miércoles, 3 de octubre de 2018

3 octubre: Las 3 vocaciones


Liturgia:
                      En la lectura del libro de Job vamos dando grandes saltos. Del capítulo 3, de ayer, pasamos al 9.1-12.14-16. Ha omitido todas las acusaciones que le han hecho a Job los que se presentan como amigos. Y hoy tenemos a Job haciendo un reconocimiento de Dios, que está muy por encima de las razones humanas. ¿Quién puede pedirle cuentas a Dios? Y Dios no tiene por qué dar cuentas. Dios está muy por encima de todo lo creado y él solo despliega los cielos y camina sobre el mar.
          En el plano personal, Dios cruza junto a mí y no puedo verlo; pasa rozándome y no lo siento. ¡Cuánto menos puedo yo replicarle! Y Job, en medio de su desgracia, no protesta contra Dios sino que lo ve como el soberano Señor de todas las cosas. ¿Cómo iba él a preguntarle a Dios: ‘Qué estás haciendo’?

          Volvemos a un pasaje muy conocido, que esta vez lo vemos desde la descripción de Lucas, que prácticamente coincide en todo con la de San Mateo. Se trata de la vocación de tres personajes, unos que se ofrecen a Jesús, y otro que es expresamente llamado. Estamos en 9,57-62.
          Iba Jesús de camino junto a sus discípulos. En esto, uno se acerca a Jesús y le dice: Te seguiré adonde vayas. No ha puesto condiciones. Está dispuesto a todo, si Jesús quiere contar con él. Digamos que es un caso de vocación “subjetiva”. El sujeto se cree capaz de ir adonde vaya Jesús y como quiera Jesús. Queda ahora que Jesús lo llame, que Jesús lo acepte como vocación real.
          Lo expreso así porque no toda persona que se cree con vocación es realmente llamado. Unas veces falta una cualidad, otras, no ha habido llamada por parte de Dios. Y la persona lucha pretendiendo ser una vocación, pero falta algún requisito para que la vocación sea objetiva.
          El hecho es que Jesús no le dijo: ‘sígueme’, sino que le puso por delante unas condiciones que tenía el individuo que calibrar si las poseía. Jesús le dijo: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza.
          ¿Qué pasó? El evangelista no nos lo aclara. Se ha limitado a poner delante una doble situación: la del individuo y la de la vida que ofrece Jesús. Si entró el personaje por aquella realidad que Jesús le presentaba, seguiría a Jesús. Si no entraba en sus planes tanta abnegación, se retiraría. En resumen: habrá vocación si hay llamada de Jesús y si esa llamada es secundada por el individuo.
          En el segundo caso estamos ante una vocación cierta por parte de Jesús: ¡Sígueme! Aquí el Señor ha dado el paso. Hay vocación objetiva. Lo que no sabemos es si hubo respuesta personal del individuo para firmar esa llamada del Maestro. No sabemos la respuesta subjetiva última. Porque lo que sí tenemos por delante es una dificultad: que el sujeto que ha sido llamado tiene la obligación moral, según la tradición, de quedarse con su padre hasta que éste muera: hasta enterrarlo el día que muera.
          Jesús le da salida: que tus hermanos se encarguen de tu padre. Los muertos o no llamados, que entierren a sus muertos. ¿Aceptó la condición aquel individuo? Puede ser un caso de los que, llamados por el Señor, no responden a la llamada por tener otros temas entre manos que les paralizan en la respuesta. Al final sería una vocación frustrada. Y de esos temas, uno de los obstáculos más corrientes es la familia. Jesús nos enseñó que ‘quien no ama menos a su familia que a mí, no puede ser mi discípulo’. ¿Qué tendremos en el caso presente?
          Tercer caso, semejante al primero, pero con una desventaja: el personaje que se ofrece: te seguiré, ya pone de antemano una condición: Pero déjame primero despedirme de mi familia. He ahí el fallo del ofrecimiento a Jesús: que se ofrece con un “pero” por delante. No es un ofrecimiento incondicional. El problema no es si lo que pide es lógico y es poca cosa, sino que ha venido con los datos equivocados: poniendo por delante sus propias condiciones. Y a Jesús no podemos ir poniendo nosotros las condiciones “primero”. Diríamos que es una vocación frustrada en su misma génesis. Y Jesús lo expresa con aquella comparación: El que pone su mano en el arado y mira atrás, no vale para el Reino de los cielos. Este sujeto ha equivocado el camino. Podía haber preguntado si podía ir a despedirse de su familia, y lo más seguro es que le hubiera permitido el Señor. Lo que no es válido es presentarse y ofrecerse a todo, y luego ponerle la sordina de una condición previa.

1 comentario:

  1. Le puse un correo el 1 de octubre. No he tenido respuesta. No hay prisa.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!