jueves, 9 de agosto de 2018

9 agosto: Bienaventurado Simón


Liturgia:
                      Otra bella página de Jeremías: 31,31-34. Llegan días en que haré una alianza nueva, no como la que hice con vuestros padres y fallaron.
          La historia de Dios con su pueblo encierra varias alianzas, que el pueblo fue violando una tras otra, y así no mantuvo la confianza con Dios.
          La alianza que yo haré ahora con la casa de Jacob la meteré en su pecho y la escribiré en sus corazones: yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su hermano, porque desde el pequeño al grande conocerán que perdono sus pecados.
          Un anuncio de la ALIANZA NUEVA Y ETERNA que tiene su realización en Cristo en el Nuevo Testamento, que ya no dependerá de lo que hagan los hombres porque recibirán el regalo del mismo Dios.

          La súplica de parte del hombre es que Dios haga en mí un corazón puro (SALMO 50)

          El evangelio que recoge la liturgia (Mt.16,13-23) nos vuelve a lo ocurrido 6 días antes de la transfiguración, y que originó aquella manifestación sublime en el Monte alto, el Tabor.
          Jesús se había dirigido a sus apóstoles para preguntarles. Quién dicen los hombres que soy yo. Y los apóstoles responden según que han oído, siempre identificándolo con algún personaje central del Antiguo Testamento. Por tanto, dentro de un ámbito religioso.
          Pregunta Jesús a ellos personalmente, quién decís vosotros que soy Yo? Y Pedro se adelanta Para confesarlo El Hijo de Dios vivo, a lo que Jesús responde con un reconocimiento de aquella respuesta porque eso que Pedro ha dicho no puede venir de lo que ve con sus ojos sino de la revelación que le ha hecho Dios.
          Y apoyándose en esa bendición de Dios, Jesús declara a Pedro Piedra de su futura Iglesia, y lo que tú hagas en la tierra como tal PIEDRA quedará avalado en el Cielo. Ha declarado Jesús el primado de Pedro sobre los demás, que quedarán incorporados a esa Iglesia bajo el cayado de Pedro.
          Hasta aquí. Miel sobre hojuelas. Pero viene ahora el complemento de todo ello, y que Jesús manifiesta como la persecución que va a padecer a manos de los sacerdotes y de las autoridades de Jerusalén, que lo van a ejecutar. Aunque al tercer día resucitará.
          Yo pienso siempre que se ofuscó Pedro de tal manera ante el anuncio de Jesús que ya no escuchó lo de la resurrección. O lo escuchó pero quedaba tapado por el primer anuncio del padecer. El hecho es que sale a relucir el mero Simón Pedro, el que no está bendecido por la promesa del Padre, y trató de quitarle de la cabeza a Jesús lo que había dicho que le iba a suceder. Increpó a Jesús: Eso no puede pasarte; ¡no lo permita Dios!
          Y ahora Jesús, vuelto hacia los apóstoles, recriminó a Simón y le llamó Satanás, porque se hace tentación para Jesús.

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