jueves, 31 de octubre de 2013

31 oct.: ¡Bendito el que viene...!

31 oct.- “Voy, Señor”
             Me van impresionando los fines de mes. Es saber que he vivido un mes más. Un mes de visitas del Señor. Y un mes de ausencias mías en esas mismas visitas. Hoy celebramos los jesuitas a San Alonso Rodríguez, un Hermano (lego) de sencilla y profunda santidad. Su “oficio” de Portero en nuestro Colegio de Mallorca, le acuñó es frase que va en el título de hoy. Cada vez que sonaba la campana de la puerta, el Hermano Alonso decía: “Voy, Señor”. Un final de mes también invita a ese sentimiento y actitud.

             Lc 13, 31-35 tiene mucha miga, no sólo en el momento sino en su “prolongación” en la historia de cada cual. Debía estar la cosa mal en los mentideros populares, cuando fueron los propios fariseos –nada adictos a Jesús- los que le advirtieron de que se marchara porque Herodes quería matarlo.
             Jesús reaccionó con firmeza. Hablarle de Herodes era hablarle del asesinato de Juan Bautista. Y no asesinó por una causa que, con razón o sin ella, pudiera aducirse. Sino por la poca personalidad de Herodes, su bamboleo a lo que apetecía, su carencia de criterio, su ebriedad y su espantosa decisión en medio del vino, la fiesta y el erotismo de un vulgar pelele de los propios vicios y de la adulación que le llegara, o de la venganza de una adúltera que no podía ver a Juan porque Juan era hombre recio y fundado en la verdad. ¿Cómo definió Jesús a ese Herodes, ese hombrecillo llevado por el vicio? Como zorro, raposa. Como ese modo de actuar por lo bajo, a traición, con ventaja.
             “Id y decidle a ese zorro que yo seguiré…”  A pesar de todo, Jesús dice que hoy y mañana y pasado sigo curando enfermos y expulsando demonios. No le tengo miedo, ni tiene poder para hacer lo que piensa. [“Nadie ha muerto la víspera”, acaba de decir –en esas expresiones lúcidas que le son tan propias- nuestra Papa]. Y Jesús responde igual. No va a ser la amenaza del raposo lo que le impida seguir su obra. Ningún profeta ha muerto fuera de Jerusalén… Y al llegar aquí, Jesús siente el golpe doloroso de esa ciudad emblemática y representativa de todo el pueblo de Israel. Y exclama con dolor profundo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo sus añas! Pero no habéis querido”. El dolor del corazón de Jesucristo se rezuma en ese hondo suspiro de su alma. ¡eso sí que le llega!; no la amenaza de Herodes.  “Jerusalén”, como símbolo, ha tenido la oportunidad del abrazo y cobijo del amor de Dios, bajo esas alas extendidas por Jesús… ¡Y no ha querido!  Consiguientemente, “vuestra casa se os quedará desierta”.
             No se me pasa por alto el mucho dolor de Jesús. Con razón lloró una vez al ver la ciudad desde el Monte de los Olivos. Es el rasgón de la madre que ve írsele de la casa un hijo, cuando ella le ha dedicado su vida y su alma.  Y Jesús continuó con una afirmación que puede llevar doble recorrido: “Os digo que no volveréis a verme hasta el día que exclaméis: ‘Bendito el que viene en nombre del Señor’”.
          Puede venírsenos al pensamiento de cualquiera, el momento de aquella triunfal entrada de Jesús en Jerusalén, en la misma semana en la que va a padecer: aquellos cantos mesiánicos de los niños, aquel entusiasmo contagioso que vive de repente aquella Ciudad.
             ¿Pero no podrá ser algo mucho más fuerte ese “no volver a verlo”? ¿No podría equivaler a esa otra situación de Jesús con su patria chica de Nazaret, cuando salió de ella perseguido, y nunca más volvió allí? Porque ese momento en que Israel vuelva a ver a Jesús y lo reconozca, puede de nuevo bifurcarse en dos momentos posibles: uno, el día que Israel regrese sobre sus pasos, advierta su tremendo error de haber dejado ir al Profeta, y –como Nínive hizo- Israel un día se vista de saco y ceniza, desde las personas y sus dirigentes “hasta los animales”- y acabe aclamando a Jesús como el Mesías (al que ellos habían despreciado), con cantos de bienvenida: Bendito el que viene en nombre del Señor.
             Pienso en otra situación…, y casi que ya la reflejo directamente sobre ese mundo actual que marginado a Jesús Salvador…, que se ha convertido en Herodes que lo querría matar y hacer desaparecer hasta su nombre y recuerdo. Pienso en un mundo que se ha negado taxativamente a ser arropado por Jesús, que quería darle calor y amor, como esa madre que abriga a sus hijos con su mismo manto… Ese mundo que no ha querido. Y Jesús hace esa terrible despedida: Ya no me veréis hasta que un día tengáis que ver y reconocerme bendito que vino en nombre del Señor…, pero no quisisteis entonces.

             Es lógico que haya acabado mi oración dejando allí a los fariseos que avisan, al zorro que persigue, a aquella Jerusalén…, y me haya quedado muy callado orando sobre la historia que muchas veces se repite. Lo que me importa no es lo que entonces pasó sino sus repercusiones concretas y actuales en mí; a donde debe llevarme esta oración, es a la necesidad de plantearme las cosas en primera persona. Porque la ilusión de mi vida es poder gozar aclamando a Jesús, que viene a mí en el nombre del Señor. Pero eso tiene ahora su “precio”. Y me toca planteármelo con mucha fuerza

miércoles, 30 de octubre de 2013

30 oct.: UNA LECCIÓN MAGISTRAL

30 oct.: Puerta estrecha
             Lc 13, 22-30 nos pone ante una realidad, que muy fácilmente podemos sentirla “aquí y ahora”. Una pregunta “del millón” es la que alguno de hizo a Jesús, mientras recorría aquellos caminos, aldeas, cortijos y ciudades: ¿Serán muchos los que se salven?  La respuesta de Jesús, en su estilo habitual, no es la de dejar resuelto y cerrado un tema. Jesús, con esa visión larga de las personas y de los tiempos, no responde a una curiosidad como aquella que, la verdad, poco aprovechaba. Lo que hace Jesús es irse mucho más allá del “pocos” o “muchos” y dejar dicho cómo son los caminos que llevan a un punto o a otro.  Porque la vida no se resuelve –a los ojos de Jesús- con un número o un cumplir una condición.
             Jesús responde descorriendo la cortina y enseñando que el camino que conduce a la plenitud [“salvación” equivale a la vida del Reino, a seguir el Evangelio], tiene una puerta estrecha. Entrar por ella es posible, y de hecho se entra. Y lo mismo hay que decir: no entrar, no poder entrar, es otra posibilidad. Los hay que pasan porque su vida fue una vida enjuta en sí misma, sacrificada, fiel al principio básico de negarse a sí mismo, tomar la cruz e ir detrás de las huellas de Cristo. Es tan posible que, de hecho, muchos entran.
             Otros están en el intento, pero inflados de sí mismos, pretendiendo hacer las cosas a su modo, orillando tanto el evangelio de Jesús que llegan a no tocarlo. Y cuando no caben por esa puerta –aunque lo intentan- se ponen ante el “portero” a presentar sus “méritos”: “hemos comido y bebido contigo, tú has enseñado en nuestras plazas, te hemos portado a hombros, hemos tenido muchas devociones, llevamos colgada tu medalla, somos “de los tuyos” en cofradías, asociaciones, grupos, ONG’s…”  Y replicará el dueño: “No os conozco; no sé quiénes sois”.
             ¿Muchos? ¿Pocos?  El tema no está ahí. No es la “cantidad” sino la “calidad”.  La respuesta de Jesús nos lleva a una urgencia de sinceridad. No vale ni el titulillo de “haber comido y bebido juntos”, ni esos encuentros “en las plazas”. La puerta estrecha no es un modo de “hacer” sino una manera de “ser” y de estar. Y esa manera es la que Jesús nos va desmenuzando a través de sus hechos y sus dichos.
             Estoy muy acostumbrado a encontrarme con personas que dejaron hace tiempo su vida sacramental…, su oxígeno vital para su fe. Que viven su fe tan a su manera, que sólo hay un barniz, o hasta yo diría que un poso en lo más recóndito y casi dormido de sus entretelas. E intentan “entrar por la puerta estrecha”.  El intento es posible…, pero tienen que dejar a la entrada ese bagaje de pertrechos humanos, cómodos, de religiosidades exteriores que a nada comprometen (nada exigen, nada dan)…, y desinflarse de sí mismos y de esas suficiencias con las que se pretende hoy estar descubriendo el mundo por primera vez.
             Puedo decir también –y no hago sino repetir lo del Papa- hay muchas apariencias de entrada por la puerta estrecha…, pero en el fondo, no se traspasa el umbral porque la persona viene con sus capas de cebolla envueltas sobre su verdadera realidad, y ocultándola. “Somos pecadores”…, y todos en el mismo saco…: ¿qué sentimiento personal de entrar uno por la puerta estrecha?  “Somos humanos”…; “me confieso de mis pecados de pensamiento, palabra, obra u omisión”…  “He cometido tal pecado pero la culpa fue de”…  “He fallado en tal cosa, aunque la razón fue”…  “Estoy sufriendo mucho, soy un desgraciado, y que Dios me perdone”… Todos “han comido y bebido con el amo…; Jesús ha predicado en su plazas”…, pero la cuestión es: ¿cuál es tu vida, tu realidad concreta, tus fallos determinados, tus actitudes para adelante, tus concreciones en un propósito?  Porque se puede entrar por la puerta estrecha, y está siempre abierta. Pero para entrar hay que disponerse realmente a entrar.
             En el lenguaje bíblico “conocer” no es sólo un hecho exterior, de saber quién es alguien. “Conocer” equivale de tal manera a AMAR que el “marido conoce a su mujer en la unión íntima total”. El conocimiento que Jesús tiene de nosotros no es si anduvimos por las plazas y nos cruzamos con Él, sino si nos dejamos CONOCER desde esa esencia del amor que es la salida del propio yo para ir hacia el tú… Si dejamos tantas caretas de carnaval “de buenas personas” para mostrar nuestro rostro que hace lo que agrada a la persona amada, aunque suponga tener que ceder de lo propio…, sacrificar las comodidades, las ambigüedades, el hedonismo que sólo entiende del placer inmediato…
             Jesús, pues, no cuantifica si muchos o pocos, porque esto es cuestión variable. Depende de nosotros y de nuestra sinceridad ante la puerta estrecha. Esa es la que hay. No caben inventos ni sordinas. Cabe la honrada sinceridad de esa reflexión propia para ir despojándose de falsas vestiduras y afrontar con la humildad de la persona honrada, cuál es realmente su postura.
             De hecho, hasta puede ser que vengan de fuera y lo hagan mejor…, que todas esas maneras ya adquiridas y que parecen inalterables.

             El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, dice San Pablo; intercede por nosotros ese Espíritu con gemidos inefables…  Son esos empujones profundos con lo que quiere hacernos caminar por la senda de seguimiento de Jesús…: entrar por la puerta estrecha.

martes, 29 de octubre de 2013

29 oct.:- Del poco al mucho

29 oct.- De lo pequeño a lo mayor
             No es tema nuevo ni difícil de comprender. La novedad viene de San Lucas (13, 18-21) inclinado a extraer lo esencial y evitar el adorno. Pero al final de todo, las dos parábolas del poco que aspira al más…, la levadura y el grano de mostaza, ya nos son más que conocidas. Trata precisamente de expresarnos Jesús que el reino de Dios no es un reino de masas, aunque tenga vocación de hacer fermentar toda esa masa. Pero con la simplicidad con que una poco de levadura que una mujer mete en la masa, acaba haciendo esponjar todo y convertirlo no en una masa esponjada solamente, sino con esa llamada particular de cada punto de la masa a convertirse en nuevos focos de levadura que vuelve a iniciar el proceso, y así lo van contagiando y extendiendo.
             El Papa está siendo en esta etapa de la historia esa levadura en pequeño puñado para toda la inmensa masa que tiene delante. Él puede hacer los gestos más elocuentes, dar las catequesis más sencillas de entender, expresar la verdad evangélica de forma que se acepte mejor. Pero su labor queda ahí encerrarla en su pequeño espacio geográfico y en el eco de comunicación de los Medios que quieran trasmitir objetivamente su levadura.
             El tema es mucho más peliagudo: es la acogida que esa masa haga de tal levadura. El grado de “blandura” y esponjosidad que tenga esa “masa”, y la fuerza de contagio de cada parte de ella. Porque la pequeña parábola va por ahí.  El Reino que predico Jesús, la levadura que ha ido fermentando a través de los siglos, los santos como luminarias para el trayecto. Todo eso ha llegado hasta aquí y, ciertamente ha atravesado regiones de dureza mucho mayores a través de los siglos.
             La pregunta que nos queda abierta a este punto concreto y circunstancia real de la vida: a nosotros…, a preguntarnos nosotros nuestra calidad de levadura. Y no menos, la calidad de esa masa ahí presente, a la que tendríamos que llegar fermentando…, contagiando un mensaje renovado hoy por el Papa, que se ha limitado a lo más básico: Jesús era así, yo intento ir por caminos más a afines a los de Jesús, aunque dentro del S.XXI.  y lo que Jesús dejó ahí…, y lo que el Papa está preguntando es si hay tal fe en la tierra.
             Porque es evidente que es una empresa que no se puede realizar con grandilocuentes palabras ni con presiones de fuera. La semilla está esparcida, y la respuesta va a depender del tipo de tierra que la recibe. Ahí estamos directamente llamados y exigidos nosotros. Lo importante ahora es preguntarme en qué punto me siento y en esa exigencia.
             La levadura está ahí; el Evangelio. Los caminos que han de seguirse también: quien no se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga, no puede ser discípulo mío.  El tema final: si la levadura puede hacer fermentar, está dependiendo de cada uno. Y mientras no se arregle LA PERSONA, es absurdo pensar en que cambie LA MASA.  He ahí la responsabilidad nuestra, y responsabilidad en estos momentos providenciales que nos tenemos delante.
             Somos muy pequeños. Tenemos pocos recursos humanos personales en muchas ocasiones. Podemos tirarnos por los suelos, viéndonos como diminutos granos de semilla de mostaza.  ¡Ahí nos coge Jesús! ¡Es que Él no necesita más!  Lo que –eso sí que lo necesita- es que sembrados, empiece a crecer, a hacerse un arbusto y hasta los pájaros encuentren lugar apropiado para hacer sus nidos.  Pensemos en todos esos pasos. Y pensemos en la HUMILDAD BÁSICA que hace falta para aceptar abiertamente que los pájaros de otros colores aniden en las ramas. Lo mínimo pequeño que se hace suficientemente hermoso como para cobijar… Ésta es la Iglesia, éste es el Reino. Con estos bueyes ara el Señor.  Vamos a ver que los bueyes caminen…, y que cada cual no se conforme sólo con lo que es y hace (más, ¡que no se le pida!), o si el grano de mostaza pueda ser esa semilla que va dando fruto y expandiéndose… Que seamos una Iglesia de buenos remeros que se han percatado de la necesidad de ir en la misma dirección… Caben los colores de todos los pájaros, y nuestra dicha debe ser ver un día de sol elevado en el horizonte.  Que cada color se pueda mezclar con el otro; que la misma fe y el mismo Bautismo, y el mismo Dios y Padre, sean resultado de una importante misión que Jesús nos ha puesto delante en el Evangelio de hoy.
             La 1ª lectura ha puesto el botón de fuego: al ESPÍRITU SANTO. Dentro de nosotros hay un grito inmenso que nos dice que estamos hechos para más…, que vivimos la esperanza de que eso sea…, y que la suprema fuerza y motor que tengamos dentro de nosotros para alcanzar los objetivos del Reino, que Jesús nos ha puesto.  Ahí, dentro de nosotros, como un chip nuevo y poderoso, el Espíritu Santo nos hace sentir y clamar que somos hijos de Dios, y que así ha llegado la redención de nuestro cuerpo.


             Ahora queda la parte personal…, la que cada uno hemos de aportar. La levadura que hemos de meter en la masa, y la pequeña semilla de mostaza que necesita expandirse.   Lo que somos y tenemos o no tenemos… Lo que es parte de esta vida real nuestra.

lunes, 28 de octubre de 2013

28 oct.: Apóstoles y Jesucristo al vivo

28 oct.: Apóstoles Simón Zelotes y Judas Tadeo
             Hoy es la fiesta de dos apóstoles de los que apenas tenemos más noticia que la de su elección. Y de San Judas Tadeo hay una pregunta que el hace a Jesús, y una carta que está entre las cartas del Nuevo Testamento, poco conocida por poco utilizada. Pero de lo que podemos estar seguros es que ellos, como los otros, fueron brazo derecho de Jesús, y luego –como lo proclama la primera lectura en la Misa de estos dos apóstoles, fundamentos de la Iglesia, integrados en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
             En el Evangelio está el momento de la elección en el Monte (relato de San Lucas), concluyendo con la bajada desde el monte al llano, donde entran en medio de una turba numerosa, venida de muchos lugares, que habían venido a oír a Jesús y a presentarle sus enfermos. Él pasaba entre ellos y los curaba.
             Quiere decir que la enseñanza que dan estas lecturas, en este contexto de la fiesta de San Simón y San Judas, es que son llamados “arriba”, en el monte, pero que la práctica de su vida empieza bajando al llano, entremezclándose con la gente, y encontrándose con la realidad, y que la obra de los apóstoles –continuando la de Jesús- es entrar en el mundo necesitado y enfermo y sanarlo de sus dolencias y carencias, liberándolo de tantos malos espíritus como hay..., esclavizado ese mundo por las cadenas que conlleva haberse alejado de Dios.
La verdadera imagen de la Iglesia es ese ensamble con Cristo “en el monte”, el lo más alto, en su realidad medular…, y esa bajada al “llano” donde la Iglesia ha de sobrenadar y –yendo adelante- sanar desde esa realidad misma en la que está viviendo.


En las lecturas continuadas que hubieran correspondido a este lunes, hay dos momentos también muy especiales: en la primera, está esa preciosa declaración de Pablo a la comunidad de Roma, llevándolos a una elevación de la mente y de la vida diaria porque ya no somos deudores del cuerpo para darles todos sus gustos. ¡Es que hemos sido invadidos por el Espíritu Santo, que nos ha puesto en lo más noble de nuestras posibilidades. Ese Espíritu que nos saca del temor y nos abre el alma hasta poder sentir y hablar a Dios con sentimiento filial. Nos brota desde lo hondo de nuestras entrañas la necesidad de decirle: ¡Padre!, y se sentirnos verdaderamente hijos. 
Luego, el Evangelio recupera HECHOS de la vida de Jesús. Era sábado. Acuden los judíos a la sinagoga. Nada más llegar, descubre Jesús a una mujer encorvada, por razón –dice el texto- de un espíritu. Jesús –podríamos decir que “antes de saludar”, la llama a ella y le dice: Mujer, quedas libre de tu enfermedad.  En realidad parece como que la prisa del evangelista es poner por delante la liberación “de la enfermedad”.  Luego desarrolla el cómo: Jesús le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Ya veremos después que eso es lo que entusiasma a la gente.
Pero había quedado “roto” el “principio legal”. Y el jefe de la sinagoga se disgusta mucho con aquello, y se dirige a la gente allí reunida para dar un aviso: Los que tengáis que ser curados, venid otro día de trabajo y no el sábado.  Estas cosas eran las que más levantaban en ascuas a Jesús, mucho más amante de las personas y las obras de misericordia que de las leyes. Y entonces se dirigió al Jefe y le dijo: Hipócritas: cualquiera de vosotros ¿no desata la mula o el buey para llevarlo a abrevar también el sábado? Y a esta hija de Abrahán, atada por las cadenas de Satanás 18 años, ¿no había que soltarla en sábado?  Dice el evangelista que quedó abochornado
Doy por supuesto que habría un puñado de “exactos” que se pondrían de parte del Jefe de la Sinagoga. ¿Cómo no? Eso siempre se dará.
Pero había allí un “pueblo” sencillo, que entendía muy bien “la teología del amor”, de la compasión, de la ayuda al que lo necesita. Y sabía que todo eso está muy por encima de leyes (y más, cuando aquellas estrecheces las habían incorporado los propios dirigentes).  Que Jesús lo hiciera con esa espontaneidad del que sabe lo que hace, y sabe que primero está la persona, provocaba en las gentes una emocionada alegría por causa de los milagros que Jesús hacía, y que en realidad eran los signos que hacía Jesús para hacer presente el Reino…, el tiempo mesiánico.


La “actualización” de eso está servida. Bien podemos constatar las dos líneas de criterio en nuestro mundo actual religioso. La “exactitud” por encima de la misericordia y la comprensión. Bajo ese prisma ya surgen voces disidentes de las actuaciones del Papa. Al otro lado están los que sienten en su alma aquello de “misericordia quiero y no sacrificios”. Y Con ellos el Papa, que busca imprimir en las mentes y corazones de los fieles, el espíritu del Evangelio…, el espíritu de Jesucristo, que primero atiende a la mujer encorvada y luego…, lo demás. Aunque lo criticaran los que querían “leyes”. Pero se llevó grabados los rostros de alegría de las gentes sencillas.

domingo, 27 de octubre de 2013

27 oct. Domingo 30.C LOS POBRES

DOMINGO 30 C.-Los “POBRES”

             Al Evangelio se le ha llamado “el evangelio de los pobres”; a la Iglesia se le ha descrito como “Iglesia de los pobres”. El término puede resultarnos equívoco cuando sólo le aplicamos la connotación del dinero. El término “pobre” en la Sagrada Escritura lleva dentro mucho más que la carencia material. Por eso no entran –por sí mismos- en el rango de pobres todo el que carece, el pedigüeño, el “pobre social”.  También hay que decir que cuando esos son verdaderos necesitados, tienen la facilidad de entrar en ese baremo bíblico de POBRES.
             La 1ª lectura nos pone ya un marco inequívoco del pobre al que hemos de hacer mención: es una persona sencilla, confiada, humilde, que no tiene odios interiores ni afán de lucha contra nadie. Pero tienen puesta toda su confianza en el Señor. A ellos, el Señor les escucha sus súplicas, no desoye sus gritos (que no son gritos de rebeldía sino de expresión extrema de su necesidad); el pobre se queja porque todo su ser es una queja de dolor…, de esa pena que sube hasta el Corazón de Dios, traspasando las nubes… Es el POBRE de la Bienaventuranzas, el que vive la situación suya con la paz en su alma y sin levantar su brazo contra nadie. El pobre que se siente feliz porque se ha echado en el Corazón de Dios y hasta siente la alegría de su pobreza por poder tener ese lugar donde reclinar su cabeza y ese Dios de quien todo lo espera, en el que se confía totalmente. Porque sabe que Dios –que es el inmensamente bondadoso…, y esa es su gran JUSTICIA, le va a atender.
             En el Evangelio hace Jesús el dibujo magistral de cómo es el rico y cómo el pobre de los que Él habla tantas veces. El “rico” es –de entrada- uno que se valora tanto a si mismo que entra de lleno en el desprecio a los demás, E inventa Jesús la parábola.  El fariseo –buen exponente del personaje que se ve como el dios de su vida- “ora” erguido. No viene en actitud de humilde que viene a suplicar a Dios. Viene a pecho abierto para que aparezcan sus méritos: ¡O Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres.  [Queda claro que –a sus ojos- el mundo está dividido en dos grupos: él, y los demás. El, que es el que ayuda dos veces por semana y paga el diezmo. ¡Ya ha cumplido el hombre! Ya ha sacado pecho. Y explicita sus “no fallos”: no soy como los otros: ladrones, injustos, adúlteros… Y mirando de reojo, el desprecio hacia ese publicano… No soy como ese… [Dijo ayer el Papa que esta forma de expresarse muchos es corriente cuando la persona no va por derecho en la confesión, y busca más ponerse a cubierto, camuflando, justificando…, mientras que los niños lo dicen todo con una simplicidad total, y muy en concreto].
             Al fondo, sin levantar los ojos, el publicano decía: Ten compasión Señor, de este pecador.  Cualquiera puede ya pensar que “ese pecador” no sería tan absolutamente “pecador”; que tendría también sus aspectos buenos y dignos de merito. Pero lo que sí está apareciendo es el POBRE REAL, el pobre que tiene tanto en su carencia real que no se pone a presumir de nada. Lo que sí pide, claramente, es la compasión de Dios. Pues ese que no se apoya en sí mismo ni en propios méritos, sino que todo se queda colgado de Dios…, que ha hecho A DIOS SU REY, ese es el que verdaderamente ha llegado al Corazón de Dios.
             Y si importante es percatarse de los rasgos que ha dibujado Jesús, lo que tiene un valor definitivo es el juicio de Jesús: e vuelve  a la gente y les dice: el fariseo se fue de allí tal como entró. No había orado. No había ni rozado el Corazón de Dios. Él se iba “consigo mismo”…, y se bastaba. En cambio, el publicano regresa a su casa confortado, escuchado, perdonado… Se presentó con su pobreza en el rostro, pero todo se ha quedado allí a los pies de su Dios de Israel.
             San Pablo –que espera su corona por la vida vivida y el mensaje predicado- no es el “fariseo” que viene publicando sus batallas y triunfos, sino el apóstol agradecido a tanto como Dios le dio. “Si el afligido invoca al Señor, Él le escucha”, es la gran síntesis de este domingo.
             Ahora somos nosotros quienes venimos al Templo.  No definiremos como pobres que no ponemos la seguridad en nosotros mismos, pero que tenemos apoyada toda nuestra confianza en el Señor. Que comulgamos y nos unimos a Jesús, a conciencia de que no somos dignos de que entre en nosotros. Pero con la suficiente humildad del POBRE, le pedimos que Él diga esa palabra suya que nos transforme, y sane nuestra alma. No renunciamos a recibirlo, que venga. Pero lo vivimos y lo tenemos que vivir en la vida real como POBRES que suplican, como honrados POBRES que van con su verdad por delante, sin disimularla. Con el alma en sus manos, sin pretender aparentar lo contrario de la verdad.

             Sinceramente hemos de poner en parangón nuestra forma de vida actual y la que el Papa va desgranando…; nuestra vida ya “hecha”, cuadriculada en nuestra forma personal, y ese ir lanzado hacia una nueva realidad –tan antigua como el propio evangelio- pero tomándolo en serio, y en toda su verdad.

sábado, 26 de octubre de 2013

26 oct.: Hacer camino

26 oct.: EL MAL realidad y problema
             Jesús  se planteó –en su modo- lo que nosotros ahora llamamos: el problema del mal. Una triste realidad que existe, y que es –en sí- insoluble. Pero la que Jesús quiso dejar claro que ni venía de Dios, ni la quería Dios.
             Se corta el discurso de todo este tiempo, en el que San Lucas ha ido desarrollando una catequesis magnífica de la verdad y la honradez, frente a la hipocresía y la falsía. Han sido dos capítulos [11 y 12], concatenados y aleccionadores].
             En 13, 1-9 surge unos que vienen a contar un trágico suceso que ha ocurrido, y con culpas humanas: Pilato ha sacrificado a varios galileos, que ofrecían sacrificios…, y ha mezclado la sangre de los animales con la de ellos, que los ofrecían.
             Jesús se vuelve a su audiencia y les dice: ¿Creéis que esos eran peores que otros, y por eso les ha ocurrido esa desgracia?  Se responde a sí mismo: -Os digo que no.  El sacrificio de esos galileos ha venido por una causa humana…, por una decisión civil…, por los motivos últimos que Jesús desconocía. Pero ahora, aprovechando la circunstancia, Jesús estimula a sus oyentes a obrar bien, porque obrando mal pueden tener peores males que los ocurridos a los galileos.  Lo de los galileos ha ocurrido. Ellos no eran más culpables.  Pero si fuéramos a hablar de culpas, ahí cada uno tenéis que cuidar vuestra vida para vivirla recta y ser honrados ante Dios y ante los demás.  Jesús ha aprovechado la ocasión para excitar a la conversión. En ella está el punto verdadero de cada cual.
             Nuevamente se pone Jesús ante otro suceso que podríamos llamar más impersonal.  La torre de Siloé se desploma un día y coge debajo a 18 personas, que murieron en el acto.  Aquí no hay culpa de nadie. Aquí ha jugado mala pasada la casualidad de esos 18 que estaban allí o caminaban por allí.  - ¿Pensáis que esos 18 eran peores que otros y por eso les ocurrió a ellos?  - Os digo que no.  Vuelve Jesús a dejar claro que las desgracias no tienen que ver con la maldad o la bondad. Suceden y han sucedido. No eran peores. No han sido víctimas de sus pecados. Han sido víctimas del azar, de la mala suerte, al coincidir su paso por allí en el momento en que la torre se cayó.
             Pero Jesús aprovecha para advertir que le puede pasar a cualquiera, porque una desgracia ocurre cuando ocurre. Pero ya sería distinto si vosotros no os examináis y no os convertís. Ahí ya depende de vosotros, y sois vosotros los responsables de vuestra propia vida y futuro. Y lo que pasa a quienes viendo, no se convierten, es peor y más lamentable que lo de la torre aquella.
             Pero Jesús no deja así la cosa. Como decía ayer, Jesús hace camino para antes de que podamos “ser entregados al juez, alguacil, carcelero…” Hay camino y por el camino caben muchas cosas.  Y Jesús da ejemplo de lo que es “hacer camino”. Recurre a la parábola, como su mejor arma para expresar caminos y sentimientos.
             Un dueño de un campo tenía una viña hermosa (símbolo de la prosperidad de un familia judía). Y en la viña, una higuera (también típico del bienestar). Vino a la higuera y se encontró que no tenía higos. “Haciendo camino” le dice al labrador que la corte, porque está chupando jugo y haciendo daño a otras plantas. ¿Para qué seguir ahí si no da fruto?
             La ventaja del “camino” es que nada está hecho ni urge de pronto cortar la higuera. Más aún: el labrador es siempre un enamorado de sus plantas. Para él, ni la higuera –aun estéril- le estorbaba. Y entonces le propone al dueño una especie de trato: Déjala todavía un año; yo le voy a dedicar más tiempo; la voy a regar, a abonar, a cuidar… Si en este año no da fruto, la cortarás. [Imagino cómo sería la conversación al cabo del año…]
             A través de eso ha explicado Jesús que Dios no es el que mete la guadaña a la primera de cambio, ni el que deja que otros la metan… ¡Qué Dios no es autor del mal!..., aunque el mal exista. Y que “el mal moral”, en que la persona ha de cambiar y ha de dar fruto, tampoco es cuestión de prisas ni miedos.  Hay que “hacer camino” y aprovechar ese caminar junto a Dios para que se vayan resolviendo tantas higueras que no dan el fruto necesario… La paciencia de Dios es infinita. Pero la persona ha de aprovechar “su camino” para cuidar, regar, abonar…, para que esa “su higuera” responda a las expectativas del Dueño. A más cultivo, más se alejará el momento de ir al tribunal, al juez, al alguacil, al carcelero”, a que lo que tiene remedio, se le busque y se alcance el final gozoso.
             Del “problema del mal”, ni Jesús ha podido dar respuesta. Ha dejado claro que no se padece el mal ni por buenos ni por malos. Ni Dios lo hace ni lo quiere. La naturaleza de las cosas y las personas es la que es, y el mal sucede. Distinto es –a eso sí apunta Jesús- que ante las circunstancias de mal que puede ir viniendo, sirvan a las personas sensatas para preguntarse: Qué puedo yo aprender de esto… Incluso ya desde la fe: ¿Qué me quiere enseñar el Señor, a partir de esas realidades penosas que suceden o me suceden?  Porque lo que es importante al final de todo, es “hacer camino” provechoso, y aún de los mismos males, saber sacar bienes.  Esto lo consiguen los inteligentes y las personas que tienen una arraigada fe.

             No renunciamos ni a lo uno ni a lo otro.  Que eso es hacer camino…

viernes, 25 de octubre de 2013

25 oct.: Signos y Camino...

25 oct.: Saber “leer” los SIGNOS
             Hoy he recurrido a un comentario porque sé que hay una continuidad en el pensamiento de Lucas, pero estamos caminando los últimos días con apariencia de “saltos”. El comentarista ve en el evangelio de ayer –el fuego para que arda el mundo”…, “la guerra” que se opone a la paz del orate (carente de entendimiento y reacciones), van más dirigidos a sus apóstoles. No es simplemente el fuego del entusiasmo, de ardiente entrega a causa del reino de Dios, sino el fuego de la discordia: Jesús desea ya que empiece la lucha, porque esa es su misión y para eso ha venido. Significa que –a pesar de todo- “la gente” aún no se ha movido, y Él quiere que empiece ya a ponerse en movimiento.  Él es el que se mete en ella yendo delante. Pero esa ida de avanzadilla supone sacrificio para Él y para quienes le sigan. 
Por eso, ahora se dirige al pueblo, a los oyentes que se vienen a Él. Y les dice que no quiere aquí hablar de paz (su PAZ es otra) sino de la guerra, la división, porque el mundo (las formas del mundo) se han hecho enemigas de Dios, y eso empuja a cada cual a decidirse por Dios o contra Dios. De ahí las divisiones en la, misma familia…

Y cuando ahora –en el evangelio de hoy (Lc 12, 54-59) se va a hablar de los signos externos, está totalmente dentro del mismo discurso de ayer. Somos muy capaces de barruntar lo que va a suceder en cosas materiales y humanas. Tenemos “olfato” de fututo…: va a suceder tal cosa  Allí habla Jesús de algo tan natural como el aspecto del, cielo. ¡Y acertáis!  Entonces, ¿cómo es que no barruntáis la llegada de la novedad del tiempo mesiánico, siendo así que tenéis tantísimos signos para poder colegir que ya ha llegado?  Pretende Jesús que tengamos criterio, “capacidad crítica para descubrir un tiempo nuevo, y –por tanto- unas necesidades nuevas, unas exigencias nuevas.
Esto es lo que está hablándoles a las gentes de a pie. No hace falta haber estudiado teología para tener ese olfato interior que le descubre a cada uno que su actitud, su modo de estar, su manera de vivir, su forma de enjuiciar, sus reacciones…, deben entrar en la “criba” de los signos evangélicos… Que ya no se es “bueno” por rezar, dar limosna, ofrecer Misas… Que los signos del tiempo presente piden una capacidad crítica, sin escudos de autodefensa, para afrontar la realidad que tenemos por delante.  No cabe la menor duda que el Papa se ha lanzado a la piscina con decisión, y que está incitando a hacerlo. Porque él ha concluido claramente que el tiempo se ha cumplido ya.
A la vez, la gran humanidad de Jesús añade una explicación que va con lo anterior…: cuando alguien te pone pleito, y vais ya camino del tribunal, procura avenirte por el camino con tu adversario…, que más te vale que llegar al final, con tantas imprevistas consecuencias.  Es precisamente un nodo de echar un cable a aquella gente, sabiendo que los cambios profundos de la vida no se dan como el que le da a un interruptor y se hace la, luz.  Hay un camino… Hay que dialogar [oración que busca la voluntad y los gustos de Dios], cuestionarse a sí mismo las “seguridades” [saber dudar, porque ninguno tenemos la verdad absoluta], contar con la lucha [si quieres de verdad LA PAZ]…  Todo eso se puede ir resolviendo en el día a día, con la buena fe y la sincera honradez de quien reconoce y acepta que aún le queda para llegar.  Y en ese trayecto de la vida, ir encontrando el punto en que los signos vayan suscitando posibilidades que yo tengo delante. [Los signos no tienen que venir “del Cielo” con un angelito rubio. ¡Cuántas veces el signo surge en una discusión, en que el interlocutor echa mano de lo que puede picarle al otro…,pero le está diciendo la impresión mala que le produce! ¡Cuántas veces el signo viene de un amigo que –por serlo- advierte al otro amigo!  El signo puede surgir viendo una película, o yendo por la calle. El tema es si somos capaces de “traducir esos signos”, o por el contrario ponemos “el mosquitero” para que “no nos molesten”.

Una vez más, y aprovechando ese símil de “mientras vais de camino”, mi recomendación es que sepamos tener mucha paciencia y no pretender solucionarlo todo…, que es la manera de no solucionar nada.  Ni caer en la estupidez de que “no tengo que cambiar nada” porque lo evidente es que hay que modificar “algo”. ¿Por qué no señalarse un “pequeño algo” como objetivo de “un trecho del camino” en que se puedan ir haciendo paces con el adversario?  Y no me refiero al pasteleo de “la mitad para ti, la mitad para mí”.  En el “camino” avanzamos hacia el tribunal, y hemos de ser muy honrados para buscar una solución justa…, que es la que a mí me va a ir haciendo JUSTO, con esa Justicia que imita y reproduce la de Dios, que es el totalmente SANTO, el plenamente VERDADERO. Ahí está el punto para contrastar –por “el camino”- mi propia vida…, barruntando en los signos del tiempo presente que hay un camino por recorrer. Ni por “sabios”, ni por “mayores”, ni “por jóvenes”…, tenemos ya el camino hecho…, ¡pero ni conocido del todo!  La labor que Jesús nos pone delante es muy humana…, y muy sinceramente CRISTIANA (al modo de Cristo).

jueves, 24 de octubre de 2013

24 oct.: ¿Paz o división?

24 oct.: Fuego y Sangre
             Lc 12, 49-51 nos trae esos modos de hablar de Jesús que levantaba a la gente de sus asientos. Se lanza al ruedo con una expresión llamativa. “He venido a traer fuego al mundo, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!”  A boye pronto podrían traducirlo algunos como la frase de un desesperado que quisiera ver arder el mundo como Nerón gozó con el incendio de Roma. Nada más diferente a una desesperación… Un ansia profunda de ver a un mundo ardiendo en las llamas del Reino, Reino salvador…, reinado de Dios, en donde cada uno sintiera en sí los ardores de una novedad maravillosa, la que Él quería implantar.
             Pero no es la expresión de un pirómano despechado sino la de un mártir que prevé ya lo que va a ser todo eso…: “Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!”.  No era una desesperanza sino un dolor angustioso ante un bautismo de sangre…, de su Sangre, al que va con un doble sentimiento: la angustia de una vida que se truncará en plena flor;  la angustia de que –pese a ello- el mundo no se deja abrasar por ese fuego en el que Él quisiera envolverlo como envuelven los brazos de una madre… Siempre es doloroso morir sin tener que morir…, pero cuando se ve que el mundo no va a dejarse envolver por ese abrazo amoroso salvador, el sentimiento de angustia es mayor aún.
             Nueva expresión, que trastorna y despista a simple vista: “¿Pensáis que he venido a traer paz? – No, sino división”.  Otra vez nos dejas perplejos, Señor. Tu lucha, tu recomendación, tu carné de identidad es LA PAZ. ¿Cómo es posible que salgas ahora con esto?
             Muy sencillo: porque cuando el mundo se pone del revés, no se puede vivir del revés, con la paz absurda de quien prefiere que lo dejen dormir… Hay que “empuñar las armas”…: las de la propia voluntad que tiene que despertarse; las que combaten el YO; las que no enmudecen ante tanta situación absurda…  Jesús no pudo permanecer como un bobo resignado ante el mundo fariseo. Sus apóstoles, discípulos…, su Iglesia, no debe quedarse “resignada” (cómoda, tranquila…) mientras el Reino es avasallado por las fuerzas contrarias. Y Jesús levantó la bandera de una “guerra” a favor de la verdad. Y aquí está diciendo, por boca del Papa: ¡Hay que armar lío!  [¿Cómo estamos viviendo eso “los veteranos” de otras guerras? ¿Qué nos ha parecido ese slogan? ¿Cómo nos sentiríamos enrolados en él? ¿O eso se queda “para los jóvenes”? ¿No nos sentimos más bien tentados a no movernos de nuestro sitio…, a verlas venir?  Pues Jesús ha proclamado ya la declaración de guerra…]
             Y como Jesús no habla por hablar, nos proyecta de inmediato a una realidad que no hay que buscar lejos: “En adelante, una familia de cinco estará dividida dos contra tres y tres contra dos…, el padre contra el hijo, la hija contra la madre…”  Y cuando leemos esas expresiones nos repelen…, o las echamos a “frase”, o decimos que “no lo entendemos”.  Pero Jesús nos señala nuestras familias…, esas mismas en las que estáis leyendo ahora mismo: ¿no se ha producido ya una tensión a costa del modo de vida de un hijo o una hija…, a costa de la “incomprensión” de una madre o un padre? ¿Y no es cierto que muchas “guerras santas” de esas están “apoyándose” en la Religión? ¿No está en esa alteración de moralidad, de expresiones religiosas, en el modo de respuesta a una fe…, a una no-fe…, a una “fe-a-mi-manera”?
             ¡Pues eso es lo que Jesús ya nos advirtió!  Entonces, en su momento, era la abismal diferencia de los planteamientos judíos y el Reino que Él venía a traer…; entre el “se dijo” y el “pero Yo os digo”…, todo un cambio “incómodo” porque a partir de ahora “los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y verdad.  Y ese “vivir en verdad” y vivir con las raíces ahondadas en el espíritu, pide mucho más que la falsa paz que nos es tan fácil preferir para “que no nos metan en líos”.  Pues ahora el Papa proclama “la era del lío”, un momento de revolución profunda. Él ya la está llevando a cabo. Pero todo eso quedará en un “gesto” que se abortará antes de su tiempo de madurez, si no somos nosotros los que ponemos también “guerra” dentro de nosotros, y un poquito de más osadía cuando “salimos fuera”.
             Entiendo ahora que Jesús llegara a decir que “sentía angustia” hasta que se cumpla el fruto de su BAUTISMO DE SANGRE…, que Jesús se expresara con palabras que hoy puede ser que las sienta así más de uno. Y es que, mirando el cotarro, no está el mundo por dejarse arder en ese incendio salvador de Jesús.

             Y sin embargo, “He venido a traer fuego al mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! No lo ha dado Jesús por perdido… Sencillamente, aún no arde. Pero Jesús es el mismo ayer, y HOY, y siempre…, y seguirá con su tea en la mano para crear nuevos focos de fuego… ¿No es un anuncio de ello, y hasta una realidad, la obra del Papa Francisco?  Quizás necesite muchos más apoyos de los católicos que los que esté recibiendo. Que para “cortafuegos”, ya hay quienes trabajan dentro y fuera.

miércoles, 23 de octubre de 2013

23 oct.: Otra posibilidad

23 oct.: “Segunda hipótesis”
             Jesucristo es un gran pedagogo. Sabe que caza más una gota de miel que un tarro de hiel. Y ha echado por delante –ayer lo veíamos- a esos criados fieles en velar y aguardar y recibir a su amo, a la hora que llegue. Y el amo no entra en si antes fueron mejores o peores, sino en esa vela que está aguardando para abrir apenas llegue y llame. Y el amo compensa a los siervos haciéndolos sentar a la mesa y sirviéndoles él. [“El hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir”].
             Hoy sigue avanzando en la idea, en la misma idea, pero poniéndose en la “segunda hipótesis”. Lc. 12, 39-48: Analicemos: entre los criados alguno es un irresponsable. Y “como tarda su señor” se arroga el libertinaje de pegarle a los otros siervos, y beber y comer y emborracharse. Cuando llega el amo, se encuentra con ese panorama: ni ha aguardado, ni ha abierto, ni ha sido fiel en mantener un orden normal.  Ese tal merece azotes.  Pero Jesús aquilata quién y cómo es ese tal. Y lo define como el criado que SABE lo que quiere el amo Y NO ESTÁ DISPUESTO a ponerlo por obra. Jesús ha definido muy bien al individuo que merece los azotes: “sabe” y “no quiere”. Puede hacerlo bien, y se lo echa a las espaldas conscientemente, con evidente desprecio a su amo, y a los criados de su amo.
             No ha descrito Jesús –en las dos parábolas- a unos siervos inmaculados. Sencillamente ha descrito ACTITUDES, que son las que definen a la persona. Por supuesto de defectos, los tendrán a mansalva. Pero el problema no es el descuido, la indolencia del momento, la “guardia baja”, los baches de la vida. [Esos pueden merecer “pocos azotes”]. El gran problema es la actitud del saber y no querer.  Podríamos decir: eso existe, pero eso no es lo que se da entre quienes luchan las mil batallas de la vida, por más que salgamos heridos en ellas.  Se le había confiado mucho a aquel criado y se le pedía el “mucho” de vigilar y esperar y mantener una dignidad ante los consiervos.
             Y eso lo dice Jesús para las gentes, para Pedro –que ha preguntado- y los apóstoles… Para todo el mundo, como criterio esencial. No es malo sino el que se empeña en serlo; no se condena sino el que rechaza la mano tendida de la misericordia de Dios. No es que “somos buenos”; es que DIOS ES DIOS. Y lo que no podemos nunca es achicar la infinita y gratuita salvación que nos ha obtenido Jesucristo, a costa de su Sangre.  Por eso –casualmente en estos días- nos está acompañando la carta de Pablo a los fieles de Roma, en la que su empeño es mostrarles que la redención es puro regalo, y regalo sobreabundante, que no podemos minimizar porque nosotros seamos “mínimos”.
             Ayer se esforzó por poner blanco sobre negro, porque siempre sobrepasa Dios con su bondad infinita, su DON GRATUITO, no dependiente de los “méritos” del hombre. [La “gracia” “ganada” por el hombre es la herejía pelagiana].
             Hoy sigue en su discurso y exhorta a que pongan su vida al servicio de Dios, siendo instrumentos del bien. Y concluye (Rom 6, 12-18) con la afirmación de un buen maestro que acentúa lo positivo para estimular al alumno: “Pero, gracias a Dios, vosotros –que erais esclavos- habéis obedecido de corazón a aquel modelo al que fuisteis entregados” (Jesucris-to). ¿Supone que eran fieles inmaculados?  Evidentemente no. Le basta que caminan con la buena fe de agradar a Dios, cayendo y levantándose, muy a sabiendas que son sinceros en su caminar…, y en su caer. Pero con actitud definida de querer, velar, esperar… La mirada puesta en Jesucristo que es el ÚNICO SALVADOR; no esos fieles…; ellos son pobres heridos del camino de Jericó, dependientes totalmente del paso del Buen Samaritano –Jesús- que les cure, les limpie, les monte en su cabalgadura y dé el precio por ellos. No son ellos los que pueden hacer nada por sí mismos.
             Ésta es la gran belleza que tiene un gesto en la liturgia de la Misa, que yo intento que los fieles lo observen y comprendan. El sacerdote pone vino en el cáliz. Será la materia de la Consagración. Pero hete aquí que añade una mínima gotita, sin valor, de insípida agua.  Cae la gota de agua en el cáliz…, y desaparece en el vino, aunque evidentemente allí está. Y cuando se consagre el vino, se consagra también la gotita de agua. Dice mientras el sacerdote una oración: que así participemos de la divinidad… Pongamos ahora “sujeto” a esa gota: eres tú y soy yo; son tus obras y las mías; incluso tus pecados y los míos. ¿Qué queda ahora de todo eso? Queda el vino que se consagra…, queda lo mínimo mío que también queda consagrado (perdonado, elevado, santificado, instrumento de redención junto a Cristo…) Yo no me he redimido. La redención la hizo Jesucristo. A mí se me pide aguardar, mantener compostura, saber, querer, estar dispuesto a hacer lo que a Dios agrada.

             Y acabo como acabé ayer: ¿existen majaderos que se empeñan en lo contrario? - ¡Existen! ¿Existe quien ni quiere ni está dispuesto? – Existe. Pero de ahí no se sigue que todos vayamos en el mismo saco, si hay quienes luchan las batallas de la vida con el corazón sano…, y sus debilidades a cuestas; quienes no llegan, pero no renuncian a llegar; quienes –con sus defectos y caídas- vuelven a levantarse. Y quienes no son nada hipócritas porque se reconozcan a la vez pecadores, pero admirados y agradecidos a la Gracia y misericordia de Dios en ellos…, y ¡con el mazo dando!

martes, 22 de octubre de 2013

22 oct.: Aguardar que llame

22 oct.: Servidor de sus siervos
             Jesús nos trasmitió esta parábola de Lc. 12, 35-38. Que si observan y comparan, dice algo distinto de otra similar. En esa otra, el amo regresa y hace que le sirvan sus buenos y fieles criados que han aguardado su regreso.  Aquí, con ese estilo de Lucas que va por lo llano, el amo llega, y no se sienta él a comer, sino que él se ciñe el mandil, y hace sentarse a sus criados porque se lo han ganado por su fidelidad, constancia, y esa espera sin bajar la guardia.  El amo es quien sirve y –por decirlo de alguna manera- “paga” a sus criados el haber sabido esperar decididamente.
             Cuando pasamos esta parábola a la realidad –contada por el propio Jesús- la vida ha de ser una espera serena, laboriosa, aprovechada. El día que el Señor se presenta (no sabéis ni el día ni la hora), es Él quien viene al encuentro del servidor bueno y fiel, para inmediatamente pasarlo al banquete de su Señor, ese BANQUETE que representa la eternidad, el abrazo del Dueño, del Padre del Cielo.
             La exhortación que hace Jesús a tener las luces encendidas y la cintura ceñida –dos condiciones de disponibilidad-, es lo que ahora tenemos delante. La espera es nuestra propia existencia, que nunca sabemos en qué punto estamos…, ni cuánto nos queda. Pero lo que sí es digno de reflexión es la actitud de la persona ante ese pensamiento. Admira esa serenidad y naturalidad de tantas personas, que no se han puesto a dramatizar el instante que –por lo demás- desconocen. Apenan esos otras que viven en la angustia de la muerte que vendrá…  Y apenan porque sufren antes y sin necesidad, lo que no saben de qué modo se va a presentar. Sería mucho más pacífico para el alma y beneficioso para el cuerpo dar por sentado que vamos abocados a la muerte, y que es mucho más hermoso saber darle sentido AHORA  a la vida.
             Vivir la vida con la suficiente fidelidad como para no tener que hacer otra cosa que gozarla lo más dignamente posible, y tenerla ya entregada en los brazos de Dios, Padre y misericordioso, conducidos por ese gran AMO que viene a sentarnos a la mesa y hacernos paladear EL BANQUETE que nunca acabará.
             Estoy viendo a los insatisfechos de la vida, los que acentúan sus carencias, los que pasan hasta angustias pensando en ese punto cero…, o punto plus de su existencia terrena. Precisamente la 1ª lectura de hoy vendría a darles respuesta, con la insistente contraposición que hace Pablo de “lo que damos los humanos”…, de lo que pone Dios. Y Dios desbordó su benevolencia enviando a Jesucristo para que donde abundó el delito, sobreabundara la Gracia.  Y la Gracia es DON, puro DON.  Y a eso es a lo que no llega el que pone los prismáticos del revés. ¿Qué el pecado trajo la condena? – La JUSTICIA (=misericordia plena de Dios) traerá la salvación”. ¿Que la desobediencia de uno nos convirtió en pecadores? – La obediencia de OTRO nos convierte en JUSTOS.  Precisamente por eso El propio Señor nos sienta a la mesa del Banquete y se pone a servirnos.  ¿No estamos viviendo una Historia de SALVACIÓN?  ¿Por qué nos empeñamos en hacer de la vida una checa de temores?
             Decididamente no ha de ser el momento final del cuerpo mortal ni un centro de meditación, ni una preocupación, ni una obsesión. La consabida frase de San Luis Gonzaga expresa la mejor verdad para ese momento.  Estaba en recreo, jugaba alegremente… Un pio compañero se tira “su bigote espiritual” y le pregunta: - Hermano Gonzaga: ¿qué haría Vd si le dijeran que iba a morir ya?  Y el Hno. Gonzaga, con toda parsimonia, respondió: “Seguiría jugando”.  ¿Esperaba el pío compañero que el santo Hermano Luis saliera por un “irse a la capilla” o cosas semejantes?  Pues no: lo hermoso de la vida es vivirla en cada instante con la plenitud que exige el momento en que se está. Lo que venga, cuando venga, como venga…, ni lo sabemos, ni nos hace falta saberlo. ¡Sigamos JUGANDO!  Démosle a la vida diaria el inmenso valor de iluminar con nuestras lámparas y tener ceñida la cintura.  Lo demás, es cosa del Señor.  ¡Y del Señor, nos podemos FIAR a pie juntillas!  [Y saldrá por ahí el que diga: “si del Señor me fío…; de quien no me fío es de mí”.  Habríamos vuelto al “protagonismo del YO” y de “nuestras maldades”…, casi anulando al Señor que se ciñe, sienta a la mesa y sirve a sus leales criados que supieron aguardar su llegada.  ¿Ninguno se había dormido antes? ¿Ninguno se habría quejado algo de su suerte? Eso ya no cuenta. Cuando llega el Amo y encuentra a sus siervos en vela, ese Amo es fiel y tiene un Corazón infinito, a la vez que humano…, y por tanto, sabiendo lo que hay en el hombre.  Pero Él no se escandaliza. Dios tiene mucha paciencia, nos enseña también la revelación.

             Y para que quede todo dicho y tampoco se escandalicen otros: ¿hay criados capaces de emborracharse, dormir, maltratar, no aguardar la llegada del Amo?  -Por supuesto que los hay. Son holgazanes, malos servidores, encerrados en lo suyo sin dejar siquiera resquicio a esa entrada de la sobreabundancia de la sangre de Jesús.  Por eso son expresados con la palabra: malditos, que se compone de “mal” “dichos”…: que no se puede decir bien de ellos, ni siquiera en un instante final, porque se empeñaron en vivir “en el lado de allá”.  Pero para eso es menester estar mucho más locos de lo normal. De ahí ese dicho de un autor: para ellos no sería menester el Infierno. Les basta un manicomio.

lunes, 21 de octubre de 2013

21 oct.: Cosas que no son de Dios

21 oct.: Lo que no es de Dios…
             Estaba Jesús hablando a las gentes. Su cercanía, su estar metido en las necesidades de ellas –que hacía tan suyas- debió mover a aquel a salir del círculo que escuchaba, para venirse hasta Jesús y pedirle que intervenga ante su hermano para que reparta con él la herencia de su padre.
             Es interesante observar esta escena. Y digo que aleccionadora. Es verdad que el hombre está sufriendo la situación. Pero Jesús le responde que Él no está para entrar en esos problemas; son problemas de juez y eso hay que llevarlo al juez. Como hay otros muchos asuntos que no son objeto de la acción de Jesús, aunque cada uno quisiéramos que “Él nos lo resuelva”. De hecho nos sería más cómoda la varita mágica de un Dios o una Religión que nos va solucionando problemas, y nos evitara tener que afrontarlos nosotros.
             Sin embargo son de ámbitos muy ajenos a la misión de Jesús y de la Religión, que no son para buscar soluciones en el terreno religioso. Aquel quiere que sea Jesús el que solucione. Y ¡cuántas veces lo plantean quienes no se acordaron para nada de Jesús en el resto de sus días! Y que no es que venir a Jesús es para plantear una realidad que deba uno afrontar personalmente, sino que se ha recurrido a Jesús para que le resuelva el caso.
Y como Jesús quiere siempre iluminar con un foco de alta distancia, lleva el caso a la “codicia” en general.  Yo diría: cada uno pretendemos arrimar el ascua a nuestra sardina: esa es también “codicia”. E inventa Jesús el cuentecillo del codicioso que sólo piensa en sí y en lo suyo. Aquí es la cosecha riquísima que ha obtenido uno y ya sólo piensa en cómo almacenar tanta cantidad…, y cómo vivir después sin preocuparse de más…, porque tiene ya almacenado lo que no va a gastar en su vida. Ya está satisfecho consigo, y no quiere ya más complicaciones.
Jesús lleva entonces “la codicia” al extremo del fracaso: a ese que no ha pensado más que en sí, le va a llegar la muerte ese día que él creía ser ya el de su ocio total…  ¿Para qué le ha valido todo ese egoísmo?
Y cabría ampliar el círculo de “la codicia” porque se puede ser codicioso en muchos campos, allí donde cada cual defiende “lo suyo” como gato panza arriba, sin dejar que nadie se pueda aprovechar de “sus graneros”. Y conste que a veces son graneros ridículos porque se aferra uno a un cargo, a una función, a un encargo que se le hizo…, y se apega a él como una lapa, y es incapaz de tener la grandeza de alma de “abrir el granero” para que otro participen de él como la cosa más normal y lógica en uno que va escuchando a Jesús…, o vive en su ámbito eclesial.
Algunas veces uno quisiera contar también “cuentecillos” cuando alguien va a pedir soluciones de temas ajenos a la conciencia…, mientras que de eso principal…, de la propia actitud…, de las propias carencias o defectos…, ni se ha ocupado.  ¡Ni le interesa que se le entre por ahí!  En realidad el “cuentecillo” que se podría contar podría asemejarse al que se inventó Natán ante David, cuando David quería resolver por la brava el problema “material” de “otro”, pero ni olía que el profeta le estaba poniendo delante su propio caso…, su propia conciencia endurecida, engañosa, y con “cosas gordas” a sus espaldas…
Por eso “me toca” esta actitud de Jesús que responde al de la herencia: ¿Quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros? Distinto es si aquel hombre le pidiera un consejo para sí, para ver cómo actuar. Vale  buscar a Jesús porque se necesita al consejero honrado e imparcial que le iluminase un modo de proceder, acorde con los principios mesiánicos. Vale, sobre todo, cuando no es “la codicia” de lo mío sino la mirada a un bien más general.
La tentación que llevamos todos dentro de nosotros es que, una vez que hemos hallado “la cosecha” resuelta, nos encerremos dentro de nosotros mismos…, busquemos ampliar los “graneros”…, y dejemos de pensar que más allá, o incluso a la vuelta de la esquina, hay quienes pueden estar necesitando. Y no hablo de necesidades materiales. A veces basta saberse echar a un lado para que otro se sienta acogido. Y hasta –simplemente- para dejar claro que “yo no poseo” el cargo o la función que estoy sirviendo.  Se trata de romper el círculo de “lo mío”, “mis apetencias”, “mis conveniencias”… Incluso -¡tantas veces tratado ya!- el mundo de las propias ideas en las que lo cómodo es no dejar entrar a otros, encerrado ya en “la seguridad” del “propio granero saturado” en el que es tan fácil instalarse.
Jesús estaba anunciando el reino; su misión estaba en ese anuncio ancho como el Corazón de Dios…, ¡el Evangelio que salva! Estaba queriendo abrir las mentes y las conciencias a un mundo tan ancho y grande como las Bienaventuranzas y el campo tan sutil que hay detrás de cada formulación antigua de los “Mandamientos”. Jesús había venido para que la humanidad viera que hay un mundo mucho mayor que el material, o que el “microcosmos” del YO…  Y cuando ahora se le quiere “utilizar” para el reparto de una herencia, advierte claramente que Él no ha venido para eso.

Por eso, a medida que la persona va entrando en una mayor profundidad de su vida, en una finura de su espíritu, empieza a “voltear” los temas que son marginales (esos tienen su propio ámbito), y va encontrando que Jesús le libera de muchas preocupaciones. No es que no vaya a atender la persona sus necesidades humanas;  Dios nos dejó este mundo para mejorarlo, adornarlo…, y “podarlo”. Pero siempre hay más allá el ámbito realmente importante en el que cada uno nos encontramos y debemos encontrarnos con ese “mañana” que está ahí oculto a la atención: que los “graneros llenos de trigo” se pueden perder en una noche.

domingo, 20 de octubre de 2013

20 oct.: Orar siempre.- DOMUND

20 oct.: DOMUND.- La oración constante
             Yo distingo entre novedoso y novelesco. Cuando ayer me hablaba uno del “descubrimiento exegético” del sentido del evangelio de hoy, en la dirección a la “justicia”, me quedé –según mi modo de proceder- en un silencio que no afirma ni niega. Primero yo debía constatar el texto. Y por otra parte, hoy habría que ver en qué dirección lo enfocaba la pedagogía litúrgica. Cuando hoy voy a la 1ª lectura, que suele enmarcar el contenido catequético pretendido, quien me aparece es Moisés en oración. En una oración continuada, con sus brazos puestos en alto como quien eleva su petición a Dios.  Lo que nos da el texto, con lo típicamente gráfico de estas narraciones, es que mientras Moisés tenía elevados sus brazos, vencía el pueblo de Israel; cuando –cansados los brazos- los bajaba, recuperaba terreno el enemigo
             Y es fácil comprenderlo en la vida diaria. Hay que tener una vida de permanente “ida a Dios”…, de tenerlo presente y en cuenta…, de tener –metafóricamente- los brazos elevados para poder estar en dominio de uno mismo, de las pasiones, de las tendencias al mínimo esfuerzo, a quitar compromisos, a disminuir el esfuerzo. Y sabe uno que esa actitud activa da resultado porque mantiene enhiesta la voluntad de la persona, su “personalidad integral”.
             Al otro lado, el indolente, el inconstante, el que no mantiene sus propósitos, la persona de “brazos caídos” que va dejándose dominar por la desgana…, y acaba por verse a sí mismo incapaz… Puerta abierta para muchas carencias o para fallos de más envergadura.
             La lección queda evidente: no podemos bajar los brazos…

             Y el Evangelio  entra de la mano. Dice expresamente: Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola… Claro como el agua cuál es el tema pretendido por Jesús…, y evidente el pretendido por la liturgia, que ya ha preparado el terreno con la 1ª lectura.  Se trata de la necesidad de un estado interior constante de oración, de confianza, de sentimiento gozoso de estar colgados de Dios…, de la Providencia divina.
             La parábola se enmarca en esos modos extremos que utiliza Jesús para más hacer hincapié en lo que enseña (aunque hay que quedarse en el contenido y no agotar detalles que no corresponden).  La parábola sitúa ante un juez sin conciencia, sin responsabilidad, indolente, incapaz de hacer por las buenas lo que tiene que hacer.  ¡Pues aún así, si alguien persevera, insiste, le importuna…, acaba por escucharle y hacerle justicia!, por el temor de que hasta puede la viuda arañarle en la cara.  ¡Cuánto más Dios escuchará a sus hijos, que le piden, que bien sabe Él que necesitan, que insisten porque les acucia su indigencia…!  AHÍ ESTÁ EL PUNTO AL QUE QUIERE LLEGAR JESÚS.
             Dios es Bueno, Dios es Padre. Dios escucha. Dios atiende. Otra cosa es que hay quienes imaginen a Dios como una máquina dispensadora…, que le echas la moneda por una rendija, y te “atiende” de inmediato sirviéndote el tabaco, el chiche o la botella de agua.  Por supuesto, Dios no es esa máquina. Ni siquiera el que te atiende en una ventanilla de oficina al que le pides el certificado y te lo hace en el acto.  [¿…?]
             Dios se hace rogar. Excita la fe de la persona, Le hace aumentar su sentido de esperanza. Le ayuda a profundizar más en su impotencia. La deja, en ocasiones, al límite de sus posibilidades…  Pero Dios está siempre ahí y no nos pondrá en el borde de la desesperación.  Mientras tanto, Él está atento, escucha y –para entendernos al modo humano- “sopesa” las ventajas e inconvenientes…  Lo que es evidente es que nos está aquilatando la fe.
             Hoy, el slogan del DOMUND sitúa la FE como una exigencia para sumar en el espíritu misionero. Esa fe de quienes marcharon para evangelizar… Esa fe de quienes acogen a Dios en medio de sus muchas penurias culturales, económicas, sociales, tribales…  Pero esa fe, para dar por resultado la MISIÓN…, el sentido de vocación misionera, necesita ir adobado por LA CARIDAD. La caridad tiene sus facetas…: una, necesaria aunque de menor rango, que es la mera beneficencia. También necesaria. Pero no se trata de eso. Se trata de esa caridad teológica (bajo la mirada de Dios y con, la mirada de Dios) por la que la persona es digna de todo amor, hay que darle lo mejor (aun a costa propia) y a la que hay que llegar de forma práctica con los medios necesarios para su desarrollo integral. Un medio, para muchos, ha sido IR A ELLOS, meterse en su mundo, padecer sus sufrimientos, llevarles ayudas en sanidad, enseñanza, cercanía, dedicación… In medio que para otros –los que estamos en esta ribera- consiste en nuestro apostolado a través de esa oración sin desanimarse. Y otro modo, compartiendo con ellos nuestros medios económicos, porque les son indispensables para el desarrollo de su labor social, pedagógica, cultural…

             Concretamente, los 50 millones de miembros del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN, ofrecen cada día sus intenciones, obras, pensamientos, sufrimientos y alegrías…, todo…, uniéndolo a Jesucristo que se ofrece al Padre en la Eucaristía por el bien de la humanidad.  Y así viven la suma caridad que mostró Jesús al dar su misma vida PARA SALVACIÓN DE TODOS. 

sábado, 19 de octubre de 2013

19 ocr.: IN CRESCENDO

La ESCUELA DE ORACIÓN
que tuvimos ayer
mostró la tendencia de crecimiento
a la que se está llegando:
se sobrepasaron bastante los 40 asistentes.

19 oct.: Blasfemia contra el Espíritu Santo
             D No sé si es un acierto o una idea fija mía. Yo trasluzco que el evangelista sigue desenvolviendo, ampliando y abriendo luces sobre los sucesos del capítulo 11: ahí han roto ya mañamente los fariseos, y ahí ha roto también su paciencia el propio Jesús. Y se mete el evangelista en el capítulo 12 y empieza previniendo de la levadura de los fariseos, sigue advirtiendo que la verdad va a saberse porque se va a imponer la verdad, “predicada desde las azoteas”… Todo el mundo de mentiras e hipocresías y toda la nitidez de la verdad, van a quedar al descubierto.
             Hoy, en Lc 12, 8-11, Jesús avanza sobre un tema de mucha importancia: los que se pongan de su parte y los que renieguen de Él. Los primeros, tendrán de su lado al propio Jesús…, y con ello ese Reino que está a las puertas (sólo queda que abrirle), y Él dará la cara por ellos.  Al otro lado, los que lo rechazan…, que se ganan así ese apartamiento de la verdad de Dios.  Con una paráfrasis dice que renegarán de esos ante los ángeles de Dios.
             Y da ahora un salto esencial, y gran trascendencia: Al que hable contra el Hijo del hombre, se le podrá perdonar. Pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.  Jesús está admitiendo que pueden los hombres no fiare de Él, porque lo ven un simple hombre y hasta lo pueden creer un intruso, uno de los muchos falsos profetas que pululaban por a entonces. Cierto que Jesús ha dejado ya “su firma” en tantos hechos sobrenaturales…, en su doctrina, en su vida misma. Pero –con esa grandeza de comprensión y paciencia, da salida y dice que puede perdonarse. Cuando veamos lo siguiente comprenderemos que Jesús está dando espacio y tiempo a la posible conversión…, a que se haga la luz en aquellas mentes y se supere la falsía de sus lo sentimientos… ¡Es posible!  Nadie está apartado de antemano, ni a nadie se le niega esa posibilidad de rendirse ante la luz. Por eso no habla aquí Jesús de “blasfemia”.
             “Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón”. Jesucristo puede ser visto tan como hombre que hasta los fariseos se pueden engañar… Jesús se marchará.  Jesús puede predicar, y que se diga aquello de “por un oído me entra y por otro me sale”.  Jesús puede hacer “signos”. Pero la Biblia es también testigo de los “signos” iguales de magos y adivinos.  Pero hay una diferencia substancial:  El Espíritu de Jesús, Espíritu de verdad, ESPÍRITU SANTO, toma el relevo…, habla de lo mío, y actúa en el interior de las personas.  Uno cualquiera se puede equivocar, puede errar… Pero el Espíritu que está en el interior enfrenta a la persona consigo misma constantemente. “Remuerde la conciencia”, decimos; que sería igual que decir: “el Espíritu de la verdad no me deja dormir porque no estoy en la verdad”.  Pero la conciencia es capaz de hacerse la sorda, de rechazar ese “gusanillo” que le muerde… La soberbia humana que no quiere bajarse de su postura… Las “conveniencias” o “intereses” personales son capaces de ir acallando el grito salvador del Espíritu… Y puede llegar a aparcarlo…, a despreciarlo, a “matar su voz”…  Y como eso es una opción que sitúa a la persona en una posición CONTRA LA VERDAD –contra el Espíritu de la verdad- y es capaz de hacer de la verdad, mentira; de lo blanco, negro…, se ha producido la blasfemia contra el Espíritu Santo, la negativa abierta a su acción. Y como eso es anclarse en el “lado de allá”, en contra del Espíritu que actuaba para salvar, el individuo queda en la zona de la mentira. Y esa es la que no tiene salvación.
             El tema que ha planteado Jesús –como siempre ocurre- no gusta a nuestras posturas piadosas “de mantequilla”. Pero es que nos basta abrir los ojos para ver lo que está ocurriendo en un mundo nuestro en el que se está tomando –por parte de una masa de gentes, y muy planificado por grupos conocidos o desconocidos- un movimiento de distanciamiento de lo que huele a espíritu, valores fijos, puntos de agarre esenciales…  Aquel famoso slogan: “Posiblemente Dios no existe. VIVE TU VIDA”, es la gran blasfemia de hoy contra el Espíritu Santo. Es insinuar que cortar las amarras con lo absoluto, lo superior, lo inalterable, lo seguro para asirse a algo fijo, es el modo de vivir MI vida.  Ni siquiera la del que tengo a mi lado… ¡Mucho menos la que podría infundir el Espíritu de Dios!  ¡¡Es la blasfemia contra el Espíritu Santo!!, es castrarse para volver a la Verdad.  Y eso, en generaciones, tiene mala solución.
             ¿Nos podemos quedar ajenos a esa situación?  Jesús advierte a los discípulos que los van a echar de la sinagoga (no tendrán cabida en un mundo así y en un mundo “religioso” alejado de la Verdad de Jesús. Y os juzgarán ante magistrados y autoridades. Pero no os preocupéis de pensar qué respuesta habéis de dar: El Espíritu Santo os sugerirá lo que en ese momento tenéis que decir.

             Jesús está llegando al fondo… Está adelantando el camino que Él mismo va a tener que pasar.  Y ahora cobra enorme fuerza la palabra anterior: quien se ponga de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios.  Y quitado el circunloquio tan propio de la expresión semítica, “se pondrá de su parte ante DIOS mismo”.

viernes, 18 de octubre de 2013

18 Oct.: ESCUELA DE ORACIÓN

Hoy, 18, tercer viernes de mes,
ESCUELA DE ORACIÓN
a las 5'30
en el Salón de Actos (PP. Jesuitas, C/ Compañía), 
con el PADRENUESTRO, según San Lucas.

18 oct.: SAN LUCAS
             Hoy celebra la Iglesia a San Lucas evangelista. Le aplica la parte de evangelio que él escribió y que hace poco comentamos en el blog: el envío de los 72 discípulos para anunciar la proximidad del Reino de Dios. Como Lucas no es apóstol ni convivió con Jesús y los apóstoles, se le engloba en ese grupo amplio de los setenta y dos, como una forma de expresar que fue discípulo fiel de este Reino. Lucas conoció el mensaje algún tiempo después, e investigó a través de los que habían convivido con Jesús y eran testigos fieles de los hechos de su vida, pasión, muerte y resurrección.
             En las puertas del DOMUND, el mensaje de este texto nos llega muy de cerca, porque Jesús nos pide que le acompañemos en la petición al Padre, Señor y dueño de la mies, que envíe obreros a su mies. Y no son sólo segadores para recoger…, pues hoy urgen sembradores de paz y del Reino,  en unos momentos en los que la persecución religiosa contra la fe católica arrecia en determinados lugares de África y Asia. O cuando la mies en el mundo va perdiendo vigor por no tener quien la cultive…

             En la lectura continua (Lc 12, 1-7) cambiamos de capítulo pero aún quedan ecos de lo anterior. Los fariseos y escribas se han quedado deliberando cómo poner trampas para coger en palabras a Jesús.  Y Jesús, que ahora respira el oxígeno de las gentes sencillas y de sus propios discípulos fieles, se vuelve a ellos y les previene de la levadura de los fariseos.  Jesús había explicado que el Reino es semejante a la levadura: pequeña cantidad hace fermentar la masa. Pero lo mismo hay levadura mala que corrompe la masa. Y los fariseos tienen “mala levadura”: son hipócritas y van haciendo su labor subrepticiamente.
             Sin embargo –afirma Jesús- nada va a quedar oculto; todo se sabe al final, y lo que parecía secreto, se pregona desde las azoteas.  En lo bueno y en lo malo. [Cuando San Mateo hace la dramatización del “juicio final”, con toda la humanidad presente, está resaltando que lo que cada uno ha tenido al final es lo que le corresponde… Que nada quedó oculto, y que Dios no hizo sino poner a flote la verdad de cada uno]. Es lo que aquí está diciendo Jesús. Y repito: lo mismo para los hipócritas, disimuladores, los que pretenden “justificar” sus enredos, los mentirosos…, que los que vivieron su vida como la hormiguita que casi no aparenta pero que labora para dejar las cosas bien hechas. ¡Tantos santos ocultos, ignorados, no reconocidos…, que un día verán que sus buenas obras salen a la luz, pregonadas desde las azoteas…!
             Sigue a continuación una frase que tambalea a quienes no leen más que frases sueltas y no el conjunto del párrafo. Dice Jesús que “no tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden hacer más; habéis de temer a quien puede echar al fuego alma y cuerpo. Vuestro Padre no se olvida ni de los gorriones…; y vosotros valéis mucho más que ellos. Por tanto, no tengáis miedo…”
             Por tanto un lector orante no se confunde al leer quién es el que puede matar y condenar, puesto que la frase está emparedada entre una repetida exhortación a NO TEMER…, y entre esa claridad con la que se va a ver a plena luz, y el Padre cercano y tierno que hasta tiene en su mano la vida de los gorriones, y ni uno cae sin el permiso de Dios. O sea: todo el contexto es de confianza, de Dios cercano y objetivo (nada oculto que no llegue a saberse), del Padre que se ocupa aún de los detalles pequeños.  Por consiguiente, NO ES Dios quien puede matar y mandar cuerpo y alma al fuego. Se despega totalmente de todo el contexto. Y repito: el lector orante no se limita a leer frases sueltas sino que se adentra y busca la línea maestra, el argumento básico… Y sabe que Jesús era coherente en sus exposiciones, y que venía a salvar y a exponer el Reino de Dios, que es Reinado de salud…, que es “historia de Salvación”. No será Dios quien condena (ya lo advierte San Pablo).

             El hecho de que nada va a quedar oculto deberá hacernos muy sinceros ahora, en el momento presente. Aquellas expresiones populares de que se coge a un embustero antes que a un cojo, o la de que la mentira tiene las patas muy cortas, es exactamente lo que ha dicho Jesús. Y es exactamente lo que ha de hacernos pensar. Los disimulos, las justificaciones y las medias verdades (repartidas según sea el interlocutor), los intentos subrepticios de salir con la propia intención adelante, podrán engañar de momento. Pero la verdad quedará patente a la vuelta de la esquina. Y de alguna manera se podría aplicar ahí esa palabra de Jesús: Yo os digo a quién habéis de temer y quién os puede condenar…: la levadura de la hipocresía y de la propia falta de sinceridad personal.  No hace falta siquiera que nos pudieran descubrir… Uno mismo lleva dentro su propia realidad, y de esa no se libra mientras que su realidad no se pregone desde las azoteas. [No es el espacio ni el momento, pero tengo casos patentes de ello, vividos cerca de los años 60].

jueves, 17 de octubre de 2013

17 oct.: Bajando a la arena

17 oct.: San Ignacio de Antioquía
             San Ignacio de Antioquía es uno de los santos de más trascendencia en la historia del cristianismo porque entronca directamente con los apóstoles a través de San Papías. De ahí que sea un santo que recoge de primera mano los escritos de los evangelistas y el recuerdo y tradición de discípulos directos del Señor. Sus escritos rezuman un sabor peculiar, de modo que muy bien podrían ser continuación de las propias cartas de San Pablo.

             A veces decimos: “Si Fulanito levantara la cabeza..? Nosotros podemos decir con toda propiedad: Si Jesús vivo, como es, se pusiera HOY delante de mí… Es que tenemos el gran peligro de leer evangelios como el de Lc 11, 47-54, como si tuviéramos delante a un Jesús airado, despechado, echando en cara…, y hasta nos sienta mal. Este evangelio quedaría entre los “no-bonitos”. Y lo que me pregunto es si lo que no nos gusta es que nos toca de lleno, y solemos preferir relatos “dulces” a que el evangelio nos ponga delante el espejo.  Digo “el evangelio” pero quiero decir: Si Jesús se pusiera ahora mismo delante de mí…, mi mirara fijamente a los ojos, y me hiciera que mis ojos se pararan fijamente en los suyos, ¿cómo me resultaría esa mirada?
             Lo voy a enmarcar en su contexto real.  Los fariseos eran hombres religiosos, muy religiosos, extremadamente “religiosos”. Muy conocedores de la Ley (de ahí salían los “doctores de la ley” = escribas), y muy al pie de la letra. Eso sí: mientras no les interesara cambiar algo…, o no se fuera desviando alguna cosa en su paso de padres a hijos…, con su fondo de conveniencias de casta.  Hasta llegar a “anular el mandamiento de Dios por seguir sus propias tradiciones”. Al final, de puro “religiosos” habían manipulado la religión, habían acomodado la religión a sus propias ideas. Y como en toda persona “muy religiosa” habían ido mucho más lejos que lo que correspondía: de esa manera en un sábado no se podía hacer nada, ni siquiera el bien de curar a un enfermo, aunque no supusiera ningún tipo de “trabajo” físico.
             Y eso, o se aceptaba tal como ellos lo concibieron y deformaron, o se expulsaba de la sinagoga y se tenía por indignos y pecadores a quien dijera o hiciera lo contrario.
             Jesús, el hombre de LA VERDAD, el inmanipulable e insobornable, el que sencillamente miraba a Dios y hacía las cosas que agradaban a Dios…, les vino “muy gordo”. La persecución constante contra Jesús fue la consecuencia de que Jesús quiso que la Ley de Dios y la voluntad de Dios estuviera sobre los caprichos o “las piedades” humanas. Y eso es lo que no le perdonaron, tanto más cuanto que veían que la gente normal asentía y se admiraba y se ponía de parte de Jesús.
             Por tanto, los fariseos eran “muy religiosos”, “a su manera”.
             Y me encuentro con los ojos de Jesús fijos en mí… Me está penetrando hasta el fondo. Él sabe cuál es mi verdad y cuáles mis disimulos, mis engaños, mis componendas “espirituales”, mis obras hacia afuera… Si yo me dejara penetrar por esa mirada, entendería facilísimamente esos “ayes” de dolor que pronunció un día ante el mundo farisaico…, y que podría repetir otra vez ante mí.
             Hagamos otra pirueta. Quien me ve a diario son las personas que tengo a mi vera a diario. Las cosas van sucediendo hasta que un día –en un arrebato de genio (o mala educación)- me sueltan a bocajarro lo que piensan. Y me dicen una serie de cosas mías que yo ni había reparado en ellas. Me las echan en cara como ofensa… ¿Y si esas mismas cosas me las estuviera diciendo Jesús, mirándome con todo su amor, pero con toda su verdad?  ¡A lo peor era verdad una buena parte de lo que me ha echado encima aquel compañero irritado!  Ahora puedo hacer como los fariseos: ir directamente a atacar a Jesús…, conseguir que Jesús salga huyendo y se retire “a la otra orilla”…, o ser yo verdaderamente leal conmigo (y con los ojos de Jesús, que me miran), y analizo lo que me dijeron… Posiblemente hubo verdades, como hubo malentendidos, como hubo inútiles salivazos… Procede ser honrado y afrontar la situación, porque ese que “escupió”, también tuvo sus fundamentos…  Claro que me cabe la otra postura: dejat a Jesús con la palabra en la boca, justificar lo mío y seguir como estaba, con mis frases y formas engañosas.
             Ya es proverbial quien no ora porque no tiene tiempo. Sí sacará tiempo para hacer algo que le apetece.  Quien no lee el evangelio porque no lo entiende o porque no ve bien… Pero si no lee, nunca aprenderá…, o sí puede leer las revistas o el periódico. Quien no cambia nada suyo, “porque él es ASÍ”, pero no le pasa una al otro, al que critica por cualquier cosa. O quien no asiste a Misa porque no le dice nada, y naturalmente a muchas cosas que no entiende sí va porque les apetece…

             Sólo queda, ante estos evangelios que estamos teniendo, que dejarse mirar con sinceridad por parte de esos ojos de Jesús. Además de su misericordia, también lanza su “ay de vosotros”, y no tomar eso en cuenta es una manipulación indecente de la Verdad de Jesús. ¿Se explica que estemos tantos piadosos y religiosos cristianos, en tantas actividades públicas de la Iglesia, y que la sociedad no note para nada nuestra presencia, o nos esté echando fuera de juego para que no estorbemos el plan de erradicación de la fe que hay planeado en el mundo?