jueves, 16 de mayo de 2019

16 mayo: Sepáis que Yo Soy


REINA DE LA PAZ.- El signo distintivo de Jesús, cuando saluda, es LA PAZ. Enseña a sus apóstoles a saludar con la paz. Para saber que una inspiración es de Dios, tenemos que discernir por esa paz con la que se presenta. Por tanto, María no puede estar en otra órbita que no sea la de la paz. María está con nosotros dándonos paz y reconociendo que estamos con ella cuando nuestros pensamientos y sentimientos se viven en paz. Jesucristo declara en las bienaventuranzas que son dichosos los que viven en paz y dan paz a su alrededor, porque son pacificadores en sus ambientes. María vivió siempre en paz y de lo que ella tenía en su alma, de eso comunicaba. La devoción popular la venera como Reina de la Paz y a ella nos encomendamos para vivir con nuestra alma en paz. Y encomendamos la paz del mundo, ¡que mucho la necesita!

LITURGIA
                        Los Hechos (13,13-25) nos siguen mostrando el celo apostólico que dominaba en aquellas comunidades y en los más representativos. A partir de ahora casi que se va a reducir el relato a la acción de Pablo. Hoy nos lo presenta con sus compañeros, bajando a Perge y Panfilia. Juan Marcos se volvió a Jerusalén. Bajaron a Antioquía de Pisidia y fueron invitados a dirigirse al pueblo en la sinagoga, y Pablo tomó la palabra e hizo un resumen de la historia del Antiguo Testamento hasta llegar a Juan Bautista, que ya presenta a Jesús, del que se declara indigno de ser su criado.

            El SALMO (88) viene a apuntalar ese celo por la palabra de Dios, anunciando tu fidelidad por todas las edades. La misión de la iglesia es la difusión de la palabra de Dios y de la fe en Jesucristo, como camino que conduce al Padre y lleva a la salvación (o salud plena con la que hemos de caminar en el día a día).

            El evangelio de Juan salta hoy al momento de la Cena (13,16-20), y Jesús exhorta a sus discípulos a poner en práctica cuanto les ha enseñado. Y eso lo dice a sabiendas de que entre ellos hay uno que no sigue esa pauta. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quién he elegido, pero tiene que cumplirse  la Escritura: ‘El que compartía mi pan, me ha traicionado’. Os lo digo antes de que suceda, para que cuando suceda sepáis que yo soy.
            Este final tiene dos sentidos: de una parte es que Jesús se está anticipando a los hechos y anunciando algo que va a suceder, algo muy desagradable que va a provocar el escándalo de los apóstoles. Y quiere decírselo de antemano para que cuando suceda, se den cuenta que ya estaba previsto: que Jesús es el mismo que cuando ahora anuncia y cuando suceda el desastre.
            Otro sentido de mucha mayor trascendencia es el significado del YO SOY, que entronca con el YO SOY de Dios a Moisés. Y por tanto que aunque suceda el tal desastre, Jesús sigue siendo el mismo Dios y llevando la historia con su dominio de Dios.
            Ahora bien: Jesús enviará en su momento a sus apóstoles a dar testimonio de la verdad. El que reciba a su enviado lo recibe a él. Pero no queda ahí la cosa, sino que el que lo recibe a él, recibe al mismo Dios que lo envió. De donde se deduce que recibir al enviado de Jesús es recibir la misma misión de Dios.

            Es claro que el evangelio de San Juan no se presta a mucha explicación. Es demasiado conceptual y casi no queda más opción que la de explicar sus términos. Por otra parte es muy cíclico: una misma idea se repite una y otra vez, y lo que no se ha entendido la primera vez, queda explicitado por las otras repeticiones. No me quedan, pues, muchas opciones para explicar ni para extender el contenido de estas notas litúrgicas a las que se atiene el blog.

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