viernes, 30 de agosto de 2019

30 agosto: Las lámparas encendidas


LITURGIA
                        Recomendaciones de Pablo a los fieles de Tesalónica: 1ª, 4,1-8: Que lo que habéis aprendido de nosotros, lo viváis; proceded según las instrucciones que os di: Que os apartéis del desenfreno y que viváis una vida sagrada. El que se busque mujer, sea santa y respetuosamente, no por mera pasión como lo gentiles que no conocen a Dios. En este asunto que nadie os engañe, porque el Señor venga todo esto.  Dios no nos ha llamado a una vida impura sino sagrada. El que desprecia este mandato, no desprecia a un hombre sino a Dios que os ha dado el Espíritu Santo.
            ¡Qué contraste con la vida actual! Y dice Pablo que una cosa así no va sólo contra “el hombre” (contra la dignidad humana) sino que desprecia al mismo Dios, y profana la presencia del Espíritu Santo que quiere habitar en el alma de cada persona.

            El evangelio (Mt.25,1-13) es de los que se saben de corrida, y por tanto es de más difícil exposición porque cualquier cosa que se diga, ya se sabe de memoria. Pero no hay otro camino que entrar en el texto e intentar decir “algo”.
            Partimos del evangelio anterior en el que Jesús ha insistido en la necesidad de vivir preparados y preparándose. Ahora lo dramatiza de un modo muy asequible y llamativo en la parábola de las diez muchachas casaderas, que esperan la llegada de sus respectivos novios. De ellas hay 5 que se previenen y toman precauciones por la posible tardanza o retraso de la llegada de ellos. Y 5 de las que viven tranquilamente su vida, y quieren estar a la espera pero no han tomado precauciones.
            En efecto los novios se retrasan. Sencillamente no se sabe ni el día ni la hora en que van a aparecer por allí. Y en la espera nocturna las 10 muchachas se adormilan y se duermen. Y las lámparas de aceite que portaban cada una, se apagan.
            Cuando por fin, a medianoche se anuncia la llegada de los novios, las que habían sido precavidas echaron mano de sus alcuzas, alimentaron sus candiles y tuvieron luz. Pero las otras 5, acostumbradas a que la vida les sea favorable, se encuentran con que no tienen aceite en sus lámparas, y creen solucionarlo todo en el momento pidiéndole aceite a las otras. Las precavidas no les dan aceite porque tienen que estar dispuestas en cualquier momento y pueden necesitarlo. Si las otras necesitan aceite, tendrán que ir a comprarlo ahora.
            Jesús dibuja así la diferencia de estar preparados y preparándose, y quienes ahora, a última hora se encuentra sin recursos y necesitan buscárselos cuando ya no hay tiempo.
            En esto llegan los muchachos: y un grupo encuentra a sus doncellas dispuestas y preparadas para recibirlos. Y entran en la sala nupcial y se cierra la puerta.
            Cuando llegan por fin las otras, la puerta ya está cerrada y los novios ya no están allí. Ahora llaman para que les abran, pero ya no hay esa oportunidad. La respuesta que reciben es: No os conozco. Y la conclusión de Jesús, muy clara: Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
            Jesús ha dibujado la hora de la muerte. En todo momento hay que estar con las lámparas encendidas: dispuestos, preparados. Y aun en medio de adormecimientos posibles, con los recursos para rehacerse y estar en condiciones de dar el paso en la presencia de Dios.
            Un momento muy personal. Un momento en el que no cabe que le presten a uno “el aceite”. O se tiene o no se tiene. Cada cual enfrenta ese momento con su propio bagaje.
            Es la lección muy clara. Y como nadie sabe el día ni la hora, no cabe entonces ir a corregir lo que no se procuró en su debido tiempo. Vivamos cada día como quisiéramos morir. Tengo reciente esta semana el caso de 2 compañeros que han sufrido un accidente vascular en el momento menos pensado. Uno ya se encontró con Dios, con lo que llevara a través de su vida. El otro, inconsciente varios días. Ya no le queda posibilidad de corregir, si es que tuviera algo substancial que corregir. Les ha llegado su día y sólo les vale lo que hayan construido en su caminar diario.

1 comentario:

  1. Una de las grandes tentaciones que pueden tener los jóvenes es la de pensar en el futuro lejano por el hecho de ser jóvenes. "Ahora soy joven. Viviré a mi modo, y ya más adelante pensaré en esto de la religión".
    Es un error, que puede ser fatal. Tengo recuerdos brumosos de que hubiera existido en mi esa tentación en algún momento de mi juventud primera, mientras mi espíritu luchaba inconscientemente tal vez entre decidirme por seguir la corriente del mundo o bien la de Dios y su Palabra.
    El mundo, tal vez me ofrecía unas facilidades, placeres, y caminos aparentemente felices, pero creo que Dios sin duda, fue tomándome para si y yo no me opuse. Pienso que como Dios nos conoce, nos da vías de salida para que podamos mantener ese aceite en la lámpara en vez de descuidarnos pensando que falta mucho para que venga.
    Aún así, hay que tener atención a esto, porque puede ser relativamente fácil caer en la somnolencia descuidada que acabe con nuestro aceite y nos ponga en dificultades en el último momento.
    Y no importa demasiado que en un momento de la vida se haya tenido el aceite preparado, lo que importa realmente es tenerlo cada instante, porque el novio llega en un abrir y cerrar de ojos, como dice la Escritura.
    Me compadezco de mis sobrinos, a los cuales sus padres les han "impedido" hacer la primera comunión con la excusa de que ya ellos cuando sean mayores decidirán.
    El niño ya adolescente casi, pasa su vida medio triste y aburrido. Yo confío en la misericordia de Dios, pero también pienso en que nadie tiene derecho a robarte el aceite o a impedirte conseguirlo. Un padre tiene que procurar dar lo mejor a su hijo siempre. Sólo en el último momento de la vida, nos será imposible dar de lo nuestro absolutamente nada.

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