jueves, 4 de mayo de 2017

4 mayo: Vivir la fe

Reina de los que viven su fe
          Lo clásico en las letanías llamadas “lauretanas” es el “Reina de los confesores”, lo que para muchos –más ajenos al lenguaje religioso- equivalía a “reina de los sacerdotes que perdonan los pecados”. Hoy, con el enriquecimiento que les ha dado la traducción más al sentido que a la palabra, hemos alcanzado el valor de esa advocación mariana, con la mirada a todo el que vive su fe. María es Reina de todo el que vive su fe. Ella fue la mujer de fe hasta el extremo más grande, lo mismo al comienzo de su historia –en la encarnación-,  como en el final al pie de la cruz. Su vida se compone de una serie de actos de fe en Dios, de superaciones del absurdo humano, de abandonos, de plenitudes de entrega por las que bien puede definirse a María como la MUJER DE LA FE. De ahí que todo el que vive su fe en la realidad diaria, en los momentos fáciles y en los difíciles, en la tragedia y en la luz…, puede sentirse amparado y protegido y llevado por María. A Ella se puede acoger, a ella encomendarse, abandonarse en la oscuridad que surge tantas veces, y sentir el amparo de María como la Reina y la protectora de su fe, la Madre que acoge y va llevando de la mano, tanto más cuanto que se producen esos momentos duros de dificultades en las que uno no ve la salida por ninguna parte.
          Mirar entonces a María, descubrirla en sus incertidumbres y verla salir adelante sin venirse abajo, y –por el contrario- hecha mujer fuerte para sobrellevar y superar cada situación, es algo que necesitamos orar hasta incorporarlo a la vida personal y hacernos verdaderamente de los que viven su fe, y están ahí fuertes ante la tribulación y la duda. Capaces –casi- de “entender” (como Abraham) que puede ser posible “sacrificar al hijo” y que el “hijo” (ese hijo) vaya a ser origen de una generación. Creer contra toda razón. Creer con el absurdo humano por delante. CREER porque –como María- se fía uno de las cosas misteriosas que tiene Dios.

          Lo que llegaran a creer aquellos judíos que escuchaban a Jesús (Jn 6,44-52) es para mí una incógnita. Porque yo entiendo a los que luego se rebelaron contra las afirmaciones de Jesús, pero me quedo admirado de estos oyentes que están escuchando lo inverosímil que les está presentando Jesús, y ellos siguen escuchando sin reaccionar en contra. Empieza Jesús diciendo que nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que le envió… Ya había materia para haberse levantado contra Jesús… Pero es que sigue picando alto y “raro”, afirmando que Yo lo resucitaré en el último día. ¿Quién era aquel hombre que afirmaba tales cosas? Lo menos que se podría pensar es que no estaba en sus cabales…, que era un hombre con el juicio perdido..
          Pero lo siguieron escuchando. Y les dijo que todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. Para concluir con esa frase que no es la primera vez que la dice, y que quiere inculcarla en los oyentes: Yo soy el pan de la vida…, Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre. Y EL PAN QUE YO DARÉ ES MI CARNE PARA LA VIDA DEL MUNDO.
          Hasta aquí llegaron. Ya lo veremos. Más no cabía ya y Jesús se había metido demasiado adentro. Tuvieron mucho mérito aquellas gentes para escuchar aquellas palabras del discurso. Yo estoy seguro que a mí me llega alguien diciéndome la mitad de eso y lo considero un orate de mucho calado.
          San Juan ha mantenido el discurso en esa alta tensión y ha preferido no mostrarnos las reacciones de las gentes aquellas. Pero el desemboque final de todo eso, esas palabras finales, ya han roto moldes y ahí empieza ya la crisis.

          Aprovechemos nosotros, desde nuestra fe, todo eso que Jesús ha ido enseñando y vivámoslo en esa profundidad que nos haga ser de los que creen y que entran en eso gozoso vasallaje de la Reina de la fe. Y que el final de esas palabras de Jesús venga a ser para nosotros una verdadera satisfacción para ser de los que van viviendo la fe decisiva en el Pan de la Vida, en la Carne del Hijo del hombre, cuya comida da vida al mundo.

1 comentario:

  1. En estos tiempos de apostasía, más o menos generalizada, se exige un poco de FE. "Nadie viene a Mí si el Padre no lo ha enviado" El Padre sigue enviando .Pero nuestra FE a veces está bloqueada y no reconoce estos envíos en los que nos rodean. Si limpiamos nuestras dioptrías, podremos ver a Dios en todo..., en el sol en, las estrellas, en las flores y en los hermanos que vamos encontrando.

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