miércoles, 31 de julio de 2013

31 julio: Las joyas de la corona

31 julio.- “El tesoro escondido”
             El texto evangélico que hoy se leerá en las Misas es la doble parábola del tesoro escondido y la perla preciosa encontrada. Jesús expresa así el enorme valor y atracción que tiene el Reino de Dios…, y en definitiva el ir con Él y estar con Él.  Si se llega a vislumbrar, aunque fuera someramente, la felicidad que supone seguir a Jesús y acoger su evangelio (palabras, acciones, detalles de la vida de Jesús), estaríamos dispuestos a prescindir de todo lo que nos ofrece la vida…, sacrificar los atractivos humanos, y daríamos todo por tal de poseer ese tesoro, esa perla de gran valor. Porque bien claro es que, tras poseer el tesoro o ser dueños de la joya, ahora queda la posibilidad de negociar y obtener con su valor mucho más de lo que se ha dejado.  Quien llega a barruntar los gozos y riquezas de la fe, de la amistad con Jesús…, dará por bueno renunciar a muchas otras cosas que el mundo de los placeres, los goces, el dinero, la engañosa libertad…, nos ofrece (y nos embauca con sus bagatelas).

             Los jesuitas celebramos hoy a San Ignacio de Loyola, nuestro fundador.  No permitió él que fuéramos conocidos por su nombre: “ignacianos”, “iñiguistas” (modo popular vasco de “Ignacio”), porque tuvo la inmensa experiencia interna espiritual de que Dios Padre le ponía con su Hijo.  Y por ello no seríamos seguidores de la persona de Ignacio, sino compañeros de Jesús.  [Se equivocan quienes creen que el nombre de “compañía” hace referencia a algo militar].  Ahora bien: ser “compañeros de Jesús” no es una presunción ni una exclusión: es una determinación muy determinada a que nuestros ojos se claven siempre en la Persona de Jesucristo.  Esa es la línea medular de los Ejercicios espirituales que él fue viviendo y escribiendo en su día a día, y que expresan los pasos de su conversión y de su objetivo fundamental.
             En los “Ejercicios”, Ignacio se centra en el conocimiento interno del Señor, que por mí se hace hombre, para que le ame y le siga. De ahí que el evangelio que la liturgia señala para esta solemnidad (en los templos de los jesuitas) sea la pregunta de Jesús: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?  Un jesuita se forma y modela en la fragua de los “Ejercicios” espirituales de San Ignacio. Y como en ellos se lleva un proceso de purificación, primero, y de conocimiento interno del Señor, como camino indispensable, irá pasando a la imitación…, a la identificación con la Persona de Jesucristo, incluida ya la Pasión, la muerte…, el sacrificio, la renuncia… “Quien quiera venir conmigo que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día y me siga”  “El Hijo del hombre va a padecer mucho, va a ser desechado por autoridades, ser ejecutado…”¸por ello, quien se decida a perder su vida –renuncias, dominio de sí, sacrificio…- la ganará, y quien pretenda ganar –disfrutar de la vida, vivir apoyado en su dinero, tener todos los goces…- la perderá. Porque ¿de qué le vale a uno tenerlo todo si se perjudica a sí mismo?  [Expresión con la que Ignacio martilleó a Francisco Javier, hombre vanidoso por sus muchos méritos y sabiduría…, hasta que –en los “Ejercicios”- acabó por ponerlo todo al servicio de la causa de Jesús].
             Quedaba una última palabra en la exposición que hizo Jesús de lo que sería su vida: al tercer día resucitará.  Ahí se cerrarán los “Ejercicios”, mostrando a las claras que merece la pena todo lo anterior. Y que, al conocer internamente al Señor, se está abriendo ya esa puerta de triunfo: no somos discípulos de un fracasado sino de un SEÑOR triunfador del mal, del pecado, de las fuerzas del infierno. Nos identificamos con un CRISTO QUE VIVE y que llena toda la vida de una criatura.
             Bien puede verse  que todo esto no es exclusivo de los jesuitas, puesto que lo que se está poniendo por delante es el Evangelio, y el Evangelio está ahí para todo seguidor de Jesús, para todo fiel cristiano.  San Ignacio le dio forma y caminos, desde el objetivo básico de amar a Dios y servirle, hasta la necesidad de ser honrados y no jugar con “las cosas” (cosas o personas) como caprichos de niño. Sino que hemos de ser muy dueños de saber avanzar con todo lo que nos va llevando a Dios, y saber dejar a un lado cuanto nos pudiera apartar o despistar de Él.
             ¿Cuál es el procedimiento?  La 1ª lectura lo dice:  la vida es una continua elección… Ante nosotros se abren constantemente dos frentes: el que nos hace personas, dueños, maduros…, y el que nos aniña ofreciendo las chuches de una vida facilona, placentera, de “niños pijas”…, “niños de papá” encaprichados y mimados.  Somos libres para elegir. Pero saber elegir es lo propio de la persona racional y –más aún- creyente. Y el que elige bien, es bendecido: vive, crece, posee la vida que viene de Dios. ¡Ha encontrado el tesoro escondido!  Quien elige su comodidad, “morirá sin remedio” [ha matado en sí la fuente de su felicidad].  Pues bien: los “Ejercicios” se dirigen a este punto de la ELECCIÓN para que quien ha conocido internamente al Señor y quiere llegar a la identificación con Él, elija de acuerdo con Jesucristo.  Y así entra la persona en su proceso de discernimiento, para evitar los sutiles engaños que le ofrece “la vida”.

             Una norma básica para no engañarse: la que San Pablo expresa en la 2ª lectura: lejos de mí el gloriarme, si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.  Por ella renuncio a las bagatelas del pobre mundo. Aunque es mundo –entonces- me considera  a mí un desgraciado (un crucificado).

martes, 30 de julio de 2013

CIZAÑAS REALES

30 julio.- A vueltas con la cizaña
             Los discípulos de Jesús pedían al Maestro que les explicase las parábolas.  La verdad que ellos deberían rumiarlas por sí mismos porque no se adentra mejor un conocimiento cuando se lo explican a uno, sino cuando la persona –en su silencio del alma- piensa, rumia, regurgita aquella palabra escuchada.  En la pedagogía evangélica hay algunas explicaciones de parábolas y vienen a ser como “el manual”, la clave, para que sepamos orar sobre esas enseñanzas y las vayamos adentrando en el alma.
             Ocurre así con la parábola de la cizaña, en cuya explicación Jesús va poniendo “nombre” a cada elemento de la parábola.  Él mismo siembra la buena semilla. La buena semilla son los ciudadanos del Reino. O lo que es igual –y más comprensible- los que escuchan la Palabra de Dios y así son “ciudadanos del reino”.  La cizaña son los partidarios del maligno, y el enemigo que sobresiembra es el diablo. La convivencia de buena semilla y cizaña tendrá su final cuando llegue el tiempo de la siega y el Dueño dé la orden a los segadores de segar primero la cizaña y quemarla (para que sus semillas no se sigan reproduciendo), y luego se recojan las gavillas de buen trigo y luzcan doradas como el sol, para ser recogidas y almacenadas en los silos del Reino.
             El “manual” ya está. Al orante le toca barajar términos para hacerlos presentes en realidades que nos toca vivir.  Es un hecho incontrovertible que hoy –en nuestro momento actual- trigo y cizaña conviven. Siempre fue un principio básico de la fe que el trigo bueno está como levadura que haga fermentar la masa…, y –por decirlo así- que la cizaña sea ganada por el trigo y que sea el bien y la verdad lo que ayude a esa purificación de tanta cizaña como rodea (y rodeó siempre).
             Lo que pasa es que cualquier observador podrá comprobar que se produce con mucha más facilidad el efecto contrario… Que una manzana podrida acaba pudriendo todo el canasto, y no que una buena manzana contrarreste el contagio de la podrida.  Y que asistimos (y lo malo de todo es que asistimos impertérritos) a una degradación de la buen semilla, atraída por los falsos principios de la cizaña.  Que resulta más fácil irse “adaptando” al planteamiento hedonista que aporta la cizaña, que tomar conciencia de que somos llamados a contrarrestar esos efectos perniciosos.
             La cizaña toma carta de ciudadanía desde ese virus invisible del “ambiente”, “la sociedad”, “la vida”…  Se “sobresiembra de noche” (con disimulo y engaño) en aulas, debates, equívocos planteamientos de “libertad”…, el “todo vale”, el “ser dueños” autónomos aun de la propia conciencia y por consiguiente, relativizando a Dios y sus principios, criterios, mandatos y Palabra viva de Jesús…, perfectamente organizado desde las mafias que atacan precisamente los principios católicos.
             Es toda una táctica: si se mina la personalidad, si se destruyen los criterios básicos, si se consigue crear una masa amorfa de “seres humanos” deshumanizados, se habrá conseguido una especie “humana de plastilina” a la que se le lleva por donde quiere “la cizaña”.  Los agresores de la mujer, los violadores, los pederastas, los corruptos, los asesinos…, habrán existido siempre. Pero chocaron con un baluarte en EL HOMBRE…, y en concreto en los ciudadanos del Reino.
             Ablandamos ahora esa roca y la hacemos arena…, empezamos a pensar que todo vale…, y seremos los grandes hipócritas escandalizados por esas bajezas humanas…, y sin embargo hasta habrá ciudadanos del reino con una duplicidad de vida…  Lo dulce del veneno se ha tragado… Y aunque se ponga el grito en el cielo por lo mal que está todo, ¿hasta dónde estamos siendo un trigo bueno purificador…, una roca granítica que no se deja hacer arenisca…, unos cristianos de criterios y hechos rocosos, para no dejarnos comulgar con ruedas de molino?  [Una cosa es ese respeto pasivo que no entra a juzgar, como acaba de decir el Papa; y otra cosa es que no juzgar equivalga a esa comunión que se traga las piedras, y que se deja cambiar el mismo pensamiento que nos dejó el sembrador del buen trigo]. Una cosa es escuchar opiniones…, saberse plantear una verdad más completa, y otra ir cambiando los propios principios como camaleones que podemos variar de color.
             No sería malo si ese rechinar de dientes supiéramos adelantarlo ahora desde unas reflexiones maduras, exigentes, objetivas… Merecería la pena ser ahora los propios “segadores” que aprendemos a separar en nosotros el trigo de la cizaña, la verdad de la media verdad…; capaces de mirar dentro de uno mismo lo que muy posiblemente nos parece mal en el otro.


             Hay en la 1ª lectura de hoy [Ex 34] una afirmación impresionante. Dice que Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo.  En realidad es el núcleo esencial de la oración profunda. Porque hay que tomar el lugar de Moisés… Y además de esa confianza con la que él se dirige y porfía con Dios, también tiene ahora un momento maravilloso que deja a Dios hablar…, que lo deja SER DIOS y que Dios es quien toma la palabra y quien se dirige a Moisés como a un amigo…  Estamos en el meollo de la oración que puede transformar…, que puede purificar la cizaña, empezando por la propia cizaña…, ¡que la hay!

lunes, 29 de julio de 2013

29 julio. Otra vez ÍDOLOS... Y Santa Marta

29 julio: Dos nuevas posibilidades
             Otro día con posibilidad de elección en las lecturas, aunque si se sigue la Instrucción del Misal Romano no hay duda que se prefiere seguir en la lectura continua. La otra posibilidad es el Evangelio que iría con la memoria de Santa Marta, esa mujer que aparece en dos evangelios como amiga del Señor.  Yo insistiré en las lecturas del lunes 17º. Y me detengo en la 1ª lectura que vuelve a tocar indirectamente el tema de los “ídolos”.  Se ha ido Moisés al Monte y allí pasa 40 días en la presencia de Dios, que le entrega las Tablas de los mandamientos. Pero hasta la cima del monte sube un clamor sospechoso. Y Moisés baja y se encuentra con que el pueblo aclama un becerro de oro como imagen de su Dios. Y digo “Dios” con mayúscula porque ni el pueblo ni Aarón han pretendido un ídolo, sino –dado que Moisés se retrasa- el pueblo necesita plasmar de alguna forma su adoración a Dios, al que le han prometido hace poco hacer todo lo que Él mande.
             Pero Dios había dicho expresamente que no se hicieran imágenes de Él. Sabe Dios muy bien que los humanos pasamos fácilmente de lo espiritual a lo material… Que empezamos por razones del espíritu y acabamos en sentimientos muy humanos.  Y que del ídolo (cualquier “cosa” o persona a la que de alguna forma prestamos una “veneración”) saltamos sutilmente a “endiosar”. De la representación se puede pasar sin sentir a un “becerro de oro” al que finalmente se “adora”. Y nunca se había pensado ni pretendido pero las transferencias afectivas se producen sin sentir. De una reliquia, de una “devoción”, de una “forma” de expresar una fe…, es facilísimo hacer la transferencia y que el objeto (“cosa” o persona) acabe convirtiéndose en el semi-dios que constituye el “ídolo” real y concreto de cada uno.  Hasta el evangelio se puede constituir en ídolo cuando queda sólo como libro piadoso, o se intenta buscar en él lo que agrada y va dejando uno lo que no agrada.  Al final, en cualquier caso, a Dios se le ha sustituido por “una representación”, y el alma no va derecha a Dios sino dando rodeos que hasta pueden no llegar a acabar en Él.  Fácil de comprobar cuando determinadas devociones no conducen en absoluto a lo esencial, y pueden “venerarse” otras formas externas, y prescindir totalmente de los Sacramentos, que son la respiración de la fe y de la Iglesia.
             Tenemos en la retina, con admiración y gozo, la gran concentración de Río, con más de 2 millones de jóvenes… alrededor del Papa. Yo digo siempre que espero a “mañana”. Porque si no, también puede constituirse ídolo engañoso ese boom de unos emocionantes días. Pero ¿cómo se traducirá eso cuando esos mismos jóvenes vuelvan a sus casas, sus universidades, sus discotecas, sus relaciones afectivas, su modo de encauzar una pareja hacia el matrimonio, el respeto esencial por la vida que debe ser concebida y debe nacer, por el sentido sagrado de la familia, las responsabilidades sociales, la vida cristiana "a a manera de Dios"…, etc.?
             El Reino de Dios, nos enseña Jesús, es algo que comienza de forma muy imperceptible.  Que cada joven de esos es –cuando ya está solo o en su grupo cristiano- una pequeña semilla... ¡Ahí debe haber algo que imante y que deje impacto para que vengan pájaros de todos los colores para anidar en esas ramas!
             Que cada uno, joven o mayor, tomemos profundamente en serio que la Iglesia no se hace de granes concentraciones –son convenientes como en las jornadas vividas- sino de puñados de levadura que se van metiendo insensiblemente en la masa y la hace fermentar.  Y en eso no estamos nadie exento. Todo fiel cristiano está llamado a manifestar a su alrededor la alegría de Jesús. Y el Reino de Dios será esa suave extensión, casi insensible, pero con una fuerza interna irresistible.  [Que bien que esto ya nos es un interrogante a cualquiera de nosotros].

             Marta nos pone hoy una nota de intimidad muy atrayente. Para Marta, Jesús no era sólo un personaje grande y líder religioso. Para Marta era un amigo de profunda confianza. Las intervenciones que nos narran dos evangelistas no son las que pueden venir de una piadosa contemplación, sino de un trato familiar, confiado, muy cercano… Jesús es EL AMIGO al que se le envía recado –sin necesidad de explicitar más- de que aquel amigo a quien Él ama –Lázaro- está enfermo.  Y como Jesús no ha acudido a tiempo, Marta expresará en semi-queja nacida de lo más íntimo, y en hondo sentimiento, que si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto.  Y traspasando los naturales límites de la confianza, llega a insinuarle el milagro…: Aun ahora sé que lo que pidas a Dios, Dios te lo concede.  Es una oración de plenísima y bella confianza.
             Y –a lo que iba todo ese relato- la respuesta de Jesús va más allá que lo que vaya a hacer ahora… Lo que este evangelio pretende dejar claro es que Jesús es la Resurrección y la Vida, y que así, quien cree en Él, aunque haya muerto, vivirá.  Sin expresar lo que va a hacer en aquella ocasión, sí está abriendo todo el horizonte hacia la esperanza del creyente, de todo creyente EN ÉL.

             Y Marta concluye en un acto de fe abandonada: Yo CREO que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.  Queda el resto para más adelante. Lo que se había pedido era la fe, y esa fe absoluta que brota de una amistad absoluta.

domingo, 28 de julio de 2013

17º domingo, ciclo C, T.O.

UN TRATADO DE ORACIÓN CRISTIANA        
  Cuál sea la lección concreta de este domingo es bastante clara. Desde el mismo comienzo estamos encontrándonos con Abrahán en actitud de súplica y oración. Dios ha visto que Sodoma y Gomorra son dos ciudades que viven en la inmoralidad más burda, y Dios está dispuesto a purificar tanta suciedad humana en corazones que han perdido el norte.
             Abrahán se pone ante Dios, con respeto, con reverencia, con humildad, y pone a Dios ante una justicia mejor que la de acabar con esas actitudes de pecado manifiesto. Porque ¿destruirías las ciudades si hubiera 50 personas rectas en ellas, que acabarían cayendo aunque son inocentes? Y Dios mira a su propio Corazón y sabe que no lo permitiría su justicia bondadosa. Y Dios afirma que en atención a esas 50, no llevaría a cabo su amenaza.  ¡Un triunfo de la oración de súplica!  Y Abrahán, manteniendo esa actitud humilde e intercesora, le presenta a Dios una nueva petición: Puede ser que no haya 50, pero que haya 45…  Y Dios accede: Por esos 25 no destruiré la ciudad.  Abrahán ve que su súplica es acogida por Dios y rebaja otros 5… Y más curioso aún: cuando ve que Dios tiene un Corazón blando, rebaja ahora 10…, y otros 10…, y otros 10.  Ya ha sabido Abrahán que Dios es rico en misericordia y que puede pedirle…
             En el Evangelio Jesús empieza por dar una clave de oración muy novedosa: será característico de sus discípulos dirigirse a Dios como PADRE. Eso no cabía en la cabeza de un judío. Jesús dice: esa es la distinción de quien ora como discípulo mío.  Y como discípulo, lo primero que hace es no pedir para sí, sino buscar, querer y gozar con que Dios es Dios. Por eso pide que se alabe y se de por hecho que Dios es santo, y que se establezca su Reinado (a la manera de Dios). Supuesto eso, que Dios nos dé el pan diario (que –además del que nos ha de alimentar y vestir- encierra los bienes espirituales del perdón por su parte, de la fidelidad por la nuestra, y de la honradez necesaria de cada uno para no meterse en la tentación.
             Luego entra en una insistencia absoluta en que pedir a Dios no es una moneda que se echa y devuelve un chicle. Orar debe suponer una vida, y en cada situación una constancia. San Agustín se pregunta: ¿es que Dios necesita que le repitamos para que se entere?  Y se responde: No. Lo que Dios quiere es que repitamos nuestras indigencias y necesidades para que nosotros nos hagamos bien conscientes de lo que somos por nosotros mismos, y cómo necesitamos de Él.  Por eso, hay que hacerse a la idea de que Dios no es una ventanilla oficial a la que vamos a pedir una cosa y nos la extienden sobre la marcha.  Dios tiene una pedagogía mucho más humana, y nos quiere bien conocedores de que dependemos de Él, de quien es Padre y quiere atendernos.  Ahora bien: porque es padre, no puede darnos cualquier cosa que pedimos porque –aunque creyéramos nosotros que es lo que necesitamos- en realidad no es un bien para nosotros.  Y tras dejarnos pedir y repetir, o bien nos lleva a cambiar el objeto de nuestra petición, o nos da su Espíritu Santo que entra mucho más adentro de lo que habíamos pedido.
             No está contemplado en este evangelio de hoy –de forma explícita-  otro aspecto básico de la oración. Está implícito en ese darnos su Espíritu Santo.  Y es que hay una oración que no va tanto a pedir y “hacerle saber” a Dios nuestros deseos, sino la que va a Dios para preguntarle a Él cuáles son sus proyectos sobre nosotros.  Jesús lo expresó el día aquel: Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Por tanto hay una oración que hace más dichosos y tiene un recorrido mucho más largo: la oración que busca e investiga en la Palabra de Dios, qué es lo que Dios quiere.  Y como nos sería tan imposible entrar en el secreto de Dios, Jesús viene a hacer presente la voluntad de Dios, bien en lo que vive, bien en lo que explica.  Al final desembocamos en lo que es siempre básico: la oración que el fiel cristiano hace con el evangelio en la mano, buscando cada día esos aspectos que le van enfrentando a la misma vida de Jesús, para ver si esta vida mía es realmente cristiana (al modo de Cristo, al estilo e imitación de Cristo), o yo me las compongo  un tanto a mi devoción y manera, pero en lo que claramente no avanzo, no cambio, no me acerco a esa vida de Jesús, a la que estoy llamado a llegar.
             Como he planteado muchas veces, si la oración diaria no desemboca en unas interrogantes que afectan directamente a mi vida concreta, para que se vaya haciendo más cercana al estilo y modo de Jesús, estaremos haciendo una oración “piadosa”, pero no habremos entrado en esa escucha de la Palabra para ponerla en práctica.

             Y cuando la Palabra –en un domingo- tiene el salto obligado al Altar donde Cristo se ofrece en Sacrificio de Amor…, y en Sacramento de salvación, es notoriamente más toque de atención a los fieles partícipes de la Eucaristía…, que COMULGAN A CRISTO  (que se hacen una masa con Él), y que –por tanto- salen exigidos en el fondo de sus corazones para abrir el alma a una oración que sea mucho más influyente que la piedad por sí sola.

sábado, 27 de julio de 2013

27 julio: TRIGO y CIZAÑA

27 julio.- Sigue la siembra
             Hoy estamos ante otra parábola –[Mt 13, 24-30]- con nuevas enseñanzas. El estilo de Mateo, el mismo: Jesús cuenta la parábola a la gente, y la deja con ella… El rumiar, calibrar, pensar su sentido y contenido, aplicar las consecuencias…, eso se lo deja Jesús a las gentes que les escuchan.  Lo que significa que hoy, nosotros, escuchando igualmente de los labios de Jesús es parábola, sin más explicaciones ahora, ya tenemos material suficiente para pensar y orar con realismo; Jesús no “ha jugado” a contar enigmas. Ha expresado un planteamiento de Dios, una realidad del reino de Dios aquí abajo. Y por consiguiente yo estoy metido ahí en medio y tengo un directo protagonismo en las posibles consecuencias de esa enseñanza.
             Lo primero, principal, e indiscutible –un principio esencial que viene de la misma realidad de Dios- es que la semilla que el dueño pone en manos de los labradores es una semilla buena, de la más excelente calidad. No podía ser de otra manera. Sembrada en cada cual esa semilla, los frutos que cada cual tenemos que dar son excelentes.
             Matean las plantas. Y los labradores advierten algo que no pueden explicarse: Tú sembraste semilla buena y limpia; sin embargo hay cizaña creciendo juntamente…  Y el dueño responde con toda claridad: Lo ha hecho un enemigo.  Mientras que el dueño pretende para su campo y posterior cosecha lo mejor de lo mejor, un enemigo, de noche, mientras la gente dormía, sembró cizaña en medio del trigo.
             Muy fácil tendencia –y muy cómoda- es ver en ese “enemigo” al diablo, al maligno… Y hasta se queda uno como víctima inocente de esa cizaña que estropea la siembra primera.  Pero es posible que otros, con más sentido de la responsabilidad personal y de la propia realidad, no se vayan tan lejos, y caigan en la cuenta de que aquel deslumbrante profesor, tan atrayente por tan libre y abierto…, ha puesto unas semillas de cizaña sobre el trigo limpio que puso Dios.  Aquellos compañeros de pandilla, de estudio, de conversación…, aportaron su cizaña engañosa.  Que uno mismo se basta para encizañar, porque todos llevamos el gusanillo de lo prohibido, de llegar al límite…, la curiosidad…, el deseo de falsa libertad…, fueron siendo semillas de cizaña… Y para colmo, y no ya siquiera “de noche”, los medios de comunicación se encargan de hacer su agosto en eso de maleducar y de poner al borde de lo prohibido… El empujoncito final, ni hace falta ya… Uno se sobra y se basta para dejarse resbalar.
             Y el buen trigo se ha quedado entremezclado con la cizaña (planta maligna de aquellas latitudes por donde Jesús caminaba).
             Y vienen los labradores que proponen arrancar la cizaña YA… El dueño, con sensatez, les dice que no puede hacerse porque están tan raíz con raíz que arrancar cizaña supondría arrancar el trigo.  Está Jesús dibujando la vida real, porque el reino de Dios se desenvuelve en la realidad diaria de la vida.  Por eso: dejadlos crecer juntos y yo encargaré a los segadores del momento final que sieguen el trigo y lo recojan y almacenen; y aparte sieguen la cizaña y quemen esas gavillas malas…: es menester que se corte a tiempo y que no se reproduzcan e infesten.
             Dos aspectos hay ahí: uno, que la vida se desenvuelve con esa convivencia del bien y el mal, los buenos y los malos. Y eso no puede evitarse, ni Dios pretende ir cortando cabezas de “malos” para salvaguardar a los “buenos”. Hay que convivir, y en esa convivencia se irá aquilatando la bondad de los buenos.
             Y a su vez, con esa infinita paciencia de Dios, piensa su Corazón de Padre que esos mismos “malos” han de tener su oportunidad… Lo mismo que el mal infesta al bien, ¿por qué no va a poder el bien purificar el mal? ¿No es cierto que muchas “cizañas” se fueron haciendo “trigos”, al contagio con la buena semilla que mantuvieron otros en medio de esta locura de la vida?  ¿Se ha acabado la capacidad del corazón humano para reflexionar, recapacitar, dar la “patada en el fondo de la piscina” y salir a flote con una novedad para adelante?
             Otra reflexión personal: en mi hay trigo excelente que apunta a gran cosecha.  En mí, sin duda, hay “cizaña” que hace de lastre en mi caminar  diario.  Unas veces, se me metido sin saber… Otras veces me “he metido yo en ese toro”. Unas veces son cosas de más envergadura.  Otras son los detalles propios de la vida diaria en la que el engaño sutil me puede cambiar el paso bueno que yo llevaba.  ¿Habrá quien crea que a él no le concierne esta parábola?  ¿Habrá quien la pase como meditación piadosa y no se detenga a descubrir esas cizañas que se han entremezclado –sobresembrado- en él?
             De suyo es una parábola magnífica para un discernimiento, porque da varias claves de conocimiento.  La buena semilla va a la luz del día. La mala, de noche (en obscuridad, en engaño). El buen trigo lo siembran los labradores.  La cizaña no tiene “sujeto”…: es “un enemigo”. El trigo se siembra de pleno derecho. La cizaña se “sobre-siembra” (viene a invadir un terreno ya cultivado y con dueño propio).

             Por eso nunca puede pensarse que la parábola no va conmigo. En la parábola de la cizaña estamos comprendidos todos. El engaño sutil es siempre posible, y hay que estar sobre sí con los cinco sentidos.

viernes, 26 de julio de 2013

26 julio: Joaquín, Ana e ídolos

26 julio: San Joaquín y Santa Ana

             Hoy estamos ante otro día de elección libre de lecturas: o las que la liturgia pone en esta memoria litúrgica, o la recomendada lectura continuada, que tiene la fuerza de mantener la idea y el argumento de un evangelista concreto, sin ir dando tumbos de un día para otro.
             La tradición dio a esos dos santos la paternidad de la Virgen María, y así se les venera. Personas de profunda religiosidad y fieles a la fe de Israel. Ellos educaron y formaron a María como niña y adolescente que centrara el sentido de su vida en el conocimiento y adoración al Dios del Cielo.  Luego vienen las “piadosas” tradiciones que rizan el rizo y sitúan a María como depositada por sus padres en el Templo, para que allí recibiera la esmerada formación de las doncellas más destacadas. Yo prescindo de esas añadiduras piadosas, porque soy mucho más partidario de hacer de la bondad una realidad posible de la vida ordinaria. Tanto si miro a Joaquín y Ana como si detengo mi mirada en la muchacha María.
             El Evangelio que se asigna es un gozo de Jesús porque sus apóstoles ven lo que no vieron siquiera los profetas anteriores. Estaría haciéndose una aplicación hacia esa excepcionalidad de Joaquín y Ana, que hubieran deseado tratar aquellos grandes personajes del A.T.

             En la lectura continua tenemos la explicación que Jesús hace a sus apóstoles de la parábola del sembrador.  Y pienso que en vez de meterme a repetir lo tantas veces dicho, puede ayudar mucho el enfoque de la 1ª lectura de hoy [Ex 20, 1-17]. Ahí se comienza con una afirmación sagrada y absoluta, que marca todo el resto: Yo soy el Señor, tu Dios… (carné de identidad esencial). Por consiguiente, sin lugar a otra conclusión: No te harás ídolos…, otros dioses frente a Mí –figura alguna arriba ni abajo-.
             A mí me habla esto a voces. Porque en la parábola del sembrador el gran obstáculo de la Palabra son los ídolos. Los ídolos de la superficialidad, de la religiosidad sin raíces. Ídolos de signos meramente externos (cordones, medallas, velas, reliquias, amuletos…) que se quedan en sí mismos y que no llevan a más.  La prueba al canto: se “practica” ese modo y se ignora y se prescinde de la Eucaristía, los otros sacramentos, el Evangelio como base de la fe en la que estamos.  Por eso no serán ídolos si todo eso es vehículo para desembocar en Cristo, en la fe que pide y a la que hay que responder.  Pero son ídolos cuando se convierten en matorral que oculta y sustituye y ahoga la sustancia misma de la fe en Cristo: seguimiento, imitación, identificación progresiva con Él.  De ahí que puedan ser tomadas como ídolo hasta personas concretas sobre las que se vive un cierto sentido de “veneración”;  el valor que se dé a “escritos-revelaciones” privados,  o de supuestas apariciones que van mucho más a la sensibilidad que a la llamada nítida de Jesús a través del Evangelio y la consecuente oración silenciosa en la que uno se deje interpelar por esa Palabra que ha sido esparcida.  Si me apuráis, hasta me atrevo a decir que se ha hecho del “demonio”, “maligno”… un ídolo-coartada que de alguna manera acaba liberándonos de nuestra propia responsabilidad. Es un ídolo, “diosecillo malo” con fuerza para marcar situaciones de nuestra vida.
             Sin hacer un problema…, pero sincerándose consigo mismo: ¿puede haber algún ídolo “conocido”, al que estemos dando un cierto “valor superior” de lo que es en sí, y que contravenga esa palabra profunda de Dios que hemos puesto al principio: Yo soy el Señor, tu Dios; No te harás ídolos? ¿Encontraríamos recovecos del alma y el sentimentalismo que nos lleven a idologizar “cosas”, personas, que son sólo lo que son. ¿Habrá Palabra de Dios que recibimos con alegría…, pero no hay raíces ni tierra para que arraigue? ¿Por qué?  ¿Habrá matorral en nuestro entorno, aun “matorral espiritual”, que ahogue la fuerza intrínseca de la Palabra?  ¿Y no serán ciertos ídolos que hemos ido situando en nuestras vidas para acabar haciéndolos “dios”?  Yo me lo pregunto a mí mismo, y reconozco que hacer un ídolo personal es muy fácil.  Unos lo ponen en un cantante, en un artista, en un deportista…, y otros en una persona de la vida diaria…, o en el móvil, la TV, el bingo, la tertulia que va desplumando a todo bicho ausente.

             Jesús, en su mucha humanidad, da por tierra buena al que da 30 por uno, aunque tierra buena dará el sesenta o el ciento.  Me hago la pregunta: es verdad, Jesús lo ha dicho, que ya es buena tierra la que da el 30. Pero ¿la que se conforma con dar ese 30 y puede dormirse en los laureles? ¿Puede ya darse por satisfecha en su respuesta a la Palabra?  Yo digo que no. Cierto que ya es “bueno”. Pero Jesús no nos ha llamado a “lo bueno” sino a lo mejor y hasta lo que más acerca a la plenitud.  Si adultos que aspiran a un buen trabajo, a un buen puesto en la empresa, a un máster de especialización…, ¿por qué no va a ser también lo mismo en ese fruto que la Palabra debe dar en una persona?  No enseñó Jesús una respuesta de “mínimos”…, de pasar dejándose la piel…, sino de sed perfectos, completos, capaces de ilusionarnos con el “más” y de perseguirlo en una lucha que sea capaz de cortarse la mano o arrancarse el ojo… -de superar y sobresalir- sobre cualquier obstáculo, apatía, pasividad, desgana, dificultad… Nos está esperando Dios: Yo soy el Señor, tu Dios;  No te harás ídolos.

jueves, 25 de julio de 2013

25 julio: LUTO y FIESTA

25 julio. SANTIAGO, patrón de España
             No podemos menos que empezar con un dolido recuerdo hacia el trágico accidente ferroviario a las puertas mismas de la Ciudad de Santiago, con elevado número de víctimas mortales y de heridos. Día tan señalado para Galicia, y que quedará marcado para tantas familias como luctuoso.
             En esas víctimas nos toca hoy que empezar a sentir con sentimientos humanitarios, a la vez que como personas de fe, la repetida afirmación de San Pedro en la 1ª lectura: Los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor con mucho valor.  Y más adelante, testificando ante el tribunal. Repite lo que es la gran fuerza de la fe: Jesucristo resucitó. Sean éstos, desde nuestra fe –al mismo tiempo que solidarios en el dolor con familiares y heridos- los motivos de fuerza y esperanza.
             Ya lo dice San Pablo en la 2ª lectura:  Llevamos este tesoro en vasijas de barro. La vasija puede romperse…, de hecho se rompe (de una u otra manera). Lo que nos queda es que saber que apretados, no nos aplastan; que apurados, no nos desesperamos; que acosados, no nos sentimos abandonados; que derribados, no nos rematan.  Esta preciosa oración de fe de Pablo, es la que hemos de saber hoy interiorizar ante la desgracia de tantas personas que, en lo humano, han quedado destruidas, y sin embargo –aun rota su vasija de barro- el tesoro que encerraban permanece. ¡Ésta es la novedad que tiene la fe!: no nos rematan…, siempre tenemos una nueva cabeza que sacar…, y es la seguridad de la Resurrección, unidos a la Resurrección de Jesús…, a la esperanza siempre abierta…, y que tanto necesitamos siempre: no nos rematan.
             Juan y Santiago caminaban con el grupo de los Doce, que iban a Jerusalén, lo que expresa a las claras que iba Jesús hacia su muerte. Pero como la muerte siempre se intenta soslayar, surge una petición a Jesús (en este evangelista es la madre quien la formula) de que en ese reino mesiánico que Jesús va a realizar, le reserven los dos lugares de privilegio y mando a los dos hijos de Zebedeo.
             Una petición que si siempre hubiera sido extemporánea, en este momento es hasta imprudente, muy egoísta, muy interesada.  Jesús debió sentir mucha pena interior. Estaban los discípulos a años luz de la realidad; años luz de lo que Jesús tanto había enseñado…, y de lo que suponía aquel viaje que era el último, porque Jesús desembocaba en el lugar de su muerte.
             La respuesta de Jesús llevaba su cierta dosis de dolor: - No sabéis lo que pedís. Pero Jesús no se deja “rematar”, y levanta rápidamente el vuelo y hace una contraoferta a los dos predilectos: ¿Podéis beber el cáliz que YO he de beber.  [Y he puesto en mayúscula ese YO, porque pienso que debió Jesús hacer fuerza en ello, como algo determinante para la respuesta que debían dar los dos apóstoles].  Y surtió efecto.  Porque ellos poco o nada entendieron de aquel “cáliz” que el Maestro va a beber.  Pero sí les decía mucho que el Maestro iba a beberlo… Por tanto: no entienden mucho la pregunta, pero saben clara la respuesta: CON ÉL, SÍ PODEMOS.
             Ha primado la fuerza de la adhesión personal. Puede darse el aun sin saber por dónde va la cosa.  Es CON JESÚS, y eso les basta. Que luego vengan o no los puestos de privilegio queda ya en segundo lugar…, y –además- ya no dependen de Jesús: es mi Padre quien lo tiene reservado.
             No se habían quedado al margen los otros Diez. No llevaban a mal que los dos hubieran pedido… Lo que les molestaba era que en esa petición de los Zebedeos, el resto quedaba “a la cola”.  Y se indignaron. Porque al final ellos querían también esos “bastones de mando”.
             Y Jesús tiene que sentarse pacientemente y empezar por el principio: el que quiera estar en puesto de privilegio, que se ponga al final. El que quiera ser servido, que se ponga a servir, como Yo hago, que os sirvo siempre, y hasta doy mi vida para salvar a toda la humanidad.
             En lo trágico de este día, y sin despagar los pies del suelo (donde tantos sufren o han perdido la vida), no podemos los creyentes que tener una mirada de fe. Jesucristo ha dado su vida para salvar. Todos aquellos que han perdido su vida biológica, han encontrado de improviso a Jesús Salvador. Creyentes o no, fieles en su fe o no, lo que sí han encontrado es a Jesús que da su vida en rescate por todos.
             El Sacrificio de la Misa, que revive y actualiza el Sacrificio de la muerte de Cristo, y a la vez canta ya el ALELUIA PASCUAL, se abre hoy como pieza fundamental para todos ellos…  Con ellos estamos nosotros en honda solidaridad. El sentido sacrificial se profundiza en nuestra fe…, porque al mismo tiempo estamos apuntando ya a la LUZ de la Resurrección.  En ese fe inalterable nos unimos hoy a la FIESTA DEL APÓSTOL, al luto de las familias, al dolor de los heridos y a ese viaje último de los que han muerto.

             Lo hicieron junto al sepulcro del apóstol que PUDO BEBER EL CÁLIZ de su Maestro…, y hacer que su vasija de barro, rota por el martirio, dejara patente el tesoro inmenso que llevaba dentro.  Ahí está nuestra fe. A los pies de Santiago ponemos hoy a España, a sus gentes, a su juventud…, conscientes del momento crítico por el que pasamos en los diversos órdenes de la vida de los españoles: el de la fe, el de un pueblo desmoralizado, el de la alterada vida social, el de la situación convulsa de la política y los políticos, en el dolor de familias en paro…, en la familia destruida en su mismo ser, por la pretendida fractura del territorio…  ¡Apóstol Santiago!, ruega por ESPAÑA!

miércoles, 24 de julio de 2013

Convocado ENCUENTRO NACIONAL

Con fecha de ayer 23, llega de Madrid 
la CONVOCATORIA del ENCUENTRO NACIONAL, que va a tocar el tema del AÑO DE LA FE y el CORAZÓN DE JESÚS, SÍNTESIS DE NUESTRA FE.
Se celebrará el día 12 de septiembre.
Quedan invitados a participar quienes lo deseen. 
Para detalles, o el blog, o mcantero@probesi.org, o por teléfono al APOSTOLADO DE LA ORACIÓN, 952.210509

24 julio.- Nueva evangelización
             Pueden comprender mis lectores que al encontrarme con este texto de Mt 13,1-9, más bien me pregunte por dónde voy a salir para no decir siempre lo mismo.
             Observemos, en primer lugar, que es un inicio de capítulo. Quien hizo la división, observó que no había continuidad con lo anterior.  El c. 13 presenta a Jesús en casa.  Y a Jesús saliendo a la playa.  Y –como quien le está esperando, a sabiendas de que Jesús aparecía por allí frecuentemente- una gran cantidad de gentes se le vienen encima. Jesús tiene que subirse a una barca para poder hablar desde allí y poder ser escuchado.
             Y comienza contando uno de esos cuentecillos que tanto agradaban a la gente. Lo curioso es que Jesús cuenta su cuentecillo y lo deja así. Luego lo explicará a sus apóstoles, ya de nuevo en casa. A la gente prefiere dejarle el “cuentecillo” y que cada cual rumie y piense y se lo explique a sí mismo. Es el arte de la oración auténtica…, o del soslayo de la palabra de Dios, según la forma de acogida o de pasar por alto…: ya se oyó, ¡qué boca tiene este Hombre!..., y luego…
             Y Jesús comenzó diciendo: Salió el sembrador a sembrar…; era lo que estaban palpando las gentes. Ese hombre, cuya Palabra les atrae, es sembrador de la Palabra de Dios.  Y les sorprende con una primera afirmación: una parte de la semilla cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron.  Si allí había gentes sinceras –como es de suponer- esta primera palabra les tocó  el alma. Es cierto –pensaron- que somos muchos los que recibimos la semilla…, y nos quedamos donde estamos. Nos gusta escuchar, admiramos y ponemos por los cielos lo bien que habla Jesús.  ¿Y luego?  Cuando cada uno se fue a su casa, ¿hubo muchos que siguieran dando vueltas a aquella “semilla al borde del camino? ¿Serán muchos los que “están admirados”…, y no dan un paso?
             Porque el gran tema no es si el sembrador sale y siembra sino si el que recibe la semilla la cultiva, y esa semilla le cuestiona y le hace plantearse una novedad.
             El Papa actual ha salido a sembrar la semilla del Evangelio. Casi sin expresar grandes discursos, su mensaje de gestos está tocando a muchos. Lo que el Papa está haciendo es dejar ahí la semilla de la nueva evangelización. ¿Qué significa eso?  Que no con muchas palabras sino con su propio hacer, está diciendo que no se trata de sermones sino de una Iglesia que tiene que acoger –ella misma- EL EVANGELIO.  Ese evangelio que un día encontró Francisco de Asís y escuchó una voz imperiosa: a la letra, a la letra, a la letra;  sin glosa, sin glosa, sin glosa.
             ¡Eso es la nueva evangelización!  No son más predicadores, más sermones, más escritos. Es simplemente que todos –la Iglesia oficial por delante- salgamos de nuestras casillas y entremos en LA NOVEDAD del Evangelio a la letra…, sin glosa.
             De lo contrario, la semilla preciosa en sí, queda soterrada al borde del camino…, o vienen  los pájaros y se la comen.  ¿No nos planteamos si no será eso el gran problema que arrastramos los católicos?  Evangelización nueva no es ahora inventar un evangelio ni poner parches a nuestra vida personal.  El vino nuevo requiere odres nuevos. El vino no falla. Pero los odres no nos cambiamos. Casi diríamos que se mantienen creencias, formas y prácticas…, que no han avanzado apenas nada… Estamos “seguros” en ellas, ¡y mejor no tocallo…!
             El Concilio Universal Vaticano II quiso ser un salto profundo en la vida de la Iglesia.  Respiró de una forma más visible por ese pulmón que es la Liturgia. Y dejó planteamientos inmensos hacia un revulsivo en la fe de la Iglesia, “arriba” y “abajo”.  De ahí que Benedicto XVI proclamara Año de la fe el 50 aniversario del Concilio.  Pero ¿de qué fe?  El propio Papa anterior, y ratificado por el Papa Francisco, el Concilio está inédito en lo que es la renovación de la Iglesia (el agiornamento que ilusionó Juan XXIII al lanzarse a esa inmensa aventura de que la Iglesia se mirara a sí misma, y mirara hacia afuera con ojos de madre y maestra, para no ser una Iglesia que sobrevuela sino que es levadura en la masa).
             Esto es lo que hoy me ha cogido el alma… ¿Qué hay en mí de nueva evangelización?; ¿qué semilla hay en mí: la que queda soterrada y molesta menos, o la que está llamada a crecer, desarrollarse y dar otro fruto? ¿No es un cierto problema que intentemos mantener creencias monolíticas que no pueden crecer, mientras la vida crece, avanza, se separa millas de la fe que trasmitimos?  ¿Realmente concebimos a Jesús y su semilla como algo que no puede engarzar con nuestro mundo, en el que vivimos y en el que –a lo peor- nos lamentamos?

             Veo a nuestro Papa. No ha entrado directamente en temas doctrinales. Y sin embargo su hacer diario nos está diciendo que algo no es ya como veníamos siendo. Y si la vida es la que va por delante y la que marca en el poco a poco, en el día a día, el Papa nos va señalando caminos de nueva evangelización…, es decir: que “algo se mueve”, que algo se tiene que mover.  Esa semilla de LA PALABRA no podemos dejar que los pájaros se la coman, o que quede enterrada al borde del camino.  La parábola, muchas veces repetida, necesita ser revulsivo en nuestro momento actual. Y eso pide que miremos hacia dentro y recapacitemos todos.

martes, 23 de julio de 2013

23 julio.- Mi madre y mis hermanos

23 julio: Quien hace la voluntad del Padre…
             Jesús vivía su vocación: había sido llamado a propagar el reino de Dios, y no dejaba ocasión para ir llevando esa catequesis a las gentes. Y como Jesús hablaba con una palabra que calaba por sí misma, y además adobaba sus explicaciones con aquellas parábolas que hacían –por decirlo en términos modernos- de auténticos audiovisuales, las gentes se venían a oírlo y se apegaban a su palabra.  Máxime cuando su vida era coherente con lo que hablaba, y que encontraban en Jesús esa fuerza que les daba seguridad.
             Estaba Jesús en ello, y –mientras hablaba- le viene un recado: tu madre y tus parientes están ahí fuera y quieren verte.  No hacía mucho tiempo que los familiares de Jesús habían pretendido tomar a Jesús consigo y llevárselo, por pensar que este derrotero que había emprendido Jesús era una obsesión que le sacaba de sus cabales.  Las gentes estaban acostumbradas a esos iluminados que se creían enviados de Dios, y que cada uno traía alguna rara enseñanza, alguna extraña “revelación” de Yawhé…  No es de extrañar que aquellos parientes, ajenos por completo a una misión recibida por Jesús, lo llegaran a identificar con un iluso que se creyera “enviado de Dios” y “mesías”.
             Jesús, por su parte estaba investido para esa misión: fue llamado en el Jordán, cuando la voz de Dios se escuchó sobre Él y le declaró: Mesías, hijo amado, al que debéis escuchar.  No era Jesús un iluso, un iluminado, un aventurero… Era Mesías. Y en su vocación del Jordán quedaba determinado a realizar esa labor, con toda fidelidad, constancia, por encima de todas las cosas.
             Ahora vuelven esos parientes. ¿Podían haber cambiado su idea, y venir con otro ánimo de reconocimiento hacia Jesús?  ¿Venía María con ellos como la lógica ilusión de una madre a la que se le ha invitado a ir con la familia a ver a Jesús?  María pido comprobar muy pronto una realidad.
             Cuando le llevan a Jesús el recado de que están allí sus familiares y su madre, Jesús muestra a esos recaderos al grupo que tiene delante. Con su brazo extendido y en movimiento circular sobre todo el corro, responde Jesús: ¿Quién es mi madre y mis parientes?  Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
             Si ya las gentes que escuchaban estaban admiradas de Jesús, ahora se sienten mucho más identificados todos con Él. Por decirlo así, en términos muy actuales, hay una interacción entre Jesús y el grupo de sus oyentes. Ellos son valorados tanto que Jesús no se ha levantado para ir a ver a su madre…  Lo están comprobando esas gentes. Lo están comprobando los mensajeros. Y lo está comprobando perfectamente María y los familiares.  Ellos –posiblemente- no entienden… María sí. Ahora advierte Ella que hay mucho más fondo en todo aquel episodio. De una parte, bien sabe Ella que entra en ese grupo de quienes tienen todo en hacer lo que Dios quiere.  Ella expuso su vida misma, su estado social, su fama…, arriesgó todo, el día que Dios se le vino a decirle que contaba con Ella, y Ella dijo .  Comprende perfectamente que Jesús, su Hijo, haya respondido lo que ha trasmitido por medio de los recaderos. Incluso María sabe que en esas palabras de Jesús ha habido una auténtica alabanza a Ella.
             El grupo que escuchaba la enseñanza de Jesús tuvo en este hecho una prueba evidente de que Jesús no era uno de esos “predicadores” que mucho hablaban y poco comprometían. Y esa “autoridad” de la palabra de Jesús se hizo más densa. Se podían fiar de quien así actuaba, de quien vivía la coherencia entre sus obras y sus palabras.
             Pero ya sabéis que a mí me gusta “estirar la contemplación” y llevarla a algún extremo que ni sabemos ni podríamos saber. Pero que podemos imaginar como una continuación de la escena evangélica.
             Jesús siguió en su labor. Los familiares no se sentirían muy felices con aquella situación que hasta podría alguno considerar “desprecio”. Hasta es posible que intentaron disculparse ante María…, querer consolarla.  María no necesitaba eso. Tenía la visión mucho más larga y había comprendido muy bien, y había admirado a su Hijo. Ella había venido con su corazón muy desprendido y muy limpio, y con esa sensación seguía.  Y si la familia tenía intenciones rectas, debía comprender que Jesús ya no les pertenecía, porque Dios había tomado posesión de Él.
             Ahora me queda aún un capítulo de ciencia-ficción, como realidad posible.  Jesús acabó su enseñanza. Jesús departió un rato con las gentes mientras se despedían.  Y cuando Jesús se quedó solo, se vino hacia su Madre y sus familiares, y los atendió con la mayor delicadeza y con cariño, desde los sentimientos limpios de su Corazón. Gozó Jesús de ese rato con su madre; gozó María de tener a Jesús allí –ese rato- con ella, a la vez que sabía que Jesús ya no era “suyo” y que Ella no sería nunca un obstáculo.  ¿Entendieron los familiares y se tranquilizaron? (si es que todavía pensaban que Jesús estaba fuera de juicio…)

             Cuando aquel grupo familiar, con María, se despidieron, algo nuevo debía quedar patente.  Por encima de todo planteamiento humano, por encima de afectos naturales, por encima de todo…, la lección que prevalece es que lo primero en la vida creyente es hacer la voluntad de Dios

lunes, 22 de julio de 2013

22 julio:: Riquezas de la Palabra

22 julio. Dos caminos
             Hoy caben dos caminos en el comentario de la liturgia eucarística. De una parte está la posibilidad de la lectura continuada, la que corresponde a este lunes, y de otra, la celebración de Santa María Magdalena.
             La riqueza de la lectura continuada es que mantiene –por decirlo así- un argumento, el que se propuso el evangelista al seguir el orden y forma que ha seguido.  Y estamos ante una secuencia en la que los fariseos y doctores copan la atención de San Mateo. Aunque Jesús se había retirado y había puesto tierra por medio ante aquellos fariseos que estaban dispuestos a quitarlo de en medio (a falta de razones, entraba en juego la violencia), de nuevo aparecen ellos, aunque vengan en aparente son de paz, pero pidiendo “pruebas” a Jesús. ¿Y qué prueba?  ¡Un milagro tuyo!
             Jesús sintió en su alma la indignación más fuerte. ¿Qué es lo que hasta ahora había derrochado a derecha e izquierda? ¿Por qué se le perseguía y acusaba sino por sus mismos milagros, mirados bajo la lupa de las leyes farisaicas?  Y exclamó con expresión dura (que aquí tiene su razón de ser, y no en alguna interpolación de algún copista en otro momento de los evangelios): “Esta generación perversa y adúltera exige una señal. ¡Pues no se le dará otra que la de Jonás!”. [=La propia resurrección de Jesús, cuando las pasiones humanas lo hayan privado de la tierra de los vivos].
             “Generación perversa o pervertida” por la soberbia humana y los intereses humanos de los mentores religiosos judíos.  “Adúltera”, porque una generación que Dios había hecho suya, con la que había establecido amor de “Esposo”, con exclusividad y totalidad, se había “casado” con los falsos dioses de sus ventajismos, sus mesianismos humanos nacionalistas. Y porque todo eso recae en un rechazo a Jesús.  Pues si la reina del sur (vuelve Jesús a poner de ejemplo a los paganos) se vino a visitar a Salomón, admirada por la sabiduría de Salomón…, o Nínive se convirtió por la predicación de Jonás, aquí hay uno que es más que Jonás y más que Salomón.  Zanjaba, pues, Jesús la cuestión, y les negaba a aquellos fariseos y doctores esa señal que pedían… ¡Ya tenían muchas señales y las había despreciado y aun atacado!  Y Jesús no entra en ese juego. Acaba Jesús remitiéndose a lo que es la gran señal de la fe: SU RESURRECCIÓN.

             Precisamente tenemos hoy escenario de resurrección en la memoria litúrgica de San María Magdalena.  Ella sirve de milagro…, el que a los fariseos pueden mirar, porque se inició en la casa de uno de ellos. María Magdalena era una mujer pecadora, a la que se le conocía así en toda la ciudad. Un día pasó algo que revolvió la conciencia de aquella mujer. ¿Vio actuar a Jesús? ¿Vio alguno de esos milagros que para los fariseos no valían?  El hecho es que aquella mujer de la vida sintió dentro de sí ese “calambre” que mueve a cambio de vida, y ella arrostró la humillación, superó los respetos humanos, hasta las miradas de asco y repulsa que podría recibir.  Pero María se presentó en medio de un banquete que un fariseo daba a Jesús, y allí dio las muestras de su arrepentimiento y de su cambio intenso de alma…
             No la entendieron los fariseos, que estaban indignados (y a la vez muy críticos con Jesús). Sí la entendió Jesús, que supo descubrir el gran valor de aquella mujer, que venía a mostrar si dolor y su conversión.  Jesús supo que allí, como consecuencia de la acogida y el perdón que Él otorgaba (y que se manifestaba en el hecho de que no la rechazaba), surgía un volcán de amor agradecido… Se le había perdonado mucho y ella correspondía con agradecido amor de mujer perdonada y acogida.
             María Magdalena ya no supo vivir sino al servicio de Jesús. María se destacó de la mayoría de otras personas, en que ella permaneció en su misma actitud cuando llegaron los días de la persecución y de ser abandonado Jesús aun de sus mismos amigos y apóstoles.  Ella se apegó a la cruz del que le había perdonado. Ella quedó terriblemente huérfana cuando murió ajusticiado el gran valedor del cambio de su misma vida. Ella acompañó e intervino en la sepultura.  Y ella no pudo dormir el Gran Sábado, porque para ella no había fiesta cuando habían matado a su Señor.
             Lo buscó de madrugada en el sepulcro, con ánimo de dejar mejor preparado el cadáver del Amigo.  Y ella fue mensajera, primero de desgracia, y luego de profundo gozo…, porque creyó perder el juicio al creer que se habían llevado el cuerpo del Señor y no sabía dónde lo habían puesto, y bien podemos decir que perdió del todo el juicio cuando Jesús se le presentó y acabó reconociéndolo, y aferrándose a sus pies… Aquellos pies en los que había comenzado su nueva vida, llorando sobre ellos, y que ahora de nuevo los tenía cogidos…,y sobre los que también lloraba, pero con un llanto de gozo y de triunfo: Su Señor vive y le hace mensajera de alegría ante los mismos apóstoles.

             En efecto estamos en el exacto punto para la señal del cielo que Jesús había dado a los que le pedían “ver un milagro tuyo”. Él los remitió a esta hora y momento de la “señal” de Jonás…, el que fue tragado por el cetáceo y devuelto a la existencia a los tres días.  Jesús, devorado por los odios religiosos, resucitó con el poder de Dios… En efecto: aquí hay uno que es más que Jonás.

domingo, 21 de julio de 2013

"La mejor parte"

16 domingo C, T.O.

             Si no tuviéramos hoy la 1ª lectura, lo fácil de la explicación estaría en esa disquisición sobre lo que es más importante…: si el trabajo de Marta o la oración de María… Pero con la lectura del Génesis por delante, se ensancha mucho más la reflexión.
             Se han presentado ante Abrahán 3 personajes misteriosos, y Abrahán llega a reconocer en ellos la visita de Dios. Abrahán se pone manos a la obra para agasajarlos: matar el ternero, hacer una comida, llevarles entretanto pan para ir recobrando fuerzas… Sara interviene juntamente en ese conjunto de actuaciones, con las que Abrahán esté en continuo movimiento de preparación de viandas con que agasajar a sus misteriosos huéspedes.  Es evidente que acierta en todo ese ajetreo, y lo mismo Sara, hasta el punto de que con una de las bendiciones mayores, al despedirse anuncian que Sara, la esposa estéril, dará a luz un hijo en el tiempo oportuno.
             Ha quedado patente que lo que ha sido mejor parte para Abrahán y Sara, ha sido hacer lo que tenían que hacer, emplear su tiempo en lo que lo tenían que emplear; agasajar a Dios que se les ha hecho presente. Ninguno se ha quedado meramente contemplativo, pero la realidad ha sido para ellos que han hecho lo que tenían que hacer.
             Al pasar al Evangelio que hemos leído cabría hacer una exaltación de la vida espiritual sobre la del trabajo; de la vida del contemplativo sobre el que sirve y ayuda desde su actividad.  La luz que nos ha arrojado la 1ª lectura nos ayuda a comprender que lo que defiende Jesús no es la pasividad devota de María, sino que –Marta o María- hagan en cada momento lo que tienen que hacer.  Que la mejor parte es siempre la que está más acorde con los deseos de Dios, con la búsqueda de lo que a Dios le agrada… Y eso se dará unas veces en el trabajo con que hay que sacar adelante unos efectos de bien común…, de los que agradan a Dios porque buscan acertar con su voluntad.  Y otras veces –que también es digno de plantear- se dará en ese saber que cada tiempo pide lo suyo: lo que toca a Dios, a la vida del espíritu, al tiempo sereno y tranquilo para dedicarlo a nuestra alma, no puede quedarse para el tiempo sobrante, para cuando ya no tiene uno gana de nada.
             Si se da el caso -¡que ciertamente se da!- de que la persona se enfanga en ocupaciones y más ocupaciones externas, y no queda tiempo para dedicarlo al mundo sobrenatural donde actúa el Espíritu de Dios, eso equivaldría a una elección de la peor parte, porque Dios y las cosas de Dios no se pueden quedar para plato de sobras.  Y Jesús tendrá que apostillar que quien sabe dedicar a Dios su tiempo…, el que es necesario para cultivar el espíritu, ha elegido la mejor parte.
             El equilibrio de ambas situaciones es el valido. Y el que puede obligar a recapacitar a muchas personas que tienen tiempo y oportunidad para todo…, y dejan siempre “para luego” el espacio de su día que debe estar dedicado a Dios.
             En la lectura intermedia, de la carta de San Pablo a los colosenses, afirma Pablo que se une a los dolores de Cristo, realizando la tarea que Dios le ha asignado. Esa es la norma básica que nos pone en agrado de Dios…, en estar haciendo la mejor parte.  En consecuencia: amonestaos unos a otros para vivir esa madurez cristiana.

             Ese es el acento de la Eucaristía de hoy…, el encuentro con la Palabra hecha Eucaristía para que nos atraiga a saber repartir nuestros tiempos de manera que demos a cada momento lo que ese momento pide.  Y eso será precisamente, la mejor parte que nadie nos quitará:  HABER HECHO EN CADA MOMENTO, LO QUE DEBEMOS HACER.

sábado, 20 de julio de 2013

20 julio. Venganzas y serenedad

20 julio.- Venganzas y serenidad
El evangelio de ayer constituía una humillación para los fariseos que, habían pretendido atacar a Jesús con “las leyes”, y se habían visto “tocados” cuando Jesús les desmonta tanta fuerza de la “ley”, y nada menos que desde la figura misma de David.  Quedaban sin resuello.  Pero no sin la fuerza de reacción vengativa que es propia del soberbio herido en su amor propio. Por algún sitio tenían que salir para sacar la cabeza victoriosos.  Estaba visto que no lo conseguían por vía de palabras, y no tenían empaño en pasar a los hechos: planearon el modo de acabar con Jesús.
Es lo típico de la soberbia, de la sinrazón.  No hay razones, no valen las propias razones. No pueden sostener la fuerza de las argumentaciones de Jesús, y la solución para ellos es acabar con Jesús.  Muerto el perro se acaba la rabia. Se acaban las discusiones con Jesús, se acaba quedar siempre mal ante las gentes, e acaba ese enemigo vivo de las influencias y beneficios que les reportaba a los fariseos ser ellos los mentores del pueblo.
Jesús no es belicoso.  Trae espadas pero nunca para obligar a otros a “ponerse en guardia”.  Es él mismo el que usa la espada de la paz, y se quita de en medio. Se retira de allí. Lo curioso es que las gentes se van con Él, y que Él sigue su obra curando a todos, a la vez que les pide que no lo delaten par que los fariseos no lo descubran.  Ya dirá en una ocasión que son doce las horas del día y que Él trabaja en ellas mientras es de día…, un juego de palabras porque tras las horas del día, de la vida, de su acción liberadora mesiánica, sucederán horas de la noche,  horas del poder de las tinieblas, que van a encarnar precisamente las castas dirigentes.  Quería Jesús la paz, pero de hecho “puso la espada” en esa batida con las fuerzas de la tiniebla. Y cierto es que aparecerá un día enarbolando el estandarte de la PAZ, como signo distintivo y eterno suyo. ¡Pero hasta llegar ahí…!
Se regodea el evangelista recordando al Profeta Isaías, que describía al futuro Mesías –cuando viniere como el amado, fiel a Dios, en el que Dios ha puesto su espíritu para que anuncie a las naciones lo que es recto. Eso es, por regla general, una ocasión de guerra porque siempre están los envidiosos, los nostálgicos, los recalcitrantes, los monolíticos…, los paladines del “siempre se ha hecho así”.  Todos esos, en el fondo, no están defendiendo LO RECTO sino lo interesado.  Y sería perder pie en su “dominio”, en sus influencias, si alguien viene con una novedad.  Cristo traía la gran novedad de la verdad, de la superación, de la gran libertad del alma, de la VERDAD que sobresale sobre las interesadas “verdades” de otros. Y Jesús lo hace sin violentar nada. Pero con la fuerza de la verdad de Dios.
Jesús no voceará, no acabará de romper la caña que ya viene cascada; no gritará, no porfiará, no apagará el pabilo que está para extinguirse…  Jesús, con la misma fuerza y el mismo principio motor con que se enfrenta a los fariseos, con esa fuerza dinámica busca ayudar a hallar la verdad de Dios, la verdad que el Mesías viene a traer, y que es nada menos que reino de Dios,  Para eso no trata de romper ni de apagar… Se trata de aprovechar lo que hay y con eso, y la búsqueda de LO QUE ES RECTO, se desemboca en el Reinado de Dios, que es reinado de justicia y de paz, de bondad y de gracia…
Llega Jesús a ese lugar apartado, secreto…, y allí cura enfermedades. Es bucólico ver a Jesús tan apartado de las espadas en alto que tienen levantadas los fariseos. Pero uno tiene que pensar que todo eso no se hace como quien no hace nada… A Jesús le toca ahora hacer de fugitivo… Y su espada está patente allí:  se ha dividido el mundo ante Jesús: unos, pretendiendo acabar con Él…; al otro lado como tajo de la misma espada que divide –o ante la que nos dividimos-, las gentes que siguen esperando las curaciones y enseñanzas de Jesús.  Por medio, un Jesús huido para no romper la caña cascada. Esa casi dicotomía que nos hace pensar que la vida cristiana no es una suavidad que viene sola, y que, por tanto, hay que entrar en lucha, en cesión de sí mismo…:  hay que negarse a sí mismo…, hay que perder la vida para poder ganarla…, hay que fajarse con la propio cruz sin pretender orillarla… Es un hecho que lo que hoy se orilla para escaparse de la complicación y la exigencia, reaparece al poco con más fuerza.
Jesús no se resigna a dejar ese mundo tan desprovisto de Él mismo. Debe encontrar demasiados vacíos… Y regresa una y otra vez, espada en alto y en son de paz, para hacernos más sinceros en la experiencia de nuestra fe, más honrados en CREER lo que decimos creer, más comprometidos con un evangelio en el que se dan por igual las escenas gozosas de milagros de Jesús, y la lucha abierta, la puerta estrecha, por la que sde nos llama a transitar.
A mis queridos blogistas:
Hoy acaba un período de mi momento presente:
operado de corazón el 10 de junio,
 me viene a los 7 días a una Casa Enfermería en donde poder tener las atenciones necesarias y ayudas físicas indispensables.
Hoy, al cabo de 33 días, me reincorporo a mi Comunidad del Sagrado Corazón, con el deseo y necesidad de recuperar aquellas labores que pueda llevar, 
sin grandes esfuerzos físicos.

Los hay en abundancia, y hay que empezarlas a retomarlos    

viernes, 19 de julio de 2013

19 julio: Critica, critica..., que algo queda

19 julio. El espíritu crítico

El evangelio de hoy –Mt 12, 1-8- parece venir sin ninguna conexión con lo que hemos ido teniendo en la secuencia de varios días anteriores. Hoy tenemos una escena que, en principio, evoca realidades que hemos vivido y disfrutado “aquellos niños de ayer”, un tanto más “agrarios” que los niños de hoy que ya son concebidos con las tecnologías incorporadas.
                Yo he vivido ese singular gozo de pasar por sembrados de trigo y he seguido ese instinto natural de arrancar unas espigas, triturarlas entre las palmas y sacar el grano dorado que se llevaba uno a la boca con fruición. Y no había que tener hambre. Sencillamente eran impulsos que venían de dentro y que se llevaban a cabo sin ninguna otra razón que el placer de ese hecho.
                Este evangelista pone la connotación del “hambre” de aquellos apóstoles (que no voy a negar); otro evangelista no hace esa referencia al hambre. No parece haber una conexión expresa con los textos anteriores de días pasados, aunque yo no negaría que algún sutil hilo conductor se mantiene en esa trayectoria del conocimiento interno del Señor. Pienso que esto del hambre no tiene relación directa con esa acción tan espontánea de coger unas espigas. Jesús no se detiene ni a mirar ni a decir…, ni a corregir (dado que aquel día era sábado). La verdad que para Jesús aquellas minucias no tenían nada que ver con el hecho del descanso sabático.
                ¿De dónde salen aquellos fariseos en medio del descampado?  Yo suelo decir que en su afán crítico, casi fantasmal, surgen de debajo de las piedras.  Cuando se vive ese vicio de estar pendiente de cada detalle de los otros, y pretende hacer uno el altavoz crítico de todo lo que surge alrededor, de verdad que se deja la impresión de que surge el instinto crítico de debajo de las piedras. Llega a parecer que hay quienes tienen un radar para captar a lo lejos dónde se produce algo que se pueda criticar.  Como se dice de ese individuo que se acercaba a dos que iban hablando y les decía: ¿De qué hablan Vds., ¡que yo me oponga!?  Tengo que reconocer que me tira para atrás.
                No sé si es que en el fondo se me representan aquellos fariseos que no dejaban respirar a Jesús o a los apóstoles, y que aparecían en donde menos se les podía esperar. Pero allí estaban ellos para poner “su firma”…, y bien que molestaba a Jesús.  Jesús es delicado pero no soporta estas cosas, Y su respuesta vino a tocarles en el nervio ciático, como aquel “personaje misterioso” que peleó con Jacob.
                Los fariseos vienen a criticar a los apóstoles por triturar en las manos –en sábado- aquellas 4 espigas… Y Jesús les planta delante una respuesta de enorme envergadura, que les toca el trigémino.  Se va Jesús a la historia de David, el adorado rey de Judea. Y Jesús les recuerda que ese rey ejemplar tuvo una ocasión en que, exhaustos por una batalla él y sus hombres, entraron en la Casa de Dios y comieron el pan que había estado presentado a Dios en el altar.  Y  Jesús les advierte que –según la ley-ese pan sólo podían comerlo los sacerdotes…  O sea: que también el venerado santo rey David se saltó la ley por una circunstancia determinada…
                Los fariseos se quedaban sin palabras. Y hasta sin argumentos. Jesús les había minado “sus fundamentos”…  Si no estuvieran al acecho de cada detalle, y si no tuvieran esa actitud que critica todo, no se hubieran encontrado en esa situación. ¡Y ya podían tener aprendida la lección!: Jesús no transige con eso y cada vez que ellos pretenden hacer una crítica, Jesús los deja sentados…

                Ahora Jesús va todavía más adelante…, como para que los fariseos aquellos se hubieran subido por las paredes y hubieran rasgado sus vestidos: Jesús les añade que aquí hay uno más que el templo… Que aquí hay uno que es dueño y señor del sábado…  [Todo esto tenía que haber levantado ampollas y muy fuertes…, pero Jesús los ha dejado sin resuello].  ¿Y por qué lo hace así Jesús. Pues precisamente porque QUIERO MISERICORDIA Y NO SACRIFICIOS… Porque quiero humanidad más que “perfecciones”. Porque quiero espíritus abiertos y no los espíritus críticos. Porque quiero que aprendáis a vivir y dejar vivir.  Porque el único que es metro patrón es quien es más que el templo y más que la ley.  Porque quiero misericordia…, y dejar el agua correr.  Y precisamente tiene Él que usar la “táctica contraria” (diríamos así) para ver si aquellos fariseos reaccionan. Es la pena: que los fariseos no reaccionaron.  Que se quedaron sin palabras pero que, como el perro que vuelve a su vómito, otras mil y una veces se metieron en el mismo modo…  En efecto: no era para ellos aquello de la misericordia hacia lo que les rodea.  Volverán siempre a su crítica, a su vicio de mirar hacia afuera para descubrir “los fallos ajenos”.., para pretender quitar la paja del ojo ajeno, sin jamás tocar la viga que llevan en el suyo.

jueves, 18 de julio de 2013

18 julio: ÚNICO JESÚS, único evangelio

18 julio.- Evangelio “bonito”   Mt 11, 28-30

Esa realidad, penosa realidad, que cataloga los textos evangélicos en “bonitos”, “feos”, emocionantes, depresivos, aptos para orarlos, o “yo no los entiendo”, manifiestan que el Evangelio se toma como un puzle de piezas sueltas, de la que una es azul y la otra verde, pero como compartimentos estancos que forman un libro pero no una unidad compacta.
                Dicho más directamente: Jesucristo aparece como un mosaico en el que hay piezas que gustan y otras que no, A lo que no se ha llegado es a UN SOLO JESUCRISTO, que compacta en su única realidad una plural enseñanza que tiene diversas facetas, como el prisma que tiene múltiples caras y colores pero es un solo y único prisma.
                Jesús, el que el trozo de evangelio de hoy esponja tantas almas y ahí se quedan acurrucadas en tan “bonita” invitación a ir a Él porque Él consuela y ayuda y hace suave la carga, es el mismísimo Jesús que párrafos antes lanzaba sus ayes contra Corozaín, Betsaida y Cafarnaún.  Y el de uno y otro evangelio, es el mismísimo que cantaba alabanzas a Dios porque Dios se comunica a la gente sencilla y se revela de tal modo en Cristo que hoy Jesús llama para hacer suaves las cargas… ¿Es distinto un Jesús del otro? ¿Concebimos a Jesús “a trozos”, y un Jesús que hoy me gusta y mañana “no lo entiendo?  ¿Un Jesús que hoy sosiega, atrae, “endulza el paladar” de sus fieles, será radicalmente distinto del que vino a traer espadas, o tan distinto del que exige la paz para que pueda predicarse el evangelio?
                Es de temer que hemos dividido a Jesús en dichos bonitos y feos…, y hechos que agradan y los otros que “no se entienden”. Podemos pertenecer a los devotos enternecidos de Belén…, y a la vez escandalizados porque mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los enemigos que le maltratarán y le crucificarán. Y podemos estar entre los que quieren hacer tres tiendas si estamos en el Tabor…, pero zarandeamos a Jesús para que a ti no te ocurra tal cosa, si se ha hablado de Mesías que padecerá.
                Lo que está en juego es el conocimiento interno del Señor, que nos deja hoy ver todo color de rosa (y ahí me quedo yo tan feliz), y mañana me chirría diciéndome que me arranque el ojo si me da ocasión a pecar. El conocimiento INTERNO me pone delante a Jesús todo entero, de una sola pieza sin partes, y que –como en una Eucaristía- lo comulgo en totalidad sin distinguir “bonito” de feo, “devoto” de “duro”. Y posiblemente están ahí muchas de las dificultades para nuestra vivencia cristiana, que sufre escándalos cuando Jesús, el Evangelio…, no responden a ese “retrato robot” que nos hacemos de antemano, y que ha dejado “para meditar” –no como hecho de vida- que hay que negarse a sí mismo (con todo lo que eso implica) y tomar la cruz cada día  para seguir a Jesús. [Hablamos de “seguir a Jesús”, al verdadero Jesús, al Jesús integral].  No cabe “dividirlo” ni leer evangelio distinguiendo.., separando…, y hasta saltando “lo que no gusta”, o lo que “no se entiende”…, [y no se entiende porque una “parcela” de Jesús no nos hace felices].
                Realmente es fundamental que hallemos la UNIDAD que hay en Jesús y que todo lo que dice, todo lo que hace, hay que integrarlo en la sola verdad incuestionable de que ES EL SOLO Y ÚNICO JESÚS, el solo y único evangelio. Y que a la hora de leer y orar y vivir, seguimos a Jesús… Y Jesús, desde la riqueza infinita de su ser, nos va dosificando la llamada, la exigencia…; y hoy nos presenta a Jesús apretujado por las muchedumbres enardecidas…, y mañana Jesús está solo y rechazado, y una plebe pide para Él la condena en cruz.  Hoy nos acerca a su pecho y nos dice; venid a mí…, yo o aliviaré…, yo es haré suaves las cargas…, y mañana nos dice que Él trae espada y no paz… (y luego será el paladín de la paz, como distintivo? ¿Contradicción? Ninguna. Partes de un todo, y con diversas referencias y situaciones, que hemos de saber componer en la UNIDAD de un camino que Jesús nos muestra con múltiples facetas. La SÍNTESIS…, la capacidad de encajar cada pieza, a sabiendas de que estamos ante un único evangelio, una única PERSONA, será la obra que nosotros tenemos que ir asimilando bajo la acción del Espíritu Santo, que nos llevando a la verdad completa.
                Es uno de los efectos de la oración, por su posibilidad de silencio y de parada sin prisas, y por tanto de hallar esa verdad más completa cada vez. Es esa oración que no se hace para “gustos del espíritu” sino para dar ocasión a esa acción de la Gracia, que es la que ha de ir abriendo horizontes y llevándonos al conocimiento interno…, y cada vez más interno…

                Esto es lo apasionante de la oración y del encuentro con Jesucristo; ésta es la razón por la que resulta tan absurdo el que dice que “se sabe el evangelio de memoria”… Porque queda mucha tela que cortar…, porque estamos ante una Persona sublime, inabarcable…, porque estamos ante el mismo misterio de Dios.

miércoles, 17 de julio de 2013

Lo que va de ayer a hoy... 17 julio

17 julio. Júbilos de Jesús

Tengo que reconocer que son precisamente estos rompepiernas del evangelio –paradojas, si se habla en fino- lo que me atrae más y me subyuga más a la hora de orar y de intentar expresar mis sentimientos y comprensión del Evangelio. Lo que creo que es esa gracia que el Padre nos quiere conceder de conocer lo íntimo del Corazón de Cristo, pero para ello nos pide la actitud de sencillez…, la mente sencilla…, la humildad para dejar que sea Él quien lleva la iniciativa, la sorpresa, el misterio que –evidentemente- tiene siempre que separarnos de una ramplona lectura del evangelio.
                Todo esto va de “preámbulo” a ese cambio, como de la noche al día, que va del texto de ayer de ayer al de hoy, ¡y no ha mediado ni un solo versículo de separación!  Ayer estábamos ante ese dolorido y exaltado “¡ay!” de Jesús ante Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm… Se me pone delante aquella oración de Abrahán: “por 5 justos ¿no vas a salvar…?  Y Dios va cediendo y cediendo, porque su profundo deseo es salvar.  Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm  han desperdiciado la obra que Jesús ha hecho en ellas… Y Jesús siente el dolor de esa madre que ve al hijo que vive malamente y hasta dice querer no haberlo traído al mundo.  Pero luego, como en el sentir de Abrahán, ¿no va a tener ese hijo díscolo y hasta vicioso, un buen fondo por el que se vuelve a encender el amor maternal?
                De pronto Jesús, a continuación de aquel dolor, prorrumpe en un gozo exaltado, y da gracias a Dios, el Padre, porque estas cosas, ocultas a los soberbios y autosuficientes, se las has revelado a los de corazón sencillo. Jesús se queda parado ante la afirmación que ha hecho…, y vuelve a la carga, plenamente convencido y agradecido a Dios: Sí, Padre; así te ha parecido mejor.  Y nadie conoce al Hijo sino el Padre y aquel a quien el Padre se lo quiere revelar.
                ¿A quién lo quiere Dios revelar?  - Al que es sencillo de mente, de alma, de corazón. Al que se hace como un niño. Al que no le hacen falta grandes explicaciones.  Al que lee el evangelio con ojos limpios y claros, y entonces no necesita de mucha ciencia añadida.  Es más: la ciencia del soberbio le hincha tanto que ya no le cabe la verdad dentro de él.
                Jesús, con este júbilo explosivo, de pronto, a raíz de la diatriba que había habido en los versículos anteriores, nos está diciendo –desde otra forma- lo que Él acuñó tan claramente con aquello de que el vino nuevo requiere de odres nuevos, y que mientras no se hagan en nuestro profundo interior esos “odres nuevos”, no vamos ni a entender ni a acoger el nuevo mundo del Evangelio de Jesucristo.  ¡No vamos ni a oler el Corazón de Cristo! Ese Corazón que sólo conoceremos porque y cuándo el Padre nos lo quiera revelar.  ¿Y cuándo nos lo quiere revelar?  Cuando el corazón nuestro se hace tan sencillo como el de un niño, capaz de creerse las mismas fantasías… y ¡lástima del niño que ya no cree en los cuentos, en las hadas, en los platillos voladores!  ¡Lástima del niño que ya es incapaz de un corazón simple y se mete a razonar en el mundo de los mayores!
                Al Corazón de Cristo no se le puede llegar desde tantas sabidurías humanas…, tantas pseudoteologías que pululan en quienes nada saben de verdadera teología, y quieren saber más que nadie, y sólo admiten lo que da su pequeñísima capacidad humana.  Hasta los recónditos misterios de ese Corazón, sólo se va llegando desde la sencillez y la “pobreza de corazón” que deja el camino franco para el día que el Espíritu de Dios deja caer esa gota de su Sabiduría, que deja enanos los conocimientos nuestros.  Mientras tanto nos desgañitamos en nuestros intentos de saber (y hasta de juzgar y discutir) lo que no tenemos ni leve idea de lo que estamos diciendo.  Y es que para entrar dentro del Corazón de Cristo, hay que ser muy simples, muy sencillos de alma, muy humildes…, muy del último puesto del banquete…, porque todo el que pretende situarse arriba en la cabecera, fácilmente se encuentra desplazado a los últimos lugares.


                En la división que la liturgia ha hecho de este texto, nos reserva para mañana la gran solución para nosotros…, la gran ciencia que tenemos que vivir…, el secreto más simple y sublime que hemos de ir abriendo a lo largo de la vida. Todo lo demás será hojarasca. Pero ya es importante que vayamos convenciéndonos de que la verdad va por otro sitio, y la humildad de la gente sencilla es la que acaba liberando al mismo Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm. ¿“Por 5 justos no librarás a las ciudades pecadoras”?