miércoles, 31 de octubre de 2018

31 octubre: ¿Se salvan muchos?


Liturgia:
                      Ayer tocó la relación de maridos y esposas en la carta de Pablo a los efesios. Hoy se dirige a otros estamentos: 6,1-9.
          Hijos: obedeced a vuestros padres; padres: no exasperéis a vuestros hijos. Esclavos, obedeced a vuestros amos. Amos: dejaos de amenazas.
          Y en todos los casos hay una motivación religiosa; no es un mero catálogo de recomendaciones, sino que está fundamentado en motivos cristianos.
          A los hijos se les exhorta a obedecer a sus padres como al Señor, porque eso es lo justo (lo bueno, lo que corresponde). Y aduce una razón: es el primer mandamiento al que se le añade una promesa: ‘Te irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra’.
          A los padres, criad a vuestros hijos, educándolos y corrigiéndolos como haría el Señor. ¡Qué norma más extraordinaria! Bien fácil es la corrección exasperada; la falsa razón de ‘aquí se hace esto porque lo digo yo’…, el amor propio y la soberbia por delante. San Pablo pone la norma: ‘como lo haría el Señor’. Y ya está dicho todo: con cariño, mesura, mansedumbre, con el único fin de formar y llevar por buen camino; con ternura.
          A los esclavos: obedeced a vuestros amos de la tierra con todo el corazón, como a Cristo, con profundo respeto. Y para dejarlo claro y en su punto, viene la otra cara: No por apariencias para quedar bien, sino como esclavos de Cristo, que hacen lo que Dios quiere, como quien sirve al Señor y no a hombres.
          Pero eso tiene una contrapartida en los amos: Correspondedles. Si el esclavo tiene sus obligaciones cristianas, no menos las tienen los amos: sabéis que ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo, y que ése no es parcial con nadie.
          Siempre, pues, hay un referente en Dios y en Cristo. Y ahí tienen que tener el espejo donde mirarse para actuar unos y otros.

          En Lc.13,22-30 le preguntan a Jesus si son muchos los que se salven. La verdad es que Jesús no responde si son muchos o pocos, porque eso no es lo que tiene que preocupar. Lo que sí quiere dejar claro es que muchos intentarán entrar y no podrán. No porque alguien de fuera se lo impida sino por el falso intento de esos muchos. Pretender salvarse es lo más natural. Pero eso no se alcanza de balde: cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: ¡Señor, ábrenos!, y él os replicará: ‘No sé quiénes sois’.
          Es la tercera vez es pocos días en que Jesús ha advertido la necesidad de vivir preparados y dispuestos para la llegada del amo. Parábolas en las que Jesús ha insistido en la urgencia de estar vigilantes, porque el amo llega sin avisar, a cualquier hora de la noche o de la madrugada. Y hay que estar en pie, esperándolo para abrirle apenas llegue y llame.
          Hoy lo hace bajo la imagen del dueño que se levanta cuando él dispone y cierra la puerta. Y ya no entra nadie más que los que han estado dispuestos.
          Y Jesús dramatiza el momento: los que se quedan fuera pretenden justificarse con sus razones superficiales: Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas. Pero esas razones no tocan el fondo de la persona y de su actitud profunda. Por eso él os replicará: No sé quiénes sois; alejaos de mí malvados.
          La pregunta, pues, de si son muchos o pocos no resuelve el caso. Lo importante es estar en el grupo de los que estuvieron vigilantes. Eso es lo importante. Lo demás queda para la curiosidad y las estadísticas. Y las cosas de Dios son más importantes.
          Por eso, a quienes quedaron fuera, les atañe esa palabra escalofriante: Entonces será el llanto y el rechinar de dientes…, la desesperación de haber tenido a la mano la salvación y haberla dejado pasar por una fruslería.

          No dejo de pensar en nuestro mundo actual, tan indiferente y aun apartado del sentido espiritual de la vida. Un mundo que se presentará a las puertas un día, aduciendo que estuvieron en una ONG y que organizaron muchas convivencias y encuentros aparatosos muy festivos, y no sé cuántas cosas más. Y la verdad es que me quedo pensando si por eso serán reconocidos, o si no serían otras realidades de mayor envergadura y que cogieran la vida misma de la persona lo que entonces tendrán que echar de menos. No en balde Jesús contaba estas parábolas.

martes, 30 de octubre de 2018

30 octubre: Mostaza y levadura


Liturgia:
                      Hay que leer el texto de este día, de la carta a los efesios 5,21-33), sin los prejuicios que fácilmente surgen desde nuestra mentalidad de 20 siglos después y en una cultura tan distinta y tan distante. Y San Pablo era hijo de su época y tenía que pensar con los valores de la época. Lo que nos toca a nosotros es hacer la “traducción simultánea” para que el texto tenga el sentido válidamente moderno, en el que se dice lo mismo pero aplicado en las dos direcciones: marido-esposa; esposa-marido. Que es lo que diría hoy Pablo si viviera en estas coordenadas históricas en las que nosotros vivimos.
          Comienza con un planteamiento general: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Eso vale para todos. No es la sumisión del esclavo sino la de cristiano que sabe que la primera norma de la vida es el amor. Y el amor supone humildad para agachar muchas veces la cabeza antes que crear una tensión.
          Las mujeres que se sometan a sus maridos en todo. Si partimos del principio general, que la sumisión es amor para hacer posible una convivencia normal, ya queda entendido. A la viceversa, lo que dice versículos después: Maridos: amad a vuestras mujeres, que también significa que haya una sumisión, un entendimiento, una humildad, para no sentirse más. De hecho, Dios no crea a la mujer de los pies o de la cabeza del varón sino de su costado, ahí donde está el corazón.
          Para Pablo, en su mentalidad patriarcal judía, considera al varón “cabeza de la mujer”, así como Cristo es Cabeza de la Iglesia. Y al decirle al varón que ame a su mujer, el modelo es el amor de Cristo a la Iglesia, por la que se entregó a sí mismo para consagrarla: Así deben los maridos amar a sus mujeres. Así, diremos nosotros, deben las mujeres amar a sus maridos, como la Iglesia ama a Cristo: se somete a Cristo.
          Amarse mutuamente es amarse a sí mismos uno y otra, pues son una sola carne y nadie ha odiado a su carne, sino que le da alimento y calor recíprocamente. Por eso abandonarán a su padre y a su madre y se unirán entre sí, y serán los dos una sola carne. Es éste un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra: que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo y que la mujer respete al marido. Lo que en una mentalidad del siglo XXI y de cultura ya diferente, es reversible: Que la mujer ame al marido y que el marido respete a la mujer. O sea: que se amen. Y todo lo demás queda hecho.

          En Lc.13,18-21 Jesús expone dos breves parábolas para explicar el Reino de Dios. El Reino en el que nosotros estamos no ha sido concebido por Jesús como un reino de masas, de multitudes y apariencias de grandeza, sino como algo que comienza en lo pequeño y diminuto, como el grano de mostaza, y luego se va desarrollando hasta echar ramas amplias y frondosas donde incluso vienen a anidar los pájaros: se hace un arbusto. No ha dicho el Señor que se hace un cedro, un gran árbol… No es así ese Reino de Dios, que se fundamente en la humildad. Y desde lo pequeño crece y se va extendiendo.
          Hoy día es muy visible esa realidad. Hoy no hay estados de cristiandad en el que una mayoría vive la fe. Por el contrario, la fe se ha de propagar muy de boca en boca y sin grandes facilidades, y en ambientes más hostiles que otra cosa, y contra viento y marea. Es una experiencia muy actual.
          La otra parábola paralela es la de la levadura, ese pellizco insignificante que la mujer mete en la masa pero que tiene toda la fuerza de fermentarla, de esponjarla, de agrandarla. Es una imagen viva del Reino. Cada alma que ya pertenece a ese reino de Dios, tiene que ser levadura que esponje alrededor. No concibe Jesús a un creyente pasivo que se conforma con tener lo que él tiene y prescinde de los demás. Allí donde hay un hijo del Reino tiene que haber una pizca de levadura que contagia su fuerza expansiva. Es lo que se llama el celo por la gloria de Dios, el celo de las almas. Hasta que todo fermenta, dice Jesús. Aunque ese todo sea una sola alma que recibe la influencia positiva del que ya vive el reinado de Dios sobre ella.

lunes, 29 de octubre de 2018

29 octubre: La lógica de Jesús


Liturgia:
                      Continúa la carta a los efesios (4,32-5,8) con las exhortaciones de Pablo, de orden sencillo y paternal, que va en los dos sentidos: el positivo y el correctivo. En la parte positiva les dice: Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios como hijos queridos, y vivid en el amor, como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor. Es todo un programa de vida, y tirando hacia arriba en ese deseo de que imiten a Dios…, ¡nada menos! En el amor se puede imitar a Dios, aunque no en la perfección y grandeza del amor que Dios tiene, pero sí en la posibilidad de poner amor en lo que se hace y en las personas. Un amor que no podrá ser siempre afectivo, porque hay situaciones en las que no se puede dar la relación del afecto, pero sí en lo efectivo del amor: estar allí donde alguien me necesita; acudir a la necesidad como la sangre acude a la herida.
          En la parte “correctiva”, Pablo advierte que de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ¡ni hablar! Sencillamente ¡ni hablar! No caben medias tintas. Y son dos clases de inmoralidad: la de la indecencia y la del afán del dinero. Y la razón: por algo sois pueblo de Dios.
          Otro capítulo correctivo: Y nada de chabacanerías, estupideces o frases de doble sentido: todo eso está fuera de sitio. Me encanta Pablo: no deja lugar a las medias verdades. “Está fuera de sitio” es que no cabe en vosotros. Lo vuestro es alabar a Dios. Queda claro. Meteos bien esto en la cabeza: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o al afán de dinero –que es una idolatría- tendrá herencia en el Reino de Cristo y de Dios.
          Acaba advirtiendo: Que nadie os engañe con argumentos falsos: estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos, porque ahora sois luz como cristianos: Vivid como gente hecha a la luz.
          La verdad es que esto valdría perfectamente para el tiempo presente, en que hay tantos falsos argumentos para hacernos pasar gato por liebre. La política (que es el arte de mentir) y los medios de comunicación que se ponen al servicio del mal, nos bombardean con “argumentos falsos” para hacernos creer que es bueno lo que no lo es, y que es aceptable lo que rompe con los esquemas más nobles. La advertencia de Pablo nos viene muy bien al tiempo presente, y nos previene a las gentes de buena fe para no dejarnos embaucar.

          El evangelio es muy típico de las actuaciones de Jesús y de su tensión frecuente con los fariseos. Nos presenta Lc.13,10-17 el caso de una pobre mujer que andaba encorvada desde hacía 18 años, sin poderse enderezar. Alguien dice que no podía ver el cielo sino reflejado en los charcos del camino. Jesús la vio y Jesús no podía quedarse igual ante aquella desgracia. Y la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Después le impuso las manos y la mujer se enderezó, y dio gracias a Dios y alabó a Dios.
          A la otra parte, el jefe de la sinagoga se indispuso por el hecho de que Jesús había curado en sábado, y se encaró con la gente: Venid otros días para ser curados y no los sábados. Esto es lo que indignaba a Jesús porque era anteponer una ley más humana que divina a lo que es la caridad con el necesitado. Y le dijo: ¡Hipócritas!, cualquiera de vosotros no desata al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea en sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, ¿no había que soltarla en sábado?
          Para Jesús la persona está sobre las leyes. Y tanto más sobre las exageraciones que habían añadido los fariseos a esas leyes, que acababan por hacerlas inhumanas. Para Jesús el hombre/la mujer son siempre preferibles al cumplimiento de las normas, porque Jesús tiene en mucho valor a la persona humana. Y allí donde se ponía una necesidad, Jesús acudía inmediatamente y diríamos que “por instinto” (es decir, por el corazón de Dios que late en Cristo).
          A eso responde la gente con alabanzas a Dios, con alegría de ver las actuaciones de Jesús, sus milagros benéficos, mientras que los fariseos quedan abochornados por la argumentación que Jesús les ha hecho. Porque era una realidad: ¿qué suponía más trabajo: sacar a abrevar a los animales, o imponer las manos a un enfermo? Y mientras admitían lo primero, no aceptaban aquella acción tan simple –y tan beneficiosa- como la que Jesús había realizado.

domingo, 28 de octubre de 2018

28 octubre: Tu fe te ha curado


¿Atrasasteis la hora?

Liturgia:
                      La 1ª lectura (Jer.31,7-9) marca el espíritu de este domingo en la liturgia de la Eucaristía. Invita a la alegría y al gozo porque el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Y va describiendo las acciones liberadoras de Dios sobre ese resto fiel, que ha permanecido en la fe en Dios y en la fidelidad a sus planes.  Ciegos, cojos, preñadas y paridas, una gran multitud que fue al destierro llorando, y que ahora regresa llenos de alegría. Seré un padre para Israel, Efraím será mi primogénito.

          Esa esperanza tiene su realización en el evangelio (Mc,10,46-52) con la historia de un ciego. Ya se ha citado a los ciegos en la primera lectura como miembros especialmente amados del Señor por ser personas tan necesitadas y dependientes. Que por otra parte eran menospreciados por el pueblo y por sus jefes religiosos por ciertos prejuicios contra ellos.
          Un ciego pide limosna a la salida de Jericó. Oye el tumulto de gente que pasa por allí y que iban acompañando a Jesús. El ciego pregunta qué es aquello y le responden sin más que es que pasa por allí Jesús. Para las gentes era una mera información. Para el ciego es toda una noticia especial porque sabe que el Mesías dará vista a los ciegos.
          Y grita entonces: Hijo de David, ten compasión de mí. Se dirige a Jesús como Mesías, como Hijo de David. Y muchos de la gente le regañaban para que no gritara, pero él sube la voz y grita más fuerte: Hijo de David, ten compasión de mí. Y Jesús lo mandó llamar.
          Le dan el recado al ciego de que Jesús lo llama y el ciego da un salto, suelta el manto y se deja conducir hasta Jesús. Y Jesús le pregunta qué quiere que haga por él. Era lógico lo que aquel hombre quería: Maestro, que pueda ver. Y Jesús le responde: Anda, tu fe te ha curado.
          Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Hay en ello una admiración y un agradecimiento. El ciego no se ha retirado una vez que ve. Ahora sigue junto a Jesús y escucha su palabra. Es lo propio del que ha recibido la luz del Señor, y se muestra agradecido.

          Nos queda una 2ª lectura (Heb.5,1-6) en la que se describe la labor del sumo sacerdote de la antigua Ley, que está escogido de entre los hombres, puesto para representar a los hombres en el culto a Dios. Y no es sólo que ofrece a Dios el sacrificio en nombre de los hombres y por los pecados de los hombres, sino que el sumo sacerdote ha de ofrecer sacrificios por sus propios pecados.
          En cambio Jesucristo es el Sumo Sacerdote elegido por Dios, que no tiene que ofrecer sacrificios por sus pecados, porque él no tiene pecados, pero sí puede ofrecer su vida en reparación por los pecados de los hombres. Y eso lo hace en su santo sacrificio según el rito de Melquisedec, que es precisamente el que nosotros celebramos en la Eucaristía.

          Somos invitados a vivir la fe del ciego Bartimeo, esa fe que es la que provoca el milagro, y que se traduce en un seguimiento de Jesús. La fe como causa y la fe como fuerza para continuar en fidelidad a Jesucristo. La Eucaristía es sacramento de nuestra fe, es decir: nuestra fe nos lleva a la Eucaristía. Y la Eucaristía es al mismo tiempo fuente de nueva fe y de nuevo compromiso.


          Dirigimos a Dios nuestras peticiones:

-         Por la Iglesia y el Papa para que sean luz en medio de la ceguera del mundo, Roguemos al Señor.

-         Por España para que se supere la ceguera de muchos que no descubren la verdad, Roguemos al Señor.

-         Por nosotros para que presentemos al Señor nuestras verdaderas necesidades, Roguemos al Señor.

-         Para que la Eucaristía, de la que participamos, aumente nuestra fe, Roguemos al Señor


          Danos tu gracia y acompaña nuestras obras para que en todo momento te agrademos y te sigamos.
          Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.

sábado, 27 de octubre de 2018

27 octubre: El fruto de la higuera


Liturgia:
                      A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia, según la medida del don de Cristo. (Ef.4,7-16). Nadie queda sin la gracia de Dios. Y ese es el caudal con el que subimos con Cristo, que entra en el Cielo llevando cautivos de sí a los que habían estado cautivos por el pecado.
          A unos los ha hecho apóstoles, a otros evangelistas, a otros pastores y doctores para el perfeccionamiento de los fieles, y para la edificación del cuerpo de Cristo formando así una unidad: Cristo y los fieles, los fieles y sus pastores…, todos formando un solo cuerpo para elevar al hombre a la perfección, según la medida de Cristo en su plenitud. Por supuesto no llegamos los humanos a esa plenitud, pero nos podemos ir acercando. Y eso es ya “perfección”, que no se tiene poseída de una vez, sino que hay que ir dando pasos hacia algo mejor y mayor de lo que se ha vivido hasta aquí.
          Y así librarse de las trampas del mal que conducen al error; por el contrario, realizando la verdad en el amor, y creciendo así los miembros de ese cuerpo hasta acercarse más a la Cabeza, que es Cristo, del cual, todo el cuerpo bien ajustado y unido, actuando a la medida de cada parte, pero construyendo entre todos el Cuerpo por el amor.
          Al margen de la explicación de Pablo, en ese Cuerpo Místico en el que Cristo es la Cabeza y nosotros somos el cuerpo, la devoción popular ha situado a María en el cuello, que es por donde pasan todas las conexiones de la cabeza al cuerpo y del cuerpo a la cabeza. Establece así esa realidad de María como Medianera, asociada por Jesús a la obra de la redención. No tiene por sí misma un valor en la economía de la salvación, pero lo tiene por el encargo recibido de su Hijo de ser la MUJER que tiene ahí en el “cuerpo” a sus hijos, a los que recibe al pie de la cruz.

          El evangelio de Lucas plantea (13,1-9) el problema del mal, que algunos entienden como “castigo de Dios”. Jesucristo aclara que no es así. Los galileos a los que Pilato mandó matar, entremezclando su sangre con la de los sacrificios, no eran peores que otros, ni eran culpables de algo. Padecieron la tiranía de un gobernador romano, como podían haber sido otros los que sufrieran aquel sacrificio. Ahí intervenía la mano del hombre, mano tiránica, y mano culpable. Pero no había castigo de Dios.
          El otro caso que refiere Jesús no ocurre bajo mano humana: la torre de Siloé se desploma y mata a dieciocho personas. ¿Eran ellas más culpables que otras y por eso les ocurrió la desgracia? Jesús afirma que no. No eran más culpables, ni allí se daba un castigo de Dios. Ocurrió con tan mala suerte que cogió debajo a aquellas personas.
          Pero todo ello debe servir de aviso: cosas así pueden ocurrir y lo que importa es estar preparados para que el desastre sea menor. Y por eso les pone una parábola muy expresiva: LA HIGUERA  que no da fruto. El amo va a buscar fruto en ella y no lo halló. Era una higuera estéril, al menos hasta ese momento. [Jesús nos está retratando a Israel: Dios había plantado a aquel pueblo, y ya van tres años que viene buscando fruto en esa higuera, y no lo encuentra].
          Por tanto, como solución, da al labrador la orden de cortarla para que no ocupe terreno en balde.
          Pero el labrador [que aquí representaría a la paciencia de Dios y a la obra de Jesucristo] propone todavía un año más de espera antes de cortar la higuera. Propone un año de cuidado intensivo, abonando, podando, limpiando, echándole estiércol…, y a ver si da fruto. Que si no lo da…, entonces la cortas. Hay un año de amnistía, un año que representa toda la espera de Dios, toda su paciencia, toda su esperanza de que, el que no ha dado su fruto, siempre está en posibilidades de darlo. Nadie es incapaz de dar ese paso. Y Dios no castiga ni quiere castigar, pero espera una respuesta, una higuera que da fruto en su momento oportuno. No queda por parte de Dios la ayuda necesaria. Pero la higuera, cada uno de nosotros, tiene que responder a esos cuidados con los que Dios cultiva a cada alma.

viernes, 26 de octubre de 2018

26 octubre: Interpretar los signos


Liturgia:
                      Ef.4,1-6: Pablo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido llamados. Es la exhortación general, el planteamiento de principios. Pero eso tiene su concreción para que no se quede en palabras: Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Es un calco de lo que también le dice a los fieles de Colosas, en el capítulo 3. Es algo que Pablo lleva muy metido en el alma: la vocación cristiana lleva en sí la necesidad de la humildad y de la comprensión, de la amabilidad y del sobrellevarse. No siempre se puede estar de acuerdo. Donde hay dos personas caben dos modos de enfocar la vida. Pero eso no significa que haya que tensionarse, sino que haya amabilidad suficiente para ser capaces de sobrellevar cada uno la diferencia que le separa del otro.
          Y todo eso tiene una traducción esencial: Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Y para más concreción, un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo. Hemos llegado al punto decisivo: lo que hace la vida otra cosa de lo vulgar y pagano es precisamente la realidad de un Dios como referente definitivo, porque es “padre de todo, que lo trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo”.

          Lc.12,54-59: Jesús enfrenta a sus oyentes a una realidad. En la vida normal los signos externos son suficientes para que se vislumbre una realidad futura. Para aquellos tiempos en que no había otra forma de prevenir los estados del tiempo, lo que valía era la observación del cielo. Lo cual sigue siendo hoy una realidad para las gentes del campo. Y así para aquel mundo judío, el que ve el cielo aborregado, sabe que viene el chaparrón poco tiempo después. Y por el contrario, cuando viene el viento del sur (en aquellas latitudes en que Jesús habla), sabéis que va a hacer bochorno. Es decir: observando señales externas, deducís consecuencias de mayor entidad.
          Entonces cambia Jesús el tono y se dirige a esas gentes, y les dice: Hipócritas, si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar por vosotros mismos lo que hay que hacer? En una palabra: ¿cómo es que viendo los signos mesiánicos, no deducís que aquí está el Mesías? ¿Cómo es que no cambia vuestra conducta ante los signos que me habéis visto hacer a mí? Y el punto concreto que se pedía en este tiempo mesiánico era la penitencia, el cambio de actitud, que es lo que ahora conviene y es justo: es lo que hay que hacer, y prepararse así para el momento final, el encuentro con Dios en el tribunal de Dios.
          Por eso enlaza el tema con el del hombre que va a un pleito o tribunal humano, que debe intentar solucionar su caso antes de llegar al juez.
          Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él mientras vais de camino. Trata de resolver amistosamente la causa que os lleva a juicio, porque siempre será más favorable el acuerdo a que lleguéis que lo que puede salir del juicio formal. Y Jesús lo explicita muy gráficamente: no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Y de allí ya no sales hasta haber cumplido la condena. Por tanto, en el camino de la vida ponte a bien con Dios, ponte a bien con tu conciencia, y no dejes que la causa llegue hasta el final sin haber resuelto favorablemente el caso.
          Que aun en el plano humano ya San Pablo advertía a los corintios el mal que resulta de que haya contiendas entre los cristianos, hermanos de una misma fe, y que tuvieran que ir a los tribunales paganos. Lo que Pablo quería era que los litigios que pueden surgir entre hermanos de una misma fe, pusieran el asunto en manos de unos testigos imparciales y que ellos dictaminaran, con buena acogida de las dos partes.
          Es lo que ahora está también poniendo Jesús ante los ojos pero con una proyección escatológica, como la preparación al encuentro con el tribunal de Dios.

jueves, 25 de octubre de 2018

25 octubre:: Fuego en la tierra

Liturgia:
                      Estamos en la LECTURA de la carta de Pablo a los fieles de Éfeso. Y digo bien: Lectura, porque no queda otro camino que LEER estos textos que nos brinda la lectura continua, de una riqueza y belleza excepcionales.
          En 3,14-21, Pablo dobla sus rodillas ante el Padre, de quien toma todo nombre toda familia en el cielo y en la tierra…
          Pero con las rodillas en tierra, Pablo PIDE que de los tesoros de su gloria, os conceda robusteceros en lo profundo de vuestro ser; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento. Luego, con unas dimensiones sin medida –aunque parezca una contradicción- con todo el pueblo de Dios lograréis ABARCAR LO LARGO, LO ANCHO, LO PROFUNDO de lo que trasciende toda filosofía; el amor de Cristo.
          Longitud, anchura y profundidad sin cantidad. Infinitas. Que es lo que puede definir el amor de Cristo. En definitiva, también, el Corazón de Cristo, que no se puede contener en unas medidas concretas.
          Así llegaréis a vuestra plenitud, según la Plenitud total de Dios. Y en consecuencia se acaba con una alabanza a Dios, queriendo que sea con mucha mayor fuerza que lo que puede pedirse y concebirse. Y acaba con un Amén conclusivo, que pone el broche de oro al capítulo.

          Muy acorde con ese pensamiento, nos encontramos hoy con el evangelio de Lc.12,49-53, que empieza con esas ansias del Corazón de Cristo: He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! El fuego del amor de Jesús, el celo de las almas, que quisiera él ver emprendidas y emprendiendo. Los fuegos devoradores que vemos cada verano en nuestros bosques, con tantas dificultades para controlarlos, sería una imagen viva del pensamiento de Jesús. Pero no para arrasar sino para abrasar y para abrazar a las almas en ese fuego que brota del Corazón de Jesucristo. Un fuego contagioso que se propaga y que va ganando almas, encendidas también en ese fuego salvador.
          Ese fuego nace del bautismo por el que tiene que pasar Jesús, su Pasión y su muerte, en esa demostración del máximo amor que da la vida por el amado. ¡Y qué angustia hasta que se cumpla! Jesús va a la Pasión con ansias: “Con gran deseo he deseado comer esta Pascua con vosotros”…, y era la Pascua de su entrega a muerte.
          Sabe Jesús que su fuego va a traer “guerra”; que unos se van a dejar emprender y otros se van a salir de la quema. Por eso explica que él no ha venido a traer paz sino división. Porque si bien es verdad que el signo de su presencia es la PAZ, no tal que se convierta en una paz pasiva, la paz de quien no lucha, de quien no busca, de quien no es capaz de negarse a sí mismo. Por eso él ha venido a establecer una guerra, la que se guarda primeramente cada uno consigo mismo, y luego la que supone la defensa de la fe y de los principios evangélicos, que Cristo ha venido a traer.
          Y es consciente de que en adelante una familia estará dividida, dos contra tres y tres contra dos; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
          El dicho suena mal, pero es de un realismo total. Nos basta mirar a las familias y darnos cuenta de la tensión interna que se da cuando unos viven la fe y otros no. No es Cristo el que divide, pero es en nombre de Cristo lo que produce esa división. Jesús no ha hecho más que constatar un hecho que se va a dar a costa de su fuego, el que él quiere emprender en el mundo, pero el mundo se ha hecho hostil al evangelio y se produce esa lucha que anuncia él, que produce división. Bien que no querría él que se produjese esa división. Bien que querría él que todos acogiesen su evangelio salvador. Bien que Jesús quisiera que su fuego abrasase a todos. Pero una mirada al mundo que nos rodea nos deja la visión lastimosa de una masa de personas que ha emprendido el camino de la separación de ese mensaje salvador de Jesucristo.
          Aunque no sea parte del evangelio que hemos tenido, la conclusión es evidente: tenemos que pedir constante e insistentemente por ese mundo que se ha alejado de Jesús. Tenemos que pedir por las vocaciones de la Iglesia, para que haya muchos y renovados obreros que puedan actuar en esa mies de la vida.

miércoles, 24 de octubre de 2018

24 octubre: Vivir preparados


Liturgia:
                      Llegamos en la carta a los efesios a un punto culminante (3,2-12): la manifestación del MISTERIO DE CRISTO, que le ha sido revelado a Pablo, y que no había sido manifestado antes a los hombres de otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo por el Evangelio, del cual yo soy ministro por gracia que Dios me dio con su fuerza y poder. A mí, el más insignificante de todo el pueblo santo, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, e iluminar la realización del misterio escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.
          Así, mediante la Iglesia, los principados y potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios por la fe en él. Los mismos seres celestiales descubren por medio de la Iglesia esa infinita sabiduría de Dios, ese designio eterno que tiene su realización en Cristo: la incorporación de los gentiles a la salvación, a la promesa de salvación y obra redentora de Cristo, como nos lo presenta el evangelio.
          La liturgia, por su parte, aplica ese texto  al Corazón de Jesús, como riqueza insondable que es Cristo, que revela el misterio del amor de Dios, que estuvo un tiempo desconocido, pero que se expresa explosivamente en el Corazón de Jesús.

          Otra nueva referencia de Jesús hacia el encuentro decisivo de la persona con Cristo: Lc.12,39-48: Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora va a venir el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
          Es muy claro que Jesús habla del momento final de la vida de la persona. El secreto de la felicidad de ese tal es que viva preparado. Que cuando llegue la muerte como ladrón, esté prevenido para no dejarla abrir un boquete en falso. El Hijo del hombre le llega a cada cual en su momento. Lo importante, lo indispensable, es poderlo recibir en paz y tranquilidad de alma, como amigo, como encuentro que une para siempre.
          El administrador fiel es aquel que hace en su vida lo que el amo le ha encargado: dar la ración a la servidumbre a sus horas correspondientes.
          Dichoso el criado a quien su amo al venir lo encuentre portándose así: os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Y el gran bien es precisamente el abrazo definitivo y eterno con el que el alma y Jesucristo se funden para siempre.
          ¿Qué pasa con el criado descuidado que piensa que su amo tarda y entonces maltrata a sus subordinados, y se dedica a comer y emborracharse? No hace falta pensar mucho. Llega el amo cuando no lo espera y tiene que despedirlo, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
          Entra luego Jesús en una casuística: ¿Qué pasa con el criado que sabe lo que su amo quiere y no lo pone por obra? –Que recibirá muchos azotes, por desobediente y por portarse mal. Es la falta de  responsabilidad por no hacer lo que tiene que hacer y que lo tiene claro porque el amo se lo tenía dicho.
          ¿Y si el criado no sabe lo que su amo quiere, pero se porta mal? También recibirá azotes, pero pocos. Recibirá azotes por portarse mal, pero no por desobediente, porque no sabe lo que su amo quería. Es la disminución de la responsabilidad por ignorancia.
          Y concluye Jesús con algo que nos debe exigir: A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá. Es la parábola de los talentos expresada en dos frases. Al de 5, se le exigen 5; al de dos, se le exigen 2. Al de uno se le exige 1. Sabe muy bien el Señor lo que cada cual puede dar. Y no es lo mismo el que ha tenido la suerte de una familia, una educación, unos medios que le han hecho conocer la verdad y la gracia de Dios, y el otro que por su lugar de nacimiento, o su familia, o la falta de un colegio que le eduque, y que –por tanto- carece de los fundamentos necesarios. Dios sabe lo que puede cada uno, y da a cada uno según su realidad. Pero el que ha recibido uno debe responder también como “uno”, y no le vale guardarlo en el pañuelo sin hacer fructificar el talento que recibió.

martes, 23 de octubre de 2018

23 octubre: Criados que velan


Liturgia:
                      La carta a los fieles de Éfeso es una de las cartas más completas de San Pablo. Por no ser repetitivo no acabo diciendo que tomen el texto original y lo vayan meditando, pues la verdad es que sería lo más completo. Cualquier explicación parcializa de alguna manera el contenido substancial.
          Hoy nos toca 2,12-22 y el argumento que se desarrolla es el de la variación desde lo que eran antes y lo que son ahora: antes no teníais un Mesías y erais extranjeros a la ciudadanía de Israel… Ahora, en cambio estáis en Cristo Jesús…, estáis cerca los que estabais lejos… Él es nuestra paz.
          Jesucristo ha derribado el muro que separaba a los judíos de los no judíos, aboliendo la Ley judía y creando un hombre nuevo. Dios reconcilió a los dos pueblos haciendo un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte al odio y trayendo la noticia de la paz.
          Es toda una declaración de la unidad que ha traído Cristo con su muerte, puesto que muere lo mismo para unos que para otros, como piedra angular que sostiene todo el edificio nuevo.  Por él todo el edificio queda ensamblado y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Ese edificio es la Iglesia, que da cobijo a todos los fieles que han sido rescatados por la cruz de Cristo. Y más en concreto: Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
          Al final no quedaba otra forma que ir tomando el discurso de Pablo.

          El evangelio es corto: Lc 12,35-38, pero con toda la fuerza de la mirada a ese momento en que la persona ha de presentarse ante el Señor. Para advertir la trascendencia del momento, Jesús avisa a sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda para abrirle apenas llegue y llame.
          En la vida no cabe el intermedio de pensar que –cuando regrese el amo y se vaya a presentar- entonces ponerse a prepararse. Entre otras razones, porque el amo se presenta de improviso. Y entonces ya hay que estar en plan de acción: abrirle en cuanto llega y llama.
          Cierto que es de los momentos más inesperados siempre. Son pocos los que vislumbran ese momento y se entregan humildemente a él. Lo normal es que la persona lucha por la vida y que nunca cree llegado el momento para él. Y quizás eso hace que no siempre se está en esa disposición activa en el momento en que llega el Señor. Pero es un hecho que el Señor se presenta en el momento que él cree oportuno.
          Y dice Jesús: Dichosos los criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre en vela. En la versión de este texto hay un detalle de delicadeza por parte de Jesucristo, porque no es simplemente que los criados han cumplido con su obligación y que eso es lo que corresponde. Sino que aquí se da la nota cordial de que el amo que ha sido recibido debidamente, él os aseguro se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Es una de las visiones más tiernas que aporta Jesús en este contexto. El amo se ciñe, hace que sus criados se sienten a la mesa, y él los va sirviendo. Es una presentación del final de la vida que tiene unas connotaciones muy íntimas.
          Que también se puede abrir al encuentro con Jesús en la vida diaria: a esa disponibilidad con la que el alma acoge la visita del Señor, en el momento en que él se presenta. La oración es un momento especial de encuentro. La Eucaristía es otro momento que puede ser crucial. Lo mismo que el encuentro con alguien que levanta el espíritu de la persona y lo eleva a nuevas posibilidades con las que esa persona puede dar una mejor cuenta de sí. Es el encuentro que cambió a muchos y los puso en órbita de santidad. Es el encuentro de vida diaria que hace descubrir una nueva luz en la vida de la persona. También aquí vale eso de estar preparados para abrirle en cuanto llegue y llame. Es el encuentro que se llama “segunda conversión”, que es el punto en que se da el salto desde la vida normal a la vida de verdadero encuentro con Jesucristo. Y no está reservado a algunos por excepción, sino que está llamando a todos para que sean de esos criados que han recibido a su Señor en el momento concreto en que él se ha presentado.
          Para concluir el discurso con esa dicha o bienaventuranza de los criados: Dichosos ellos si llega el amo a la medianoche o a la madrugada y los encuentran velando.

lunes, 22 de octubre de 2018

22 octubre: La codicia


Liturgia:
                      Caigo de nuevo en la tentación de ofrecer el texto completo de la primera lectura (Ef.2,1-10) porque creo que su lectura lenta y comprensiva da mucho más que cualquier explicación. Haré algún comentario sobre la marcha:
            Un tiempo estabais muertos por vuestras culpas y pecados, cuando seguíais el proceder de este mundo, según el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los rebeldes contra Dios. Pablo ayuda a hacer el examen de conciencia a una comunidad que –antes de conocer a Cristo- vivía envuelta en sus pecados. Y no es que él se sale de esa situación: Como ellos, también nosotros vivíamos en el pasado siguiendo las tendencias de la carne, obedeciendo los impulsos del instinto y de la imaginación; y, por naturaleza, estábamos destinados a la ira, como los demás. Sin Dios no hay altura y se cae en las bajas pasiones.
            Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo -estáis salvados por pura gracia-, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
            En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos. Vuelve a salir aquí, aunque no explícitamente, el tema de la contraposición entre vivir de la ley y de los cumplimientos personales, y vivir de la gracia que nos ha alcanzado Jesucristo. Y que por esa elevación a la que él nos ha llevado, podemos vivir con buenas obras, que él nos ha puesto por delante.

            El evangelio (Lc.12,13-21) nos pone ante el pecado de la codicia, que muestra aquel hombre que pretende que Jesús haga de mediador en un reparto de herencia. A lo que Jesús responde saliéndose de la cosa, con una palabra muy clara: ¿quién me ha puesto a mí como juez o árbitro entre vosotros?
          Pero ya aprovecha Jesús para dar doctrina sobre el particular: Guardaos de toda clase de codicia, pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
          Y siguiendo su costumbre de aclaración de las situaciones, recurre Jesús a la parábola con la que era mejor comprendido. Y propone el caso de aquel rico que ha obtenido una cosecha espléndida y lejos de pensar en repartir a otros que necesitan, se propone derribar sus graneros, hacer otros más grandes, y almacenar allí su cosecha. Después de eso, ya no le queda más que tumbarse, comer, beber y darse buena vida Y Dios le sale al paso y le dice: ¡Necio!; esta noche te van a exigir la vida: Lo que has acumulado, ¿de quién será?
          Y saca Jesús la conclusión práctica para lección de los oyentes: Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico para Dios.
         
          Es una advertencia muy clara sobre la acumulación de riquezas en las que sólo se mira el propio interés y no se abre el alma a compartir bienes con otros más necesitados. Y es posible que cuando se plantea este tema se ponga la atención en situaciones de pobreza o de necesidad de gentes “externas”. Yo conozco casos es los que en una misma familia unos hermanos están muy agraciados por la vida y otro de los hermanos padece necesidad. No habría que irse muy lejos para concretar dónde compartir alguna parte de los bienes de los que poseen y pueden darse buena vida (y de hecho se la dan), cuando un hermano de carne y sangre –con quien, por otra parte, se mantienen buenas relaciones- está pasando por situaciones de penuria.
          Ahí se cumpliría ese compartir “la herencia” con el hermano, y no porque tenga que intervenir directamente Jesucristo, sino porque lo pide la lógica más elemental. Eso sería no amasar riquezas para sí y hacerse rico ante Dios. Y ante el propio hermano, que bien debe pensarlo, aunque por su bondad no lo exprese.

domingo, 21 de octubre de 2018

21 octubre: No vine a ser servido


Liturgia:
                      Cristo salva a la humanidad contrariando los deseos de dominio y de poder que son los característicos de la humanidad, y la destruyen. Jesús sabía que el Imperio Romano se había hecho a base de dominio y poder. Pero eso es todo lo contrario de lo que él establece,
          El camino de Cristo es el del servicio y de sacrificio, y eso es lo que tienen que continuar los que siguen sus pasos y quieren realizar su obra y tarea de salvación: Mc.10,35-45.
          El que manda realiza su misión sirviendo, aunque eso se realice por el cáliz amargo de su pasión, que es el que anuncia a sus dos discípulos, Juan y Santiago, que pretendían ocupar puestos de privilegio y mando sobre sus mismos compañeros.
          A ellos les hace saber que no saben lo que piden, y les cambia la visión del poder y del mando por la del beber el cáliz que Jesús ha de beber y ser bautizado por el bautismo con el que yo voy a ser bautizado, indicando el género de muerte con que él iba a dar gloria a Dios.
          Sentarse a la derecha o a la izquierda no es cosa que depende de Jesús; eso lo decide el Dios del Cielo.
          En cuanto a ellos, Jesús les reúne y les pone delante las condiciones para estar con él: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso; el que quiera ser grande, sea servidor de todos y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos. Ahí queda la doctrina y el camino a seguir.
          Lo cual tiene una mirada proyectiva sobre la Iglesia de hoy: no es el poder y el mando lo que ha establecido Jesús. Por el contrario es el servicio. Y no está de más reflexionarlo desde los laicos que tienen ciertas responsabilidades en la labor eclesial, porque nunca deben atribuirse poderes e influencias, sino estar ahí al servicio y ayuda de los otros miembros de las Iglesia.
         
          De ahí la 1ª lectura (Is.53,10-11) donde se expresa la característica del enviado de Dios: El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento… Lo que el Señor quiere, prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido, mi siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos. No se presta todo ese relato a muchas explicaciones: lo que fija es el dato que desarrolla el evangelio, en el que el Hijo del hombre es un esclavo de los siervos de Dios, y ha venido a servir.

          La carta a los Hebreos (4,14-16) nos remite a Jesucristo como sacerdote grande que ha atravesado el Cielo y está capacitado para compadecerse de nuestras debilidades, porque ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Jesucristo ha vivido nuestra vida, ha encontrado nuestras dificultades, ha sufrido tentaciones, ha padecido la incomprensión de los más cercanos y la oposición de los dirigentes judíos. Sabe, pues, cuál es nuestra realidad y puede compadecerse de ella. Lo único en que Jesús no puede parecerse a nosotros es en el pecado, porque él no ha pecado ni podía pecar. Pero todo lo demás lo ha vivido desde la realidad humana. Por eso puede compadecerse de nuestras debilidades. Y por eso podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

          La EUCARISTÍA nos lleva a mirarnos dentro y ver hasta dónde nuestra vida es más de servicio o de tendencias de poder. Poder que cada cual es capaz de ejercer desde su situación concreta: desde pretender dominar en el mismo matrimonio, en la familia, en los ámbitos de influencia… Y eso no va con el estilo de Jesús. Por eso la Eucaristía es una piedra de toque en la vida ordinaria para medir nuestras  propias actitudes. Mirémoslas a la luz de Jesus sacramentado, del que participamos en esta Misa.
          Hoy, en concreto, el servicio que nos pide la Iglesia es el de compartir bienes con esos hermanos nuestros que desenvuelven su vida en las Misiones, carentes de bienes necesarios para desenvolverse debidamente, y que tienden sus manos hacia el primer mundo en el que nosotros estamos, suplicando la ayuda que podemos ofrecerles desde nuestra oración y desde nuestros bienes materiales, ofrecidos generosamente para el mantenimiento del Reino de Dios en esos lugares, y para la expansión de ese Reino de Dios.


          Pedimos a Dios que nos conceda una actitud de humildad en nuestra vida personal y social.

-         Que no aspiremos a querer estar por encima de otros, ni en el seno de la familia. Roguemos al Señor.

-         Que estemos dispuestos a participar del cáliz del Señor, que padece voluntariamente. Roguemos al Señor.

-         Que aceptemos el sacrificio como parte integrante de la vida humana. Roguemos al Señor.

-         Que nos sinceremos en la Eucaristía para medir nuestras actitudes cristianas. Roguemos al Señor,


          Danos a sentir en nuestro interior que tú no has venido a ser servido sino a servir y dar tu vida en rescate de muchos.
          Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

sábado, 20 de octubre de 2018

20 octubre: El momento deseado


BEATIFICACIÓN DEL P.TIBURCIO ARNAIZ S.I.
                Solemne beatificación del Padre jesuita Tiburcio Arnaiz, en la Santa Iglesia Catedral de Málaga, ciudad en la que ejerció una mayor parte de su ministerio en la Compañía de Jesús, dedicado especialmente a las gentes más desfavorecidas y abandonadas de la fortuna. Gentes del pueblo y de los barrios más deprimidos, y de las aldeas y núcleos rurales de la periferia de la ciudad.
                Gran enamorado del Corazón de Jesús, fomentó su devoción y entronización en muchos hogares, y reanudó la salida procesional aun en tiempos muy difíciles en la sociedad y en la política.
                Fue Director del Apostolado de la Oración, al que atendió con todo interés, y compartió su tiempo –por otra parte tan abierto a diversos campos de evangelización- en fervorosas pláticas y meditaciones. Interés muy particular dedicó a los Primeros Viernes, exhortando a amar al Corazón de Jesús. Sus palabras enardecían a quienes participaban de aquellos actos.
                El P. Tiburcio Arnaiz es elevado a los altares, confirmándose en la práctica de la Iglesia su santidad, que ya era reconocida por el pueblo sencillo, que visita asiduamente su tumba en la Iglesia de los Jesuitas de Málaga.

Liturgia:
                 Efesios 1, 15-23: Habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro.
          Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.
          He optado por transcribir el párrafo porque es muy inteligible y porque poco se puede añadir. Lo que invito es a una lectura reposada de ese texto, para dejarse tocar por la Palabra de Dios que nos llega a través de Pablo. El último párrafo es de una importancia vital en el tema de la Iglesia porque ahí la presenta como Cuerpo Místico de Cristo. Cristo es la Cabeza, la que rige todo. La Iglesia es el Cuerpo, en el que se desenvuelven las diferentes funciones, muy diversas y todas importantes, como son importantes todos los miembros de un cuerpo humano, en recíproca dependencia. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, que da plenitud al Cristo total.

          En el Evangelio (Lc.12,8-12) Jesús advierte la trascendencia de estar con él, de formar con él ese cuerpo. Y lo expresa con una llamada: Si alguno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. [Esto lo utilizan mucho los adjuntos sudamericanos para organizar esas “cadenas” con las que multiplicar su difusión, aunque muchas veces son trampa de los expertos que –gracias a esa multiplicación- se hacen de las direcciones de mucha gente para luego meterles sus propagandas. Por lo que no debemos dejarnos engañar por esas “cadenas”, y mejor es dejarlas morir sin reenviar]. Es evidente que las palabras de Jesús son para algo más serio que para enviar adjuntos.
          La contraposición a esa afirmación de Jesús es la de quien “me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios”. Ya entendemos que se trata de situaciones de manifestación de la fe o de la verdad del evangelio.
          Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se perdonará. Quiere decir: todo pecado es perdonable si hay arrepentimiento. No es perdonable cuando no hay arrepentimiento. Cuando se le justifica o se le ignora culpablemente. [Yo me pregunto si el mundo de hoy no está cayendo en esa blasfemia contra el Espíritu Santo; es decir: esa negación de la Gracia de Dios].
          Nos anuncia Jesús la luz de ese Espíritu Santo para poder responder ante los poderosos sobre nuestra fe: El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.