viernes, 26 de octubre de 2018

26 octubre: Interpretar los signos


Liturgia:
                      Ef.4,1-6: Pablo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido llamados. Es la exhortación general, el planteamiento de principios. Pero eso tiene su concreción para que no se quede en palabras: Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Es un calco de lo que también le dice a los fieles de Colosas, en el capítulo 3. Es algo que Pablo lleva muy metido en el alma: la vocación cristiana lleva en sí la necesidad de la humildad y de la comprensión, de la amabilidad y del sobrellevarse. No siempre se puede estar de acuerdo. Donde hay dos personas caben dos modos de enfocar la vida. Pero eso no significa que haya que tensionarse, sino que haya amabilidad suficiente para ser capaces de sobrellevar cada uno la diferencia que le separa del otro.
          Y todo eso tiene una traducción esencial: Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Y para más concreción, un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo. Hemos llegado al punto decisivo: lo que hace la vida otra cosa de lo vulgar y pagano es precisamente la realidad de un Dios como referente definitivo, porque es “padre de todo, que lo trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo”.

          Lc.12,54-59: Jesús enfrenta a sus oyentes a una realidad. En la vida normal los signos externos son suficientes para que se vislumbre una realidad futura. Para aquellos tiempos en que no había otra forma de prevenir los estados del tiempo, lo que valía era la observación del cielo. Lo cual sigue siendo hoy una realidad para las gentes del campo. Y así para aquel mundo judío, el que ve el cielo aborregado, sabe que viene el chaparrón poco tiempo después. Y por el contrario, cuando viene el viento del sur (en aquellas latitudes en que Jesús habla), sabéis que va a hacer bochorno. Es decir: observando señales externas, deducís consecuencias de mayor entidad.
          Entonces cambia Jesús el tono y se dirige a esas gentes, y les dice: Hipócritas, si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar por vosotros mismos lo que hay que hacer? En una palabra: ¿cómo es que viendo los signos mesiánicos, no deducís que aquí está el Mesías? ¿Cómo es que no cambia vuestra conducta ante los signos que me habéis visto hacer a mí? Y el punto concreto que se pedía en este tiempo mesiánico era la penitencia, el cambio de actitud, que es lo que ahora conviene y es justo: es lo que hay que hacer, y prepararse así para el momento final, el encuentro con Dios en el tribunal de Dios.
          Por eso enlaza el tema con el del hombre que va a un pleito o tribunal humano, que debe intentar solucionar su caso antes de llegar al juez.
          Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él mientras vais de camino. Trata de resolver amistosamente la causa que os lleva a juicio, porque siempre será más favorable el acuerdo a que lleguéis que lo que puede salir del juicio formal. Y Jesús lo explicita muy gráficamente: no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Y de allí ya no sales hasta haber cumplido la condena. Por tanto, en el camino de la vida ponte a bien con Dios, ponte a bien con tu conciencia, y no dejes que la causa llegue hasta el final sin haber resuelto favorablemente el caso.
          Que aun en el plano humano ya San Pablo advertía a los corintios el mal que resulta de que haya contiendas entre los cristianos, hermanos de una misma fe, y que tuvieran que ir a los tribunales paganos. Lo que Pablo quería era que los litigios que pueden surgir entre hermanos de una misma fe, pusieran el asunto en manos de unos testigos imparciales y que ellos dictaminaran, con buena acogida de las dos partes.
          Es lo que ahora está también poniendo Jesús ante los ojos pero con una proyección escatológica, como la preparación al encuentro con el tribunal de Dios.

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