Mirada al rendimiento personal ANTE EL REINO
San Mateo nos obsequió en su
momento con una batería de parábolas sobre el Reino de Dios, para ponernos
diversos aspectos del mismo y, consiguientemente, de nuestras realidades y
posiciones en él.
Ahora vuelve a ese su estilo de
agrupar materia que, lo más seguro, es que Jesús la fue salpicando a lo largo
de sus predicaciones yu enseñanzas. Por este medio no ha adentrando en algo muy
importante: el Reino de Dios se desenvuelve en la tierra (eso ya quedó claro en
aquellas parábolas). Pero a la vez que estamos en este mundo, nuestro destino
no es el mundo. No estamos para quedarnos aquí. Fuimos puestos en la existencia
par que con nuestra vida desarrolláramos el proyecto salvador de Dios, y así
hiciéramos honor y alabanza a ese Dios que generosamente nos dio la vida.
Hemos pasado ya por la parábola
genérica de estar vigilantes, preparados,
como los sirvientes de un amo, que llegará cuando llegue. A los sirvientes
les toca estar vigilantes. Y con eso no hacen más que lo que es su obligación.
Ayer se cargaba de afecto esa
espera. Ya no es la “obligación” del siervo sino la ilusión de la novia ante la
llegada de su prometido. Esperarán cuanto sea necesario y sin desfallecer las
novias que realmente están ilusionadas y tienen una personalidad que merece la
pena. Todos, como enamorados de Jesús hemos de esperar sin condiciones y con
gozo. La espera no produce queja sino que aumenta la emoción. Y quienes
estuvieron así, con su vida iluminada por sus obras y su responsabilidad (y aun
contando con momentos de “somnolencia”), acaban dando el paso al Banquete (la plenitud del Reino que se
vivirá ya eternamente). La puerta se cierra. Y las otras descuidadas muchachas,
pretenden ahora que les abran, El Reino es el Reino y no tiene esas marchas
atrás. Quienes llegan mal y no preparadas, ya no pueden entrar.
Hoy hay un aspecto más en esa
realidad de entrada en el Reino. La realidad de la vida es que hay personas más
capacitadas en lo humano, más dispuestas, con más recursos que otras. ¿Qué
pasará con el diverso rendimiento de cada cual?
Jesús pone tres casos. Es
evidente que la naturaleza y el cultivo de la personalidad juegan su baza. Los
hay que tienen cualidades a espuertas. Que son capaces de mucho. También entra Dios en esas personas y les
ofrece una labor posible más grande. A más cualidades, la Gracia sigue a la
naturaleza. Deberán sacar partido de lo que se les pone en las manos, de modo
que fructifique debidamente para provecho propio, de la sociedad, y honra de
Dios
Pero no todos, ni mucho menos,
tienen tantas cualidades. Lo hay “normales”, lo habitual que encontramos por la
calle. ¿Recibirán de Dios ese cúmulo de dones, como los otros. Nunca fue Dios irracional, ni da ni pide
sobre las fuerzas. Y a quienes tienen menos valores en muchos sentidos (de
inteligencia, de naturalezas más débiles, de ambientes menos cultivados…), Dios
les acomoda sus gracias a esas posibilidades (¡que son muchas…, mucho más
granes que lo que creemos…). Y también los envía a ser útiles, Lo que se les da
no es para ellos. Tienen capacidades sobradas para “negociar” y sacarle partido
a lo recibido.
Y están los pusilánimes…, o los “que
nacieron cansados”, los que no quieren complicaciones, los vagos… Y no porque
lo sean por naturaleza sino porque se van haciendo a ello. No los deja Dios de la mano. Ellos también
han de enfrentar un día el final de su vida, y lo que Dios no quiere es que
vayan de parásitos por la vida. Y
también les da cuantas cualidades y características son necesarias para un
rendimiento de personas. Tienen la misma oportunidad de abrazar el Reino que
cualquier otro. Pero hay que poner manos a la obra.
Jesucristo cuenta que los que
recibieron mucho, han currado mucho y han duplicado lo recibido. ¡Hombres
útiles y de provecho; hombres de fiar! Los que eran gentes “vulgares” en sus
cualidades humanas, trabajaron como jabatos aquello que les habían encomendado,
y también duplicaron lo recibido. También son calificados de “hombres útiles y
de provecho; hombres de fiar”. Unos y
otros quedan invitados a participar en el banquete.
Llega el tercero, se deshace en
verborrea para pretender justificar que no ha hecho nada. Simplemente cuidó que
no se perdiera lo recibido. Eso indigna al amo. Primero por sus absurdas justificaciones
(que en realidad más lo acusan que lo justifican). Segundo, por su espíritu
atemorizado y su carácter vago, que no ha hecho nada por obtener –siquiera-
intereses de lo que había recibido. Ya que no era capaz de rebajar sus
cualidades, al menos, mantenerlas…, ¡no ceder, no darse por inútil! Al final es que no ha hecho nada por el
Reino.
La vida está llena de diferentes
tipos de personas, con diferentes cualidades, de procedencias dispares, en
mejores o peores circunstancias. Pero ninguna es incapaz e inútil para caminar
activamente hacia el encuentro con Dios.
HAY QUE CAMINAR Y HACER FRUCTIFICAR LOS DONES RECIBIDOS.