martes, 31 de mayo de 2016

ZENIT 31: Vivir para servir

Si aprendiéramos el servicio e ir al encuentro de los otros, “cómo cambiaría el mundo”. Así lo ha indicado el papa Francisco al concluir la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta. Este martes, el Santo Padre ha dedicado su reflexión a la Virgen, en el último día del mes mariano. Servicio y encuentro hacen experimentar una “alegría” que “llena la vida”.
Así, ha destacado la valentía femenina, capacidad de ir al encuentro de los otros, mano extendida en señal de ayuda, cuidado. Son ideas que el Papa traza del pasaje del Evangelio que narra la visita de María a santa Isabel. Este pasaje –observa– junto a las palabras del profeta Sofonías en la Primera Lectura y de san Pablo en la segunda diseña “una liturgia llena de alegría” que llega como una bocanada de “aire fresco” a “llenar nuestra vida”.
Por eso, el Santo Padre ha advertido lo feo que es ver cristianos “con la cara retorcida”, “tristes”. De este modo ha asegurado que “no son plenamente cristianos”. Y ha añadido que “en esta atmósfera de alegría, que la liturgia de hoy nos da como un regalo” ha querido subrayar dos cosas: una actitud y un hecho.
La actitud sobre la que ha reflexionado es “el servicio”. En esta línea, el Santo Padre ha precisado que el de María es un servicio que se lleva a cabo sin dudar. María fue “deprisa” y esto, ha explicado Francisco, a pesar de que estaba embarazada y corriendo el riesgo de encontrar ladrones en el camino. “Esta chica de dieciséis o diecisiete años, no más, era valiente. Se levanta y va”, ha observado.
Al respecto, el Pontífice ha hablado de la “valentía de mujer”. Las mujeres valientes que hay en la Iglesia son como la Virgen. Así ha precisado que son “estas mujeres que llevan adelante la familia, estas mujeres que llevan adelante la educación de los hijos, que enfrentan tantas adversidades, tanto dolor, que curan los enfermos…”. Valientes: “se alzan y sirven, sirven. El servicio es signo cristiano. Quien no vive para servir, no sirve para vivir. Servicio en la alegría, esta es la actitud que yo quisiera subrayar. Hay alegría y también servicio. Siempre para servir”.
El segundo punto sobre el que se ha detenido el Papa es el encuentro entre María y su prima. “Estas dos mujeres se encuentran y se encuentran con alegría”, ese momento es “todo fiesta”. Por eso, ha advertido de que si nosotros aprendiéramos esto, el servicio de ir al encuentro con los otros, “cuánto cambiaría el mundo”.
Al respecto, el Santo Padre ha observado que el encuentro es otro signo cristiano. “Una persona que se dice cristiana y no es capaz de ir al encuentro de los otros, de encontrar a los otros, no es totalmente cristiana”, ha precisado. Por eso ha recordado que tanto el servicio como el encuentro requieren salir de uno mismo: salir para servir y salir para encontrar, para abrazar a otra persona.

Finalmente, el Papa ha señalado que el Señor está en el servicio, el Señor está en el encuentro”. 

31 mayo: Visita de María a Isabel

Liturgia: La Visitación de la Virgen
          Al acabar el mes de Mayo, la liturgia cierra con una fiesta mariana: la visita de la Virgen María a Santa Isabel. (Lc. 1, 39-56).
          María había recibido del ángel una confirmación del mensaje de la encarnación a base de otro mensaje inesperado pero comprobable: su pariente Isabel, mujer entrada en años y sin hijos, estaba encinta de 6 meses.
          María no necesitaba tal confirmación. Ella había creído y acogido el anuncio que le hizo el ángel. Pero lo que sí pensó María era que ella era muy joven, Isabel ya anciana y avanzada en su gestación, y que ella podía serle una ayuda útil en esos meses definitivos hasta el parto.
          Y –comunicado a sus padres y a José- preparó su viaje a las montañas de Judea, donde se asentaba el pueblecito de Aim Karín, en el que vivían Zacarías e Isabel.
          Joaquín y José agenciaron el viaje, Y María partió. Varios días de viaje en alguna caravana y llegada a casa de Zacarías.
          María saludó a Isabel. Y apenas llegó su saludo a oídos de Isabel, saltó la criatura de alegría en su seno. Isabel se llenó del Espíritu Santo y dijo a gritos: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
          La presencia de Jesús desde el claustro materno, había levantado al hijo de Isabel.
          María no tuvo más reacción que alabar a Dios: Proclama mi alma la grandeza del Señor. Y con un estilo muy hebreo, compuso un cántico al estilo de los Salmos, admirada de que Dios bendice lo pequeño y deja de lado a los soberbios. Ella era sólo una esclava del Señor, pero una esclava favorecida por la mirada de su Señor.
          La 1ª lectura (si se toma la carta a los romanos (12, 9-16), es todo un programa de vida, que refleja el amor de María: Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo.
          En el plano del hacer, no seáis descuidados; servid constantemente al Señor…, alegres por la esperanza y firmes en la tribulación y asiduos en la oración.
          En la relación social: practicad la misericordia, bendecid a los que os persiguen; reíd con los que ríen y llorad con los que lloran (apropiaos de los sentimientos ajenos para poder ayudar a cada uno en su situación). Tened igualdad de trato unos con otros. Poneos al nivel de la gente humilde.
          Todo un programa de vida que quiere ver la liturgia como el modelo de vida de María. Y por tanto el modelo de vida que Pablo pide a sus fieles. Y que a nosotros nos toca vivir o ir viviendo en un obsequio a María para cerrar su Mes y ofrecerle lo mejor de nosotros mismos.

          La LECTURA CONTINUA
          1Pe 3, 12-15, 17-18 es una mirada a cómo prepararse en el alma para la venida del Señor: Confiados en la promesa del Señor, esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra en la que habite la justicia (la santidad).
          Mientras tanto, que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e intachables. Que no os arrastre el error. Creced en gracia y en el conocimiento de Jesucristo.
          Hoy toca la vez a los partidarios de Herodes, de los que se valen los fariseos para atacar a Jesús. Y lo hacen con una pregunta que puede parecer inocente pero que llevaba veneno, porque respondiera por donde respondiera, le cogían en la trampa: ¿es lícito pagar el tributo al César, o no? Pero era difícil coger a Jesús. Y Jesús se valió de una estratagema para no responderles directamente a la pregunta. Mostradme una moneda. ¿Qué dice la inscripción y de quién es la esfinge? –Del César. Pues al César le dais lo que es del César, pero a Dios le habéis de dar todo lo que es de Dios.
          Se quedaron admirados y con el rabo entre las patas. No habían conseguido su intento. No podían echarle nada en cara.

          Lo curioso es que vinieran juntos facciones tan distintas como fariseos y herodianos. Pero es que para atacar a Jesús todo valía. Se me pone delante la política actual en España, donde el pacto vale, aunque sea con el demonio, con tal de alcanzar metas, sillones y poder. ¡Qué falta nos hacía aquí Jesús para desenmascarar falsías!

lunes, 30 de mayo de 2016

ZENIT 30: Memoria de los dones de Dios

Memoria de los dones que Dios nos ha dado, profecía para abrir el corazón y entender donde hay que ir, aunque tuviéramos que arriesgar para hacerlo, y esperanza para evitar una jaula de normas y preceptos que sirven solo para dar un sentido de seguridad.
Son las tres coordinadas que Francisco ha ofrecido este lunes en la misa diaria que ha celebrado en la Residencia Santa Marta.
El Papa vuelve a hablar de esos corazones demasiados cerrados a la obra de Dios y al soplo del Espíritu Santo. Lo hace recordando las parábolas de Jesús, el cual desmonta los andamios de leyes y prescripciones con las cuales los escribas y los fariseos sofocaban la memoria, la profecía y la esperanza.
En particular evoca la parábola de los viñadores homicidas narrada en el Evangelio de hoy, los cuales se rebelan contra su patrón matando a los siervos que enviaba para solicitar lo que le debían, llegando estos a asesinar al mismo hijo del patrón, el único, para así lograr que la herencia terminara en las manos de ellos.
Una metáfora clara, observa el Papa de “un pueblo cerrado en sí mismo, que no se abre a las promesas de Dios”, que asesina a los siervos y al hijo, o sea a los profetas de la Biblia y a Cristo, para no oírlo. Porque a ese pueblo le interesa “un sistema jurídico cerrado” y nada más. Prefieren que no vengan los profetas. Y legitiman a los doctores de la ley, a los teólogos que siempre entran en la casuística y no quieren la libertad del Espíritu Santo, y lo enjaulan, porque no permiten la profecía ni la esperanza”.
Es un sistema que san Pedro en la Primera lectura define como “corrupción, mundanidad y concupiscencia”. Por ellos Jesús no evita de increparlos, Él durante los 40 días en el desierto ha sufrido la tentación “de perder la memoria de su misión, de no dar espacio a la profecía y de preferir la seguridad en lugar de la esperanza”. Por eso les grita: ‘Ustedes giran en medio del mundo para tener un prosélito y cuando lo encuentran lo vuelven esclavo’, “una iglesia así organizada –exclama el Papa– hace esclavos”.
La viña bien organizada, subraya el Pontífice, es “la imagen del pueblo de Dios, la imagen de la Iglesia y también la imagen de nuestra alma”, que el Padre cuida siempre “con tanto amor y tanta ternura”. Rebelarse a Dios, como a los viñadores homicidas significa “perder la memoria del don recibido”, por para “no equivocarse en el camino” es importante “volver siempre a las raíces”.
El Papa al concluir invita a preguntarnos: “¿tengo yo memoria de las maravillas que el Señor hizo en mi vida?, ¿de los dones del Señor? ¿Soy capaz de abrir el corazón a los profetas, o sea a aquello que me dice ‘esto no va’, debes ir allá, ve adelante y arriesga? ¿Estoy abierto a aquello o prefiero cerrarme en la jaula de la ley? Y para finalizar: ¿tengo yo esperanza en las promesas de Dios, como las tuvo nuestro padre Abraham, que salió de su tierra sin saber dónde iba, porque esperaba solo en Dios?”.

30 mayo; Rendir cuentas

Liturgia
          Comienza la 2ª carta de San Pedro (1-17), con el saludo inicial y una exhortación a alcanzar el conocimiento de Dios y de Jesucristo. Dios nos ha dado los bienes prometidos para poder escapar de la corrupción. Y acaba con una concatenación muy sugerente, y que en realidad es para tomarla a solas y meditarla en oración personal: poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez. Una fe que sea coherente y que practique lo que se cree; a la honradez, el criterio; al criterio el dominio propio. Porque es evidente que sin dominio propio los criterios quedan en papel mojado. Y muchas veces va por un sitio lo que sabemos que debemos hacer y lo que realmente hacemos. Añadid al dominio propio, la constancia, realidad indispensable para que el dominio propio tenga eficacia. A la constancia, la piedad; a la piedad el cariño fraterno; al dominio fraterno, el amor. Bella concatenación que da para pensar y orar.
          El evangelio de Mc (12, 1-12) nos trae la conocida parábola de los malos arrendatarios de la viña… Ha tomado Jesús la descripción de Isaías por la que el pueblo de Dios era comparado a la viña cuidada por Dios con todo esmero, y entregada a unos dirigentes que deben rendir cuentas de su gestión: en la parábola, pagar a sus tiempos los frutos de la viña. Pero Jesús advierte que el día que el dueño envía a sus criados para cobrar el arrendamiento, van despidiéndolos sucesivamente de mala manera: apaleados, humillados, heridos… Y hasta algunos, matados. Hace Jesús alusión a los profetas, que corrieron esa suerte.
          Entonces el duelo decide enviar a su propio hijo, pensando que al hijo lo respetarán. Pero los labradores se hacen su composición de lugar y piensan que matando al hijo, ellos quedan dueños de la viña. Y sacándolo fuera de la viña. Lo mataron. [La descripción es un retrato de la realidad ocurrida con Jesús, hasta en el detalle de “sacarlo fuera de la viña”, al Gólgota, fuera de la ciudad].
          Escucharon la parábola los sacerdotes y no se dieron cuenta hasta el final de que la parábola iba por ellos. Y entonces quisieron echarle mano, pero allí estaba la gente y no hicieron nada por temor a ese pueblo que escuchaba con gusto a Jesús.
          Nos podemos quedar en la parábola y admirar el arte de Jesús para decir lo que tenía que decir, y hasta regodearnos en la forma en que ha hecho ver su culpa a aquellos sacerdotes y los fariseos que han pretendido adueñarse de la viña de Dios, el pueblo de Israel. Pero nos queda una segunda oportunidad de volver la parábola sobre nosotros y preguntarnos si estamos dando los frutos que Dios esperaba, y si rendimos cuentas de esos frutos… Tendremos que concluir que “a medias”, que “muy parcialmente”. Y no es cargar tintas contra nosotros por una tendencia masoquista espiritual de hacernos sentir culpables. Digamos que se trata de crecer y avanzar… De constatar que Jesús tuvo un sueño muy alto sobre cada uno de nosotros, y que hemos respondido parcialmente. Que damos una luz más tenue cuando teníamos que brillar; que somos “buenas personas” cuando estábamos llamados a ser santos. Y que de hecho los hay que, entre nosotros, se destacaron, mientras que nosotros permanecemos en el “llano”.
          ¿No nos ayuda pensar en que el sueño de Jesús sobre cada uno de nosotros fue y es mucho más alto? Porque así sabemos que no estamos para quedarnos apoltronados en lo que ya hemos hecho, sino que aún cabe mucho más… Jesús espera más.
 
MARÍA
          Querida madre: Estamos acabando el mes. Nos gustaría preguntarte si dimos la talla en este adorno de tu altar en este mes de Mayo. Si fomentamos más especialmente tu devoción. Si te hicimos más presente –aun físicamente- en algunos detalles de nuestra vida real. Si aportamos cada día una flor nueva que te agasajara. Si rendimos cuentas como correspondía al amor que te manifestamos.

          Estamos de balance, porque el mes se nos va ya y aún nos queda una posibilidad de sprint para llegar en buena posición a la meta. Y bien sabemos que no es etapa final porque el amor a la madre no se acaba con el mes. Pero el mes es siempre una potencia en esa manifestación de nuestro amor y nuestra devoción. Que, por supuesto, no es mera devoción externa de florecitas que se marchitan sino un aumento de nuestra entrega en el Corazón de la madre.

domingo, 29 de mayo de 2016

Boletín extraordinario de Junio

ZENIT 29: Liturgia del Corpus en Roma

“‘Haced esto en memoria mía’ (1Co 11,24.25). El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
«Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
«Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían.
Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del «haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: «Perseveraban […] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia.
Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero”.

29 mayo: CORPUS CHRISTI

Liturgia.- Día del CORPUS CHRISTI
          Celebra hoy la Iglesia española el día del Corpus, que hace años quedó trasladado desde el jueves siguiente a la Santísima Trinidad al domingo. Es la fiesta que hace de “doble” del Jueves Santo, el día de la institución de la Eucaristía, pero que entonces llevaba mucho más la connotación de paso hacia la Pasión y el Viernes Santo.
          Hoy se celebra la Eucaristía en pura fiesta. El máximo Sacramento (“misterio”) de la fe entra hoy directamente en la liturgia con toda solemnidad.
          Se puede discutir por algunos fieles si la Misa es el distintivo espiritual del creyente. Podrán discutir si la Misa debe vivirse cada domingo. Lo que no puede discutir nadie que tenga un mínimo sentido religioso es que el centro neurálgico de la fe cristiana es LA EUCARISTÍA. Porque es el Sacramento que trae la Presencia real de Jesucristo a la vida de los hombres.
          Eso no lo ha inventado la Iglesia. El que vaya al evangelio o al primer documento cristiano (de San Pablo: 1Cor 11, 23-26, que hoy ocupa la 2ª lectura), encuentra que es el mismo Jesús quien tiene la gran invención de quedarse presente en el pan y el vino: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros; Esta copa es la nueva alianza sellada con mi Sangre; HACED ESTO cada vez que bebáis, EN MEMORIA MÍA. Y todo eso no como una invención del apóstol sino como la verdad que le entregan a él y que a su vez él trasmite, en una cadena que no se ha roto desde el hecho mismo ocurrido en la Cena de Pascua y el momento en que Pablo lo trasmite en el primer documento cristiano que existe, bastante próximo a los hechos.
          Lo que Jesús ha hecho ha sido llevar a la realidad lo que en el desierto fue un símbolo el día de la multiplicación de los panes (Lc. 9, 11-17). Allí multiplicaba el pan material y sacaba pan para muchos de donde no había. Ahora, en la Eucaristía, entrega el pan transformado en su propio Cuerpo, para todo el que quiera y pueda acercarse a él. Y no lo hace una vez él solo, sino que da potestad y encargo a sus apóstoles para perpetuarlo a través de los sacerdotes de la Iglesia: Cada vez que coméis de este Pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
          Haced esto EN MEMORIA MÍA. En castellano podría leerse como mero “recuerdo” pero es que no hay un equivalente castellano para expresar la palabra usada por Jesús. Se ha traducido también por “memorial” (pero eso tiene otro sentido también y puede ser tan inexacto como el puro “recuerdo”). La expresión que podría traducir  la palabra de Jesus sería: Revivid esto en mi nombre. Cada vez que lo revivís, me hacéis presente, hasta que yo vuelva.
          La 1ª lectura (Gn 14, 18-20) trae el misterioso pasaje de un misterioso personaje, Melquisedec, que aparece de pronto sin saber de dónde, sin presentar su genealogía (algo inaudito en un personaje hebreo), que ofrece pan y vino y era sacerdote del Dios Altísimo. Y es tan importante que el propio Abrahán le ofrece el diezmo y Melquisedec bendice a Abrahán, el padre de la fe de Israel y objeto de la promesa de Dios. Es evidente que el mayor es el que bendice al menor. Representa un sacerdocio que no depende de las líneas del sacerdocio judío sino es otro sacerdocio inédito. De ahí que a Jesús se le diga: sacerdote según la orden de Melquisedec, es decir, que no se adquiere por herencia humana.
          Cuando hoy nos acerquemos a la Eucaristía tengamos la emocionante vivencia de estar en contacto directo con Jesus vivo, que nos ha regalado este don inefable de su Cuerpo y de su Sangre para así poder residir dentro de nosotros, como alimento sublime que tiene el poder de transformarnos en él, en vez de ser como los otros alimentos que nosotros transformamos en nosotros mismos.
          Y que la Eucaristía es la semilla que se siembra en nuestra alma y que crece de tal manera que su fruto lo da en el Cielo: es la prenda de la gloria futura, que poseemos ya en esta vida.

MARÍA
          María encontró en los apóstoles-sacerdotes el gran consuelo de REVIVIR el misterio de Jesús; de poder recibir a su Hijo en sus entrañas, ahora de modo tan diverso al de antes. Ahora ya resucitado y glorioso y participado en la Eucaristía, el nuevo modo de vivir el amor.

          Será una flor a María, la más preciada por ella, que nos acerquemos a la Eucaristía con los sentimientos de ella misma.

sábado, 28 de mayo de 2016

28 mayo: Escuchar a Dios

Liturgia
          La despedida de la 1ª carta de San Pedro (17, 20-25) es una exhortación a permanecer en la doctrina de los apóstoles. A los que se sienten seguros, animadlos. A los que titubean, confortadlos, pero manteniendo total distancia de lo que es el pecado y los bajos instintos. Al pecador, compasión. Con el pecado, corte total.
          Y gloria a Dios que puede preservaros de tropezar.
          A los sacerdotes (Mc 11, 27-33) les ha quedado clavada la espina de la actuación de Jesús con los mercaderes, que –al fin y al cabo- ellos les habían permitido hacer sus ventas en el templo porque era parte del negocio que ellos montaban a propósito de sus privilegios. Y cuando regresa Jesús a Jerusalén al día siguiente, vienen a pedirle cuentas: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?
          Jesús sabía que no le iban a aceptar la respuesta y que, incluso, la iban a tomar como una blasfemia. Y optó por hacerles un juego: que ellos digan de dónde venía el bautismo de Juan. ¿De Dios o de los hombres?
          Ellos vieron que estaban en la trampa, porque si decían que venía de Dios, ¿Cómo es que no le creyeron? Y si decían que era cosa de hombres, la gente se les echaba encima. Y fingiendo desconocerlo, respondieron: No lo sabemos. A lo que les respondió Jesús: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.
          No podían quejarse. Era la misma moneda que ellos habían usado, y con ella se encontraban. Y se quedaron sin la respuesta que Jesús podría haberles dado. Pero no estaban en disposición de recibir una respuesta porque caminaban llenos de prejuicios e ideas fijas preconcebidas, y nunca hubieran aceptado que Jesús le dijera que actuaba con el poder de Dios. Por menos lo iban a condenar días después.

          Esta conversación me suscita una idea, cuando la gente se queja de que “Dios no les oye”. Pienso que tendremos que plantearnos en qué grado y medida nosotros estamos a la escucha de Dios, y a fondo perdido, como aquello de Samuel: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Puede el Señor decir lo que él quiera. Que de nuestra parte habría hipotéticamente una acogida plena. Y así, puede el Señor contar con nosotros y recibiremos sus favores que tanto necesitamos. Y no diremos nunca que el Señor no nos escucha; más bien que no supimos pedir o no lo sabemos escuchar o no lo supimos entender. Él tiene su lenguaje y muchas veces hemos de poner oído avizor para captar lo que nos quiere decir a través de los signos más originales. Unas veces más directamente, por sus inspiraciones. Otras veces, mediante otras personas o circunstancias.
          De ahí la necesidad de la Oración, de la escucha humilde y perseverante, de la atención a los detalles. Sencillamente de la verdadera oración, que no va a satisfacer las propias devociones sino a captar los caminos que él quiere mostrar, cuando lo quiere mostrar.

MARÍA
          ¿Quién le iba a decir a María los caminos misteriosos de Dios en Ella? Cuando el ángel se presentó, María pudo soslayar aquella “descabellada” propuesta como algo que no tenía pies ni cabeza. Ni por ser ella la pobre aldeana de Nazaret, una adolescente, y por el mismo mensaje que le llegaba.

          Pero María escuchó. Se tomó en serio e indagó: ¿Cómo puede ser eso? Y se plegó. Y escuchó la otra original “voz de Dios” que le llegaba desde un edicto civil que desbarataba la tranquilidad de su hogar. Pero también “oyó a Dios” entonces. Y lo escuchó en el trance tan duro de Belén cuando para ellos no hubo lugar en la posada, y luego cuando se trataba de la tiranía de un rey enloquecido que estaba dispuesto a matar al niño. ¡Todo lo supo escuchar como mensajes de Dios! ¡Esa es la maravilla! No se perdió en echar culpas o quejarse. Se puso en los brazos del misterio y “tradujo” las noticias que le llegaban y descubrió a Dios detrás de todos los hechos que se produjeron allí. 

viernes, 27 de mayo de 2016

27 mayo: La fe verdadera

Liturgia
          Nos insiste Pedro -1ª, 4, 7-11- de muchas formas en el tema del amor mutuo, y lo hace con una expresión muy significativa: mantened en tensión el amor mutuo. Lo cual no es solamente tomarlo en cuenta sino estar como el arco en tensión dispuesto a disparar la flecha…, a ponerlo en práctica en la primera ocasión, en toda ocasión. Y lo fundamenta en la acogida y puesta en práctica de la Palabra de Dios, según el encargo recibido. Y todo ello en la alegría y en la aceptación de los padecimientos de Cristo.
          El evangelio de Mc 11, 11-26 nos trae una parábola en acción, es decir: lo que se podía haber contado se hace visible en un gesto. Y el gesto es la higuera que no tiene higos. Y que en realidad no era tiempo de higos y no podía tenerlos. Pero en esa higuera simboliza Jesús al pueblo de Israel, que no dio frutos a su debido tiempo. Y Jesús maldice la higuera y sigue su camino hacia Jerusalén.
          En Jerusalén se encuentra con el Templo profanado por los negocios que permitían los sacerdotes para su propio provecho económico, y Jesús derriba las mesas y echa fuera a los mercaderes porque están manchando lo sagrado del templo, al que convierten en casa de contratación.
          Los sacerdotes le piden cuentas de por qué ha actuado así y buscan la manera de acabar con él, y Jesús se retira ya atardecido.
          A la mañana siguiente observa Pedro que la higuera aquella se ha secado de raíz y se lo hace ver a Jesús. Y Jesús deriva la lección hacia el punto de la fe: Lo que creamos que ya se ha hecho lo que pedimos, ese es el que tiene fe. Pues bien: con la fe se hacen milagros cuando es fe completa y verdadera. Con ella se conseguiría que se le mande al monte: Quítate de ahí y tírate al mar, y eso ocurra.
          Todavía entra Jesús más al fondo y lleva su enseñanza hacia el perdón concedido a los que ofenden. Es decir: el tema de la higuera ha quedado cerrado con el signo. Y ya Jesús no insiste en él. Pero lleva su enseñanza al tema de la fe y tal fe que cree a pie juntillas, y tal fe que se concreta en el perdón del enemigo.
          Se ha comenzado por la higuera y en ella ha simbolizado Jesús la desgracia de Israel, por el que ya en otro momento había llorado: Si supieras siquiera al final lo que te traía la paz…. Pero su enseñanza ha ido mucho más lejos que el tema de la higuera.
                                                                         
                                                                            MARÍA
          La que creyó. La que creyó de tal manera que acogió lo imposible: que Dios se hiciera carne en ella; que ella fuera a concebir sin concurso de varón. Y tan creyó que su respuesta fue un HÁGASE sin la menor brizna de duda. Una fe operativa que se dejaba en manos de Dios, que iba a hacer en ella un prodigio mucho más grande que el trasladar un monte al mar, porque “trasladaba” a Dios a la tierra, al Infinito a la pequeñez de un claustro materno.
          Sea María el icono de la fe que una criatura puede prestar a su Señor. Que lleguemos a creer en la forma que Cristo ha expresado; creer que ya se ha concedido… Y entonces tendremos otra muy diferente fuerza en nuestra fe.

          Y será para ella una flor muy agradable encontrarnos plenamente volcados en esa confianza en la Palabra de Dios, y en nuestra actitud de entrega para que se haga en nosotros según esa Palabra.

jueves, 26 de mayo de 2016

ZENIT 26: CORPUS en Roma

“‘Haced esto en memoria mía’ (1Co 11,24.25). El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
«Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
«Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían.
Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del «haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: «Perseveraban […] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia.
Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero”.

26 mayo: El sacerdocio de los fieles

Hoy comienza la
NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN
en los jesuitas de Málaga,
a las 18’45

Liturgia
          Pieza importante es ésta de la 1Pe 2, 2-5.9-12.En ella se define el sacerdocio de los bautizados También vosotros como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.
          Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios…
          Os recomiendo que os apartéis de los bajos deseos; vuestra conducta sea buena…
          El evangelio de Marcos (10, 46-52) nos presenta a un ciego y pobre (quizás pobre por ser ciego y no poderse ganar la vida de otra manera), que pedía limosna a la salida de Jericó. Es Bartimeo (o hijo de Timeo), que oye el tropel del grupo que seguía a Jesús, y pregunta qué es lo que ocurre.
          Le responden, como una respuesta que no fuera con el ciego: Es Jesús Nazareno. A él le decía aquel nombre mucho más que al que le había respondido, porque el ciego había oído hablar de ese Mesías (Hijo de David) que hacía cosas prodigiosas. Y por ello se puso a gritar con todos sus pulmones: Hijo de David, ten compasión de mí. Las gentes no captaban aquel empeño del ciego por hacerse oír, y más bien optaron por intentar hacerle callar: le regañaban para que se callara. Pero él no se callaba. Gritaba y gritaba más fuerte.
          Jesús se detuvo y lo mandó traer. Le dijeron al ciego: Ánimo, que te llama; levántate. Y Bartimeo tiró el manto para tener más agilidad en su movimiento, dio un salto a trompicones y alguien lo condujo hasta Jesús. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?
          Diríamos nosotros que la pregunta holgaba. ¿Qué puede querer un pedigüeño ciego cuando se sabe delante del Hijo de David? En realidad y en absoluto, podría desear una limosna, una ayuda material a su indigencia. Pero el ciego iba mucho más por derecho a la raíz de su desgracia: su ceguera. Jesús quiere que verbalice su petición; que sea muy consciente de lo que pide.
          Y el ciego respondió lo que era natural que pidiera: Señor, que pueda ver. Esa era la necesidad más evidente de su situación desgraciada. Si veía, podría ganarse la vida y no sería un despreciado de aquella cultura que tan mal se llevaba con los ciegos. Señor, que vea… Ese es el quid de su vida.
          He dicho que Jesús quiere que verbalicemos nuestras peticiones. El que se las juega a una carta, como Bartimeo, le va mucho acertar en su petición. O dicho de otra manera: le va mucho en saber calibrar y valorar qué es lo que realmente necesita, dejando el resto en el desván. Cuando se trata con las personas y ve uno desde fuera determinadas preocupaciones que parecen copar la atención de las tales, llega uno a descubrir cómo se ciega el pensamiento para poner en primer lugar lo que en realidad no debiera ocupar ni el quinto puesto.
          Por eso no estaba de más la pregunta de Jesús. Se trataba de que el pedigüeño priorizara lo verdaderamente importante para él en aquel momento. Y de hecho supo ir a la raíz de su necesidad.
          Y Jesús asintió gustosamente: Anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Es otra connotación a tener en cuenta: el ciego que ahora ve, se siente agradecido y se va por el camino con el grupo que acompaña a Jesús, y se hace un misionero de lo que Jesús ha hecho con él. El no se tenía que limitar a seguir a Jesús: él era un ciego que ahora veía y eso era un testimonio que quería dar. Que es otra característica importante que no nos debe faltar: ser agradecidos a Dios por los favores recibidos de él. Y proclamar su nombre a boca llena porque hace maravillas en nosotros.

MARÍA

          Como maestra y como mujer orante, Ella nos enseñe a orar y a saber pararnos en lo que son necesidades substanciales. A no perdernos en cosas baladís y no gastar fuerzas en minucias. Tenemos cosas importantes, valores trascendentes que hemos de pedir, en las que poner nuestra atención primordial. Otras cosillas de poca envergadura se nos darán “por añadidura”, o sencillamente sabremos caminar por la vida sin concederles más atención que la de meras anécdotas que nos acompañan por nuestra realidad de pobres e indigentes. Y que no merecen darles mayor importancia. Que María Santísima nos conduzca.

miércoles, 25 de mayo de 2016

ZENIT 25: Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
La parábola evangélica que acabamos de escuchar (cfr. Lc 18, 1-8) contiene una enseñanza importante: “que es necesario orar siempre sin desanimarse” (v. 1). Por lo tanto, no se trata de orar algunas veces, cuando tengo ganas. No, Jesús dice que es necesario “orar siempre sin desanimarse”. Y pone el ejemplo de la viuda y el juez.
El juez es un personaje poderoso, llamado a emitir sentencias basándose en la Ley de Moisés. Por esto la tradición bíblica recomendaba que los jueces sean personas con temor de Dios, dignas de fe, imparciales e incorruptibles (Cfr. Ex 18,21). Nos hará bien escuchar esto también hoy, ¡eh! Al contrario, este juez «no temía a Dios ni le importaban los hombres» (v. 2). Era un juez perverso, sin escrúpulos, que no tenía en cuenta la Ley pero hacía lo que quería, según sus intereses. A él se dirigió una viuda para obtener justicia. Las viudas, junto a los huérfanos y a los extranjeros, eran las categorías más débiles de la sociedad. Sus derechos tutelados por la Ley podían ser pisoteados con facilidad porque, siendo personas solas e indefensas, difícilmente podían hacerse valer: una pobre viuda, allí, sola está sin defensa y podían ignorarla, incluso no hacerle justicia; así como con el huérfano,  el extranjero, el migrante. ¡Lo mismo! En aquel tiempo era muy fuerte esto. Ante la indiferencia del juez, la viuda recurre a su única arma: continuar insistentemente importunando presentándole su petición de justicia. Y precisamente con esta perseverancia alcanza su objetivo. El juez, de hecho, en un cierto momento la compensa, no porque esté movido por la misericordia, ni porque la conciencia se lo impone; simplemente admite: «Pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme» (v. 5).
De esta parábola Jesús saca una doble conclusión: si la viuda ha logrado convencer al juez deshonesto con sus peticiones insistentes, cuanto más Dios, que es Padre bueno y justo, «hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche»; y además no «les hará esperar por mucho tiempo», sino actuará «rápidamente» (vv. 7-8).
Por esto Jesús exhorta a orar “sin desfallecer”. Todos sentimos momentos de cansancio y de desánimo, sobre todo cuando nuestra oración parece ineficaz. Pero Jesús nos asegura: a diferencia del juez deshonesto, Dios escucha rápidamente a sus hijos, aunque si esto no significa que lo haga en los tiempos y en los modos que nosotros quisiéramos. ¡La oración no es una varita mágica! ¡No es una varita mágica! Esta nos ayuda a conservar la fe en Dios y a confiar en Él incluso cuando no comprendemos su voluntad. En esto, Jesús mismo – ¡que oraba tanto! – nos da el ejemplo. La Carta a los Hebreos recuerda que, así dice, «Él dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión» (5,7). A primera vista esta afirmación parece inverosímil, porque Jesús ha muerto en la cruz. No obstante la Carta a los Hebreos no se equivoca: Dios de verdad ha salvado a Jesús de la muerte dándole sobre ella la completa victoria, pero ¡el camino recorrido para obtenerla ha pasado a través de la misma muerte! La referencia a la súplica que Dios ha escuchado se refiere a la oración de Jesús en el Getsemaní. Invadido por la angustia oprimente, Jesús pide al Padre que lo libere del cáliz amargo de la pasión, pero su oración está empapada de la confianza en el Padre y se encomienda sin reservas a su voluntad: “Pero – dice Jesús – no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26,39). El objeto de la oración pasa a un segundo plano; lo que más importa es la relación con el Padre. Es esto lo que hace la oración: transforma el deseo y lo modela según la voluntad de Dios, cualquiera que esa sea, porque quien ora aspira ante todo a la unión con Dios, Amor misericordioso.
La parábola termina con una pregunta: “Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (v. 8). Y con esta pregunta estamos todos advertidos: no debemos desistir de la oración aunque no sea correspondida. ¡Es la oración que conserva la fe, sin ella la fe vacila! Pidamos al Señor una fe que se haga oración incesante, perseverante, como la de la viuda de la parábola, una fe que se nutre del deseo de su llegada. Y en la oración experimentamos la compasión de Dios, que como un Padre va al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso. ¡Gracias!

25 mayo: No sabéis lo que pedís

Novena al Sagrado Corazón (Málaga)
Jueves 26 de mayo a 3 de junio
Iglesia PP. Jesuitas. A las 6’45 tarde

Liturgia
          Continuando el argumento de ayer (la redención es ya exigencia para nosotros), 1Pe 1, 18-25 ahonda su sentido: hemos sido rescatados de un proceder inútil a precio de la Sangre de Cristo. Por eso ponemos en Dios nuestra fe y nuestra esperanza.
          Y se tiene que manifestar en querernos unos a otros sinceramente como hermanos, amándonos de corazón e intensamente. Todo se muda en la vida pero la palabra del Señor permanece para siempre. Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos.
          El evangelio de Mc 10, 32-45 nos cuenta la subida de Jesús y sus apóstoles a Jerusalén, que hace Jesús con prisas: Jesús se les adelantaba. Y eso provocaba extrañeza en los apóstoles, que le seguían asustados.
          ¿Adónde iba Jesús con prisa? Tomó aparte a los Doce y les dijo: Mirad que subimos a Jerusalén y el hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará. A eso va con prisa.
          Lo que llama la atención es la que parecería una reacción a ese anuncio. Santiago y Juan, vienen a Jesús con ademán de querer pedir algo…, o más que ademán porque pretenden tener concedido lo que van a pedir: Concédenos sentarnos en tu reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Pero ¿de qué “reino” hablaban? No precisamente del que Jesús acababa de exponerles. Pretenden que Jesús comprometa una respuesta de antemano: lo que te vamos a pedir.
          Jesús tuvo que decirles que no sabían lo que pedían. Estaban hablando de un “reino” inexistente, un reino de puestos de privilegio y de mando…, el de la derecha y el de la izquierda… Y Jesús les dijo que no sabían dónde estaban. Si querían saberlo, habían de responder a otra pregunta de signo muy contrario al que habían solicitado. Dice Jesús: ¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber y ser bautizados con el bautismo con que me voy a bautizar?
          Pienso que ellos no supieron muy bien lo que estaba diciendo, pero entendieron una cosa: que Jesús iba delante en lo que les proponía: “cáliz que yo he de beber”, “bautismo con que me voy yo a bautizar… Lo que fuera, era CON ÉL. Y eso lo entendieron. Por eso respondieron afirmativamente: Podemos. A lo que Jesús asiente.
          Lo que pasa es que los compañeros se habían indignado. En el fondo es que todos querían esos asientos de la derecha y la izquierda, y les había sentado mal la petición de los dos hermanos. Quiere decir que todos estaban implicados en esos deseos de grandeza, aunque no lo habían expresado. Pero se indignaron con los dos compañeros porque se les habían adelantado. Lo que ninguno hizo alusión fue a lo que Jesús les había anunciado.
          Y Jesús tuvo que volver a los comienzos: Los grandes oprimen, los jefes de los pueblos tiranizan, los poderes abusan… Y eso no puede ser así entre vosotros: Vosotros, nada de eso; el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos; el que quiera ser grande, sea vuestro servidor. Así como el Hijo del hombre que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por todos.
          La lección estaba nuevamente dada. Y con tanta finura de parte de Jesús que no les ha echado en cara la falta de atención a sus palabras, ¡y tales palabras que deberían haberles cogido el alma! Era tener siempre que volver a empezar, porque algún día deberán entender el mensaje…

MARÍA

          ¿Cómo hubiera acogido María aquel anuncio de pasión y de muerte que hacía Jesús? Evidentemente con el alma transida de dolor, y reconociendo que era el camino que ya tenía anunciado Isaías. Ella lo sabía muy bien desde que se le anunció en Nazaret. Pero ella nunca pensó en grandezas y precisamente cantó a Dios su agradecimiento porque Dios se dignó mirar la pequeñez de su esclava. Nuestra flor de este día ha de ir en la humildad de las violetas. Con flores a porfía, ¡que madre nuestra es!

martes, 24 de mayo de 2016

ZENIT 24: Camino de la santidad

Moverse hacia la santidad quiere decir “caminar en la presencia de Dios de forma irreprensible”. Así lo ha indicado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta. Un compromiso que necesita un corazón que sepa esperar con valentía, interrogarse, abrirse ‘con sencillez’ a la gracia de Dios.
La santidad no se compra ni se gana con las mejores fuerzas humanas. Así, el Papa ha explicado que “la santidad sencilla de todos los cristianos”, “la nuestra, la que debemos hacer todos los días”, es un camino que se puede recorrer solo si la sostienen cuatro elementos imprescindibles: valentía, esperanza, gracia, conversión.
Durante la homilía, el Pontífice ha comentado el pasaje litúrgico de la primera Carta del apóstol Pedro, la que define como “un pequeño tratado de santidad”. La santidad es “caminar en la presencia de Dios de forma irreprensible”.
De este modo, ha precisado que “la santidad es un camino, la santidad no se puede comprar, no se vende. Ni siquiera se regala”. La santidad –ha aseverado Francisco– es un camino en la presencia de Dios, que debo hacer yo: no puede hacerlo otro en mi nombre. “Yo puedo rezar para que otro sea santo, pero el camino debe hacerlo él, no yo”, ha recordado.
A continuación, el Santo Padre ha propuesto una serie de palabras que nos enseñan cómo es la santidad de cada día, esa santidad anónima.
La primera es “valentía”.  Por eso, ha explicado que “el Reino de los Cielos de Jesús” es para “aquellos que tienen la valentía de ir adelante”. Y la valentía es movida “por la esperanza”. Segunda palabra que lleva a la santidad. La valentía que espera “en un encuentro con Jesús”.
Después está el tercer elemento, cuando Pedro escribe: “poned toda vuestra esperanza en esa gracia”.
Recordando que la santidad no podemos hacerla solos, el Santo Padre ha subrayado que la santidad es una gracia. “Ser bueno, ser santos, ir todos los días un paso adelante en la vida cristiana es una gracia de Dios y debemos pedirla”, ha precisado.
En esta línea, Francisco ha invitado a leer el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos. Cuenta el camino “de nuestros padres, de los primeros llamados por Dios” y cómo ellos fueron adelante.
Por otro lado, ha indicado que Pedro en su carta subraya la importancia de un cuarto elemento. Así, indica que cuando invita a sus interlocutores a no conformarse con los deseos de un tiempo, les estimula esencialmente a cambiar desde dentro el propio corazón, en un continuo trabajo interior.
El Pontífice ha explicado en su homilía cómo es la conversión de todos los días. Conversiones pequeñas. “Si tú eres capaz de no hablar mal de otro, estás en el buen camino para hacerte santo”, ha asegurado. Por eso ha invitado a “morderse la lengua” cuando tengamos ganas de criticar al vecino o al compañero de trabajo. Se hinchará un poco la lengua –ha bromeado– pero vuestro espíritu será más santo en este camino.
Finalmente, el Papa ha recordado que el camino de la santidad es sencillo. Y ha animado a los presentes a “no volver atrás sino ir siempre hacia adelante” y con fortaleza. 

24 mayo: Lo hemos dejado todo

Novena al Sagrado Corazón (Málaga)
Día 26, PP. Jesuitas. A las 18’45

Liturgia
          La 1Pe, 1, 10-16 nos lleva a aplicar la redención al momento actual. Estuvo anunciada por los profetas, hoy se anuncia por los predicadores del Evangelio. Hoy se realiza entre nosotros. Por tanto, como hijos obedientes nos os amoldéis más a los deseos que teníais antes en los días de vuestra ignorancia. El que os llamó es santo y vosotros tenéis que ser también santos. Es decir: la redención de Cristo está hecha, pero la aplicación de esa redención nos toca hacerla nosotros.
          El evangelio es continuación del de ayer. Mc 10, 28-31 es la pregunta de Pedro sobre ellos, que lo han dejado todo. Es la contraposición con aquel personaje que no fue capaz de dejar sus bienes con tal de seguir a Jesús. Pedro y los compañeros sí lo han dejado. ¿Qué nos toca? Y Jesús responde que tendrán todo eso que han dejado y con creces, y luego la vida eterna. Y por tanto que todo el que sabe irse dejando a sí mismo, irá ganando mucho más de lo que deja…, con persecuciones… Es decir: esto no es una mercadería en la que se deja algo para alcanzarlo mejor todavía. Esto es un “negocio” espiritual en el que hay que dejar el yo, a fondo perdido, y saber que no se ha perdido porque en medio de las carencias de la pobreza humana, Dios compensa y llena las aspiraciones de los que son capaces de darse a sí mismos. De modo que, situándose voluntariamente en el último lugar, Dios va poniendo a la persona en los puestos primeros del Reino. Pero que todo eso se da “con persecuciones”, con dificultades, con lucha.
          Insistamos, pues, en la idea de ayer: podemos creernos pobres por cuanto que no somos ricos. Y podemos no ser tan pobres en la medida en que nos aferramos a nuestro YO y pretendemos consciente o inconscientemente a hacernos norma de la vida. De manera que en el fondo nos sentimos como un “modelo” al que deben parecerse los demás. De ahí la facilidad con la que juzgamos actuaciones y modos de ser de los otros.
Por eso yo me cuestiono siempre esa afirmación de Pedro: Nosotros, que lo hemos dejado todo, porque la verdad es que, si Jesús hubiera querido aquilatar el tema, hubiera podido decirle a Pedro que aún le quedaba mucho para haberlo dejado todo. Se poseía mucho a sí mismo, y buena prueba la da el evangelio y las frecuentes salidas del plato de los apóstoles. Pero Jesús aceptó porque lo que no se ha dejado todavía, se puede estar en vías de dejarlo. Sea ese nuestro deseo e intento del día a día, y saber que estamos en camino…

MARÍA
          Hoy celebramos los jesuitas la memoria de NUESTRA SEÑORA DE LA ESTRADA (o del Camino), imagen (que ilustra hoy esta reflexión); imagen muy apreciada por San Ignacio y sus primeros compañeros, que el Papa concedió que fuera trasladada a la Iglesia del Gesú, de los Padres Jesuitas, en Roma.
          La advocación de María como “del Camino” tiene un sentido muy profundo. María no se constituye nunca como el objetivo final. María es “de paso”. Por ella llegamos a Jesús. De ahí aquella expresión de Ignacio dirigiéndose a la Virgen: Ponme con tu Hijo, o el lema de las recordadas Congregaciones Marianas de los jesuitas: A Jesús, por María. María no es nunca depósito final sino acequia que conduce el agua hacia el objetivo único: Jesús. Y esa labor la he realizado María perfectamente a través de los siglos, echándose siempre a un lado para que resplandezca Jesús. Es en realidad la razón de ser de María, y es la razón de ser de todo cristiano. María está ahí en el camino, indicando, conduciendo, ayudando a caminar.

          Ayudadnos todos los seguidores del blog a los jesuitas con vuestra oración, a ser fieles a esa misión de María, para que dirijamos todas nuestras energías al encuentro con Jesús. Y a la vez, para que sirvamos de conducción a los fieles para que –por la devoción a María Santísima, desemboquen en un encuentro enamorado con Jesucristo. Y también para que esos fieles sean, por su parte, vehículo para que otras personas se dirijan a María y, por María, a Jesús.

lunes, 23 de mayo de 2016

ZENIT 23: Carné de identidad, la alegría

El papa Francisco ha recordado que no puede haber un cristiano sin alegría. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta. De este modo, ha indicado que también en los sufrimientos de la vida, el cristiano sabe encomendarse a Jesús y vivir con esperanza. Además ha invitado a no dejarse dominar por la riqueza.
El cristiano vive en la alegría y en el estupor gracias a la Resurrección de Jesucristo. El Pontífice, comentando la Primera Carta de San Pedro Apóstol, ha observado que también si estamos afligidos por las pruebas, no nos quitarán nunca la alegría “de lo que Dios ha hecho en nosotros”, “nos ha regenerado y nos ha dado esperanza”.
Así, ha precisado que nosotros “podemos ir” hacia “esa esperanza” que “los primeros cristianos pintaban como un ancla en el cielo”. Nosotros –ha indicado– tomamos la cuerda y vamos allí, hacia esa esperanza que nos da alegría.
En esta línea ha asegurado que “un cristiano es un hombre y una mujer de alegría, un hombre y una mujer con alegría en el corazón”. Por eso ha exclamado que “no existe un cristiano sin alegría”. El carnet de identidad del cristiano es la alegría, la alegría del Evangelio, la alegría de haber sido elegidos por Jesús, salvados por Jesús, regenerados por Jesús; la alegría de esa esperanza que Jesús nos espera, la alegría que  –también en las cruces y en los sufrimientos de esta vida– se expresa de otra forma, que es la paz en la seguridad de que Jesús nos acompaña, está con nosotros.
El cristiano –ha aseverado Francisco– hace crecer esta alegría con la confianza en Dios. Dios se acuerda siempre de su alianza. Y a su vez, “el cristiano sabe que Dios se acuerda, que Dios lo ama, que Dios lo acompaña, que Dios lo espera. Y esta es la alegría”.
Por otro lado, haciendo referencia al Evangelio del día, el Santo Padre ha explicado que se habla de un hombre que “no ha sido capaz de abrir el corazón a la alegría y ha elegido la tristeza” porque poseía muchos bienes.  Al respecto, el Pontífice ha señalado que las riquezas no son malas en sí mismas. La maldad es “servir a las riquezas”. 
Y así, ha asegurado que “cuando en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, en nuestras instituciones, encontramos gente que se dice cristiana y quiere ser cristiana pero está triste, algo sucede ahí que no va bien”. Por eso ha recordado que debemos ayudar a estas personas para que encuentren a Jesús, a quitar esa tristeza, para que pueden alegrarse con el Evangelio, puedan tener esta alegría que es propia del Evangelio.
En este punto ha reflexionado sobre la “alegría y el asombro”. El asombro bueno –ha observado– delante de la revelación, delante del amor de Dios, delante de las emociones del Espíritu Santo.  El cristiano es un hombre, una mujer “de asombro”.
La alegría cristiana, ha añadido, el asombro de la alegría, el ser salvados de vivir apegados a otras cosas, a las mundanidades, solamente se puede con la fuerza de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo.

Para finalizar la homilía de este lunes, el Santo Padre ha invitado a pedir al Señor que nos dé el asombro delante de Él, delante de tantas riquezas espirituales que nos ha dado y con este estupor, “nos dé la alegría de nuestra vida y de vivir con paz en el corazón las muchas dificultades”. Así como también “nos proteja del buscar la felicidad en tantas cosas que al final nos entristecen”. Cosas que, ha recordado, prometen mucho pero no nos darán nada. 

23 mayo: Pobres para vivir el reino

Novena al SAGRADO CORAZÓN
Jueves 26 a las 18’45
En la Iglesia del Sagrado Corazón
(Málaga),
Predicando el
P. Luis Mª. Gómez de León S.I.

Liturgia
          Hoy comienza la 1ª carta de San Pedro. (3-9) con una introducción solemne dirigida al Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva para una herencia incorruptible, que nos está reservada en el Cielo.
          No habéis visto a Jesucristo y lo amáis, no lo veis y creéis en él, y os alegráis con un gozo transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
          El evangelio (Mc 10, 17-27) nos trae una de las narraciones más conocidas y a la vez de mucha envergadura por lo mucho que encierra.
          Uno se presenta a Jesús y le pregunta qué he de hacer para tener vida eterna. Jesús respeta la realidad judía de aquel hombre y le presenta lo que sería un ideal judío: la guarda de los mandamientos de la ley de Dios. Y dando por supuesto los que se refieren a Dios, le enumera Jesús los mandamientos que hacen relación a la relación con los semejantes: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
          El hombre replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño
          La mirada de Jesús se posó sobre aquel individuo y dice el evangelio expresamente que fue una mirada con cariño. Estaba Jesús ante un hombre noble, fiel judío que llevaba su vida en buenas condiciones. Lo que hace que ahora su deseo de heredar vida eterna pueda traducirse por un deseo de más. Y “MÁS” tiene que ser ya el Reino, o lo que es igual, el camino de Jesús, el seguimiento de Jesús. Por ello Jesús ahora da el salto: -Una cosa te falta: ve y vende lo que tienes y dalo a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo- y luego ven y sígueme. Quedaba expuesto todo el itinerario para esa vida eterna que había querido alcanzar.
          Pero era un hombre con muchos bienes y el planteamiento de Jesús le resultó que le rebasaba. Él venía con grandes deseos pero con la mente hecha a quedar como estaba y ADMÁS tener ese camino de vida eterna. Y como eso era ya una amalgama a su propia medida, Jesús deshacía la madeja y le presentaba un nuevo panorama. Reino y seguir igual, vino nuevo en odres viejos, no se soportan. Se elige lo uno o lo otro.
          Es evidente que aquí se tiene cada uno que tentar la ropa, porque nos encontramos mucho más cercanos al pensamiento de este sujeto que al de Cristo, que está pidiendo romper con un pasado “rico”, un pasado de “posesiones propias” si se quiere vivir el reino.
          Y el hombre no estaba dispuesto. Y fue coherente en el hecho de marcharse y hasta de marcharse pesaroso. Fue coherente porque no pretendió un arreglo. No era capaz y sencillamente le tocaba volver las espaldas y marcharse. Y se marchó triste, fracasado.
          Jesús explicará a sus apóstoles que a los hombres es imposible vivir el reino porque los hombres vivimos como ricos que pretendemos mantener nuestras posiciones, y en el fondo nos estamos buscando a nosotros mismos, incluso –muchas veces- en el mundo espiritual. Por eso no avanzamos, por eso nos quedamos en ser vulgares, en volver las espaldas al Reino, en seguir con nuestras “riquezas”. Y lo malo es que pretendemos seguir así y abrazar la vida eterna… Dos realidades irreconciliables.
          Jesús dirá que lo que es imposible a los hombres es posible a Dios. Es decir: Dios tiene sus medios para que un rico deje de ser rico, para que uno que se ha encerrado en su mundo, salga de él. Unas veces “por las buenas”, por una conversión. Otras veces “por las malas”…, lo que el P. Cué llama “la mano izquierda” de Dios. Como en un Saulo de Tarso, arrojado de pronto por los suelos.
          Sea como sea, Dios nos conceda dejar nuestras “riquezas” y abrirnos verdaderamente a la vida del evangelio, al seguimiento de Jesús.

MARÍA

          Ella fue POBRE. Y Dios miró la realidad humilde de su esclava. Y la eligió. Y como era pobre, aceptó la llamada. Y siguió los pasos que Dios marcó para su vida. Por ahí deben ir las flores que hoy pongamos en el altar de María.