lunes, 30 de abril de 2012

Liturgia..., y otra reflexión mía


LITURGIA DEL DÍA
            Ya habíamos tenido decisiones de Pablo de dedicarse a los no judíos.  Pero eso no era aún una situación que llamaríamos “oficial”. Había sido más una corazonada de Pablo ante el rechazo de los de su pueblo.  Pero hoy Pedro “oficializa” esa apertura del mensaje salvador.  Surge también ante una protesta de los más afectos a sus enseñanzas anteriores, por las que era escandaloso abrir el mensaje a lo que no eran del Pueblo de la circuncisión.  Y Pedro explica con un hecho que le ha sucedido, en una revelación, por la que Dios mismo le ha revelado que lo que Él ha declarado puro, no puede Pedro declararlo impuro.  Y acto seguido se confirma tan revelación del Cielo con una llamada para atender a unos paganos.  Y definitivamente viene el sello de Dios cuando el Espíritu Santo se expande sobre aquello incircuncisos, lo mismo que antes lo había hecho sobre los hijo de la circuncisión.  Y los ánimos se calmaron. No podían oponerse a Dios
            En el Evangelio sigue la explicación de Jesús sobre su realidad de PASTOR BUENO.  Más aún: “Puerta de las ovejas”.  Por esa Puerta entran y por esa puerta salen a sus pastos, y ninguna queda fuera del control de ese Pastor.  Declara Jesús la novedad de este Pastor, al que escuchan las ovejas, porque a través de Él, se salvan.


Los hados maléficos me han “engañado” EN LA ACTUAL NUENA FORMA DE SUBIR AL BLOG textos, y compruebo que no se han publicado ni la LITURGIA ni las REFLEXIONES MÍAS sobre la marcha del blog, que yo quería dejar para segundo y tercer lugar.
Ello me lleva –aparte del tiempo perdido a hacerlo ahora de forma conjunta en esta entrada.




Una reflexión sobre nuestro BLOG en estos momentos, puede ser interesante.  Ya “a toro pasado”, siempre es positivo hacer balance inventario, como buenos programadores de cualquier “negocio”.
Pasó el aluvión de “anonimatos” que llegaron a crear molestias en unos lectores (la mayoría) tan llenos de buena fe, y tan deseosos de un blog sereno y bien encajado.  Una medida extrema cerró por unos días esa avalancha, y luego se ha abierto de nuevo, con toda normalidad…
¿Con toda normalidad?  Esa es mi pregunta, con su parte de pena y de preocupación.  Un blog que se convierte en un sermonario de una sola voz, no es un blog.  Que conste que yo, cada día, tengo la ilusión de ofrecer esa reflexión evangélica y litúrgica, y que sé que se sigue con fidelidad por varios cientos de personas. [Una media mañana topé casualmente con la estadística, y aparecían más de 300 visitas en esa sola mañana.  Y eso ya merece la pena].
Pero insisto: ESO NO ES UN BLOG.  Todavía más si observo que hay amigos, amigos personales, amigos del blog, que se han retirado de sus participaciones tan ricas y oportunas –y con su nombre propio, como es realmente bonito- como si ese paréntesis de “cierre” les hubiera espantado de su unión moral con el blog.
Quiere decir que la vida del blog puede debilitarse y quedar enclenque y hasta llamada a una muerte por consunción.  Si el blog acaba siendo casi un monocorde sermón mío, no sé hasta qué punto cumple su cometido.  Bien para esos más de 300 (¡y ya es un fruto!).  Pero entonces me bastaría que me dieran su correo electrónico y yo sigo con ellos, como quien da una meditación.  Pero en cuanto nadie acuse recibo, yo creo que el blog adolece de individualismo…, o de egocentrismos (¡vaya Vd a saber!), donde aquí me las den todas, que yo no quiero saber nada.
Ni quito ni pongo rey…, pero establezco ocasión de reflexión, que puede expresarse en diálogo.  Cuando el diálogo es constructivo, para ayudar, para corregir y hacer mejor las cosas, es muy positivo.  El silencio, la ausencia, la apariencia de indiferencia…, no me gratifica demasiado.
No me extrañaría que en algún momento, personas de muy buena fe hayan podido sentirse disgustadas.  Yo quiero pedirles perdón en la parte que yo pueda tener.  Sinceramente todos me han merecido mucho respeto cuando su participación ha sido educada y constructiva.
Manuel Cantero S.I.

Después de la Ascensión


DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN   (Hechos 1, 12-14) 
           
            Han terminado los textos que se refieren a la VIDA GLORIOSA, ese “tiempo” que Jesús estuvo en el mundo nuestro desde su Resurrección hasta su Ascensión a los Cielos.  Comparo siempre la vida de Jesús en nuestro mundo a un gran “gran viaje espacial”.  El Verbo de Dios, el Hijo, eterno como el Padre y Dios con el Padre y el Espíritu Santo del Amor, inició un día el vuelo más infinito que pensarse pudiera el guionista más aventurado de la ciencia ficción: un viaje desde los Cielos –mirada del Altísimo- a la tierra embadurnada por la suciedad humana.  La misión espacial consistía en girar en ese mundo y hacer las reparaciones pertinentes en el módulo humano, que se había desconfigurado absolutamente.  Y no había más técnico especialista que el propio Hijo de Dios.
            Por eso se vino al mundo con su herramental pertinente: vaciarse, ponerse el mono de hombre, pero no solo por fuera como el que “se hace pasar por…”, sino tomando la condición humana, haciéndose un hombre como otro cualquier, para poder llegar a morir en la Cruz  Desde ese fango humano, Él empujaría a esa humanidad sumergida en el pantano del mal, y –sepultado- resucitaría por la fuerza de Dios.  Fue levantando a esa humanidad, atornilló sus tuercas con Alianza irrompible y –acabada su misión- emprendió el regreso a su Base Espacial.  He ahí la Ascensión que meditábamos ayer.
            Voy a confesar una experiencia personal.  Cundo yo hice por primera vez el MES de Ejercicios Espirituales, esa fragua maravillosa que con la que fue inspirado San Ignacio de Loyola- “conviví” 21 días con Jesús, a base de 4 o más horas diarias en íntima compañía, en silencio total, y el alma puesta en Él desde levantarme hasta el momento de quedar dormido.  Eso da una intimidad inenarrable. Sufrí con Él aquellos 7 días –más de 29 horas de oración- en su Pasión, buscando sentir el dolor junto a Cristo dolorido y quebrantado.  Cuando entramos en la Resurrección, Jesucristo era ya cosa mía. Gocé hasta la médula por su propio gozo, sentí que ya estaba con Él y no se separaría más.  Y cuando llegó la oración sobre la Ascensión, ¡me resistía a que se fuera!...  ¡Era mío!, pero “se iba”…  Y yo pensé entonces que María, su Madre, los Apóstoles, María Magdalena, los otros y otras, debían regresar a Jerusalén como la novia que despide en la estación –sabe Dios hasta cuando- al hombre en quien tiene depositado el amor de su vida…

            Y me topo con los Hechos de los Apóstoles que me desvela el regreso a Jerusalén sin ningún aspaviento. Ellos amaban mucho y ahora se alegraban intensamente del triunfo del Señor.  Se volvieron, se fueron al piso de arriba, y María, los Once, las mujeres, y algún familiar de Jesús, se metieron en una oración muy sentida…  En realidad sabían que Jesús no se había ido…  Había dejado Palestina, pero era para estar ahora mucho más cerca de cada hombre y mujer del mundo entero.  Y oraron, porque les quedaban puntos muy importantes que resolver.  Y eso sólo se alcanza con la oración.
                Junto a ellos, y en medio de todos, la Maestra de oración, María, la que siempre supo guardar en su corazón el tesoro de los misterios que no se pueden comprender a la vuelta de la esquina.


SIGUEN:
- Liturgia del día.
- Una reflexión personal sobre la marcha del BLOG

domingo, 29 de abril de 2012

LITURGIA DEL DOMINGO 4º DE PASCUA


LITURGIA DEL DÍA
            Avanzando con las lecturas, por su orden, lo primero que encontramos como base de arranque y fundamento de todo lo demás es la repetida esencia del cristianismo:  que Jesús, el que fue muerto por las autoridades judías, y la implicación de un pueblo, ha resucitado, y su Nombre, su obra, su Persona, quedan constituidos base y punto de arranque para una novedad definitiva.  Y el lisiado del Templo ha recobrado su vigor y se ha puesto en pie, quede bien claro, dice Pedro, que ha sido por el Nombre de ese Jesús al que vosotros despreciasteis, y al que Dios ha exaltado sobre todo.  El mundo pretenderá una y otra vez anular la Persona de Jesús; intentará por mil medios anular su Nombre, apartarlo de la mente de todos.  Y sin embargo ese Nombre, ese Jesús muerto y resucitado seguirá siendo la fuerza y el motor de una vida que no puede acabar nunca.
            Ese Jesús no ha elevado a la inmnsa grandeza de ser Hijos de Dios.  Y no es una palabra, un dicho, una ficción.  Es que realmente lo somos, porque el día que Jesús se hizo un hombre entre nosotros, nos metió tan dentro de Él que –junto a él, el Hijo- nos ha constituido hijos a nosotros, que no sólo tenemos ya eso, sino que aún nos queda la impensable maravilla de poder ver a Dios y mirarle y conocerlo cara a cara.
            Mientras tanto, Él Jesús se nos hace BUEN PASTOR para conducirnos por buenos pastos hasta ese encuentro con Dios.  Para nosotros puede decirnos menos esa imagen, pero para aquel pueblo al que Jesús le hablaba, era toda una gran alegría.  Dios fue conocido y sentido como Pastor de su rebaño: El Señor es mi Pastor; nada me falta.  Pero los pastores que Dios puso para ser en la tierra sus brazos para conducir a rebaño, se aprovecharon de sus ovejas, esquilmando su lana, y comiéndose su carne.  Y Dios –entonces- prometió un pastor bueno que llevara a sus ovejas a buenos pastos, ls defendiera del lobo y las protegiera a buen recaudo.
            Llega Jesús ahora, y dice:  Yo soy el buen Pastor; Yo entrego mi vida por las ovejas, Yo las conduzco y defiendo; yo las alimento y guardo.  Los pastores mercenarios huyen cuando ven venir al lobo.  Yo me adelanto y las defiendo.  Y mi sueño es recoger también en mi aprisco a esas otras ovejas –que también son mías- pero que aún no están en mi rebaño.  Pero lo estarán.
            Jesús se marchó un día al Cielo.  En su lugar puso buenos pastores con el encargo: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Ellos seguirían poniendo a otros que les sustituyeran…  Y así llegamos a este momento en que la Iglesia celebra el día del BUEN PASTOR, poniendo su mirada en cada uno de los Pastores que hoy conducen a su grey.  Y es obra de todos los cristianos pedir insistentemente por esos Pastores –Sacerdotes, Religiosos, Religiosas, laicos consagrados…, y yo diría también: padres de familia, educadores, Maestros…, para que sintámosla gran responsabilidad de hacer vivo al PASTOR BUENO, Jesucristo, en el momento presente.  Y que sepamos ir –y conducir a otros- al pasto esencial de la Eucaristía, sin la cual no puede alimentarse la fe ni la vida cristiana.

sábado, 28 de abril de 2012

Camino de luz 18


18º.- LA ASCENSIÓN         Lc 24, 50-51;  Hechos 1, 9-11

                San Lucas acaba su Evangelio con la Ascensión, y lo hace brevemente, casi sólo presentando el hecho.  Luego lo retoma al principio de su segundo libro, el de los Hechos de los Apóstoles y ahí sí da más detalles.
                Sabemos que fue cerca de Betania. Que los bendijo (muy posiblemente era la primera vez que lo haría con el signo de la Cruz), y mientras los bendecía “se separó de ellos y fue llevado al Cielo”. Así lo dice en el Evangelio.  En los Hechos nos da un dato más: una nube se interpone cuando ellos miraban su subida…, y allí lo perdieron de vista.
                Yo compongo la escena con mucho más detalle. ¿Por qué no?  ¿Acaso no es un Evangelio vivo, y nosotros somos parte de Él?  Cuando se ha contemplado la vida de Jesús, tiene uno “derecho” a darle vida a las escenas, y así lo hago yo.  Jesús los convocó cerca de Betania, en el Monte de los Olivos.  Hasta quedó grabada la huella de sus pies en el suelo, en el lugar de donde partió.  Pero antes de marchar, se reunieron su Madre, sus apóstoles, muchos discípulos y mujeres que formaron parte en su vida sirviéndole y agasajándolo.  Allí esperaban cuando de pronto se presentó Él.
                Evidentemente aquellas personas no se quedan a distancia, ni como ante un extraño o “dios” intocable.  Se fueron hacia Él como a su Hijo, Amigo, Maestro…  Su Madre le besó y le dijo, nuevamente, con toda su alma (mientras Ella había de quedarse con sus nuevos hijos, engendrados en la Cruz).  “FIAT”.  Así empezó su periplo en esta historia de salvación, y así lo acaba. Pedro, brillándole los ojos de gozo y cierto deje de pesar porque se marchaba su gran Amigo: Tu, Señor, sabes todas las cosas y sabes que Te quiero”.   Cada uno expresó algún aspecto central de su vida de seguimiento del Maestro:  Tomás reventó en un profundo: “Señor mío y Dios mío”… ¿Qué podía decir María Magdalena?  Le bastó aquella sola palabra: Rabbuní” ...
                Jesús iba imponiendo las manos.  Y empezó por María Magdalena: “Has amado mucho”. A Felipe: “El Padre y Yo somos uno solo”  A Natanael: “¡Un buen israelita sin doblez!”  A Tomás: “Dichos los que creen sin ver”, y así tú serás ahora mucho más dichoso porque ya no me verás aquí, y seguirás creyendo hasta dar tu vida por mí, como dijiste aquel día ante la ida a Lázaro muerto…  Y a Lázaro, a Marta…, y a cada uno de sus incondicionales…, y a tantos discípulos y mujeres que estaban allí…, con palabras que les hacían revivir momentos tan significativos de sus vidas.  Su Madre quedó para un abrazo final indescriptible, y con coro de ángeles de fondo que cantaban: ¡Reina del Cielo, alégrate, aleluya!

                Elevó sus brazos, bendijo…, comenzó a subir…, y cuando todos se embobaban viéndolo, se interpuso una nube misteriosa…  Ya les bastaba para saber que la mirada tiene que dirigirse siempre hacia arriba, porque sin eso, no podemos seguir en el Calvario de la Tierra.  Y sin embargo, de la nube surgieron unos misteriosos varones vestidos de blanco, que les hacen bajar la mirada a la tierra…, a la realidad…, al campo de batalla…, al mundo de los hombres, porque ese Jesús que habéis visto subir, vendrá de la misma manera que le habéis visto irse.  Cierto que ahí se está hablando del regreso de Jesús a la Tierra al final de los tiempos.  Pero aún así…
                Aún así yo traduzco de una manera práctica a quienes estamos aquí: cierto que necesitamos la mirada al Cielo, porque sin eso no podríamos sobrellevar decorosamente la vida.  Pero si con un ojo hemos de mirar las cosas de arriba, con el otro tenemos que ver que Jesús está aquí en cada persona y en cada acontecimiento.  Que no vale quedarse embobado en la mirada “celestial”… Que la nube misteriosa es un “signo de Dios”, para que volvamos los ojos sobre lo que tenemos delante, lo que hemos de hacer aquí abajo…, ¡que labor nos queda!  Jesús ha subido, pero ahora tus manos y las mías han de ser manos de Jesús que repitan sus obras y sus bendiciones. Tus pies y los míos tienen que andar los caminos de la tierra, porque –como Jesús- hemos de servirle de pies que caminan hacia donde hay alguien que nos necesita.  
Que su Corazón tiene que seguir poniéndose en cada corazón, y mucho más aún en los que más carecen de amor, de atención.  Que no es sólo un “amar”, sino poner cariño, ternura, bondad, comprensión, perdón, olvido.  Que el Corazón de Cristo va estar anidando en el nuestro, y que el día que el nuestro se enferma, estaríamos presentando un Corazón enfermo de Jesús…, un corazón empequeñecido que ya no sabe ensancharse…  ¡No!: ese Jesús que habéis visto irse,  de la misma manera ha vuelto,  y  sois cada uno –nos dirían aquellos varones de la nube- los que tenéis que hacerlo vivo y presente en el mundo actual.
SIGUE DEBAJO LA LITURGIA DEL DÍA

LITURGIA DEL DÍA


LITURGIA DEL DÍA
                Una primera lectura nos muestra un período de paz, tras la persecución, y Pedro yendo a uno y a otro para llevarle salud y vida con el poder de Jesús…, precisamente es Nombre que pretendieron apagar y eliminar, y que –sin embargo- sigue siendo el único Nombre que salva.  La Iglesia del siglo XXI testimonia que ese Nombre no se puede apagar nunca, por mucho que se intente.  Mil veces cerraron las compuertas de la historia…, pero como avalancha de agua, siempre rompe con fuerza por algún sitio.  No se puede cegar un manantial de aguas que saltan hasta la vida eterna.
                En Evangelio es de los que hay que meditar.  Los “religiosos que todo se lo saben” y hasta quieren manejar a Dios, opinaron que las palabras de Jesús eran repugnantes al sentido humano: Comer mi Carne…   Y tan listos que no supieron esperar.  Se escandalizaron y se marcharon.
                Situemos ahí a los nostálgicos, que si las cosas no son de su gusto, se hacen tan “perfectos” que dejan a Jesucristo, plenitud de perfección. Situemos a los “peleados con la Iglesia”…, o porque no avanza al paso que ellos quisieran, o porque avanzó mucho.  Situemos a los escandalizados con la liberación que Cristo ha traído, bien expresada cuando perdonó los pecados al paralítico (Mc 2) y simultáneamente le hizo andar.  Situemos a los que también se escandalizan por posiciones “de frontera”, siempre arriesgada…, pero expresamente encomendada por los Papas a quienes sabe que son capaces de ello ( y saben ellos el riesgo que corren en su labor fronteriza de liberación).
                Y la palabra de Jesús, con dolor por tantas pequeñeces humanas es  ¿También vosotros queréis marcharos?  Pedro tuvo la osadía de tomar la iniciativa y responder: Y ¿adónde vamos a ir?  Sólo Tú tienes palabras de vida eterna

viernes, 27 de abril de 2012

Camino de Luz 19


19º.- APARICIÓN A SAULO     1 Cor 15, 8-11;  Hechos, 9, 1-20

UNA NOTA PREVIA
He saltado un número en esta relación de apariciones.  La lectura del día me lo ha pedido, aunque antes de este suceso debe ir la ASCENSIÓN.  Ya vendrá, si Dios quiere.


                “Por último se me apareció a mí, como a un abortivo, porque soy el menos de los apóstoles, indigno de ese nombre”. Por tanto, en el breve elenco de apariciones que enumera Pablo en el primer testimonio escrito cristiano, equipara la aparición a él con la de Pedro o la de los apóstoles en el Cenáculo.
                Y la tal aparición se cuenta en el libro de los Hechos de los apóstoles. Saulo, fariseo furibundo, respirando violencia, fanático (como é se define a sí mismo), fidelísimo a la tradición de sus mayores, y el cumplidos nato de leyes, ha decidido acabar con los cristianos, metiéndolos en la cárcel.
                Era un mozalbete y ya fue parte del apedreamiento de Esteban. Y como violencia a violencia llama, ahora se ha hecho de cartas que le autorizan a dirigirse a Damasco con un destacamento y apresar a todos los que seguían el nuevo camino (los que creían en Jesús).
                Lo que él no contaba es con la mano izquierda de Dios (que diría el Padre Cué).  Avanzaba hacia Damasco para realizar su proyecto, cuando un relámpago deslumbrador lo tiró rodando por los suelos.  Y por si le faltaba algo, ciego también ahora.  El Saulo soberbio se encuentra e pronto dominado. Nadie le ha empujado. Él no ha tropezado. Aquel relámpago no tenía razón natural de ser.  Y el engreído perseguidor se sabe “derrotado”. Y no pide cuentas a nadie de los que le acompañan.  Ni siquiera pide cuentas a su Dios.  Como un niño indefenso, como un “discípulo amado” que descubrió en los acontecimientos que “ES EL SEÑOR”, Saulo –ciego- con los ojos dirigidos hacia lo alto, pregunta:  ¿quién eres, Señor?  ¡Impresionante!  El fanático rendido. El soberbio que no pide cuentas. El creyente que pregunta, con un sentido nuevo: ¿Quién eres, Señor?  Porque sólo ese ALGUIEN mayor y “Señor”, podía tirarlo a él por tierra como un trapo.
                Si admirado estaba, la respuesta le “aplasta” ls últimas posibles resistencias:  Yo soy Jesús, a quien tú persigues.  Saulo podría haberse rebelado:  Yo no persigo a “Ese”;  “Jesús no existe; murió y bien muerto está. Yo persogo a los que siguen ese maldito camino”…  Pero no: Saulo está hecho una esponja receptiva de un misterios que nunca había pensado. Ahora resultaba que perseguir a los cristianos era perseguir a JESÚS…, precisamente al “Ese” que Saulo ni quería nombrar.  Ahora resulta que no se puede perseguir a “los que siguen ese camino” sin que el perseguido personalmente sea “Jesús”.
                Con esto, y con lo que seguirá, Pablo acabará descubriendo la realidad del CUERPO MÍSTICO, que él expondrá un día detalladamente.  Cristo y los cristianos son una sola cosa. Cristo y ese “nuevo camino”, la Iglesia de Cristo, es una sola realidad, como un cuerpo es uno solo, con cabeza, tronco y extremidades.  Y se va a encontrar con es, todavía más evidente, con lo que sucede a continuación.

                Saulo , con la cabeza baja, ciego, llevado ahora de la mano como un niño… (¡cómo han cambiado las cosas, cuando esa mano izquierda de Jesús ha salido a su paso, y le ha humillado “por las malas”!).  Pero ahora interviene la “mano derecha”, y se presenta al buen cristiano Ananías y le encomienda una misión: “Ve a la calle Mayor y pregunta por un tal Saulo…” Nada más que oír ese nombre, Ananías se conmueve: “Pero Señor, si es un mal hombre que viene a llevarnos presos…”  Y “la mano derecha”…, o el propio Corazón de Cristo, le dice: “Vé; que ese hombre ha sido elegido por  Mí”.  En el Cuerpo Místico, el miembro tal ha de acudir en ayuda del otro miembro, sea el que sea, más digno o más indigno; que a los más indignos se les trata con mayor respeto.
                Ananías fue: “Saulo, hermano, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino,  me envía a ti para que recobres la vista y recibas el Espíritu Santo”.  “Se le apareció en el camino”.  Y un cristiano de los que él venía a  apresar, viene –de parte de Jesús, el perseguido, a devolverle la vista…, a quitarle las escamas de la soberbia, de la incredulidad, del odio…  Y como volviendo a la noche del Domingo de Resurrección, también a él le sopla el Espíritu Santo y lo equipara a los otros apóstoles, aunque él se confesará el último, el indigno, “el aborto” que estaba destinado al muladar pero ha sido salvado y elevado por JESÚS, fuera del cual no hay otro Nombre que pueda salvarnos…; ese que se hace para Pablo su vivir…; sin querer saber ya otra cosa que a Cristo, y al Cristo humillado de la Crucifixión;  ese que ya vive en él, y Pablo ha dejado de ser, porque su vivir es Cristo.
                Todo esto es impresionante.  Y si esa aparición acaba redundando que el fariseo fanático, encerrado en sus ideas, es el que decide dar el salto imprevisible de ir a los gentiles…, a los “despreciables paganos” para predicarles a Cristo…, nos encontraremos nosotros infinitamente agradecidos a aquel relámpago que tiró a Saulo…, y a ese Pablo que surgió de su propia humillación.  Porque “gentiles y paganos” éramos nosotros, ahora injertados en el tronco que nos da vida…

LITURGIA DEL DÍA
                Supuesto que está tratada en amplitud la primera lectura, el Evangelio nos va llevando a ese misterio –que resulta escandaloso (y ya algunos se los están preguntando), de que el camino de la salvación y la vida, está en comer la Carne de Cristo y beber su Sangre.  Jesús parece gozar con poner sus dichos en “la frontera”, porque en esa frontera es donde entra a funcionar la fe.

jueves, 26 de abril de 2012

Camino de Luz 17


16º.- APARECIÓ A MÁS DE 500…  (1ª Cor. 15, 6)

                Los que se empeñan en negar la Resurrección, niegan lógicamente ls apariciones que son personales, o al grupo de sus incondicionales. Los tildan de “interesados” para defender un “status”, basándose en la “patraña” de la Resurrección. [Asistimos a tiempos de furibundo intento de anular la Resurrección, porque así saben que tocan la líne de flotación de nuestra fe y de nuestra Iglesia].  Atribuían esa “apariciones” a sugestiones de “amigos” que, tanto las deseaban, que se hacían la idea de haber visto a Jesús.
                La aparición a más de 500 hermanos juntos, de los cuales muchos viven todavía, rompe tal argumento, porque 500 personas no sufren simultáneamente esa alucinación.  Y dado el caso –admitamos la hipótesis- de una hipnosis colectiva (que se ha dado, a modo de espectáculo, por algún hipnotizador, no se tarda mucho en descubrirse ese juego cuando pasado un rato, y al cabo de muy poco tiempo, cada uno vuelve a sus cabales.
                Si Jesús no se hubiera aparecido a más de 500 hermanos juntos, y que de ellos, muchos viven todavía, hubiera sido muy fácil desmontar el engaño, a la vuelta de la esquina y pasados unos días.  Pero nadie salió a decir lo contrario, ni nadie sale ahora cuando Pablo los está citando en este momento.  Por tanto, fue un hecho incontrovertible.

                Esta aparición no se dice que fuera durante la vida gloriosa de Jesús en la Tierra, o si –como la que Pablo pone en esa misma ocasión que se apareció a él- puede corresponder a un tiempo después de la Ascensión de Jesús a los Cielos.  Da igual.  El hecho fue que 500 personas, juntas, vieron a Jesús. Que Jesús vivía.  Y por tanto, que había resucitado.  Que eran 500 testigos de una realidad acontecida.  Y que aún viven muchos de ellos, cuando Pablo escribe hacia el año 53.
                Claro: lo que nos interesa es el fondo. Y el fondo es una fe de CREYENTES, ellos, y nosotros.  A mí me deja buen sabor pensar que de algunos que viven todavía, el túnel del tiempo pueden incluirnos a los que estamos aquí ahora.  Y que, de alguna manera, podemos sentirnos testigos de la Resurrección, por nuestra real experiencia actual.  Que también nosotros tocamos y palpamos al Verbo de la Vida.
                Podemos sentir que esta aparición sigue estando ahí como una luz que luce en medio de la vida, y que nosotros somos portadores de tal Luz, y que debe estar sobre el candelero para que también otros puedan seguir viéndola, y así ser iluminados por ella.
                Y que, a final de cuentas, lo que se hace más verdad es que el CREYENTE es ya esa misma luz de resucitado porque él mismo es un resucitado, una nueva criatura, alguien que tiene que ser distinto y volar por encima de los que no tienen esta dicha de la fe y del gozo de sentirse seguidores de un Cristo triunfador.
                Que somos muy conscientes de que este tesoro lo llevamos como en vasijas de barro por nuestra realidad humana, lábil, quebradiza.  Pero juntamente sentimos que es una realidad ya…, pero todavía no (esa formulación original y muy expresiva que se usa), porque ya somos unos resucitados que caminamos hacia el encuentro definitivo, el abrazo con Jesucristo,, pero que todavía no hemos llegado al término.  Ahora bien. Él sí ha llegado, y con su obra ha garantizado  nuestra llegada a ese mismo lugar al que Él ha llegado como primicia, y al que los demás iremos llegando, cada uno en su momento, como nos dice también San Pablo en ese decisivo capítulo 15 de su primera carta a Los fieles de Corinto.


LITURGIA DEL DÍA
                Si digo la verdad, no es hoy fácil, porque no tiene San Isidoro –fiesta litúrgica- unas lecturas definidamente propias, sino tomadas del formulario común de Doctores de la Iglesia.  He estado hoy en 3 Misas y en cada uno se ha leído una primera lectura diferente.  Podríamos quedarnos con esa afirmación de Jesús, de nuestra vocación a ser sal de la tierra y luz del mundo, porque la gran sabiduría cristiana es Cristo, y esa “ciencia” del Evangelio es la que trasmitió San Isidoro, y la que nos toca trasmitir.
                Si siguiéramos las lecturas de este Jueves 3º de Pascua, tendríamos la bella lectura de Felipe que –llamado por el espíritu de Dios- se acerca a la carroza de quien lee a Isaías sin entenderlo, y Felipe le explica, y acaba aquello en que el lector pide el Bautismo.
                O el Evangelio en el que Jesús se declara abiertamente PAN DE VIDA, que es su carne, y que hay que comerla para tener vida.

martes, 24 de abril de 2012

Camino de Luz 16


16ª.- AGUARDAD EN JERUSALÉN    (Lc  24, 44-49)

                Cuando San Lucas se explaya en aquella aparición a apóstoles “y compañeros”, en el Cenáculo, su narración contiene mucha más materia que la que hemos visto.   Lo primero es que ahora tienen que comprender, y como que actualizar, aquellas palabras que os dije cuando aún estaba con vosotros que conviene que se cumplan todas esas cosas que estaban escritas en Moisés y en los profetas y Salmos.  Y como repitiendo ahora en el grupo lo que ya había explicado a los de Emaús, les va abriendo la mente para que comprendieran el sentido de las Escrituras.  Así está escrito: que el Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día.
                Ahí está el núcleo de las Escrituras.
                Pero no se pueden entender sino predicando en su Nombre la penitencia y el perdón de los pecados a todas la naciones, empezando por Jerusalén.  Y ya les anuncia que Él se va al padre (entroncándose este relato final de Lucas con el comienzo de los Hechos de los apóstoles, en donde desarrolla más el momento de la despedida, antes de la Ascensión.
                Pero antes les hace saber que ellos deben permanecer todavía en Jerusalén.  Es verdad que ahora conocen ya ese meollo hondo de las Escrituras que, aunque tantas veces sabido y repetido en sus sinagogas, no habían llegado nunca ni a comprender…, ni a poder ni querer comprender. Por eso no es suficiente que ahora “lo sepan”, lo tengan explicado.  “No el mucho saber –dice San Ignacio de Loyola- sino el regustarlo desde la inspiración de Dios.  Por tanto, “quietos y parados” con esa humildad indispensable para saberse “inútiles” para expresar tal misterio.  Tenéis que quedaros ahí, hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto.
                En efecto: sólo cuando venga ese Espíritu Santo, el que penetra los corazones, el que adentra en las entretelas de Dios…, el que nos hace “ver” con una luz nueva y divina que cubre y sobrepasa todo conocer humano…, hasta que no haya penetrado en vuestros poros el viento impetuoso que nadie sabe de dónde viene ni adónde va, pero que viene del Espíritu del Padre y de Cristo…
                Estamos de nuevo tocando esos signos de que habla San Marcos. Esas lenguas nuevas, que son lenguas de fuego…, que queman las escorias;  que transforman el corazón y penetran la otra región del mundo interior y  así elevan al sobrenatural, y hacen capaces de “otro lenguaje”.  Y no es cuestión de “palabras”, sino de ser revestidos (nuevo ser que ya no es quien era, sino hecho nueva criatura).  El apóstol tiene que trasmitir al mismo Espíritu de Dios.  Tiene que estar por encima de venenos y serpientes; tiene que expulsar demonios egoístas, individualistas, que nunca piensan en los demás porque encierran en sí mismo y en la pobre visión humana –miope- de la vida. 
                ”Recibir la fuerza de lo alto” es perder el miedo, es sacar el Evangelio del Cenáculo y lanzarlo a la calle y a las plazas, sin avergonzarse.  Sin temer ser incomprendido o señalado con el dedo.
                “Recibir la fuerza de lo alto” es haber echado primero muy hondas raíces en el Jerusalén de la oración, ¡de horas de oración!, de honrada oración para conocerse uno a sí mismo y para poder comunicar –como el padre de familia- “que saca de su arca cosas nuevas y antiguas”; tan antiguas como tantas veces leídas…, tan nuevas como iluminadas por un foco diferente que insufla vida.


LITURGIA DEL DÍA.  San Marcos.
                Discípulo y acompañante de San Pedro en Roma, el evangelio que hoy recoge la liturgia es el tan recientemente expuesto.
                La 1ª lectura –de la primera carta de san Pedro- se abre con una exhortación a la humildad internamente sentida, porque lo contrario lo rechaza Dios.  El cristiano se sitúa seguro bajo la poderosa mano de Dios. Poderosa y providente “para que a su tiempo os levante”, (¿Estaría recordando Pedro aquel momento de la mano de Jesús cubriendo su hondo dolor, mientras él se refugiaba en su pecho?).  ¡Descargad en Él todo vuestro agobio!  Y no temáis a los demonios esclavizantes, que nada pueden  si uno no se mete en sus fauces.  El poder s de Dios.

Camino de Luz 15


15ª.- LOS SIGNOS DEL QUE CREE   (Mc 16, 17-18)

             San Mateo nos ponía por delante el envío.  Un bautizado no puede quedarse parado cuando ha recibido en sí una fuente a aguas vivas. Tiene que salir a dar, regar, fecundar, hacer discípulos, hacer evangelios vivientes a todas las personas que encuentre a su paso.  Tiene que contagiar. No puede guardarse el tesoro para sí; su talento tiene que producir otro tanto.
             Marcos lo concreta: el que crea y se bautice, tiene la salvación de Dios; el que no crea, encuentra daño. [dannum=condena].  Pero al que cree se le nota por UNAS SEÑALES.
             Primera señal: expulsarán demonios  Demonio del egoísmo, del pesimismo, de la negatividad, del hozar en la porquería, de revolcarse en los fangos de lo feo (o de lo que mira con ojos sucios).  Cuentan de un monje de una extraña Congregación que sólo podían decir dos palabras al año un día determinado. La primera ocasión fue para decir: “cama dura”.  Al año siguiente: “Comida nala”. Al tercero: “mucho frío”.  Y el pobre escarabajo pelotero sólo le quedó por decir una cosa al cuarto año: “Me voy”. Y abandonó el Monasterio.  Chiste es, pero los hay de “cama dura”. Y lo que sigue será igual.  Cusan pesar, Dan lástima. Llegan a provocar vómito.
             La segunda señal: hablarán lenguas nuevas. ¡Dichoso el hombre de ojos limpios!, decía Balán, el profeta.  El que cree cambia el chip y, aunque haya demonios y bolas de estiércol en su camino, se hacen mariposas que vuelan y siembran colores. “Lenguas nuevas”: la vida mirada con alegría, desde la vertiente luminosa. Silenciando la sombra y absortos en el rayo de luz. “Lenguas nuevas” para comentar, para expresar opinión, para juzgar alguna cosa. “Lenguas nuevas que trasmitan paz, optimismo, ilusiones. Que se viva a gusto con ese CREYENTE, porque realmente trasmite el gozo del Resucitado.
             Y la tercera señal, completa lo anterior:  no es que no haya pócimas mortíferos ni serpientes venenosas  Las hay.  Pero cuando hay uno que cree, puede coger la serpiente en sus manos, o beber el veneno, y no le hace daño. Naturalmente llevan ya inoculado el antídoto que les libera de tal veneno, venga de donde venga. Sea de su propio entorno cercano, y aun de su mismo interior (siempre viciado por el pecado original). Venga de la política, venga de lo que sea. ¡No le hará daño!  Vive por encima de todo eso.  Los “venenos” pueden estar. El que cree, no se envenena.
             Al final, como definitivo: impondrán las manos en los enfermos y los sanarán.  Ahí está la consecuencia y la relevancia del que verdaderamente cree y es testigo de la Resurrección.  Así concluye Marcos su BUENA NOTICIA, la descripción de JESUCRISTO, EL HIJO DE DIOS, como puso en el primer versículo de su Evangelio.  El que verdaderamente cree es contagioso.  Contagia salud, libera al enfermo, inocula alegría, hace ver al ciego, o quita los barrotes al de “ojos presos” (como los de Emaús”). “La boca del mudo hablará y los cojos saltarán”.  Ahí es donde uno siente esa brisa fresca que le deja vivir.

LITURGIA DEL DÍA
             Finalmente revienta la persecución con la muerte de Esteban.  Todo comenzó solapado. Intereses políticos, falsas defensas partidistas, engaños y mentiras, labor de zapa con un pueblo…, que cuando quieren acudir, no pueden ya pararlo. Han despertado a la fiera, y la fiera devora.  Esteban murió viendo el Cielo abierto y la gloria de Dios. Los perseguidores, rechinando. ¡La diferencia entre la verdad y la mentira!
             En el Evangelio, va Jesús orientando la conversación hacia el desemboque final: YO SOY EL PAN DEL CIELO; el que vine a Mi no pasará hambre, y el que cree en mí, nunca pasará sed.  ¿Por qué habrá tantos sedientos en la vida)

lunes, 23 de abril de 2012

Camino de Luz 14


14ª.- “EN GALILEA”   (Mt 28, 16-20)

                ¿Estaban en Galilea? ¿”Galilea” para San Mateo expresa lugar favorable, más que geográfico?  Porque hemos estado todo el tiempo en Jerusalén y volveremos a Jerusalén de nuevo.  Entronca San Mateo con el encuentro del ángel con las  mujeres la madrugada de aquel primer día, donde acaba con el recado a los discípulos, diciendo: irá delante de vosotros a Galilea;  allí me veréis.  San Marcos, cuya descripción tiene sus puntos de coincidencia con ese “Galilea” del primer evangelista, lo cuenta como continuación de la síntesis que hace de la “aparición a los Once”, que ha sido en Jerusalén.  Y dice: Y les dijo…” Un “y” copulativo, y nada dice de que  haya un traslado a la región de Galilea.

                Dos puntos comunes en Mateo y Marcos son el Bautismo y el envío, tan esenciales, que dicen mucho de que se trata de la misma aparición. Estamos en un momento de enorme trascendencia para la Religión naciente. El bautismo en toda religión y cultura –con el nombre que sea- supone una consagración, compromiso o pertenencia a una nueva situación.   Jesús vuelve a poner delante el supremo poder recibido en el Cielo y en la tierra (por tanto es poder que sólo viene de Dios), y con ese poder envía, da la misión a sus apóstoles.  Y con un imperativo ID, les lanza al mundo entero, a todas las gentes, para bautizarlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. “El Nombre”, definitorio de la persona, no es sólo un “nombre”; es la persona misma.  Y entonces “bautizar” es dedicar en exclusiva a esas gentes para el Padre, para el Hijo y para el Espíritu Santo. Expresa así una señal indeleble por la que las gentes que reciban ese bautismo quedan marcadas para siempre con esa señal de pertenencia definitiva a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
                La palabra que se ha usado para indicar esa “marca” es el griego “jaracter”, la misma palabra que expresa la marca a fuego de las reses para que sean siempre identificadas como pertenencia de un determinado dueño. De ahí el “carácter bautismal”, con el que queda definido el sentido indeleble del bautismo cristiano.
                ¿Y adónde lleva?  A “enseñarles a practicar todo lo que os he mandado”.  Mi bautismo llena, por tanto, una consagración de plena pertenencia a Dios…, de exigencia de fidelidad mía a Dios, al que pertenezco.
                Mi bautismo, que me viene desde Jesús mismo y su renacer de nuevo por el agua y el Espíritu anunciado a Nicodemo, me ha sumergido en un mundo nuevo del que yo no soy dueño, sino en el sentido sublime de mi libre aceptación y voluntaria elección de ese don que he recibido.
                Con mi bautismo –puede decirse- inicio cada Eucaristía en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y la acabo con el envío imperativo final del IR EN PAZ.
                Se ha tratado de relegar la palabra MISA para designar la celebración eucarística, y sin embargo “misa” es una forma castellanizada de “missa” en latín, perteneciente al verbo ENVIAR.  De ahí que se haya descafeinado el “Podéis ir en paz” como una “despedida”, cuando en realidad es un MANDATO es el propio ID de Cristo, enviando…  Y cuando la Celebración parece haber acabado, en realidad lo que el celebrante hace es espolear a los fieles –bautizados- a cumplir su misión de ir trasmitiendo la paz y el buen hacer de Cristo por dondequiera que vayan.
                De ahí que las palabras con las que el evangelista cierra su Evangelio, son las que dan permanente actualidad a ese Evangelio: Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.  En efecto: esta es la experiencia sublime del CREYENTE:  que no es un individuo particular, aislado… Es miembro de la familia de Dios, y en quien se está repitiendo día a día la propia presencia del Señor Jesús.

LITURGIA DEL DÍA
                Destaca en la primera lectura cómo las hostigaciones que han venido sufriendo los apóstoles, van cuajando en una persecución mucho más abierta, centrada ahora en la persona de Esteban, un hombre recto y recio, que va con la verdad por delante, y sus enemigos (ya ha tomado parte el pueblo…; quien siembre vientos, recoge tempestades), y llegan a la calumnia para acabar con él.
                En el Evangelio, surge la extrañeza de que Jesús esté en Cafarnaúm, siendo así que no se había embarcado con los discípulos (y sólo había una lancha). A la pregunta extrañada de las gentes, Jesús les advierte que lo buscan más por haberles dado el pan que por buscarlo a El. Pero en realidad Jesús está preparando el terreno para emprender su otra línea de enseñanza sobre el nuevo pan que Él les va a dar.
                Dos lecturas que aún no están en el centro de sus correspondientes temas, pero los están preparando.

domingo, 22 de abril de 2012

Camino de Luz 13


13ª.- El Lago.- EL MISTERIO  (Jn 21, 18-23)

             Pedro se remitió, abandonadamente, el el saber universal de Jesús: “Señor: Tú sabes todas las cosas, y Tú sabes que te quiero”, y ya no quiere saber más.  Pero Jesús sí quiere aún sumergirle en el misterio, que es múltiple.
             Primero es enfrentarlo, en lo personal, a lo que un día rechazó cuando le tocaba vivirlo a Jesús. Aquella ocasión fue el escándalo de Pedro al anunciar Jesús su padecer y su cruz, y Pedro pretendió que ni hablara de tal cosa.  Hoy, ya ocurrido todo, Jesús le anuncia a Pedro: “Cuando tú eras más joven, tú mismo te ceñías e ibas donde querías. Cuando seas viejo, tú extenderás tus brazos y otro te ceñirá, y llevará a donde no quieres. Añade el evangelista con delicadeza: Le indicaba con qué muerte  iba a dar gloria a Dios.  Y Pedro ahora no rechista.  La cruz que le escandalizó en Jesús, ahora no le escandaliza en él.  No en vano ha pasado ya por la experiencia sublime de la Resurrección.
             El nuevo misterio es la llamada: Sígueme”  ¿Cómo le decía eso ahora, cuando llevaba tres años siguiendo?  Jesús sabe que cada momento es diferente, y en la madurez no son las cosas como antes.  Dar un SÍ a un joven o una joven el día de la boda, es bucólico y emocionante.  El mismo SÍ a los 3 años de casados, a los 20, a los 50…, ya tiene más valor y mérito, porque se hace con un conocimiento mucho más serio de lo que ese SÍ conlleva.   Un Sígueme de uno que abraza la vida religiosa en sus años jóvenes tiene un valor.  Ese Sígueme al cabo de tres, diez, treinta años…, es incomparablemente distinto,  ¡Cuantas veces se ha oído en alguno de esos dos casos, la triste frase: “Si yo volviera a nacer, no haría lo que hice”!  Lo cual significa, en ese mismo momento, que aunque se siga, ha perdido su lozanía –digámoslo así suavemente- aquel paso primero.
             Exactamente es ahora la situación de Simón Pedro. El Sígueme  de ahora supone tres densos años de seguimiento del Maestro. Ahora no hay aventura por delante.  Ahora sabe Pedro muy bien lo que hace si acepta la nueva llamada.
             Imagino a Jesús echando a andar por la playa, hacia ningún sitio, pero a todas partes…  Y Pedro que –aunque no titubea en su SÍ- quiere, sin embargo, no perder el apoyo humano.  Y con cierta inquietud al ver que sólo le ha llamado Jesús a él,  mira al “otro discípulo” y pregunta:  “Señor, ¿y éste, qué?  Era más difícil ahora emprender el camino a solas.  Es como el funambulista al que un día le quitan la red protectora y le hacen avanzar por el alambre a 10 metros de altura.
             Jesús le respondió:  Si Yo quiero que éste se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué?  Tú sígueme.  He ahí el momento de tocar fondo el misterio.  Es el momento del Sí o el No y sin explicaciones.  Sólo que la llamada es a seguir a Jesús.  Y eso es muy claro.
             Las cosas de los mentideros: se corre la voz de que “ese otro discípulo no moriría”.  Y ahora el evangelista apostilla la frase de Jesús, tal cual.  No dijo el Señor que no moriría, sino si Yo quiere que éste se queda hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué?  Y queda rematado el misterio absoluto. Sin explicaciones.  Es el momento soberano de la fe.  Sin red protectora. Sin seguridades humanas. Sin respuesta.  Así es aquel impresionante: Tú, sígueme.  Os aseguro que me estremece.  Y me emociona.  Y me atrae.  Es el inmenso momento de ir a Jesús por sí mismo, por ser quien es, por puro amor gratuito al que todo y tanto me amó.  Y siento la necesidad de hincar las rodillas y adorar.  ¡Así de grande es Dios!  ¡Y así se hace la grandeza de la criatura!

LITURGIA DEL DÍA
             Con los ecos, aún, del Domingo de Resurrección, hoy nos pone la Iglesia el encuentro de Jesús con los dos “fugitivos” de Emaús.  Cristo ha resucitado y hay pruebas suficientes de ello.  Pero aún hay quienes prefieren quitarse de en medio. La tristeza, la nostalgia, el sentimiento de fracaso personal, la desilusión, el no ver resueltas las cosas “a su manera”, siguen haciendo estragos…  Quedan personas de “ojos presos” que ni ven ni quieren ver.  “Huir” es –creen- lo más cómodo. “A Él no lo han visto”.  Él no lo han visto”.   La depresión el unirse un ciego a otro ciego, es la mezcla perversa que sigue dándose en nuestra Iglesia del Siglo XXI.
             San Pedro dejó muy claro que si el lisiado de la puerta Hermosa del Templo había curado, era por la fuerza superior y divina del Nombre de Jesús…, el matado por aquellos israelitas, pero resucitado por la fuerza de Dios.  Aún así les concede la ventaja de la ignorancia (como Jesús al perdonar  todos, porque no saben lo que hacen.
             San Juan hace un avance maravilloso para todos esos deprimidos, nostálgicos, hundidos en su pena…: Hijitos, no pequéis, pero si pecáis, sabed que tenemos al gran Defensor nuestro, que es Jesús.  Víctima, sí, pero superando todo porque ha venido a eso: será el gran valedor que consuela, eleva, devuelve la esperanza, explica, hacer arder los corazones…, y se da a conocer al “partir el pan”.

sábado, 21 de abril de 2012

Camino de Luz 12


LITURGIA DEL DÍA
             Hoy es frecuente, en algunos muchos, intentar diseccionar la Iglesia en “Iglesia de Jesucristo” e “Iglesia institucional” (con un deje peyorativo para ésta). Pero la Iglesia tuvo que institucionalizarse ya desde sus comienzos. No era igual una primera comunidad nacida en Pentecostés, con comunidades pequeñas, que cuando ese grano de mostaza crece, y vienen a anidar en sus ramas diversas aves del cielo.  Sucedió ya cuando hubo dos procedencias de cristianos…, dos culturas… Y los apóstoles –revestidos por la fuerza del Espíritu-, hubieron de crear “delegados” (varones apostólicos) que se encargaran de una parcela concreta.  Porque lo que era imposible era que Doce hombres pudieran atender a todo.  Y no por esa “institucionalización” perdió nada de la esencia de la Iglesia de Jesús, sino que se hizo más asequible llegar a todos con mejor calidad.  Los apóstoles tenían una misión esencial: orar, dedicarse a la Misión: predicar la Palabra. Lo que supone con el tiempo la extensión de una Iglesia que habla todos los idiomas y se encarna en todas las culturas, bien pueda comprenderse que necesita de mucha más “institución”.
             El Evangelio sale solo después de que ayer pretendieran las gentes hacer rey a Jesús por darles de comer.  Jesús se fue al interior del desierto a orar.  Y los apóstoles se embarcaron sin Jesús.  Ir sin Jesús es expuesto a las tempestades.  Aunque Jesús, al mismo tiempo que ora (y precisamente porque ora), tiene un ojo puesto en sus apóstoles, y les acude, aun yendo sobre el mar, para darles su gran palabra de confianza: No temáis.  SOY YO. [Suena el eco de la meditación de ayer: ¡ES EL SEÑOR”!   ¡Siempre ES EL SEÑOR!;  no nos abandona.


12ª: EN EL LAGO:  ¿ME AMAS…?   (Jn 21, 15-17)

             Ahora se habla ya abiertamente de que el Jesús actúa. Y lo hace expresamente con Simón, y curiosamente llamándole “Simón” solamente.
             Jesús se lleva aparte a Simón Pedro, y le pregunta: Simón, hijo de Juan: ¿me amas más que éstos?  ¿Por qué “más”?  ¿No le bastaba preguntarle si lo amaba.  El amor no tiene leyes intelectuales.  Simón se sabía totalmente amado.  El sabía que amaba a Jesús.  Tanto lo sabía que, en la Cena se atrevió a ponerse por delante de los otros: “Aunque todos te nieguen, yo te negaré”.  El psicología, una persona puede sentirse perdonada totalmente por la otra, porque sabe lo muy grande que es de la amor de la otra.  ¡Y bien lo había experimentado Pedro cundo Jesús  se le apareció, y pudo él arrebujarse en el pecho del Maestro.
             Pero hay una segunda parte en todo perdón: hasta qué punto uno se ha perdonado plenamente a sí mismo.  Y Pedro podría seguir teniendo en el fondo de su sentimiento, la fanfarronada que dijo en la Cena, de la que –en realidad- no se ha vuelto a hablar.  Jesús no ha querido saber más de aquello.  Pero ¿Simón lo tiene totalmente pasado a sus espaldas?
             Jesús, gran psicólogo, quiere cauterizar esa herida, y le pregunta con intención si lo ama más…  Y bien que da en la tecla, porque ahora Simón, con una humildad sencilla, se limita a decir: Tú, Señor, sabes que te quiero. Ya sabe Pedro que no vale presumir de “más”.  Es más: Pedro “corrige” la palabra que usaba Jesús, porque podría ser un “amor” más espiritual, por decirlo así.  Y Pedro quiere echar el resto, y utiliza una nueva palabra que  afirma a pleno pulmón que lo quiere con intimidad de AMIGO.…, pero no solo se queda en que lo sabe Simón;  la belleza de su respuesta es remitirse al saber de Jesús:  “Tú sabes…”  Ahí sí que no se equivoca.
             Y Jesús asiente y le encarga su Iglesia: sus “corderos”.  ¡Bien sabe Él que Simón le quiere!  ¡Bien sabe Jesús, lo que Él quiere a Simón, y que nada le ha hecho retirar su antigua promesa: Tú serás Piedra… Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.  Van encajando todas las piezas.
             El amor disfruta cuanto más se repite: “Te quiero” (Bien lo saben los enamorados).  Y Jesús vuelve a preguntar, ya sin “más” o si menos: Simón, hijo de Juan, ¿me amas?  Y Pedro se llena la boca pudiendo decir otra vez (y otra vez corrigiendo la palabra:  “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero.  Todo está muy claro.  Y Jesús vuelve a repetir la entrega de su Iglesia bajo el timón de Simón…, sobre la roca de Pedro.

             ¡Cosas del amor!  También a Jesús le agradaba oír aquella palabra que cambiaba, no por casualidad, su buen amigo Pedro.  (O también pensó que Pedro se gozaría de estarle repitiendo que lo quería! Y ahora Jesús va a utilizar la misma palabra de Simón, y por tercera vez pregunta:  Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?  No captó de primeras Simón Pedro aquel matiz nuevo…, o el por qué de aquella tercera vez preguntando Jesús.  Y le dio tristeza, por si es que pudiera dudarse de su amistad.  Y dando ya el salto total, respondió: Tú, Señor, sabes todas las cosas, y TÚ SABES QUE TE QUIERO.  Ya no lo podía decir ni más alto. Ni más claro.  Ya no era él quien podía afirmar.  Ya era el propio Jesús, QUE SABE TODAS LAS COSAS, quien podía tener plena constancia del mucho querer que le tenía Pedro, su amigo.  ¡Sí, SU AMIGO CON TODO EL CORAZÓN!  Y de corazón a Corazón, es muy fácil entenderse.
             Apacienta mis corderos.  Te pongo en tus manos (que son las mías, diría Jesús), MI IGLESIA.

viernes, 20 de abril de 2012

Viernes 2º de Pascua

La premura del tiempo, sabiendo que hay quienes esperan hsta las 10´30 la meditación del Evangelio, me ha hecho enviar esa ENTRADA por delante (aunque en el blog queda ahora detrás de este comentario litúrgico).
Se la viene a uno a la mente al ilógico Pilato, cuando llega uno al final de este relato de los Hechos. Un personaje que emerge aquí, al cabo de muchos días y sucesos adversos, es Gamaliel, persona que muestra una lógica evidente. Él doctor de la Ley, advierte a los ofuscados sacerdotes que hay procedimientos mejores para llegar a discernir la situación que presentan Pedro y los apóstoles. "Si lo que ellos traen es cosa de Dios, os estáis exponiendo a ir contra Dios", y no vais a sacar nada. Una buena prueba de lo que no es de Dios son Teudas u otros que salieron por ahí como falsos mesías y con poco tiempo se deshizo su plan, como sal en el agua. Pero como sea de Dios lo que estos hombres traen, no lograréis dispersarlos.
Les convenció el argumento. Pero actuaron como necios: prohibieron otra vez que siguieran hablando de Jesús, los azotaron" (no hay cosa más tonta ni más absurda), y los dejaron libres. ¿No les recuerda a Pilato, reculando y lavándose las manos como un necio? Y los apóstoles, humillados por el Nombre de Cristo, que defienden a capa y espada, salen gozosos porque ese NOMBRE les ha llevado a esa humillación..., que para ellos es una corona de oro.
En el Evangelio, el relato que seguramente se repite más a través del año. La multiplicación de los panes, uno de los muy pocos que Juan trae coincidente con los otros tres evangelios. Pero con muy diverso fin. Lo primero es que quede muy claro que nade tiene nada (ni los apóstoles, ni la gente). Y si uno tiene 5 panes, que los entregue. Los entrega y ya no tienen absolutamente nada. ¿Está claro? ¡Pues ahora Jesús les da de comer a todos, y de sobra! Por eso Juan enlaza este evangelio con todo lo referente al PAN DE LA VIDA, el anuncio de la EUCARISTÍA. Habrá siempre, y siempre quedará... Todos los días hasta el fin del mundo.

A CONTINUACIÓN ESTÁ LA MEDITACIÓN DEL EVANGELIO.

Camino de Luz 11

11º.-APARICIÓN EN EL LAGO Jn 21, 1-14

San Juan había acabado ya su evangelio con el epílogo de 20, 30-31. Y sin embargo hay un capítulo 21 posterior de una proyección eclesial de profundos ecos que van más allá del suceso en sí.

Nos advierte que es la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, y nos enumera a cinco, por sus nombres o identificación, y a dos más sin concretar. Y son, de una parte, Simón Pedro (que como es natural es quien lleva la iniciativa). Y bien conocemos a Simón por las descripciones evangélicas, que era persona muy tendente al protagonismo, que solía siempre adelantarse y señalarse ante cualquier circunstancia. Tomás: ya lo conocemos por su “tarjeta de identidad” tan reciente en la última aparición, y su referencia a su intrepidez cuando la muerte de Lázaro. Evidentemente, un carácter. Natanael o Bartolomé (“un hombre cabal”, lo definió Jesús en su momento). Lo que podríamos deducir de sus pocos datos escritos, es que era hombre callado y de vida interior (aquello de “debajo de la higuera…”).

Los hijos del Zabedeo –Juan y Santiago (“los hijos del trueno”, que les llamaba Jesús, por su vehemencia y drasticidad en querer resolver por la tremenda). Otros dos. No descartaría yo a Andrés como uno de ellos. Hermano de Simón Pedro, unidos en la pesca, y que fue Andrés quien llevó a Simón ante Jesús. No es de los que más aparecen actuando en los libros sagrados.

He hecho esta descripción porque puede ser clave para entender la narración y sus efectos. Porque no se trataba de hermanitas de la Caridad ese conjunto de personas que van a protagonizar el relato que Juan ha añadido a su Evangelio.

Simón, por su cuenta y riesgo y decisión individual, dice: Me voy a pescar. Los otros, sin discutir ni sentirse postergados, responden un sencillo Nosotros vamos contigo. Ya es llamativo de primera intención, porque ¡cuántas veces discutieron entre ellos sobre la supremacía de unos sobre otros! Ahora no hay nada de eso. Empieza tomar nota “el discípulo a quien Jesús amaba”. [Recordemos la NOTA PREVIA que estuvo puesta en su momento oportuno, y no perdamos de vista de que aún tenemos “un discípulo sin nombre” en ese grupo de siete].

Salen a pescar, muy cerca de la playa, y los buenos pescadores que se han ganado la vida en aquello tantos años, se encuentran con que no hay ni un pez. Los no pescadores tenían sus deseos de ver cómo era una pesca, per se quedan con la gana. No hay tampoco ironías, bromas de mal gusto. ¡Y eso una noche entera, metidos en el pequeño espacio de una barca! ¿Qué hicieron en tantas horas? Pues muchos buenos recuerdos podían tener en sus mentes para recordar ahora en la quietud de la noche. No había pesca, pero algo aleteaba del espíritu del Maestro, que les hacía vivir la nostalgia gustosa de aquellos tres años. Ni una palabra que pueda alterar el buen ambiente. Y “el discípulo a quien Jesús amaba” sigue almacenando datos en su sentir hondo.

Aún no ha amanecido, cuando entre las brumas de la alborada ven a un hombre que pasea por la orilla…, que se fija en ellos, que les llega a preguntar con buena voz si tienen pescado. ¡Encima de la esa noche baldía, tener que decir que no…! Y con respuesta poco explícita, pero sí clara, responden que “NO”. El personaje aquel les dice que echen la red a la derecha de la barca y que encontrarán. ¿Será que está con los peces debajo y no se han enterado ellos? No era extraño que desde la playa se pudiera ver lo que desde la barca no se veía. Y como ya nada tenían que perder, hacen caso y echan la red…, pescan gran cantidad de peces. Y allí se colman ya las “notas de campo” que ha ido reuniendo “el discípulo amado”, y en voz queda le susurra a Simón: ¡ES EL SEÑOR!

Yo me pregunto siempre si “era EL SEÑOR” el personaje de la playa o esa novedad absoluta que llevan viviendo desde que Simón determinó irse a pescar, y los demás vieron como lo más normal irse con él. Y lo pienso porque a mí me llena mucho saber que el Evangelio no está escrito para decirlos “lo que pasó” sino lo que tiene que seguir pasando todos los días hasta el fin del mundo. Y eso de tener ojos limpios para saber descubrir, entre la brumas del “amanecer”, que “ES EL SEÑOR” todo suceso, situación,

hechos agradables o desagradables, triunfos a fracasos…, me es de una importancia y elocuencia formidables. Eso me habla del “paso” obligado del “relato” escrito ya, a mi particular “relato” personal, en el que yo me siento inmerso en mi realidad actual y diaria. De ver “fantasmas”, culpables, verdugos, hechos imprevistos agradables, personas y rostros…, a descubrir detrás de cada “cosa” que ES EL SEÑOR, me resulta un descubrimiento impresionante y gozoso. Me descubre que eso es haber resucitado Jesucristo, y que eso es mirar la vida con gafas de resurrección. Por eso me repatean profundamente tantas suspicacias, sentimientos ofendidos, críticas y crisis tan superficiales, cuando, yendo en la misma pequeña barca, puede pasarse la noche entera –y aun desfavorable- sin que haya un “tuyo y mío”, y pueda vivirse una pesca inesperada…, y descubrir siempre, más allá, la presencia del SEÑOR.

Prescindiendo de los otros detalles del relato, me hace mucha fuerza el final del mismo, cuando ya todos han bajado de la barca, y dice el evangelista, con una expresión aparentemente inútil y hasta absurda: “Ninguno se atrevía a preguntar quién era, porque SABÍAN que era EL SEÑOR. Una de dos: o lo están ya viendo, y sobra la explicación (porque lo que se ve, no hay que preguntarlo), o siguen SIN VER…, y sin embargo SABEN que es el Señor. Saber no es ver, no lo que se ve necesita más que ver. Luego aquí hay todo un tratado esencial del evangelista, para mostrar que la fe no es ver, ni el resucitado en nuestras vidas necesita ser visto. “SE SABE”, se experimenta, se es TESTIGO…, con los datos que hoy tenemos nosotros, los dichosos que creemos sin ver. ¿No les parece muy sugerente esa frase del evangelista? Cuando tenía delante una comunidad de fieles, 50 años después de haber estado Jesús en la Tierra, Juan está diciendo muchísimo más que una frase por las buenas; está diciendo toda una proyección que trasciende los tiempos. Está diciéndonos a nosotros que no tenemos que preguntar, porque más allá de ver con nuestros ojos- está el SABER CON LA CERTEZA DE LA FE

Y yo siento que mi fe se amplía, que mi alma se siente henchida, porque vivo en el siglo XXI y puedo seguir estando en la experiencia vivísima de la Resurrección del Señor.

jueves, 19 de abril de 2012

Camino de Luz 10

10º.- APARICIÓN A TOMÁS (Jn 20,24-29)

No estaba Tomás con los compañeros cuando Jesús vino al Cenáculo, ya bien caída la tarde del Domingo. Tomás aparece varis veces en los Evangelios con un carácter valiente, indómito…, dispuesto a ir a Betania con Jesús y morir con Él, cuando Jesús decidió ir a resucitar a Lázaro. Ahora no se dejó amedrentar por el temor, aunque los demás estaban con las puertas bien apestilladas, por el miedo a los judíos. Tomás se salió. ¡Vaya Vd a saber si buscando que Jesús se le presentara a él como se había presentado a Simón Pedro; bien porque no aguantó más estar a llí encerrado con la psicosis que arrastraban los demás. Por lo que sea, Tomás, no estuvo allí cuando vino Jesús.

Al llegar, le salieron al paso, todo contentos, los compañeros para darles la buena noticia de que hemos visto al Señor. Y como si aquello le desencadenara una furia que llevara dentro, se embraveció y explotó con una respuesta que dejó helados a los compañeros. De verdad, no sólo era improcedente y fuera de razón, sino que en su disgusto cayó en la desconsideración con ellos mismos y aun en la falta de respeto al propio Maestro. Sus condiciones para creer fueron drásticas: Si yo no veo, y si yo no meto mis dedos en los agujeros de las manos y mi mano en su costado, no creo. Puede uno imaginar cómo se quedaron los otros.

Yo pienso que hay dos formas de reaccionar. Una, con las mismas formas que él había usado. Otra, con un silencio. La primera, se la merecía, pero ellos –pienso- estaban en otra onda. Por eso reaccionaron de la segunda manera. Callar. Cuando uno no quiere, dos no se pelean. Y si Tomás estaba beligerante, lo peor era presentarle cara. Ya podría haber otro momento en que se le buscara cómo corregirle aquella respuesta…, e incluso cómo ayudarle a tranquilizar aquella situación exaltada.

Una semana son muchos días, muchas horas conviviendo, para poder parapetarse recalcitrante en su soberbia. Y son las mismas horas para ser él quien pensara que su actitud no había sido correcta. Muchos días sin que apareciera el Maestro…, ¡y Tomás reconocía que él podía estar parando aquella venida, por su exigencia! Y ya habría algún compañero que supo acercársele oportunamente…, darle pie a una reflexión, para la que podía bastar ofrecer afecto, acogida. Comprensión. Y es muy difícil que un muro sea tan granítico que no se ablande cuando se le respeta, se le atiende y se le entiende.

Y Tomás amainó; hasta es posible que llegara a disculparse. Y los compañeros supieron guardar las formas sin echarle en cara. ¡Y pasaron 8 días…!

Aquel octavo día, Jesús se presentó y saludó con su habitual saludo de PAZ. Los apóstoles se dividieron instintivamente en dos filas a derecha e izquierda, y dejaron a Jesús frente a frente a Tomás. Pienso que es de las veces que Tomás hubiera deseado la moviola para echar marcha atrás de todo aquello que dijo y la actitud que tomó. No es que Jesús mostrar rostro disgustado ni duro. Era el propio Tomás quien se sentía avergonzado. Se hubiera ido a Jesús para echarse a sus pies, pero no le dio tiempo. Jesús lo llamó: Ven aquí Tomás. Trae tu dedo y mételo en mis manos; trae tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.

Yo me pregunto siempre si llegó a hacerlo. Si no se echó antes por los suelos, lamentándose de sí mismo. Quisiera pensar que Tomás se resistió ya. Pero también pienso que Jesús quiso que llegara a tocarle, aunque no fuera la materialidad de “meter los dedos” o “la mano”. Lo que Jesús quiso, finalmente, que hiciera no lo llego a imaginar. Pero me inclino que no llegó a humillarlo o mortificarlo obligándole a cumplir su bravata. Más bien, con esa continuidad con que lo expresa el texto evangélico, una vez que Tomás llegó hasta Él con su vergüenza en el rostro enrojecido, y puso su mano en la mano de Jesús, Tomás se sintió transformado por dentro, y una luz muy fuerte le iluminó… Ya no veía a Jesús, el Maestro. Ya sintió que no tocaba una carne de hombre. Cayó de rodillas y pronunció el sublime acto de fe de quien estaba ante su Dios y su Señor. Era evidente que no se lo revelaba así su “tocar la mano de Jesús”. Era, como en otra ocasión Pedro, el mismo Dios quien le hablaba y le revelaba la divinidad y señoría de ese Resucitado que tenía delante. Hasta me lo veo repetido millones de veces en cada creyente que cae de rosillas y de corazón ante la Hostia de Pan consagrado…, y también está viendo al Señor mío y Dios mío. ¡Y como eso LO VEO YO, o como yo me siento transido cada día en ese instante en que un pan en mis manos ya no es pan…, ya no toco pan…, y firmemente CREO que estoy tocando a Dios…, al Cristo triunfante de la Resurrección, me puedo hacer cargo de aquel momento. La verdad, ya se la advirtió Jesús, diciéndole: “Porque me has visto, has creído! Dichosos los que creen sin ver. Y yo me siento ese dichoso creyente, que no he visto…, pero que ni falta que me hace ver. Los ojos de mi fe están mucho más profundos que los de mi cara. Y sé perfectamente que ese Jesús que está en mi vida, es realmente el Dios y Señor de mi existencia toda.

LITURGIA DEL DÍA

De verdad que viene como anillo al dedo lo que Jesús habla a Nicodemo… El que viene de arriba está por encima de todos. De lo que ha visto y oído, da testimonio, y el que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El Enviado de Dios habla Palabras de Dios… El Padre ama al hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo, posee vida eterna

¿Qué les pasó a los apóstoles, detenidos pos su fidelidad a la misión encomendada por Jesús y movida por el Espíritu de Dios? Pues que, pese a prohibiciones y amenazas, no podemos menos que hablar de Jesús, porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Vosotros matasteis a Jesús, pero Dios lo resucitó, y nosotros somos testigos. ¿Qué respuesta podían dar? ¿Pues la misma que le dieron a Jesús en su momento: Éstos nos desafían…; pues lo mejor es matarlos. Sabían muy bien de ello aquellos jefes judíos.

miércoles, 18 de abril de 2012

Camino de Luz 09

9º.- APARICIÓN EN EL CENÁCULO (según Jn 20, 19)

Creo que no es caprichoso separar las dos narraciones (de Lucas y Juan), porque me parece muy clara la muy distinta finalidad que persiguen cada uno de los dos evangelistas. He expuesto la de san Lucas; ahora voy a exponer lo específico de Juan. Aquí están los apóstoles solamente; los Once. Los que participaron de la santa Cena, los que fueron constituidos sacerdotes cuando Jesús, tras instituir la Eucaristía, les dijo: Cuantas veces HAGÁIS ESTO, hacedlo en conmemoración mía.. O sea: vosotros quedáis constituidos continuadores de esta misma realidad mística que Yo acabo de realizar.

A ellos, pues (y sólo a ellos, según San Juan) viene ahora Jesús al atardecer del primer día de la semana, cuando ya se han producido todos los otros sucesos de consuelo y pacificación que ha ido realizando Jesús. Y a ellos es a los que ahora les dice: De la misma manera y con el mismo poder que a Mí me envió mi Padre, ASÍ OS ENVÍO YO. Evidente afirmación de continuidad de la mismísima obra de Jesús. Dicho eso sopló sobre ellos (=exhaló su aliento), y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. [Valga un paréntesis: dado que la lengua hebrea tiene muy pocos vocablos, uno solo expresa todo eso inmaterial que es “soplo”, “aliento”, “espíritu”, “viento”, etc. De ahí utilizar el “soplo” como una manifestación gráfica” de esa donación del Espíritu Santo]; A QUIENES VOSOTROS PERDONÉIS LOS PECADOS, les quedan perdonados. A QUIENES VOSOTROS NO SE LOS PERDONÉIS, no se les perdonan.

Es muy claro por qué Juan expone esta aparición con los apóstoles solamente. El poder de perdonar pecados en nombre de Dios, sólo lo reciben los que fueron constituidos sacerdotes anteriormente. Y, en ellos, todos los que vendrán después.

Es también detalle de normalidad que el saludo de PAZ, por parte de Jesús, viene en situación de paz, no de temor ni de sentirse asustados y sobrecogidos. Por el contrario, quienes ya están más predispuestos a esa esperada venida de Jesús, lo que experimentan de alegría. Y un nuevo saludo de PAZ, que más que saludo es ya PRESENCIA, está presagiando ese poder divino que les va a conceder: Como el Padre me envió…

La idea que deja también San Juan es que PENTECOSTÉS es el mismo Domingo de Resurrección. Aparte de que ese soplo es ya el “viento impetuoso” que realiza el cambio en los apóstoles”, ha sido doctrina que han expresado así determinados Santos de la Iglesia. San Lucas extiende un período de 50 días desde Resurrección a Pentecostés, camino que recorre la práctica de la Iglesia con el Tiempo Pascual, y que mucho debe ayudarnos a nosotros a aprovechar la riqueza de textos del Nuevo Testamento que se nos van brindando en las Misas diarias, para ahondar nuevamente en ese gran paso que cada uno debemos dar, ahora ya resucitados con Cristo por nuestro Bautismo, para recibir la efusión transformante de Pentecostés.

Lo que nos dice luego Juan es que Tomás no estaba con los demás cuando vino Jesús a ellos aquella tarde. Lo cual cuadra muy bien con el temperamento de ese discípulo, poco a propósito para estar allí “encerrado por miedo a los judíos”. Y esto dará nuevo juego al evangelista para una profundización en el tema de la fe, que habían de vivir aquellas comunidades cristianas del tiempo en que está ya narrando, muchos años después de la muerte y Resurrección de Jesús.

LITURGIA DEL DÍA

Pedro sigue predicando, y su predicación va siempre insistiendo en dos temas: Jesús fue condenado a muerte por aquellos dirigentes judíos, pero ha resucitado, y VIVE. Queda, pues, que ese pueblo acepte su salvación, que le viene por el Cristo triunfador. Es evidente que los sacerdotes rechinan ante esa predicación, y acaban metiendo en la cárcel a los apóstoles. Pero un ángel de Dios los libera de noche y ellos vuelven al Templo y siguen predicando. Cuando van los guardianes por ellos para llevarlos ante el Sanedrín, encuentran que no se han abierto las puertas de la prisión pero que los presos no están. Alguien avisa que están en el Templo predicando. Y como los sacerdotes no quieren dar un escándalo, van por ellos y –sin demostración de fuerza- se los llevan con ellos nuevamente. Temían que el pueblo apedrease a los guardias y ministros del templo.

Sigue el sabroso diálogo de Jesús y Nicodemo, aunque –a decir verdad- Nicodemo se ha quedado ya en silencio, desbordado por la enseñanza de Jesús. Jesús da ahora un paso consolador: Dios no ha mandado a su Hijo para condenar a mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. ¿Y cómo se salva? ¿Cumpliendo las Leyes que sabe Nicidemo, la de los judíos? - No, sino creyendo en el Hijo Único de Dios. Es la fe la que libera y salva. Por eso mismo puede haber condenación, cuando la persona se niega a creer…, entra en tinieblas del alma, detesta la luz que podía iluminarlo, pero es que su corazón está tan sucio, que teme.

martes, 17 de abril de 2012

Camino de Luz 8

8º.- APARICIÓN EN EL CENÁCULO (según Lc 24,33)

Hago la salvedad de que hoy voy a tocar el tema desde la descripción de San Lucas. Y es que hay variaciones notorias (y fundamentales) con la misma aparición contada por San Juan. Dirigiendo cada uno su escrito a una Comunidad distinta y, y escribiendo con fines diferentes, sus relatos se distancia y se juntan según aspectos.

Hoy nos detenemos en San Lucas. Acaban de llegar los discípulos de Emaús que han visto al Señor, que les han ardido sus corazones con las palabras que les ha dirigido y ese caérseles los barrotes de sus “ojos presos”. Y los mismos que están reunidos –los Once y sus compañeros- han podido responderles que “ya lo sabían porque se le ha aparecido a Simón. Es decir: ya están sobre el hecho de que Jesús vive y ha sido visto.

Y sin embargo cuando llega a ellos (v. 37), se llenan de temor, quedan sobrecogidos, y piensan estar ante un fantasma… Podríamos decir que “sus razones tienen”. Si están encerrados a cal y canto, y se presenta Jesús sin abrir puertas, algo “raro” ocurre. Claro: “lo raro” es que el “cuerpo” resucitado es sutil, es decir, no material; el “cuerpo” es más apariencia para ser visto que realidad tangible. Es –por decirlo así. “envoltorio” para poder ser reconocido. Por eso puede “entrar” (“aparecer”, “desaparecer”, como con los de Emaús cuando pretendieron ir a Él al descubrirlo) sin abrir ninguna puerta ni ventana.

El sobrecogimiento, el sentir temor está acorde con la presencia de lo divino, lo sobrenatural, lo no habitual). Y “si creían ver un espíritu”, no estaban nada lejos de la realidad. Ahora bien: “espíritu” para ellos, aquí, es igual que “fantasma”.

Y ahora viene el evangelista a “materializar” la aparición para mostrar a sus cristianos que era realmente Jesús y no una imaginación fantasmagórica, un pura ilusión o alucinación de sus mentes. Y es el propio Jesús –en idea de San Lucas- quien les dice que “tengo carne y huesos y no soy un fantasma”. [Carne y hueso es algo material que choca con cualquier otra materia; ¡y sin embargo se presentó allí sin entrar por la puerta! ¿Cómo?]. Y todavía Lucas va más allá, cuando Jesús Resucitado llega a comer delante de ellos para demostrar su realidad…, que verdaderamente ha resucitado, a la vez que le muestra sus pies y sus manos. Aquí entronca con la aparición a Tomás (en San Juan) que había puesto la condición de meter su dedo en los agujeros de los clavos y su mano en el costado. Y precisamente entonces Jesús le hace ver a Tomás que su débil fe ha necesitado de “pruebas materiales, que son más dichosos los que CREEN sin haber visto. ¡Gran consuelo para nosotros, que no hemos visto a Jesús, y CREMOS; que no hemos visto ni tocado, pero estamos seguros de su Resurrección!

El relato de Lucas es muy gráfico, muy pedagógico y muy apologético. Aquellos cristianos griegos a los que él se dirigía, necesitaban de apoyaturas, y Lucas se las da.

Habrá otra diferencia básica y esencial con la narración de Juan: aquí están por lo pronto, los Once, los compañeros y los de Emaús. Esto varía completamente el derrotero de la descripción. Ya lo veremos cundo entremos en la narración de Juan, cuyo evangelio lleva otra finalidad, por el momento que escribe –bastante más tarde que Lucas- y por lo que es la consolidación de una Iglesia ya mucho más desarrollada.

Lo importante es que nuestra reflexión entre en los detalles como el que está entrando en ese terreno de la fe, y va necesitando tener ciertos rodrigones, porque nuestra vida humana –muy desenvuelta entre realidades materiales-, sigue teniendo una necesidad constante de apoyos visibles, tangibles…, donde no vivimos en pura espiritualismo, sino que nos es necesario que el cuerpo tome parte en la expresión de nuestra fe. El beso a una imagen, la genuflexión, el juntar las manos, el mirar al Cielo, el “tocar”…, son casi necesidades e nuestra fe. Aunque en la medida que esa fe se hace más pura, más verdadera FE, iremos dejando muchas de esas cosas porque estaremos volando en la pura aceptación de la Verdad de Dios, que será para nosotros de muchísima mayor certeza que lo que tocamos, vemos o palpamos. Es el momento en que la vida cristiana se adentra en el interior de la persona…, cuando lo que ya cuenta y da la gran prueba es lo que hay dentro: la vida interior.

LITURGIA DEL DÍA

Uno de los párrafos más sublimes de la Sagrada Escritura. Una confirmación fehaciente de que la fe del verdadero CREYENTE está en la vida, en la actitud nueva, en el estreno de una nueva manera de ser. Donde no hay tuyo ni mío, donde no se buscan los primeros puestos ni los protagonismos, donde el Yo está tan en segundo plano, que lo que muestra la fe y manifiesta su verdad es que pensaban y sentían lo mismo…, que no había dimes y diretes, que estaban en la misma onda, que se amaban como hermanos, y que eso tenía una traducción incuestionable: que el que tenía, ponía lo suyo a disposición del que no tenía; que vendían sus campos para traer el precio a los pies de los Apóstoles para que ellos hicieran el reparto, y que –evidentemente- nadie se aprovechaba de nadie. La conclusión es expresada con unas palabras claves: Daban testimonio de la Resurrección con mucho valor. ¡Ahí, en ese espejo, nos tenemos que ver!

En el Evangelio, en la deliciosa conversación de Nicodemo con Jesús, cuando hay que entender lo que “nacer de nuevo”, Jesús da el salto total del nacer al “ser puesto en alto” (=morir). Éste es el testimonio de quien sabe hablar palabras del Cielo, y no se queda a la medida de la tierra.