domingo, 14 de octubre de 2018

14 octubre: Riqueza y pobreza


Liturgia:
                      El seguimiento de Cristo exige una elección decidida entre dos realidades excluyentes: o Cristo o las riquezas. Es lo que plantea la 1ª lectura del libro de la sabiduría (7,7-11) en la que se pide la prudencia y le llega el espíritu de sabiduría, preferida sobre el poder de cetros y tronos, y teniendo en nada las riquezas. Todos los bienes juntos me vinieron con ella, y eso mismo le trajo la más preciada riqueza.

          El evangelio es la contraposición a esa manera de proceder. El sujeto que se presentó a Jesús queriendo saber lo que necesitaba para tener vida eterna, se encontró con una elección que le ponía por delante Jesús, en la que tenía que renunciar a los propios bienes. Y llegar hasta ahí no le daba su primera decisión. Mc.10,17-30.
          La cosa es que era una persona noble y cumplidora de sus obligaciones, que había vivido los mandamientos desde su infancia. Y eso atrajo la mirada de Jesús, que miró con cariño aquella nobleza que mostraba el individuo.
          Había llegado hasta el cumplimiento de los mandamientos…, hasta el techo de lo que se pedía a un buen judío. Y ahora Jesús le plantea “lo que le falta”, no ya para ser buen judío sino para entrar en el grupo de los discípulos seguidores de Jesús. Y lo que le falta es pasar de ser un hombre rico, que tiene muchas posesiones, a abrazar una actitud de pobreza, de renuncia, para poder seguir a Jesús.
          Y hasta ahí no está dispuesto el hombre. Se le viene el mundo abajo pero se encuentra incapaz de dar el paso de vender todo lo que tiene, darlo a los pobres, y luego venir a seguir a Jesús. Pero eso era lo que Jesús le pedía para esa plenitud del que quiere entrar en el Reino.
          Y el hombre se disgusta consigo mismo, vuelve las espaldas y se marcha. Estaba muy cogido por sus muchos bienes.
          Y Jesús se queda también contrariado y, mirando a sus discípulos, deja escapar su sentimiento: Qué difícil va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios…
          Los discípulos se extrañan de tal afirmación y Jesús no la suaviza sino que la ahonda: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su esperanza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. Como decía la 1ª lectura, hay que hacer un discernimiento entre la riqueza y la sabiduría de Dios, y saber que el que renuncia a sus bienes materiales acaba alcanzando riquezas mucho mayores de otro calibre.
          Los apóstoles se espantaron y llegaron a la conclusión de que es muy difícil entrar en el Reino. Y Jesús les explica que para los hombres ricos es imposible…, pero que para Dios es posible.
          ¿Qué significa eso? Pues que Dios va muchas veces haciendo que el rico que está pagado de sí mismo y que pone su confianza en las riquezas, se le vayan presentando otros tipos de pobrezas que acaban demostrando que el dinero no sirve para solucionarlo. Y allí donde el rico se apoyaba, se le empieza a venir abajo. Dios tiene muchos medios de ir limando a los ricos hasta hacerles comprender que su riqueza no es la felicidad.
          Hablamos de “ricos” y lo fácil es sentirse libres de esa realidad porque generalmente no somos ricos la gran mayoría de los que vivimos la fe en Cristo. Pero sí podemos encontrar que hay otras formas de riqueza que, por decirlo así, están en poder de la mayoría: el orgullo, las seguridades en uno mismo, el pretender llevar la razón sobre todo y sobre todos, la soberbia…, son formas de riqueza que pueden darse en los más económicamente pobres, y en general en toda criatura. Y son “riquezas” que dificultan vivir el evangelio porque la persona se sitúa siempre por delante. Y ahí tiene que venir el Señor  a recordarnos que los primeros serán últimos y los últimos, primeros.

          Lo que nos tiene que hacer POBRES es la Palabra de Dios como expresa la 2ª lectura (Heb.4,12-13). La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto en que se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos… Nada se oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas. Algo que es para pensarlo en serio y dejarnos tocar por la Palabra, que tiene que hacernos humildes y sencillos, y en una palabra, POBRES.
          Palabra y EUCARISTÍA para sincerarnos con nosotros mismos, a la luz de la palabra y en la presencia de Cristo mismo.



          Supliquemos al Señor que nos dé su Sabiduría para saber elegir lo que es conforme a su voluntad.

-         Que seamos personas desprendidas, capaces de acoger la verdad del otro. Roguemos al Señor,

-         Que examinemos nuestras formas de “riqueza” para hacernos sencillos en nuestro modo de proceder. Roguemos al Señor.

-         Que nos dejemos interrogar y cambiar por la Palabra eficaz de Dios. Roguemos al Señor.

-         Que la participación en la Eucaristía nos lleve a ser generosos al compartir nuestros bienes. Roguemos al Señor,


          Concédenos, Señor, la gracia de acoger el evangelio como norma de vida, que nos va haciendo pobres poco a poco, como expresión del amor de Dios a nosotros.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!