viernes, 31 de agosto de 2018

31 agosto: Sabiduría de Dios


LITURGIA
                        Estamos en la 1ª carta a los fieles de Corinto (1,17-25). El texto que nos ocupa hoy es de los que se pueden llamar “clásicos” por el tema que aborda Pablo: la necedad en la que gusta a Dios actuar para confundir precisamente las falsas sabidurías humanas. El texto merece la pena transcribirlo con algunas acotaciones.
         No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. “Los que se pierden” son precisamente los que se sitúan de espaldas al mensaje evangélico. Y el mensaje evangélico es mensaje de un Cristo que muere crucificado por no haber condescendido con la “sabiduría” del mundo, que lleva otros derroteros diametralmente opuestos.
Pues está escrito:
«Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces».
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Desde que Dios eligió otro camino para salvar a la humanidad, tan distinto de los caminos del mundo, esos caminos del mundo han sido hecho necios
Y puesto que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría humana, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen. La “necedad de la predicación” indica un medio tan frágil como es la trasmisión del mensaje de Dios con la pobreza de la expresión y los conceptos humanos, tan variopintos según las culturas. Pues los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados - judíos o griegos -, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
            No deja de ser una contradicción humana que a las alturas de esas otras culturas de los otros pueblos, la nueva sabiduría que se propone sea la de un crucificado, un ajusticiado, y que precisamente ese sea la fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. He ahí el gran argumento de Pablo, con el que quiere llegar a esas comunidades de cristianos que él ha fundado.

            En el evangelio, otro “clásico”: el de las diferentes actitudes de muchachas que esperan al novio. Hace unos días me llegaba un cuento que era ni más ni menos que esta parábola. Se trataba de un joven que se enamora de dos hermanas y no sabe por cuál decidirse. Y opta por la estratagema de citarlas a una determinada hora en un sitio idílico.
            Allí acuden las dos, muy compuestas y arregladas. Pero son de muy distinta manera de ser. Una es detallista y la otra descuidada, y mientras la primera ha cuidado todos los detalles y viene armada de ilusión y prudencia, la otra se impacienta fácilmente y quiere las cosas hechas ya.
            El joven quiere probarlas y por eso se retrasa y no tiene prisa en llegar, lo que origina dos reacciones en  las muchachas. Una permanece a pie quieto, la otra se sienta en el primer lugar que encuentra, y se adormece. Y se despeina y se aja el vestido y el adorno, cuando ya se deja caer vencida por el sueño. Su hermana está muy cansada pero se mantiene en pie, pasea y mata el sueño como mejor puede, pero conservando el palmito.
            Cuando se da la voz de que va a llegar el joven, la que se había quedado dormida tiene que salir al primer sitio posible donde arreglar el cabello y el maquillaje de su rostro. La otra está en pie y conserva su elegancia. Cuando llega el joven la encuentra en buenas condiciones y admira su porte y su paciencia y la lleva a un restaurante de lujo. La otra hermana no está. Y el muchacho acaba prendándose de la que supo esperar.
Cuando aparece la otra hermana recompuesta, ya no está el muchacho. Y se queda ella fuera y sin tener dónde ir ni qué hacer. Valió la pena la actitud de la hermana diligente. Para el joven, mujeres así son las que merecen la pena y por tanto con esa  hermana es con la que él va a construir un hogar.
Aplicar el cuento a nuestra realidad: vivir preparados.

jueves, 30 de agosto de 2018

30 agosto: El valor de la verdad


LITURGIA
                        El evangelio de hoy podría darse por explicado porque es un tema más que conocido y casi diríamos que repetido. Pero el evangelio siempre es nuevo y siempre se renueva a sí mismo, de modo que lo que ya se ha dicho una vez puede comentarse otra y que resulte como un estreno. Y porque a cada uno le llega en un momento diferente y por tanto entra en su alma como algo novedoso.
            Mt 24, 42-51 está en la liturgia como pegado a los “ayes” de Jesús con los escribas y fariseos. Y bien podríamos interpretarlo hoy como una nueva invitación que Jesús les hace, advirtiéndoles que puede ser aún una hora propicia para salir de sus “sepulcros blanqueados” que huelen a muerte y entrar en el reino…; llegar aún a tiempo de esperar la venida del Señor. Todavía pueden ser los criados fieles (que tienen a su cargo otros criados, a los que pueden servir en buena lid).
            Jesús advierte, pues, que hay que estar en vela porque no sabéis el día ni la hora. Se puede hacer tarde, les podría estar diciendo a los fariseos y doctores, pero aún estáis invitados a abrir la puerta en el momento en que aparezca el dueño de la casa. Y –por expresarlo con una imagen llamativa- advierte Jesús que lo mismo que no se sabe de antemano la llegada del ladrón (porque si se supiera, no le dejarían abrir el boquete), tampoco se sabe a qué hora y en qué momento viene el Hijo del hombre.
            Los mentores del pueblo judío deben tener esa lección bien aprendida, porque un criado bueno es el que está prevenido para esperar la llegada de su amo. Y en parte por él mismo, en parte porque tiene otros a su cargo, debe estar alerta para que el amo al llegar lo encuentre en su puesto y en la mejor disposición. ¡Feliz él, porque entonces el amo lo va a poner al frente de la administración de su casa, elevándolo de categoría!
            Todo lo contrario si al llegar el dueño de casa lo que encuentra es el desorden y que el criado maltrata a los subordinados, y se dedica a comer y beber con los borrachos… Entonces el amo le castigará fuertemente como merecen los hipócritas. He aquí por qué he hecho aplicación de la parábola al contexto en el que tanto ha clamado Jesús contra la hipocresía. Un texto (el de días anteriores) que “atrae” a éste de hoy precisamente en el punto común de la hipocresía. Y donde el final de la perícopa es esa llamada intensa de Jesús que advierte que para el hipócrita fingidor de bondad, lo que le espera es ese llanto y rechinar de dientes de la desesperación de no haber sabido aprovechar a su tiempo las oportunidades que se ofrecieron para estar en vela y vivir con la cabeza alta. Al contrario vendría el momento desesperado de haber tenido la oportunidad y no haberla aprovechado. Y hay un momento en el que ya no hay vuelta atrás. Que esa es la gran conclusión de este relato, que no deja espacio a “segunda oportunidad”. Al llegar el amo, la suerte ya está echada, y como se haya vivido, así será el encuentro definitivo con el Señor.
            De donde se deduce que hay pecados de muchas clases, que habrá siempre que tratar de corregir, pero que el de la hipocresía ocupa un lugar muy importante en la colocación de la persona ante la presencia de Jesús. Cualquier pecado lo puede perdonar (y de hecho el evangelio está lleno de perdones). Pero la hipocresía hace de frontón a la palabra de Dios e impermeabiliza el alma para poder Jesús entrar en esos corazones. Es evidente en la historia de Jesús. Publicanos, mujeres de mala vida, pecadores…, hallaron en Jesús compasión y perdón, misericordia y gestos de cercanía y amor. En cambio con los fariseos no hay nunca una posibilidad de acercamiento, porque eran hipócritas.
            Y siempre me gusta hacer notar que los fariseos no eran una profesión de maldad. Me parece necesario siempre hacer caer en la cuenta de que eran muy religiosos, nimios en su forma de vivir la religión, hasta la exageración y en las exigencias. ¡Pero detrás de aquella vida se escondía la falsía, la hipocresía! Y de ahí el choque frontal con Jesucristo que era el hombre íntegro y de la verdad.

            He ahí la gran lección para ese examen de conciencia que hemos hecho estos días pasados, que nos debe poner muy de frente a nuestra verdad. No nos justifica el hecho de ser más religiosos y cumplidores. El corazón es el que se juega ahí la realidad del sincero o del hipócrita ante los ojos de Dios que ve los corazones.

miércoles, 29 de agosto de 2018

29 agosto: Sepulcros encalados


LITURGIA
                        Lo que no son “hechos” tiene siempre una mayor dificultad de explanación porque los dichos son los que son y no cabe más que citarlos con alguna pequeña paráfrasis. Y estos días estamos ante discursos o cartas que dicen lo que dicen y ya tendríamos escrito el blog de cada mañana. Yo intento masticar un poco esas afirmaciones que nos traen las lecturas por si ayuda un poco a la reflexión personal.

             2Tes 3, 6-10.16-18 nos lleva al final de la carta, y destacan dos “temas” enunciados por el Apóstol: apartarse de malas compañías y trabajar para ganarse el sustento. Los que no siguen el camino del evangelio (de las tradiciones que recibieron de mí), no pueden aportar nada a aquella comunidad. Por tanto no tratéis con ellos. Esa palabra así no es edificante si la aislamos del contexto porque supondría una discriminación. Pero vivida en cada persona o por cada familia es de una lógica total. Por eso la he traducido como “apartarse de las malas compañías”. Y en eso creo que estamos todos de acuerdo. La manzana podrida pudre a las sanas…, es otro principio popular. Y San Pablo ha dicho eso exactamente.
            El otro tema es el del trabajo para llevar adelante la vida propia y la de la familia. En Pablo el honor y gozo personal es sacar adelante su apostolado sin ser gravoso a nadie. Y afirma que tendría derecho a buscar la ayuda económica de una comunidad a la que él se ha entregado. Pero no quiere usar de ese derecho sino dar un ejemplo de desprendimiento en lo que es su labor evangelizadora.
            Acaba la carta dando garantía de que la carta expresa su pensamiento.

            Mt 23, 27-32 concluye los “ayes” de Jesús sobre los fariseos y doctores de la ley, y encierra dos nuevos puntos de examen, uno de ellos que viene a ser como el resumen o repetición del argumento que ha presidido toda esta diatriba: la hipocresía. Ahora lo hace con una imagen muy expresiva: la de sepulcros encalados, que quedan muy blancos y relucientes por fuera, pero que lo que contienen dentro es muerte, podredumbre. Así vosotros aparecéis justos por fuera pero dentro estáis llenos de podredumbre e hipocresía.
            Queda claro que el pecado de hipocresía, de falsas apariencias, es de los que lleva Jesús más en el dolor de su corazón. Es de esos pecados que por estar asentados sobre la falsía del corazón, son más perniciosos y más irreductibles.
            Nuevamente Jesús vuelve sobre el tema acusándoles de otra mentira de la vida de aquellos hombres: edifican mausoleos a los profetas y dicen que si ellos hubieran vivido entonces, no habrían sido cómplices de esas muertes. Y al mismo tiempo siguen persiguiendo a Jesús… He ahí de nuevo el pecado de falsía del corazón: rechazan aquellas injusticias de sus antecesores y ellos caen en el mismo pecado que parece que detestan. ¿Cómo podía reaccionar Jesús ante todo esto?

            Y como no me gusta quedarme en “historias”, vuelvo la mirada a nuestra realidad: lo fácil que nos resulta juzgar situaciones que se dan fuera de nosotros, y estar haciendo nosotros lo mismo… Criticarlo en el prójimo y justificarlo en uno mismo. Ésta es una materia que debemos mirar en nuestro examen de conciencia, y cada vez que nos descubrimos juzgando un hecho de otros, hacer la reflexión concreta sobre esa misma situación en uno mismo, sin buscarle excusas. O diríamos más bien: la misma excusa que tenemos en nuestro caso personal, aplicarla al otro. Y a lo mejor este ejercicio sería muy práctico para nosotros mismos y muy caritativo para el modo de mirar a otros: utilizar con los de fuera el mismo baremo que utilizamos con nosotros mismos. Saber encontrar disculpas o justificaciones a las cosas y acciones o palabras de los otros, con la misma medida con que justificamos lo nuestro y tenemos siempre un porqué para actuar o decir lo que hacemos o expresamos. ¿Por qué no van a poder tener los demás las mismas razones con que defendemos lo nuestro? Sería una norma práctica para ser objetivos y para vivir la caridad.

Hoy se celebra el recuerdo litúrgico del martirio de San Juan Bautista. Tenemos reciente el evangelio que nos describe la historia de aquel suceso.


martes, 28 de agosto de 2018

28 agosto: Examen de conciencia


LITURGIA
                        San Pablo había advertido en otra ocasión que el momento final de la historia era inminente. En esta 2ª carta a los tesalonicenses (2, 1-3. 13-16) se corrige a sí mismo y les advierte a sus fieles que no se alarmen por dichos o escritos que se atribuyen a él. Y que lo que toca es vivir en plenitud el mensaje del evangelio y que nadie les desoriente, sino que mantengan su fe en lo que han aprendido de viva voz y dicho  personalmente por el propio Pablo. Y que todo eso redunde en un consuelo permanente e interior y les dé fuerzas para toda clase de palabras y obras buenas.

            En el evangelio –Mt, 23, 23-26- continúa Jesús llamando la atención a los escribas y fariseos. El tono, con su “¡ay!” inicial muestra la fuerza de lo que Jesús está queriendo trasmitir. Muestra indignación por tanta hipocresía en las actuaciones de aquellas verdaderas sectas, y a la vez se lo dice porque Jesús no pierde la esperanza de una posible conversión de ellos, que es lo que en definitiva le interesa más a Jesucristo.
            Hoy les ridiculiza esa práctica de los detallitos del diezmo del anís, el enebro y el comino (que no es que haya que quitarlos), sino que teniendo tanto interés en eso, se pierdan ahí y descuiden la misericordia y la compasión y el derecho (que son las actitudes substanciales). Jesús les corrige ese absurdo y les tilda de hipócritas y guías ciegos que pretenden conducir a otros cuando ellos no van…, cuando filtran el mosquito y se tragan el camello… Se fijan en las minucias y abandonan las obligaciones de envergadura… Limpian la copa y el plato por fuera, mientras que son ladrones y desenfrenados en su interior. Y Jesús les llama a limpiar la copa por dentro y así quedará limpio lo de fuera. Siempre estamos en lo mismo: Jesús va al interior y con el interior limpio, ya pueden proceder limpios en lo de fuera. Que Jesús no está en contra de los detalles pequeños, sino de la hipocresía que supone pararse en los detalles y descuidar lo de dentro. Que Jesús es también hombre de detalles, como en aquella admiración ante la pequeña moneda de la viuda. Pero ese “detalle” de la viuda le suscita a Jesús el valor enorme que tiene el “detalle” cuando detrás de la minucia hay la entrega de todo lo que aquella mujer tenía ese día para comer. Entonces el detalle pasa a ser manifestación de algo mucho más profundo y substancial. Eso es lo que quiere Jesús. Y la carencia de eso es lo que corrige a los fariseos y doctores, porque se quedan en lo exterior, en el mero detalle exterior, pero luego eso no tiene repercusión en la vida de aquellos hombres.
            No ha acabado aquí. Seguirá aún esta llamada de Jesús…, este examen de conciencia…, como veremos nuevamente mañana, si Dios quiere. Lo que no debemos es quedarnos pensando en los fariseos y doctores sino que este examen, en su parte útil correspondiente, la hagamos personal nuestra. Se trata no ya de sentirnos “acusados” sino ayudados por Jesús para clarificar nuestras actitudes o nuestras posibles fallas en las que nos engañamos con cierta facilidad.
            Porque el tema no es de mala voluntad en el caso que nos atañe a nosotros, sino muchas veces es la capacidad de autoengaño en la que es tan fácil caer por esas tendencias de justificaciones que nos invaden. Que Jesús venga y nos toque en la conciencia y nos despierte la responsabilidad, es una auténtica gracia. Debemos agradecerlo. Debemos pedirlo. En el fondo de la conciencia hay –como dice Santa Teresa con su gracejo y buena imaginación- muchas salbandijas. Y descubrirlas es algo que debemos desear porque así podemos corregir. Y corrigiendo, crecer. Un autor afirma que descubrir en nosotros un nuevo pecado o deficiencia no nos hace peores, ni eso significa que vamos hacia atrás. Por el contrario supone un avance, una gracia de Dios, porque descubrirlo es el primer paso para corregirlo. Y debemos estar muy agradecidos a Dios si nos hace ver en nuestra vida algún nuevo aspecto que nos es posible corregir. Duele descubrir de pronto ese pecado, que parece que nos acusa de algo que no habíamos visto antes. Pero en realidad es la ocasión de mostrar nuestra buena voluntad de mejorar y nuestro amor a Dios a quien queremos agradar en ese nuevo punto que hemos descubierto. El Santo Cura de Ars pidió a Dios ver su alma y le fue concedido. Y él nos dice que encontró mucha suciedad… ¿Qué podríamos encontrar nosotros en nuestra conciencia si tuviéramos la luz que nos ayudara a penetrar en lo profundo de ella?

lunes, 27 de agosto de 2018

27 agosto: ¡Ay de vosotros...!


LITURGIA
                        Entramos en la 2ª carta de San Pablo a los fieles de Tesalónica (1, 1-5. 11-12), con un exordio solemne en el saludo y en el ruego a favor de esa comunidad. Escribe en nombre propio y de Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses que forman parte de la Iglesia de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
            Os deseamos la gracia y la paz…; damos continuas gracias a Dios por vosotros, pues vuestra fe crece vigorosamente y vuestro amor recíproco.
            Y Pablo se siente orgulloso de aquellos cristianos, porque ve que su fe es constante en medio de las persecuciones y luchas, que ponen de manifiesto la madurez de aquellos creyentes.
            Por eso pide a Dios que considere dignos de su vocación a aquellos fieles, y pide para ellos la fuerza de permanecer en esa tarea de la fe, y así den gloria a Dios.

            El evangelio recoge la diatriba de Jesús contra los  fariseos y doctores de la ley (los escribas), a los que les hace el examen de conciencia que ellos son incapaces de hacerse. (Mt.23,13-22).
            Les pone delante su hipocresía, que cierra a los hombres el reino de los cielos; ni entráis ni dejáis entrar a los que quieren. Ellos no entran porque rechazan a Jesús y a su enseñanza. Y ya con eso tendrían bastante para vivir lejos de la verdad. Pero no se conforman con eso sino que provocan en los otros una necesidad de seguir sus propias doctrinas y así apartan de Jesús. También otro sentido: ponen tan difícil la vida de fidelidad al Señor que le presentan a los fieles un panorama insuperable de prácticas y exigencias, de sacrificios y limosnas que apenas pueden arrostrar: devoráis los bienes de las viudas con pretexto de oraciones. Y Jesús que sale siempre a favor de los débiles, les advierte que por eso tendrán una sentencia más severa. En esa misma línea de exigir y cerrar puertas a los que quieren entrar en el reino, les pone delante el hecho de recorrer tierra y mar por atraer un prosélito, y cuando lo logran, lo hacen peor que ellos mismos.
            Otro punto de examen es el absurdo de sus normas sobre juramentos, que obligan si se jura por el oro del templo pero no si se jura por el templo. O vale jurar por la ofrenda que está encima del altar pero no obliga jurar por el altar. Es el absurdo total de considerar lo de fuera más importante que lo que sustenta a lo exterior. Es ceguera y necedad, pero era la concepción farisaica por la que lo externo es lo que cuenta, mientras que lo más substancial queda en segundo lugar.
            Ese es el examen de conciencia que hace hoy Jesús a aquellos fariseos. Y no deja de ser útil escucharlo de su boca porque nos llama la atención sobre nuestras realidades internas que son siempre mucho más importantes que las externas. Y no es que no vamos a vivir también prestando atención a lo exterior sino que lo exterior en tanto tiene valor cuanto que responda a un interior comprometido.

            Jesús califica de “ciegos” a los que se pierden en lo exterior y no profundizan en lo interno, porque en realidad no ven lo que está a la claras y ante los ojos. La introspección es básica para estar alerta sobre nuestras formas de vivir no sólo lo religioso sino lo relacional con los semejantes. Es cierto que hay que cuidar las formas externas y que más de una vez esas formas externas expresan el interior de la persona. Pero hay que mirar mucho a los sentimientos más profundos porque ahí es donde se cuecen las realidades internas del corazón de cada uno, y lo que luego puede salir a flote.
            El pueblo –incluidas personas piadosas- ha perdido muchas expresiones externas de su actitud religiosa. Eso de las gentes que entran al templo sin hacer un mínimo gesto de adoración y reverencia ante la presencia de Jesús Sacramentado… Esa forma de estar en la iglesia hablando conversaciones que nada tienen que ver con el lugar en que están…, en voz alta…, sin la menor consideración a quienes están orando… Ese responder a los móviles como si estuvieran en plena calle… Son formas externas que expresan una falta de mundo interior y de  conciencia de lo sagrado…, y de respeto a quienes están en la iglesia anhelando el silencio y la paz.
            Merecería la pena hacer una reflexión personal sobre el particular.

domingo, 26 de agosto de 2018

26 agosto: Palabras de vida eterna


LITURGIA del Domingo 21-B del T.O.
                        La 1ª lectura del libro de Josué (24,1-2.15-17.18b) nos presenta a Josué planteando al pueblo la elección que han de hacer en su mundo religioso: pueden volverse a sus antiguos dioses o pueden servir al Dios de Israel, el Señor.
            El pueblo elige seguir al Señor, del que le constan las proezas realizadas en favor de sus antepasados: Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros. La lectura está escogida para hacer contraste con el evangelio.

            En Jn.6,61-70 nos encontramos con los discípulos de Jesús (no los apóstoles) tan escandalizados con lo dicho por Jesús (tenéis que comer mi cuerpo y beber mi sangre) que optan por criticar y abandonar: Dura es esta palabra; es un lenguaje inaceptable. ¿Quién puede hacerle caso?
            Adivinó Jesús que aquellos discípulos lo criticaban y se dirige a ellos y les dice: ¿Esto os hace vacilar? ¿Y si vierais al Hijo al hombre subir adonde estaba antes? Si escandaloso era lo primero, no menos lo era esta referencia. Y Jesús remachó: Nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae.
            Desde entonces muchos discípulos no siguieron ya a Jesús. Debió de ser muy doloroso para él, que se fue a sus apóstoles y con sentimiento les preguntó: ¿También vosotros queréis iros? Era un momento álgido. Podían aquellos hombres sentirse también mal impresionados por la afirmación de que mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Hay, pues, un momento de suspense hasta que Simón Pedro se adelanta y responde: Señor ¿adónde vamos a ir sin ti? Solo tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.
Si los demás pensaban igual o si alguno dudaba, queda en el misterio. Aunque el evangelista se atreve a decir que bien sabía Jesús desde el principio quienes no creían y quién era el que lo iba a entregar, lo que muy bien puede estar diciendo que Judas no era de los que estaban muy convencido de que las palabra de Jesús fueran de vida eterna.

            La 2ª lectura no tiene nada que ver con el tema principal que se ha desarrollado en las lecturas anteriores, pero no deja de ser un tema interesante de palabras de vida eterna, de las que hoy día también se reacciona con escándalo porque el mundo de hoy no acepta la seriedad profunda con la que Pablo aborda el tema del matrimonio cristiano.
                Hay que pasar un poco por encima de las expresiones que usa Pablo en su diverso modo de hablar al marido y a la esposa. No se puede prescindir de la mentalidad de la época, con un sentido acentuado de supremacía del varón. Pero dado eso por supuesto, y que Pablo vive en esa época, lo importante es el modo como aborda la relación del matrimonio, en el que el amor de uno hacia el otro –indistintamente tomado el hombre y la mujer- es una manera de amarse cada uno a sí mismo, y una reproducción del amor de Cristo a su Iglesia, a la que hace con ese amor santa e inmaculada. Así debe ser el amor del matrimonio cristiano. Por eso abandonará el hombre (y la mujer) a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne.
                Apostilla Pablo: Éste es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. La expresión griega: “misterio” es lo mismo que la latina “sacramento”. Por eso Pablo ve en el matrimonio según Dios un sacramento (o acción sagrada, acción de Dios), que tiene un referente esencial al que representa y al que realiza en la vida humana: la relación irrompible y sagrada de Cristo y su Iglesia.
                ¿No es verdad que el mundo de hoy se ha saltado esta realidad y ha convertido la unión del varón y la mujer en una simpe aventura que no va más allá de lo que da de sí el tiempo de las emociones afectivas? El “misterio sagrado” no es tomado en esa dimensión esencial y se juega irresponsablemente con algo que Dios ha unido. La pregunta que cabe hacerse es si es una unión bajo la mano de Dios ese conjunto de uniones inmaduras que se están dando hoy día en parejas carentes de la profundidad humana y ética que se requiere para estar verdaderamente en la presencia de Dios.

                Desembocamos en la EUCARISÍA. Comemos realmente el Cuerpo de Jesús. Se ha cumplido su promesa. Y quiera Dios que esa participación en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, sea para los matrimonios cristianos una fuerza y estímulo fuertes para vivir su misterio de amor perenne.


                Queremos ir a ti, Señor, que tienes palabras de vida eterna.

-          Que comamos dignamente el Cuerpo de Cristo. Roguemos al Señor.

-          Que no nos escandalice la Palabra de Dios aunque a veces no la entendamos. Roguemos al Señor.

-          Que el matrimonio cristiano sea fuerza y estímulo para los esposos creyentes. Roguemos al Señor.

-          Para que no sepamos ir si no es en seguimiento de Jesús, Roguemos al Señor.


Concédenos, Señor, la madurez en la fe para acoger tu voluntad en todo lo que nos comunicas.
                Por Jesucristo N.S.

sábado, 25 de agosto de 2018

25 agosto: Sinceridad contra hipocresía


LITURGIA
                        Concluye el libro de la profecía de Ezequiel con una visión de la gloria de Dios: 43,1-7. Ha sido llevado el profeta al atrio del Templo, a la puerta oriental, donde ve la gloria del Dios de Israel, que venía de oriente con estrépito de aguas caudalosas. Siempre que se quiere describir algo de Dios, presenta una situación llamativa. Es una visión semejante a la que tuvo cuando el anuncio de la destrucción, pero con una forma que ahora es gozosa y sublime. Entra en el templo y allí tiene la visón de uno que le dice: Hijo de Adán, éste es el sitio de mi trono, el sitio de las plantas de mis pies, donde voy a residir para siempre en medio de los hijos de Israel. Concluye, pues, con el triunfo de Dios, después de todos los episodios o visiones que han mostrado la historia del pueblo, con sus sombras y sus luces de esperanza, porque Dios siempre ha estado presente en medio de las muy diversas vicisitudes por las que ha pasado la visión del profeta.

            El evangelio de hoy es más conceptual que gráfico. Mt.23,1-12 encierra una serie de advertencias de Jesús a la gente y a sus discípulos. Les advierte sobre las enseñanzas farisaicas: En la cátedra de Moisés se han sentado los doctores de la ley y los fariseos. Quiere decirse que ellos enseñan, ellos se constituyen en los mentores del pueblo. El pueblo tendrá que dejarse llevar por la doctrina, pero no por las obras de esos maestros: Haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen. Porque ellos dicen pero no hacen. Dicen palabra de Dios, dicen lo que enseña la Escritura, pero luego no actúan conforme a lo que enseñan.
            Y Jesús advierte del problema: Ellos lían fardos insoportables y pesados y se los cargan a la gente. Exigir a los demás es muy fácil, exigir que los demás sean perfectos, y eso lo hacen a la perfección. Luego, ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Ellos no viven lo que enseñan y lo que exigen a los demás. Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Viven de la apariencia, de lo exterior, aumentando los signos exteriores de dignidad: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto, buscan los primeros puestos en las sinagogas y que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame: “maestro”. Jesús ha hecho una descripción muy concreta de la realidad de aquellas formas que tanto practicaban. Los ha retratado ante las gentes.
            Y ahora, muy al estilo de Jesús, se va al otro extremo para dejar patente que lo que él trae y enseña es absolutamente contrario a lo de los doctores y fariseos: Vosotros no os hagáis llamar “maestro”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y yendo más al fondo, no llaméis “padre” a nadie en la tierra porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. Y no os dejéis llamar “jefes” porque uno solo es vuestro señor: Cristo.
            Hay que considerar el contexto en el que Jesús pronuncia esas palabras para comprender que lo que dice no es un absurdo de no poder usar esas palabras. Lo que quiere decir es que los fariseos las usaban para ventaja propia.
            Hay personas perspicuas que se lo toman muy a pecho y consideran que no deben llamar “maestro”, “padre” o “jefe” a nadie. Lo cual redunda en el absurdo de no poder utilizar unos términos que son del lenguaje común y –en el caso del padre de familia- algo que es tan natural. Jesús no llegaba a esos absurdos, aunque le gustaba llevar las exageraciones al extremo. Con ellas quería purificar esos mismos conceptos, que tienen en sí una dignidad. Es hermoso el trato de “maestro” al que lo es de verdad y enseña conforme a la verdad y al bien. Es hermoso y gozoso el poder llamar “padre” al que es nuestro padre o hace las veces de padre con una forma de paternidad. Es digno llamar “jefe” a quien es verdadero jefe que ejerce un liderazgo que construye y orienta. Y Jesús no se opone a ello. A lo que Jesús se opone es a los falsos maestros, “padres” o jefes que buscan sacar ventaja de su posición, con abuso de su poder e influencia. Iba todo dirigido a esas formas que vivían los fariseos y doctores de la ley para ser honrados y servidos por las gentes. De ello quiere prevenir Jesús.

viernes, 24 de agosto de 2018

24 agosto: El principal mandamiento


LITURGIA
                        Tenemos hoy una de esas imágenes propias de Ezequiel que necesitan interpretación porque son imágenes atrevidas y fuera de lógica normal. En 37,1-14 el profeta Ezequiel nos muestra aquella profecía que Dios le ha presentado: un valle lleno de huesos mezclados. Dios le hace dar vueltas y revueltas alrededor de aquellos huesos para que se percate de que son huesos sueltos y sin vida, imagen de Israel que se ha resecado en la presencia de Dios. Y Dios le pregunta: ¿Podrán revivir estos huesos? El profeta se remite al misterio de Dios y responde: Señor, tú sabrás. Y Dios le dice que mande a esos huesos unirse cada cual con los huesos correspondientes, y revestirse de carne y tendones.
            Así lo hace Ezequiel y se produce un estrépito y se juntan huesos con huesos y se recubren de tendones y carne. Pero sin vida. El proceso del pueblo de Israel va por partes y es Dios quien lo está disponiendo y está llevando adelante.
            Nuevo encargo de Dios al profeta: Conjura al espíritu; conjura, hombre mortal, de parte de Dios: De los cuatro vientos ven, espíritu y sopla sobre estos muertos para que vivan. Ezequiel habla entonces esa palabra en nombre de Dios y revivió una multitud incontable. Y se le hace saber que “Estos huesos son la entera casa de Israel”. Dios les hará salir de los sepulcros y entonces sabréis que yo soy el Señor…, y os infundiré mi espíritu y viviréis y os colocaré en vuestra tierra y sabréis que lo digo y lo hago.
            Tiene todo esto un paralelismo con la referencia de Isaías al resto de Israel, ese grupo amplio y numeroso que se salva de la apostasía en el destierro porque se mantiene fiel al plan de Dios. Ese resto sería como esos huesos que al conjuro del oráculo de Dios adquiere fuerza y queda constituido como el pueblo de Dios que va a entrar en tierra de Israel. Hay, pues, un paralelismo entre las descripciones de los dos profetas, aunque cada uno recibe una diferente forma de profecía. Al final es Dios quien rehace a ese pueblo maltrecho por su propia infidelidad.

            El evangelio (Mt.22,34-40) queda explicado por sí mismo y en realidad era el abc de la vida de un israelita. Lo llamativo y hasta lo absurdo es que sea materia de “prueba” para conocer a Jesús y su pensamiento. Se presentaron unos fariseos, puestos de acuerdo con saduceos aunque pensaban distinto unos de otros, pero para atacar a Jesús se ponen de acuerdo. Y la pregunta para probar la ortodoxia de Jesús es cuál es el primer mandamiento principal de la Ley.
            Jesús respondió algo que constituía la vida de un judío: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Quedaba claro que Jesús estaba en perfecta sintonía con la Ley de Dios. Pero no se quedó parado ahí en su respuesta porque avanzó la idea recalcando que ese es el principal y primero, pero que hay un segundo que es semejante, y que bien debían ellos practicar, en vez de venir con intenciones torcidas. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y apostrofa Jesús al final: estos dos mandamientos sintetizan la Ley entera y los profetas, es decir: todo lo que tiene que saber y que practicar un buen judío.
            No dice el texto nada más. No dice cómo reaccionaron los fariseos y saduceos. La verdad es que no tenían nada que decir, y que había quedado claro que JESÚS estaba centrado en la Ley de Israel.
            Lo que nos queda es la personal reflexión sobre nuestro vivir diario: si realmente amamos al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Si amamos a Dios sobre todas las cosas, de manera que se anteponga a todo otro amor e interés.
            Una persona se acusaba de que no amaba a Dios más que a sus hijos y esposo. En realidad no hay conflicto en la vida diaria: son dos amores que no se oponen; cada uno va por su parte. Sin embargo en caso de entrar en conflicto, ha de prevalecer el amor a Dios. Ante una incitación al mal o ante una elección de vida, los amores humanos han de ceder su puesto y ha de prevalecer el amor a Dios sobre todas las cosas. Ahí es donde está el secreto. Mientras tanto, el amor a Dios y el amor debido a los semejantes, se ponen en primer plano y de forma semejante.

jueves, 23 de agosto de 2018

23 agosto: Boda del hijo del rey


LITURGIA
                        Hoy es hermoso el texto de Ezequiel (36,23-28) y la verdad es que es de los días que apetece copiar el texto y dejar al lector el saboreo de la misma Palabra de Dios. Pero hoy no me responde el Internet para hacer esa copia. Me quedo en el comentario del mismo. Comienza el profeta trasmitiendo la Palabra de Dios: Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos. Yo soy el Señor y haré ver mi santidad al castigaros.
            Lo curioso es que el castigo no es penoso sino lleno de misericordia: Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará; de todas vuestras idolatrías os he de purificar y os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
            Bien puede verse que no hace falta comentar, y que se va siguiendo el texto con una satisfacción del alma, que nos proyecta de lleno en el Nuevo Testamento, y en ese corazón nuevo que ya no es el que se deriva de las tablas de piedra de la Ley, sino ese corazón nuevo “de carne”, sensible, abierto a la acción salvadora de Dios en la persona de Jesús, que ya no va en la línea de los simples mandatos, sino en la fuerza del espíritu. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos, y que cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo será vuestro Dios.

            Pasamos al evangelio (Mt.22,1-14), en la nueva serie de parábolas que nos trae el evangelista. Se trata de la invitación de Dios a su pueblo de Israel, para que acuda a las bodas del Hijo. Jesús lo plasma en el ejemplo de un rey, cuyo hijo va a celebrar sus bodas, y el rey quiere que sean invitados sus súbditos al solemne banquete. Pero he aquí que los súbditos invitados se excusan para no asistir al banquete, y hasta llegan a maltratar a algunos, incluso a matarlos.
            El rey no está por suspender el banquete, pero los súbditos (Israel) no ha acudido. Entonces da la orden a sus criados para que salgan del territorio, a los cruces de los caminos, e inviten a entrar al banquete a los extraños, a los paganos y gentiles. Así lo hacen los criados y la sala del banquete se llena de esos extranjeros. Pues así con ellos se celebrará la boda. Hay, pues, una apertura del Reino a los pueblos gentiles, mientras que los que debían haber ido “los hijos del reino” se han quedado fuera y no probarán el banquete. Incluso con el estilo de narración judía, el evangelista presenta el castigo al que son reducidos.
            Entró el rey a saludar a los comensales, que se habían preparado con sus mejores galas, para asistir al banquete del hijo del Rey. Pero en medio de todos, advierte el rey que hay uno que no se ha vestido de etiqueta para asistir a la boda. El hecho de abrirse la invitación a los que no son por derecho “hijos del reino”, no justifica entrar al banquete de cualquier manera. Y el rey se enfrenta al sujeto y como no tiene justificación para la falta de consideración que ha tenido, manda a sus criados que lo echen fuera, donde será el llanto y el rechinar de dientes…, la desesperación de haber perdido la oportunidad, el verdadero regalo que se le había ofrecido. Sólo le pedía la deferencia de vestir el traje de bodas.
            Son muchos los llamados y pocos los que responden debidamente.
            A mí me trae al pensamiento la forma descafeinada con que viven muchos su fe. Parece que hay fieles que se han hecho “primos hermanos de Dios” y viven las cosas de Dios con una falta de delicadeza y de exigencia, como si vivir en fidelidad aun en los detalles fuera cosa de poca monta. Jesús nos deja una parábola en la que nos deja constancia de que las cosas de Dios han de tratarse con sumo respeto. Al “banquete de bodas” no se puede asistir de cualquier manera. Y esto tiene mucha aplicación en la forma de vivir la vida de fe y la respuesta a la invitación generosa con la que el Señor nos ha invitado a la fiesta de su Hijo. En concreto y en minucia, ya habría que plantear más de un caso del modo de vestir y presentarse en la Misa por parte de muchos devotos. No digamos si nos ponemos a ahondar en la disposición más interior con que habría que participar de la Eucaristía.

miércoles, 22 de agosto de 2018

22 agosto: Denario por cabeza


Día de MARÍA REINA
            Aunque en la reflexión del día, como en la liturgia, se sigue la lectura continua.

LITURGIA
                        Hoy es más cercano el discurso de Ezequiel, más “familiar” a nuestro entendimiento, más asequible, que nos transporta al pensamiento del Nuevo Testamento y al discurso de Jesús.
            Ez.34,1-11 es una amplia descripción sobre los pastores, que en el caso que nos ocupa, es una queja profunda de los malos pastores, esos que más que cuidar de sus ovejas, se aprovechan de ellas, y de las más gordas. Tienen a sus ovejas para provecho propio y para tomar de su lana y de su enjundia, y por el contrario no las apacientan, no fortalecen a las que están débiles, ni curan a las enfermas ni vendan a las heridas, ni buscan a las que se pierden. Incluso maltratan a las fuertes. Es todo lo más contrario a lo que es un pastor, a lo que requiere un rebaño.
            Es el Señor quien se va a enfrentar a esos pastores y va a reclamar sus ovejas para que dejen de apacentarse a sí mismos los malos pastores. El Señor liberará a sus ovejas de las fauces de los malos pastores.
            Todo esto está llamando a la llegada del pastor bueno que se cuida de sus ovejas y que las conduce a buenos pastos, y es verdadero pastor de sus ovejas. No se dio tal en el tiempo aquel, y hay que mirar hacia esos tiempos futuros en los que se hallará al pastor que es bueno.

            El evangelio de Mt.20,1-16 nos pone delante la grandeza del corazón de Dios, siempre paciente y buscando la salud de sus fieles, aun a pesar de la rémora de algunos. Sería una concreción de Dios que se cuida de su rebaño y que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y que viva.
            Nos pone Jesús una parábola muy expresiva. El dueño de la vida sale a la plaza a primera hora para contratar jornaleros. A los que ya están allí dispuestos para ir a trabajar, les hace contrato verbal de un denario por el trabajo de la jornada, Un denario supone una buena paga, y aquellos hombres de la primera hora van tan contentos a trabajar a la viña.
            Sale el amo hacia media mañana y encuentra a otros que están en la plaza. ¿Cómo es que estáis ociosos? –Nadie nos ha contratado. La verdad es que el tema no era que no los hubieran contratado sino que no estuvieron a primera hora. Pero el amo los manda a la viña a trabajar también en ella.
            Y se repite a media tarde y llega a haber gente parada a las 5 de la tarde, cuando ya sólo queda una hora hasta el momento de dar de mano. Pero también a ellos los envía a la viña a trabajar.
            Llega el momento de cobrar. Y el amo da la orden al capataz de empezar pagando por los últimos. Y a los últimos le pagan un denario. Y así le van pagando a cada turno. Piensan los de la primera hora que les pagarán más porque ellos han soportado el peso del día y el calor, pero llegados a ellos, les pagan su denario, con el que se habían contratado expresamente con el amo aquella mañana y les había parecido muy bien. No se les ha hecho ninguna injusticia, porque ellos llevan su jornal muy bien pagado y abundantemente pagado.
            ¿Qué es lo que Jesús quiere enseñar con esta parábola? –Que lo importante es haber llegado a estar en la viña, haber llegado a entrar y trabajar en ella, aunque se hubiera llegado tarde. Llegar a estar con Dios y trabajar acorde con Dios es lo importante. Y Dios dará su cielo a quienes entraron en su viña, aunque fueran obreros de la última hora.
            ¿Qué ventaja tiene haber llegado al comienzo del día? –La satisfacción de haber sido fiel al amo. El gozo del deber cumplido. La seguridad de haber llegado a tiempo para trabajar en la viña. Los demás no podían garantizarse ir  la viña, si no es por la generosidad del amo.
            ¿Qué sensación debe causarles que los otros también han entrado? –El gozo de que llegaron a salvarse, aunque fuera a la tarde y aun a la última hora.
Dios es así de misericordioso, y eso debe llenar de alegría a todo creyente, por amor al hermano y por el celo por la gloria de Dios.

martes, 21 de agosto de 2018

21 agosto: Dios y las riquezas


LITURGIA
                        Ezequiel 28,1-10 es una perorata contra el príncipe de Tiro que se ha encumbrado y se ha hecho dios aunque no es más que un hombre. Contra él arremete el profeta y le anuncia su desastre: Por haberte creído Dios, pueblos bárbaros feroces desenvainarán la espada contra tu belleza y tu sabiduría, profanando tu esplendor.
            La verdad es que hoy desearíamos encontrar respuestas proféticas a este mundo que también se ha endiosado, y al que desearíamos ver dominado por una fuerza de bien, humillada la soberbia de este mundo y esa situación en la que los buenos viven en inferioridad y como si no fueran a tener respuesta a su clamor.

            El evangelio (Mt.19,23-30) es continuación del de ayer y como el colofón de lo que ayer nos dejó empinados con aquel muchacho que vino con los mejores deseos de seguir a Jesús, pero se encontró con que ese ir con Jesús le pedía la renuncia a sus bienes, siendo así que era una persona muy rica. Que seguramente por esa circunstancia fue por la que Jesús le puso por delante la condición de hacerse pobre para poder estar del lado de Jesús. No se lo había pedido a los apóstoles que ya le seguían porque de hecho eran personas de pocos pudientes y, desde luego, no eran ricos ninguno de ellos.
            El muchacho se fue triste. Pero se fue. No pudo aceptar las condiciones. Y Jesús se volvió a sus discípulos y les dijo con una pena en el alma: Qué difícilmente entrará un rico en el Reino. Era una primera reacción de su sentimiento ante aquella vocación frustrada. Y como los apóstoles hicieran un gesto de admiración, Jesús se ratificó en lo dicho: Lo repito: es más difícil que un rico entre en el Reino que pasar un camello por el ojo de una aguja. Habla Jesús de una verdadera imposibilidad, como imposible es pasar un camello por el ojo de una aguja.
            Se ha pretendido “suavizar” esa comparación tan exagerada con aplicaciones distintas: “camello” sería de la misma raíz que “soga”, “maroma”, con lo que sigue siendo tan imposible, pero menos extremoso y exagerado. También se ha querido interpretar que “la aguja” era una puerta del templo muy baja, que dificultaba el paso de un camello. Y aunque son aplicaciones que hacen más inteligible el dicho de Jesús, se ha concluido que ninguna de esas aplicaciones corresponden al dicho e intención de Jesús. Jesús quería decir lo que también expresa cuando establece el dilema de “o Dios o el dinero”. Sencillamente no hay relación de la riqueza con el evangelio.
            Los apóstoles se admiran y llegan a plantearse, espantados,  quién puede salvarse. Y Jesús, que no cierra ninguna puerta, responde que lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios. O sea: el rico, mientras es rico y apoyado en su riqueza, no tiene “salvación” (entrada en el Reino). Pero Dios se encarga muchas veces de hacerlo pobre, desde mil géneros de pobreza que hacen al rico no sentirse rico sino encontrarse con sus riquezas minadas. Y Dios le da la gracia de irle haciendo pobre y sintiéndose pobre. Y entonces ni el camello es camello ni el ojo de la aguja es tan imposible… Empieza a poder vivir la experiencia de la pobreza que se necesita para el Reino de los cielos vivido aquí en la tierra.
            Los apóstoles preguntaron entonces qué parte les tocaba a ellos, que lo habían dejado todo. Y aunque podría Jesús haberles dicho que “todo” no lo habían dejado, optó por aprovechar la ocasión para dar doctrina general: A quienes han dejado todo: padres y hermanos y campos, cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre venga en su gloria, se sentarán en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. Y recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
            Yo quiero una vez más insistir en un aspecto práctico: dejarlo TODO debe extenderse al YO personal. Dejar “cosas” y bienes es en la realidad mucho más posible. Pero como las serpientes, siempre queda que salvar la cabeza. Dejar el YO es lo verdaderamente difícil y donde queda siempre un reducto de riqueza, del que es más difícil salir. Y por tanto de donde más necesidad tiene uno de que lo imposible para los hombres, lo haga posible Dios. Y sea así la propia realidad de la vida la que nos vaya haciendo pobres que experimentamos los efectos de la pobreza. Unas veces es la salud mermada, otras la dependencia, otras son problemas familiares, cierta carencia económica…, y las mil maneras más en las que uno acaba sintiéndose pobre criatura.