domingo, 21 de octubre de 2018

21 octubre: No vine a ser servido


Liturgia:
                      Cristo salva a la humanidad contrariando los deseos de dominio y de poder que son los característicos de la humanidad, y la destruyen. Jesús sabía que el Imperio Romano se había hecho a base de dominio y poder. Pero eso es todo lo contrario de lo que él establece,
          El camino de Cristo es el del servicio y de sacrificio, y eso es lo que tienen que continuar los que siguen sus pasos y quieren realizar su obra y tarea de salvación: Mc.10,35-45.
          El que manda realiza su misión sirviendo, aunque eso se realice por el cáliz amargo de su pasión, que es el que anuncia a sus dos discípulos, Juan y Santiago, que pretendían ocupar puestos de privilegio y mando sobre sus mismos compañeros.
          A ellos les hace saber que no saben lo que piden, y les cambia la visión del poder y del mando por la del beber el cáliz que Jesús ha de beber y ser bautizado por el bautismo con el que yo voy a ser bautizado, indicando el género de muerte con que él iba a dar gloria a Dios.
          Sentarse a la derecha o a la izquierda no es cosa que depende de Jesús; eso lo decide el Dios del Cielo.
          En cuanto a ellos, Jesús les reúne y les pone delante las condiciones para estar con él: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso; el que quiera ser grande, sea servidor de todos y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos. Ahí queda la doctrina y el camino a seguir.
          Lo cual tiene una mirada proyectiva sobre la Iglesia de hoy: no es el poder y el mando lo que ha establecido Jesús. Por el contrario es el servicio. Y no está de más reflexionarlo desde los laicos que tienen ciertas responsabilidades en la labor eclesial, porque nunca deben atribuirse poderes e influencias, sino estar ahí al servicio y ayuda de los otros miembros de las Iglesia.
         
          De ahí la 1ª lectura (Is.53,10-11) donde se expresa la característica del enviado de Dios: El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento… Lo que el Señor quiere, prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido, mi siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos. No se presta todo ese relato a muchas explicaciones: lo que fija es el dato que desarrolla el evangelio, en el que el Hijo del hombre es un esclavo de los siervos de Dios, y ha venido a servir.

          La carta a los Hebreos (4,14-16) nos remite a Jesucristo como sacerdote grande que ha atravesado el Cielo y está capacitado para compadecerse de nuestras debilidades, porque ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Jesucristo ha vivido nuestra vida, ha encontrado nuestras dificultades, ha sufrido tentaciones, ha padecido la incomprensión de los más cercanos y la oposición de los dirigentes judíos. Sabe, pues, cuál es nuestra realidad y puede compadecerse de ella. Lo único en que Jesús no puede parecerse a nosotros es en el pecado, porque él no ha pecado ni podía pecar. Pero todo lo demás lo ha vivido desde la realidad humana. Por eso puede compadecerse de nuestras debilidades. Y por eso podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

          La EUCARISTÍA nos lleva a mirarnos dentro y ver hasta dónde nuestra vida es más de servicio o de tendencias de poder. Poder que cada cual es capaz de ejercer desde su situación concreta: desde pretender dominar en el mismo matrimonio, en la familia, en los ámbitos de influencia… Y eso no va con el estilo de Jesús. Por eso la Eucaristía es una piedra de toque en la vida ordinaria para medir nuestras  propias actitudes. Mirémoslas a la luz de Jesus sacramentado, del que participamos en esta Misa.
          Hoy, en concreto, el servicio que nos pide la Iglesia es el de compartir bienes con esos hermanos nuestros que desenvuelven su vida en las Misiones, carentes de bienes necesarios para desenvolverse debidamente, y que tienden sus manos hacia el primer mundo en el que nosotros estamos, suplicando la ayuda que podemos ofrecerles desde nuestra oración y desde nuestros bienes materiales, ofrecidos generosamente para el mantenimiento del Reino de Dios en esos lugares, y para la expansión de ese Reino de Dios.


          Pedimos a Dios que nos conceda una actitud de humildad en nuestra vida personal y social.

-         Que no aspiremos a querer estar por encima de otros, ni en el seno de la familia. Roguemos al Señor.

-         Que estemos dispuestos a participar del cáliz del Señor, que padece voluntariamente. Roguemos al Señor.

-         Que aceptemos el sacrificio como parte integrante de la vida humana. Roguemos al Señor.

-         Que nos sinceremos en la Eucaristía para medir nuestras actitudes cristianas. Roguemos al Señor,


          Danos a sentir en nuestro interior que tú no has venido a ser servido sino a servir y dar tu vida en rescate de muchos.
          Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

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