lunes, 30 de abril de 2012
Liturgia..., y otra reflexión mía
Después de la Ascensión
domingo, 29 de abril de 2012
LITURGIA DEL DOMINGO 4º DE PASCUA
sábado, 28 de abril de 2012
Camino de luz 18
LITURGIA DEL DÍA
viernes, 27 de abril de 2012
Camino de Luz 19
jueves, 26 de abril de 2012
Camino de Luz 17
martes, 24 de abril de 2012
Camino de Luz 16
Camino de Luz 15
lunes, 23 de abril de 2012
Camino de Luz 14
domingo, 22 de abril de 2012
Camino de Luz 13
sábado, 21 de abril de 2012
Camino de Luz 12
viernes, 20 de abril de 2012
Viernes 2º de Pascua
Camino de Luz 11
11º.-APARICIÓN EN EL LAGO Jn 21, 1-14
San Juan había acabado ya su evangelio con el epílogo de 20, 30-31. Y sin embargo hay un capítulo 21 posterior de una proyección eclesial de profundos ecos que van más allá del suceso en sí.
Nos advierte que es la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, y nos enumera a cinco, por sus nombres o identificación, y a dos más sin concretar. Y son, de una parte, Simón Pedro (que como es natural es quien lleva la iniciativa). Y bien conocemos a Simón por las descripciones evangélicas, que era persona muy tendente al protagonismo, que solía siempre adelantarse y señalarse ante cualquier circunstancia. Tomás: ya lo conocemos por su “tarjeta de identidad” tan reciente en la última aparición, y su referencia a su intrepidez cuando la muerte de Lázaro. Evidentemente, un carácter. Natanael o Bartolomé (“un hombre cabal”, lo definió Jesús en su momento). Lo que podríamos deducir de sus pocos datos escritos, es que era hombre callado y de vida interior (aquello de “debajo de la higuera…”).
Los hijos del Zabedeo –Juan y Santiago (“los hijos del trueno”, que les llamaba Jesús, por su vehemencia y drasticidad en querer resolver por la tremenda). Otros dos. No descartaría yo a Andrés como uno de ellos. Hermano de Simón Pedro, unidos en la pesca, y que fue Andrés quien llevó a Simón ante Jesús. No es de los que más aparecen actuando en los libros sagrados.
He hecho esta descripción porque puede ser clave para entender la narración y sus efectos. Porque no se trataba de hermanitas de la Caridad ese conjunto de personas que van a protagonizar el relato que Juan ha añadido a su Evangelio.
Simón, por su cuenta y riesgo y decisión individual, dice: Me voy a pescar. Los otros, sin discutir ni sentirse postergados, responden un sencillo Nosotros vamos contigo. Ya es llamativo de primera intención, porque ¡cuántas veces discutieron entre ellos sobre la supremacía de unos sobre otros! Ahora no hay nada de eso. Empieza tomar nota “el discípulo a quien Jesús amaba”. [Recordemos la NOTA PREVIA que estuvo puesta en su momento oportuno, y no perdamos de vista de que aún tenemos “un discípulo sin nombre” en ese grupo de siete].
Salen a pescar, muy cerca de la playa, y los buenos pescadores que se han ganado la vida en aquello tantos años, se encuentran con que no hay ni un pez. Los no pescadores tenían sus deseos de ver cómo era una pesca, per se quedan con la gana. No hay tampoco ironías, bromas de mal gusto. ¡Y eso una noche entera, metidos en el pequeño espacio de una barca! ¿Qué hicieron en tantas horas? Pues muchos buenos recuerdos podían tener en sus mentes para recordar ahora en la quietud de la noche. No había pesca, pero algo aleteaba del espíritu del Maestro, que les hacía vivir la nostalgia gustosa de aquellos tres años. Ni una palabra que pueda alterar el buen ambiente. Y “el discípulo a quien Jesús amaba” sigue almacenando datos en su sentir hondo.
Aún no ha amanecido, cuando entre las brumas de la alborada ven a un hombre que pasea por la orilla…, que se fija en ellos, que les llega a preguntar con buena voz si tienen pescado. ¡Encima de la esa noche baldía, tener que decir que no…! Y con respuesta poco explícita, pero sí clara, responden que “NO”. El personaje aquel les dice que echen la red a la derecha de la barca y que encontrarán. ¿Será que está con los peces debajo y no se han enterado ellos? No era extraño que desde la playa se pudiera ver lo que desde la barca no se veía. Y como ya nada tenían que perder, hacen caso y echan la red…, pescan gran cantidad de peces. Y allí se colman ya las “notas de campo” que ha ido reuniendo “el discípulo amado”, y en voz queda le susurra a Simón: ¡ES EL SEÑOR!
Yo me pregunto siempre si “era EL SEÑOR” el personaje de la playa o esa novedad absoluta que llevan viviendo desde que Simón determinó irse a pescar, y los demás vieron como lo más normal irse con él. Y lo pienso porque a mí me llena mucho saber que el Evangelio no está escrito para decirlos “lo que pasó” sino lo que tiene que seguir pasando todos los días hasta el fin del mundo. Y eso de tener ojos limpios para saber descubrir, entre la brumas del “amanecer”, que “ES EL SEÑOR” todo suceso, situación,
hechos agradables o desagradables, triunfos a fracasos…, me es de una importancia y elocuencia formidables. Eso me habla del “paso” obligado del “relato” escrito ya, a mi particular “relato” personal, en el que yo me siento inmerso en mi realidad actual y diaria. De ver “fantasmas”, culpables, verdugos, hechos imprevistos agradables, personas y rostros…, a descubrir detrás de cada “cosa” que ES EL SEÑOR, me resulta un descubrimiento impresionante y gozoso. Me descubre que eso es haber resucitado Jesucristo, y que eso es mirar la vida con gafas de resurrección. Por eso me repatean profundamente tantas suspicacias, sentimientos ofendidos, críticas y crisis tan superficiales, cuando, yendo en la misma pequeña barca, puede pasarse la noche entera –y aun desfavorable- sin que haya un “tuyo y mío”, y pueda vivirse una pesca inesperada…, y descubrir siempre, más allá, la presencia del SEÑOR.
Prescindiendo de los otros detalles del relato, me hace mucha fuerza el final del mismo, cuando ya todos han bajado de la barca, y dice el evangelista, con una expresión aparentemente inútil y hasta absurda: “Ninguno se atrevía a preguntar quién era, porque SABÍAN que era EL SEÑOR”. Una de dos: o lo están ya viendo, y sobra la explicación (porque lo que se ve, no hay que preguntarlo), o siguen SIN VER…, y sin embargo SABEN que es el Señor. Saber no es ver, no lo que se ve necesita más que ver. Luego aquí hay todo un tratado esencial del evangelista, para mostrar que la fe no es ver, ni el resucitado en nuestras vidas necesita ser visto. “SE SABE”, se experimenta, se es TESTIGO…, con los datos que hoy tenemos nosotros, los dichosos que creemos sin ver. ¿No les parece muy sugerente esa frase del evangelista? Cuando tenía delante una comunidad de fieles, 50 años después de haber estado Jesús en la Tierra, Juan está diciendo muchísimo más que una frase por las buenas; está diciendo toda una proyección que trasciende los tiempos. Está diciéndonos a nosotros que no tenemos que preguntar, porque –más allá de ver con nuestros ojos- está el SABER CON LA CERTEZA DE LA FE
Y yo siento que mi fe se amplía, que mi alma se siente henchida, porque vivo en el siglo XXI y puedo seguir estando en la experiencia vivísima de la Resurrección del Señor.
jueves, 19 de abril de 2012
Camino de Luz 10
10º.- APARICIÓN A TOMÁS (Jn 20,24-29)
No estaba Tomás con los compañeros cuando Jesús vino al Cenáculo, ya bien caída la tarde del Domingo. Tomás aparece varis veces en los Evangelios con un carácter valiente, indómito…, dispuesto a ir a Betania con Jesús y morir con Él, cuando Jesús decidió ir a resucitar a Lázaro. Ahora no se dejó amedrentar por el temor, aunque los demás estaban con las puertas bien apestilladas, por el miedo a los judíos. Tomás se salió. ¡Vaya Vd a saber si buscando que Jesús se le presentara a él como se había presentado a Simón Pedro; bien porque no aguantó más estar a llí encerrado con la psicosis que arrastraban los demás. Por lo que sea, Tomás, no estuvo allí cuando vino Jesús.
Al llegar, le salieron al paso, todo contentos, los compañeros para darles la buena noticia de que hemos visto al Señor. Y como si aquello le desencadenara una furia que llevara dentro, se embraveció y explotó con una respuesta que dejó helados a los compañeros. De verdad, no sólo era improcedente y fuera de razón, sino que en su disgusto cayó en la desconsideración con ellos mismos y aun en la falta de respeto al propio Maestro. Sus condiciones para creer fueron drásticas: Si yo no veo, y si yo no meto mis dedos en los agujeros de las manos y mi mano en su costado, no creo. Puede uno imaginar cómo se quedaron los otros.
Yo pienso que hay dos formas de reaccionar. Una, con las mismas formas que él había usado. Otra, con un silencio. La primera, se la merecía, pero ellos –pienso- estaban en otra onda. Por eso reaccionaron de la segunda manera. Callar. Cuando uno no quiere, dos no se pelean. Y si Tomás estaba beligerante, lo peor era presentarle cara. Ya podría haber otro momento en que se le buscara cómo corregirle aquella respuesta…, e incluso cómo ayudarle a tranquilizar aquella situación exaltada.
Una semana son muchos días, muchas horas conviviendo, para poder parapetarse recalcitrante en su soberbia. Y son las mismas horas para ser él quien pensara que su actitud no había sido correcta. Muchos días sin que apareciera el Maestro…, ¡y Tomás reconocía que él podía estar parando aquella venida, por su exigencia! Y ya habría algún compañero que supo acercársele oportunamente…, darle pie a una reflexión, para la que podía bastar ofrecer afecto, acogida. Comprensión. Y es muy difícil que un muro sea tan granítico que no se ablande cuando se le respeta, se le atiende y se le entiende.
Y Tomás amainó; hasta es posible que llegara a disculparse. Y los compañeros supieron guardar las formas sin echarle en cara. ¡Y pasaron 8 días…!
Aquel octavo día, Jesús se presentó y saludó con su habitual saludo de PAZ. Los apóstoles se dividieron instintivamente en dos filas a derecha e izquierda, y dejaron a Jesús frente a frente a Tomás. Pienso que es de las veces que Tomás hubiera deseado la moviola para echar marcha atrás de todo aquello que dijo y la actitud que tomó. No es que Jesús mostrar rostro disgustado ni duro. Era el propio Tomás quien se sentía avergonzado. Se hubiera ido a Jesús para echarse a sus pies, pero no le dio tiempo. Jesús lo llamó: Ven aquí Tomás. Trae tu dedo y mételo en mis manos; trae tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.
Yo me pregunto siempre si llegó a hacerlo. Si no se echó antes por los suelos, lamentándose de sí mismo. Quisiera pensar que Tomás se resistió ya. Pero también pienso que Jesús quiso que llegara a tocarle, aunque no fuera la materialidad de “meter los dedos” o “la mano”. Lo que Jesús quiso, finalmente, que hiciera no lo llego a imaginar. Pero me inclino que no llegó a humillarlo o mortificarlo obligándole a cumplir su bravata. Más bien, con esa continuidad con que lo expresa el texto evangélico, una vez que Tomás llegó hasta Él con su vergüenza en el rostro enrojecido, y puso su mano en la mano de Jesús, Tomás se sintió transformado por dentro, y una luz muy fuerte le iluminó… Ya no veía a Jesús, el Maestro. Ya sintió que no tocaba una carne de hombre. Cayó de rodillas y pronunció el sublime acto de fe de quien estaba ante su Dios y su Señor. Era evidente que no se lo revelaba así su “tocar la mano de Jesús”. Era, como en otra ocasión Pedro, el mismo Dios quien le hablaba y le revelaba la divinidad y señoría de ese Resucitado que tenía delante. Hasta me lo veo repetido millones de veces en cada creyente que cae de rosillas y de corazón ante la Hostia de Pan consagrado…, y también está viendo al Señor mío y Dios mío. ¡Y como eso LO VEO YO, o como yo me siento transido cada día en ese instante en que un pan en mis manos ya no es pan…, ya no toco pan…, y firmemente CREO que estoy tocando a Dios…, al Cristo triunfante de la Resurrección, me puedo hacer cargo de aquel momento. La verdad, ya se la advirtió Jesús, diciéndole: “Porque me has visto, has creído! Dichosos los que creen sin ver. Y yo me siento ese dichoso creyente, que no he visto…, pero que ni falta que me hace ver. Los ojos de mi fe están mucho más profundos que los de mi cara. Y sé perfectamente que ese Jesús que está en mi vida, es realmente el Dios y Señor de mi existencia toda.
LITURGIA DEL DÍA
De verdad que viene como anillo al dedo lo que Jesús habla a Nicodemo… El que viene de arriba está por encima de todos. De lo que ha visto y oído, da testimonio, y el que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El Enviado de Dios habla Palabras de Dios… El Padre ama al hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo, posee vida eterna
¿Qué les pasó a los apóstoles, detenidos pos su fidelidad a la misión encomendada por Jesús y movida por el Espíritu de Dios? Pues que, pese a prohibiciones y amenazas, no podemos menos que hablar de Jesús, porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Vosotros matasteis a Jesús, pero Dios lo resucitó, y nosotros somos testigos. ¿Qué respuesta podían dar? ¿Pues la misma que le dieron a Jesús en su momento: Éstos nos desafían…; pues lo mejor es matarlos. Sabían muy bien de ello aquellos jefes judíos.
miércoles, 18 de abril de 2012
Camino de Luz 09
9º.- APARICIÓN EN EL CENÁCULO (según Jn 20, 19)
Creo que no es caprichoso separar las dos narraciones (de Lucas y Juan), porque me parece muy clara la muy distinta finalidad que persiguen cada uno de los dos evangelistas. He expuesto la de san Lucas; ahora voy a exponer lo específico de Juan. Aquí están los apóstoles solamente; los Once. Los que participaron de la santa Cena, los que fueron constituidos sacerdotes cuando Jesús, tras instituir la Eucaristía, les dijo: Cuantas veces HAGÁIS ESTO, hacedlo en conmemoración mía.. O sea: vosotros quedáis constituidos continuadores de esta misma realidad mística que Yo acabo de realizar.
A ellos, pues (y sólo a ellos, según San Juan) viene ahora Jesús al atardecer del primer día de la semana, cuando ya se han producido todos los otros sucesos de consuelo y pacificación que ha ido realizando Jesús. Y a ellos es a los que ahora les dice: De la misma manera y con el mismo poder que a Mí me envió mi Padre, ASÍ OS ENVÍO YO. Evidente afirmación de continuidad de la mismísima obra de Jesús. Dicho eso sopló sobre ellos (=exhaló su aliento), y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. [Valga un paréntesis: dado que la lengua hebrea tiene muy pocos vocablos, uno solo expresa todo eso inmaterial que es “soplo”, “aliento”, “espíritu”, “viento”, etc. De ahí utilizar el “soplo” como una manifestación gráfica” de esa donación del Espíritu Santo]; A QUIENES VOSOTROS PERDONÉIS LOS PECADOS, les quedan perdonados. A QUIENES VOSOTROS NO SE LOS PERDONÉIS, no se les perdonan.
Es muy claro por qué Juan expone esta aparición con los apóstoles solamente. El poder de perdonar pecados en nombre de Dios, sólo lo reciben los que fueron constituidos sacerdotes anteriormente. Y, en ellos, todos los que vendrán después.
Es también detalle de normalidad que el saludo de PAZ, por parte de Jesús, viene en situación de paz, no de temor ni de sentirse asustados y sobrecogidos. Por el contrario, quienes ya están más predispuestos a esa esperada venida de Jesús, lo que experimentan de alegría. Y un nuevo saludo de PAZ, que más que saludo es ya PRESENCIA, está presagiando ese poder divino que les va a conceder: Como el Padre me envió…
La idea que deja también San Juan es que PENTECOSTÉS es el mismo Domingo de Resurrección. Aparte de que ese soplo es ya el “viento impetuoso” que realiza el cambio en los apóstoles”, ha sido doctrina que han expresado así determinados Santos de la Iglesia. San Lucas extiende un período de 50 días desde Resurrección a Pentecostés, camino que recorre la práctica de la Iglesia con el Tiempo Pascual, y que mucho debe ayudarnos a nosotros a aprovechar la riqueza de textos del Nuevo Testamento que se nos van brindando en las Misas diarias, para ahondar nuevamente en ese gran paso que cada uno debemos dar, ahora ya resucitados con Cristo por nuestro Bautismo, para recibir la efusión transformante de Pentecostés.
Lo que nos dice luego Juan es que Tomás no estaba con los demás cuando vino Jesús a ellos aquella tarde. Lo cual cuadra muy bien con el temperamento de ese discípulo, poco a propósito para estar allí “encerrado por miedo a los judíos”. Y esto dará nuevo juego al evangelista para una profundización en el tema de la fe, que habían de vivir aquellas comunidades cristianas del tiempo en que está ya narrando, muchos años después de la muerte y Resurrección de Jesús.
LITURGIA DEL DÍA
Pedro sigue predicando, y su predicación va siempre insistiendo en dos temas: Jesús fue condenado a muerte por aquellos dirigentes judíos, pero ha resucitado, y VIVE. Queda, pues, que ese pueblo acepte su salvación, que le viene por el Cristo triunfador. Es evidente que los sacerdotes rechinan ante esa predicación, y acaban metiendo en la cárcel a los apóstoles. Pero un ángel de Dios los libera de noche y ellos vuelven al Templo y siguen predicando. Cuando van los guardianes por ellos para llevarlos ante el Sanedrín, encuentran que no se han abierto las puertas de la prisión pero que los presos no están. Alguien avisa que están en el Templo predicando. Y como los sacerdotes no quieren dar un escándalo, van por ellos y –sin demostración de fuerza- se los llevan con ellos nuevamente. Temían que el pueblo apedrease a los guardias y ministros del templo.
martes, 17 de abril de 2012
Camino de Luz 8
8º.- APARICIÓN EN EL CENÁCULO (según Lc 24,33)
Hago la salvedad de que hoy voy a tocar el tema desde la descripción de San Lucas. Y es que hay variaciones notorias (y fundamentales) con la misma aparición contada por San Juan. Dirigiendo cada uno su escrito a una Comunidad distinta y, y escribiendo con fines diferentes, sus relatos se distancia y se juntan según aspectos.
Hoy nos detenemos en San Lucas. Acaban de llegar los discípulos de Emaús que han visto al Señor, que les han ardido sus corazones con las palabras que les ha dirigido y ese caérseles los barrotes de sus “ojos presos”. Y los mismos que están reunidos –los Once y sus compañeros- han podido responderles que “ya lo sabían porque se le ha aparecido a Simón. Es decir: ya están sobre el hecho de que Jesús vive y ha sido visto.
Y sin embargo cuando llega a ellos (v. 37), se llenan de temor, quedan sobrecogidos, y piensan estar ante un fantasma… Podríamos decir que “sus razones tienen”. Si están encerrados a cal y canto, y se presenta Jesús sin abrir puertas, algo “raro” ocurre. Claro: “lo raro” es que el “cuerpo” resucitado es sutil, es decir, no material; el “cuerpo” es más apariencia para ser visto que realidad tangible. Es –por decirlo así. “envoltorio” para poder ser reconocido. Por eso puede “entrar” (“aparecer”, “desaparecer”, como con los de Emaús cuando pretendieron ir a Él al descubrirlo) sin abrir ninguna puerta ni ventana.
El sobrecogimiento, el sentir temor está acorde con la presencia de lo divino, lo sobrenatural, lo no habitual). Y “si creían ver un espíritu”, no estaban nada lejos de la realidad. Ahora bien: “espíritu” para ellos, aquí, es igual que “fantasma”.
Y ahora viene el evangelista a “materializar” la aparición para mostrar a sus cristianos que era realmente Jesús y no una imaginación fantasmagórica, un pura ilusión o alucinación de sus mentes. Y es el propio Jesús –en idea de San Lucas- quien les dice que “tengo carne y huesos y no soy un fantasma”. [Carne y hueso es algo material que choca con cualquier otra materia; ¡y sin embargo se presentó allí sin entrar por la puerta! ¿Cómo?]. Y todavía Lucas va más allá, cuando Jesús Resucitado llega a comer delante de ellos para demostrar su realidad…, que verdaderamente ha resucitado, a la vez que le muestra sus pies y sus manos. Aquí entronca con la aparición a Tomás (en San Juan) que había puesto la condición de meter su dedo en los agujeros de los clavos y su mano en el costado. Y precisamente entonces Jesús le hace ver a Tomás que su débil fe ha necesitado de “pruebas materiales, que son más dichosos los que CREEN sin haber visto. ¡Gran consuelo para nosotros, que no hemos visto a Jesús, y CREMOS; que no hemos visto ni tocado, pero estamos seguros de su Resurrección!
El relato de Lucas es muy gráfico, muy pedagógico y muy apologético. Aquellos cristianos griegos a los que él se dirigía, necesitaban de apoyaturas, y Lucas se las da.
Habrá otra diferencia básica y esencial con la narración de Juan: aquí están por lo pronto, los Once, los compañeros y los de Emaús. Esto varía completamente el derrotero de la descripción. Ya lo veremos cundo entremos en la narración de Juan, cuyo evangelio lleva otra finalidad, por el momento que escribe –bastante más tarde que Lucas- y por lo que es la consolidación de una Iglesia ya mucho más desarrollada.
Lo importante es que nuestra reflexión entre en los detalles como el que está entrando en ese terreno de la fe, y va necesitando tener ciertos rodrigones, porque nuestra vida humana –muy desenvuelta entre realidades materiales-, sigue teniendo una necesidad constante de apoyos visibles, tangibles…, donde no vivimos en pura espiritualismo, sino que nos es necesario que el cuerpo tome parte en la expresión de nuestra fe. El beso a una imagen, la genuflexión, el juntar las manos, el mirar al Cielo, el “tocar”…, son casi necesidades e nuestra fe. Aunque en la medida que esa fe se hace más pura, más verdadera FE, iremos dejando muchas de esas cosas porque estaremos volando en la pura aceptación de la Verdad de Dios, que será para nosotros de muchísima mayor certeza que lo que tocamos, vemos o palpamos. Es el momento en que la vida cristiana se adentra en el interior de la persona…, cuando lo que ya cuenta y da la gran prueba es lo que hay dentro: la vida interior.
LITURGIA DEL DÍA
Uno de los párrafos más sublimes de la Sagrada Escritura. Una confirmación fehaciente de que la fe del verdadero CREYENTE está en la vida, en la actitud nueva, en el estreno de una nueva manera de ser. Donde no hay tuyo ni mío, donde no se buscan los primeros puestos ni los protagonismos, donde el Yo está tan en segundo plano, que lo que muestra la fe y manifiesta su verdad es que pensaban y sentían lo mismo…, que no había dimes y diretes, que estaban en la misma onda, que se amaban como hermanos, y que eso tenía una traducción incuestionable: que el que tenía, ponía lo suyo a disposición del que no tenía; que vendían sus campos para traer el precio a los pies de los Apóstoles para que ellos hicieran el reparto, y que –evidentemente- nadie se aprovechaba de nadie. La conclusión es expresada con unas palabras claves: Daban testimonio de la Resurrección con mucho valor. ¡Ahí, en ese espejo, nos tenemos que ver!
En el Evangelio, en la deliciosa conversación de Nicodemo con Jesús, cuando hay que entender lo que “nacer de nuevo”, Jesús da el salto total del nacer al “ser puesto en alto” (=morir). Éste es el testimonio de quien sabe hablar palabras del Cielo, y no se queda a la medida de la tierra.