ADIÓS, REINA DEL CIELO. Ha llegado el último día de mayo. La última flor.
La satisfacción de un mes dedicado a ti, en el que te hemos recordado desde
múltiples colores en los que siempre resplandeció tu bondad y tu labor
misericordiosa y protectora sobre nosotros. Al entregarte esta última flor,
llevas detrás todo nuestro corazón y todos los mejores deseos de cada uno de
nosotros. Lo que hicimos en nuestra vida particular para ponerte más visible en
nuestras casas y en nuestras devociones, es lo que hoy encontramos como fruto
de este mes de Mayo, que no quisimos que pasara de largo. Bendita tú entre
todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Nos despedimos del mes pero
no nos vamos de tu mano. Te necesitamos. Y queremos tener contigo sumas delicadezas
filiales. Y de tu mano desembocamos ya en el mes de Junio, en el que las
“flores” se transforman en frutos en el Corazón de Hijo Jesús.
LITURGIA
Celebramos la
VISITACION DE LA VIRGEN MARÍA, como colofón del mes dedicado a ella. Y lo
hacemos con lecturas propias, como corresponde a una fiesta litúrgica. Tomamos
la carta a los Romanos, 12,9-16 en el que San Pablo describe un ideal de vida a
los cristianos, y que hoy se aplica excelentemente a la vida de Maria. Dice
Pablo que vuestra caridad no sea una farsa,
no meras acciones externas que no brotaran de un interior que se implica en ese
amor al prójimo. Y concreta: aborreced lo
malo, apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros,
estimando a los demás más que a uno mismo. Todo un ideal, un planteamiento
de vida cristiana en lo esencial y distintivo de ese seguimiento de la voluntad
de Jesucristo.
En la actividad no
seáis descuidados; en el espíritu manteneos ardientes. Servid constantemente al
Señor. Es el otro aspecto de la vida en plenitud cristiana: la oración, la
unión al Señor. Es la plenitud de la caridad, que halla en la relación con Dios
el punto culminante.
Otra característica: la
alegría; que la esperanza os tenga alegres; firmes en la tribulación, asiduos
en la oración La oración como parte de la vida, porque sin oración no se
puede pasar. Una oración que no se limita a rezar, sino que reflexiona y
profundiza y deja que el alma encuentre respuestas en el diálogo con Dios,
dejando que su Palabra penetre y exija.
Contribuid a las
necesidades del pueblo de Dios; practicad la hospitalidad. Dos concreciones
de la caridad.
Bendecid, no
maldigáis. Bendecid a los que os persiguen. Con los que ríen, estad alegres;
con los que lloran, llorad.
Tened igualdad de trato
unos con otros, y poneos al nivel de la gente humilde.
Es una lectura que no puede cortarse y apenas comentarse.
Es un manual de examen de conciencia que bien podríamos utilizar en nuestras
confesiones.
El evangelio de Lc.:1,39-56 nos narra el momento en que María, ya encinta de Jesús,
el Hijo de Dios, poniéndose al nivel humilde y servicial, hace el incómodo
viaje desde Nazaret a la montaña de Judea para servir a su anciana pariente,
que está embarazada de seis meses. Isabel prorrumpe en gritos de júbilo y admiración
porque va a visitarla la madre de su
Señor, revelación que ha recibido Isabel, invadida por el Espíritu Santo,
que nota saltar de gozo a su criatura dentro del vientre, en ese encuentro
misterioso de los dos concebidos, desde el seno de sus madres.
Isabel bendice a María, la agasaja y la alaba. Y María, sin
negar ni poder negar todo lo que Isabel dice de ella, voltea hacia Dios esas
alabanzas y las hace alabanza de Dios, de la grandeza de Dios que ha hecho maravillas en la pequeñez de su
esclava. María no se ve a sí misma sino como esclava del Señor. Y lo
admirable es que Dios, el Dueño y Señor, se ha dignado abajarse hasta esa esclava,
levantándola del polvo y colmándola de bendiciones.
Es el canto del MAGNÍFICAT que merece la pena aprenderse de
memoria porque es una de las oraciones más hermosas, construidas por la Virgen
como respuesta a las palabras de Isabel.