejante a la de la mujer que está de parto y sufre, pero apenas se ha realizado el parto se llena de alegría, y ya no se acuerda del apuro porque ha nacido un hijo.

          Vosotros también sufriréis tristeza con mi marcha, pero durará lo que un parto, porque luego se os convertirá en alegría cuando comprobéis el triunfo. Se alegrará vuestro corazón y nadie os podrá quitar vuestra alegría. En efecto, tras “el apuro”, HA NACIDO EL SALVADOR en su nueva realidad de resucitado, y por tanto, vencedor de ese mundo que es el que ha fracasado totalmente.

jueves, 25 de mayo de 2017

25 mayo: La sabiduría bíblica

Morada de la sabiduría
          En la Sagrada Escritura se habla de la sabiduría de forma tan elocuente que más de una vez no sabe uno si debajo de esa expresión se está hablando del mismo Dios: de LA SABIDURÍA increada, del Dios que es Sabiduría y que por tanto existe desde siempre.
          En ese sentido la liturgia, más de una vez, utiliza en las Misas de la Virgen una referencia a María como una expresión de la sabiduría de Dios, y así ya existió en la mente de Dios desde la eternidad: “El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas, fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes  abismales. Cuando ponía un límite al mar y las aguas  no traspasaban sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia…, gozaba con los hijos de los hombres. [Prov 8,22-31].
          Es una descripción mística de la Virgen en donde se juega con los conceptos del Dios supremo y sabio que es autor de la Sabiduría, y la obra de bolillos de esa sabiduría la ha plasmado en María. Así lo presenta la liturgia y así nos pone en el cenit del pensamiento de Dios. La liturgia todavía concreta más en el Eclesiástico 24: “Desde el principio,  antes de los siglos, me creó y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia ofrecí culto y en Sión me estableció; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces en un pueblo glorioso, en la presencia del Señor, en su heredad. Venid a mí los que me amáis y saciaros de mis frutos; mi nombre es más dulce que la miel, y mi herencia mejor que los panales. El que me escucha no fracasará; el que me pone en práctica no pecará.
          Ahora aterricemos en lo que fue la vida de María, en su prudencia, obediencia, escucha de Dios…, en sus pasos siempre en la línea de la voluntad divina, y estaremos encontrándonos con la gran sabiduría de María, que es el reflejo exacto de esa mística narración que nos ha brindado la referencia a la SABIDURÍA que la liturgia le ha aplicado a ella en esas vibrantes descripciones que he transcrito (y que no son las únicas en las que podemos hallar el retrato de la Virgen).
          Ella nos quiere comunicar sabiduría. De ella no podemos sacar más que orientaciones que nos conducen a Jesús y a hacer como ella misma. El día que en Caná le advirtió a los sirvientes: haced lo que él os diga, no hacía otra cosa que reflejar sobre nosotros su personalidad. Y con ella su gran sabiduría, lo mejor que podía enseñarnos.
          Gocemos paladeando los textos de la liturgia y ofrezcamos a la Virgen esa flor de mayo que expresa ternura y delicadeza del alma, para embelesarnos con la misma Palabra de Dios en su proyección mística hacia María, morada de la sabiduría. Y que luego se torne en aplicaciones concretas en nuestras realidades diarias, en las que la Sabiduría de Dios nos está diciendo lo que debemos hacer y lo que debemos evitar.


          Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco volveréis a verme. (Jn 16, 16-20) No lo entienden los apóstoles. ¡Qué tardos eran para tragarse la realidad de la muerte de Jesús, con su resurrección, en dos espacios de “poco”! Pero Jesús se lo está avisando. Y tiene que explicitarles que dentro de un poco lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre. Para aquel mundo en el que se estaban desenvolviendo, llevar a Jesús al patíbulo va a ser una alegría, una victoria. Para vosotros, llanto y lamentación. Pero es un “primer poco”, porque vuestra tristeza se convertirá en alegría, mientras que ese mundo que creía haber triunfado se encontrará con que allí donde sembró la muerte, floreció la vida. ¿Qué va a ser de ese mundo actual que no sólo no ve a Jesús sino que se ha vuelto hostil y ofensivo contra todo lo que supone la fe en Jesucristo, y que vive totalmente al margen de la fe y de la esperanza en la resurrección? Se dirige a “un poco” muy largo de tristeza y fracaso total.

miércoles, 24 de mayo de 2017

ZENIT 24: Jesús devuelve la esperanza

El santo padre Francisco ha proseguido este miércoles en la catequesis que realiza en la audiencia general, con el tema de la esperanza cristiana, partiendo del sentimiento de fracaso de los apóstoles y seguidores de Jesús después de su crucifixión.
A” continuación el texto completo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera detenerme en la experiencia de los dos discípulos de Emaús, del cual habla el Evangelio de Lucas. Imaginemos la escena: dos hombres caminaban decepcionados, tristes, convencidos de dejar atrás la amargura de un acontecimiento terminado mal. Antes de esa Pascua estaban llenos de entusiasmo: convencidos de que esos días habrían sido decisivos para sus expectativas y para la esperanza de todo el pueblo. Jesús, a quien habían confiado sus vidas, parecía finalmente haber llegado a la batalla decisiva: ahora habría manifestado su poder, después de un largo periodo de preparación y de ocultamiento. Esto era aquello que ellos esperaban, y no fue así.
Los dos peregrinos cultivaban sólo una esperanza humana, que ahora se hacía pedazos. Esa cruz erguida en el Calvario era el signo más elocuente de una derrota que no habían pronosticado. Si de verdad ese Jesús era según el corazón de Dios, deberían concluir que Dios era inerme, indefenso en las manos de los violentos, incapaz de oponer resistencia al mal.
Por ello en la mañana de ese domingo, estos dos huyen de Jerusalén. En sus ojos todavía están los sucesos de la pasión, la muerte de Jesús; y en el ánimo el penoso desvelarse de esos acontecimientos, durante el obligado descanso del sábado. Esa fiesta de la Pascua, que debía entonar el canto de la liberación, en cambio se había convertido en el día más doloroso de sus vidas. Dejan Jerusalén para ir a otra parte, a un poblado tranquilo. Tienen todo el aspecto de personas intencionadas a quitar un recuerdo que duele. Entonces están por la calle y caminan. Tristes. Este escenario –la calle– había sido importante en las narraciones de los evangelios; ahora se convertirá aún más, desde el momento en el cual se comienza a narrar la historia de la Iglesia.
El encuentro de Jesús con esos dos discípulos parece ser del todo casual: se parece a uno de los tantos cruces que suceden en la vida. Los dos discípulos caminan pensativos y un desconocido se les une. Es Jesús; pero sus ojos no están en grado de reconocerlo. Y entonces Jesús comienza su “terapia de la esperanza”. Y esto que sucede en este camino es una terapia de la esperanza. ¿Quién lo hace? Jesús.
Sobre todo pregunta y escucha: nuestro Dios no es un Dios entrometido. Aunque si conoce ya el motivo de la desilusión de estos dos, les deja a ellos el tiempo para poder examinar en profundidad la amargura que los ha envuelto. El resultado es una confesión que es un estribillo de la existencia humana: «Nosotros esperábamos, pero Nosotros esperábamos, pero …».
¡Cuántas tristezas, cuántas derrotas, cuántos fracasos existen en la vida de cada persona! En el fondo somos todos un poco como estos dos discípulos. Cuántas veces en la vida hemos esperado, cuántas veces nos hemos sentido a un paso de la felicidad y luego nos hemos encontrado por los suelos decepcionados. Pero Jesús camina: Jesús camina con todas las personas desconsoladas que proceden con la cabeza agachada. Y caminando con ellos de manera discreta, logra dar esperanza.
Jesús les habla sobre todo a través de las Escrituras. Quien toma en la mano el libro de Dios no encontrará historias de heroísmo fácil, tempestivas campañas de conquista. La verdadera esperanza no es jamás a poco precio: pasa siempre a través de la derrota.
La esperanza de quien no sufre, tal vez no es ni siquiera eso. A Dios no le gusta ser amado como se amaría a un líder que conduce a la victoria a su pueblo aplastando en la sangre a sus adversarios. Nuestro Dios es lámpara suave que arde en un día frío y con viento, y por cuanto parezca frágil su presencia en este mundo, Él ha escogido el lugar que todos despreciamos.
Luego Jesús repite para los dos discípulos el gesto central de toda Eucaristía: toma el pan, lo bendice, lo parte y lo da. ¿En esta serie de gestos, no está quizás toda la historia de Jesús? ¿Y no está, en cada Eucaristía, también el signo de qué cosa debe ser la Iglesia? Jesús nos toma, nos bendice, “parte” nuestra vida, porque no hay amor sin sacrificio, y la ofrece a los demás, la ofrece a todos.
Es un encuentro rápido, el de Jesús con los discípulos de Emaús. Pero en ello está todo el destino de la Iglesia. Nos narra que la comunidad cristiana no está encerrada en una ciudad fortificada, sino camina en su ambiente más vital, es decir la calle. Y ahí encuentra a las personas, con sus esperanzas y sus desilusiones, a veces enormes. La Iglesia escucha las historias de todos, como emergen del cofre de la conciencia personal; para luego ofrecer la Palabra de vida, el testimonio del amor, amor fiel hasta el final.
Y entonces el corazón de las personas vuelve a arder de esperanza. Todos nosotros, en nuestra vida, hemos tenido momentos difíciles, oscuros; momentos en los cuales caminábamos tristes, pensativos, sin horizonte, sólo con un muro delante. Y Jesús siempre está junto a nosotros para darnos esperanza, para encender nuestro corazón y decir: “Ve adelante, yo estoy contigo. Ve adelante”
El secreto del camino que conduce a Emaús es todo esto: también a través de las apariencias contrarias, nosotros continuamos a ser amados, y Dios no dejará jamás de querernos mucho. Dios caminará con nosotros siempre, siempre, incluso en los momentos más dolorosos, también en los momentos más feos, también en los momentos de la derrota: allí está el Señor. Y esta es nuestra esperanza: vamos adelante con esta esperanza, porque Él está junto a nosotros caminando con nosotros. Siempre.

24 mayo: La Virgen como camino

Nuestra Señora de la Estrada
          Saliéndome hoy de las advocaciones litánicas de María, dedico esta página del blog a una advocación mariana muy jesuítica, como es la celebración litúrgica de la Virgen de la Estrada o del Camino, cuya fecha queda fijada por el Papa León XIII para el 24 de mayo, con Oficio litúrgico propio.  [Dado que “María, Auxilio de los cristianos” o MARÍA AUXILIADORA, ha sido ya tomada como una de las advocaciones que el blog ha tratado, me ciño a la Virgen de la Estrada en mi reflexión de este día].
          Es un cuadro que se venera en la Iglesia principal de los jesuitas en Roma, la Iglesia del Gesú, la que fue inicialmente una pequeña Capilla que había en el camino del Capitolio, en donde San Ignacio y sus primeros compañeros veneraron a aquella imagen con singularísima devoción, y que vino a ser la primera Iglesia de los jesuitas. Fue una imagen coronada canónicamente en 1541 y centra la notable devoción de muchos fieles.
          La advocación de SANTA MARÍA DEL CAMINO es de mucho sentido espiritual y aun evangélico. Espiritualmente, María como camino para ir a Jesús es absolutamente significativo. El lema que tantas veces hemos repetido: A Jesús por María, es toda una síntesis de esa advocación de “la Virgen de la Estrada” [en italiano la “strada” es el camino), y es pura teología evangélica que nos dejó Jesús en la cruz cuando encargó a María: Ahí tienes a tu hijo, y al discípulo: ahí tienes a tu Madre. Si quieres llegar a mí, nos está diciendo Jesús, has de hacerlo a través de ese camino que yo te pongo por delante. Y bien conscientes somos de las muchas almas que han encontrado camino hacia Jesús a través de María. Yo ya he comentado que atribuyo mi vocación a aquellas “Avemarías” de saludo y despedida que me enseñaron a rezar en mis idas y salidas en los locales de la Congregación Mariana en mis años de adolescencia. María me condujo a Jesús. Y no ha dejado de hacerlo a través de los años en los que mi camino ha discurrido bajo la mirada de María Santísima.
          Pero elevando más la mirada, cuando Felipe está queriendo que Jesús les diga adónde va para poder saber el CAMINO que ellos deben seguir, Jesús se declara a Felipe como CAMINO, VERDAD Y VIDA. Jesús es EL CAMINO por antonomasia, el camino seguro que hay que recorrer. Caminando por los pasos de Jesús se llega al término. Y ahí, nosotros podíamos hacer de “Felipes” y seguir insistiendo a Jesús en la manera de hallar ese Camino que es él, cuando la realidad de aquellos momentos es tan difusa para los apóstoles que no saben por dónde tirar porque todo les suena a enigma. Y sería un momento propicio para que Jesús nos señalara a su propia Madre y nos dijera que la imitemos, que sigamos sus pasos, que nos apeguemos a ella…, porque ella es también VIRGEN DEL CAMINO, señalador infalible de la dirección que hemos de tomar para llegar hasta él. Y de seguro que vamos a encontrarlo. Y no tengamos empacho de tomar esa mediación para conocer más internamente a Jesús, puesto que él la ha adherido de tal manera a su obra que será a través de María como tendremos el camino más definido para llegar adonde está Jesús, para conocerlo más internamente y para penetrar en los sentimientos íntimos del Corazón de Jesús.

          Jn 16,12-13 no avanza mucho sobre los evangelios de días anteriores. Viene a hacerse un nuevo toque de atención sobre las muchas cosas que quedan aún por conocer de la enseñanza de Jesús, que no están recogidas en sus discursos, y que sin embargo han de constituir el acervo de la fe de los seguidores de Jesús. Para llegar a ello van a necesitar el Espíritu Santo, Espíritu de la Verdad, que será el que –cuando venga- dirá en el corazón de la Iglesia (representada ahora en los apóstoles) lo mucho que aún queda por decir: hasta la verdad plena. “Comunicará lo que está por venir. Él recibirá de mí lo que os irá comunicando”.

          En este evangelio aparece muy diáfanamente el misterio de la Trinidad, porque el Espíritu Santo comunicará lo que dice Jesús, y “todo lo que tiene el Padre es mío y tomará de lo mío y os lo comunicará”. Padre, Hijo y Espíritu Santo van poniendo ante la Iglesia la Verdad que los creyentes hemos de acoger como legado.

martes, 23 de mayo de 2017

ZENIT 23: El mal espíritu en los bolsillos

Muchos consagrados fueron perseguidos por denunciar las actitudes mundanas. Lo indicó este martes el papa Francisco en la homilía de la misa que celebró en la Residencia Santa Marta. E invitó a pasar de un estilo de vida tibio al anuncio gozoso de Jesús.
El su homilía el Papa parte de las lecturas del día, cuando narran sobre la presencia de Pablo y Sila en Filippi, ciudad en la que aceptaban la doctrina “pero todo quedaba tranquilo y no había conversiones”. “No era –aseguró el Santo Padre– la Iglesia de Cristo”.
“Quienes dicen la verdad son perseguidos” y esto “se repite en la historia de la salvación”, aseguró. Cuando el pueblo de Dios servía, no digo los ídolos, pero la mundanidad, entonces el Señor enviaba a los profetas, que eran perseguidos porque “incómodos” como sucedió con Pablo.
“En la Iglesia cuando alguien denuncia las modalidades que existen de mundanidad, es mirado con los ojos torcidos, esto no va, mejor que se aleje”, dicen.
“Yo recuerdo en mi tierra, tantos y tantos hombres y mujeres consagrados, buenos, no ideológicos, pero que decían: “No, la Iglesia de Jesús es así…”. Este es comunista, fuera, y los echaban y los perseguían. Pensemos al beato Romero ¿no?, lo que le sucedió por decir la verdad. Y tantos y tantos en la historia de la Iglesia, también aquí en Europa. ¿Por qué? Porque el mal espíritu prefiere una Iglesia tranquila, sin riesgos, una Iglesia que hace negocios, una Iglesia cómoda, en la comodidad y la tibieza, tibia”.
“El mal espíritu entra siempre por los bolsillos. Cuando la Iglesia es tibia, tranquila, bien organizada y no hay problemas, miren dónde están los negocios”, dijo el Papa. Pero además del dinero, hay otra palabra en la cual el Papa se detiene: ‘alegría’.
Paolo y Sila son llevados delante de los magistrados que ordenan apalearlos y después meterlos en la cárcel. El Pontífice recuerda que la narración del Evangelio indica que los dos cantaban. Y hacia media noche se siente un fuerte temblor y se abre las puertas de la cárcel. El carcelero quería suicidarse porque si los prisioneros se hubieran escapado lo mataban, pero escucha que Pablo le invita a no hacerse mal. El carcelero se convierte, se hace bautizar y “fue lleno de alegría”.
“Este es el camino de la historia de la conversión cotidiana: pasar de un estado de vida mundano, tranquilo, sin riesgos, católico, sí, sí, pero tibio, a un estado de vida del verdadero anuncio del Jesucristo, a la alegría del anuncio de Cristo. De una religiosidad que mira demasiado a las ganancias, pasar a la fe y a la proclamación: “Jesús es el Señor”.
Porque “una Iglesia sin mártires, crea desconfianza; una Iglesia que no arriesga, crea desconfianza; una Iglesia que tiene miedo de anunciar a Jesucristo y echar a los demonios, a los ídolos, al otro señor que es el dinero, no es la iglesia de Jesús.

23 mayo: Consultar a María

Madre del buen consejo
          De nadie bien nacido se puede esperar un mal consejo. Una persona leal, aconseja bien. El que está liberado de pasiones, no tiene en su alma un resentimiento. El que ha sido ofendido pero es de corazón noble, no lleva la ofensa hasta el recelo y la venganza. ¡Tantos más casos que podéis añadir! De una MADRE bien nacida y bien cultivada por Dios…, leal y limpia de pasiones (que no sean la pasión del amor), y de sentimientos nobles, nunca podrá salir un mal consejo. Al contrario: de su corazón limpio van a surgir todas las disculpas, todas las buenas ideas, todas las consideraciones más blancas, toda la nobleza que se alberga en un corazón donde sólo cabe el amor.
          -¡Es que me han hecho una mala jugada!, puede decirle alguien. –“Habrá sido sin querer, sin darse cuenta”. -¡Es que me han perjudicado en mi buen nombre! –“Dios te lo dará por otro lado. -¿Es que mi compañero de clase me ha pegado! –“Tu no pegues nunca a nadie; y a lo mejor tú debes pensar por qué lo ha hecho…”
          Pienso que si de cada trance en que somos víctima, tuviéramos un minuto de mirada a María, y le contásemos lo que nos ha ocurrido, acabaríamos encontrando una “explicación” en el corazón de esa Madre… Lo que no hallaríamos jamás es un juicio peyorativo de aquella persona, y menos aún una incitación a tomar represalias, a actuar correspondiendo con una violencia. María es MADRE DEL BUEN CONSEJO y ella nos va a llevar siempre a ese lado de la bondad en el que nosotros también acabemos juzgando bien, encontrando una explicación o una mitigación a aquello, y quitándole importancia…, y ¡a empezar de nuevo porque aquí no ha pasado nada!
          ¿Alguien puede pensar que después de una “consulta” con la Virgen María, puede salir uno con sus malos pensamientos y sus malos ímpetus?
          Se me viene al recuerdo la anécdota real de aquel desesperado de la vida que decidió ahorcarse para no sufrir más. Pero muy devoto de María, quiso hacerlo como una oblación a la Virgen del Carmen. Preparó un rústico altarcito en la torre de su casa, colocó una imagen de la Virgen con sus dos velas, y echó la soga por la viga para dejarse caer y morir ahorcado. Pero con cierta “prudencia” no se dejó caer de pronto sino que fue probando poco a poco hasta que la soga empezó a hacerle daño y sintió que aquello no era un juego tan rápido. Y echando una mirada a la imagen, y separando la soga del cuello con sus dos potentes manos, le dijo a la Virgen: Marecica: ¿vamos a dejarlo p’a luego? La Virgen había sido MADRE DEL BUEN CONSEJO, desde su improvisado altar de la torre de aquel desdichado. Y como esos ¡habrá tantos!
          Siempre encomendaremos a María nuestros momentos difíciles, nuestras decisiones, nuestras reacciones que iban a ser espontáneas…, nuestros problemas, nuestras desesperanzas, nuestros desánimos. Incluso nuestros pecados que nos atormentan y que nos avergüenzan…, esos que muchas veces no sabe uno cómo expresar y va dilatando la confesión porque no se atreve… Consultarlo a Maria, Madre del buen consejo, y hallar el modo de salir de ese atolladero (y no es hablar de memoria ni de situaciones que nunca se hayan dado). María aconseja, pone palabras en la boca y sentimientos en el corazón. Con María hallaremos la salida.

          Jn 16,5-11 trae más “materia” sobre la que detenerse. No me preguntáis ‘adónde vas” sino que por haberos dicho que ‘me voy’ os ha invadido la tristeza. Sin embargo os conviene que me vaya porque si no, el Paráclito no vendrá a vosotros. Y cuando venga Él, dejará convicto al mundo del pecado de no haber creído en mí; de una justicia y santidad y triunfo de la bondad, porque voy al Padre, y de una condena: la condena de este mundo porque con mi muerte el príncipe de este mundo quedará condenado.

          Creyó el mundo haber triunfado contra Cristo el día que lo llevó a la cruz y pensó haber acabado con él y con su doctrina. Sin embargo queda iluminada la gloria de Dios (la JUSTICIA=SANTIDAD de Dios), y tendrá que acabar creyendo en Jesús (mal que le pese), porque ese mundo y sus principios contra Cristo y su Evangelio van a quedar condenados para una eternidad.

lunes, 22 de mayo de 2017

ZENIT 22: Corazón abierto al E. Santo

El papa Francisco en la homilía de este lunes en la misa matutina que celebró en la Residencia Santa Marta, aseguró que solo el Espíritu Santo nos puede enseñar a decir: “Jesús es el Señor”.
El Santo Padre, partió del las palabras que Jesús dijo a sus discípulos en la Última Cena, en particular sobre el Espíritu Santo que nos acompaña “y da la certeza de que Jesús nos salva”.
Jesús dijo sobre el Espíritu Santo: “Él les conducirá a la verdad plena” y “les hará recordar todas las cosas que he dicho. Les enseñará todo”. O sea que el Espíritu Santo es el compañero de camino de cada cristiano y de la Iglesia. “Este es el don que Jesús nos da”.
¿Pero dónde habita el Espíritu Santo?, se interrogó el Papa. Y refiriéndose a la Primera lectura señaló la figura de Lidia “comerciante de púrpura”, a la cual “el Señor le abre el corazón para adherir a la palabra de Dios”. Por eso “la Iglesia lo llama ‘Dulce huésped del corazón’, está aquí. Pero en un corazón cerrado no puede entrar”.
“¿Dónde se compran las llaves para abrir el corazón? No, eso es un don, un don de Dios. ‘Señor abre mi corazón para que entre el Espíritu y me haga entender que Jesús es el Señor’”. Esta es una oración que debemos repetir en estos días. “Para que llegue a la plena verdad”.
¿Pido al Señor la gracia de tener un corazón abierto? ¿Intento escuchar al Espíritu Santo, sus inspiraciones, las cosas que Él dice a mi corazón, de manera que yo avance en la vida cristiana y pueda dar testimonio que Jesús es el Señor? Pensando en estas cosas, concluyó el Papa, “avanzaremos en la vida cristiana y podremos dar testimonio de Jesús”.