domingo, 26 de mayo de 2019

26 mayo: La paz os dejo


REINA DE LA PAZ.- Aprovechemos que es tema de la liturgia de hoy para encontrar en María un modelo de mujer en paz. Siempre vivió en la paz de Dios. Y en ese clima –que es el propio de Dios y en el que Dios se hace presente- recibió aquel anuncio del ángel. Dice el texto que se turbó, pero no en su paz interior sino en no saber qué saludo era aquel. Era turbación motivada por la sorpresa de lo inesperado. Pero de su paz de alma da fe su serenidad para afrontar la situación: “¿Cómo puede ser eso, pues no conozco varón?” Sencillamente no encajaba el anuncio con la realidad. Pero la realidad –admite María- puede ser otra, y sólo le queda que saber cuál es el plan de Dios. Para concluir con una madurez inconmensurable ponerse a la entera disposición de Dios: “Hágase como Dios quiere”.
          Esa es la paz que nos trasmite María. La paz con la que hemos de proceder en nuestras tribulaciones, acudiendo a María para que ella nos asesore y nos conduzca de la mano hasta la paz de Jesús.
LITURGIA
                      La verdad es que las dos lecturas que llevan la voz cantante (1ª y evangelio) son repeticiones de temas que hemos tenido hace poco, y que necesariamente el blog –reflejando esa realidad- tiene que repetir lo que ya ha quedado dicho en su momento correspondiente.
          La lectura de los Hech.15,2.22-29 comienza de nuevo planteando el tema de la circuncisión que aquellos que bajaron de Judea querían imponer a los gentiles que habían abrazado la fe en Antioquía. Luego salta ya a la solución del caso, cuando Pablo y Bernabé suben a Jerusalén para consultar con los apóstoles y presbíteros, y se juntan en Concilio para deliberar sobre el asunto. Y tras estudiarlo en la presencia de Dios, concluyen que no hay que imponerles a los gentiles unas cargas que a ellos mismos les habían resultado insoportables. Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las indispensables. Y envían a Silas y Judas como encargados de comunicarlo a la iglesia de Antioquía, con la única tripe exigencia que deben de guardar y que abarca, dicho en términos muy nuestros, que la adoración es sólo a Dios y no a cualquier otra cosa, ni a uno mismo; que se abstengan del uso del sexo egoísta que se toma por puro placer personal; y que respeten la vida, porque el hombre o la mujer no son dueños de la vida, y que de la vida humana sólo dispone Dios. Haréis bien en vivir todo esto.

          El evangelio (Jn.14,23-29) nos pone delante cómo se vive esa adoración única a Dios: El que me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él. Por el contrario, el que no ama a Dios, no guarda su Palabra. Y advierte Jesús que las palabras que les está diciendo son palabras que vienen de Dios.
          Con todo, no está completado el mensaje, porque todavía no están en condiciones de acogerlo. Pero vendrá el Paráclito, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, que será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando lo que yo os he dicho. Será la acción interior del Espíritu de Dios la que abra el entendimiento de aquellos hombres para que trasmitan el mensaje de Jesús. Y será ese mismo Espíritu el que en nosotros vaya conduciéndonos a entender la Palabra de Dios y Palabra de Cristo.
          La paz os dejo, mi paz os doy, no como la paz que da el mundo. La paz que da Jesús es una paz interna y profunda, que no está reñida con la dificultad y la contrariedad que puede sobrevenir. Por encima de ello planea siempre una paz honda, que se da en el fondo del alma y que no se altera por motivos externos.
          La paz del mundo es una paz superficial que se pierde a la primera de cambio, cuando surge la dificultad. Una paz inconsistente que depende de lo placentero del momento. La de Cristo no es así. Y aun anunciándole ahora que Jesús se va a marchar (y es a su muerte), no debe temblar el corazón de ellos. Se va Jesús pero preparará sitio para todos, y luego volverá al lado de ellos. Si me amarais os alegraríais de que voy al Padre. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo en mí.

          En la Eucaristía, antes de llegar a la comunión, el sacerdote invita a los fieles a darse un signo de paz. No hace falta darla a todo alrededor. Es un signo y con el signo a derecha e izquierda, basta. Lo que se está significando es que el que participa en la Comunión es una persona que tiene paz dentro de su alma y la trasmite por donde va.



          Al Dios de la paz le pedimos que mantenga nuestra alma en paz.

-         Que vivamos la libertad de espíritu que nos ha de dar el adorar sólo a Dios, aun por encima de nosotros mismos. Roguemos al Señor.

-         Que seamos dueños de nuestra conciencia para respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Roguemos al  Señor.

-         Que en nuestros criterios tengamos claro el respeto a la vida, desde la concepción a la muerte natural. Roguemos al Señor.

-         Que amemos a Dios guardando todos sus mandamientos. Roguemos al Señor.


          Danos un alma limpia que camine los caminos de la vida en dirección hacia el Cielo.
          Por Jesucristo N.S.

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