jueves, 31 de diciembre de 2015

ZENIT: Última Audiencia

El santo padre Francisco realizó este miércoles, la última catequesis del año en la plaza de San Pedro, delante de miles de fieles y peregrinos, en la cual recordando las fiestas navideñas y la infancia del Niño Jesús.  Invitó a cuidar a los pequeños, a dedicarles tiempo, poniendo de lado nuestra pretensión de autonomía.
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Es un día un poco frío...
En estos días navideños nos encontramos delante al Niño Jesús. Estoy seguro que en las casas tantas familias han hecho el pesebre, llevando adelante esta bella tradición que se remonta a san Francisco de Asís y que mantiene en nuestro corazón vivo el misterio de Dios que se hace hombre.
La devoción al Niño Jesús es muy difundida. Muchos santos y santas la han cultivado en su oración cotidiana, y han deseado modelar la propia vida con aquella del Niño Jesús.
Pienso en particular a santa Teresita de Lisieux, que como monja carmelita tomó el nombre de Teresa del Niño Jesús y del Santo Rostro.
Ella que es también doctora de la Iglesia, ha sabido vivir y dar testimonio de aquella 'infancia espiritual' que se asimila justamente meditando --siguiendo la escuela de la Virgen María-- la humildad de Dios que por nosotros se ha hecho pequeño. Y esto es un misterio grande. Dios es humilde. Nosotros somos orgullosos, llenos de vanidad y nos creemos una gran cosa, somos nada. Él es grande, es humilde y se hace niño. Esto es un verdadero misterio, Dios es humilde. Esto es hermoso.
Hubo un tiempo en el cual, en la persona divina-humana de Cristo, Dios ha sido un niño, y esto debe tomar un significado peculiar para nuestra fe. Es verdad que su muerte en la cruz y su resurrección son la máxima expresión de su amor redentor, pero no nos olvidemos que toda su vida terrena es revelación y enseñanza.
En el período navideño recordemos su infancia. Para crecer en la fe tendremos necesidad de contemplar con más frecuencia al Niño Jesús.
Claro, no conocemos nada de este período de su vida. Las raras indicaciones que tenemos se refieren a la imposición del nombre después de ocho días de su nacimiento, la presentación en el Templo, y después la visita de los Reyes Magos con la siguiente fuga a Egipto.
Después hay un salto hasta los doce años, cuando con María y José, Jesús va en peregrinación a Jerusalén para la Pascua y en cambio de regresar con sus progenitores se detiene en el Templo para hablar con los doctores de la ley.
Como se ve, sabemos poco del Niño Jesús, pero podemos aprender mucho sobre él si miramos la vida de los niños. Es una hermosa costumbre de los papás, de los abuelos que miran a los niños y saben que es lo que hacen. 
Descubrimos, sobretodo que los niños quieren tener nuestra atención. Ellos tienen que estar en el centro, ¿por qué? ¿Porque son orgullosos? No, sino porque necesitan sentirse protegidos. Es necesario también que nosotros pongamos a Jesús en el centro de nuestra vida y saber que, aunque parezca paradójico, tenemos la responsabilidad de protegerlo. Quiere estar en nuestros brazos, desea ser acudido y poner su mirada en la nuestra.
Además, hacer sonreir al Niño Jesús para demostrarle nuestro amor y nuestra alegría porque él está en medio de nosotros.
Su sonrisa es el símbolo del amor que nos da la certeza de que somos amados. A los niños, además, les gusta jugar. Entretanto hacer jugar a un niño significa abandonar nuestra lógica para entrar en la suya. Si queremos que se divierta es necesario entender lo que a él le gusta. 
Es una enseñanza para nosotros. Delante de Jesús estamos llamados a abandonar nuestra pretensión de autonomía --y este es el centro del problema, nuestra pretensión de autonomía-- para acoger en cambio la verdadera forma de libertad que consiste en conocer a quien tenemos adelante y servirlo. Él es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Ha venido entre nosotros para mostrarnos el rostro del Padre rico de amor y misericordia. Estrechemos por lo tanto entre nuestros brazos al Niño Jesús y estemos a su servicio: Él es fuente de amor y de serenidad. Y será una hermosa cosa si hoy, cuando volvamos a casa, ir cerca del pesebre y besar al Niño Jesús y decirle: "Jesús, quiero ser humilde como tu, humilde como Dios", y pedirle esta gracia".
"Invito a rezar por las víctimas de los desastres que en estos días han afectado a Estados Unidos, Gran Bretaña y Sudamérica, especialmente Paraguay, donde han causado desgraciadamente víctimas, muchos desplazados e ingentes daños. Que el Señor consuele a aquellos pueblos y que la solidaridad fraterna los auxilie en sus necesidades".

31 dic.: ES LA ÚLTIMA HORA

Liturgia
          Siempre me ha causado impresión la 1ª lectura del último día de año: 1Jn 2, 18-21 parece una premonición: Hijos míos, es la última hora. Yo trasladaría el sentido al momento presente de cada uno de nosotros, y sentiría como “campanadas de FIN DE AÑO” (muy distintas de las que anuncian un año nuevo y se viven como jolgorio y fiesta). En esas otras “campanadas” yo siento como una parada que nos hace la Palabra de Dios para decirnos: ¿Y si hoy y ahora fuera el final? Hijos míos, es la última hora… Muchos “anticristos” han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es la última hora. Salieron de entre nosotros…. ¡Éste es el aldabonazo!: que no hubo que esperarlos venir de fuera. Que no están “lejos”. Que lo que hace falta es el examen sincero de conciencia para descubrir esos “anti-Cristos”…, esas realidades anti-Evangelio que se cuecen en el alma “de nosotros”.
          Y de verdad digo que no pretendo hacer tragedia ni culpabilizar. Lo que me habla dentro es lo lejos que quedan las vidas nuestras de los principios que sabemos y defendemos…, pero que luego no vivimos y camuflamos para no entrar dentro de nuestra propia realidad. Lo que digo es que una mirada y contacto con nuestro ambiente de personas que nos profesamos cristianas, nos deja una sensación de actitudes amorfas, de “flirteos” con la verdad, de carencias que son mucho más llamativas en la práctica de lo que nos aparece a bote pronto de la conciencia. Lo que digo es que las confesiones son cada día menos de frente, más espaciadas, menos detalladas, más genéricas, menos hechas sobre un mínimo esquema de examen de conciencia.
          Nos acogeremos al párrafo final de esa lectura de hoy, cuando San Juan exhorta: en cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo sabéis. Os he escrito esto no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.
          En el Evangelio, de nuevo el prólogo de San Juan, en el que se insistirá en que Cristo Jesús es la Palabra y la luz verdadera…, lleno de gracia y de verdad. Creo que el acento ha de ponerse en esa VERDAD que no sólo es Dios sino cuanto vivamos honradamente reflejando la verdad de Dios.
          Junto a la reflexión de “la última hora” que nos haga reaccionar para plantear un futuro más profundo de nuestra respuesta cristiana, la “última hora” debe ser también un momento de parada y acción de gracias. Porque si echamos una mirada al año y sabemos espigar las cosas buenas que sucedieron en nuestro entorno, o que nosotros mismos hicimos y vivimos, también podemos encontrar un brazado de realidades que nos han satisfecho, que nos han ayudado… Un ramillete de obras buenas que hicimos y que sería absurdo pretender ocultarlas bajo una falsa capa de humildad.
          Dios hizo maravillas en nuestra pequeñez. Y “maravillas” son las cosas pequeñas que vivimos cada día. Como aquella niña que, preguntada por las nuevas 8 maravillas del mundo, dijo: poder oler, poder gustar, poder ver, poder oír, poder sentir…
          En efecto, hay miles de pequeñas grandes cosas que suceden cada día y en las que no tomamos expresa conciencia porque son “normales”. ¡Pero cuánta maravilla hay en esa normalidad!
         
          MUY FELIZ AÑO

Y NO SOLO “ENTRADA”, COMO SUELE DECIRSE.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

30 dic.:Un día en Belén

Liturgia
          Ana es la mujer del Templo que hoy saca San Lucas en su costumbre de ir siempre compensando en su evangelio un hombre y una mujer (2, 36-40). Reúne una serie de valores que llaman la atención: muy anciana, viuda muchísimos años, no se apartaba del Templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Se acerca en aquel momento y da gracias a Dios y habla del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
          En la 1ª lectura San Juan (1ª, 2, 12-17) exhorta a todos sus fieles –“hijos míos”- y por separado a padres, a jóvenes…, porque ellos han conocido a Dios y son fuertes por la Palabra de Dios, todo tan al contrario del mundo que se asienta sobre el dinero, el placer y el dominio…, codicias y arrogancias, pasiones que se oponen a la voluntad de Dios. El que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre-
RELATOS DE NAVIDAD
          No me resigno a no vivir siquiera un día en aquella casa de Belén, y observar allí, en mi rincón, en espíritu de oración la vida de aquel matrimonio en su desenvolvimiento habitual.
          Era muy temprano. María, que dormía con su hijo muy cerquita, se ha despertado ya. Llama a José. Y tras los primeros pasos propios de un despertar, los dos se ponen juntos –de pie y en la dirección de Jerusalén- a hacer sus oraciones matutinas, mientras el Niño duerme todavía. Rezan bajito para no despertar al Niño, pero su rezo no es rutinario. Tienen unción. No simplemente “rezan”. En su pronunciar los Salmos hay una auténtica oración a Dios.
          Luego calienta María alguna jarrita de leche y entonan el cuerpo en esas horas del alba. María prepara una cesta con las viandas que había preparado el día anterior para José.
El niño empieza a gemir: es la hora de dedicarle el tiempo a él: tomarlo en los brazos, asearlo, darle el pecho... José aprovecha el momento para salir por el agua y dejarle preparado a María lo que va a necesitar. Y sale después hacia la plaza para estar allí temprano para conseguir algún trabajo. El niño se ha vuelto a quedar dormido. María va a mullirle un poquito el colchón (o lo que hace de colchón) y vuelve a acostarlo. Y comienza sus labores domésticas.
Ahora está sola. Vive con gozo su silencio. Puede dejar de hacer algo y quedarse contemplando al Niño. Y casi que siente escalofríos al pensar el misterio que se les ha encomendado. Con un mínimo de retrospectiva, ¡cuántos pasos misteriosos ha dado ella hasta aquí! Primero los dio sola. Luego, con José, compañero tan valioso de aquellas maravillas y sufrimientos, gozos y alegrías. Y mira al Niño, su niño, su hijo…, su –otra vez hay que decirlo- su misterioso hijo…, que ella concibió sin poder saber ni cómo…, y en el que hoy, allí en su silencio, puede contemplar como Hijo del Dios Altísimo…, Dios de Dios. Es para perder el juicio. Ella tiene allí bajo su techo ¡a Dios!, ella lo está mirando, ella lo cuida, ella es su madre… María ha dejado lo que tenía en las manos y se ha quedado mirando de hito en hito… Es algo inconmensurable… Se le va el alma. Vuelve a elevar al Cielo su Magníficat, porque se siente anonadada, emocionada, alegre que no cabe dentro de sí… Y allí se hubiera quedado viendo a aquel “angelito” dormir… ¡Pero es que es mucho más que un “angelito”! El que allí duerme es el Hijo de David, cuyo reinado no tendrá fin… (así se lo anunció el ángel), si bien es verdad que hoy son unos pobres forasteros en una casita pobre de Belén.
Tenía que seguir su labor: amasar el pan, cocerlo, limpiar la casa, preparar la comida de hoy y la de mañana para José. Y alternar con nuevas tomas del Niño y nuevos cuidados… Lo que hace cualquier madre de familia con un niñito de pocos días.
José había encontrado trabajo un poco lejos. En cuanto dé de mano y cobre su jornal emprenderá ilusionado el regreso a casa. Y su llegada es una alegría para él y para María. Un aseo para estar presentable tras la jornada de trabajo, oraciones de la tarde para agradecer a Dios todo lo bueno de ese día… Y luego hablar entre ellos, contarse cómo fue el día, las cosas vividas junto al Niño… ¡Gustaban tanto de conversar juntos! ¡Y tenían tantas realidades profundas que compartir…! Porque el día por fuera era la materialidad de las horas, los trabajos…, pero para ellos había una médula interna que era el verdadero sentido de las cosas.

Entre rato y rato de ellos, venía el que “reclamaba” para sí el infante…, momentos que José disfrutaba de lo lindo porque era verlo fuera del sueño y del jergoncito… Era verle los ojos, mirarle la boquita, deleitarse con sus facciones… Era otra vez encontrarse ante lo sublime que quiere estar dependiendo de los cuidados de unos padres. Y eso les lleva a meditar más aún que con los Salmos que han rezado, pues ahí delante, con ellos, cuidado por ellos, ¡tienen al Dios de los Salmos! Y aquella pareja, aquellos padres, se quedan entonces en silencio: no caben palabras. Lo único que queda es adorar.

Los próximos días saldrá un poquito más tarde la reflexión del blog. Pero intentaré estar fielmente con los seguidores del mismo.

martes, 29 de diciembre de 2015

29 dic.: La verdad del amor

Liturgia
          Sigue la 1Jn (2, 3-11) que –dedicada a exponer el mandamiento del amor- primero se detiene en un test de sinceridad interior, porque sería mera filantropía hablar de amor si no quedara antes muy claro el grado de honradez del alma ante sí misma y ante Dios. Ayer hablaba de la mentira que es decir que “yo no tengo pecado”, y cómo esa mentira llega a “crear” un dios mentiroso. Hoy remacha la idea de la conciencia del individuo ante los mandamientos de Dios. Y podremos decir que conocemos a Dios si guardamos sus mandamientos. Quien dice: “yo le conozco” pero no guarda los mandamientos, es un mentiroso. Es menester que hoy se enfrenten honradamente a esta presentación los muchos que viven ya al margen de esos mandamientos de Dios…, al margen de sentirse y reconocerse pecadores. Son personas revestidas de mentira, por mucho que pretendan ser ellos los que han descubierto la “nueva verdad” de la vida. Porque quien dice que permanece en él (quien dice que cree en Dios) debe vivir como vivió Él.
          Y puestas estas mimbres, se puede confeccionar el cesto del amor al prójimo (de la solidaridad, del compartir…, que son fórmulas actuales de traducir la mano tendida al hermano). Y aunque crea el mundo moderno que ha descubierto esa “novedad”, es un mandamiento antiguo de la Palabra que habéis escuchado…, de la luz que brilla ya en el horizonte cristiano.
          Y quien dice que está en la luz y aborrece al hermano, está aún en las tinieblas…, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
          Es un dilema: o este hombre moderno sabe amar, y entonces no se explica que deje tan de lado a Dios, o tras todos esos movimientos solidarios humanistas hay un egoísmo solapado que carece de amor, porque carece de la fuente que es Dios. Y el tercer palo de ese “dilema” es que el hombre que pretende prescindir de Dios, en el fondo está adorando a ese Dios en el servicio solidario al hermano.
          En el Evangelio (Lc 2, 22-35) se han acabado los relatos bíblicos de Navidad y se avanza ya en la idea de la presentación el Niño en el Templo, de acuerdo con la Ley. Y el encuentro de María y José con un hombre y una mujer, personas muy religiosas que viven alrededor del Templo, y que esperaban la llegada del Mesías. Lucas, según su costumbre, pone siempre esa duplicidad de hombre y mujer, saltándose así el sentido “patriarcal” judío por el que sólo los hombres ocupan el centro de la historia. Aquí es Simeón, el que toma al niño en sus brazos y profetiza por una parte que ese Niño será alguien ante quien se dividan los corazones; y por otra –que es consecuencia evidente- una espada atravesará el alma de María, su madre.
          La liturgia deja el relato de Ana para el día siguiente.

RELATOS DE NAVIDAD
          José y María se han instalado en aquella casita que les acoge en este momento. Sitúan sus pocos enseres y acomodan un lugar para acostar al Niño. María adecenta lo mejor que puede aquella estancia y la vida de la familia se normaliza dentro de la precariedad de medios con que cuentan.
          José se va por las mañanas temprano a la plaza para ver si es llamado a algún trabajo y puede regresar por la tarde con la alegría de llevar un jornal con que ir costeando los gastos normales de manutención, limpieza, atención al recién nacido.
          Quizás al amanecer era quien iba a traer el agua, aunque no fuera lo normal en los varones, pero alguien tenía que traerla y María no podía hacerlo durante esos cuarenta primeros días.
          María hace sus cosas en la casa entre cada toma del Niño y vive pendiente de él. No sale a la calle porque guardaba su cuarentena, algo que se ha extendido en la historia a través de siglos. Para el mundo judío era una “impureza” legal que llevaban sobre sí las madres recién paridas, y no debían salir de sus casas hasta el momento en que fueran llevando al primogénito para presentarlo en el Templo.
          Que esa era una razón muy poderosa para que aquella familia permaneciera en Belén, porque desde allí les venía más a la mano la ida al Templo de la Ciudad santa.

          Por lo demás, aquellos esposos soñaban ya con el regreso a su casa de Nazaret, lo que planteaban para lo inmediatamente después del ritual de presentación del Niño. Y que de hecho San Lucas así narra la vuelta en cuanto han cumplido con aquella ley.

lunes, 28 de diciembre de 2015

28 dic.: Los Santos Inocentes

Liturgia. Los Santos Inocentes
          La 1ª lectura no va con la fiesta sino que empieza la 1ª carta de San Juan: 1,5-2,2 (en realidad hubiera empezado ayer si no hubiera sido domingo). Ya se sabe que es una carta dedicada a mostrar el mandamiento del amor. Por asertos y contraposiciones. Dios es luz…(es Gracia); si vivimos en la oscuridad (pecado), somos mentirosos. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Si confesamos nuestros pecados, Jesucristo nos lavará los delitos y nos perdonará. Si decimos que no hemos pecado le hacemos a Él mentiroso y no poseemos su palabra. Si alguno peca, Jesucristo aboga por nosotros ante el Padre.
          Ya podemos pensarlo…
          El evangelio es la persecución de Herodes que narra San Mateo (2, 13-18) por la que manda matar a los niños de Belén para así acabar con el recién nacido rey de los judíos. Un angel de Dios advierte a José con mandato muy escueto: levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto, porque Herodes busca al Niño para matarlo. José cumple la orden al pie de la letra. Los niños de Belén, de dos años para abajo caen bajo las espadas de los esbirros del rey. Son los santos más jóvenes, que murieron por la causa de Jesús. Y la Iglesia los celebra en esta fiesta, dentro del ciclo de la Navidad.

RELATOS DE NAVIDAD
          Cuando se marcharon los pastores, José y María quedaron emocionadamente aturdidos… ¡Qué cosas hace Dios! Repasaron los hechos que acababan de vivir, comentaron con admiración aquello que habían vivido, y miraron al Niño con una mirada que trascendía la pequeñez del infante, y dijeron mientras lo miraban fijamente: ¡Qué cosas tienes…! Luego se recogieron en el silencio de la noche. No había nada que les inquietara, y se dejaron vencer por el sueño, en ese característico sueño de las madres que escuchan durmiendo los latidos y la respiración del hijo. José dormía y vigilaba, situándose cerca de la entrada, como el que posee un tesoro que no puede dejar de atender.
          Y así transcurrió el resto de la noche. Es posible que a José le despertara el paso de algún transeúnte nocturno que no hizo mayor caso de los vecinos de aquella cueva de pastores. O que le hiciera perder el sueño el frío que se metía por todas las rendijas. Se interesó por si María necesitara algo de más abrigo pero María estaba descansando arrebujada en aquella manta que echaron al cargar la mula en Nazaret. También es verdad que José dormía poco porque su pensamiento se iba a lo que debería intentar cuando amaneciera,  porque era lógico que no iban a quedarse allí en el establo, sino que habría que buscar ya una habitación en la que vivir más decorosamente en el pueblo.
          A la mañana siguiente, cuando empezó a alborear, José se puso en pie. Aguardó que María estuviese despierta y le confió su pensamiento: Me da apuro dejarte sola pero también es necesario dar solución a nuestro caso. O al menos así me toca intentarlo. María estaba de acuerdo y calentaron alguna cosa con la que entonar el cuerpo, y María aderezó sus cabellos. José tomó la mula y el bastón y se puso en camino. Había que aprovechar las primeras salidas de las gentes a la plaza del pueblo, para acogerse a la solución más oportuna y económica. Y a la vez, intentar algún trabajillo con el que poder ir costeando el día a día. Apalabró una pequeña casita en los aledaños de Belén, y partió rápidamente hacia el lugar del nacimiento. Lo primero era sacar de allí a María y al Niño y darles un techo y un abrigo.
          Llegó José con la alegría reflejada en el rostro. María se lo notó enseguida. Y José le explicó cómo había dado con aquella muy pequeña casa y que se habían arreglado en un precio que él podría ir abonando con el trabajo que pudiera ir consiguiendo cada día. Había encontrado acogida y podían mirar con optimismo los días que fueran a pasar allí.

          María le contó la mañana del nene, que había tomado el pecho muy bien y se había vuelto a quedar dormido. Ahora podía recoger junto a José las pocas cosas que habían de llevar, y las cargaron en la borriquita. Cuando tuvieron todo en orden, María tomó al Niño, lo abrazó junto a su pecho, y José le ayudó a subir a la mula. Era poca distancia. Echaron una mirada a aquel lugar que para ellos era ya casi sagrado. Pensaron en los pastores que –si volvían- ya no hallarían a nadie. También dieron gracias al Cielo porque les había protegido y por los diversos misterios que habían vivido en tan pocas horas… Parecía que habían acabado de llegar buscando posada, y sin embargo ya volvían… Con la gran nueva de que con ellos llevaban al Niño.

domingo, 27 de diciembre de 2015

ZENIT 27 dic.: En la fiesta de la Sagrada Familia

Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos familias que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2,41-52).
Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos han puesto en camino para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Es más, podemos decir que la vida de la familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones.
Por ejemplo, cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones, y esta es una peregrinación, la peregrinación de la educación a la oración. Y también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos; y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a Jerusalén, ciertamente han rezado cantando con las palabras del Salmo: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2).
Qué importante es para nuestras familias peregrinar juntos, caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor, --como hicieron Elcaná y Ana, José y María-- para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña en la peregrinación de todos los días.
Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. También forman parte de la peregrinación de la familia estos momentos que, con el Señor, se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo, de demostrar el amor y la obediencia.
Que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana sea un lugar privilegiado de esta peregrinación en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Pobres de nosotros, si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.
No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón. Os encomiendo a vosotras, queridas familias, esta peregrinación doméstica de todos los días, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más necesidad que nunca.

27 diciembre: SAGRADA FAMILIA

LA SAGRADA FAMILIA
Liturgia
          Las Misas de Navidad han recordado a José, obediente al ángel que le avisa en sueños. A maría, que conservaba en su corazón y meditaba; a JESÚS, como el centro mismo de la Navidad, porque entre nosotros ha nacido el Hijo de Dios. Hoy se recopila toda la secuencia y se pone delante a LA SAGRADA FAMILIA: la mirada a los tres juntos, y a su relación recíproca.
          Es una fiesta para tomarla muy en consideración en los momentos actuales en los que ha sufrido menoscabo muy fuerte la institución familiar. Mira, pues, a LA FAMILIA como objeto directo de este día. Una familia que se concreta en la relación entre los esposos, como primera célula familiar. Los padres y los hijos entre sí. Las mutuas relaciones de unos para con los otros. Los padres mayores, a los que hace expresa referencia la 1ª lectura, indicando la delicadeza con ellos, aunque ya –en muchos casos- no conserven sus plenas facultades. (Ecclo 3, 3-7. 14-17)
          La 2ª lectura (Col 3, 12-21) es una joya para explicar y expresar la vida familiar: ha de vivirse con misericordia entrañable, bondad, dulzura, humildad, comprensión. Y no puede perderse de vista ninguno de esos datos, porque unos llaman a los otros y los hacen posibles. Una familia así es una familia feliz, es una auténtica familia. Imaginar blo contrario (faltar alguno de esos datos) es estarse situando en una situación familiar en la que hay tensiones e incomprensiones. Y donde fácilmente se produce la desestructuración, que viene a romper la psicología de los hijos, a los que se les da por supuesto que son difíciles, pero en los que muchas veces se están reflejando las tensiones que viven sus padres. Y de padres que son egoístas surgirán hijos egoístas, y familias rotas. Dirijo, pues mi fuerte reflexión a los padres, a los esposos, al clima y ambiente en el que esas características de San Pablo se dan o no se dan.
          Pero con un realismo muy grande San Pablo deja la posibilidad de fallos en ese entramado de relación. Y entonces recurre a un aspecto muy necesario: el de saber sobrellevarse en momentos difíciles, dando por supuesto que el error es siempre posible. Pero entonces cabe –incluso- la necesidad de perdonarse cuando alguno tiene quejas del otro. Porque en una relación diaria siempre es posible equivocarse. Pero es que sobrellevarse y perdonarse es posible cuando hay amor como cinturón que une profundamente, porque ese amor es el que produce el sentimiento de unidad familiar.
          Pero avanza Pablo en la idea: ese amor es posible cuando hay PAZ. Cuando los esposos tienen paz, cuando la relación padres-hijos se desenvuelve en clima de paz… Y tiene valor supremo cuando es la paz de Cristo la que hace de árbitro y vigilante en los corazones. Y lo será fehacientemente cuando la Palabra de Cristo habita en el alma de cada uno en toda su riqueza…, CUANDO JUNTOS ORAN, JUNTOS PARTICIPAN DE LA EUCARISTIA…, cuando juntos dan gracias a Dios. Porque entonces es el propio Cristo quien actúa de colchón que atempera las situaciones diferentes por las que pasa una familia.
          El Evangelio es muy significativo en ese sentido del conflicto. Jesús se ha quedado en el Templo sin avisar. Sus padres sufren la angustia de esa situación y han de buscarlo. Lo encuentran y María se siente en la responsabilidad de llamarle la atención al adolescente. Es su obligación. El hijo responde con una palabra que no alcanzan a comprender ni José ni María. Pero no se incomoda ninguno. María lo guarda en su alma para ver de comprender más tarde. Y el niño se une a sus padres en el regreso a Nazaret, con todas las características de un adolescente de buena índole y buena familia: obedeciendo, creciendo en su edad y mejorando en su formación humana, en sus características de bondad y religiosidad. Todo se ha resuelto como una seda en una familia donde Dios está presidiendo la vida familiar, la educación familiar, las relaciones familiares. Y donde todo lo que hacen y dicen es todo mirando a Dios, dándole gracias.

          Hoy nos acercaremos a la Eucaristía. Unas familias con el gozo de tener a sus hijos en el mismo camino. Otras, en el dolor de un alejamiento de los hijos, o de alguno de los esposos… Sea el momento de la Eucaristía la gran ocasión para sobrellevarse, perdonar y amar, y tender la mano y el corazón para DAR LA PAZ a todos los otros miembros de la familia, aunque hoy pueda contarse con ellos en el mismo acto de comunión sacramental. ¡Pero sí en la comunión de amor y sentimientos que debe presidir toda familia!

sábado, 26 de diciembre de 2015

ZENIT 26 dic.: Nacemos del perdón de Dios

En la fiesta de san Esteban, el primer mártir de la Iglesia, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la fiesta de san Esteban. El recuerdo del primer mártir sigue inmediatamente a la solemnidad de la Navidad. Ayer hemos contemplado el amor misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer ha nacido en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo.
Hay un aspecto particular en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a san Esteban al Señor. Es su perdón antes de morir lapidado. Jesús, clavado en la cruz, había dicho: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; de modo semejante, Esteban “poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’”. Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo el que se comporta come Él: el que reza, el que ama, el que da, pero, sobre todo, el que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.
Pero --podríamos preguntarnos-- ¿para qué sirve perdonar? ¿Es solo una buena acción o conlleva resultados? Encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; este perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla. Poco después Saulo se convirtió en Pablo, el gran santo, el Apóstol de los gentiles. Había recibido el perdón de Esteban. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban.
También nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no solo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. Cada paso hacia adelante en la vida de la fe lleva impreso al inicio el signo de la misericordia divina. Porque solo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez. Recordémoslo, nos harán bien: si queremos avanzar en la fe, ante todo es necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre, que está dispuesto a perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando sana el corazón y reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque solo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar.
Pero perdonar no es una cosa fácil, es siempre muy difícil. ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar para disculpar las pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? Ante todo por la oración, como ha hecho Esteban. Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios: ‘Señor, te pido por él, te pido por ella’.
Después se descubre que esta lucha interior para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. ¡Es tan feo vivir en el rencor! Cada día tenemos la ocasión para entrenarnos a perdonar, para vivir esto gesto tan alto que acerca al hombre a Dios. Como nuestro Padre celestial, nos convertimos, también nosotros en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio.
Que la Virgen María, a quien encomendamos a aquellos --y por desgracia son muchísimos-- que como san Esteban padecen persecuciones en nombre de la fe, nuestros mártires de hoy, oriente nuestra oración para recibir y donar el perdón. Recibir y donar el perdón.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Obispo de Roma:
Queridos hermanos y hermanas,
Os saludo a todos los peregrinos, procedentes de Italia y de varios países. Renuevo a todos mi deseo de que la contemplación del Niño Jesús, junto a María y José, pueda suscitar una actitud de misericordia y de amor recíproco en las familias, en las comunidades parroquiales y religiosas, en los movimientos y en las asociaciones, en todos los fieles y en las personas de buena voluntad.
En estas semanas he recibido muchos mensajes con felicitaciones desde Roma y desde otras partes. No me es posible responder a cada uno. Por lo tanto, expreso hoy a todos mi vivo agradecimiento, especialmente por el regalo de la oración.
El papa Francisco terminó su intervención diciendo:
Feliz fiesta de san Esteban. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 

26 diciembre: Pastores

Liturgia: San Esteban
          El primer mártir de la fe cristiana. El primero entre la fila interminable de cristianos que murieron por su fidelidad a Jesús y a la doctrina de Jesús. Y siguen muriendo. La lectura 1ª narra el martirio del santo (Hech. 6, 8-10; 7, 54-59).
          En el Evangelio (Mt. 10, 17-22) el anuncio de Jesús sobre las persecuciones que padecerán sus seguidores.

          Evidentemente todo eso muy despegado del ambiente interior que llevamos dentro en estos días, centrado en el portal de Belén.

RELATOS DE LA NAVIDAD
          El Niño ha nacido. María y José viven ahora mismo volcados en el niño. Sobre la realidad tan gozosa de un bebé, el misterio de aquel nacimiento. El misterio del momento en sí y el enorme misterio de quienes sabían que el engendrado en el seno de María era el Hijo del Altísimo. Es un momento en que no se sabe si toca acoger al infante, y ponerle los pañales y abrazarlo…, o adorarlo. Y en un sentimiento constante de lo uno y lo otro, María abraza al niño; José le coge los piesesitos, María y José lo besan y juntamente se vuelven a Dios y rinden sus personas ante él… Ante Dios…, pero es que es también Dios aquel niño que tienen entre sus brazos. Jose pone la mano sobre el niño con inmensa reverencia y con el cariño paternal…; ¡que ahora mismo es muy difícil saber dónde está la primacía! María lo recuesta en el pesebre, y ambos quedan inclinados contemplando a Jesús…, en admiración y adoración. Están al mismo tiempo sirviendo y queriendo escuchar…
La liturgia de la Navidad ya nos pone el texto de Pablo en que se dice que apareció la Gracia de Dios enseñándonos. Porque la realidad es que ese Niño enseña. Es una lección abierta de Dios: sin lugar concreto para nacer…, porque Jesús no es de nadie en concreto y es de todos y para todos. Nace en un lugar de pastores y sin puertas para que entre todo el que quiera y, a más pobre, sintiéndose más en sus casa. Solo, sin que nadie lo sepa, y a su vez acompañado de los ángeles que dan a conocer su nacimiento. Entre pañales, vestiduras de un recién nacido, sin más connotaciones.
Y, en efecto, aquella nube de ángeles cantores que aparece a los pastores que velaban sus rebaños a poca distancia, para anunciarles la GRAN NOTICIA que es, además, noticia directa para ellos: que en la ciudad de Belén os ha nacido un niño, que es el Salvador, el Mesías, el Señor. Y ante aquellos atónitos hombres el ángel les está invitando claramente a pasar a verle: encontraréis un Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. ¡Era su ambiente!, el de ellos. El Mesías, el Señor, había venido a nacer en ese ámbito tan sencillo que ellos, los pastores, podían acudir a verlo.
Y dejando de guardia al que –por suertes (¡mala suerte!)- le tocó quedarse al cuidado de los rebaños, los demás se dispusieron a ir a ver lo que se les había anunciado. Alguno comentó que una familia que se ha alojado en un establo debe ser una familia necesitada, y que deben llevar algo. Y uno toma un requesón, otro un vellón de las ovejas, otro una zalea, otro toma leche que tenia ordeñada…, y así van reuniendo unas cuantas cosas de primera necesidad y así se ponen en camino.
No les costó demasiado dar con el lugar por aquel rescoldo que había encendido a la entrada, con el que Jose se había calentado y había dado un poquito de calor al lugar.
Desde dentro ya se había puesto en guardia José, ante el murmullo de hombres que se acercaban y que venían muy derechos hacia el lugar. ¿Quizá a reivindicar sus derechos de aquel establo? Podría darles la explicación de que no habían tenido más remedio que alojarse allí…
Los hombres se presentaron con toda humildad y saludaron con toda reverencia: ¡habían recibido aviso de ángeles, y venían a adorar al Niño! José se quedó de una pieza. María oyó desde dentro y se le vinieron las lágrimas a los ojos: ¡Dios había preparado su propia fiesta!

José se hizo a un lado y los dejó pasar y se quedó en segundo plano y observó con enorme devoción: los pastores se arrodillaron, adoraron, se sintieron transidos ante la vista del Mesías, ¡del Señor! Y con la mayor sencillez ofrecieron sus pobres dones y contaron todo lo que les había ocurrido mientras guardaban sus ovejas… Y María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón… Es que si no es así, es para quedarse paralizado.

viernes, 25 de diciembre de 2015

25 dic.: Mensaje de Navidad

El papa Francisco, en el día de la Solemnidad del Nacimiento del Señor, desde la Logia central de la Basílica Vaticana, ha dado su tradicional mensaje navideño y ha impartido la bendición Urbi et Orbi. De este modo, este 25 de diciembre, el Pontífice ha recordado que “sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella”.
Asimismo, ha deseado que “los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía”.
También ha pedido que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre acallar el fragor de las armas en Siria. Igualmente urgente es --ha observado-- que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país.
El Santo Padre ha exhortado a que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, “tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana”, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros.
Asimismo ha recordado a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, “particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez”. El Papa ha pedido paz para las poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que “se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca”.
Unas palabras también para Ucrania, deseando que la Navidad “ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto” e “inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país”. Del mismo modo ha pedido que la alegría de este día “ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz”.
El papa Francisco ha tenido presente a los más indefensos, los niños soldado, las mujeres que padecen violencia, las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico. Que no falte nuestro consuelo --ha pedido-- a cuantos huyen de la miseria y de la guerra. Así como ha deseado que sean recompensados con abundantes bendiciones todos los que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados. También ha querido que en este día, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo.

Publicamos a continuación el texto completo del mensaje del Santo Padre para la Navidad 2015:           
Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.
Cristo nos ha nacido, exultemos en el día de nuestra salvación.
Abramos nuestros corazones para recibir la gracia de este día, que es Él mismo: Jesús es el «día» luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad. El día de la misericordia, en el cual Dios Padre ha revelado a la humanidad su inmensa ternura. Día de luz que disipa las tinieblas del miedo y de la angustia. Día de paz, en el que es posible encontrarse, dialogar, sobre todo, reconciliarse. Día de alegría: una «gran alegría» para los pequeños y los humildes, para todo el pueblo (cf. Lc 2,10).
En este día, ha nacido de la Virgen María Jesús, el Salvador. El pesebre nos muestra la «señal» que Dios nos ha dado: «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Como los pastores de Belén, también nosotros vamos a ver esta señal, este acontecimiento que cada año se renueva en la Iglesia. La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt1,20). Por eso es el Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo (cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón.
Sólo él, sólo él nos puede salvar. Sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella. La gracia de Dios puede convertir los corazones y abrir nuevas perspectivas para realidades humanamente insuperables.
Donde nace Dios, nace la esperanza. Él trae la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región.
Pidamos al Señor que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada. Es igualmente urgente que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país. Que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros. Quiero recordar también a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez.              Que el Niño Jesús les dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo.  Son nuestros mártires de hoy.                 
Pidamos Paz y concordia para las queridas poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que, mediante el diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca.                    
Que la Navidad lleve la verdadera paz también a Ucrania, ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país.
Que la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz.
Donde nace Dios, nace la esperanza ̧ y donde nace la esperanza, las personas encuentran la dignidad. Sin embargo, todavía hoy muchos hombres y mujeres son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús, sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico.
Que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra, viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de su vida. Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas privadas o Estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para ellos y para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que los reciben.
 Que en este día de fiesta, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo, que son muchos, y sostenga el compromiso de quienes tienen responsabilidad públicas en el campo político y económico para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad toda vida humana.
Donde nace Dios, florece la misericordia. Este es el don más precioso que Dios nos da, particularmente en este año jubilar, en el que estamos llamados a descubrir la ternura que nuestro Padre celestial tiene con cada uno de nosotros. Que el Señor conceda, especialmente a los presos, la experiencia de su amor misericordioso que sana las heridas y vence el mal. 
Y de este modo, hoy todos juntos exultemos en el día de nuestra salvación. Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en los brazos de Jesús que nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras escuchamos el gemido del Niño que nos susurra: «Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “La paz contigo”» (Sal 121 [122], 8).

25 diciembre: Misa de Nochebuena

El santo padre Francisco presidió este 24, la misa de Noche Buena en la basílica de San Pedro celebrada con gran solemnidad.  En su homilía destacó que con la llegada del Niño Jesús la tristeza es arrojada fuera, porque la Virgen nos ofrece a su hijo como comienzo de vida nueva; que este Niño nos enseña lo que es verdaderamente importante en nuestra vida
El Papa también ha recordado que Jesús nace en la pobreza del mundo, porque no hay un puesto en la posada para Él y su familia y que en una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante. 

A continuación el texto completo: 
En esta noche brilla una «luz grande» (Is 9,1); sobre nosotros resplandece la luz del nacimiento de Jesús. Qué actuales y ciertas son las palabras del profeta Isaías, que acabamos de escuchar: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (Is 9,2). Nuestro corazón estaba ya lleno de alegría mientras esperaba este momento; ahora, ese sentimiento se ha incrementado hasta rebosar, porque la promesa se ha cumplido, por fin se ha realizado. El gozo y la alegría nos aseguran que el mensaje contenido en el misterio de esta noche viene verdaderamente de Dios. No hay lugar para la duda; dejémosla a los escépticos que, interrogando sólo a la razón, no encuentran nunca la verdad. No hay sitio para la indiferencia, que se apodera del corazón de quien no sabe querer, porque tiene miedo de perder algo. La tristeza es arrojada fuera, porque el Niño Jesús es el verdadero consolador del corazón.
Hoy ha nacido el Hijo de Dios: todo cambia. El Salvador del mundo viene a compartir nuestra naturaleza humana, no estamos ya solos ni abandonados. La Virgen nos ofrece a su Hijo como principio de vida nueva. La luz verdadera viene a iluminar nuestra existencia, recluida con frecuencia bajo la sombra del pecado. Hoy descubrimos nuevamente quiénes somos. En esta noche se nos muestra claro el camino a seguir para alcanzar la meta. Ahora tiene que cesar el miedo y el temor, porque la luz nos señala el camino hacia Belén. No podemos quedarnos inermes. No es justo que estemos parados. Tenemos que ir y ver a nuestro Salvador recostado en el pesebre. Este es el motivo del gozo y la alegría: este Niño «ha nacido para nosotros», «se nos ha dado», como anuncia Isaías (cf. 9,5). Al pueblo que desde hace dos mil años recorre todos los caminos del mundo, para que todos los hombres compartan esta alegría, se le confía la misión de dar a conocer al «Príncipe de la paz» y ser entre las naciones su instrumento eficaz.
Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada de su rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del corazón que no conoce ocaso. Este Niño nos enseña lo que es verdaderamente importante en nuestra vida. Nace en la pobreza del mundo, porque no hay un puesto en la posada para Él y su familia. Encuentra cobijo y amparo en un establo y viene recostado en un pesebre de animales. Y, sin embargo, de esta nada brota la luz de la gloria de Dios. Desde aquí, comienza para los hombres de corazón sencillo el camino de la verdadera liberación y del rescate perpetuo. De este Niño, que lleva grabados en su rostro los rasgos de la bondad, de la misericordia y del amor de Dios Padre, brota para todos nosotros sus discípulos, como enseña el apóstol Pablo, el compromiso de «renunciar a la impiedad» y a las riquezas del mundo, para vivir una vida «sobria, justa y piadosa» (Tt 2,12).
En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante. En un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda y el poner en práctica la voluntad de Dios. Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno depiedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de la oración.
Que, al igual que el de los pastores de Belén, nuestros ojos se llenen de asombro y maravilla al contemplar en el Niño Jesús al Hijo de Dios. Y que, ante Él, brote de nuestros corazones la invocación: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación» (Sal 85,8). 

25 diciembre: NAVIDAD DE JESÚS

FELIZ NAVIDAD DE JESÚS
Liturgia
          La liturgia de Navidad es de las
más ricas del Misal Romano, porque desenvuelve el Misterio en 4 formularios diversos para 4 Misas diferenciadas entre sí en el tiempo y en el mensaje.
          Misa de vísperas con el evangelio que nos trae el árbol genealógico de Jesús, según San Mateo (Jesús, el que nace, hijo de María, entroncado con David a través de José, es un hebreo que realiza definitivamente la promesa que Dios hizo a Abrahán). Jesús nace de un linaje humano y abarca todas las realidades de la realidad humana. Y concluye con el aviso a José para que acepte el misterio de su esposa virgen que ha concebido por la acción misteriosa del Espíritu Santo
          Misa de medianoche. El nacimiento en Belén. La plasmación –en San Lucas- del nacimiento de Jesús. No hubo lugar en la posada, y están refugiados en un establo. Allí nace Jesús, y allí María lo envuelve en pañales. Dios se encarga de armar la fiesta con millares de ángeles cantando y encendiendo luces en el cielo, para anunciar a unos pastores que os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor (y para un hebreo, claramente, os ha nacido en la tierra el mismo Dios).
          Misa de la Aurora: los pastores acuden a ver, a adorar, a ofrecer… Y encuentran al Niño con María su Madre, recostado en un pesebre, algo que les era tan familiar a ellos, que hacían sus vidas en aquellos establos de las afueras de Belén. Ellos se hacen mensajeros del Niño, y María –admirada- guarda en su corazón todo lo que está viviendo.
          Misa del día: pasado ya todo el misterio que se ha vivido en la tierra, la liturgia nos lleva a las alturas sublimes de la realidad que se ha verificado: ese niño del pesebre, el Mesías, el Señor, es exactamente el Hijo de Dios hecho hombre; el Verbo eterno, existente desde la eternidad en el seno mismo de la divinidad, Dios como el Padre (Jn 1), es el que ha nacido en Belén, hecho hombre como uno de los hombres.
          Es el mensajero de la gran noticia, que trae la Buena nueva y pregona la victoria, y hace que los confines de la tierra pregonen la victoria de nuestro Dios (Salmo 97). Porque Dios que en distintas ocasiones y de muchas maneras había anunciado, ahora en esta etapa final ha hablado EN EL HIJO. En efecto, este niño que no habla en Belén, es la Palabra elocuente de Dios que dice todo lo que quería Dios decir a través de los tiempos. Jesús es DIOS HABLANDO en lenguaje tan inteligible que encierra la cercanía de un niño y la elocuencia de Dios.
          En esa PALABRA, Jesús, había vida y la vida era luz para los hombres…, luz que brilla en la tiniebla.
          Lo trágico de la historia es que los hombres no la recibieron. Vino a su casa y su casa no lo recibió. Pero a los que lo recibieron, les dio ser hijos de Dios, nacidos de Dios. Y LA PALABRA PUSO SU TIENDA ENTRE NOSOTROS, y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno e gracia y de verdad.
          DE SU PLENITUD desbordante TODOS HEMOS RECIBIDO una gracia tras otra. Y los que a Dios no podíamos ver, Dios se hizo visible en el Hijo único, Niño de Belén y a la vez EN EL SENIO DEL PADRE, en ese misterio inaudito que sólo desde nuestra fe podemos gozar.
          Y esto es lo que hace NAVIDAD, lo que le da sentido a la Navidad, lo que constituye la razón de ser de la Navidad. De ahí que quede tan espantosamente desfigurado todo cuando se le desposee de ese valor, cuando se le convierte en mercado de regalos, en comilonas o en “botellón”, en jaleo vacío, en puro jolgorio… Cuando queda ya eliminado para un inmenso número de personas toda connotación religiosa. En realidad se le ha vendido humo a una sociedad inculta que carece de sentido espiritual y se alimenta de aire.

          Para los creyentes LA NAVIDAD sigue centrada en el enorme misterio de un Dios hecho hombre, que se decidió un día a VIVIR ENTRE NOSOTROS nuestra vida, y asumir cada realidad humna para llenarla de contenido.

jueves, 24 de diciembre de 2015

24 dic: Hacia la medianoche

Liturgia
          David, el rey belicoso, envuelto en mil batallas, se ha establecido finalmente y tiene sus reinos en paz. (2Sam 7, 1-5. 8-11. 16). Y ahora el rey tiene la serenidad para ver que él vive en casa de cedro mientras el arca de Dios vive en una tienda. Es el momento de construirle a Dios un Templo. El profeta Natán se lo aprueba. Pero Dios se dirige a Natán y le comunica un mensaje para David: Yo te he bendecido; te he entregado el reino, y te añadiré más todavía. Pero tú no serás quien me construya el Templo. El TEMPLO que durará siempre no será obra humana, pero “será construido” en tu casa y reino.
          Estaba anunciándose ese TEMPLO que sería el Mesías de Dios, Jesús, el Hijo del Altísimo, descendiente de la casa de David.
          Por eso Dios es declarado bendito y Santo en el canto de acción de gracias de Zacarías, que ha explotado en acción e gracias a Dios porque ha visitado y redimido a su pueblo en la casa de David. Esa visita de Dios libera a Israel de sus enemigos, que le odian, y expresa la inmensa misericordia de Dios con la humanidad, a la que libra de temor y le concede servir a Dios en bondad y santidad.

RELATOS DEL ADVIENTO
          José y María viven muy unidos aquel nuevo anochecer, resguardados en aquel lugar (que la tradición cristiana ha imaginado “cueva”, “gruta”, “establo”, “portal”…). Lugar de soledad y silencio, de tranquilidad y –hay que decirlo- de misterio, porque los siglos han quedado pendientes de aquel “lugar” indefinido, representado en millones de modos y maneras… ¿Qué día? ¿Qué año? ¿A qué hora? Todo un conjunto de situaciones indefinidas, que la piedad y la historia ha ido rellenando a su manera. Cuando Zacarías habló del sol que nace de lo alto, no pudo imaginar que aquello diera “fecha” al día del nacimiento de Jesús, SOL DE JUSTICIA y santidad, que venía a eclipsar al solsticio que los romanos situaron el 25 de diciembre…, el día del “sol naciente”. ¿Qué más Sol que JESÚS, el Hijo del Altísimo que elevaba su luz y su calor en la tierra de los humanos? Y así quedó fijada una fecha clave…
          ¿De qué año? Y ahí se concentran las fechas importantes de la historia universal, como reza el Martirologio romano y los diversos pregones que han ido redactándose después. Y que vino a ser el AÑO PRIMERO  de la era cristiana. [Que por uno de esos misterios que se le escapan de los dedos a la ciencia, no es precisamente el año CERO real, porque se da el caso jocoso de que –en el cómputo bien hecho- Jesús vino a nacer 6 años antes del año CERO…, seis años “antes de Cristo”].
          ¿A qué hora? También aquí se espiritualiza el momento incomprobable del nacimiento de Jesús. Porque la “la hora” viene enmarcada por un dicho del libro de la sabiduría que se refiere a otra cosa, pero que pudo marco a esa piadosa creencia de la “medianoche”: Cuando un silencio profundo lo envolvía todo, y la noche –en su curso- llegaba a la mitad de su carrera, tu omnipotente Palabra vino desde su solio real de los cielos. De noche, a la mitad, en el silencio profundo…, la PALABRA DE DIOS HECHA HOMBRE viene a asentarse en la tierra. Y quedó la bella estampa de la medianoche.
          Lugar: Palestina. Judea. Belén. Donde hay un pesebre (lo que suscita un establo, una cuadra, un lugar de ganados.
          Ahí tenemos a José y a María. Ahí, a la espera. ¿Y no previnieron el nacimiento con la presencia de una comadrona? Todo se ha pensado y la realidad es lo único que cuenta: que Jesús vino a nacer virginalmente, y como bella y profundamente expresa el Catecismo de Astete: salió Jesús del claustro materno como el rayo del sol pasa por el cristal, sin romperlo ni mancharlo.
          Cuando esta medianoche próxima nos situemos ante el pesebre, todas las elucubraciones habrán pasado a último plano porque lo que tendremos delante es –nada menos- que Dios ha abierto sus ojos en la tierra…, que el Hijo del Dios Altísimo es un Niño recién nacido, impotente, infante, in-útil, que no puede valerse por sí mismo, y que depende totalmente de las manos humanas y del cariño y delicadeza de unos padres pobres, que no han tenido para dar un mejor alojamiento, pero que tienen a Dios con ellos, y que ellos se han dejado llevar por Dios.

          María abrazó al Niño durante un rato, dándole calor y mucho amor, y que Jesús se sitió bien en los brazos de José… Que María lo envolvió en los pañales que había traído, y que lo recostó en el pesebre, a modo de cuna, que previamente ya habían mullido para que el Niño pudiera dormir felizmente allí.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

23 dic.: Ya muy cercano Enmanuel

Liturgia
          Así dice el Señor Dios: “Yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí”. Malaquías (3, 1-4; 4, 5-6) está anunciando al precursor, un personaje que viene destinado a purificar el ambiente, y que ha de ser como lejía de lavandero y como fuego de fundidor…, todo un revulsivo para que aquel pueblo se vuelva hacia su Dios. Una repetición de Elías, el gran profeta de Israel, que convertirá el corazón de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia sus padres (palabras que el ángel anunció a Zacarías en su aparición junto al altar de las ofrendas.
          En Lc 1, 57-66, a Isabel le han llegado los días del parto y da a luz un niño, al que 8 días después va a circuncidar Zacarías. Los familiares y amigos llaman ya al niño con el nombre de su padre, pero Isabel corrige: No, que se va a llamar Juan. No dan crédito porque nadie de la familia se ha llamado así, y porque no es válido el testimonio de una mujer. Y preguntan a Zacarías, quien pide una tablilla y escribe: JUAN ES SU NOMBRE. No dice que le van a poner “Juan” como podían ponerle "Zacarías”. Dice tajantemente que JUAN es su nombre; que ya lo trae puesto. Y como eso no puede ser más que una intervención de Dios, todos se admiran. Y Zacarías rompe a hablar, lo que confirma mucho más  a las claras que allí ha habido una obra clara de Dios. Por eso la pregunta que se suscita: ¿Qué va a ser este niño?
          No puedo menos que hacer una alusión que siempre me subyuga: ¿Y cuál es MI NOMBRE? Porque ese se va componiendo a lo largo de la vida, para conformarse finalmente con el NOMBRE que me tiene puesto Dios, y que me ha de llevar a vivir cada momento más acorde con su voluntad.

RELATOS DE ADVIENTO
          Solemos siempre imaginar piadosamente que aquella misma noche de la llegada a Belén y de instalarse (si eso puede decirse) en aquel establo, el Niño vino a nacer…
          Hoy voy a imaginar que no fue así tan de pronto, y que aquel matrimonio pasó aquella noche de espera en aquel lugar tan poco acogedor pero que, en definitiva, les acogía…, les defendía de la intemperie mal que bien. No estaban acostumbrados a una situación así y la noche, arrebujados en sendas mantas, y sobre la dureza del suelo, amén de la incertidumbre de estar casi a la vera del camino, no fue precisamente una noche muy descansada. José permanecía en un duermevela vigilante, mientras María reposaba mejor sabiéndose protegida y porque se sentía mucho más cansada. No pasó nadie por aquel camino en toda la noche, y no tuvieron ningún sobresalto.
          Con el alba, José se puso en pie, dio una vuelta alrededor del lugar. Todo estaba en calma. Maria dormía. La claridad del horizonte parecía aportar también algunas luces de esperanza, y José volvió a pensar que aun podía haber remedio a aquella situación.
          Cuando María despertó y cruzaron sus primeras palabras y rezaron juntos sus Salmos mañaneros, José le preguntó a María cómo se encontraba y si podría él ir a Belén y hacer nuevos tanteos de posibilidades para tener un lugar de acogida más decoroso. Además habría que comprar alguna cosa para comer, y él podía ofrecer sus servicios para alguna chapuza que les dejara unas monedas.
          Estaba bien…, aunque María parecía esbozar la sonrisa amable de quien tiene asumido que Dios lleva las cosas de otra manera. Pero es una forma prudente poner los medios que están al alcance humano, porque al final es Dios quien hace las cosas a su manera.
          José marchó al pueblo y ciudad de David, se empadronó (que para eso habían venido) y dio sus vueltas por unos y otros corrillos de la plaza intentando conversar, darse a conocer como descendiente de familia de aquella ciudad, exponer su situación y solicitar las posibles ayudas, que podían venir en forma de alguna chapuza que se le encomendara. Y es posible que alguna cosa pudo hacer y que ganó unas perras con las que llevar algún alimento a María.

          Cuando regresó al establo, María permanecía sentada o recostada, muy serena, muy gozosamente unida a ese Dios que llevaba en sus entrañas… Se levantó para salir al encuentro de José y se intereso cómo le había ido. Había detalles mejores y realidades que poco variaban el panorama. Quizás puedan irse pronto a una casita –casi en las afueras- de que le han hablado, pero de momento están donde están y se enfrentan a una noche como la anterior. Salvo que María siente los síntomas de un parto cercano y que José no sabe si debe volverse rápido a Belén para solicitar la venida de alguna partera que pueda asistir a María.