domingo, 25 de agosto de 2019

25 agosto: La puerta estrecha


LITURGIA
                        Lo habitual es que la 1ª lectura y el evangelio se complementan, de modo que tienen un mismo mensaje, que se explicita o clarifica mutuamente o marca una línea pedagógica.
            Hoy la primera lectura y el evangelio nos dan dos ideas contrapuestas. La 1ª (Is.66,18-21) nos habla de una llamada de Dios: Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua; vendrán a ver mi gloria, les daré una señal y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria, y anunciarán mi gloria a las naciones.
            Se trata, pues, de una visión triunfal en la que Dios se hace patente, y recibe la gloria que le dan esas naciones: De todos los países  traerán a todos vuestros hermanos como ofrenda al Señor.. La llamada de Dios tiene respuesta, no sólo de los judíos sino también de lejanas tierras, que traen ofrendas al templo del Señor. Es, pues, una lectura triunfal y optimista, un anuncio de nuevos tiempos que habrán de llegar.

            El evangelio (Lc.13,22-30) nos pone ante la realidad no fácil de la llamada de Jesús. Uno le pregunta si serán pocos los que se salven. Jesús no dice que sean pocos o muchos. Lo que presenta es el camino que tienen que recorrer los que buscan la salvación (que como en otro evangelio reciente no se refiere a salvación frente a condenación, sino a la entrada en el Reino que Cristo predica.
            Pues bien: la puerta por la que se entra en ese Reino es estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cierto que la llamada de Dios que hemos visto en la 1ª lectura es una llamada a la que pueden responder las gentes, incluso de “las naciones” (los no judíos), pero no es un camino fácil: la puerta es estrecha y no todos caben por ella, si están henchidos de sí mismos. Por eso no todos entrarán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, vendrán algunos pidiendo que les abran, pero os quedaréis fuera y llamareis a la puerta, y el amo os replicará: “No sé quiénes sois”
            Jesús dramatiza el momento con las gentes presentando sus “méritos”, pero en realidad meramente externos: Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras `plazas. Ninguno de esos títulos expresan la realidad del paso por la puerta estrecha. Por lo que hallarán la respuesta del rechazo: Apartaos de mí, malvados.
            La participación en el Reino no se improvisa. No se compra con apariencias de cumplimientos externos. Habría que entrar muy a fondo en tantas conciencias que se quedan en lo superficial de  cumplimiento de “preceptos”, o de rezos poco recogidos, que en realidad no llegan hasta Dios. No todos han llegado a dejarse la piel en el quicio de esa puerta estrecha, donde hay que forzar mucho para traspasar el dintel, con la acogida del evangelio y el compromiso de la vida que pide negarse uno a sí mismo y tomar la cruz para seguir a Cristo.
            Concluye Jesús con ese llanto baldío de quienes lloran ahora y rechinan los dientes, porque tuvieron la oportunidad de entrar, pero no quisieron rozarse. Ahora lo lamentan. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y entrarán y se sentarán a la mesa del Reino de Dios. Fallan los judíos pero otros ocupan su lugar. Diríamos también: fallan los superficiales, y ocupan su puesto los que interiorizan.
            Concluye Jesús con esos estribillos que le eran tan familiares, con los que quería acentuar su enseñanza: Hay muchos últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.
           
            La 2ª lectura es Heb.12,5-7.11-13, en donde nos advierte que la exigencia de Dios es precisamente el efecto de su paternidad, porque un padre corrige a sus hijos, precisamente porque los quiere. La conclusión que saca el autor es: fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes y caminad por la senda llana. Así el pie cojo, lejos de torcerse, se curará. Ha venido esta lectura a poner la enseñanza definitiva para que no se pierdan los ánimos sino que se luche con ilusión y optimismo.

            La EUCARISTÍA viene a ser el resorte eficaz para afrontar esta enseñanza del domingo 21 del tiempo ordinario, en su agridulce íntimo con el que se nos ha presentado el mensaje de este día.

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