jueves, 16 de agosto de 2018

16 agosto: Perdona como perdonamos


Aunque intentaré permanecer fiel a la cita, no os extrañe que haya anomalías en los próximos días, porque me ausento de mi base habitual de operaciones.
Liturgia:
                      Como ya he expresado, la profecía de Ezequiel está llena de imágenes. No se queda en profetizar algo sino que son imágenes vivientes las que vive el profeta por encargo de Dios, y a través de esas imágenes Dios quiere enseñar a su pueblo, ese pueblo que tiene ojos pero no ve, tiene oídos pero no oye, porque son casa rebelde. Por eso Dios les muestra la realidad de otra manera más llamativa que si les hubiera explicado.
          Ez.12,1-12 es una larga narración y muy repetitiva en la que Dios quiere que el profeta salga de la ciudad pero a la vista de todos, haciendo una serie de movimientos y formas que deben levantar la curiosidad del pueblo. De hecho, después de todas aquellas maneras de huir “a la vista de todos”, la pregunta de Dios es si nadie le ha preguntado qué es lo que hacía, pues eso era lo que Dios buscaba: que la gente sintiera la curiosidad y quisiera saber qué eran todos aquellos gestos de sacar el hatillo como quien va de paso, sacarlo abriendo un boquete en el muro, sacarlo de noche…, y por otra parte sin esconderse sino -una vez más- hecho a la vista de todos.
          Y si le preguntan o si no le preguntan, lo que Dios ha querido mostrar es la salida que van a hacer todos hacia el destierro, cautivos, empezando por los príncipes.

          El evangelio (Mt.18,21-19,1) es una de las páginas más serias en las que Jesús muestra el enorme valor del perdón, que viene a ser condición que hemos de vivir si queremos ser perdonador por él.
          Y lo hace, como en las ocasiones importantes, con una parábola. El deudor de una inmensa suma de dinero que ha defraudado en el día a día a su amo. La primera providencia de éste es que vendan a la mujer y la familia del deudor y al propio deudor para resarcirse de la cantidad que le adeudaba. Representa al pecador, cuya deuda con Dios es siempre enorme por la distancia inmensa que hay entre el deudor (pecador) y Dios, el Amo y Señor con quien se tiene contraída la deuda.
          Pero el hombre se echa a los pies del dueño y le suplica y le promete, y le asegura que le pagará todo… Sabe el dueño que eso no podrá hacerlo nunca por la gran cantidad que le debe [por la distancia que hay entre el hombre y Dios]. Y en un arrebato de compasión con el subordinado, le perdona la deuda. Y deja saldada la cuenta.
          El hombre perdonado sale de allí con esa alegría y al mismo tiempo con el mal rato que ha sufrido cuando le estaban exigiendo el pago. Y con esa psicosis encima viene a toparse con otro más pobre que él, que le debía una pequeña cantidad. [Las “deudas de los hombres entre sí]. Y lejos de continuar la cadena de perdón, lo agarra por el cuello y casi lo estrangula, exigiéndole que pagara lo que le debía. El otro se echa a sus pies y repite la misma escena que el anterior, suplicándole paciencia para que pueda pagarle. Pero el perdonado no tiene compasión y manda al otro a la cárcel hasta que pague.
          Los que vieron la escena quedaron consternados y se lo comentaron al amo, que llamó al ingrato y le dijo: Yo te perdoné una deuda tan superior y ¿tú no has podido perdonar la deuda a tu compañero? Pues ahora tú tienes que pagar toda tu deuda, para que aprendas a ser generoso con los demás.
          La lección está dada. Podemos pedir perdón pero necesitamos al mismo tiempo perdonar. Lo que concluye es muy serio y no fácil de entender completamente: Así hará con vosotros vuestro Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.
          ¿Significaría que el perdón otorgado por Dios se vuelve atrás? Es difícil de comprenderlo así. Pero sí es comprensible que sería mucha desfachatez ir a pedirle perdón a Dios mientras uno no es capaz de perdonar.
          Y no es un caso raro el que se presenta diciendo que “no puede perdonar” a alguien, a quien incluso odia o le tiene rencor, y no está el penitente dispuesto a solucionar el caso o a poner vías de solución. La verdad es que aquí entra de lleno la parábola en cuestión, y que hay que plantearla al que así siente que rezar el Padrenuestro está ya exigiendo perdonar y que ese perdón que pedimos a Dios tiene que ser porque nosotros ya hemos perdonado. De lo contrario se está cometiendo una petición injusta porque malamente puede acercarse a Dios a pedirle perdón quien no está dispuesto a perdonar o a poner los medios para irse acercando al perdón.

1 comentario:

  1. El saberse perdonado y amado a pesar de todo lo que hayamos hecho es un don que no siempre sabemos apreciar. Cuando sabemos que Dios nos ama con nuestras virtudes y con nuestros defectos, somos capaces de comprender las debilidades de nuesttro prójimo.El servidos del Evangelio no vivió el perdón. Vivió el regalo del Rey como una humillación y no pudo sentir el eco del perdón en su vida... Que san Esteban nos ayude a hacer todo el Bien que podamos hacer en nuestras vidas.

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