miércoles, 31 de agosto de 2016

31 agosto: Jornada de Jesús

LITURGIA
                La carta primera a los corintios apunta ya las ciertas discrepancias de Pablo con aquella comunidad (3, 1-9), y Pablo les hace ver que tuvo que hablarles como a personas que no poseen ese Espíritu del que comentó ayer. Les expresa la idea en una imagen fácil de captar: no os puedo dar alimento sólido porque no estáis para eso. Os tengo que alimentar con leche (como a niños pequeños). Ni ahora estáis par más por vuestras disputas y críticas, y porque andáis discutiendo si unos seguís a Pablo u otros a Apolo, y no os dais cuenta de que ni Pablo ni Apolo son otra cosa que sembradores de una misma verdad, agentes de Dios que os llevan a la fe. Y que Dios es el que da crecimiento a esa semilla. Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros sois el campo de Dios, el edificio de Dios.

            Llegamos en el evangelio a una página tan conocida como la continuación de la jornada, después de la actuación de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. Lc 4, 38.44 nos lleva hasta la casa de la suegra de Simón, y precisamente en un día en que la pobre mujer está en cama con mucha calentura. Simón se disculparía de que no podría ser atendido debidamente porque la ama de la casa estaba enferma. Aunque también podemos pensar que la mujer no vivía sola en aquella casa, y que la esposa de Simón y su hija (la que se nombra como Petronila) vivían también allí.
            Jesús pasa al dormitorio, saluda a la mujer y le pregunta cómo se siente… Le bromea y le dice que eso va a pasar al olvido. La mujer se resigna a su suerte. Y Jesús la toma de la mano y deja pasar su fuerza hasta aquella mujer que se empieza a sentir bien. Jesús le dice que puede levantarse, y hacerles la visita, porque ya se ha acabado aquella fiebre.
            Jesús se retira a otra pieza de la casa a departir con Simón mientras la mujer –recuperada- se levanta de la cama y se arregla. Luego ella se asoma a la estancia donde está Jesús con Simón, saluda y agradece. Y se retira. Sale a la puerta, comunica a sus vecinas la buena y llamativa noticia, y se mete en la cocina para preparar la comida. Por una parte ella se ocupa de esa labor; por otra se empieza a correr por el barrio la noticia de aquella curación, que se une al clamor que se ha levantado por la liberación del endemoniado de la sinagoga. Me pregunto también si no estarían allí la esposa y la hija participando en aquellas enseñanzas al menos en algún rato.
            Y mientras Jesús está en la casa con sus conversaciones con Simón, y almorzando con las viandas que ha preparado la suegra de Simón, en la calle se está preparando una concentración ante aquella casa, porque todos sentían mucha curiosidad por conocer a ese hombre que hacía cosas tan llamativas. Y porque si tenía poder para curar enfermedades y expulsar demonios, había allí otros enfermos y víctimas de “posesiones” que podían ser atendidos y curados.
            Jesús prolongó la sobremesa. Simón y familia congregados en aquella estancia, disfrutaron de las enseñanzas y explicaciones de Jesús, y también de su buen humor. Que todo hay que decirlo, pues Jesús estaba lleno de alegría, era ocurrente, tenía una imaginación estupenda para inventar cuentecillos e iluminar así muchas de sus enseñanzas y trasmitir la Palabra de modo que se metía por los poros.
            Delante de la casa se agolparon muchas personas llevando a sus enfermos. Y alguien de la familia se lo hizo saber a Jesús. Y a la caída de la tarde Jesús salió a ellos y se fue derecho a sus enfermos que estaban estratégicamente colocados en primera fila para atraer l atención de Jesús. Pasó por medio de esos enfermos imponiendo las manos sobre cada uno y curándolos y lanzando a los malos espíritus, que pretendían imponerse nombrándolo: Tú eres el Hijo de Dios. Él los increpaba para que se callaran, porque sabían que era el Mesías. Y acabó aquella tarde hablándoles a todos y enseñando.

            Cuando estaban ya a dos luces despidió a las gentes y él se retiró al interior de la casa. Llegada la noche se retiró en aquella estancia que le habían preparado y descansó. Tras el sueño de la noche él pudo levantarse sigilosamente de madrugada y salir de la casa a un lugar más solitario para dedicarse a orar, a presentar a Dios todos los gozos del día anterior y las súplicas por tantas personas que estaban necesitadas de los favores del Cielo. Oración llena de vida y de fe y agradecimiento a Dios por la obra que hacía por su medio.

martes, 30 de agosto de 2016

30 agosto: Con autoridad

LITURGIA
                Es muy bonito el texto de hoy a los corintios (1ª, 2, 10-16) aunque como digo en muchas ocasiones, es más para leerlo despacio que para comentarlo. Dice San Pablo que el conocimiento de uno mismo lo tiene nuestro propio espíritu. Por lo mismo lo íntimo de Dios sólo lo conoce el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido ese Espíritu que no es del mundo para que tomemos conciencia de los dones que recibimos de Dios. Nuestra realidad humana se sobredimensiona por la acción de ese otro Espíritu que està por encima de lo que da el espíritu humano o nuestras fuerzas y conocimientos humanos.
            Así, cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu no las exponemos en lenguaje humano sino en el que nos suscita el Espíritu expresando verdades espirituales en términos espirituales, que no se pueden captar a nivel humano. En lo puro humano las cosas espirituales parecen locura porque lo humano no es capaz de percibir lo espritual. En cambio el hombre de espíritu capta las manifestaciones espirituales porque tiene la mente de Cristo.

            El evangelio (Lc 4. 31-37) es continuación del de ayer. Jesús ha salido de Nazaret con el alma partida porque aquella visita en la que había puesto mucha ilusión ha resultado tan fallida. No pudo hacer en su pueblo lo que había hecho en Cafarnaúm y lugares cercanos. De Nazaret marchó de nuevo a Cafarnaúm donde su palabra era admirada por la fuerza de su verdad: a Jesús se le veía como un hombre que tenía originalidad y autoridad en lo que enseñaba.
            El sábado –posiblemente el siguiente al de Nazaret- fue a la sinagoga como hacía siempre en su práctica de buen judío. Y en la sinagoga hay un hombre poseído del demonio, que ante Jesús se rebela y protesta. Y grita: ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Se quien eres: el Santo de Dios.
            Es evidente que es el enfrentamiento de dos fuerzas antagónicas: Jesús y el demonio. El demonio queriendo doblegar a Jesús (que para eso lo nombra), y Jesús que se opone con autoridad a esa fuerza del mal.
            Jesús se impone entonces al demonio y lo expulsa con su mandato: Cállate y sal de él. “Cállate” para quitarle toda fuerza a ese haber nombrado a Jesús. “Sal de él”, mandato absoluto por el que Jesús se impone al mal espíritu. Todavía hace el demonio una muestra de fuerza lanzando contra el suelo al poseso, pero sin poder hacerle daño, porque ya aquel hombre está bajo la protección de Jesús, y la acción diabólica no tiene ya más fuerza que la de una pataleta del ue es inferior pero quiere demostrar su poder. El demonio salió. La fuerza de Jesús había librado al pobre hombre que había sido víctima de la influencia diabólica.
            Todos comentaban admirados hasta el extremo: ¿Qué tiene su palabra? Manda con autoridad a los espíritus inmundos y le obedecen. Y su fama se extiende por los pueblos de la comarca. Lo que significa que también llegó a Nazaret. ¿Realmente se llegarían a cuestionar en Nazaret sobre Jesús, al que ellos habían menospreciado? No lo sabremos nunca. Pero bien podemos pensar que a más de uno le debió hacer pensar la noticia de aquel poder de Jesús…

            Pero lo que sí es verdad es que nos tiene que hacer pensar a nosotros y que esta noticia debe conmovernos por dentro y hacernos más abiertos a las actuaciones de Jesús. Porque en el nivel de nuestra realidad, nos cabe tener algo de aquella actitud de Nazaret, que prefiere que Jesús no hable, no actúe…, y más bien que “se aleje” en alguna manera; o cabe la acogida que tiene en Cafarnaúm, que admira y que provoca la atracción de su autoridad, que nos da mucha confianza aun en esos momentos obscuros en los que parece que Jesús no atiende nuestras necesidades. Puede ser que en alguna ocasión Jesús nos tenga que mandar callar -callar nuestros pensamientos y nuestros modos de concebir cómo debieran ser las cosas a nuestro parecer-, y que “salga fuera” (expulsado) nuestro criterio, nuestro juicio de cómo quisiéramos que se desenvolviera la vida a nuestro alrededor. Que sea la autoridad de Jesús, su acción a su manera, la liberación como él determine, lo que finalmente venza nuestras pataletas con las que pretendemos mostrar nuestro “poder” o la fuerza de nuestros propios criterios.

lunes, 29 de agosto de 2016

29 agosto: Y SE ALEJABA

LITURGIA
                San Pablo tiene especial interés por manifestar a los fieles de Corinto que no es su sabiduría ni sus cualidades lo que viene a poner ante las conciencias. 1Cor 2, 1-5. Ni sabiduría humana ni poderío humano, y que toda la fuerza de su predicación está en Jesucristo, y no en los milagros de Jesucristo sino en JESUCRISTO CRUCIFICADO.
            En consecuencia me presenté ante vosotros débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiones de sabiduría humana, sino en la manifestación del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios. Es lo que interesa a Pablo recalcar. Seguimos, pues, en la línea de la humildad, la pobreza… Máxime cuando lo que trae es el evangelio, que no depende de la fuerza de los hombres porque en él actúa la gracia y la fuerza de Dios, que así confunde a los sabios y fuertes de este mundo.

            El Evangelio de hoy (Lc 4, 16-30) es la visita que Jesús hace a su pueblo, que bien podemos imaginar que iba con muchas ilusiones, pensando en esa oportunidad que tenía de llevar a sus conocidos y paisanos el tesoro de su mesianismo… Había salido de allí sin ser otra cosa que el hijo del carpintero, y volvía pudiendo darles el tesoro del reino de Dios. Aparte de su gusto de volver a ver a su madre y pisar aquella casa que le había visto crecer y vivir.
            Jesús venía precedido de esa fama que le habían dado sus milagros en Cafarnaúm, lugar cercano a Nazaret y que por eso mismo había trascendido su peculiar hacer después de haber salido del pueblo no hacía tanto tiempo.
            Llegó el sábado. Fue religiosamente a la sinagoga como hacía cada sábado como buen judío, y el jefe de la sinagoga lo invitó al estrado, como solía hacerse con alguien que destacaba por su vida. Y le entregó el rollo del profeta Isaías que tocaba en aquella ocasión. Jesús, puesto en pie leyó: El Espíritu del Señor sobre mí. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar la libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor. Omitió un versículo que no estaba en la misma línea que el resto del texto. Enrolló el pergamino y se sentó, ante la expectación de sus paisanos, que tenían toda la atención centrada en él.
            Jesús comenzó aplicándose a sí mismo aquel texto, definiéndose como Mesías anunciado por Isaías: Hoy se  cumple esta Escritura que acabáis de oír. Y todos expresaban su aprobación y estaban admirados de que había leído las palabras de gracia. Lo que significaba que aprobaban que hubiera omitido el verso que no eran palabras de gracia. Por decirlo así, se había ganado el beneplácito del auditorio.
            Pero simultáneamente se plantean los asistentes una cuestión  sobre Jesús: ¿No es éste el hijo de José? Podía tener doble sentido. Uno, creciendo la admiración de que ese Jesús de Nazaret hubiera adquirido aquella sabiduría desde que salió de allí. Y lo que para unos era motivo de admiración y atención, para otros suponía una fuente de dudas: ¿qué podía decir el hijo de José?
            El hecho fue que en el murmullo que se produjo en la sinagoga Jesús quiso poner en claro que no son las apariencias lo que cuenta, y que poner la fe en él y en lo que él decía, era exactamente un tema de fe en la Escritura y en el proyecto de Dios.
            Y les puso delante dos casos en los que el plan de Dios iba por otros derroteros que los de la lógica israelítica. Dos momentos en los que Dios se volcó fuera de Israel, haciendo su obra con dos paganos, una vez con el gran profeta Elías y otra con Eliseo. Para Dios, pues, no cuentan los planteamientos de supremacía de Israel.
            Y esto los puso furiosos y cambiaron la admiración por el despecho, y del despecho pasaron a la protesta y de la protesta a la violencia. Lo echaron de la sinagoga, le empujaron, y pretendieron acabar con él. Jesús corrió delante de ellos para librarse de sus iras, hasta que se detuvo y se volvió a sus perseguidores y los miró con tal fuerza que se quedaron parados. Entonces se fue hacia ellos, pasó por medio y se alejaba…, en un movimiento de abandonar su pueblo para no volver más a él.

            Habían tenido el tesoro en sus manos… Lo habían despreciado. Y ya no volverán a tenerlo.

domingo, 28 de agosto de 2016

28 agoto: Humildad que da jaque al rey

LITURGIA
                El argumento del domingo 22 C, T.O. persiste en la misma línea de lo que ha ido siendo un tema predominante en los últimos días: la prevalencia de LO POBRE sobre las “riquezas” humanas, la necesidad de la humildad frente a las apariencias. Así el libro del Eclesiástico (3, 19-21. 30-31) exhorta  a proceder con humildad y te querrán más que al hombre generoso; hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios. Siempre hay una exaltación de lo sencillo y humilde, casi como un sacramento de la presencia de Dios, cuya misericordia es grande y revela sus secretos a los humildes, Por eso mismo concluye –saltando muchos versículos del texto original- que no corras a curar la herida del cínico porque no tiene cura. Po el contrario, aprecia la sentencia de los sabios y te alegrarás.
            Lc 14, 1. 7-14 es una de esas invitaciones que un fariseo le hace a Jesús para comer a su mesa. Y Jesús, buen observador, está viendo cómo los invitados pugnan por ocupar los puestos más cercanos al anfitrión. Entonces Jesús alza su voz y dice: Cuando te conviden no busques los primeros puestos, no sea que haya un convidado de más categoría y te hagan levantar, diciéndote: Cédele el puesto a éste.
            Otra vez, pues, el tema de la humildad-pobreza, desde otra faceta de la vida. Y con una perspicacia especial advierte Jesús a los convidados que tendrían que pasar el bochorno de irse a los puestos finales de la mesa, porque los otros ya estarían ocupados.
            Por eso, con esa prudencia humana que arranca desde la realidad de las cosas, recomienda a los convidados ponerse en los últimos puestos y entonces vendrá el que convidó y te hará subir: Amigo, sube más arriba. Y quedarás honrado. Porque todo el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza, humillado. Es decir: aun en lo humano tiene valor la humildad, y saber ponerse en los últimos puestos alcanza su reconocimiento.
            Parecería que Jesús juega con leyes de ventajismos humanos, y que recomienda las argucias humanas por las que se pone uno el último para ser así honrado. No es que Jesús pretenda enseñar ese trampeo social, sino que toma pie en esa realidad para fomentar la idea de la humildad. Y la humildad acaba siendo la dama que da mate al rey, como decía con su gracejo especial la gran Santa de Ávila. Al humilde Dios le da su gracia, pero aun en lo humano el humilde tiene una atracción especial.
            Concluye Jesús yéndose al extremo, como a él le gusta para dejar más clara la verdad: Cuando des a una comida, no invites a tus amigos y gentes ricas, porque ellos otro día te invitarán a ti y con eso quedarás pagado. Cuando des esa comida invita a los pobres y desvalidos, a los cojos y a los ciegos…, que no pueden pagarte. Tu recompensa la tendrás en la resurrección. Insistencia en la idea base de todo este momento, y como digo, llevada al extremo para hacerse entender. Quiere decir que no procedamos con el pensamiento puesto en “la paga” inmediata que vamos a obtener en nuestras obras; que por el contrario hemos de proceder con mucho mayor desprendimiento de lo provechos inmediatos. Que el reino no se construye con criterios humanos,
Es claro que Jesús tendía a esa enseñanza final: el premio que busquemos no sea en esta vida y en la misma moneda de lo que dimos. El premio al que hemos de aspirar es el definitivo. Y más se comprende la intención de Jesús cuando tenemos en cuenta que ha nombrado a los colectivos más despreciados de todo Israel…, a los que nadie quería, a los que incluso despreciaba. Pero el que mira al premio final, ha de pasar por ahí.
            La 2ª lectura de Heb 12, 18-19. 22-24 es una afirmación de ese mundo nuevo al que aspiramos nosotros, y que es el de acercarse a la nueva Jerusalén (el Cielo), a los ángeles, a los santos, a Dios mismo que será el que justifique y salve a todos los que llegaron a ese punto de su destino, que es el encuentro con JESÚS.
            A Jesús nos acercamos ya desde ahora en la EUCARISTÍA, que es donde tenemos nuestro encuentro semanal, y desde el que hemos de proyectar toda la semana, en ese caminar hacia la resurrección. Somos los invitados al Banquete, al que no acudimos con presunción de buenos sino con la humildad de quienes necesitan ser tomados por Jesús y que él nos reconozca dignos de esa invitación y nos haga subir más arriba.


            Con humildad y sencillez acudimos a Dios en nuestras peticiones.
-          Que hagamos el bien no con miras a que nos paguen por ello, Roguemos al Señor.
-          Que ayudemos más de veras a quienes no nos pueden corresponder con la misma moneda. Roguemos al Señor.
-          Que sepamos ceder los puestos de cabecera a los otros y sepamos buscar el último lugar. Roguemos al Señor.
-          Que nos acerquemos a la Eucaristía con humildad, buena disposición y propósitos de crecer en nuestra respuesta a Dios. Roguemos al Señor.
Concédenos, Dios nuestro, poder acercarnos a ti ahora en nuestra vida diaria, y así –luego- en nuestro paso final.

            Por Jesucristo N. S.

sábado, 27 de agosto de 2016

27 agosto: Según sus capacidades

LITURGIA
                El texto de San Pablo a los Corintios (1ª, 1, 26-31) vuelve sobre el tema que ayer desarrolló más detenidamente: Dios no se apoya en las cualidades y los valores humanos para montar sobre ellos la fuerza de su obra. Al contrario: se vale de la poquedad de lo humano para manifestar su fuerza. Así se ha elegido a lo que es necio en el pensar humano para hacer patente su sabiduría, y se vale de la impotencia humana para dar constancia de su poder.
            Ese argumento lo avala hoy refiriéndose a aquella comunidad de Corinto: es evidente que entre ellos no hay aristócratas ni sabios sino gentes del pueblo. Eso, que el mundo considera necio y débil, eso es aquella comunidad, esa comunidad a la que Dios se ha manifestado. Por Cristo vosotros sois salvación y santificación, sabiduría y justicia y redención. De donde se sigue que el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.
            Es la gran lección de Pablo, que nos incumbe a nosotros porque nuestra salvación y santificación no es fruto de nuestras fuerzas ni de nuestras bondades, sino regalo y don de Dios que se ha fijado en nosotros y se ha venido a nosotros y nos ha escogido. Y somos lo que somos por pura gracia y obsequio de Dios.
            Mt 25, 14-30 es una buena continuación de lo anterior. El dueño aquel reparte su fortuna como él quiere, y da a uno cinco  talentos, a otro dos, a otro un talento. En cualquier caso es un don a cada uno, quedando  la libertad del amo el dar más o el dar menos, pero siempre es un don. Y a todos les manda negociar con aquello que les ha dado. Dice Jesús que ha dado a cada uno según su capacidad, lo que significa cómo se adapta Dios a la realidad de cada cual, para no pedir a nadie más de lo que puede responder de sí mismo. Cada uno con su capacidad es en realidad cada uno según su pobreza personal. Pero dando a todos y confiándole a todos sus bienes.
            La diferencia estará después en la respuesta de cada cual, según lo que ha recibido. Y así el que recibió cinco negocia de modo que duplica lo recibido y merece la alabanza del amo, porque ha sido fiel y trabajador. También el que recibió dos ha duplicado los dos y puede entregar cuatro. Y recibe la misma alabanza del dueño, porque ha rendido plenamente aunque sólo tenga cuatro y no iguale al de diez. Pero lo que se le pedía no era ser igual que el que más sino que él diera de sí el “más” de que podía ser capaz. Y lo ha dado con sus dos talentos ganados con los dos que recibió.
            Quiere decir que el que recibió uno va a ser alabado si trae otro nuevo talento, sin que se la vaya a pedir igualar a los otros. Se trata de que él rinda según su capacidad, según el talento recibido. Pero no fue así. Pusilánime y poco trabajador, se limita a traer en un pañuelo la misma moneda que había recibido. Y encima lo justifica con la razón de que el amo es exigente y quiere recoger donde no ha sembrado. En realidad, como dice Jesús en su narración: por tus mismas palabras te condeno. Lo que pretendía ser una justificación era una acusación porque tendría –por la misma razón que él da- que haber puesto ese dinero en el banco y al menos ahora tendría sus intereses. Ya no se le pide siquiera que entregara otro talento además del recibido. Bastaría que hubiera ganado intereses en el banco… ¡Qué menos!
            La historia está en la misma línea que los días anteriores: el fin de la vida de cada cual. Se nos pide que nuestra vida haya fructificado, que no la hayamos escondido en un pañuelo, que hayamos negociado con lo que hemos recibido, que nuestra vida sea fértil, que hayamos aprovechado el tiempo y las posibilidades que se nos han entregado a cada uno cuando entramos en la vida. Y que al llegar a rendir cuentas esos dones que hemos recibido hayan dado su fruto.
            Se me viene a la mente Santa Teresa del Niño Jesús, cuando se imaginaba con las manos vacías al presentarse ante Dios en su última hora, siendo así que ella había vivido una vida plena. Pero en la pequeñez de su convento y de su mala salud. Y se consolaba pensando que al verla Dios con las manos vacías, él mismo se las llenaría con sus gracias, y entonces Teresa salía ganando.

            No se veía ella con cualidades ni méritos, pero ciertamente había trabajado todo cuanto estaba en sus manos. Podría decirse que aunque ella no tuviera méritos propios (¡que sí los tenía y muchos!), al menos se presentaría ante Dios con su pobreza “en el banco” habiendo ganado así “los intereses”. Nuevamente queda patente la tesis de Pablo: lo pequeño el mundo se lo eligió Dios como grande.

viernes, 26 de agosto de 2016

26 agosto: Preparados YA

LITURGIA
                1Cor 1, 17-25, merecería un comentario amplio, a no ser que se lea despacio y se medite directamente, pues la verdad es que queda muy claro el texto de San Pablo. Recomiendo esa lectura lenta y reflexiva que pone de manifiesto cómo Dios no  se apoya en los valores humanos para hacer su obra, sino que su sabiduría y su fuerza se manifiestan en la pobreza humana, y en la debilidad humana. Un claro ejemplo es el Santo Cura de Ars, que estuvo a punto de no poder llegar a ser sacerdote por su poca lucidez de cualidades intelectuales, y sin embargo fue un apóstol tras el que se iban los fieles con gran provecho de sus almas. Dios, en efecto, se buscó lo necio del mundo para confundir la sabiduría de los hombres.
                La  parábola de las diez doncellas (Mt 25, 1-13) es muy conocida y tantas veces escuchada, leída y meditada. Jesús dibuja magistralmente el tema de la disposición de las almas que se han de enfrentar al momento final, cuando llega el esposo, bella forma de expresar lo que es el encuentro definitivo de la persona con Dios. Jesús viene como esposo, como fiesta, como enamorado. Mucho más bonito que verlo como amenaza y esperarlo con temor. Jesucristo vendrá a encontrarse con cada uno en el momento final de la vida, como un novio sale al encuentro de la novia a la que ama.
La imagen del amor esponsal es algo muy repetido en la Biblia, donde la relación de Dios con Israel es repetidamente presentado como el del Esposo con la esposa. Esa misma imagen es la que ha contado Jesús en esta parábola, haciendo ver que aquellas diez muchachas salen a recibir al “esposo”. Yo lo sitúo en ese paso de la novia que sale a recibir a su novio, y para ello se ha acicalado con el deseo de festejarlo y agradarlo.
El tema que plantea Jesús es el de la verdadera disposición. De aquellas diez, cinco se han preparado a conciencia. Han salido con sus lámparas encendidas y su reserva de aceite para el caso de que surja alguna eventualidad que retrase la llegada del novio.
Las otras cinco se han preparado igual para el momento. Pero sólo para el momento. Llevan sus lámparas encendidas pero no han previsto un posible retraso. En su pensamiento poco previsor han dado por sentado que el novio va a llegar al momento.
Pero el novio se retrasa. Llega la noche, el adormilamiento…, y el aceite de las lámparas se agota. Y cuando de pronto de improviso se anuncia la llegada del novio, las que habían previsto un posible retraso echan manos de sus alcuzas y aderezan sus lámparas, mientras que las otras se encuentran sin recursos. Y pretenden que las primeras les presten aceite para volver a encender sus lámparas, pero las previsoras no pueden darle con peligro de que al final no haya aceite para todas.
Entonces tienen aquellas que volver grupas, pretender improvisar la solución yendo a la tienda a comprar aceite, mientras que el novio se ha presentado y se ha encontrado con las previsoras.
Para hacerme mejor entender yo diría que han llegado los novios de todas, y sólo han encontrado a sus novias los que tienen allí a las verdaderamente preparadas. Los otros se quedan esperando porque ellas han ido a comprar aceite a última hora. Los que encontraron a las suyas han entrado en la sala del banquete y han cerrado la puerta, felices de poder celebrar sus bodas con quienes tanto amaron que estuvieron allí al pie del cañón, llegara su novio a la hora que llegara.
Cuando finalmente llegan las otras ya se ha cerrado la puerta, y aunque pretenden entrar, reciben desde dentro la respuesta de no ser ya personas conocidas. El banquete –símbolo del reino- se celebra con quienes estuvieron preparadas y dispuestas, fuere cual fuere la hora en que llegara el Esposo.
Hay quienes toman la parábola pensando que Jesús ha dibujado a unas muchachas egoístas que no quisieron compartir su aceite. Pero entonces es que no han entendido ni palabra de toda la relación que ha hecho Jesús. Porque detrás de la imagen de la parábola está la gran realidad de la vida: todos estamos abocados e invitados a esperar la llegada del Señor en ese momento final de la muerte, ahí donde la puerta se cierra y no caben más posibilidades.
Unos llegarán bien preparados y dará lo mismo que la muerte llegue en un momento que en otro. Sea cual sea el momento de la llegada del esposo, esas personas están con sus lámparas dando luz.
Otros pueden no estar preparados y dispuestos en el acto. Lo que no les puede valer es que “les presten” esa preparación. O lo están o no lo están. Y no caben préstamos. Cada uno se encontrará con lo que él ha sido y como él ha vivido. El momento final llega cuando llega, y llega cuando menos se espera. El único secreto válido es estar en cada instante con el alma limpia y las buenas obras en las manos. Y así, al llegar Jesús para celebrar la fiesta de sus bodas con el alma, poder entrar gozosamente al Banquete, en ese abrazo profundo del amor de Dios con la criatura.

Y no caben improvisaciones. O se está preparado o no se está. No cabe entonces ir a comprar el aceite a quienes lo venden. El paso de esta vida a la otra no admite componendas, y nadie puede prestar a nadie. Cada cual se presenta con su propio bagaje.

jueves, 25 de agosto de 2016

25 agosto: Estad peparados

LITURGIA
                El evangelio de hoy podría darse por explicado porque es un tema más que conocido y casi diríamos que repetido. Pero el evangelio siempre es nuevo y siempre se renueva a sí mismo, de modo que lo que ya se ha dicho una vez puede comentarse otra y que resulte como un estreno. Y porque a cada uno le llega en un momento diferente y por tanto entra en su alma como algo novedoso.
            Mt 24, 42-51 está en la liturgia como pegado a los “ayes” de Jesús con los escribas y fariseos. Y bien podríamos interpretarlo hoy como una nueva invitación que Jesús les hace, advirtiéndoles que puede ser aún una hora propicia para salir de sus “sepulcros blanqueados” que huelen a muerte y entrar en el reino…; llegar aún a tiempo de esperar la venida del Señor. Todavía pueden ser los criados fieles que tienen a su cargo otros criados, a los que pueden servir en buena lid.
            Jesús advierte, pues, que hay que estar en vela porque no sabéis el día ni la hora. Se puede hacer tarde, les podría estar diciendo a los fariseos y doctores, pero aún estáis invitados a abrir la puerta en el momento en que aparezca el dueño de la casa. Y –por expresarlo con una imagen llamativa- advierte Jesús que lo mismo que no se sabe de antemano la llegada del ladrón (porque si se supiera, no le dejarían abrir el boquete), tampoco se sabe a qué hora y en qué momento viene el Hijo del hombre.
            Los mentores del pueblo judío deben tener esa lección bien aprendida, porque un criado bueno es el que está prevenido para esperar la llegada de su amo. Y en parte por él mismo, en parte porque tiene otros a su cargo, debe estar alerta para que el amo al llegar lo encuentre en su puesto y en la mejor disposición. ¡Feliz él, porque entonces el amo lo va a poner al frente de la administración de su casa, elevándolo de categoría!
            Todo lo contrario si al llegar el dueño de casa lo que encuentra es el desorden y que el criado maltrata a los subordinados, y se dedica a comer y beber con los borrachos… Entonces el amo le castigará fuertemente como merecen los hipócritas. Ha aquí por qué he hecho aplicación de la parábola al contexto litúrgico en el que tanto ha clamado Jesús contra la hipocresía. Un texto (el de días anteriores) que “atrae” a éste de hoy precisamente en el punto común de la hipocresía. Y donde el final de la perícopa es esa llamada intensa de Jesús que advierte que para el hipócrita fingidor de bondad, lo que le espera es ese llanto y rechinar de dientes de la desesperación de no haber sabido aprovechar a su tiempo las oportunidades que se ofrecieron para estar en vela y vivir con la cabeza alta. Al contrario vendría el momento desesperado de haber tenido la oportunidad y no haberla aprovechado. Y hay un momento en el que ya no hay vuelta atrás. Que esa es la gran conclusión de este relato, que no deja espacio a “segunda oportunidad”. Al llegar el amo, la suerte ya está echada, y como se haya vivido, así será el encuentro definitivo con el Señor.
            De donde se deduce que hay pecados de muchas clases que habrá siempre que tratar de corregir, pero que el de la hipocresía ocupa un lugar muy importante en la colocación de la persona ante la presencia de Jesús. Cualquier pecado lo puede perdonar (y de hecho el evangelio está lleno de perdones). Pero la hipocresía hace de frontón a la palabra de Dios e impermeabiliza el ama para poder Jesús entrar en esos corazones. Es evidente en la historia de Jesús. Publicanos, mujeres de mala vida, pecadores…, hallaron en Jesús compasión y perdón, misericordia y gestos de cercanía y amor. En cambio con los fariseos no hay nunca una posibilidad de acercamiento, porque eran hipócritas.
            Y siempre me gusta hacer notar que los fariseos no eran una profesión de maldad. Me parece necesario siempre hacer caer en la cuenta de que eran muy religiosos, nimios en su forma de vivir la religión, hasta la exageración y en las exigencias. ¡Pero detrás de aquella vida se escondía la falsía, la hipocresía! Y de ahí el choque frontal con Jesucristo que era el hombre íntegro y de la verdad.

            He ahí la gran lección para ese examen de conciencia que hemos hecho estos días pasados, que nos debe poner muy de frente a nuestra verdad. No nos justifica el hecho de ser más religiosos y cumplidores. El corazón es el que se juega ahí la realidad del sincero o del hipócrita ante los ojos de Dios que ve los corazones.

miércoles, 24 de agosto de 2016

24 agosto: La hipocresía

LITURGIA
                Lo que no son “hechos” tiene siempre una mayor dificultad de explanación porque los dichos son los que son y no cabe más que citarlos con alguna pequeña paráfrasis. Y estos días estamos ante discursos o cartas que dicen lo que dicen y ya tendríamos escrito el blog de cada mañana. Yo intento masticar un poco esas afirmaciones que nos traen las lecturas por si ayuda un poco a la reflexión personal.

             2Tes 3, 6-10.16-18 nos lleva al final de la carta, y destacan dos “temas” enunciados por el Apóstol: apartarse de malas compañías y trabajar para ganarse el sustento. Los que no siguen el camino del evangelio (de las tradiciones que recibieron de mí), no pueden aportar nada a aquella comunidad. Por tanto no tratéis con ellos. Esa palabra así no es edificante si la aislamos del contexto porque supondría una discriminación. Pero vivida en cada persona o por cada familia es de una lógica total. Por eso la he traducido como “apartarse de las malas compañías”. Y en eso creo que estamos todos de acuerdo. La manzana podrida pudre a las sanas…, es otro principio popular. Y San Pablo ha dicho eso exactamente.
            El otro tema es el del trabajo para llevar adelante la vida propia y la de la familia. En Pablo es sacar adelante su apostolado sin ser gravoso a nadie. Y afirma que tendría derecho a buscar la ayuda de una comunidad a la que él se ha entregado. Pero no quiere usar de ese derecho sino dar un ejemplo de desprendimiento en lo que es su labor evangelizadora.
            Acaba la carta dando garantía de que lleva su pensamiento.

            Mt 23, 27-32 concluye los “ayes” de Jesús sobre los fariseos y doctores de la ley, y encierra dos nuevos puntos de examen, uno de ellos que viene a ser como el resumen o repetición del argumento que ha presidido toda esta diatriba: la hipocresía. Ahora lo hace con una imagen muy expresiva: la de sepulcros encalados, que quedan muy blancos y relucientes por fuera, pero que lo que contienen dentro es muerte, podredumbre. Así vosotros aparecéis justos por fuera pero dentro estáis llenos de podredumbre e hipocresía.
            Queda claro que el pecado de hipocresía, de falsas apariencias, es de los que lleva Jesús más en el dolor de su corazón. Es de esos pecados que por estar asentados sobre la falsía del corazón, son más perniciosos y más irreductibles.
            Nuevamente Jesús vuelve sobre el tema acusándoles de otra mentira de la vida de aquellos hombres: edifican mausoleos a los profetas y dicen que si ellos hubieran vivido entonces, no habrían sido cómplices de esas muertes. Y al mismo tiempo siguen persiguiendo a Jesús… He ahí de nuevo el pecado de falsía del corazón: rechazan aquellas injusticias de sus antecesores y ellos caen en el mismo pecado que parece que detestan. ¿Cómo podía reaccionar Jesús ante todo esto?

            Y como no me gusta quedarme en “historias”, vuelvo la mirada a nuestra realidad: lo fácil que nos resulta juzgar situaciones que se dan fuera de nosotros, y estar haciendo nosotros lo mismo… Criticarlo en el prójimo y justificarlo en uno mismo. Ésta es una materia que debemos mirar en nuestro examen de conciencia, y cada vez que nos descubrimos juzgando un hecho de otros, hacer la reflexión concreta sobre esa misma situación en uno mismo, sin buscarle excusas. O diríamos más bien: la misma excusa que tenemos en nuestro caso personal, aplicarla al otro. Y a lo mejor este ejercicio sería muy práctico para nosotros mismos y muy caritativo para el modo de mirar a otros.

martes, 23 de agosto de 2016

ZENIT 22: En la Confesión...

EN LA CONFESIÓN RESPLANDECE LA MISERICORDIA
Uno es perdonado para poder perdonar. La misericordia del Padre se demuestra potente en el renovar a las personas y volverlas capaces de ofrecer a los otros la experiencia viva de este mismo don.
Es esto en síntesis el corazón del mensaje que el santo padre Francisco ha enviado al presidente del Centro de Acción Litúrgica, el obispo de Castellaneta, Claudio Maniago, con motivo de la 67° semana litúrgica nacional italiana que inició hoy en la ciudad de Gubbio, con el tema: “La liturgia lugar de la misericordia. Reconcíliate para reconciliar” y que concluye el 25 de agosto.
En el texto firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, el Papa exhorta a vivir el rito de la penitencia sacramental “como expresión de una ‘Iglesia en salida’, como ‘puerta’, no solamente para volver a entrar después de haberse alejado, sino también como ‘umbral’ abierto hacia las diversas periferias de la humanidad siempre más necesitada de compasión”.
Es en el sacramento de la Penitencia o reconciliación que de hecho “resplandece de manera toda particular” el don de la misericordia; en este sacramento “se cumple el encuentro con la misericordia recreadora de Dios de la cual salen hombres y mujeres nuevos para anunciar la vida buena del evangelio a través de una existencia reconciliada y reconciliadora”.
Citando las palabras de San León Magno, dice: “Lo que era visible y tangible en nuestro Redentor ha pasado a los sacramentos”. Esta idea, asegura Francisco, “nos ayuda a percibir toda la liturgia como un lugar donde se encuentra la misericordia para ser acogida y para ser donada, lugar en el que el gran misterio de la reconciliación se vuelve presente, anunciado, celebrado y comunicado”.

El deseo del Papa es por lo tanto que “de las reflexiones y de las celebraciones de la Semana litúrgica, se vuelva siempre más madura la compresión de la liturgia como fons et culmen de una vida eclesial y personal llena de misericordia y de compasión, porque constantemente formada en la escuela del evangelio”.
DEBAJO ESTÁ EL DÍA 23

23 agosto: Iluminar las conciencias

LITURGIA
                San Pablo había advertido en otra ocasión que el momento final de la historia era inminente. En esta 2ª carta a los tesalonicenses (2, 1-3. 13-16) se corrige a sí mismo y les advierte a sus fieles que no se alarmen por dichos o escritos que se atribuyen a él. Y que lo ue toca es vivir en plenitud el mensaje del evangelio y que nadie les desoriente, sino que mantengan su fe en lo que han aprendido de viva voz y dicho  personalmente por el propio Pablo. Y que todo eso redunde en un consuelo permanente e interior y les dé fuerzas para toda clase de palabras y obras buenas.

            En el evangelio –Mt, 23, 23-26-continúa Jesús llamando la atención a los escribas y fariseos. El tono, con su “¡ay!” inicial muestra la fuerza de lo que Jesús está queriendo trasmitir. Muestra indignación por tanta hipocresía en las actuaciones de aquellas verdaderas sectas, y a la vez se lo dice porque Jesús no pierde la esperanza de una posible conversión de ellos, que es lo que en definitiva le interesa más a Jesucristo.
            Hoy les ridiculiza esa práctica de los detallitos del diezmo del anís, el enebro y el comino (que no es que haya que quitarlos), sino que teniendo tanto interés en eso, se pierdan ahí y descuiden la misericordia y la compasión y el derecho (que son las actitudes substanciales). Jesús les corrige ese absurdo y les tilda de hipócritas y guías ciegos que pretenden conducir a otros cuando ellos no van…, cuando filtran el mosquito y se tragan el camello… Se fijan en las minucias y abandonan las obligaciones de envergadura… Limpian la copa y el plato por fuera, mientras que son ladrones y desenfrenados en su interior. Y Jesús les llama a limpiar la copa por dentro y así quedara limpio lo de fuera. Siempre estamos en lo mismo: Jesús va al interior y con el interior limpio, ya pueden proceder limpios en lo de fuera. Que Jesús no está en contra de los detalles pequeños, sino de la hipocresía que supone pararse en los detalles y descuidar lo de dentro. Que Jesús es también hombre de detalles, como en aquella admiración ante la pequeña moneda de la viuda. Pero ese “detalle” de la viuda le suscita a Jesús el valor enorme que tiene el “detalle” cuando detrás de la minucia hay la entrega de todo lo que aquella mujer tenía ese día para comer. Entonces el detalle pasa a ser manifestación de algo mucho más profundo y substancial. Eso es lo que quiere Jesús. Y la carencia de eso es lo que corrige a los fariseos y doctores, porque se quedan en lo exterior, en el mero detalle exterior, pero luego eso no tiene repercusión en la vida de aquellos hombres.
            No ha acabado aquí. Seguirá aún esta llamada de Jesús…, este examen de conciencia…, como veremos nuevamente mañana, si Dios quiere. Lo que no debemos es quedarnos pensando en los fariseos y doctores sino que este examen, en su parte útil correspondiente, la hagamos personal nuestra. Se trata no ya de sentirnos “acusados” sino ayudados por Jesús para clarificar nuestras actitudes o nuestras posibles fallas en las que nos engañamos con cierta facilidad.

            Porque el tema no es de mala voluntad en el caso que nos atañe a nosotros, sino muchas veces es la capacidad de autoengaño en la que es tan fácil caer por esas tendencias de justificaciones que nos invaden. Que Jesús venga y nos toque en la conciencia y nos despierte la responsabilidad, es una auténtica gracia. Debemos agradecerlo. Debemos pedirlo. En el fondo de la conciencia hay –como dice Santa Teresa con su gracejo y buena imaginación- muchas salvandijas. Y descubrirlas es algo que debemos desear porque así podemos corregir. Y corrigiendo, crecer. Un autor afirma que descubrir en nosotros un nuevo pecado o deficiencia no nos hace peores, ni eso significa que vamos hacia atrás. Por el contrario supone un avance, una gracia de Dios, porque descubrirlo es el primer paso para corregirlo. Y debemos estar muy agradecidos a Dios si nos hace ver en nuestra vida algún nuevo aspecto que nos es posible corregir. Duele descubrir de pronto ese pecado, que parece que nos acusa de algo que no habíamos visto antes. Pero en realidad es la ocasión de mostrar nuestra buena voluntad de mejorar y nuestro amor a Dios a quien queremos agradar en ese nuevo punto que hemos descubierto. El Santo Cura de Ars pidió a Dios ver su alma y le fue concedido. Y él nos dice que encontró mucha suciedad… ¿Qué podríamos encontrar nosotros en nuestra conciencia si tuviéramos la luz que nos ayudara a penetrar en lo profundo de ella?

lunes, 22 de agosto de 2016

22 agosto: MARÍA REINA

LITURGIA
            Hoy es la memoria de SANTA MARÍA REINA, establecida por Pio XII en 1955. María es la primera en el Reino de Dios, y es colaboradora y medianera. Le encaja muy bien el título de Reina, bien a sabiendas de que no es un título honorífico ni haciendo referencia a un reino humano, sino en el orden del Reino que estableció Jesucristo.
Pero esta fiesta no tiene lecturas propias, por lo que me voy a la lectura continua para el comentario de este día 22 de agosto.

            Entramos en la 2ª carta de San Pablo a los fieles de Tesalónica (1, 1-5. 11-12), con un exordio solemne en el saludo y en el ruego a favor de esa comunidad. Escribe en nombre propio y de Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses que forman parte de la Iglesia de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
            Os deseamos la gracia y la paz…; damos continuas gracias a Dios por vosotros, pues vuestra fe crece vigorosamente y vuestro amor recíproco.
            Y Pablo se siente orgulloso de aquellos cristianos, porque ve que su fe es constante en medio de las persecuciones y luchas, que ponen de manifiesto la madurez de aquellos creyentes.
            Por eso pide a Dios que considere dignos de su vocación a aquellos fieles, y pide para ellos la fuerza de permanecer en esa tarea de la fe, y así den gloria a Dios.

            El evangelio recoge la diatriba de Jesús contra los  fariseos y doctores de la ley (los escribas), a los que les hace el examen de conciencia que ellos son incapaces de hacerse.
            Les pone delante su hipocresía, que cierra a los hombres el reino de los cielos; ni entráis ni dejáis entrar a los que quieren. Ellos no entran porque rechazan a Jesús y a su enseñanza. Y ya con eso tendrían bastante para vivir lejos de la verdad. Pero no se conforman con eso sino que provocan en los otros una necesidad de seguir sus propias doctrinas y así apartan de Jesús. También otro sentido: ponen tan difícil la vida de fidelidad al Señor que le presentan a los fieles un panorama insuperable de prácticas y exigencias, de sacrificios y limosnas que apenas pueden arrostrar: devoráis los bienes de las viudas con pretexto de oraciones. Y Jesús que sale siempre a favor de los débiles, les advierte que por eso tendrán una sentencia más severa. En esa misma línea de exigir y cerrar puertas a los que quieren entrar en el reino, les pone delante el hecho de recorrer tierra y mar por atraer un prosélito, y cuando lo logran, lo hacen peor que ellos mismos.
            Otro punto de examen es el absurdo de sus normas sobre juramentos, que obligan si se jura por el oro del templo pero no si se jura por el templo. O vale jurar por la ofrenda que está encima del altar pero no obliga jurar por el altar. Es el absurdo total de considerar lo de fuera más importante que lo que sustenta a lo exterior. Es ceguera y necedad, pero era la concepción farisaica por la que lo externo es lo que cuenta, mientras que lo más substancial queda en segundo lugar.
            Ese es el examen de conciencia que hace hoy Jesús a aquellos fariseos. Y no deja de ser útil escucharlo de su boca porque nos llama la atención sobre nuestras realidades internas que son siempre mucho más importantes que las externas. Y no es que no vamos a vivir también prestando atención a lo exterior sino que lo exterior en tanto tiene valor cuanto que responda a un interior comprometido.

            Jesús califica de “ciegos” a los que se pierden en lo exterior y no profundizan en lo interno, porque en realidad no ven lo que está a la claras y ante los ojos. La introspección es básica para estar alerta sobre nuestras formas de vivir no sólo lo religioso sino lo relacional con los semejantes. Es cierto que hay que cuidar las formas externas y que más de una vez esas formas externas expresan el interior de la persona. Pero hay que mirar mucho a los sentimientos más profundos porque ahí es donde se cuecen las realidades internas del corazón de cada uno, y lo que luego puede salir a flote.

domingo, 21 de agosto de 2016

21 agosto: Otra vez la PUERTA ESTRECHA

LITURGIA
                Hoy tenemos dos lecturas que se complementan aunque en apariencia se contraponen. Y lo llamativo es que la que da más amplitud es la del Antiguo Testamento. En Is 66, 18-21 se habla de reunir a las naciones de toda lengua…, despacharé supervivientes a las costas lejanas y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos hasta mi monte santo, y vendrán como en vasijas puras trayendo ofrendas al templo del Señor. Por tanto se está hablando de multitudes de todos los países y razas, acudiendo a la llamada de Dios.

            En el Evangelio (Lc 13, 22-30) le preguntan a Jesús si son pocos o muchos los que se salven. En realidad Jesús no dice si son pocos o muchos sino que pone delante las condiciones para vivir el reino de Dios aquí en la tierra. Y advierte que a ese reino se entra por una puerta estrecha, y que muchos intentarán entrar y no podrán. Esos encontrarán la puerta cerrada y llamarán para que se les abra, y encontrarán la respuesta negativa: No sé quiénes sois. Es que no entraron por la puerta estrecha que, aunque estrecha, es perfectamente practicable con un poquito que la persona se estreche a sí misma.
            No basta con los titulillos externos: hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras sinagogas. Son títulos que no justifican porque el secreto estaba en la puerta estrecha que hay que vivir y que hay que poder pasar.
            ¡Cuánto me hace pensar! ¡Cómo podemos mirar muchas posturas creyentes cristianas que tienen tan alejado un compromiso de vida, y sólo pueden aducir devociones externas, muchos rezos, y poca práctica! Más aún: con una práctica espiritual paralela a la vida personal, que discurre por otros vericuetos incompatibles con la “puerta estrecha”, esa puerta que sería muy posible de traspasar pero que exige algo de la persona, de la actitud vital de la persona.
            Juntando las dos lecturas es evidente que serán muchos los que entren (de todos los países y lenguas y colores), y serán muchos los que no entren (también venidos de todos los puntos cardinales).
            Los que entran –muchos- tienen la enhorabuena de su lucha y su arrostrar la dificultad. Serán Abrahán, Isaac, Jacob, los profetas y cuantos vinieron de todas las naciones, e hicieron el recorrido que Jesús les había trazado.
Los que no entran –también muchos- sufrirán la desesperación de haber perdido la oportunidad que se les brindó, y que con un poquito de esfuerzo para responder las gracias de Dios, hubieran entrado también. Jesús habla de esa desesperación que se expresa en el rechinar de dientes y el llanto por haber desperdiciado tantas oportunidades como tuvieron para gozar ahora de ese Reino.

La 2ª lectura es una clave pedagógica. Heb 12, 5-7. 11-13 nos advierte de la necesidad de acoger con buen talante las correcciones de Dios, las llamadas a entrar por esa puerta estrecha de que nos habla Jesús. Si Dios nos corrige es porque le interesamos…, porque nos quiere y nos trata de enderezar en nuestro caminar diario. La corrección que un padre hace a su hijo no es falta de cariño. Si ha de castigarlo para que escarmiente de algo, no está pasándose de su función de padre sino todo lo contrario: ejerce como padre que busca la maduración de su hijo.
Pues así actúa Dios. Y si el llanto y rechinar de dientes se produce en vida, en esta vida, en la realidad de cada persona, en el remordimiento por fallos o actitudes defectuosas, señal de que el buen Padre Dios está encima de ese hijo para conducirlo a lo mejor.

Ojalá que vivir hoy la Eucaristía suponga ese toque de Dios en el alma y que aquello en que nos constriñe la fidelidad a la Palabra de Dios y la Eucaristía de la que participamos, nos haga sentir el amor de Dios y nuestras ansias de respuesta bien abierta a esa llamada. Sabemos que es a base de pasar la estrechura de la puerta. Luego vendrán los inmensos gozosos horizontes que nos depara el Reino de Dios.


Supliquemos a Dios, que es nuestro Padre.
-          Para que atendamos la llamada que Jesús nos hace a entrar por la puerta estrecha, Roguemos al Señor.
-          Para que seamos contados entre los muchos que viven de veras la voluntad de Dios, Roguemos al Señor
-          Para que aceptemos con gozo las correcciones que Dios nos hace, como Padre nuestro que es, Roguemos al Señor.
-          Para que nunca tengamos que sufrir el rechinar de dientes por haber equivocado el modo de vivir, Roguemos al Señor.


Que la participación en la Eucaristía nos mantenga alerta para saber entrar por los caminos del Señor. Por Jesucristo N.S.

sábado, 20 de agosto de 2016

20 agosto: La Gloria de Dios

LITURGIA
                Estamos concluyendo la profecía de Ezequiel (43,1-7) y el resultado final de todo cuanto ha trasmitido es una visión triunfal de Dios, quien se presenta ante el profeta con toda su majestad. Por eso habla de haber visto la gloria de Dios, que es la visión más profunda de Dios mismo en toda su gloria. Es una visión semejante a la ya tenida junto al río Quebar, cuando se le anunció la destrucción de Israel. Pues el mismo Dios, la mima grandeza y majestad se presentan ahora para anunciar que Dios se quedaba en el Templo y lo hacía lugar de su presencia y el punto donde se manifestaba su gloria por siempre en medio de los hijos de Israel.
            Queda así completada la profecía de cara a la salvación del pueblo de Dios, que Dios cumplirá. Y que en el momento presente queda abierto el anuncio a la realidad del nuevo Israel, al que nosotros pertenecemos y que manifiesta el triunfo de Dios sobre todo. Que, aunque eso quede aún incompleto por la ceguera de un mundo que se resiste, al final quedará siendo una realidad que Dios esté por encima de todo y su gloria acogida por ese mundo que él ha creado, que él sostiene y en el que él ha de asentarse por el triunfo de Cristo Salvador.

            Los fariseos vinieron a comprobar si Jesús estaba dentro de la doctrina de Israel. Jesús les mostró que adoraba al Dios único y que seguía la Ley fundamental. Se fueron los fariseos con esa respuesta de Jesús (lo veíamos ayer). Y ahora Jesús toma la iniciativa ante las gentes y ante sus discípulos para advertirles: Los fariseos y doctores de la ley ocupan la cátedra de Moisés. Es decir: ellos son los mentores de un pueblo al que han de conducir por el camino de la verdad. Por tanto atended a lo que enseñan y cumplidlo. Pero no hagáis lo que ellos hacen porque ellos dicen ero no cumplen lo que dicen, no viven de acuerdo con lo que dicen.
            Ellos exigen mucho a las gentes, a veces con exigencias insoportables, que ellos para nada cumplen…, ni rozan con el dedo… Todo lo que hacen es para figurar, aparentar, atraer la veneración de las gentes. Para eso se presentan con su exterior y sus vestidos y sus símbolos muy visibles y llamativos, y gustan ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes. Lo que buscan son las reverencias de la gente y que los llamen “maestro”.
            Ahora Jesús utiliza su estilo de irse a los extremos para explicarse más gráficamente, y les dice a sus discípulos y a la gente: vosotros no es hagáis llamar “maestro”, ni “jefe”, ni “padre”, porque solo Dios es vuestro padre, maestro y jefe. El primero entre vosotros será vuestro servidor; el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Hasta ahí quería llegar Jesús a través de esa afirmación de no situarse como jefes, maestros o padres, que no es que no puedan tenerse en el plano humano, sino que siempre estén en su puesto y lugar sin pretender suplantar la verdadera autoridad suprema de Dios.
            Aquí enlazamos con la 1ª lectura donde aparecía la Gloria de Dios. Lo que en “argot teológico” es el kabob de Dios, la esencia divina, la densidad interna de Dios mismo, algo que no puede ni aumentar ni disminuir porque es infinito y supremo. Es el “dentro” de Dios y por tanto lo que no puede ser “herido” por nada humano, por muy mal que se porte la humanidad. Cuando hablamos de “la ofensa a Dios” nunca podemos pensar en algo que altera la felicidad suprema de Dios, el “dentro” de Dios. Lo que el mal del hombre puede hacer es empañar la visión de Dios. Pero es el hombre quien disminuye su visión; n Dios el que queda empañado. Por poner un ejemplo (siempre imperfecto), Dios es como una inmensa bola maciza de oro, que nada lo altera desde fuera y que mantiene siempre su riqueza y densidad, a pesar de los elementos exteriores. Lo que sí puede pasar es que el ser humano arroje contra ese Oro macizo algo de sus suciedades. Empañarán la visión del oro, pero no lo alterarán. O puede ser que las buenas obras limpien esas cataratas del ojo humano y pueda recuperar la visión de la hermosura de Dios.

            La Gloria de Dios es inalterable. Siempre será oro puro macizo. Al hombre le queda la oportunidad de enfocar luz hacia ese oro y que brille más a sus propios ojos. Y que así el hombre dé gloria a Dios, agrade a Dios, y con ello se dignifique a sí mismo.

viernes, 19 de agosto de 2016

19 agosto: El Espíritu que da vida

LITURGIA
                Estamos de nuevo ante las imágenes típicas de Ezequiel. En 37, 1-14 se hace una profecía gráfica sobre Israel, que ha quedado como un cúmulo de huesos secos de los que humanamente no cabe ya nada que esperar. Dios pregunta al profeta si esos huesos –que representan a la casa de Israel- podrán tener vida y el profeta responde a Dios que Él lo sabe. –Profetiza sobre esos huesos: escuchad la Palabra el Señor. Yo mismo traeré sobre vosotros espíritu y viviréis. Ezequiel pronuncia el oráculo y los huesos se van ordenando y sobre ellos crecen tendones y carne. Son cuerpos muertos. Una nueva palabra de Dios pide a Ezequiel que conjure al espíritu y entonces aquellos huesos adquieren vida y se constituye una multitud de vivientes que representan al Israel renovado que sale de su sepulcro; esos huesos son la entera casa de Israel que Dios hace salir de sus sepulcros. En ellos infundirá su espíritu y vivirá.
            Tiene belleza esta imagen y abre la esperanza sobre el Israel de Dios. Anuncia no sólo un espíritu que lo devuelve a la vida sino un Espíritu que le eleva como renovado Pueblo escogido por Dios. Y nos consuela pensando en ese día en el que Dios será el pleno Dios de ese pueblo que hoy lo adora pero que no ha recibido a su enviado Jesucristo. Ha de llegar ese día en que el Espíritu del Señor cubra a ese pueblo y admita la redención y salvación que Cristo le trae.

            Los fariseos siguen hostigando a Jesús. En vista de que ha acallado a los saduceos, hoy vienen  a hacerle “el examen” de sus convicciones. (Mt 22, 34- 40). Quieren poner a prueba a Jesús, quieren comprobar su ortodoxia y le preguntan por el principal mandamiento de la Ley. Es como preguntar a un niño “quién es tu mamá”, o como preguntarnos a nosotros el Padrenuestro. Jesús respondió de corrida y a la vez con toda fruición: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Y añadió: Éste es el principal y primero. El segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la ley y lo Profetas. Es decir: con vivir esos dos mandamientos, se ha hecho todo lo que hay que hacer. Claro que no son dos formulaciones sino dos principios de vida a seguir y a ahondar, a concretar y a hacer vida en la vida personal…, ¡a infundirles espíritu!, ese espíritu de que ha hablado Ezequiel y que ha de invadir a la entera casa de Israel.
            Ese MANDAMIENTO DOBLE lo encierra todo. Y aunque bastaría para tener una vida en condiciones, Israel y nosotros lo tenemos explicitado en los diez mandamientos, donde los tres primeros abarcan ese amor a Dios con todo el corazón, y donde los otros 7 miran a nuestras relaciones con el prójimo. Y que para Jesús están tan en primera línea como el principal y primero, de modo que no honra a Dios el que no honra a sus semejantes, ni tiene verdadera relación con sus semejantes el que no arranca de su conexión profunda con Dios.

            Para nosotros tiene todo eso una mucho más profunda exigencia que la que podía tener para un judío, porque a nosotros esos 10 mandamientos –encerrados en dos- se nos han abierto en amplio abanico con la explicación de Jesús en el Sermón del Monte, donde ya no se reduce el mandato a un cumplir unas obligaciones, sino que hemos recibido un ESPÍRITU –anunciado por Ezequiel- que nos llama a una novedad profunda que se adentra en nuestras intenciones y sentimientos, en nuestras palabras y en nuestras obras. Es una exigencia que brota ya del interior y que es mucho más fuerte que lo que pueden dar unos mandatos concretos que se pudieran cumplir y dejar tranquilos. La verdad es que un verdadero creyente en Dios y en su proyecto no se queda nunca afincado en una falsa tranquilidad de “cosas cumplidas”, porque sabe que el recorrido de la relación personal con Dios es mucho más largo…, no tiene (mientras se vive) una ‘etapa final’, y siempre llama a más…, al ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. Y eso es un ideal inalcanzable pero siempre perseguible…, estimulante, para nunca decir: “basta” en el camino hacia Dios, hacia la consumación de la vida de la persona creyente. 

jueves, 18 de agosto de 2016

18 agosto: Las bodas del Reino

LITURGIA
                Ezequiel 34, 1-11 es más para leer despacio y meditar que para otra cosa. Es de una belleza enorme y de unas connotaciones preciosas que miran derechamente al Nuevo Testamento. Dios “se resiente” de “mi nombre santo profanado entre los gentiles y “su venganza” va a ser hacer ver su santidad. ¿Cómo? Recogiéndoos de entre las naciones  y de todos los países y derramando agua pura sobre todas vuestras inmundicias e idolatrías y purificándoos… OS DARÉ UN CORAZÓN NUEVO Y OS INFUNDIRÉ UN ESPÍRITU NUEVO, arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os infundiré un espíritu  para que caminéis según mis preceptos. Vosotros seréis mi pueblo y yo será vuestro Dios.
            Frente al corazón de piedra que se asentaba en las Tablas de piedra de la Ley, se ofrece ahora un ESPÍRITU, un corazón que se fundamenta en lo íntimo de la persona, que se encuentra de frente ante su Dios, que es quien pone en ella un modo nuevo e interior. Se está apuntando –aunque aún sea de lejos- al nuevo estilo que implantará Jesús-

            El evangelio de San Mateo (22, 1-14) es la parábola de la invitación de Dios a estar con él y a celebrar con él la llegada de Jesús, las Bodas reales, a las que llama a todo Israel. De ahí esa embajada primera por la que los invitados son el pueblo de Dios. Pero esos convidados primeros no acuden: se excusan con muchas clases de explicaciones. Todos tienen algo más importante que hacer. Pero el rey –Dios- no está porque esas bodas no se celebren con todo su esplendor, y manda nuevos emisarios para que convoquen a los que no estaban llamados: a las afueras de Israel…, a los cruces de los caminos…, a los gentiles, y que los inviten a participar de las bodas del hijo del Rey –Jesucristo-.
            Es la historia que realmente se produce después cuando Israel se ausentó de la obra salvadora de Jesús, y eso produjo la salida de la invitación a los pueblos no judíos.
            Pero ¡ojo!: que la invitación lleva sus condiciones: al banquete no se puede asistir de cualquier manera. Ha de presentarse cada cual con su vestido de fiesta para honrar debidamente al Rey y a su hijo. Por eso, cuando el Rey entra en la Sala del banquete para saludar a los convidados y repara que uno ha venido vestido de trapillo, le llama la atención y lo echa de la sala. ¿Cómo se ha atrevido a asistir a la boda en esas condiciones tan poco respetuosas? Y el Rey da orden a sus servidores de echar fuera a aquel individuo que ha faltado al respeto de todos los demás y del propio Rey y su Hijo.
            Evidentemente esto tiene un recorrido muy amplio, por cuanto que expresa que al Reino no se pertenece de cualquier manera, ni la invitación “en los cruces de los caminos” es a cualquier precio. Al Reino hay que asistir en las mejores condiciones, propias del honor de Dios y de su Hijo Jesucristo. Muchos son los llamados pero no todos quedan escogidos automáticamente. Hay que disponerse a pertenecer al Reino en las debidas condiciones.
            Es una advertencia seria a ese puñado de cristianos que viven de cualquier manera su fe, en un estado de descafeinamiento notorio de su modo de sentir y de practicar la religión católica.
            En ese “recorrido” de la parábola yo haría una concreción también a la forma en que los convidados deben acudir al BANQUETE DE BODAS DE LA EUCARISTÍA, a la que es posible que hoy día no asistan todos “con el vestido de bodas”. Y no voy a ser tan ingenuo que me quede pensando –como veo en algunos- en el vestido exterior, aun cuando no sería de excluir esa reflexión. Quiero referirme precisamente a otro “traje de Bodas” mucho más interior…, a las disposiciones interiores con las que hay que acercarse a la Comunión, que no se compagina con la manga ancha con la que tantos lo hacen, incluso con la conciencia no limpia. Creo que hoy día se ha tomado la invitación de Dios al Banquete con una manga demasiado ancha, sin hacer caso a algo tan claro como que Dios reprocha al que se presenta sin el traje de bodas, sin el vestido de fiesta. Son muchas comuniones y pocas confesiones…, y poca conciencia de indisposición.

            Es una parábola que tiene hoy mucha actualidad y debemos tomarla más “al pie de la letra” de lo que puede ser que la tomen muchos como si fuera un cuentecillo más al que se puede asistir de mero espectador. Aquí hay materia para tomar en serio la advertencia de Jesús.