domingo, 11 de agosto de 2019

11 agosto: Vivir preparados


LITURGIA        Domingo 19 C, T.O.
                      El leiv motiv de este domingo es ESTAR PREPARADOS, vivir la esperanza del encuentro.
          Ya se anuncia en la 1ª lectura del libro de la Sabiduría (18,6-9), que está referido a la liberación de Egipto que realiza Dios en el pueblo hebreo. Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuviesen ánimo al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Era la promesa de la liberación de una esclavitud. El pueblo conoce de antemano esa liberación y vive en expectación.
          Y Dios realiza una acción prodigiosa en la que simultáneamente el pueblo israelita es salvado y los enemigos que le perseguían son derrotados. Para esa salvación el pueblo debía pertrecharse de forma que estuviesen preparados para el momento de la liberación.

          El evangelio (Lc.12,32-48) es la enseñanza de Jesús para que vivamos preparados para ese momento en que aparezca en nuestra vida el Señor. Y Jesús lo plantea en parábola, como es su costumbre, y nos muestra a aquellos criados que aguardan vigilantes la llegada del amo, aunque llegue tarde, para abrirle en cuanto llegue y llame.
          Jesús afirma que esos criados son dichosos porque el amo le premiará esa vigilancia, ese haber estado preparados.
          Lo mismo que el amo tiene que estar vigilante para cuando pueda venir el ladrón, para evitar así que el ladrón entre y robe.
          Por tanto, todo el argumento del domingo nos está poniendo ante la realidad de nuestro encuentro con el Señor, para cuyo momento hemos de estar vigilantes y preparados. No cabe entonces empezar a prepararse. La puerta de la casa se cierra una vez que han entrado los que supieron vigilar día a día.
          No se trata de que se produzca un estado de ansiedad o temor ante ese momento, sino que siendo un hecho que ha de suceder, haya una disposición de acogida en paz, y por tanto de seguridad de que se acoge amistosamente la venida del Señor.

          La 2ª lectura (Heb.11,1-2.8-19) remite todo eso a la fe. La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve. Se espera el encuentro amoroso con Dios. Un cristiano no puede mirar hacia ese futuro con otra visión. Es absurda la expresión de los que dicen: No sé con qué me voy a encontrar. El que procede dignamente en su vida, el que vive preparado en el día a día, en lo corriente de la vida, puede tener la tranquilidad de alma de que su encuentro con el Señor va a ser amistoso: “seguridad de lo que se espera”.
          Por otra parte es prueba de lo que no se ve, pero se vive ya en la seguridad de que Dios acoge. Y la lectura va poniendo casos concretos de fe de antiguos personajes, que agradaron a Dios por su fidelidad en las realidades de su vida y recibieron la bendición de Dios.

          La EUCARISTÍA  es el Sacramento de la fe: donde desemboca nuestra fe y al mismo tiempo la crea y la aumenta en el alma del que participa de esa Eucaristía. Con la Eucaristía, como VIÁTICO diario, nos hemos de alimentar y disponer para el último viaje. Que el Señor nos coja dispuestos y preparados y que desemboquemos en los brazos de Jesús, al que aquí comulgamos y el que nos ha de recibir a los que estuvimos vigilantes para abrirle apenas llegue y llame.


          Levantemos nuestra oración al Señor
-         Por la Iglesia y el Papa, administradores de los misterios de Dios. Roguemos al Señor
-         Por nosotros, para que en el día a día vivamos vigilantes bajo la mirada de Dios. Roguemos al Señor.
-         Por el mundo que vive descuidado de su propio destino, para que encuentre un motivo de reflexión. Roguemos al Señor.
-         Para que la Eucaristía nos disponga progresivamente al encuentro con Dios. Roguemos al Señor.

          Mueve nuestros corazones para estar preparados para abrirte la puerta en cuanto llegues y llames.
          Por Jesucristo N.S.

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