sábado, 31 de agosto de 2019

31 agosto: Los talentos


LITURGIA
                        En breve espacio (1Tes.4,9-11) da Pablo dos palabras esenciales a aquellos fieles: lo primero, el amor mutuo entre ellos, como ya lo hacen con los otros hermanos de Macedonia.
            Lo segundo que les recomienda es el trabajo para ganarse el sustento.
            Ambas recomendaciones ya se las tenía hechas a lo largo de la carta, y ahora se las sintetiza. Quiere decir que connatural con la vida cristiana están esos dos temas para todo creyente: el  amor con los semejantes (es palabra misma de Jesús), y el trabajo personal como modo digno de ir por la vida. Eso que dice Pablo en otro lugar de modo muy claro: “el que no trabaja, que no coma; que muchos están muy hartos de no trabajar”.

            El evangelio sigue en la línea de la respuesta a Dios, con una nueva concreción de mucha importancia práctica. Mt.25,14-30 es la parábola de “los talentos”, con la que escenifica Jesucristo la responsabilidad de dar cada uno cuenta de sí mismo, en la medida de las propias posibilidades, y contando con una realidad: que todos no somos iguales en esas cualidades y capacidades naturales, o incluso dependiendo de influencias sociales, étnicas, ambientales… Lo que Jesús expresa gráficamente con esos “talentos” (moneda de la época) que pueden cambiarse perfectamente por capacidades humanas.
            Cuenta Jesús en la parábola que un amo se va de viaje y reparte entre tres súbditos sus bienes, de modo que cada uno deberá negociar con ellos para que el amo los recupere a su regreso. A uno le da 5 talentos, a otro 2, a otro, uno. No es un capricho o discriminación que hace el amo, sino que aquellos súbditos son capaces de lo que son capaces y no se les va a exigir luego más de lo que cada uno puede.
            Y el que ha recibido 5 negocia ampliamente y gana otros cinco. El que recibió 2, trabaja según sus posibilidades y gana otros dos. Ha dado el máximo de sí mismo.
            El que recibió uno es pusilánime (por algo recibió poco) pero es que no rinde ni ese poco. Opta por guardarlo en un pañuelo para que no se le pierda, y devolverá sin más lo que recibió.
            Regresa el amo al fin de su viaje. Es para cada uno, el momento de su muerte. El amo se presenta y viene a ver lo que cada uno hizo. Y llama al que le dio 5 y éste le presenta esos cinco más otros cinco que ha ganado. Ha dado el todo por el todo. Ha respondido en la vida, y ahora puede enfrentarse tranquilo a la muerte. Y en efecto es reconocido por el amo como siervo fiel y prudente, que como ha sido fiel en lo poco, se le confiará ahora mucho: pasa al banquete de tu señor. Y bien sabido es que el banquete en el pensamiento de Jesús expresa el Reino y  finalmente la vida eterna.
            El que recibió 2 viene con otros dos. Y recibe la misma alabanza que el de cinco, porque también él dio de sí todo lo qu podía dar: siervo fiel y prudente, que como ha sido fiel en lo poco, se le confiará ahora mucho: pasa al banquete de tu señor.
            Y llega el que recibió uno y no ha hecho nada para que fructifique ese uno. Y viene con el razonamiento absurdo de que había sentido miedo de perderlo, y él sabe que el amo quiere recoger donde no ha sembrado. Razón que se vuelve en contra de él mismo. No ha sabido vivir su vida fructíferamente, y se encuentra ahora con las manos vacías: Y el amo le recrimina porque, cuando menos, podía haber puesto ese “talento” en el Banco y ahora lo recuperaría con los intereses. Y le tilda de empleado negligente y holgazán. Por tanto no entra en el “banquete” y –por el contrario- se le quita el talento recibido y se le entrega al que tiene cinco, porque ese sí es capaz de darle juego. Al que tiene, se le dará y le sobrará, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. El que tiene ha  encontrado lugar en el banquete y será feliz. El que no fue fiel ni en uno, no entrará en ese banquete tan significativo. Una vez más queda patente que hay que afrontar la vida con generosa respuesta y que así entra uno en la felicidad del Señor. Sea que se tuvieron capacidades de “dos”, sea que se tuvieron capacidades de “cinco”. Y como hubiera sido suficiente con capacidad de “uno” si se hubiera rendido siquiera otro “uno”, o los simples intereses de ese “uno”.
            Por eso volvemos al estribillo: Allí fuera será el llanto y el rechinar de dientes, la desesperanza, la conciencia del propio fracaso donde se podía haber sido feliz.

viernes, 30 de agosto de 2019

30 agosto: Las lámparas encendidas


LITURGIA
                        Recomendaciones de Pablo a los fieles de Tesalónica: 1ª, 4,1-8: Que lo que habéis aprendido de nosotros, lo viváis; proceded según las instrucciones que os di: Que os apartéis del desenfreno y que viváis una vida sagrada. El que se busque mujer, sea santa y respetuosamente, no por mera pasión como lo gentiles que no conocen a Dios. En este asunto que nadie os engañe, porque el Señor venga todo esto.  Dios no nos ha llamado a una vida impura sino sagrada. El que desprecia este mandato, no desprecia a un hombre sino a Dios que os ha dado el Espíritu Santo.
            ¡Qué contraste con la vida actual! Y dice Pablo que una cosa así no va sólo contra “el hombre” (contra la dignidad humana) sino que desprecia al mismo Dios, y profana la presencia del Espíritu Santo que quiere habitar en el alma de cada persona.

            El evangelio (Mt.25,1-13) es de los que se saben de corrida, y por tanto es de más difícil exposición porque cualquier cosa que se diga, ya se sabe de memoria. Pero no hay otro camino que entrar en el texto e intentar decir “algo”.
            Partimos del evangelio anterior en el que Jesús ha insistido en la necesidad de vivir preparados y preparándose. Ahora lo dramatiza de un modo muy asequible y llamativo en la parábola de las diez muchachas casaderas, que esperan la llegada de sus respectivos novios. De ellas hay 5 que se previenen y toman precauciones por la posible tardanza o retraso de la llegada de ellos. Y 5 de las que viven tranquilamente su vida, y quieren estar a la espera pero no han tomado precauciones.
            En efecto los novios se retrasan. Sencillamente no se sabe ni el día ni la hora en que van a aparecer por allí. Y en la espera nocturna las 10 muchachas se adormilan y se duermen. Y las lámparas de aceite que portaban cada una, se apagan.
            Cuando por fin, a medianoche se anuncia la llegada de los novios, las que habían sido precavidas echaron mano de sus alcuzas, alimentaron sus candiles y tuvieron luz. Pero las otras 5, acostumbradas a que la vida les sea favorable, se encuentran con que no tienen aceite en sus lámparas, y creen solucionarlo todo en el momento pidiéndole aceite a las otras. Las precavidas no les dan aceite porque tienen que estar dispuestas en cualquier momento y pueden necesitarlo. Si las otras necesitan aceite, tendrán que ir a comprarlo ahora.
            Jesús dibuja así la diferencia de estar preparados y preparándose, y quienes ahora, a última hora se encuentra sin recursos y necesitan buscárselos cuando ya no hay tiempo.
            En esto llegan los muchachos: y un grupo encuentra a sus doncellas dispuestas y preparadas para recibirlos. Y entran en la sala nupcial y se cierra la puerta.
            Cuando llegan por fin las otras, la puerta ya está cerrada y los novios ya no están allí. Ahora llaman para que les abran, pero ya no hay esa oportunidad. La respuesta que reciben es: No os conozco. Y la conclusión de Jesús, muy clara: Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
            Jesús ha dibujado la hora de la muerte. En todo momento hay que estar con las lámparas encendidas: dispuestos, preparados. Y aun en medio de adormecimientos posibles, con los recursos para rehacerse y estar en condiciones de dar el paso en la presencia de Dios.
            Un momento muy personal. Un momento en el que no cabe que le presten a uno “el aceite”. O se tiene o no se tiene. Cada cual enfrenta ese momento con su propio bagaje.
            Es la lección muy clara. Y como nadie sabe el día ni la hora, no cabe entonces ir a corregir lo que no se procuró en su debido tiempo. Vivamos cada día como quisiéramos morir. Tengo reciente esta semana el caso de 2 compañeros que han sufrido un accidente vascular en el momento menos pensado. Uno ya se encontró con Dios, con lo que llevara a través de su vida. El otro, inconsciente varios días. Ya no le queda posibilidad de corregir, si es que tuviera algo substancial que corregir. Les ha llegado su día y sólo les vale lo que hayan construido en su caminar diario.

jueves, 29 de agosto de 2019

29 agosto: Vivir preparados


LITURGIA
                        1Tes.3,7-13: Pablo se siente animado por la fe y la actitud de los tesalonicenses, y respira sabiendo ahora que eso se mantiene. ¿Cómo podremos agradecérselo bastante a Dios? Tiene Pablo unos grandes deseos de ir a verlos personalmente, si se allanan los obstáculos que han surgido por ahora.
            Que el amor entre ellos, amor mutuo, les dice, venga a ser como el que os tengo yo, y que ese amor os fortalezca, para que cuando venga el Señor acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprochables ante Dios nuestro Padre.
            Como podemos ir observando, toda la carta se desenvuelve en ese clima cordial, con delicadezas en las expresiones del apóstol.

            El evangelio ya ha pasado el capítulo contra los fariseos, y lo que ahora toca es el tema de la preparación con la que hay que estar para recibir la llegada de Jesús. (Mt.24,42-51). Jesús lo propone con una parábola, como es su estilo y como él mejor se comunica con las gentes que, buenos orientales, captan mejor el mensaje a base de la parábola que con conceptos. Dicho sea de paso, a nosotros nos es necesario “explicar la parábola” y reducirla a pensamiento occidental, porque nos entendemos más de esa manera. Pero Jesús propone la parábola porque de otra manera viendo no ven y oyendo no oyen…, sencillamente no les es fácil la captación de lo que se les quiere trasmitir.
            Jesús dice en directo: Estad en vela porque no sabéis el día ni la hora en que vendrá vuestro señor. Comprended que si el dueño de casa supiese a qué hora va a venir el ladrón, vigilaría para que no le abran un boquete en su casa. (Y ya ha usado la parábola breve para explicarse mejor).
            Y habla del criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga dar la comida a la servidumbre, a sus horas, que será un criado dichoso cuando haya cumplido con su deber, porque cuando llegue el amo y lo vea, le confiará la administración de su casa y de todos sus bienes. Se ha hecho acreedor de la confianza el amo.
            Por el contrario, si el criado maltrata a sus subordinados y bebe y se emborracha, cuando llegue el amo en el día y la hora que menos espera, le hará pedazos como se hace con los hipócritas. Vuelvo a llamar la atención sobre esas expresiones exageradas de Jesús, que usa muchas veces para resaltar una idea. En la parábola lleva el castigo hasta “el destrozo” del criado infiel. Si no fuera parábola, Jesús se expresaría de otro modo en el lenguaje llano, como lo tenemos en su misericordia con el pecador. O cuando la parábola quiere mostrar el Corazón amoroso, también dibuja hasta el extremo la delicadeza del perdón. Buen ejemplo en las parábolas de la misericordia, donde la “exageración” se expresa en alegría comunicativa del pastor que encuentra la oveja, la mujer que encuentra la moneda o el padre que se alegra sobremanera por el hijo que se había perdido y ha sido recuperado.
            También “exageración” para expresar la misericordia. Es un estilo típico de Jesús que convine tener en cuenta para cuando  surgen las expresiones menos agradables, que también las hay, y que debemos enmarcar en un estilo propio de Jesús.
            Concluye el relato de hoy con ese estribillo que le es familiar cuando quiere llamar la atención: Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Los criados que no fueron fieles y que podían haberlo sido, tendrán que lamentar su infidelidad. Y lamentar que en vez de ser distinguidos, son echados fuera. Que pudieron ser felices y han acabado siendo expulsados.

miércoles, 28 de agosto de 2019

28 agosto: El fariseo personal


LITURGIA
                        Continuamos la primera carta de San Pablo a los fieles de Tesalónica (2,9-13) en el mismo tono que veíamos ayer. Pablo hace ver a aquella comunidad que se ha dado a ella sin pedir nada a cambio, ganándose el pan con su trabajo para no serles gravoso a nadie.
            Sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder –les dice Pablo- con vosotros los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos a cada uno de vosotros personalmente como un padre con sus hijos, animando suave o enérgico a vivir como merece Dios, que os ha llamado a su Reino y gloria. Pablo pone énfasis en ese trato cordial y cercano que ha usado con esa comunidad.
            Pero todo no se queda en un panegírico personal. Desemboca en el reconocimiento de las virtudes de ellos: No cesamos de dar gracias a Dios porque al recibir la Palabra, la acogisteis – como es en realidad- Palabra de Dios que permanece en vosotros los  creyentes. Insistencia en algo tan fundamental como que la Palabra que les trasmite Pablo, no es palabra suya, no es creación suya, sino que es la misma Palabra de Dios de la que Pablo es mero vehículo de trasmisión. Observación muy importante para todo el que intenta llevar la verdad de Dios a los demás, para que sea fiel a esa Palabra, y predique Palabra de Dios y no de hombre.

            El Salmo 138 define muy buen esa labor de Pablo, no sólo mirando lo que él hace sino también mirando la actitud de los fieles tesalonicenses: Señor, tú me sondeas y me conoces. Puede Pablo estar seguro de que su vida está abierta a los ojos de Dios, porque dondequiera que esté Pablo, allí estaba ya Dios, que conoce sus entradas y salidas, su vida entera.

            También el evangelio (Mt.23,27-32) continúa siendo el enfrentamiento de Jesús con los doctores de la ley y los fariseos, a los que tilda ahora de sepulcros encalados, que por fiera tienen buena apariencia pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre. Tremenda acusación y muy gráfica y significativa. Porque el sepulcro puede ser un mausoleo artístico y monumental como se aprecia en determinados cementerios. Pero dentro son sólo muerte y podredumbre. A Jesús le suenan así aquellos mentores religiosos, aquellos representantes de la religión, que deben ser modélicos ante los fieles a quienes dirigen. ¿Pero cómo son por dentro? Basta leer los evangelios para toparse de frente con la actitud belicosa y crítica. Y concretamente con Jesús tienen una postura de oposición frontal.
            Y hay que comprender a aquellos hombres, poseedores del saber judío y de las formas de vida judías, a quienes se les presenta de pronto un hombre que enseña una doctrina con base en lo anterior, pero con una novedad profunda en la interiorización de la vida.
            Sin ir más lejos, el Papa actual pretende poner orden en la vida de la Iglesia, llevándola a lo que esos mismos dirigentes la definieron en el Concilio Vaticano II, que en definitiva es a la esencia misma del Evangelio. ¿Y qué respuesta ha encontrado? Precisamente ha encontrado oposición y crítica en los católicos, en los dirigentes y mentores de la Iglesia. ¿No se está dando con el Papa la misma reacción que tuvieron los fariseos con Jesucristo? Es el eterno problema de los hombres religiosos asentados en sus “verdades” y en sus “prácticas”, que no quieren que los saquen de sus casillas y les alteren su mundo religioso. El espíritu fariseo permanece a través de la historia y estamos asistiendo a ello. Lo que es menester es que no caigamos en eso mismo, y nos sintamos escandalizados cuando de arriba no nos llega la aprobación de nuestras formas. Más bien nos toca que contrastar con la realidad vivida por Jesús, y con su enseñanza. Y no sentirnos exentos de las llamadas del Señor cuando no encajan con nuestros modos personales. Será más coherente entrar en un sincero examen para acabar viendo si, en el fondo, le estamos corrigiendo la plana al propio Jesús, a la PALABRA DE DIOS que Pablo afirmaba no venir de hombres sino de Dios mismo.

martes, 27 de agosto de 2019

27 agosto: Los detalles pequeños


LITURGIA
                        San Pablo se luce hoy en su 1ª carta a los tesalonicenses (2,1-8) con expresiones llenas de afecto a la par que moviendo a fidelidad a aquella comunidad. Nuestra visita no fue inútil. Venía Pablo de pasarlo mal en Filipos donde sufrió injurias y padecimientos. Pero nada de eso fue obstáculo para venir a predicaros el evangelio, apoyados en la fuerza de Dios.
            Exhortación que procedía de la mima llamada e Dios, que le ha confiado el evangelio y así lo predica para gloria de Dios y no para contentar a los hombres. El evangelio no está para contentar. Ni para devociones y dulzuras. El evangelio es exigente y no está hecho para facilitar la vida cómoda. No hemos tenido palabras de adulación y codicia disimulada, No os he endulzado el mensaje. El mensaje no está para contentar sino para trasmitir la voluntad de Dios que es el Reino que Cristo ha traído, y que está mucho más allá de los gustos y modos humanos. Por eso no pretendimos el honor y la alabanza de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás.
            Luego ablanda su discurso desde el afecto para hacer caer en la cuenta de que su labor apostólica le lleva a ofrecer no sólo el evangelio sino su propia persona, tratándoos con delicadeza como una madre cuida su hijo, porque se han ganado el amor del apóstol.

            El evangelio sigue la diatriba de ayer. Jesús está ya más próximo a su final y ya se enfrenta abiertamente a la falsía de los escribas y fariseos. Hoy (Mt,23,23-26) toca Jesús un aspecto muy concreto y muy práctico, y muy aplicable a nuestros días. Les echa en cara a los doctores de la ley y a los fariseos que pretendan ser buenos religiosos pagando el diezmo del anís, la menta y el comino mientras están dejando a un lado el derecho, la compasión y la sinceridad. ¿No es esto algo muy aplicable a muchas formas religiosas de nuestros días? Dejando a un lado esas devociones externas que requieren su parafernalia propia con algunos santos (con ausencia de lo substancial sacramental),  vendría ese otro tema del “cumplimiento de preceptos” y el mimo precepto del domingo, donde lo que interesa es la mera tranquilidad de conciencia, pero donde se llega tarde a la Misa con la mayor impunidad, o se está distraído con otras lecturas u otros rezos particulares. El hecho tranquilizante es “haber cumplido el precepto”, aunque en realidad ni se ha “cumplido” porque no se ha estado en la Misa desde el principio. La falacia de “llegar al evangelio” sigue aún dominando muchas mentes… “Diezmo del anís, la menta o el comino” y olvido de lo substancial.
            Lo mismo digamos de la “tranquilidad” de dejar una moneda de limosna a la puerta de la Iglesia.
            Todo eso es lo que hoy vendría a corregir Jesús, como ya lo hizo con los fariseos y los doctores de la ley: Guías ciegos que filtráis el mosquito y os tragáis el camello. (A Jesús le gustaban las exageraciones para dejar la imagen grabada en las mentes de sus oyentes).
            Limpiáis por fuera la copa y el plato mientras por dentro rebosáis de desenfreno y de robo. ¿Cómo caería hoy una predicación así, cuando tenemos un auditorio que parece hecho de mantequilla, porque se ofende y escandaliza con un mínimo de corrección que se le haga, aun con gasas para no herir? Jesús fue por derecho. Y no ya a las gentes sino a los dirigentes, a los mentores, a los que tenían que ser maestros de la verdad. Y no se trata de no limpiar la copa y el plato. Eso también es necesario. Se trata de limpiar primero lo interior, lo esencial… Luego, lo demás. Es más: lo de “fuera” queda limpio cuando el alma está limpia por dentro…, cuando se cuidan los detalles.
            Es un hecho que una persona delicada en su mundo religioso profundo –su relación con Dios y su trato con los semejantes-, ya tiene ganada toda una gama de los pequeños “diezmos” que tienen así su sentido. Con un corazón abierto al bien, todo queda abierto al bien porque de lo que hay en el corazón habla la boca y actúa la vida de la persona. La pequeña moneda de la viuda tuvo todo su sentido. Pero no era un mero cumplimiento. Era dar el todo de sí misma.

lunes, 26 de agosto de 2019

26 agosto: ¡Ay de vosotros!


LITURGIA
                        No es fácil la liturgia de hoy, ni mi tiempo para desmenuzarla. Voy a quedarme más bien en un copio y pego, con los comentarios que puedan surgir al hilo de la narración de la 1ª lectura y el evangelio. Para eso está el BUIGLE, que es el conector de la Iglesia donde podemos hallar las lecturas para tomarlas de ahí.
Tesalonicenses 1, 1-5. 8b-10: Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz.
En todo momento damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones, pues sin cesar recordamos ante Dios, nuestro Padre, la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.
Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido, pues cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción.
Sabéis cómo nos comportamos entre vosotros para vuestro bien.
Vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

En el evangelio entramos en los “ayes” de Jesús contra los escribas y fariseos. Perícopa del evangelio que siempre me hace pensar porque la traigo hasta la realidad actual, bien sea general, bien –en lo que corresponda- en lo personal, por aquello de que tenemos frecuentemente la tentación farisaica de quedarnos en lo externo y superficial. Ahí está el texto evangélico, y sirva a cada cual para afinar en su examen de conciencia.
Mateo 23,13-22  En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. Hasta aquí uno de los “ayes” dirigido a aquel estilo que exigía lo imposible a los demás, y que los fariseos no se aplicaban a sí mismos. Hoy día hay facciones católicas que pecan de esa exigencia que lleva al extremo determinadas obligaciones, que no corresponden  la actitud de la Iglesia.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la “gehenna” el doble que vosotros! Otro aspecto que no es para pasarlo por alto: el afán de proselitismo, a veces llevado a extremos que no van con la sana libertad de los hijos de Dios.
¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él». Se ve claramente el pensamiento farisaico lleno de casuísticas ridículas, que son la antítesis de la madurez de le fe que enseñó Jesús, en la que los verdaderos adoradores adoran en espíritu y verdad.
Sea ese nuestro estilo, nuestro vivir cristiano, nuestra respuesta a nuestros compromisos religiosos. Ancha la libertad del Reino dentro de la puerta estrecha; alma abierta para acoger la verdad, venga de donde venga. Para ser libres nos creó el Señor, nos dice San Pablo, a la vez que no quiere saber otra ciencia que Jesucristo crucificado.  Es la libertad que se define por “hacer lo que debemos hacer”, o lo que es igual, hacer la voluntad de Dios, no nuestro capricho y apetencia.




AMIGO JUAN: Te doy mi coreo para que me pongas uno personal y yo poder responderte. Es mcantero@jesuitas.es . Tendré mucho gusto en atenderte en tu petición, que no consigo hacer por el comentario del blog.

domingo, 25 de agosto de 2019

25 agosto: La puerta estrecha


LITURGIA
                        Lo habitual es que la 1ª lectura y el evangelio se complementan, de modo que tienen un mismo mensaje, que se explicita o clarifica mutuamente o marca una línea pedagógica.
            Hoy la primera lectura y el evangelio nos dan dos ideas contrapuestas. La 1ª (Is.66,18-21) nos habla de una llamada de Dios: Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua; vendrán a ver mi gloria, les daré una señal y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria, y anunciarán mi gloria a las naciones.
            Se trata, pues, de una visión triunfal en la que Dios se hace patente, y recibe la gloria que le dan esas naciones: De todos los países  traerán a todos vuestros hermanos como ofrenda al Señor.. La llamada de Dios tiene respuesta, no sólo de los judíos sino también de lejanas tierras, que traen ofrendas al templo del Señor. Es, pues, una lectura triunfal y optimista, un anuncio de nuevos tiempos que habrán de llegar.

            El evangelio (Lc.13,22-30) nos pone ante la realidad no fácil de la llamada de Jesús. Uno le pregunta si serán pocos los que se salven. Jesús no dice que sean pocos o muchos. Lo que presenta es el camino que tienen que recorrer los que buscan la salvación (que como en otro evangelio reciente no se refiere a salvación frente a condenación, sino a la entrada en el Reino que Cristo predica.
            Pues bien: la puerta por la que se entra en ese Reino es estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cierto que la llamada de Dios que hemos visto en la 1ª lectura es una llamada a la que pueden responder las gentes, incluso de “las naciones” (los no judíos), pero no es un camino fácil: la puerta es estrecha y no todos caben por ella, si están henchidos de sí mismos. Por eso no todos entrarán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, vendrán algunos pidiendo que les abran, pero os quedaréis fuera y llamareis a la puerta, y el amo os replicará: “No sé quiénes sois”
            Jesús dramatiza el momento con las gentes presentando sus “méritos”, pero en realidad meramente externos: Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras `plazas. Ninguno de esos títulos expresan la realidad del paso por la puerta estrecha. Por lo que hallarán la respuesta del rechazo: Apartaos de mí, malvados.
            La participación en el Reino no se improvisa. No se compra con apariencias de cumplimientos externos. Habría que entrar muy a fondo en tantas conciencias que se quedan en lo superficial de  cumplimiento de “preceptos”, o de rezos poco recogidos, que en realidad no llegan hasta Dios. No todos han llegado a dejarse la piel en el quicio de esa puerta estrecha, donde hay que forzar mucho para traspasar el dintel, con la acogida del evangelio y el compromiso de la vida que pide negarse uno a sí mismo y tomar la cruz para seguir a Cristo.
            Concluye Jesús con ese llanto baldío de quienes lloran ahora y rechinan los dientes, porque tuvieron la oportunidad de entrar, pero no quisieron rozarse. Ahora lo lamentan. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y entrarán y se sentarán a la mesa del Reino de Dios. Fallan los judíos pero otros ocupan su lugar. Diríamos también: fallan los superficiales, y ocupan su puesto los que interiorizan.
            Concluye Jesús con esos estribillos que le eran tan familiares, con los que quería acentuar su enseñanza: Hay muchos últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.
           
            La 2ª lectura es Heb.12,5-7.11-13, en donde nos advierte que la exigencia de Dios es precisamente el efecto de su paternidad, porque un padre corrige a sus hijos, precisamente porque los quiere. La conclusión que saca el autor es: fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes y caminad por la senda llana. Así el pie cojo, lejos de torcerse, se curará. Ha venido esta lectura a poner la enseñanza definitiva para que no se pierdan los ánimos sino que se luche con ilusión y optimismo.

            La EUCARISTÍA viene a ser el resorte eficaz para afrontar esta enseñanza del domingo 21 del tiempo ordinario, en su agridulce íntimo con el que se nos ha presentado el mensaje de este día.

sábado, 24 de agosto de 2019

24 agosto: Haced lo que dicen


LITURGIA
                        Sigue el libo de Rut, capítulo 2 muy fragmentado, que nos va llevando de la mano para mostrarnos los caminos de Dios, que siguen los vericuetos más insospechables para acabar realizando su plan mesiánico.
            Noemí, la suegra de Rut, tenía un pariente por parre de su marido. Se llamaba Boaz. Rut pidió a Noemí que la dejase ir al campo para espigar, y Boaz le dijo que fuera a su campo y que daría orden a sus obreros para que no la molestasen, e incluso que pudiera beber de los botijos de los segadores. Rut lo agradeció echándose por tierra, extrañada de que a una forastera le tuvieran tanta consideración. Boaz le dijo que le habían contado todo lo que había hecho con su pariente Noemí, dejando su propia tierra y familia.
            Boaz se casó con Rut y tuvieron un hijo. Las vecinas vieron en ese niño un premio para Noemí que había quedado sin hijos, y le pusieron por nombre Obed. Obed vino a ser el padre de Jesé, que fue el padre de David. Hemos llegado así a un punto esencial en la historia de Israel.

            El evangelio es de Mt.23,1-12 en el que Jesús instruye a sus discípulos y les previene sobre los fariseos. Los fariseos eran los mentores del pueblo fiel. Trasmitían la palabra de Dios muy al pie de la letra. Otra cosa era lo que ellos vivían, Y Jesús advierte a los apóstoles que los fariseos ocupan la cátedra de Moisés, y que por tanto deben de hacerles caso: haced y cumplid lo que dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen. Ellos lían fardos pesados y se los cargan a la gente en  los hombros, pero ellos no mueven un dedo para empujar: no hacen lo que dicen.
            Estamos, pues, ante la situación que se nos puede presentar en cualquier momento: puede haber personas que aconsejan bien, que son fieles a la Palabra, pero no consecuentes en su obrar. Las gentes sufren escándalo con ello, y pueden acabar por dejar la verdad por el mal ejemplo de los mentores. Error evidente del que prevenía Jesús a sus discípulos porque la verdad sigue siendo verdad aunque la trasmita un mentiroso.
            Sigue explicitando Jesús los errores farisaicos: Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Se quedan en señales externas que dan prestigio, y gustan de los primeros puestos en la sinagoga; que les hagan reverencias por la calle y que la gente les llame “maestro”. Todo por fuera. Todo apariencia. Y los discípulos de Jesús deben ser todo lo contrario porque la llamada de Jesús va siempre a lo interior, a lo substancial.
            Y en ese estilo de Jesús que se va a los extremos para indicar su pensamiento, les dice que ellos no se dejen llamar “maestros”, ni “padres” ni “jefes”, porque sólo Dios es el Padre, el del Cielo, el Maestro absoluto, y el jefe es Cristo.
            Conclusión práctica: El primero entre vosotros, sea vuestro servidor. Es el opuesto total al estilo farisaico. Y así, el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado. Un principio básico en el baremo de Jesús.


            Alguien se ha extrañado de que en la parábola de los obreros de distinto turno llamados a trabajar en la viña, se concluya el relato con el estribillo de los últimos serán los primeros y los primeros, últimos, Y es cierto que en esa parábola no encaja ese dicho porque el mérito verdadero lo tienen los de la primera hora. Y los de la última hora son sencillamente unos beneficiados de la generosidad del amo.
            Por eso puede ser probablemente una interpolación del copista que ha llevado el dicho a esa narración. Precisamente en la parábola siguiente de los invitados a las bodas, en que los primeros invitados no acuden, sino los de los cruces de los caminos (con los que no se contaba en principio), encaja perfectamente ese final.
            Esas alteraciones de las primeras copias no son extrañas. Hay que tener en cuenta lo que era escribir todo a mano, y la facilidad de saltarse un renglón, o llevar ya en la mente una idea que se acaba aplicando en un final, aunque correspondería a otro.

viernes, 23 de agosto de 2019

23 agosto: El amor al prójimo


LITURGIA
                        Llegamos al libro de Rut,1. La lectura está fragmentada en 3 partes para darnos la línea maestra que pretende con la historia de Rut. Hubo hambre en el país y un individuo con su mujer Noemí y sus dos hijos, emigró a la campiña de Moab. Los hijos se casaron con dos mujeres moabitas. Muríeron los tres varones y Noemí se quedó con sus nueras, una de las cuales era Rut.
            Cuando supieron que ya se había estabilizado la situación de su pueblo Belén, regresaron. La otra nuera se marchó con su familia, y Noemí invitó a Rut a hacer lo mismo. Pero Rut se apegó a la suegra y dijo: No insistas en que te deje. Donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré: tu pueblo es el mío y tu Dios es mi Dios.
            Bella confesión de amor y fidelidad. Tan bonita tal confesión que hoy día hay parejas que la quieren usar como modo de declarar su consentimiento matrimonial. Yo les advertía a los novios de qué se trataba en realidad, para que pensaran que no era una declaración de amor de enamorados sino la fidelidad y el cariño de una nuera hacia su suegra. Vale como expresión y puede asumirse en otro contexto para expresarse mutua entrega y fidelidad.

            El evangelio es corto y trillado. Los fariseos han visto que Jesús ha hecho callar a los saduceos, y quieren comprobar la fidelidad de Jesús a la Ley (Mt.22,34-40) y le preguntan a Jesús cuál es el principal mandamiento de la ley. Jesús responde, como no podía ser de otra manera, que el principal mandamiento, y primero, es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma y con todo tu ser. Pero Jesús añade ahora un segundo mandamiento semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la ley los profetas.
            Por lo general los fariseos se quedaban en el primero, hasta con aquella exageración de llevarlo escrito en tiras de papel liadas en el turbante para “llevarlo ante los ojos”. Jesús no se perdía en esas exageraciones, pero lo que si añadía era el “segundo mandamiento semejante al primero”, de modo que no podía considerarse buen creyente el que se quedara sólo en la primera parte: el amor a Dios.. Y la verdad es que esto tendremos que grabarlo también nosotros en nuestras mentes y corazones, ya con la revelación explícita de San Juan de que el que dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso y la verdad de Dios no está en él. Lo cual no es una simple frase sino la realidad que Jesucristo ha venido a ratificar y aún completar llevándola al extremo: el amor al prójimo no se queda siquiera en amarlo como a uno mimo (¡que ya sería un ideal!), sino que él nos lleva hasta el amor como yo os he amado, que ya es el reventón del amor.
            Y hay que admitir lo difícil que es ese extremo. Y mucho más difícil cuando el prójimo no es de por sí amable. Entonces somos llamados a un misterio de amor que es el que Jesús ha puesto por delante cuando nos ha marcado la línea de enjuiciamiento por la que seremos mirados: ver en el prójimo a Jesús mismo, porque es ahí donde hemos de llegar, sabiendo que servimos a Jesús cuando servimos al prójimo y no servimos a Jesús cuando no servimos al prójimo, porque lo que hicisteis con mis hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis.
            Hay que reconocer que el ideal que ha puesto Jesús no es fácil. Al menos tendremos que trabajarlo e irlo alcanzando en el poco a poco de cada día. Añadir sólo que el amor no tiene que ser afectivo. Pero tiene que expresarse siempre en obras de amor.

jueves, 22 de agosto de 2019

22 agosto: El vestido de bodas


LITURGIA
                        La historia de  Jefté (Jue.11,29-39) no deja de ser muy original, pero revela el sentido de fidelidad a un juramento hecho a Señor. De suyo, en sana moral era un juramento inválido porque no se puede prometer algo que no es bueno en sí mismo. Y para tiempos y culturas más avanzadas, un juramento tiene validez cuando lo prometido es mejor que su contrario. Evidentemente no era mejor ofrecer a Dios la vida de otro (ni aun la propia vida), y en caso de haberlo hecho en un momento de ofuscación, no obliga su cumplimiento. Es un juramento inválido porque es ilícito.
            Pero para los tiempos aquellos las cosas pintaban así Jefté ha ido dominando pueblos, y ya al final –ante una mayor dificultad- decide ofrecer a Dios en sacrificio a la primera persona que –a su regreso victorioso- le salga al encuentro. Resultó ser su propia hija, e hija única, la que salió a recibirlo con fiestas. Jefté se rasga las vestiduras y le confiesa a su hija la desgracia que le supone que ella haya sido quien lo reciba, dado que tenía hecho un voto al Señor. La hija acepta porque sabe el valor de ese juramento y lo que le pide a su padre es que le deje dos meses para llorar que no llegará a ser madre. El padre se lo concede y, cumplido el plazo, cumple su juramento. Cosas propias de culturas primitivas.

            El evangelio es una nueva parábola de Jesús que vendría a completar la que vimos ayer. Ayer veíamos a Dios que acepta a sus hijos aunque hayan acudido muy a última hora. ¡Pero han acudido! Hoy nos presenta el caso de los siervos que no acuden. Lo presenta San Mateo como una boda a la que son invitados los comensales (22, 1-14). Pero esos invitados no acuden a la invitación. Cada cual presenta sus excusas; el hecho es que no acuden. Y no sólo no acuden sino que maltratan a los emisarios hasta matarlos. El rey monta en cólera y envía sus tropas a acabar con los desagradecidos.
            Y a su vez envía otros criados para que salgan a las encrucijadas de los caminos e inviten a todos a participar del banquete de las bodas. Quiere decir: han fallado los judíos, y son invitados los de fuera. No acudieron a la boda los primeros, y son llamados los que no eran primeros invitados. Estamos, pues, completando la parábola anterior. El secreto de hallar la acogida y la paga correspondiente es acudir a la invitación. Y ahora en esta parábola, cuando han fallado los primeros, encuentran acogida los últimos, que llenan la sala del banquete.
            Pero, últimos y de “las encrucijadas”, deben acudir con el debido comportamiento: “con el traje de fiesta”. El hecho de ser invitados no supone poder presentarse de cualquier manera. Porque el que pretende estar sin el debido comportamiento, es interrogado por el rey: Amigo, ¿cómo es que has entrado sin el traje de fiesta? Naturalmente no tiene respuesta, no tiene explicación que dar. Después de invitado gratuitamente, no puede faltar al respeto al rey. Por ello el rey da orden a sus criados  para que lo echen fuera.
            Y concluye la parábola con ese toque peculiar de Jesús que quiere hacer caer en la cuenta del remordimiento que tiene que quedar cuando se ha tenido la oportunidad a la mano, y tan gratuitamente, y se ha desaprovechado. Dice Jesús que, arrojados fuera de la sala del banquete (que representa al Reino), allí será el llanto y el rechinar de dientes, la desesperanza, la quemazón de la oportunidad perdida.

            Es clara la lección: aparte de los extremos de la descripción con los que Jesús quiere hacer más sensible la parábola, los que fueron llamados a la viña o a la boda y no acudieron, no podrán gozar del reino. Pero tampoco el que acude en mala disposición.
            Lo que significa que vivir el reino lleva la gratuidad de la llamada pero la responsabilidad de estar en él con las debidas condiciones. Piensa uno hoy día en las filas de comulgantes y en la falta de confesiones…; en la manga ancha de más de uno que no se acerca a la Comunión con el “vestido de bodas” (el alma en gracia de Dios), y queda el resquemor de esta parábola que tiene hoy el mismo vigor que cuando Jesús la expuso. Y deja mucho que pensar.

miércoles, 21 de agosto de 2019

21 agosto: la paga


LITURGIA
                        Confieso que no sé exactamente la interpretación de la lectura 1ª del libro de los Jueces (9,6-15), ni tengo aquí medios de consulta para dar más en el clavo. Yotán parece expresar que la gente pacífica no quiso comprometer su tranquilidad con tal de ser reyes.  Lo cual lleva a dos posibles interpretaciones: la de no complicarse la vida, y la de no sentirse capacitados, y menos en un ambiente de discordia como la promovida por Abimelec que se había hecho nombrar rey junto a la encina de Siquén,
            El hecho es aquella parábola del olivo que no acepta ser nombrado rey cuando él está feliz dando su aceite. Tampoco la vid, porque ella se conforma con dar su mosto, o la higuera en dar su fruto sabroso. Ninguno de ellos quiere ser nombrado rey porque están felices con su obra natural.
            En cambio la zarza sí admite ser hecha rey sobre los demás. El que quiera, que se cobije bajo su sombra, y el que no, que sea devorado por el fuego que sale de ella, y emprenda hasta a los cedros del Líbano.
            ¿Quiere decir que el dios que se eligen es un dios agresivo y vengativo contra los que no se le someten? –No sé ir más lejos en la interpretación de este texto.

            El evangelio es la cara de esa realidad: un Dios misericordioso que tiene paciencia infinita, y que siempre tiene, de su parte, una oportunidad de acogida. Mt.20,1-16 es la parábola de los obreros llamados a la viña del Señor. Para los diligentes que están disponibles a primera hora, Dios ya se compromete a pagarles un denario, un buen jornal, en el trabajo de ese día en su viña. Y aceptan felices porque han sido contratados y porque van a tener un jornal amplio.
            Pero no todos los posibles obreros fueron tan diligentes y aparecieron por la plaza a media mañana. De suyo podían quedarse sin trabajo. Pero el amo de la viña les dice: Id también vosotros a mi viña. Aquí ya no hay contrato. No hay compromiso de jornal. Han llegado más tarde y ya pueden estar contentos de ser contratados.
            A mediodía todavía hay obreros parados, que han salido a la plaza casi a ver si por casualidad alguien los contrata. El amo de la viña les echa en cara estar allí ociosos todo el día, pero les ofrece ir a la viña. Algo ganarán a estas alturas del día.
            ¿Y los que aun a media tarde, cuando queda una hora de trabajo, han salido a la plaza, mano sobre mano? Son unos vagos, unos descuidados. Pero el amo piensa que tienen familia y que necesitan una paga, y los manda también a su viña, aunque solo trabajarán una hora.
            Es la historia de Dios con el hombre. Dios siempre llama. Hasta última hora Dios siempre cuenta con los humanos. El mérito es de los que estuvieron a primera hora y tuvieron la seguridad de su contratación, de su fidelidad a la llamada de Dios.
            El misterio comienza a la hora de pagar, porque el amo ha encargado al capataz dar un denario a los que habían trabajado una hora en la viña. Y un denario a los que llegaron a mediodía. Y  un denario, tal como estaba ajustado, a los que fueron a primera hora. ¿Cómo se pagaba igual a unos y a otros…, a los que habían trabajado una hora y a los que habían soportado el sol y el calor de toda la jornada?
            Es la historia real de Dios con los hombres: el secreto es acudir. Que aunque lleguen al final, lo importante es que han llegado. Y lo que debe crear alegría en todos porque al fin y al cabo, aunque rezagados, sirvieron al amo en su viña.  Esa es la JUSTICIA de Dios: hacer justos a todos los que acuden a él.

martes, 20 de agosto de 2019

20 agosto: Ciento por uno


LITURGIA
                        Juec.6,11-24.- Leyendo este texto ve uno reflejado en la pregunta de Gedeón tantas y tantas preguntas que se hace la gente: Si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres? Es comprensible que haya una pregunta a Dios ante los desastres que se viven. ¿Dónde está Dios? Y como un modelo de respuesta que hay que aplicar a toda pregunta de ese tipo, Dios se manifiesta a Gedeón de forma fehaciente.
            Pero veamos: Gedeón preguntó respetuosa y religiosamente. Gedeón no se quedaba en la queja. Estaba disponible a lo que Dios pudiera querer de él. Y Dios le encarga que sea el propio Gedeón el que libre al pueblo de la tiranía de los madianitas que asolaban los sembrados de los israelitas.
            Gedeón se extraña: ¿Quién es él para tamaña empresa? Es el más pequeño de una pobre familia. ¿Qué puede hacer él? Y Dios le dice: Yo estaré contigo y derrotarás a los madianitas como un solo hombre.
            Gedeón pidió a aquel extraño personaje que se le ha hecho presente que quedara allí mientras él le ofrecía una comida, y marchó a prepararle un cabrito y panes ácimos. Y cuando los tuvo, se los trajo. El tal personaje le dijo que pusiera la carne sobre una piedra y que derramara sobre ella el caldo. Lo tocó con la punta del cayado y se levantó una llamarada que consumió todo.
            Quedaba patente que era Dios mismo quien se había presentado. Dios había dado respuesta a la pregunta: Dios seguía allí y Dios seguía haciendo sus obras. Lo que Dios requiere es un hombre de buena fe que no se encierra sobre su queja, y que está disponible a los proyectos de Dios. Ahí es donde está la respuesta. Ahí es donde tendrían que dirigirse esas preguntas de muchos que quieren saber “dónde está Dios”, en vez de preguntarse dónde están ellos, y cómo pueden hacerse disponibles a los proyectos de Dios. No tanto qué piden sino qué ofrecen, para que Dios “toque” con su dedo misericordioso y haga subir esa llamarada de aceptación.
            Gedeón sintió el temor reverencial de haber tenido delante a Dios, pero Dios lo tranquiliza: No temas, no morirás. Y Gedeón levanta un altar en aquel lugar, y le puso el nombre de “Señor de la paz”

            Continuación del evangelio de ayer, Jesús reacciona ante la marcha del joven: Mt.19,23-30: Creedme: difícilmente entrará un rico en el Reino. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de la aguja, que a un rico entrar en el Reino. Se espantaron los discípulos y exclamaron: Entonces, ¿quién puede salvarse? No hablaba Jesús de “salvación” sino de pertenencia al Reino. Para “salvarse” –ya lo dijo- tenían los mandamientos. Pero el Reino era el que él traía. Con todo, aclaró: A los hombres no les es posible. Pero Dios todo lo puede Y una de las cosas que está en las manos de Dios es hacer pobre al que es rico, hacer humilde al que es soberbio, poner en disposición al que no lo está.
            Pedro entonces preguntó qué pasaría con ellos, que lo habían dejado todo y habían seguido a Jesús. Y Jesús, sin entrar en más detalles, les dio la respuesta: A los que han dejado todo y lo han seguido, cuando llegue la resurrección os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
            Y bajando más al concreto, les dice: El que por mí deja casa, hermanos y hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
            Puede pensarse que esto se queda aplicado sólo a los consagrados. La realidad es que hay muchas personas en la vida que viven esa realidad, porque cumplen perfectamente aquello de Jesús: El que ama más a Dios que a sus familiares…, o el que se ama menos a sí mismo… Se trata de tantos que han sacrificado una buena parte de su vida para hacerse generosos con sus hermanos, por razón de su fe y amor a Jesucristo. La experiencia da que se recibe ese ciento por uno y la satisfacción de tener una herencia de vida eterna. Doble paga, pues. Así es la grandeza del corazón de Dios. Ahí está Dios, dando respuesta a la pregunta que le hacemos. Y que sería la respuesta a tantos que se quejan a él.

lunes, 19 de agosto de 2019

19 agosto: El mundo sin Dios


LITURGIA
                        Tenemos hoy ante los ojos la actitud de un pueblo que se había juramentado en el servicio de Dios, y que al morir el juez se viene abajo y adora falsos dioses (Jue.2,1-19), ídolos que Dios abomina. Y cuando un pueblo se aparta de Dios y se va tras los dioses extranjeros, el pueblo se prostituye y pierde el favor de Dios. Como me gusta traer las descripciones de la Palabra de Dios a la realidad actual, bien podemos ver en la historia actual el declive de un pueblo que ha abandonado a Dios. Mientras que las épocas en que se ha dejado actuar a Dios se ha producido una época de esplendor, al abandonar a Dios el mundo se deshace en destrucción. Tenemos en las noticias de cada día una violación, una muerte, una retahíla de noticias luctuosas. Es la consecuencia de un pueblo sin Dios, que ha perdido la misma humanidad, porque ha perdido la razón, las razones de la existencia, los valores de sentido superior, y el foco de referencia para acogerse a un valor permanente. No es una novedad que ahora descubramos a posteriori. San Pablo ya lo predijo en la carta a los Romanos. Y no es que Dios abandona al pueblo y le hace padecer,  como expresa la lectura. Es el pueblo el que corta la conexión con Dios. Y el río separado del manantial, se seca. No es el manantial el que deja de fluir, sino ese desvío del cauce que habría de recoger las aguas que fluyen, y que de hecho siguen haciendo su obra salvífica en otras partes del mundo, al que llamamos “menos civilizado” pero que conserva sus valores y acepta los del evangelio.

            Desembocamos en un texto muy conocido y tratado: el del personaje que se dirige a Jesús con la pregunta de qué he de hacer de bueno para obtener vida eterna (Mt.19,16-22), pero que por el contexto, se ve que pretendía ser acogido como discípulo de Jesús.
            Jesús le respondió como podía corresponder a un judío que ha de vivir acorde con los mandamientos de Dios: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. No era eso lo que este individuo pretendía, porque esa respuesta ya se la sabía y además la practicaba desde su niñez. Lo que él buscaba era más: ¿Qué me falta? Había venido a Jesús por algo. Buscaba la vida que Jesús enseñaba. Quería saber lo que había más allá de los mandamientos, es decir, el camino de Jesús.
            Y Jesús le planta ante un panorama extremo: Si quieres llegar hasta el final, ve, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –tendrás un tesoro en el cielo- y luego, ven y sígueme. Estaba planteado drásticamente lo que le faltaba-
            Y aquí volvemos sobre lo explicado en la 1ª lectura: lo que este individuo pudo ser si acepta el plan de Jesús, y es consecuente con su pregunta de qué le faltaba. De hecho se marchó porque aquel planteamiento de Jesús no le resultó. Y cortó la conexión con la fuente y acabó siendo uno más en la vida del pueblo, lejos de los mismos pensamientos que había traído.
            El texto evangélico de hoy acaba ahí. Pero cuando se reanude el martes, veremos el juicio que le merece a Jesús esta falta de arrestos para haber emprendido el camino junto a Jesús.
            Aterrizando en realidades actuales, el secreto para el conjunto de las gentes no es tener que quedarse sin nada en lo material, sino todo lo que hay que ceder de sí mismo y de renunciar en la vida, para seguir la enseñanza de Jesús. En lenguaje de la 1ª lectura, para no servir a los falsos dioses del YO y de la vida muelle…, para no irse tras los ídolos ajenos al proyecto de Dios. Porque no es Dios el que se retira. Es el hombre el que se separa de Dios.