sábado, 4 de agosto de 2018

4 agosto: El gusano de la conciencia

Liturgia:
Jer.26,11-16.24 es un texto lleno de humildad y sinceridad por parte del profeta. Es declarado reo de muerte por los sacerdotes y por el pueblo, porque ha profetizado como cosa de Dios la amenaza contra la ciudad y el templo.
Jeremías declara que él ha hablado de parte de Dios, y que si quieren evitar la amenaza, cambien de conducta. Que por lo que a él le toca, él sabe que está en manos de la gente pero declara que es inocente y que habló porque así se lo mandó el Señor. Añadirían, les dice, a su culpa, el derramamiento de sangre inocente, porque ciertamente el Señor es el que le ha enviado a ellos para que oigan su mensaje con sus oídos.
Los príncipes del pueblo y la gente se ponen entonces a favor de Jeremías y declaran que no es reo de muerte porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios. Y entonces Ajicán lo toma bajo su custodia para que no fuera entregado al pueblo para darle muerte.

El Evangelio (Mt14,1-12) es la historia de la muerte del Bautista a manos de Herodes, y en realidad, a manos de la cuñada –con la que Herodes convivía- y que es la que manejaba los hilos de la venganza.
Por otra parte se llenaba de temor porque, oyendo las cosas que hacía Jesús, aquellos milagros, aquellas curaciones y aquellos prodigios, llegaba a pensar si Jesús fuera el espíritu de Juan al que él había mandado matar y que hubiera resucitado.
La historia se había escrito así: Herodes había encarcelado a Juan porque Juan le decía que no podía convivir con su cuñada, esposa de su hermano Felipe. Pero Herodes respetaba al Bautista y hasta le pedía consejo. Tenía pensado matarlo pero se resistía a hacerlo, porque además aquello era impopular y no quería echarse encima a la gente del pueblo.
Pero celebrando Herodes su cumpleaños y habiendo invitado a los principales al banquete, irrumpió en él, a los postres, Salomé, la hija de Herodías, su concubina, y danzó y agradó mucho a los invitados.
Herodes, en parte agradado, en parte bebido al final de la fiesta, se dirige a la muchacha y le promete con juramento darle cualquier cosa que le pida. Y la muchacha en vez de pedir algo por su cuenta, se va a la madre y le pregunta qué podía pedir.
Es la gran ocasión que encuentra Herodías para realizar su venganza, y le dice a la hija que pida la cabeza de Juan Bautista servida en una vendeja.
La bailarina vuelve a la sala de la fiesta y se lo expresa tal cual a Herodes, quien se lleva el gran disgusto. Pero por los convidados y por el juramento no ve la manera de chafarse de aquella petición, y da la orden de que le traigan en una bandeja la cabeza de Juan.
El espectáculo debió ser repugnante y trágico. Y debió quedarse grabado aquel rostro de Juan en la mente de Herodes, que no conciliaría el sueño. Lo repulsivo es pensar con la saña y el gozo diabólico con que Herodías recibió aquella bandeja que le entregó su hija.
No puede extrañar que ante las noticias que le llegan a Herodes sobre Jesús, su primera idea sea pensar que es Juan redivivo, que ha resucitado y está actuando con los poderes sobrenaturales. Al no tener la conciencia tranquila, todo se le vuelve fantasmas y terrores. Con razón más adelante llega a querer ver a Jesús, porque debió padecer verdaderas obsesiones.

El “gusano de la conciencia” es algo que corroe cuando se tiene conciencia. A muchos de nuestros contemporáneos se les ha dormido y no experimentan ese gusano roedor, pese a haber abandonado los principios morales y la vida de la fe. Son los verdaderos desgraciados porque habiendo perdido algo tan esencial, ni acusan esa carencia.
A quienes les roe el alma ese gusano, y experimentan que no pueden mantener por más tiempo una actitud injusta, inmoral, atea, fuera del orden que marcó el Señor, hay que felicitarles porque les queda viva esa  “alarma” que les hace caer en la cuenta de su estado. El “remorder de la conciencia” es una gracia de Dios. Quiere decir que la conciencia está viva y que se necesita salir de esa situación anómala en la que alguien se encuentra. Ha tocado el alma la Gracia  de Dios.

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