jueves, 30 de abril de 2015

ZENIT, 30 abril. ¿Sirvo o dejo que me sirvan?

30 de abril de 2015 (Zenit.org) - El cristiano está dentro de una historia de pecado y de gracia, siempre delante de la alternativa: servir o servirse de los hermanos. Así lo ha recordado el santo padre  Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta. El Papa se ha detenido sobre dos rasgos de la identidad cristiana: la historia y el servicio.
Así, Francisco ha recordado que san Pablo, san Pedro y los primeros discípulos “no anunciaban un Jesús sin historia: ellos anunciaban a Jesús en la historia del pueblo, un pueblo que Dios ha hecho caminar durante siglos para llegar” a la madurez, “a la plenitud de los tiempos”. El Papa ha indicado que Dios entra en la historia y camina con su pueblo.
A propósito, el Santo Padre ha explicado que “el cristiano es un hombre y una mujer de historia, porque no pertenece a sí mismo, está dentro de un pueblo, un pueblo que camina. No se puede pensar en un egoísmo cristianos, no, esto no es así. El cristiano no es un hombre, una mujer espiritual de laboratorio, es un hombre, es una mujer espiritual dentro de un pueblo, que tiene una historia larga y continúa caminando hasta que el Señor vuelva”.
Es una historia de gracia --ha asegurado-- pero también historia de pecado.
De este modo, ha exclamado el Papa: “¡cuántos pecadores, cuántos crímenes! También hoy Pablo menciona al rey David, santo, pero antes de hacerse santo fue un gran pecador. Un gran pecador. Nuestra historia debe asumir santos y pecadores. Y mi historia personal, de cada uno, debe asumir nuestro pecado, nuestro pecado y la gracia del Señor que está con nosotros,  acompañándonos en el pecado para perdonar y acompañándonos en la gracia. No hay identidad cristiana sin historia”.
El segundo rasgo de la identidad cristiana del que ha hablado Francisco es el servicio: “Jesús lava los pies a los discípulos invitándonos a hacer como él: servir”.
De este modo, el Papa ha recordado que la identidad cristiana es el servicio, no el egoísmo. ‘Pero padre, todos somos egoístas. ¿Ah, sí? Es un pecado, es una costumbre  de la cual debemos separarnos. Pedir perdón, que el Señor nos convierta. Somos llamados al servicio. Ser cristianos no es una pertenencia o una conducta social, no es maquillarse un poco el alma, para que sea más bonita”.

Para finalizar, el Pontífice ha planteado esta pregunta: “En mi corazón ¿qué hago más? Hago que me sirvan los otros, o me sirvo de los otros, de la comunidad, de la parroquia, de mi familia, de mis amigos. Sirvo, estoy al servicio de?”

30 abril: Jesús subió..., y está aquí con nosotros

El mismo Jesús…

La liturgia del día
          Comienza prácticamente la vida de Pablo. El libro de los Hechos va a dedicarse casi completamente a la historia de Pablo. Hoy (13, 13-25) nos pone la primera intervención del mismo. Es en Antioquía y Pablo hace una síntesis de la historia de la salvación para presentar a Jesús como el último eslabón de una historia que ha llevado Dios de su mano. Jesús es el Salvador de Israel, el anunciado.
          En Evangelio (Jn 13, 16-20) pertenece a las palabras de Jesús después del lavatorio de los pies. Jesús quiere hacer ver que un criado es menor que su amo, y el enviado es menor que el que lo envía. Pues eso ocurre aquí, dice el Señor, y dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. Porque en definitiva lo que ha enseñado con aquel gesto es que el que es mayor se ponga a los pies del menor; que en la caridad verdadera, servir es asemejarse a Jesús

          La ascensión en “Hechos”
          Jesús ha sido elevado y llevado hacia las alturas. Con los ojos y con los brazos extendidos hacia ese Jesús que sube, querrían aquellos discípulos seguir el trayecto de Jesús. Pero ¿a dónde iba Jesús en esa subida al éter? El movimiento de “subida” es un símbolo de lo que está en estadio superior. Pero no es el firmamento De ahí que “una nube inteligente” se les interpone y les quita de la vista esa visión.
          Por el contrario, dos varones con vestiduras blancas se les presentan y les hacen volver la mirada al mundo en el que viven. Porque ese Jesús que habéis visto subir, de la misma manera bajará. En absoluto es una referencia a la última venida de Cristo. Pero bien merece la pena considerar el momento y hacerlo “útil” y práctico, sin esperar a la última venida. Será mucho más importante caer en la cuenta que ese Jesús que ha subido al Cielo no se ha ausentado de la tierra. Y que si Jesús ha subido, también es cierto que se ha quedado, y que –vueltos los ojos de ellos hacia abajo- deben encontrar a Jesús en cada otra persona, en cada otro hecho, de lo que se tiene entre manos.
          Si Jesús ha ascendido debemos ahora nosotros descender. Y sin perder la tendencia a mirar “arriba” (donde tenemos el motor y el amor para seguir viviendo), aprender a mirar a nuestro nivel…, incluso descender, porque la nueva presencia de Jesús está en los semejantes, y –dentro de los “semejantes”- en los más necesitados y pobres.
          Y en esa mirada que baja y sabe bajar hasta lo más bajo, “regresar a Jerusalén” y regresar –como dice Lucas en su evangelio- llenos de un grande gozo. ¡Esto sí que es inexplicable! “Algo muere en el alma cuando un amigo se va”… Y sin embargo en ellos nada ha muerto y ha surgido en su alma una inmensa alegría: ha triunfado el Amigo, vive el hijo (pensaba su madre, también gozosa en esta hora).
          Este sentimiento expresa nobleza, grandeza de alma, sentimiento que se sale de lo humano y experimenta el gozo por el bien del otro.

          Y todo eso queda alimentado ahora por esa reclusión de los discípulos, con María su Madre, que van a aguardar LA PROMESA en actitud de oración, allí en aquel santuario que es “el piso superior” del cenáculo, en donde todos se habían alojado en este período de espera.

ZENIT, 29 abril: Jóvenes de hoy y matrimonio

29 de abril de 2015 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas,
nuestra reflexión sobre el diseño originario de Dios sobre la pareja hombre-mujer, después de haber considerado las dos narraciones del Libro del Génesis, se dirige ahora directamente a Jesús.
El evangelista Juan, al inicio de su Evangelio, narra el episodio de las bodas de Caná, donde estaban presentes la Virgen María y Jesús, con sus primeros discípulos. Jesús no solo participó en ese matrimonio, sino que “salvó la fiesta” con el milagro del vino. Por tanto, el primero de sus signos prodigiosos, con el que Él revela su gloria, lo cumplió en el contexto de un matrimonio, y fue un gesto de gran simpatía para esa familia naciente, solicitado por el cuidado maternal de María. Y esto nos hace recordar el libro del Génesis, cuando Dios terminó la obra de la creación y hace su obra maestra; la obra maestra es el hombre y la mujer. Y aquí precisamente Jesús comienza sus milagros, con esta obra maestra, en un matrimonio, en una fiesta de bodas: un hombre y una mujer. Así Jesús nos enseña que la obra maestra de la sociedad es la familia: ¡el hombre y la mujer que se aman! ¡Ésta es la obra maestra!
Desde los tiempos de las bodas de Caná, muchas cosas han cambiado, pero ese “signo” de Cristo contiene un mensaje siempre válido.
Hoy no parece fácil hablar del matrimonio como de una fiesta que se renueva con el tiempo, en las distintas etapas de toda la vida de los cónyuges. Es un hecho que las personas que se casan son cada vez menos. Esto es un hecho: los jóvenes no quieren casarse. En muchos países aumentan sin embargo el número de las separaciones, mientras que disminuye el número de los hijos. La dificultad de permanecer juntos --tanto como pareja y como familia-- lleva a romper las uniones con mayor frecuencia y rapidez cada vez, y precisamente los hijos son los primeros que sufren las consecuencias. Pero pensemos que las primeras víctimas, las víctimas más importantes, las víctimas que sufren más en una separación son los hijos. Si se experimenta desde pequeños que el matrimonio es una unión “con tiempo determinado” inconscientemente se querrá así. De hecho, muchos jóvenes han sido llevados a renunciar al proyecto mismo de una unión irrevocable y de una familia duradera. Creo que debemos reflexionar con gran seriedad sobre el por qué tantos jóvenes “no quieren” casarse. Está la cultura de lo provisional, todo es provisional, no hay nada definitivo.
Esta es una de las preocupaciones que surgen a día de hoy: ¿por qué los jóvenes no quieren casarse?, ¿por qué a menudo prefieren una convivencia, y muchas veces “con responsabilidad limitada”?, ¿por qué muchos -- también entre los bautizados-- tienen poca confianza en el matrimonio y en la familia? Es importante tratar de entender, si queremos que los jóvenes puedan encontrar el camino justo a recorrer. ¿Por qué tienen poca confianza en la familia?
Las dificultades no son solo de carácter económico, si bien estas sean realmente serias. Muchos creen que el cambio sucedido en estos últimos decenios se ha puesto en marcha por la emancipación de la mujer. Pero tampoco es válido este argumento. ¡Pero esta es también una injuria! ¡No, no es verdad! Es una forma de machismo, que siempre quiere dominar a la mujer. Hacemos el papelón que hizo Adán, cuando Dios le dijo: “¿Pero por qué has comido la fruta?” Y él: “Ella me la dio”. Es culpa de la mujer. ¡Pobre mujer! ¡Debemos defender a las mujeres, eh!
En realidad, casi todos los hombres y las mujeres quisieran una seguridad afectiva estable, un matrimonio sólido y una familia feliz. La familia está en la cima de todos los niveles de satisfacción entre los jóvenes; pero, por miedo a equivocarse, muchos no quieren ni siquiera pensarlo; aún siendo cristianos, no piensan en el matrimonio sacramental, signo único e irrepetible de la alianza, que se convierte en testimonio de la fe. Quizá precisamente este miedo de equivocarse es el obstáculo más grande para acoger la palabra de Cristo, que promete su gracia a la unión conyugal y a la familia.
El testimonio más persuasivo de la bendición del matrimonio cristiano es la vida buena de los esposos cristianos y de la familia. ¡No hay mejor forma para mostrar la belleza del sacramento! El matrimonio consagrado a Dios cuida esa unión entre el hombre y la mujer que Dios ha bendecido desde la creación del hombre; y es fuente de paz y de bien para toda la vida conyugal y familiar. Por ejemplo, en los primeros tiempos del cristianismo, esta gran dignidad de la unión entre el hombre y la mujer derrotó un abuso que hasta entonces era normal, es decir, el derecho de los maridos de repudiar a las mujeres, también con los motivos más engañosos y humillantes. El evangelio de la familia, el evangelio que anuncia este sacramento ha vencido esta cultura de repudio habitual.
La semilla cristiana de la igualdad radical entre los cónyuges debe hoy llevar nuevos frutos. El testimonio de la dignidad social del matrimonio se hará persuasivo precisamente por este camino, el camino del testimonio que atrae, de la reciprocidad del hombre y complementariedad en el hombre.
Por esto como cristianos, debemos hacernos más exigentes al respecto. Por ejemplo: apoyar con decisión el derecho a la igual retribución por el igual trabajo. ¿Por qué se da por hecho que las mujeres deben ganar menos? No. ¡El mismo derecho! ¡La disparidad es un escándalo! Al mismo tiempo, reconocer como riqueza siempre válida la maternidad de la mujer y la paternidad de los hombres, a beneficio sobre todo de los niños. Igualmente la virtud de la hospitalidad de las familias cristianas reviste hoy una importancia crucial, especialmente en las situaciones de pobreza, de degradación, de violencia familiar.
Queridos hermanos y hermanas, ¡no tengamos miedo de invitar a Jesús a la fiesta de la boda! ¡Y también a su Madre María! Los cristianos, cuando se casan “en el Señor”, son transformados en un signo eficaz del amor de Dios. Los cristianos no se casan solo por sí mismos: se casan en el Señor en favor de toda la comunidad, de toda la sociedad.

De esta bella vocación del matrimonio cristiano, hablaré también en la próxima catequesis.

miércoles, 29 de abril de 2015

29 abril: Culminación de la Vida Gloriosa ("Hechos")

Lo que ocurrió finalmente

          La liturgia de hoy iría propiamente por las lecturas que lleva como propias la fiesta litúrgica de Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia y Patrona de Europa.
          Pero yo voy a pararme en dos puntos clave de la lectura continua que corresponde a este miércoles: el Espíritu Santo hace una elección (Hechos 12, 24-13, 5) de dos discípulos que alcanzarán el rango de apóstoles: Bernabé y Saulo, y la comunidad obedece. Ora e impone las manos y los despide. Obediencia total a la elección.
          En el Evangelio –Jn 12, 44-50- Jesús expresa que al que no escucha mis palabras yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar… [¡Cuanta falta hace que desterremos la idea de Cristo-Juez!]. Y no es que no hay juicio. La palabra que yo he pronunciado es la que juzgará. Esto sí que es urgente captarlo: el dejarse penetrar y escudriñar por la Palabra.
          A mí me causa repulsa cuando alguien pretende que se le concreten sus fallos o sus virtudes desde la visión de otro. Lo verdaderamente esencial es que cada cual se deje interpelar por la Palabra…, que se adentre en sí mismo y analice e interiorice su propia realidad. Porque es inútil que nadie venga desde fuera a señalarle “su vida”. Ni va a aceptar lo que se le dice, ni le va a servir. Lo que no sea la propia introspección –dejarse juzgar por la Palabra- será tiempo perdido.

REFLEXIÓN DESDE LA VIDA GLORIOSA en “Hechos”
A lo que los cuatro evangelios nos han contado, incluidas las referencias a la ascensión de Jesús al Cielo, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos completa detalles. San Lucas, su autor, comienza haciendo referencia a “su primer libro” con un primer resumen de hechos: instrucciones de Jesús, su elevación a lo alto, diversas pruebas de su resurrección dejándose ver. San Lucas hablará de “cuarenta días” entre resurrección y ascensión, en los que habla Jesús de las cosas referentes al reino de Dios.
          Ahora se detiene en un hecho concreto: estando con ellos a la mesa les ordenó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen  la promesa del Padre, que me oísteis a mí…
            No nos sitúa en algún lugar concreto sino que afirma que los que se habían reunido le preguntaron: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel? ¡Buena falta les hacía permanecer aún en Jerusalén y esperar la promesa, porque la verdad es que aún no se han enterado de que la obra que Jesús ha venido a realizar no es una restauración política de un estado judío!
            Jesús soslayó la respuesta, remitiéndose a los designios de Dios. No era momento de volver a empezar, y ya no quedaba sino que se dejasen revestir cuando llegara la hora prometida. Entonces recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos así en Jerusalén como en Judea, Samaria y hasta los confines del mundo. [Para los judíos, “los confines del mundo” era la propia Palestina. Pero en las palabras de Jesús se abarcaba al mundo entero, como después demostró la historia].          Y cuando dijo eso, viéndolo ellos, fue llevado hacia lo alto…

            Así, con esa sencillez, queda cerrada la órbita de Jesús en nuestro mundo, y descrito el momento definitivo triunfal de quien llega de nuevo al lugar de donde salió.

martes, 28 de abril de 2015

ZENIT, 28 abril: Sorpresas del Espíritu Santo

28 de abril de 2015 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha recordado que es necesario tener “valentía apostólica” para no hacer de “la vida cristiana, un museo de recuerdos”. Lo ha hecho durante la homilía de este martes en la misa celebrada en Santa Marta.
Los discípulos de Jesús llegaron a Antioquía e iniciaron a predicar no solo a los judíos, sino también a los griegos, a los paganos y un gran número de ellos creyeron y se convirtieron al Señor. De este modo, el papa Francisco ha hecho referencia al pasaje de los Hechos de los Apóstoles, en la Primera Lectura del día, para subrayar lo fundamental de abrirse a las novedades del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Así, ha señalado que muchos estaban inquietos en la época al escuchar que el Evangelio fuera predicado también a los no judíos, pero cuando Bernabé llegó a Antioquía estuvo feliz porque vio que estas conversiones de los paganos eran obra de Dios.
El Santo Padre ha explicado que muchos no entendían que el Señor había venido a salvar a todos los pueblos. “No entendían. No entendían que Dios es el Dios de las novedades: ‘yo hago nuevas todas las cosas’, nos dice. Que el Espíritu Santo ha venido precisamente para esto, para renovarnos y hace este trabajo de renovarnos continuamente. Esto causa un poco de miedo. En la historia de la Iglesia podemos ver desde este momento hasta ahora cuantos miedos hacia las sorpresas del Espíritu Santo. Es el Dios de las sorpresas".
Pero --ha exclamado-- ¡hay novedades y novedades! A propósito, el Papa ha especificado que algunas novedades “se ven que son de Dios”, otras “no”.
¿Y cómo se pueden distinguir? Francisco ha observado que tanto Bernabé como Pedro se dice que son hombres llenos de Espíritu Santo. “En los dos está el Espíritu Santo que hace ver la verdad. Nosotros solos no podemos. Con nuestra inteligencia no podemos”, ha indicado. Y ha añadido que “podemos estudiar toda la Historia de la Salvación, podemos estudiar toda la Teología pero sin el Espíritu no podemos entender. Es precisamente el Espíritu quien nos hace entender o --usando las palabras de Jesús-- es el Espíritu que nos hace conocer la voz de Jesús”.
Por otro lado, el Pontífice ha recordado en la homilía que “el ir adelante de la Iglesia es obra del Espíritu Santo”, que nos hace escuchar la voz del Señor. Por eso ha preguntado: “¿y cómo puedo estar seguro de que esa voz que escucho es la voz de Jesús, que cuanto escuchado sobre lo que debo hacer está inspirado por el Espíritu Santo?”. Y la respuesta es sencilla: rezar.
“Sin oración, no hay sitio para el Espíritu. Pedir a Dios que nos mande este don: ‘Señor, danos el Espíritu Santo para que podamos discernir en cada momento qué debemos hacer’, que no es siempre lo mismo. El mensaje es el mismo: la Iglesia va adelante, la Iglesia va adelante con estas sorpresas, con estas novedades del Espíritu Santo”. Del mismo modo, Francisco ha recordado que “es necesario discernirlas, y para discernirlas es necesario rezar, pedir esta gracia”.
El Pontífice ha señalado que "Bernabé estaba lleno del Espíritu Santo y entendió enseguida; Pedro vio y dijo: ‘¿Pero quién soy yo para negar aquí el Bautismo?’ Es él quien hace que no nos equivoquemos. ‘Pero, padre, ¿por qué meterse en tantos problemas? Hagamos las cosas como las hemos hecho siempre, que estamos más seguros…"
Al respecto, Francisco ha advertido que hacer las cosas como se han hecho siempre es una alternativa “de muerte”. Por eso ha exhortado a “correr el riesgo, con la oración, también con la humildad, de aceptar lo que el Espíritu Santo”, nos pide “cambiar”. Este es el camino.

Finalmente, el Santo Padre ha invitado a pedir “la gracia de no tener miedo cuando el Espíritu, con seguridad, me pide dar un paso adelante”, así como “tener la valentía apostólica de llevar vida y no hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos”.

28 abril: Final en San Juan -9

Vida gloriosa en Juan. Epílogo final
          Hemos llegado al final de las narraciones de la Vida gloriosa en el evangelio de San Juan. No olvidemos que ya se había puesto epílogo al final del capítulo 20. Luego nos hemos encontrado con la riqueza de ese capítulo 21, y ahora se pone el punto final con un emocionado colofón, que empieza “identificándose” como “el discípulo que da testimonio de estas cosas” del que “sabemos que su testimonio es verdadero”. Es un atestado de veracidad con el que el autor de este capítulo 21 afirma lo que ha quedado dicho. Y en la hipérbole de su entusiasmo por Jesucristo, llega a la hipérbole –un andaluz lo calificaría de exageración andaluza- de afirmar que si se hubieran escrito una por una todas las cosas que Jesús dijo e hizo, creo que no habría lugar en el mundo entero para que cupieran los libros que podrían escribirse.
          Evidentemente ha sido una exaltación emocionada del autor. Pero pienso que de esa expresión hemos de sacar también una enseñanza o unas lecciones. Y yo las traduzco de una forma muy actual –actual en cada momento de la historia- porque esas cosas que Jesús dijo e hizo siguen teniendo actualidad, por cuanto que Jesús sigue vivo y su hacer y decir no se ha agotado con lo que quedó escrito en la revelación oficial.
          Jesús sigue diciendo y haciendo, y cada “discípulo amado” (bien podemos incluirnos cada uno de nosotros en ese calificativo) sigue diciendo verdad cuando expresamos la obra de Jesús HOY en nosotros, en nuestro mundo. Y si cada uno de nosotros escribe “su libro” –su evangelio-, el paso de Jesús por su vida, empezamos a llenar estanterías del mundo con cada presencia y actuación de Jesús en nosotros.
          En nosotros repite Jesús su cambio de agua insípida en vino nuevo; de agua que salta hasta la vida eterna y nos mete en el plano de hijos de Dios. En nosotros se realiza la fuerza del Pan de vida, y en nosotros recibe vista cada “ciego” o es el pecador a quien Jesús no condena. En nosotros Jesús es buen pastor y vid verdadera que tiene que ser podada para dar más fruto. En nosotros Cristo es Luz y es Verdad, y es resurrección y vida… En nosotros muere, en nosotros se repiten las palabras de la cruz, y en nosotros se presenta Jesús para preguntarnos si lo amamos.
          Por eso si cada uno de nosotros escribiera ese camino concreto que tuvo en él la presencia de Jesucristo, en el mundo no cabrían los libros que se podrán escribir en historias tan diferentes pero con una línea definida y alegre que es la mano misma de Jesús, su palabra y sus hechos.

          Cuando aquella comunidad que seguía de cerca a Juan, se pone ante las experiencias que él le cuenta, y llega a tomar conciencia del amor personal con que Jesús acoge a cada uno y actúa en él, empieza a tomar cuerpo y rostro ese “discípulo amado” en esa comunidad y en cada uno de los que componen esa comunidad. No hay que decir que así se compone el “capítulo 22” de este “evangelio”…, de esta buena noticia, en la que ya no se queda uno en “leer” lo que está escrito y ni siquiera en “meditarlo”. Jesús se hace vida en cada nuevo “discípulo amado”, y tenemos la dicha de sentirnos reclinados en el pecho de Jesús, en su costado de puertas abiertas, para penetrar, sentir y vivir los pálpitos de ese Corazón amoroso…, de esa fuerza transformadora en la que nos vamos sintiendo fundidos y abrazados por la fuerza de su misericordia. Ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí. ¡Un nuevo libro escrito!

lunes, 27 de abril de 2015

27 abril: SÍGUEME

Vida gloriosa en San Juan - 8
          Simón Pedro ha afirmado su amor íntimo y profundo por Jesús. Todavía Jesús va a aquilatar más: a aquel Simón que tanto se escandalizó cuando Jesús les anunció la cruz en la que Él iba a morir, ahora le presenta a Pedro la propia cruz de Pedro: Cuando seas viejo, tú extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieres. Y añade el evangelista: “Esto dijo indicándole el género de muerte con que iba a dar gloria a Dios”. [Que dicho sea de paso, hasta esa forma de presentar la muerte: “para dar gloria a Dios” encierra ya una belleza y un mensaje excelentes].
          Pedro no se estremeció. Ahora no se escandalizó. En efecto estamos ante otra realidad en la vida de aquel hombre, que en otros momentos se hubiera revuelto.
          Ya parecería que estaba todo hecho. El 4º evangelio da una vuelta de tuerca más para presentar la seguridad de este Pedro. Jesús le dice entonces: Sígueme. Podríamos pensar que sobra ya esa llamada. Primero, porque ya respondió hace tres años y su respuesta fue positiva: lo dejó todo y siguió… Pero es que ahora hay un matiz nuevo: es un seguimiento tan personal que nadie va con él, en nadie se puede apoyar. De hecho, ante esta nueva llamada, Simón se volvió, vio al otro discípulo, y preguntó: Y éste, ¿qué? Y la respuesta de Jesús (que luego repite el evangelista para ratificar el dicho de Jesús) fue: Si Yo quiero que éste se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué? Era claro: la llamada era personal e intransferible. Pedro había de responder a solas de su propio seguimiento. Pedro ha de saber que nadie puede dar respuesta por él. Y que aquella primera llamada, también en el Lago, tenía ahora que personalizarse totalmente. Había de emprender el camino tras de Jesús, como reafirmación de su amor primero (del que acaba de hablarnos el Papa). Y acaba el Evangelio sin decirnos más, sin explicitarnos más. Sabemos por la historia que Pedro siguió ciegamente, y sabemos que fue fiel a su respuesta inicial. Y que murió, en efecto, crucificado como su Maestro.
          Como curiosidad, algún comentarista piensa que este “Sígueme” no fue “el segundo”, sino que Juan no había contado la llamada aquella “primera”, y que ahora, precisamente en el Lago, al final de “la historia” es cuando Jesús –con todas las garantías de una vida de Pedro, ya curado en salud- pronuncia su “sígueme” y cuando Pedro –ahora sí de verdad habiendo dejado todo-, es cuando inicia el pleno seguimiento del Maestro, ese seguimiento que no tendrá ninguna vuelta atrás, ningún fallo, ningún titubeo.

          Primera o segunda llamada lo importante es la realidad de un hombre que da su asentimiento completo a la llamada de Jesús. Y su asentimiento “sin agarraderos”, su “sí” a Jesús por Jesús mismo, y a Jesús con su cruz…, la de Jesús y la propia. Ahora sí será válida la palabra de Pedro: a nosotros que LO HEMOS DEJADO TODO… Porque ahora ha comenzado otra historia, y en realidad es la historia a la que somos llamados…, en la que estamos…, la que tenemos que ir buscando repetir en nosotros, en cada uno. Respuesta absoluta, personal, intransferible…, respuesta de amor verdadero, incondicional. Y cada uno sabiéndose personalmente llamado y que le toca hacer su camino de seguimiento en sus propias circunstancias y con sus propias realidades, personales, ambientales, comunitarias, familiares, sociales… Cada uno lleva una llamada y cada llamada pide una respuesta. Y si Yo quiero que éste se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Es una de las expresiones que me dejan más sabor de misterio en todo lo que es respuesta personal a la llamada personal de Jesús.

ZENIT, 26 abril: Homilías que lleguen al corazón

26 de abril de 2015 (Zenit.org) - El ejemplo edifica, pero las palabras sin ejemplo son palabras vacías. Ser siempre misericordioso como el Padre lo es con nosotros. No dar homilías aburridas. No celebrar la misa con prisas y no pavonearse. No condenar en el confesionario. Estos son algunos de los consejos que el santo padre Francisco ha dado a los 19 nuevos sacerdotes a quienes ha ordenado en la eucaristía celebrada esta mañana en la Basílica de San Pedro.
Durante su homilía, el Papa ha recordado que el ejemplo que el sacerdote debe imitar es el Buen Pastor, el que da la vida por sus ovejas.
Asimismo, el Pontífice ha precisado que “el obispo corre el riesgo de elegirles, como el Padre ha corrido el riesgo por cada uno de nosotros”. Pero, también ha recordado que estos nuevos sacerdotes “serán predicadores del Evangelio, pastores del pueblo de Dios”.
De este modo, el Santo Padre ha invitado a los 19 presbíteros que lean y mediten asiduamente la palabra del Señor “para creer lo que habéis leído, enseñad lo que habéis aprendido de la fe, vivir lo que habéis enseñado”. Y así, les ha pedido que sus homilías “no sean aburridas”, sino que lleguen al corazón de la gente porque “salen de vuestro corazón”.
El perfume de vuestra vida --ha indicado-- será el testimonio porque el ejemplo edifica, pero las palabras sin ejemplo son palabras vacías, son ideas, no llegan nunca al corazón. Incluso hacen mal, no hacen bien.  
Otro consejo que ha dado el Santo Padres es no celebrar la misa deprisa, sino siendo consciente de lo que se celebra, que no es “un rito artificial”. Por otro lado, les ha pedido que no rechacen nunca el bautismo a quien lo pide y que sean siempre misericordiosos en el confesionario. Y también les ha recordado que la única intención que deben tener es agradar a Dios y no a sí mismos, “es feo un sacerdote que vive para gustarse a sí mismo, parece un pavo real”, ha advertido.   

Finalmente, el Obispo de Roma ha pedido a los nuevos sacerdotes que tengan siempre delante de los ojos el ejemplo del Buen Pastor, “que no ha venido para ser servido, sino para servir, no para quedarse en sus comodidades sino para salir y buscar y salvar lo que estaba perdido”

domingo, 26 de abril de 2015

26 abril: Jesús, Pastor bueno

La misericordia de Dios
          Buscando la línea de unión de las tres lecturas de este domingo, aparece la bondad y misericordia de Dios como lo que da un punto de coincidencia.
          En Hech 4, 8-12 Pedro y Juan son interrogados en nombre de quien han curado a un pedigüeño lisiado, a la entrada del Templo. Pedro se admira de ser juzgado por haber hecho una obra buena, pero responde abiertamente: en el nombre de Jesús Nazareno, a quien vosotros matasteis y al que Dios le dio la vida, resucitándolo de entre los muertos. Él ha venido a ser la piedra angular que habían desechado los constructores. Mientras el pueblo judío con sus jefes religiosos a la cabeza, habían apartado de su órbita el mismo nombre de Jesús, nosotros nos apoyamos en ese Nombre, y en ese nombre ha quedado curado el lisiado. No hay otro nombre que pueda salvarnos.
          La 2ª lectura de 1Jn 3, 1-2 dice, en su brevedad, algo que manifiesta a gritos la gran misericordia de Dios. Él nos  ha hecho hijos suyos, y de verdad lo somos. Y eso es que en esta vida aún no vemos esos efectos. Llegará un día en que se haga patente en nosotros esa filiación divina, y seremos semejantes a Él porque le veremos cara a cara.
          Culmina todo este proceso del DOMINGO PASCUAL, 4ºB, con esa exposición que Jesús hace aplicándose la profecía del “Pastor Bueno”: Yo soy el Pastor bueno, anunciado por los profetas y hecho presente en mí. Y un buen pastor se ocupa de sus ovejas, las saca a los pastos mejores, las defiende del lobo, las recoge en el aprisco, y las conoce a cada una por su nombre, o lo que es el equivalente, conoce a cada persona tal cual es, y la ama tal cual es cada una. A todas ama por igual, a todas las quiere unidas en un solo aprisco. Y sabe Él, con dolor de su alma, que hay otras ovejas que no están aún bajo su pastoreo, y a ellas las quiere también atraer. No por proselitismo sino porque su misericordia quiere llegar a todos.
          Pero dentro de ello tiene su particular preferencia por las más débiles, las más necesitadas, las que más sufren, ¡las extraviadas! Porque ese extravío de una de esas criaturas es una herida que recibe el Corazón de Jesucristo. De ahí la consabida imagen del pastor con la oveja llevada sobre los hombros, porque débil o herida no podría volver de otra forma al aprisco, y es la misericordia de Jesucristo la que atrae a cada oveja o la que la busca cuando se ha perdido.
          Puede ser para nosotros una imagen que vemos “desde fuera”, una imagen casi de película. A un pastor de nuestros campos no le resulta así porque está viendo al vivo la explicación de Jesús, porque a un verdadero pastor le importan mucho todas y cada una de sus ovejas, y arriesga la vida por ellas, y –en la realidad- conoce a cada una individualmente, y le pone su nombre y la distingue de las otras.
          Para un pueblo pastoril, aquella explicación de Jesús les entraba en el alma y la vivían. Nosotros tendremos que ponernos en esa mentalidad para entender con más hondura estas explicaciones de Jesús. En definitiva es una visión profunda de la misericordia divina, que hoy ha llenado el mensaje litúrgico de este domingo.

          Para culminar el sentido pleno de esta enseñanza hemos de concretar toda esa experiencia espiritual en la Eucaristía, donde ya no es que somos conducidos a buenos pastos, sino que es el mismo Jesús quien se nos da como alimento, y nos estrecha en su pecho al entrar en el nuestro.

sábado, 25 de abril de 2015

25 abril: Tú sabes que TE QUIERO

Vida gloriosa en San Juan -8
          A renglón seguido del desayuno aquel, Jesús se muestra ahora claramente como tal. Y dirigiéndose a Simón, le pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? [¿Por qué hizo Jesús así la pregunta? Pensando en forma humana, que es a la que lo humano puede llegar, estaría en relación con la Cena, cuando Simón blasonó que “aunque todos te nieguen, yo no te negaré”. Se puede interpretar entonces que Jesús pregunta a Pedro  en ese modo “comparativo”: ¿más o menos que éstos? Porque, por otra parte, “éstos” no negaron y Pedro sí negó. He dicho que todo esta reflexión la estoy haciendo desde un pensar muy humano. Porque por otra parte no me encaja del todo esa “reivindicación” hecha por Jesús en estos momentos, como si hubiera que “borrar” lo malo de entonces con lo bueno de ahora. ¿Es ese el estilo de Jesús? No me encaja, pero no se me ocurre otra cosa que explique aquella pregunta].
          Simón Pedro estaba curado en salud. No quiere ni oír hablar de “más” o de “menos”. Responde con una forma muy humilde y confiada al conocimiento mismo que puede tener Jesús: “Señor, TU SABES que te quiero”. No se mete en más. Afirma lo que él puede afirmar, y afirma basándose en lo que Jesús sabe. Porque la amistad íntima y confiada de Pedro hacia su Maestro no puede caer en duda. Jesús asiente con un encargo que expresa la plena confianza: Apacienta mis ovejas. Era la máxima confianza en el amigo Pedro: ponerle en sus manos las ovejas que pertenecen al buen Pastor.
          Estaba zanjada la cuestión. Pero Pedro ha cambiado la palabra “me amas” por otra más íntima: “te quiero”. Y Jesús retoma la pregunta, ahora llanamente sin comparativos: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Y Simón responde también llana y decididamente: Tú sabes que te quiero. Estaba ya acabado el asunto por lo que tocaba al discípulo. Jesús vuelve a confiarle su Iglesia: apaciente mis corderos. [Ovejas y corderos: ¿expresa dos realidades dentro de la nueva iglesia…: fieles y pastores? Así lo interpretaron en ocasiones].
          Pero el asunto no estaba acabado para Jesús, que vuelve a preguntar por tercera vez, aunque ahora utilizando el “quiero” de Pedro. No entendió Pedro aquello y se entristeció de que le preguntara por tercera vez: ¿es que dudaba Jesús de sus afirmaciones? [Menos bonito, a mi juicio: ¿era otra vez una “reivindicación” de Jesús, para que tres afirmaciones borraran 3 negaciones? Confieso que a mí no me entra esa idea, por mucho que pueda estar en la mente de la primitiva explicación de los primeros maestros de la Iglesia. No me encaja un Jesús reivindicador que agacha así la cabeza del apóstol querido]. Yo quiero ver en esa tercera pregunta la reafirmación y confirmación por la que Jesús acepta y goza ese “te quiero” de Pedro, que supera al “me amas” de la pregunta, que expresaría un amor más genérico.
          Pedro se deshizo ya y con inmensa humildad y más inmensa seguridad y confianza, se remitió a lo inequívoco del conocimiento universal del Maestro: “Tú sabes todas las cosas, y tú sabes que te quiero”. No me tienes que preguntar a mí. Tú, que lo sabes todo, SABES QUE TE QUIERO. Pese a todos los pesares. Pese a todo mi pasado.

          Quiero interpretar que Jesús le había ofrecido a Pedro lo más hermoso que podía ofrecerle: la oportunidad de llenarse la boca expresando SU QUERER de amigo al Maestro que lo era todo para él.

ZENIT, 24 abril: EL PRIMER AMOR.

24 de abril de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco ha invitado a pedir la “gracia de la memoria” para recordar siempre el día en el que nos encontramos por primera vez con Jesús, día del que Él nunca se olvida. Así lo ha deseado en la homilía de la misa celebrada este viernes en Santa Marta.
La forma que Jesús elige para cambiar la vida de los otros es el encuentro, ha recordado el Papa. Como el episodio de Pablo de Tarso, perseguidor de cristianos que al llegar a Damasco se convierte en apóstol. De este modo, Francisco se ha detenido en el célebre episodio propuesto por la liturgia de hoy y ha ampliado la mirada a la gran cantidad de encuentros que hay en las narraciones del Evangelio.
El Pontífice ha hablado del “primer encuentro” con Jesús, el que “cambia la vida” de quien está frente a Él. Juan y Andrés que pasan con el Maestro toda la noche, Simón que se hace “piedra” de la nueva comunidad, la Samaritana, el leproso que vuelve para dar las gracias por haber sido sanado, la mujer enferma que se cura al tocar su manto. Así, Francisco ha asegurado que estos encuentros decisivos deben llevar a un cristiano a no olvidar nunca su primer encuentro con Jesús.
“Él nunca olvida, pero nosotros olvidamos el encuentro con Jesús. Y esto sería una bonita tarea para hacer en casa, pensar: ‘¿Cuándo he escuchado realmente al Señor cerca de mí? ¿Cuándo he escuchado que tenía que cambiar mi vida y ser mejor o perdonar a una persona? ¿Cuándo he escuchado al Señor que me pedía algo? ¿Cuándo he encontrado al Señor?’ Porque nuestra fe es un encuentro con Jesús. Este es el fundamento de la fe: he encontrado a Jesús como Saulo hoy”, ha explicado el Papa.
Por otro lado, el Santo Padre ha invitado a preguntarse con sinceridad “¿cuándo me has dicho algo que ha cambiado mi vida o me has invitado a dar ese paso adelante en mi vida?”
Por esto, el Pontífice ha asegurado que esta es una bonita oración y ha aconsejado hacerla cada día. “Y cuando te acuerdes, alégrate en ello, en ese recuerdo que es un recuerdo de amor. Otra tarea bonita sería tomar el Evangelio y mirar tantas historias ahí y ver como Jesús encuentra a la gente, como elige a los apóstoles, como… tantos encuentros que están allí con Jesús. Quizá alguno de esos se parece al mío. Cada uno tiene el suyo propio”, ha añadido el Santo Padre.

Para concluir la homilía, Francisco ha pedido no olvidar que Cristo entiende la “relación con nosotros” en el sentido de una predilección, una relación de amor “de tú a tú”. Y así, ha finalizado: “rezar y pedir la gracia de la memoria. ‘Cuando, Señor, fue ese encuentro, ese primer amor?’ Para no escuchar ese reproche que el Señor hace en el apocalipsis: ‘Tengo esto contra ti, que te has olvidado del primer amor”.

viernes, 24 de abril de 2015

24 abril: El desayuno del Lago

Vida gloriosa en San Juan - 7
          A mí me origina una curiosidad especial el desayuno aquel de los “siete” en el Lago. Y no tanto por el hecho en sí y la forma en que se desenvuelve, cuanto por la frase final con que se expresa el evangelista.
          Supuesto aquel “personaje” de la playa y supuesto que es identificado como “El Señor”, ya no me extraña ni que el desayuno esté preparado cuando los “siete” han bajado de la barca, ni la invitación que reciben del “personaje”: “Vamos, desayunad”. Todo se ha desenvuelto en esos últimos instantes de una manera tan peculiar, que yo consideraría obvio que ya están todos “viendo a Jesús”, teniendo una nítida experiencia de haberse encontrado con Jesús, con quien se sentirían tan felices y satisfechos.
          Pero la frase final me retrae (o retrotrae) a una mera experiencia de fe y no a una nitidez de encuentro. Porque el evangelista escribe una frase que, o bien sobra, o bien expresa mucho más de lo que parece a primera vista: Ninguno se atrevía a preguntar: ‘tú, quién eres’, porque sabían que era Jesús. Mi cuestión es: si están viendo a Jesús cara a cara, no viene a qué esa frase, ni el que no se atrevieran a preguntar. Si no lo tienen tan evidente, y sólo están viviendo de la fe, de saber que es Jesús, pero no de la evidencia que se toca o que se mira, entiendo que están en ese punto de la fe en que no preguntan porque saben, pero lo mismo podrían preguntar porque no tocan ni palpan la evidencia.
          Alguien podrá decirme que esto es rizar el rizo. Y sin embargo esa experiencia la estamos viviendo los fieles cada día, y yo me hago muy consciente en cada Eucaristía cuando he tomado en mis manos el pan o el vino y momentos después entre mis dedos se que está Jesús mismo, pero ni lo veo, ni lo toco, ni lo huelo. Y sin embargo ni me atrevería a preguntar –como en duda- porque es un hecho de fe en el que CREO totalmente…, SE QUE ES JESÚS. Y lo mismo cada fiel que se acerca a la Comunión, o adora la Sagrada Forma, ni pregunta, ni se atreve a preguntar, ¡ni se le ocurre!, porque SABE QUE ES JESÚS.
          Entonces la expresión de ese evangelio nos está presentando una “visión” tan en fe como la que tenemos nosotros mismos en nuestro día a día. Y por tanto aquellos “siete” no han visto aún a Jesús…, no lo han descubierto…, no lo han tocado ni palpado. “Se desayunan” en la convicción de que todo aquello no puede ser más que EL SEÑOR, pero nos sirven de anticipo a nosotros que vivimos aun en ese “desayuno” en el que no se han hecho diáfanas la “claras del día” (la visión directa), y sin embargo vivimos muy felices en esa otra visión de LA FE que nos da tanta o más seguridad que la que tuviéramos con la vista, el tacto, los sentidos.

          En la liturgia del día nos encontramos con uno de los hechos más decisivos en la vida del cristianismo: la conversión de Saulo. Era muy arrogante, muy pagado de sí mismo. Muy seguro de no equivocarse… No podía Dios entrarle con mano de terciopelo porque Saulo no entendía de “caricias”. Tuvo el Señor que tumbarlo, hacerle rodar por el suelo y que se quedara ciego, y que así experimentara la humillación. Ahora lo tienen que llevar de la mano. Ahora tiene que ayudarle uno de los cristianos a quienes él iba a apresar… Ahora se ha topado con JESÚS, A QUIEN TÚ PERSIGUES… Ahora ha encontrado su salvación.

          Con el Evangelio de hoy, ahora está de cara al Pan de la Vida, que garantiza vida eterna.

jueves, 23 de abril de 2015

Boletín ABRIL, con retraso.

23 abril: ES EL SEÑOR

Vida Gloriosa en Juan - 6
          El epílogo  del evangelio estaba puesto. Este 4º evangelio estaba acabado. Y sin embargo hubo algo que se vino al caso y que condujo a este “apéndice” que es el capítulo 21. No podía ser que algo tan importante se le había pasado de largo al evangelista. Quiere decir que aquí hay algo más que un “añadido” de un recuerdo. Aquí se está viendo la mano de aquella comunidad que había recibido el evangelio y quedaban aspectos por completar.
          Ya expresaba yo ayer que en los siete que están junto al Lago, cinco tienen sus nombres o referencias. Dos no. ¿Es posible que a Juan –tan pendiente del detalle- se le hubieran olvidado quiénes eran esos “otros dos”. La mano que escribe este capítulo no lo sabe…, o sabe tanto que ha incluido ya la representación de esa comunidad que ha recibido el evangelio. Son “dos” innominados, pero que abarcan a todos los miembros de esa comunidad.
          Y cuando están allí, sin rumbo definido, haciendo tiempo, necesitando –por otra parte- obtenerse el sustento del día, en lo trivial de la vida diaria…, Jesús aparece por tercera vez (reseña el texto). Y sucede así: Simón dice, sin más prolegómenos: Voy a pescar. Y los demás, en sana camaradería y sin misión fija, asienten: Y nosotros vamos contigo. Y se embarcan, costean con la barca sin retirarse mucho de la playa, y finalmente los más avezados en el tema, echan las redes para pescar. Y no hay un pez que entre en la nasa. De seguro que repitieron la operación varias veces, hasta que se dieron por vencidos. Pero no se volvieron a tierra firme. Aquellos siete hombres, en sana unión, aprovechan la noche para hablar, dormitar, mantenerse juntos… Y esto es más llamativo cuanto que un fracaso como el que habían tenido es siempre un poco de disparadero de los ánimos.
          En esto, ya de mañanita, viene un hombre por la playa  y al llegar a la altura de la barca, pregunta: Muchachos, ¿tenéis pescado? No era el momento mejor para aquellos hombres, que acabaron con un “No” en seco como quienes no quieren mucha conversación. Pero el hombre no se va, sino que les advierte que echen la red a la derecha de la barca. Y curiosamente acceden a hacerlo. ¿Cómo quien lo tiene todo perdido y les da igual? ¿Cómo pescadores conscientes de que podían verse desde la playa lo que ellos no veían desde la barca? Y echaron la red. Y sucedió lo inesperado: una pesca abundante que apenas podían arrastrar ya.
          Ahí es donde “el discípulo amado” [así lo dice el texto sin identificar a nadie] susurra a los oídos de Simón: es el Señor. Habían sido muchos pequeños detalles los que le estaban suscitando durante la noche una “presencia” invisible… Ahora, con la pesca milagrosa, ya no puede dudar.
          Simón se echa al mar, y se planta ante el desconocido. A mí me gusta plantearme que hizo o qué dijo, o qué situación se produjo… Y aunque no me la sepa resolver, me regodea ese momento mitad engorroso, mitad ilusionado, que se resuelve con la llegada de los demás que han traído la pesca porque la barca estaba muy cerca.

          Para más detalle, en la playa ardían unas brasas y sobre ellas se asaba un buen pez. Y había pan. ¿De dónde habían salido? ¿Quién las había preparado? ¿Cuándo? Simón se fue a la barca y contó los peces grandes que habían cogido: 173. Y no es un número simbólico al estilo bíblico. Es constatación de la magnitud de la pesca.

ZENIT, 22 abril: Revalorizar el matrimonio

22 de abril de 2015 (Zenit.org) - En la audiencia realizada este miércoles 22 de abril en la plaza de San Pedro, papa Francisco realizó la siguiente catequesis, cuyo texto completo ofrecemos a continuación 
"Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
En la catequesis precedente sobre la familia, me detuve en el primer pasaje de la creación del ser humano, en el primer capítulo de la Génesis, donde está escrito: Dios creó al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó. Hoy quisiera completar la reflexión con el segundo pasaje, que encontramos en el segundo capítulo. Aquí leemos que el Señor, después de haber creado el cielo y la tierra, “el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente”. Es el pináculo de la creación. Después Dios puso al hombre en un jardín bellísimo para que lo cultivara y lo cuidara.
El Espíritu Santo, que ha inspirado toda la Biblia, sugiere por un momento la imagen del hombre solo, y le falta algo sin la mujer. Y sugiere el pensamiento de Dios, casi el sentimiento de Dios que lo mira, que observa a Adán solo en el jardín: es libre, es señor… pero está solo. Y Dios ve que esto “no va bien”: es como una falta de comunión, falta una comunión, una falta de plenitud. “No está bien” --dice Dios-- y añade: “quiero darle una ayuda que le corresponde”.
Entonces Dios presenta al hombre a todos los animales; el hombre da a cada uno de ellos su nombre-- y esta es otra imagen de la señoría del hombre sobre sobre la creación--, pero no encuentra en ningún animal, otro que sea parecido a él. Pero el hombre continúa solo. Cuando finalmente Dios le presenta a la mujer, el hombre reconoce exultante que esa criatura, y solo esa, es parte de él: “hueso de mis huesos, carne de mi carne”. Finalmente, hay un reflejo de sí, una reciprocidad.
Y cuando una persona --es un ejemplo para entender bien esto--  quiere dar la mano a otra, debe tener otro adelante: si uno da la mano y no tiene nada, la mano está allí, le falta la reciprocidad. Así era el hombre, le faltaba algo para llegar a su plenitud, le faltaba reciprocidad.
La mujer no es una “réplica” del hombre; viene directamente del gesto creador de Dios. La imagen de la “costilla” no expresa inferioridad o subordinación, sino, al contrario, que hombre y mujer son de la misma sustancia y son complementarios. Y el hecho de que --siempre en la parábola-- Dios plasme la mujer mientras el hombre duerme, subraya precisamente que ella no es de ninguna manera criatura del hombre, sino de Dios.  Y también sugiere otra cosa: para encontrar a la mujer y podemos decir, para encontrar el amor en la mujer, para encontrar la mujer, el hombre primero debe soñarla, y luego la encuentra.
La confianza de Dios en el hombre y en la mujer, a los cuáles confía la Tierra, es generosa, directa, plena. Pero es aquí donde el maligno introduce en su mente la sospecha, la incredulidad, la desconfianza. Y finalmente, llega la desobediencia al mandamiento que les protegía. Caen en ese delirio de omnipotencia que contamina todo y destruye la armonía. También nosotros lo sentimos dentro de nosotros, tantas veces, todos.
El pecado genera desconfianza y división entre el hombre y la mujer. Su relación se verá amenazada por miles de formas de prevaricación y de sometimiento, de seducción engañosa y de prepotencia humillante, hasta las más dramáticas y violentas. La historia lleva las huellas. Pensemos, por ejemplo, a los excesos negativos de las culturas patriarcales. Pensemos en las múltiples formas de machismo. Donde la mujer es considerada de segunda clase. Pensemos en la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática. Pero pensemos también en la reciente epidemia de desconfianza, de escepticismo, e incluso de hostilidad que se difunde en nuestra cultura --en particular a partir de una desconfianza comprensible de las mujeres-- en relación a una alianza entre hombre y mujer que sea capaz, al mismo tiempo, de afinar la intimidad de la comunión y de custodiar la dignidad de la diferencia.
Si no encontramos una oleada de simpatía por esta alianza, capaz de establecer las nuevas generaciones a la reparación de la desconfianza y de la indiferencia, los hijos vendrán al mundo cada vez más desarraigados desde el vientre materno. La desvalorización social por la alianza estable y generativa del hombre y de la mujer es ciertamente una pérdida para todos. ¡Debemos revalorizar el matrimonio y la familia! Y la Biblia dice una cosa bella: el hombre encuentra la mujer, ellos se encuentran, y el hombre debe dejar algo para encontrarla plenamente. Y por esto, el hombre dejará a su padre y a su madre para ir con ella. ¡Es bello! Esto significa comenzar un camino. El hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre.

El cuidado de esta alianza del hombre y de la mujer, también si son pecadores y están heridos, confundido o humillados, desconfiados e inciertos, es por tanto para nosotros creyentes una vocación exigente y apasionante, en la condición actual. El mismo pasaje de la creación y del pecado, en su final, no entrega un icono bellísimo: “El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió”. Es una imagen de ternura hacia esa pareja pecadora que nos deja con la boca abierta: la ternura de Dios por el hombre y por la mujer. Es una imagen de custodia paterna de la pareja humana. Dios mismo cuida y protege a su obra maestra.

miércoles, 22 de abril de 2015

ZENIT del día 21: IGLESIA DE MÁRTIRES

VER AL FINAL
21 de abril de 2015 (Zenit.org) - “¡En estos días, cuántos Esteban hay en el mundo! Pensemos en nuestros hermanos degollados en una playa de Libia. Pensemos en ese chiquillo quemado vivo por sus compañeros, por ser cristiano. Pensemos en esos migrantes que, en alta mar, fueron tirados al mar, por ser cristianos. Pensemos, en esos etíopes asesinados, antes de ayer, por ser cristianos y en tantos otros… Tantos otros que no sabemos, que sufren en cárceles, por ser cristianos… Hoy la Iglesia es Iglesia de mártires: ellos sufren, dan su vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio”.
Lo indicó el papa Francisco en la homilía de este martes en Santa Marta, recordando que la verdadera historia de la Iglesia es la de los santos y los mártires. Durante la celebración reflexionó sobre la lapidación de san Esteban y con palabras emocionadas, recordó a cuantos hoy son perseguidos y asesinados por ser cristianos.
Partiendo de la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles, que hace referencia al juicio del Sanedrín contra Esteban y su lapidación, el Santo Padre hizo hincapié en que, al igual que el primer mártir de la Iglesia, también los que padecen hoy el martirio no buscan ‘otro pan’ que no sea Jesús, su ‘único pan’.
Como Jesús, también Esteban debe afrontar falsos testimonios y la sublevación del pueblo que lo lleva a juicio. Esteban les recuerda cuántos profetas han sido matados por haber sido fieles a la Palabra de Dios y cuando ‘confiesa su visión de Jesús’, entonces sus perseguidores se escandalizan, se tapan los oídos para no escucharlo y lo arrastran fuera de la ciudad para apedrearlo.
“La Palabra de Dios disgusta siempre a ciertos corazones. La Palabra de Dios fastidia cuando tienes un corazón duro, cuando tienes un corazón de pagano. Porque la Palabra de Dios te interpela a ir adelante, buscándote y quitándote el hambre con ese pan del que hablaba Jesús. En la historia de la Revelación, tantos mártires han sido asesinados por fidelidad a la Palabra de Dios, a la Verdad de Dios”.
El martirio de Esteban se asemeja al de Jesús, muere ‘con esa magnanimidad cristiana del perdón, de la oración por los enemigos’, que perseguían a los profetas, así como a Esteban, ‘creyendo que daban gloria a Dios, creyendo que de esta forma eran fieles a la Doctrina de Dios’, apuntó el Santo Padre, añadiendo que ‘hoy’ quería recordar que la historia de la Iglesia, la verdadera historia de la Iglesia, es la historia de los santos y de los mártires: los mártires perseguidos, muchos asesinados, por aquellos que creían que daban gloria a Dios, por aquellos que creían que tenían la ‘verdad’: corazón corrupto, pero la verdad.
“¡En estos días, cuántos Esteban hay en el mundo! Pensemos en nuestros hermanos degollados en una playa de Libia. Pensemos en ese chiquillo quemado vivo por sus compañeros, por ser cristiano. Pensemos en esos migrantes que, en alta mar, fueron tirados al mar, por ser cristianos. Pensemos, en esos etíopes asesinados, antes de ayer, por ser cristianos y en tantos otros… Tantos otros que no sabemos, que sufren en cárceles, por ser cristianos… Hoy la Iglesia es Iglesia de mártires: ellos sufren, dan su vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio”.
También hay ‘mártires escondidos, aquellos hombres y aquellas mujeres fieles’ a la ‘voz del Espíritu, que buscan caminos nuevos para ayudar a los hermanos y para amar mejor a Dios, a los que se mira con sospecha, son calumniados, perseguidos por tantos sanedrines modernos que se creen dueños de la verdad: tantos mártires desconocidos’.

“Y también tantos mártires escondidos que, por ser fieles en su familia, sufren tanto por fidelidad. Nuestra Iglesia es una Iglesia de mártires. Y ahora, en nuestra celebración, vendrá a nosotros el primer mártir, el primero que dio su testimonio y, aún más, la salvación a todos nosotros. Unámonos a Jesús en la Eucaristía y unámonos a tantos hermanos y hermanas que sufren el martirio de la persecución, de la calumnia y de la muerte por ser fieles al único pan que sacia, es decir a Jesús”.

DEBAJO ESTÁ LA REFLEXIÓN DEL DÍA 22

22 abril: Epílogo de Juan.- MARÍA, en fiesta jesuítica

Vida gloriosa en San Juan - 5
          El evangelio de San Juan había tenido su punto final en la aparición a Tomás y la proclamación como “dichosos los que creen sin haber visto”, que era la proyección de los efectos de la Resurrección a todos los que no habían visto a Jesús resucitado…, a todos los que veníamos después. El epílogo de todo lo pone el evangelista indicando que Jesús obró en presencia de sus discípulos muchos otros milagros que  no están escritos en este libro. Y es evidente: la vida de Jesús fue mucho más rica de palabras, acciones y signos que lo que se puede encerrar en unas pocas páginas.
          Pero el autor considera que lo escrito ya da una idea de quién fue Jesús, el Mesías Hijo de Dios, para que los que siguieran despacio estas páginas pudieran acoger en fe profunda a ese Jesús que ha ido describiendo el 4º evangelio. Y para que, creyendo, tengamos vida en nombre de Jesús.

          Pero algo faltaba… Algo que luego retomó ese evangelio y lo plasmó en uno de los capítulos más profundos y bellos y densos de la colección de los 4 evangelios. Fue el capítulo 21, en donde todo contribuye a pensar que hay mucho más que la narración de un hecho, y que ahí hay una intervención que va más allá que la pluma de un autor determinado.
          Se presenta como la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, y se nombra los que estuvieron presentes (no lista tan cerrada que no deje opción a entremezclar diversos testigos y destinatarios). Se nombra por supuesto a Simón Pedro, que será siempre quien lleva la voz cantante y el que queda protagonista de los hechos (en la parte humana). Nombra a Tomás, a Natanael (Bartolomé). Y los dos hijos de Zebedeo (Santiago y Juan). Quedan ahí sin determinar otros dos discípulos, algo llamativo en un evangelio de tantos detalles. Y que –siguiendo una línea que no es absurda en la mística de este 4º evangelio- muy bien podría dar el lugar a aquella comunidad naciente en la que ya se desenvuelve esta redacción del capítulo “añadido”, con dos partes diferenciadas claramente: una la Presencia difusa de Jesús en el “hombre de la playa”, incluyéndose hasta el mismo desayuno en que los discípulos no se atreven a preguntar “quién eres”… Y otra parte abiertamente referida a Jesús que “se queda a solas” con Simón Pedro, con quien concluye el capítulo en cuestión, que llevará su nuevo y emocionadamente exaltado segundo epílogo y definitivo cierre de este evangelio.
          Habremos de dedicar todavía un espacio más detallado a esas dos partes.



          Por lo demás, hoy dedico unas líneas a la FIESTA jesuítica que celebramos con María como protagonista, en la advocación de Reina y Madre de la Compañía de Jesús. Fiesta cordial y de ecos muy profundos en la vida de cada jesuita, que encuentra lleno ese hueco afectivo y esencial de LA MADRE, que es a su vez Reina de los corazones de cada uno, apoyo en la dificultad, brújula en el camino, Maestra en el día a día. Y la Madre de Jesús, a la que se recurre frecuentemente en los momentos más álgidos de la vida. Ella, María, constituye el eslabón primero de esa cadena de oraciones por las que el jesuita aprende a llegar al Hijo, y desde el que tiene abierto el camino hacia el Padre.

martes, 21 de abril de 2015

21 abril: El acto de fe de Tomás

Vida gloriosa en Juan -4
          Tomás no estaba cuando aquella tarde del domingo vino Jesús a los suyos y les trasmitió sus poderes. Tomás, a tenor de los datos que tenemos en los evangelios, era de un carácter fuerte, lanzado, extremoso. Por la razón que fuera él no se había quedado encerrado junto a los demás, ni siquiera por el miedo que les mantenía con las puertas atrancadas. El hecho fue que vino Jesús a los suyos y Tomás se había ausentado.
          Regresó más tarde y los compañeros los saludaron con la alegría en sus rostros y la afirmación de que “homos visto al Señor”. Aquella buena nueva que debía encender la alegría en Tomás por lo mucho bueno que significaba, al discípulo le cayó mal y reaccionó feamente, dejando a los compañeros con el corazón dolido: Si yo no meto mis dedos en los agujeros de sus manos y no meto mi mano en su costado, no creo”.
          No hubo reacción correspondiente. Nada nos narra el evangelista. Puede completarse aquel momento con el recuerdo de aquellos Diez que acaban de recibir el Espíritu Santo, y el envío como un Cristo mismo que se trasmite ahora a ellos. Debieron quedar muy apesadumbrados, con dolor por el propio compañero que se acababa de cerrar de aquella manera a creer lo que ellos habían visto y gozado un rato antes.
          Se retiraron cabizbajos con un silencio prudencial y un respeto que Tomás no había tenido. Les quedaba la esperanza de una nueva presencia de Jesús, que Tomás viera y abajara aquellas pretensiones. Pero fueron pasando los días y Jesús no venía. Ellos procuraron estar a prudente distancia y prudente cercanía: Tomás había ya bajado de su bravata y él mismo se arrepentía de su respuesta. Alguno, más afín a Tomás se le fue apegando y ayudando a pasar aquellos días. Porque lo más probable es que Tomás se sintiera responsable de estar parando alguna nueva presencia de Jesús por esas exigencias que había puesto para creer. Y la verdad es que estaba ya arrepentido y que ahora no necesitaría realizar aquellas condiciones drásticas para asentir con su fe.
          Y Jesús, finalmente, vino. Saludó con su típico saludo inconfundible: Paz a vosotros. Y quedaron Jesús y Tomás frente a frente. Tomás bajaba los ojos pero Jesús se dirigió a él, le tomó la mano y le dijo: Trae tu mano y mete los dedos en los agujeros de mis manos; trae tu mano y métela en mi costado… Tomás acabó postrado y sollozando. Y en un acto de fe modélico, pronunció su sagrado acto de fe: Señor mío y Dios mío. Era un verdadero acto de fe porque Tomás tocó las manos y el costado de su Maestro, que había sido crucificado. Y a lo sumo que le llevaba aquel “tocar” era a reconocer que Jesús, el crucificado, era Jesús resucitado. Pero el salto de la fe fue VER al Señor mío y Dios mío. Es cierto que para nosotros es ya una jaculatoria normal y común, pero somos dichosos porque CREEMOS SIN HABER VISTO. Cuando cada día nos hallamos ante el Pan y el Vino y pronunciamos el “Señor mío y Dios mío” mirando las Sagradas Especies, estamos reviviendo el acto de fe de Tomás. Porque lo que vemos, olemos o tocamos es pan y es vino…, y sin embargo nuestra fe está diciendo de verdad: Señor mío y Dios mío.

          Nada se dice de lo que ocurrió después. Pero no cabe duda que la vida de aquel grupo, y de su influencia en el resto, proyectaba ahora una nueva alegría. Verdaderamente nosotros proclamamos alegres que somos dichosos los que creemos sin haber visto.

lunes, 20 de abril de 2015

ZENIT, 20 abril: "No transformar la fe en poder"

20 de abril de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco celebró este lunes la santa misa en la capilla de la Casa Santa Marta y comentó el evangelio donde Jesús mira a multitud después de la multiplicación de los panes y los peces y ve que le siguen no “por el estupor religioso que lleva a adorar a Dios”, sino “por el interés material”.
El papa Francisco señaló que en la fe, existe el riesgo de no entender la verdadera misión del Señor: esto sucede cuando se aprovecha de Jesús, pensando en 'el poder'.
"Esta actitud se repite en los evangelios. Muchos siguen a Jesús por interés. Incluso entre sus apóstoles: los hijos de Zebedeo querían ser, uno, primer ministro y el otro, ministro de economía, querían el poder.
Esa gracia de llevar la buena noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia, se vuelve oscura, se pierde y se convierte en querer algo del poder".
El Papa señaló que "siempre existió esa tentación del poder y de la hipocresía”, de pasar del estupor religioso que Jesús nos da cuando nos encuentra, a querer sacar una ventaja personal".
"Esta fue también la propuesta del diablo a Jesús en las tentaciones. Una la del pan, la otra la del espectáculo: "Vamos a hacer un gran espectáculo, así todas las personas van a creer en ti". Y la tercera, la apostasía, es decir, la adoración de los ídolos. Y esta es una tentación diaria de los cristianos, nuestra, de todos los que son de la Iglesia: la tentación no del poder, de la potencia del Espíritu, sino la tentación del poder mundano".
Así se cae en letargo religioso que lleva a lo mundano, el torpor que termina creciendo, crece, crece, esa actitud que Jesús llama hipocresía". Por ello Dios nos despierta con el testimonio de los santos y de los mártires.
Como dijo Jesús: "En verdad en verdad os digo: me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque habeis comido aquellos panes y os habéis saciado". Es la tentación de "caer en el mundanismo, hacia los poderes" y así "la fe se debilita", así como la misión y la Iglesia”.
"El Señor nos despierta con el testimonio de los santos, de los mártires, que cada día nos anuncian que la misión es recorrer el camino de Jesús: anunciar el año de gracia.
La gente entiende la advertencia de Jesús y le preguntan: '¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?'. Jesús le respondió: 'La obra de Dios es que creáis en el que él ha enviado', es decir, la fe en Él, solo en Él, confiar en Él y no en otras cosas que nos alejan de Él. Esta es la obra de Dios, creer que él le ha enviado ".

El Papa concluyó su homilía con esta oración al Señor: "Que Dios nos dé esta gracia del estupor del encuentro y también nos ayude a no caer en el espíritu de mundanidad, es decir, el espíritu que en detrás o debajo de un barniz de cristianos nos lleva a vivir como los paganos".

20 abril: Fundación de la Iglesia

Vida gloriosa en Juan - 3
          Tras el relato de María Magdalena (que debe ocurrir por la mañana), Juan pasa directamente a la tarde noche, cuando Jesús viene a sus apóstoles. Se trata del mismo tema que trató Lucas pero en contexto absolutamente diverso al de Lucas. En Lucas están los 2 discípulos que han regresado de Emaús, más otros discípulos. En Juan sólo los apóstoles. Y así lo concibe el evangelista porque va a referir algo substancial en la vida de la Iglesia: la prolongación de su obra a través de aquellos “doce” (aunque ahora mismo sean Diez, porque falta Tomás y porque ya hace días que Judas Iscariote, el traidor, se perdió). Pero aquel grupo constituye el Colegio Apostólico que acabará siendo nuevamente de doce.
          A ese Colegio Apostólico aparece Jesús y saluda con su clásica: Paz a vosotros, si bien en un primer instante no lleva la profundidad que Él da a ese saludo y trasmisión. Y es que lo primero que le toca hacer es poner paz en el grupo alterado y miedoso, que anda encerrado en la casa.
          Jesús se presenta en medio de ellos y –también con diferencia a Lucas, en que mostraba manos y pies- aquí en el relato de Juan les muestra manos y costado. Y no existen las dudas ni los temores de la otra redacción del tercer evangelio, sino que los apóstoles, al verlo, se gozaron.
          Ahora ya, en ambiente de acogida y de fe en el resucitado, hay un segundo Saludo de PAZ A VOSOTROS, que es presagio de lo mucho que viene ahora. Porque no es un solo saludo, no es una mera tranquilidad…: es la trasmisión sublime del propio poder y misión de Cristo a aquellos hombres: Como el Padre me envió a Mí, así os envío Yo a vosotros. Los apóstoles son ahora el tercer eslabón de una misma cadena: El Padre envió a Jesús con plenos poderes. Jesús envía a los apóstoles con esos mismos plenos poderes.
          Y eso tiene –en Juan- toda la realidad de PENTECOSTÉS, (la que en Lucas supondrá 50 días intermedios) y que en el 4º evangelio se realiza en este mismo día primero de la semana, en esta misma aparición y Presencia de Jesús Resucitado: Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Y como una consecuencia concreta y expresiva de esa donación del mismo Espíritu de Dios, dice Jesús a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados;  a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Una vez se escandalizaron los fariseos porque Jesús le dijo a un paralítico: “perdonados son tus pecados”, porque –decían- “sólo Dios puede perdonar pecados”. Y Jesús mostró su autoridad para poder hacerlo poniendo en pie al paralítico.
Hoy Jesús manifiesta su autoridad dando a los apóstoles la fuerza divina de poder perdonar pecados; de tener esa llave que abre y nadie puede cerrar, o esa llave que cierra y nadie puede abrir. Y la tal aparición de Jesús a sus apóstoles se cierra, sin más explicaciones con esas palabras inmensas y sublimes de Jesús, que ha trasmitido todo a esos hombres que constituyen la nueva Iglesia, la Iglesia de Jesucristo.

Bien a las claras queda por qué la diferencia del relato en Lucas y Juan: para Lucas es una aparición a todos; no cabía más que el modo de relato que él le dio. Para Juan es relato de Iglesia fundante, y ahí sólo están los que han de ser los continuadores de la propia obra y misión de Jesús. Y verdaderamente el relato es sublime, porque se sale de los moldes de un hecho en sí mismo.

domingo, 19 de abril de 2015

19 abril: Testigo, uno que se decide a cambiar

19 de abril de 2015 (Zenit.org) - Como cada domingo, durante el tiempo pascual, el papa Francisco rezó la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les dijo:
“Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena por dos veces la palabra “testigos”. La primera vez, en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de Jerusalén, exclama: “Mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos”. La segunda vez es en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Ustedes son testigos de todo esto”. Los Apóstoles, que vieron con los propios ojos a Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso recuerda, no solo porque sabe reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida. 
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continúa conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por las comodidades, por las vanidades, por el egoísmo, si se convierte en sordo y ciego ante la pregunta sobre la “resurrección” de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que nos encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz”.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del Regina Coeli:
Regina coeli, laetare, alleluia...
Al concluir la plegaria, el Papa se refirió al naufragio de un viejo pesquero con centenares de inmigrantes ocurrido este domingo frente a las costas de Libia:
“Queridos hermanos y hermanas,
están llegando en estas horas noticias relativas a una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo. Una embarcación cargada de migrantes volcó la pasada noche a unas 60 millas de la costa libia y se teme que haya centenares de víctimas.
Expreso mi más sentido dolor ante tal tragedia y aseguro para los desaparecidos y sus familias mi recuerdo y mi oración. Dirijo un apremiante llamamiento para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez, para evitar que similares tragedias se repitan.
Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestros que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, buscan una vida mejor… Buscaban la felicidad…
Les invito a rezar en silencio antes y después todos juntos por estos hermanos y hermanas”.
Tras un momento de silencio, el Pontífice y los fieles presentes en la Plaza de San Pedro rezaron un Ave María:
Ave María…
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Obispo de Roma:
“Dirijo un cordial saludo a todos ustedes, venidos de Italia y de tantas partes del mundo: a los peregrinos de la diócesis de San Andrés, en Brasil, a los de Berlín, Múnich y Colonia, a los estudiantes de Grafton (Australia) y a los de Sant Feliu de Llobregat (España). Saludo a los polacos de la diócesis de Rzeszów y manifiesto mi cercanía a los participantes en la “Marcha por la santidad de la vida” que se desarrolla en Varsovia, animando a defender y a promover siempre la vida humana.
Saludo a la Acción Católica de Formia, los fieles de Milán, Lodi, Limbiate y Torre Boldone (Bérgamo); a los chicos de Turín, Senigallia, Almenno San Salvatore, Villafontana y Grássina; a los jóvenes de Noventa Vicentina y Catania; al coro de Trecate y a los socios del Lions Club.
Un saludo especial al grupo de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, con ocasión de la actual Jornada Nacional de apoyo a este gran Ateneo. Es importante que pueda continuar para seguir formando a los jóvenes en una cultura que conjugue fe y ciencia, ética y profesionalidad”.
El Santo Padre dedicó también unas palabras a la exposición de la Sábana Santa de Turín:
“Hoy comienza en Turín la solemne ostensión de la sagrada Síndone. También yo, si Dios quiere, iré a venerarla el próximo 21 de junio. Espero que este acto de veneración nos ayude a todos a encontrar en Jesucristo el rostro misericordioso de Dios y nos ayude a reconocerlo en los rostros de los hermanos, especialmente en los que más sufren”.
Como de costumbre, Francisco concluyó su intervención diciendo:

“Por favor, no se olviden de rezar por mí. Les deseo a todos un buen domingo y ¡buen almuerzo!”