viernes, 31 de enero de 2014

LA GRATUIDAD.- 31 enero

LA GRACIA DE DIOS
             Bien merecería la explicación de hoy hacer un análisis detallado de David, hombre tan bendecido y favorecido por Dios, punto de referencia hacia Jesús Salvador, “el hijo de David”. David tiene también su punto negro que empieza por una mirada que no domina…, que excita un deseo que no controla…, y que acaba en un adulterio. (2Sam 11, 1-17). Casi que es fácil quedarse ahí. Y se hubiera podido quedar en ese punto si David hubiera sido capaz de aceptar su pecado y arrostrar noblemente sus consecuencias: el embarazo que el rey ha provocado en la mujer de Urías, el fiel soldado. Pero lo peor es no saber pararse y reconocer y aceptar la situación y sus consecuencias.
             Lo más peor es liarse la manta a la cabeza y pretender “tapar el pecado”. Y David lo intenta. Que venga Urías desde el campo de batalla “con permiso especial”…, y que vaya a su casa a estar con su mujer. Y David se lavaría las manos… ¡Vaya Vd a saber entonces de quién era aquel hijo! Pero Urías era un hombre de mucha nobleza y no se permite ir a estarse con su esposa mientras los compañeros luchan y mueren en la batalla. Y en vez de ir a su casa, se queda en patio de guardia de Palacio.
             Informan al rey…, y a David no se le curre otra cosa que aparentar un festejo en honor de Urías, darle un banquete y emborracharlo…, porque piensa el rey que –una vez borracho- irá a su casa y a su mujer… Se equivocaba David. Urías era de otra pasta, y no fue a su casa. Y el contraste con el mal momento de David es evidente: David escribe una carta con “sentencia de muerte” para Urías, bajo el disimulo de un caído en la batalla. Así le da instrucciones a Joab, jefe del ejército, para que Urías muera. Y la certa se la da al propio Urías en mano para que la lleve a Joab. Urías, en su nobleza, ni sospecha. Y Urías caerá muerto en la batalla. Informado el rey, quita importancia a la derrota… “Así es la guerra”, dice… Y a continuación manda por Betsabé para que se la traigan a él… ¡Ya no hay peligro…!
             Mirada, deseo, consentimiento, adulterio, engaño, traición, deslealtad e inhumanidad, y asesinato. Toda una secuencia de un fallo que no se ha mirado de frente y se ha pretendido justificar y disimular.
             Pero a Dios no podía engañarlo. Dios envía al profeta Natán a contarle “un cuentecito” a David de “algo sucedido” muy injusto. [Era la propia historia del rey, “emborrizada”]. Y David se siente justo y decreta que ese hombre que ha hecho eso, tiene que morir. Y Natán le dice, de parte de Dios: Pues ese hombre eres tú.  Y como Dios es tan distinto de ti, no morirás.
             David cae ahora en la cuenta. Y se hunde en profunda humildad y arrepentimiento, creando una de las oraciones más sentidas de un pecador que se vuelve a Dios y no puede hacer otra cosa que pedir misericordia. Ha quedado como Salmo 50, con el nombre de Salmo Miserere: Ten misericordia de mí, porque he pecado contra Ti.  No quedaba otra salida que abandonarse a la misericordia divina.

             El evangelio de hoy es la gran explicación de Jesús (Mc 4, 26-34) de la gratuidad de la obra de Dios en la humanidad. La parábola, que es un género que Jesús usa a la perfección, es “la historia de una semilla” echada al surco. El labrador no tiene ya nada que hacer a partir de ahí: duerme de noche, come en el día, se divierte en sus momentos… La semilla crece sola y va mateando, echando el tallo, granando la espiga… Inmensa explicación de la acción de Dios en el alma. Es pura acción de Dios. El “labrador” no puede hacer nada para que crezca antes o más rápida la simiente. Puede limpiar malas hierbas, quitar piedras del campo, conducir el agua…: acciones muy externas, que ciertamente son muy convenientes.  Pero la cosecha va a depender sólo de la acción de esa semilla…: la Gracia es gratuita, la liberación del mal no viene por cumplir la ley (¡bien que lo repetirá San Pablo  hasta la saciedad, sino por la promesa gratuita de Dios, que es EL SALVADOR!). Al labrador le queda meter la hoz y segar cuando el fruto está en su sazón.
             No es ésta la parábola más conocida ni más utilizada. Y sin embargo ahí está en el evangelio, como una enseñanza de Jesús a la gente… Y apoyada por la otra parábola siguiente: el mínimo grano de mostaza (planta muy típica en esos lugares) se siembra -que casi no se ve- y crece como frondoso arbusto donde anidan toda clase pájaros… Una bella imagen de lo que es cada persona, tan mínima en sí misma, y donde Dios hace tantas maravillas. Imagen también de la Iglesia, humanamente tan frágil, y abarcando gentes de todos los plumajes. Imagen del Reino de Dios, que no tiene apariencia externa, y sin embargo está destinado a abrazar al mundo entero.

             David, uno entre tantos, los muchos más que estamos en este camino, somos siervos inútiles y sin provecho…, capaces de heroísmos y de felonías… Lo que hace falta es ser capaces de reconocer esa realidad y no camuflarla ni justificar nunca nuestro “primer” fallo… Y desde la sinceridad que reconoce lo que uno es realmente –sin caretas de ocultamiento- dejarnos salvar por la Gracia de Dios…, por los méritos de Jesucristo. Sólo Él tiene méritos; no nosotros. Nosotros tenemos solamente la realidad de nuestra vida, y la urgencia de acogernos siempre a la misericordia de Dios.

jueves, 30 de enero de 2014

ZENIT: 30 enero, en Santa Marta

30 de enero de 2014 (Zenit.org) - Francisco ha afirmado en la homilía de este jueves en Santa Marta que “no se entiende un cristiano sin Iglesia". En la misa celebrada esta mañana, el Santo Padre ha indicado cuáles son los tres pilares del sentido de pertenencia eclesial: la humildad, la fidelidad y la oración por la Iglesia.
El Papa ha retomado, de las homilías de estos días pasados, la figura del rey David, como se presenta en las lecturas del día: un hombre que habla con el Señor como un hijo habla con el padre y también si recibe un "no" a sus peticiones, lo acepta con alegría. David - observa el papa Francisco - tenía "un sentimiento fuerte de pertenencia al pueblo de Dios". Y esto - ha precisado - nos hace preguntarnos sobre cuál es nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia, nuestro sentir con la Iglesia y en la Iglesia. Y así lo ha explicado:
"El cristianos no es un bautizado que recibe el bautismo y después va adelante por su camino. El primer fruto del bautismo es hacerte pertenecer a la Iglesia, al pueblo de Dios. No se entiende un cristiano sin Iglesia. Y por esto el gran Pablo VI decía que es una dicotomía absurda amar a Cristo sin la Iglesia; escuchar a Cristo pero no a la Iglesia: estar con Cristo al margen de la Iglesia. No se puede. Es una dicotomía absurda. El mensaje evangélico nosotros lo recibimos en la Iglesia y nuestra santidad la hacemos en la Iglesia, nuestro camino en la Iglesia. Lo otro es una fantasía o, como él decía, una dicotomía absurda".
De este modo, Francisco ha señalado que el "sensus ecclesiae" es precisamente el sentir, pensar, querer, dentro de la Iglesia. Y por ello ha recordado que hay tres pilares de esta pertenencia y ha pasado a explicar cada uno de ellos.
El primero es la humildad, en la conciencia de estar dentro de una comunidad como una gracia grande: "Una persona que no es humilde, no puede sentir con la Iglesia, sentirá lo que a ella le gusta, lo que a él le gusta. Y esta humildad que se ve en David. '¿Quién soy yo, Señor Dios, y qué es mi casa?' Con esa conciencia de que la historia de salvación no ha comenzado conmigo no terminará cuando yo muera. No, es toda una historia de salvación: yo vengo, el Señor te toma, te hace ir adelante y después te llama y la historia continúa. La historia de la Iglesia comenzó antes de nosotros y continuará después de nosotros. Humildad: somos una pequeña parte de un gran pueblo, que va sobre el camino del Señor".
El segundo pilar del que el Papa ha hablado es la fidelidad, "que va unida a la obediencia". Y así lo afirma: "Fidelidad a la Iglesia, fidelidad a su enseñanza, fidelidad al Credo, fidelidad a la doctrina, mantener esta doctrina. Humildad y fidelidad. También Pablo VI nos recordaba que nosotros recibimos el mensaje del Evangelio como un don y debemos transmitirlo como un don, pero no como una cosa nuestra: es un don recibido que damos. Y en esta transmisión ser fieles. Porque nosotros hemos recibido y debemos dar un Evangelio que no es nuestro, que es de Jesús, y no debemos - decía él - convertirnos en propietarios del Evangelio, propietarios de la doctrina recibida, para utilizarla a nuestro gusto".

Para finalizar el papa Francisco ha dicho que el tercer pilar es un servicio particular, 'rezar por la Iglesia'. "¿Cómo va nuestra oración por la Iglesia?" "¿Rezamos por la Iglesia? ¿En la misa todos los días, pero en nuestra casa, no? ¿Cuándo hacemos nuestras oraciones?", ha preguntado el Santo Padre. Y por ello ha pedido que "el Señor nos ayude a ir en este camino para profundizar nuestra pertenencia a la Iglesia y nuestro sentir con la Iglesia".

30 enero: Parábolas enjundiosas

Parábolas de luz
             Me producen siempre una atracción especial las pequeñas parábolas que Jesús contaba al paso, y que ni se advierten fácilmente como parábolas. Hoy hay dos: Mc 4, 21-25.
             La primera es más reconocible: la luz se enciende para ponerla sobre el candelero y no bajo la cama. Porque si se enciende es para que ilumine. Así luzcan vuestras obras que –al verlas- los demás alaben al Dios del Cielo. O también San Pablo: Todo lo que hagáis o digáis sea siempre a gloria de Dios.
             Donde hay una novedad es en la segunda parte: “Si se esconde algo es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz”. Y lo primero que le salta a uno es una duda sobre la verdad de esa afirmación. Porque lo que uno oculta, pretende que quede oculto. Para algo lo ocultó.  Pero Jesús es más largo que eso. Hay un “in ocultis” que Jesús mismo recomendó repetitivamente: “Cuando ores, cuando ayunes, cuando des limosna…, hazlo en secreto. Y Dios, que ve lo secreto, te recompensará”.
             El “secreto” de la persona está en su modo de hacer o dejar de hacer, pero el reflejo de lo hecho o lo evitado, salta a la luz sin que tal persona lo pretenda. Uno que tiene una caridad profunda hace sus obras sin ir con la trompeta por delante. Las hace como parte de su misma respiración. Ni siquiera él tiene que esforzarse. Le sale como le sale respirar. El que verdaderamente ora (y ese “verdaderamente” tiene mucho calado), proyecta sin pretenderlo que en su alma luce y hasta brilla un modo distinto de hacer y de ser. Lo que entró en su alma, allá en “lo secreto”, brota a borbotones en sus sentimientos, reacciones, pensamientos, juicios, expresiones. Por eso, nada secreto queda secreto. Reverbera y se hace luz que hace alborada por donde la persona pasa.
             ¿Por qué a Jesús se le pegaba la gente como las moscas a la miel? Porque Jesús era luz hasta cuando pretendía que la gente se callara. Pero ¿quién le puede poner compuertas al sol?

             La otra parábola es más de lo mismo: “la medida que uséis, la usarán con vosotros, y con creces. Al que tiene se le dará; al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”. Yo sé que incluso personas de un nivel espiritual alto se escandalizan con esa afirmación. Y sin embargo nos basta mirar alrededor y comprobamos cómo Jesús tomaba sus expresiones en la misma vida que tenía a su alrededor, aunque Él tenía esa fuerza misteriosa para expresarlo de modo rasgante.
             Mi “medida” de bien pensar, de bien hablar, de bien juzgar, de bien sentir, de buen fondo “del ojo de mi intención”, va a contagiarse. Sin que yo lo pretenda, voy a sembrar bienestar a mi alrededor. La persona va a sentirse acogida. Dispares ejemplos pero muy fáciles de entender: el niño se apega donde encuentra cariño, El perrito se apega a quien lo acaricia. Esa es la medida con la que lo que doy se convierte en boomerang que regresa hasta mí.
             Si provoco malestar, espíritu crítico, curiosidades inútiles, caras de perro…, pocos se me van a venir a mi lado. ¡Cuántas personas se sienten solas…! ¿Qué sembraron? Es la pregunta del millón. La medida que reciben, y con creces, fue “su medida” en la vida.  Y aquí no estamos hablando de nada sobrenatural, ni de cielo ni de infierno. La vida se encarga. Y cuando uno ve unos efectos que se repiten, lo único sincero es mirar la propia medida.
             Por eso, quien tiene, aumenta “su peculio”: más acudirán a él, más lo buscarán, más acompañado estará, más podrán acudir a él para aconsejarse o para desahogar una pena.
             A quien no tiene…, no fomenta lo positivo, lo alegre, lo optimista, lo que relaja, lo que deja agusto…, “aún lo que tiene se le quitará”. Lo que, en principio, puede ser que se va a él o ella, va a tener pronto una reacción. Nadie quiere que a su pena se le quite importancia porque el otro quiera hacer “más importante” la suya. Nadie va a pedir un consejo al que es un egoísta redomado y va a cambiar las tornas para volver el tema sobre sí o a favor suyo…, o simplemente “pasa” olímpicamente, porque él vive solo para sí. ¡Se queda más solo que la una, y tiene que retroalimentarse con su mismo egoísmo para sobrevivir! Aun lo que tiene -¡porque algo tiene- lo acaba perdiendo… La gente se aparte haciendo fu como el gato.

             Cambiamos las tornas y nos ponemos junto al que sonríe y habla bien de otros, y busca la parte buena y siempre tiene un resquicio para ver la media botella llena… (aunque no es tan tonto que no vea que la otra mitad está vacía). ¿Pero es que no vale la parte que está llena? ¿No se puede hacer algo, y aun mucho, con esa mitad llena? Y el optimista, alegre, de corazón sano, es como el paterfamilias que saca siempre “cosas buenas” de su arcón. Por eso no se queda solo, se le apegan otros, llega uno a sentirse mejor… [Y él tiene sus penas… Pero no va sembrando penas; ¡que bastantes penas tienen los demás!…, y a él/ella le quedan todavía espaldas para ayudar a otros a acarrear sus cargas]. A quien tiene, se le dará. Su paga será ese bien que ha sembrado…, aunque sea a costa suya. Sabe muy bien que El Señor es el lote de su herencia.

miércoles, 29 de enero de 2014

ZENIT: Audiencia miércoles 29 enero

29 de enero de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta tercera catequesis sobre los Sacramentos, nos detenemos en el de la Confirmación, que debe ser entendida en continuidad con el Bautismo, al que está vinculada de manera inseparable. Estos dos sacramentos, junto con la Eucaristía, constituyen un único acontecimiento salvífico – que se llama “la iniciación cristiana” –, en el que somos insertados en Jesucristo muerto y resucitado y nos convertimos en nuevas criaturas y miembros de la Iglesia. He aquí la razón por la que originariamente estos tres Sacramentos se celebraban en un único momento, al final del camino catecumenal, que era normalmente en la Vigilia Pascual. Así se articulaba este itinerario de formación y de inserción gradual en la comunidad cristiana que podía durar también algunos años. Se hacía paso a paso, para llegar al Bautismo, después la Confirmación y la Eucaristía. 

Comúnmente se habla del sacramento de la “Confirmación”, palabra que significa “unción”. Y, de hecho, a través del aceite llamado “sagrado Crisma”, somos conformados, en la potencia del Espíritu, a Jesucristo, el cual es el único y verdadero “ungido”, el “Mesías”, el Santo de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús lo lee en Isaías, lo vemos más adelante. Es el ungido. Soy enviado y estoy ungido para esta misión.
          
El término “Confirmación” nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; lleva a cumplimiento nuestro vínculo con la Iglesia; nos da una especial fuerza del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su cruz  (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1303). Y por eso es importante ocuparse de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban este sacramento. Todos nosotros nos ocupamos de que sean bautizados y esto es bueno, ¿eh? Pero, quizás, no le damos tanta importancia a que reciban la Confirmación. ¡Se quedan a mitad camino y no reciben el Espíritu Santo!, ¿eh? Que es tan importante para la vida cristiana, porque nos da la fuerza para seguir adelante. Pensemos un poco, ¿eh? Cada uno de nostros. ¿Verdaderamente nos preocupamos de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban la Confirmación? ¡Pero es importante esto, es importante! Y si vosotros en vuestra casa tenéis niños o jóvenes que todavía no la han recibido y ya tienen la edad para recibirla, haced todo lo posible para que terminen esta iniciación cristiana y que ellos reciban la fuerza del Espíritu Santo. ¡Pero es importante!

Naturalmente es importante ofrecer a los confirmandos una buena preparación, que debe estar pensada para conducirlos hacia una adhesión personal a la fe en Cristo y a despertar en ellos su sentido de pertenencia a la Iglesia.

La Confirmación, como todo Sacramento, no es obra de los hombres, sino de Dios, el cual cuida de nuestra vida para plasmarnos a imagen de su Hijo, para hacernos capaces de amar como Él. Él lo hace infundiendo en nosotros su Espiritu Santo, cuya acción impregna a toda la persona y toda la vida, como se refleja de los siete dones que la Tradición, a la luz de la Sagrada Escritura, ha siempre evidenciado. Estos siete dones, yo no os voy a preguntar si os acordáis de los siete dones, ¿no? Quizás todos los decís, pero no es necesario, ¿eh? Todos dirán son este y este, pero no lo hacemos. Lo digo yo en vuestro nombre ¡Eh!. ¿Y cuáles son los dones? la Sabiduría, el Intelecto, el Consejo, la Fortaleza, la Ciencia, la Piedad y el Temor de Dios. Y estos dones nos han sido dados con el Espíritu Santo en el sacramento de la Confirmación. A estos dones tengo la intención de dedicar las catequesis que seguirán a las de los Sacramentos.
          
Cuando acogemos el Espíritu Santo en nuestro corazón y lo dejamos actuar, Cristo mismo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida, a través de nosotros, será Él, ¡Escuchad bien esto! A través de nosotros será el mismo Cristo quien rece, quien perdone, quien infunda esperanza y consuelo, quien sirva a los hermanos, quien se haga cercano a los necesitados y a los últimos, a crear comunión, a sembrar paz. Pero pensad que importante es esto, que por el Espíritu Santo viene el mismo Cristo para hacer todo esto en medio de nosotros y por nosotros. Por esto es importante que los niños y los jóvenes reciban este Sacramento.

Queridos hermanos y hermanas, ¡recordemos que hemos recibido la Confirmación todos nosotros! Recordémoslo antes que nada para agradecerle al Señor este don, y luego para pedirle que nos ayude a vivir como verdaderos cristianos, a caminar siempre con alegría según el Espíritu Santo que nos ha sido donado. Se ve que estos últimos miércoles, a mitad audiencia, nos bendicen desde el Cielo. ¡Pero sois valientes! ¡Adelante!

29 en: ¿Por qué parábolas?

“Clásica” del Sembrador
             Hace muy poco nos habló Jesús de la blasfemia contra el Espíritu Santo, que no tiene perdón. De una forma más plástica nos lo repite hoy, cuando ha contado la parábola tan conocida por nosotros del “sembrador” y se ha retirado con sus discípulos y algunos más, le preguntan la explicación de esa parábola. Y Jesús responde no con sus palabras ni con el sentido que Él pretende, sino con una palabra de Isaías que indicaba la dureza de entendimiento y corazón de aquel pueblo. Las palabras de Isaías que aduce Jesús para explicar por qué habla en parábolas es “porque por más que miren, no vean; por más que oigan, no entienden; no sea que se conviertan y los perdone”. En boca de Isaías es la desesperanza ante un pueblo duro de entendimiento y corazón… Exactamente “la blasfemia contra el Espíritu Santo” (que entonces ni podía ocurrírsele ni formular al profeta). Y entonces todo es inútil con ese pueblo. La expresión “en directo” sería –y era así en la mente de Jesús (¡que por eso mismo predicaba!)- es: Hablo en parábolas porque de otra manera este pueblo, ni mira, ni ve, ni oye, ni entiende.
             Un pueblo con la mente ofuscada, y por más dificultad, negado a la idea conceptual (bondad, humildad, esperanza…, eran conceptos que no abarcaban), necesitaba de los medios audiovisuales para poder medio entender. Las parábolas son piezas maestras que “dibujan” un contenido; cuentos, fábulas que meten por los ojos una enseñanza. Imágenes que cada uno se lleva para comentar, indagar, preguntarse qué ha querido decir el Maestro.  Porque Jesús busca con la parábola que “se conviertan y se les pueda personar”.  Por tanto, la palabra que se lee no es la que Jesús quiere significar. Porque para Jesús hablar en imágenes es para que mirando, vean; oyendo, entiendan; y así se conviertan y puedan entrar en el Reino. Si no, ¿para qué perdía el tiempo hablando y cansándose?
             Y ahora repercutiría en nosotros todo eso.
             Porque ¿qué influjo práctico y eficaz produce en nosotros entender esta parábola?
             Escuchamos con gozo la Palabra… ¿Qué “terreno” ofrecemos? ¿En qué se produce un efecto benéfico? Si no hay raíces, todo el gusto recibido con esa Palabra se queda en ese vacío: “¡qué bonito ha sido el sermón!”. [Y volviendo el rostro, ni nos acordamos de nuestra figura, que dirá Pablo]. No hay raíces donde no hay fondo, no hay vida interior, no hay espacios de silencio y reflexión, no hay actitud de escucha sincera y de sentirse interpelado personalmente.
             Hay raíces. Crece esa semilla. Quiere la persona que tenga efectos… Lo que pasa es que “la vida” distrae mucho, coge mucho la atención, desvía el centro de interés, se pierde entre mucha fragosidad de preocupaciones. Ha entrado la semilla y ha echado raíces… Pero ¡tiene uno tanto que hacer!; ¡hay yantas cosas importantes y urgentes…!; ¡hay tantas preocupaciones y seducciones atrayentes!; ¡hay tantos afanes!... O sea: cualquier cosa va por delante de aquella Palabra que había crecido con ilusiones en el sujeto. ¿No se parece mucho a la blasfemia contra el Espíritu Santo? No es que se esteriliza a la Palabra, y queda como “figura decorativa” [como medalla, vela, rezo, “obligaciones cumplidas”, caretas espirituales, capas de cebolla, apariencias…, pero que nada implican la vida del sujeto?
             Digo más: ¿no hay “partes” de mi propio modo de ser y vivir, que caen en esa esterilidad de la Palabra, aunque luego sea una persona llamativamente espiritual y apostólica?  ¿No han quedado “rincones” donde no tuvo oxígeno una determinada Palabra y compromiso personal ante ella? No es extraño cómo ve uno “desde fuera” las “escapatorias”, los “defectos”, los “pecados” ajenos…, y –más desde fuera, desde otra atalaya- otros observadores están viendo que exactamente cayeron aquellos en lo mismísimo que juzgan o critican de un tercero.  [Y también lo mismísimo dirán los otros de “los observadores”, por aquello del “oficio de trinchantes” de que se expresaba un famoso libro de ascética: lo fácil que es ver “lo bien que le viene esto a…”, mientras que uno mismo se queda al margen].
             No se equivocaba Jesús al hablar en parábolas para hacerse entender y para que quede ahí “el argumento” por si un día le “pica a uno dentro” y empieza a sospechar que sea uno mismo el que quedó dibujado… Y que eso lleva consigo una parada, un silencio dentro, un no ser “trinchante” y volver la mirada hacia uno mismo…, hasta dejarse penetrar por esa Palabra…, por ese Espíritu Santo al que –por fin- se le empieza a hacer hueco…
             Entonces es cuando realmente entienden, se convierten y se les perdona…, Y CRECEN… Había, en efecto otras dimensiones en uno mismo que habían quedado baldías tanto tiempo…[“combatimos contra Dios los años enteros, y por el temor de ser infelices, permanecemos siempre desgraciados”, dice un autor de gran conocimiento de las almas].

             Que hasta quienes han llegado a dar fruto, y son reconocidos como “buena tierra”, no han de pensar que ya se hizo todo el trabajo. Mientras estamos en la vida, nunca se echa el cierre, nunca se pone el “completo”. Porque quien dio el 30 y el 60…, aún les queda camino para avanzar al 50 y al 80… 

ZENIT día 28: el Papa en Santa Marta

28 de enero de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre en la misa de Santa Marta de hoy martes ha hablado sobre la fecundidad de la oración de alabanza. Al comentar la danza alegre de David al Señor de la que habla la primera lectura, ha subrayado que si nos cerramos en la formalidad, nuestra oración se convierte en fría y estéril.
El papa Francisco ha hablado en su homilía sobre David que "danzaba con todas las fuerzas delante del Señor" y sobre esta imagen alegre de la que se habla en el Segundo Libro de Samuel. Todo el Pueblo de Dios estaba en fiesta porque el Arca de la Alianza volvía a casa. La oración de alabanza de David, ha explicado, "le llevó a salir de cualquier compostura y a bailar delante del Señor" con "todas las fuerzas". ¡Esto era precisamente la oración de alabanza! - ha exclamado el Papa. Además, ha indicado que leyendo este pasaje, "he pensado enseguida" en Sara, después de haber dado a luz a Isaac. "¡El Señor me ha hecho bailar de alegría!", dijo la anciana. Por esto, Francisco ha señalado que "para nosotros es fácil de entender la oración para pedir algo al Señor, también para dar gracias al Señor" o  la "oración de adoración". Pero la oración de alabanza "la dejamos de lado, no nos viene espontánea", ha precisado.
Y de este modo lo ha explicado: "'¡Pero, padre, esto es para los de la Renovación Carismática, no para todos los cristianos!' No, ¡la oración de alabanza es una oración cristiana para todos nosotros! En la misa, todos los días, cuando cantamos el Santo… Esta es una oración de alabanza: alabamos a Dios por su grandeza, ¡porque es grande! Y le decimos cosas bonitas, porque a nosotros nos gusta que sea así. 'Pero, padre, yo no soy capaz... Yo debo...' ¿Pero eres capaz de gritar cuando tu equipo marca un gol y no eres capaz de cantar alabanzas al Señor? ¿De salir un poco de tu compostura para cantar esto? ¡Alabar a Dios es totalmente gratuito! No pedimos, no damos las gracias: ¡alabamos!"
Debemos rezar "con todo el corazón". Ha continuado matizando que "es un acto de justicia, ¡porque Él es grande! ¡Es nuestro Dios!" David, ha recordado el Santo Padre, "era muy feliz, porque volvía con el Arca, volvía con el Señor: también su cuerpo rezaba con esa danza".
Francisco ha continuado lanzando "una buena pregunta que podemos hacernos hoy: 'Pero ¿cómo va mi oración de alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿Sé alabar al Señor o cuando rezo el Gloria o rezo el Sanctus lo hago solamente con la boca y no con todo el corazón?' ¿Qué me dice David, danzando aquí? Y Sara ¿bailando de alegría?  Cuando David entra en la ciudad comienza otra cosa: ¡una fiesta!"
"La alegría de la alabanza - ha explicado - nos lleva a la alegría de la fiesta. La fiesta de la familia". De este modo el Papa ha recordado que cuando David entra en el palacio, la hija del rey Saúl, Mikal, le reprende y le pregunta si no le da vergüenza haber bailado de esa forma delante de todos, él que es el rey. Mikal, "despreció a David".
De este modo, Francisco ha proseguido: "yo me pregunto ¿cuántas veces nosotros despreciamos en nuestro corazón a personas buenas, gente buena que alaba al Señor como le viene, así espontáneamente, porque no son cultos, no siguen las actitudes formales? ¡Pero, desprecio! ¡Y dice la Biblia que Mikal quedó estéril durante toda la vida por esto! ¿Qué quiere decir la Palabra de Dios aquí? ¡Que la alegría, que la oración de alabanza nos hace fecundos! Sara bailaba en el momento grande de su fecundidad, a los noventa años! La fecundidad que nos da la alabanza al Señor, la gratuidad de alabar al Señor. Ese hombre o esa mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor, que cuando reza el Gloria se alegra de decirlo, cuando canta el Sanctus en la misa se alegra de cantarlo, es un hombre o una mujer fecunda".

El Pontífice, para finalizar, ha advertido que "aquellos que se cierran en la formalidad de una oración fría, medida, quizá terminan como Mikal: en la esterilidad de su formalidad". Por ello, el Papa ha invitado a imaginar a David que danza "con todas las fuerzas delante del Señor y pensemos que bello es hacer la oración de alabanza". Además, ha afirmado que nos hará bien repetir las palabras del Salmo 23 que hemos rezado hoy: "Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria!  ¿Y quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates!”

martes, 28 de enero de 2014

28 en.: DIOS POR ENCIMA

DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS
             Las lecturas de hoy, vistas en “radiografía”, nos ponen ante ese principio fundamental: Dios, sobre todas las cosas. David –[1Sam 6, 12-15; 17-19]- ofrece a un rey, David, que ha recuperado el Arca de Dios, y lleva tal contento y lo vive en tal grado de fiesta, que él mismo acompaña al Arca con la suma expresión de la alegría: danzando delante. No lleva sus ropas reales; va vestido con ropaje sencillo, ligero –de lino, como tela noble para estar ante el Señor-. No hay respetos humanos, no hay emblemas ni distinciones: David vive la inmensa alegría. Y –una vez colocada el Arca en el lugar preparado- reparte unas tajadas de carne y un pastel de uvas pasas entre la gente que ha acompañado aquella procesión. [No recoge la lectura la burla de su esposa por haberle visto –dice ella- como un bufón que baile malvestido delante del Arca. Y él responde que ante Dios y por la gloria de Dios, hace eso y mucho más].
             El evangelio –[Mc 3, 31-35]- muy conocido, los familiares han traído a la madre de Jesús para llamar la atención de Jesús, con la cosa de que ella quiere verlo.  No debemos perder de vista que hacía muy poco (3, 20] esos mismos familiares, sin entender para nada la situación de Jesús, habían pretendido sacarlo de su labor y llevárselo consigo, porque pensaban que había perdido el juicio…, que estaba fuera de sí…
             Con un poco que nos pongamos en su piel, aquellos familiares de un aldeano de Nazaret no pueden entender ni aceptar que ese pariente que no fue nada durante tantos años en la aldea, ahora de pronto esté enseñando, rodeado de gentes, en una misión tan agotadora que ni le queda tiempo, para comer.  Más bien lo creen un iluminado, un fanático. Por eso, con un sentimiento de compasión, vienen a llevárselo y a recluirlo en el pueblo. No lo consiguieron; Jesús continuó su labor y ellos marcharon sin conseguir su objetivo.
             Ahora vuelven a la carga. Lo hacen con el señuelo de que también va la madre de Jesús. Encuentran, como la primera vez, a Jesús rodeado de gentes, enseñando, desenvolviendo su misión. Y le mandan recado: tu madre y tu familia están ahí fuera y quieren verte.  Jesús estaba en lo debía estar. Afectivamente hubiera dado el salto y se hubiera ido a ver a su madre. Pero ahora no dependía su vida de los lazos afectivos humanos, y Jesús no se movió de donde estaba. Y respondió con la respuesta de quien sabe que está haciendo lo que debe hacer y lo que pone a Dios por delante de todo lo demás: ¿Quiénes son mi madre y familia? Y paseando una mirada por el corro de los que escuchaban su palabra, dice: Éstos son mi madre y mis hermanos; el que escucha la palabra de Dios y la vive, ese es mi madre, mi hermana y mi hermano. Dejaba zanjada la cuestión ante sus deudos. [Otra cosa es que María, su madre, quedaba ensalzada en su más profundo valor, pues si Jesús estaba ahora mismo donde estaba y haciendo lo que hacía, es porque María, su madre, había escuchado la Palabra de Dios y le había dado el SÍ completo y total].
             También, pues, en esta lectura queda evidente que la liturgia de hoy puede centrarse en aquel supremo mandamiento, que todo judío tenía presente y podía recitar aun dormido: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. O en el modo sintetizado: Amarás a Dios SOBRE TODAS LAS COSAS.
             David, por encima de todo, despojándose de sus mantos de rey, arrostrando críticas de su propia esposa, danzando ante el Arca sagrada, sólo tiene una idea: que ante Dios es capaz de todo, porque así quiere dar gloria a Dios, sobre cualquier otra cosa.
             Jesús, más allá de sus afectos naturales, muy por encima de los pensamientos de sus familiares (que lógicamente no saben de qué va la cosa), sigue tranquilamente enseñando a aquellos que tiene delante, porque está en plena misión. Y en ese momento, Dios está tan por delante y tan por encima, que permanece en lo que está haciendo. Por delante y por encima de todo, Dios, la voluntad de Dios, el agrado de Dios.
             La llamada que nos hace este día es bastante clara, y no digo que sea algo tan evidente en la vida diaria. Cierto que llevamos muy sabido y hasta muy querido ese Amar a Dios sobre todas las cosas. Con todo hemos de ser muy sinceros en mirar la realidad personal, por si acaso hay algo que mejorar… Hacemos muchas cosas “porque nos gustan”. Dejamos de hacer otras “porque nos fastidian”. Descubrimos ciertos pasos que debiéramos dar…: tememos, nos quedamos perplejos…, porque nos alteran nuestro “buen pasar”, porque nuestro “Yo” se pone en medio… Y aunque sigue en pie nuestra convicción de amar a Dios sobre todas las  cosas, a la hora de la verdad aparecen muchos obstáculos, y hay bastantes “cosas” que nos detienen en ese amor que creíamos tan sincero y  absoluto.
             ¿Pasiones? – De muchas clases. Afectos, desafectos, simpatías, antipatías, recelos que rozan el rechazo y hasta cierta actitud de ataque que suena mal y que nada compagina con aquel amor a Dios sobre todas las cosas. Y lo mismo se da en abierto y en oculto, en manifestado que en solapado. Lo que no está limpio es el corazón. Y ERA CON EL CORAZÓN, LA MENTE Y TODO EL SER, como había que tener puesta la vida en el amor a Dios sobre todas las cosas.

             Las lecturas de hoy nos muestran ese “salto mortal” del verdadero amor a Dios por encima de cualquier otra cosa.

lunes, 27 de enero de 2014

ZENIT: el Papa en Santa Marta

27 de enero de 2014 (Zenit.org) - La Iglesia no se puede entender como una simple organización humana, la diferencia la hace la unción que el Espíritu da a los obispo y sacerdotes para servir al pueblo de Dios. Lo ha afirmado el papa Francisco en la misa de hoy lunes en Santa Marta. Por ello el Pontífice ha dado las gracias a tantos sacerdotes santos que dan la vida en el anonimato del servicio cotidiano.
Al comentar la primera lectura de la liturgia de hoy, que habla de las tribus de Israel que ungen a David como su rey, el Papa ha explicado el significado espiritual de esta unción: "Sin esta unción David habría sido solamente el jefe" de "una empresa", de una "sociedad política, que era el Reino de Israel", habría sido solamente un "organizador político". Sin embargo -ha indicado Francisco- "después de la unción, el Espíritu del Señor" desciende sobre él y permanece con él. Y la Escritura dice, ha recordado el Papa: "David iba creciendo cada vez más en el poder y el Señor Dios de los ejércitos estaba con él". Y ha subrayado que "ésta es precisamente la diferencia de la unción". El ungido es una persona elegida por el Señor. Así es en la Iglesia para los obispos y los sacerdotes.
Y el Papa ha explicado: "los obispos no son elegidos solamente para llevar adelante una organización, que se llama Iglesia particular, son ungidos, tienen la unción y el Espíritu del Señor está con ellos. ¡Pero todos los obispos, todos somos pecadores, todos! Pero somos ungidos. Y todos queremos ser más santos cada día, más fieles a esta unción. Y eso es lo que hace la Iglesia precisamente, eso que da la unidad a la Iglesia, es la persona del obispo, en nombre de Jesucristo, porque es ungido, no porque ha sido votado por la mayoría. Porque es ungido. Y en esta unción una Iglesia particular tiene su fuerza. Y por participación también los sacerdotes son ungidos".
El Pontífice ha continuado señalando gracias a la unción, nace en los obispos y los sacerdotes esa alegría y fuerza que permite "llevar adelante a un pueblo, ayudar a un pueblo, vivir al servicio de un pueblo". Dona la alegría de sentirse "elegidos por el Señor, mirados por el Señor, con ese amor con el que el Señor nos mira, a todos nosotros". Así, "cuando pensamos a los obispos y a los sacerdotes, debemos pensarlos así: ungidos".
A continuación el Papa ha observado que "al contrario no se entiende la Iglesia, pero no solo no se entiende, no se puede explicar cómo la Iglesia va adelante solamente con las fuerzas humanas. Esta diócesis va adelante porque tiene un pueblo santo, muchas cosas, y también un ungido que la lleva, que la ayuda a crecer. Esta parroquia va adelante porque tiene muchas organizaciones, muchas cosas, pero también tiene un sacerdote, un ungido que la lleva adelante. Y nosotros en la historia conocemos una mínima parte, pero cuántos obispos santos, cuántos sacerdotes, cuántos sacerdotes santos que han dejado su vida al servicio de las diócesis, de la parroquia; cuánta gente ha recibido la fuerza de la fe, la fuerza del amor, la esperanza de estos párrocos anónimos, que nosotros no conocemos. ¡Hay muchos!"
De hecho, Francisco ha recordado que son muchos "los párrocos de campo o párrocos de ciudad que con su unción han dado fuerza al pueblo, han transmitido la doctrina, han dado los sacramentos, es decir, la santidad".

Finalmente, el Santo Padre ha añadido: "'¡Pero, padre, yo he leído en un periódico que un obispo ha hecho tal cosa o que un sacerdote ha hecho tal cosa!' Eh, sí, también yo lo he leído, pero, dime, ¿en los periódicos vienen las noticias de eso que hacen muchos sacerdotes, muchos sacerdotes en tantas parroquias de ciudad y del campo, tanta caridad que hacen, tanto trabajo que hacen para llevar adelante a su pueblo?' ¡Ah, no! Esto no es noticia. Eh, lo de siempre: hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece. Hoy pensemos en esta unción de David, nos hará bien pensar en nuestros obispos y en nuestros sacerdotes valientes, santos, buenos, fieles y rezar por ellos. ¡Gracias a ellos estamos aquí!".

27 en.- Ciegos, cojos. Blasfemia

Dos temas ya conocidos
             Dos tenas que se han tocado varias veces, de modo más i menos detallado. Continuándose el primer libro de Samuel [5, 1-7; 10], llegamos a la proclamación de David como rey. Y a una de las muchas batallas que libró. Lo significativo de esta batalla de Jerusalén es el dicho de los jebuseos, que marca un pensamiento en las obsesiones farisaicas: menosprecian a David con un dicho irónico y despreciativo: los ciegos y los cojos se bastarán para rechazarte. [Desde entonces, “ciegos y cojos” son despreciados en aquel Israel, al tiempo que precisamente en ellos se centra buena parte del signo mesiánico que encarnará Jesús.
             El evangelio [Mc 3, 22-30], que pone por delante la estupidez de unos fariseos cerrados e ilógicos que acusan a Jesús de haber echado un demonio con el poder del demonio. Es menester tener prejuicios enquistados para poder llegar a ese absurdo. Jesús –y he aquí un bello detalle de San Mateo- los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones…  Jesús pretende ayudarles a ser objetivos, a no dejarse llevar de ideas preconcebidas. Los invita a acercarse… Es suma delicadeza en medio del ataque que acaba de recibir. Pero Jesus quiere resolverlo como personas. Y les pone delante comparaciones de la vida para que comprendan que no tiene sentido lo que acaban de decir. Pues en lo más simple que puede pensarse, ¿qué pasaría en un pueblo donde el alcalde estuviera contra el alcalde…, y el alcalde contra una parte del pueblo? Por lógica el pueblo se divide, unos se ponen a favor y otros en contra, entran en conflicto, y acaba armándose el cisco.
             Pues eso sería Satanás echándose a sí mismo.
             Y como el problema no es el dicho en sí sino lo que ese dicho encierra, Jesús se va mucho más a la raíz y les expresa que hay una situación irreconciliable en la vida de los grupos o las personas: cuando han entrado en situación de error, de soberbia colectiva, de posturas recalcitrantes…, y se aferran a ellas, se envenenan con ellas…, se suben en su pedestal y no dudan –ni siquiera- de estar errados.
             Es evidente que los tales no van a bajarse de donde están. Quiere decir que si entramos en materia de conciencia, no hay remedio, porque por hipótesis ni se reconoce el error, ni se está dispuesto a ceder. Consecuentemente no hay arrepentimiento, ni siquiera duda. Por tanto no hay lugar para una posibilidad de cambio, de apertura a una posible realidad diferente. “Moriréis en vuestro pecado”, dijo Jesús en una ocasión.
             Pues bien: a eso es a lo que Jesús le llama blasfemia contra el Espíritu Santo que no se perdona, y ese tal cargará con su pecado para siempre. Es de cajón. Cualquier pecado se puede perdonar en tanto que se reconozca pecado. Pero cuando no se reconoce, ahí queda encerrada la persona en su propia red.
                [Por qué “blasfemia”: porque negarse a ver la luz y la verdad es un “contra Dios”. ¿Por qué “contra el Espíritu Santo”? Porque es quien pone en el alma las inspiraciones de Dios, de luz, de conocimiento, de gracias. Si hay una negativa y endurecimiento a esa penetración de las inspiraciones del Espíritu, la “blasfemia” es contra el Espíritu Santo].

             Establecido el tema sobre “cosas gordas”, se entiende; ante aquella salida absurda de los fariseos, se entiende. Ahora vendría el ejercicio práctico que entra en nuestro vivir diario, en nuestros anquilosamientos diarios, nuestras posturas inalterables diarias, nuestros enjuiciamientos que ya tenemos anclados y de los que no nos planteamos duda… Pongo ahí esa fácil realidad del que “está en su sitio” y no se plantea ni se quiere plantear si es ahí donde debe permanecer. Y si se lo plantea, ya está parapetándose en sus propias explicaciones para no ceder de tal posición. Ahí está –en el grado que sea- la blasfemia contra el Espíritu Santo…, la situación anclada de quien “de aquí no me baja nadie”. Consiguientemente no habrá posibilidad de plantearse la duda; no podrá plantearse un cambio, una postura diversa. ¡Con “la blasfemia esa hemos topado”!
             La luz que hemos de saber aprovechar es la de la esperanza…, la de la fuerza que tiene el mismo Espíritu Santo…, la gracia magnífica de Jesús que “derriba a Saulo” y le hace pegarse el porrazo y quedarse ciego…, hasta que “se le caigan las escamas de los ojos” por la acción de “un tal Ananías” al que Jesús mismo envía a acoger al soberbio abatido por su propia “desgracia”.  Claro que no fue desgracia sino inmensa gracia de Dios…, es que el Padre Cué expresa como acción de la mano izquierda de Dios, tan bondadosa y llena de misericordia como la derecha, pero sin guante de terciopelo. Porque en la “blasfemia contra el Espíritu Santo” del día a día, no caben explicaciones ni palabras para convencer. Un día tiene que venir el porrazo violento, humillante, que ciega y tira por tierra todos los orgullos, tras todo lo cual está la mano maravillosa de un Dios amante que sale al paso de quien se empeña en mentirse, justificarse, mantenerse en sus trece y creerse que la verdad está sólo de su parte.

             Es un día de gracia aquel en que caen las escamas de los ojos, se pone uno de nuevo en pie, y redescubre que había muchos colores en aquella vidriera de millones de cristalitos… Y que cada color venía de otro sitio distinto del mío…, y que el mundo es más grande que uno mismo.

domingo, 26 de enero de 2014

ZENIT.-26 enero.

26 de enero de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha recitado esta mañana, como cada domingo, la oración del Ángelus desde la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, acompañado por una gran multitud de fieles y peregrinos que han acudido a la plaza de San Pedro. Hoy han estado presentes los jóvenes de Acción Católica de la diócesis de Roma que concluyen con la "Caravana de la Paz" del mes de enero, un mes que tradicionalmente dedican al tema de la paz.
Al finalizar la oración, un niño y una niña pertenecientes a dos parroquias romanas, desde el apartamento pontificio, han  leído un mensaje en nombre de ACR de Roma y han liberado desde la ventana a dos palomas.
Estas son las palabras del Papa antes de la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el Evangelio de este domingo cuenta los inicios de la vida pública de Jesús en las ciudades y en los pueblos de Galilea. Su misión no sale de Jerusalén, es decir del centro religioso, social y político, sino de una zona periférica, despreciada por los judíos más observadores, con motivo de la presencia en esa región de diferentes poblaciones extranjeras; por esto el profeta Isaías indica como "Galilea de las gentes".
Es una tierra de frontera, un zona de tránsito donde se encuentran personas de diferentes razas, culturas y religiones. Galilea se convierte así en un lugar simbólico de apertura del Evangelio a todos los pueblos. Desde este punto de vista, Galilea se asemeja al mundo de hoy: coexistencia de diversas culturas, necesidad de comparación y necesidad de encuentro. También nosotros estamos inmersos cada día en una "Galilea de las gentes", y en este tipo de contexto podemos asustarnos y ceder a la tentación de construir recintos para estar más seguros, más protegidos. Pero Jesús nos enseña que la Buena Noticia que Él trae no está reservada a una parte de la humanidad, es para comunicar a todos. Es un feliz anuncio destinado a cuantos lo esperan, pero también a cuantos quizá no esperan nada más y no tienen ni siquiera la fuerza para buscar y preguntar.
Partiendo de Galilea, Jesús nos enseña que ninguno está excluido de la salvación de Dios, es más, que Dios prefiere partir de la periferia, de los últimos, para alcanzar a todos. Nos enseña un método, su método, que expresa el contenido, es decir la misericordia del Padre. "Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada. ¿Y cuál es la llamada? Salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio".  (Esort. ap. Evangelii gaudium, 20).
Jesús comienza su misión no solo desde un lugar descentrado, si no también con hombres que se les diría de "bajo perfil". Para elegir a sus primeros discípulos y futuros apóstoles, no se dirige a las escuelas de los escribas o de los doctores de la Ley, sino a las personas humildes y a las personas sencillas, que se preparan con empeño a la llegada del Reino de Dios. Jesús va a llamarles allí donde trabajan, sobre la orilla del lago: son pescadores. Les llama, y ellos le siguen, enseguida. Dejan las redes y van con Él: su vida se convertirá en una aventura extraordinaria y fascinante.
Queridos amigos y amigas, ¡el Señor llama también hoy! El Señor pasa por los caminos de nuestra vida cotidiana; también hoy, en este momento, aquí, el Señor, pasa por la plaza. Nos llama a ir con Él, a trabajar con Él por el Reino de Dios, en las “Galileas” de nuestros tiempos. Cada uno de vosotros que piense: el Señor pasa hoy, el Señor me mira, ¡me está mirando! ¿Qué me dice el Señor? Y si alguno de vosotros oye que el Señor le dice: “sígueme”, sea valiente, vaya con Él; Él no decepciona jamás. Escuchad en visestro corazón si el Señor os llama a seguirlo. ¡Dejemos alcanzarnos por su mirada, por su voz, y sigámoslo! “Para que la alegría del Evangelio llegue hasta a los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz”.
Tras la oración del Ángelus, el Santo Padre ha dicho:
Ahora, veis que no estoy solo, estoy en compañía de dos de vosotros que han subido aquí. ¡Son buenos estos dos!
Se celebra hoy la Jornada Mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, aún estando en receso, lamentablemente afecta todavía a muchas personas en condiciones de grave miseria. Es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas. A ellos aseguramos nuestra oración, y rezamos también por todos aquellos que les asisten y, en diferentes formas, se comprometen a derrotar esta enfermedad.
Estoy cerca con la oración a Ucrania, en particular a cuantos han perdido la vida en estos días y a sus familias. Deseo que se desarrolle un diálogo constructivo entre las instituciones y la sociedad civil y, evitando todo recurso y acción violenta, prevalezcan en el corazón de cada uno ¡el espíritu de la paz y la búsqueda del bien común!
Hoy hay muchos niños en la plaza, muchos. Pero también quiesiera, con ellos, dirigir un pensamiento a Cocò Campolongo que a los tres años ha sido quemado en el coche en Cassano allo Jonio. Esta furia sobre un niño tan pequeño parece no tener precedentes en la historia de la criminalidad. Rezamos con Cocò que seguro está con Jesús en el cielo. Por las personas que han hecho este crimen para que se arrepientan y se conviertan al Señor.
En los próximos días, millones de personas, que viven en Extremo Oriente y repartidos en varias partes del mundo, entre los cuales chinos, coreanos y vietnamitas, celebran el fin de año lunar. A todos ellos les deseo una existencia llena de alegría y de esperanza. El anhelo que no se puede suprimir a la fraternidad, que alberga en su corazón, encuentre en la intimidad de la familia el lugar privilegiado donde pueda ser descubierto, educado y realizado. Será esta una preciosa contribución a la construcción de un mundo más humano, en el que reina la paz.
Ayer, en Nápoles, se ha proclamado beata María Cristina de Savoya, que vivió en la primera mitad del siglo XIX, reina de las dos Sicilias. Mujer de profunda espiritualidad y de gran humildad, supo hacerse cargo de los sufrimientos de su pueblo, convirtiéndose en verdadera madre de los pobres. Su extraordinario ejemplo de caridad testimonia que la vida buena del Evangelio es posible en cualquier ambiente y condición social.
Saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos venidos de diferente parroquias de Italia y de otros países, como también a las asociaciones, grupos escolares y otros. En particular, saludo a los estudiantes de Cuenca (España) y las chicas de Panamá. Saludo a los fieles de Caltanissetta, Priolo Gargallo, San Severino Marche y San Giuliano Milanese, y los ex alumnos de la escuela de Minoprio. Quisiera también expresar mi cercanía a la población que ha sufrido inundadaciones en Emilia.
¡Me diirijo ahora a los chicos y chicas de Acción Católica de la Diócesis de Roma! Queridos jóvenes, también esto año, acompañados del cardenal vicario, habéis venido numerosos al finalizar vuestra "Caravana de la Paz". ¡Os doy las gracias! ¡Os doy muchas gracias! Escuchamos ahora el mensaje que vuestro amigos aquí junto a mí, no leerán".
Al finalizar la lectura, los dos niños junto al Papa han lanzado las dos palomas como símbolo de la paz.

Para concluir, el Santo Padre ha deseado a todos un buen domingo y buena comida.

CONVERSIÓN Y UNIDAD

CONVERSIÓN, LUZ Y REINO   Domingo 3 A TO.
             Dos situaciones contrapuestas que hacen resaltar blanco sobre negro. El país de Zabulón y el de Neftali, como expresión del fracaso. Pero en un momento determinado Dios pone ante sus ojos una luz grande que les brilla y les deslumbra en medio de sus sombras. Y con esa luz, les llega la alegría desbordante… Así abre camino la 1ª lectura de Isaías (9, 1-4).
             En el Evangelio (Mt 4, 12-23) se hace realidad concreta lo que se encerraba en aquella profecía. Tomado el evangelista el mismo texto de Isaías, presenta a Jesús… Han arrestado a Juan y Jesús se establece en Cafarnaúm, precisamente en el territorio de Zabulón y Neftali. Y allí donde había sombras de muerte, aparece Jesús como esa luz grande que comienza predicando: Convertíos, porque está cerca el reino de los Cielos. Es la luz más grande que puede anunciar Jesús: el ansiado y necesario momento en que el rey no sea ya un hombre cualquiera, sino que sea Dios quien tome el cetro para dirigir un pueblo que caminaba en tinieblas.
             Aquella nación estaba necesitada, como su misma vida, volverse hacia Dios y poner a Dios en el horizonte de toda su historia…., y que sea el punto de referencia pleno sobre el que se recomience una historia que han perdido.  El primera paso para esa recuperación es convertirse…, entrar dentro de sí y sacar afuera esa carga de error, o incluso de mentira, que han acumulado dentro, a través de tiempos de irreflexión, de infidelidad, de no haber puesto a Dios como ese referente primordial.
             Y Dios –que hace las cosas con tanta humanidad- ha enviado a Jesús. A Dios nadie lo ha visto… Pero Jesús está ahí y transita por los caminos y aldeas y plazas. Y Jesús pasa por medio de las gentes y ve a dos hermanos, Simón y Andrés –pescadores en el Lago- y les dice sin más: Venid, seguidme, y os haré pescadores de hombres. Y sigue adelante y hace lo mismo con Juan y Santiago, otros pescadores. Lo llamativo es que unos y otros dejan en el acto sus redes, su barca, incluso su familia, y sin pedir aclaración de esa llanada, se embarcan en esa nueva barca de Jesús, en la las redes se dirigirán hacia los corazones de los hombre y mujeres de Israel. Se está constituyendo ese nuevo reino, en el que Jesús lleva el cetro de Dios, para que en la tierra se establezca el reino de los Cielos… Que lo que es el Cielo: el lugar donde Dios tiene su trono, y donde sus ángeles revolotean jubilosos cantando a gloria de Dios el triple “Santo”, se realice ya en nuestra tierra, la que habitamos.
             Que si Jesús pasó por aquel territorio, proclamando la Buena Noticia, el Evangelio del Reino, curando toda enfermedad y toda dolencia, podamos entender que todo eso queda como símbolo de algo mucho más profundo y de dimensiones mucho más amplias… Porque “enfermedad” o “dolencia” no es sólo la que va al médico, la que necesita cura del cuerpo. Jesús ahora en nuestro momento real, histórico, viene a este mundo con esa misma misión curativa, liberadora…, imponiendo sus manos sobre el espíritu de cada uno, porque lo urgente de este momento de sanar lo de dentro de nuestros corazones.  Mal estaríamos entendiendo todo el sentido esencial cristiano, si no tuviera su plasmación concreta en un sentido de CONVERSIÓN en lo profundo del alma.
             No está en vano la 2ª lectura de hoy. La insistencia de Pablo es de una actualidad rabiosa: Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos  con un mismo pensar y sentir.
             Hemos acabado ayer la Semana de Oración por la Unión de las Iglesias  Cristianas, que es la vergüenza misma de la mala práctica de a fe. “Me he enterado –dice Pablo- que andáis divididos”…; ¿está Cristo dividido? Yo creo que hoy podremos tener muchos pecados concretos personales, que está desagradando a Dios, y de los que tenemos necesidad de convertirnos [la decisión y los medios también concretos que honradamente debemos poner, porque con Dios no se juega]. Pero si entramos más dentro de nuestra realidad en la Iglesia, hay un pecado que está clamando al Cielo, como un puño amenazador cerrado contra el mismo Dios: esta ridícula fragmentación de grupúsculos absurdos, que San Pablo ya concretaba en casos claros: Yo soy de Cloe, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Pablo, yo de Cristo. [Cambiad ahora esos nombres, bien sean de personas o sean de instituciones, movimientos, grupos, hermandades, congregaciones…, o lo que sea…, y sintámonos protagonistas del más ridículo esperpento que puede darse dentro de una misma fe…: que quienes adoramos a un mismo Dios, y pretendemos seguir un mismo Cristo, andemos tirándonos piedras –a veces verbales y directas o indirectas- contra la otra cofradía o la otra persona, como el vómito asqueroso del mal estómago –egoísta y gallito- que llevamos dentro. ¿Esta Cristo dividido? Lo terrible es que así lo parece. Que la CONERSIÓN que debe poner todos los caballos en la misma dirección tirando del carro para que venga de verdad el Reino de los Cielos, es algo que no se alcanza señalando con el dedo, sino metiéndose dentro de sí mismo para ver la parte que a mí me toca poner para suavizar, comprender, poner caridad cristiana, delicadeza y “suavizante”, y eliminar esos “garbanzos en el zapato ajeno”, que son la negación flagrante de todo lo bueno que podemos predicar.

             En Zabulón y Neftalí, brilló una luz grande…

sábado, 25 de enero de 2014

ZENIT: El Papa al acabar Semana de la Unidad.

25 de enero de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha presidido esta tarde la oración de las vísperas por la solemnidad de la Conversión de san Pablo Apóstol y la conclusión de Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este año ha reflexionado sobre la cita de san Pablo a los Corintios: "¿está dividido Cristo?" En las vísperas celebradas en la Basílica San Pablo Extramuros han participado también representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en Roma.
Publicamos a continuación las palabras que el Papa ha pronunciado durante la celebración:
Queridos hermanos y hermanas:
«¿Está dividido Cristo?» (1 Co 1,13). La enérgica llamada de atención de san Pablo al comienzo de su Primera carta a los Corintios, que resuena en la liturgia de esta tarde, ha sido elegida por un grupo de hermanos cristianos de Canadá como guión para nuestra meditación durante la Semana de Oración de este año.
El Apóstol ha recibido con gran tristeza la noticia de que los cristianos de Corinto están divididos en varias facciones. Hay quien afirma: «Yo soy de Pablo»; otros, sin embargo, declaran: « Yo soy de Apolo»; y otros añaden: «Yo soy de Cefas». Finalmente, están también los que proclaman: «Yo soy de Cristo» (cf. v. 12). Pero ni siquiera los que se remiten a Cristo merecen el elogio de Pablo, pues usan el nombre del único Salvador para distanciarse de otros hermanos en la comunidad. En otras palabras, la experiencia particular de cada uno, la referencia a algunas personas importantes de la comunidad, se convierten en el criterio para juzgar la fe de los otros.
En esta situación de división, Pablo exhorta a los cristianos de Corinto, «en nombre de nuestro Señor Jesucristo», a ser unánimes en el hablar, para que no haya divisiones entre ellos, sino que estén perfectamente unidos en un mismo pensar y un mismo sentir (cf. v. 10). Pero la comunión que el Apóstol reclama no puede ser fruto de estrategias humanas. En efecto, la perfecta unión entre los hermanos sólo es posible cuando se remiten al pensar y al sentir de Cristo Jesús (cf. Flp 2,5). Esta tarde, mientras estamos aquí reunidos en oración, nos damos cuenta de que Cristo, que no puede estar dividido, quiere atraernos hacia sí, hacia los sentimientos de su corazón, hacia su abandono total y confiado en las manos del Padre, hacia su despojo radical por amor a la humanidad. Sólo él puede ser el principio, la causa, el motor de nuestra unidad.
Cuando estamos en su presencia, nos hacemos aún más conscientes de que no podemos considerar las divisiones en la Iglesia como un fenómeno en cierto modo natural, inevitable en cualquier forma de vida asociativa. Nuestras divisiones hieren su cuerpo, dañan el testimonio que estamos llamados a dar en el mundo. El Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, refiriéndose al texto de san Pablo que hemos meditado, afirma de manera significativa: «Con ser una y única la Iglesia fundada por Cristo Señor, son muchas, sin embargo, las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; ciertamente, todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y marchan por caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido». Y, por tanto, añade: «Esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura» (Unitatis redintegratio, 1). Todos nosotros hemos sido dañados por las divisiones. Todos nosotros no queremos convertirnos en un escándalo. Por esto todos nosotros caminamos juntos fraternalmente hacia la unidad también haciendo unidad en el caminar, esa unidad que viene del Espíritu Santo que nos lleva a una singularidad especial que solamente en Espíritu Santo puede hacer, la diversidad reconciliada. El Señor nos espera a todos, nos acompaña a todos y con todos nosotros en este camino de la unidad.
Queridos amigos, Cristo no puede estar dividido. Esta certeza debe animarnos y sostenernos para continuar con humildad y confianza en el camino hacia el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo. Me es grato recordar en este momento la obra de dos grandes Papas: los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. Tanto uno como otro fueron madurando durante su vida la conciencia de la urgencia de la causa de la unidad y, una vez elegidos a Obispos de Roma, han guiado con determinación a la grey católica por el camino ecuménico. El papa Juan, abriendo nuevas vías, antes casi impensables. El papa Juan Pablo, proponiendo el diálogo ecuménico como dimensión ordinaria e imprescindible de la vida de cada Iglesia particular. Junto a ellos, menciono también al papa Pablo VI, otro gran protagonista del diálogo, del que recordamos precisamente en estos días el quincuagésimo aniversario del histórico abrazo en Jerusalén con el Patriarca de Constantinopla, Atenágoras.
La obra de estos predecesores míos ha conseguido que el aspecto del diálogo ecuménico se haya convertido en una dimensión esencial del ministerio del Obispo de Roma, hasta el punto de que hoy no se entendería plenamente el servicio petrino sin incluir en él esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo. También podemos decir que el camino ecuménico ha permitido profundizar la comprensión del ministerio del Sucesor de Pedro, y debemos confiar en que seguirá actuando en este sentido en el futuro. Mientras consideramos con gratitud los avances que el Señor nos ha permitido hacer, y sin ocultar las dificultades por las que hoy atraviesa el diálogo ecuménico, pidamos que todos seamos impregnados de los sentimientos de Cristo, para poder caminar hacia la unidad que él quiere. Caminar juntos ya es hacer unidad.
En este ambiente de oración por el don de la unidad, quisiera saludar cordial y fraternalmente a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia David Moxon, representante del arzobispo de Canterbury en Roma, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades Eclesiales que esta tarde han venido aquí. Estos dos hermanos en representación de todos hemos rezado en el sepulcro de Pablo. Y hemos dicho entre nosotros, 'recemos para que Dios nos ayude en este camino, este camino de la unidad, del amor, haciendo camino de unidad'. La unidad no vendrá como un milagro al final, la unidad viene en el camino, la hace el Espíritu Santo en el camino. Si nosotros no caminamos juntos, si nosotros no rezamos los unos por los otros, si nosotros no trabajamos juntos en tantas cosas que podemos hacer en este mundo por el Pueblo de Dios, la unidad no vendrá. Se hace en este camino, en cada paso. Y no la hacemos nosotros, la hace el Espíritu Santo que ve nuestra buena voluntad.

Queridos hermanos y hermanas, oremos al Señor Jesús, que nos ha hecho miembros vivos de su Cuerpo, para que nos mantenga profundamente unidos a él, nos ayude a superar nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos. Y recordamos que la unidad siempre es superior al conflicto. Y nos ayude a estar unidos unos a otros por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones (cf. Rm 5,5 ). Amén.

25 ene: A vueltas con EL HABLA..., en Saulo

De Saulo a Pablo
             Desde que asistí a la presentación del libro “Dime cómo hablas” que acaba haciendo de espejo de personalidad, el día de hoy me hace aterrizar en un hecho concreto “en que se confirma lo dicho con algunos ejemplos”, como aquellos famosos enunciados de capítulos del “Ejercicio de perfección y virtudes cristianas”, del P. Alonso Rodríguez. Nuestro personaje hoy en cuestión es Saulo. Un fanático fariseo, como él mismo se define, alumno de Gamaliel –otro acérrimo maestro del judaísmo- con quien aprende Saulo “hasta el último detalle de la Ley de nuestros padres”. Consecuencia de esa seguridad en si y en “su verdad”: he servido a Dios con tal fervor que yo perseguí a muerte este “nuevo camino” [el cristianismo], metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres… Ya está retratado el sujeto: no hay más verdad que la suya; no hay más modo de poder concebir la religión que a su manera. Y quien no pasa por ahí, va a la cárcel, perseguido a muerte.
             Y en esas está y pide salvoconducto para poder pasara Damasco y seguir su destrucción de los seguidores de la nueva fe. Y a Damas co se dirige.
             Y allí lo espera Jesús. Al soberbio Saulo, se le cae el mundo encima cuando –sin saber por qué ni por qué no- sale rodando por los suelos, y ciego. Y una voz que le pregunta: Saulo, ¿por qué me persigues? Saulo se queda petrificado. Alguien más grande que él le está haciendo tragar el polvo, única manera de que el fanfarrón recapacite. Y Saulo, ciego y sin poder valerse, pregunta: ¿Quién eres, Señor? Y la respuesta misteriosa, impensable: Yo soy Jesús a quien tú persigues.
             Saulo estaba desbordado. Si fuera un hombre superficial, podría revolverse contra aquella respuesta, porque a él ni se le habría ocurrido perseguir a un muerto bien muerto. Para un alma superficial, que no sabe ir más adentro de la corteza exterior, aquella respuesta recibida la hubiera discutido, negado…, y se habría revuelto entre mil justificaciones. Pero Saulo es hombre sincero y leal y no deja escapar aquella respuesta. Hay que meterla dentro  e interiorizarla. [Sacudírsela es muy fácil…, pero muy poco sincero].  Para más inri, el Señor Jesús, que le ha hablado, no le dice la solución final, sino que vaya a ponerse bajo la tutela y enseñanza de uno de esos cristianos a quienes perseguía, para que él le instruya.
Bajo él recobró Saulo la vista, fue bautizado, se le perdonaron sus pecados, y Ananías le anunció el proyecto de Jesús sobre él.
Ya podríamos dar por concluida la historia. Ya hemos llegado al final feliz. Y sin embargo no se acabó ahí, Saulo no era de los que cambiaban por una emotividad, ni por una conveniencia.  Saulo necesitaba ahondar, entrar dentro de sí, profundizar en su YO íntimo, porque mientras no lo hiciera así no habría llegado al meollo de su realidad personal…, y por consiguiente, sus “conversiones”, sus “nuevos deseos”, sus “decisiones”…, se podían convertir en agua de borrajas… Otra vez ve, otra vez está en su plenitud…, y podían olvidársele los buenos propósitos y volver a las andadas.
No es inventar por inventar. Es más que constatado que hay “cambios y olvidos” que ni han cambiado ni olvidado, “perdones” que no son verdaderos, “resabios” que reaparecen a la primera de cambio, y acaban expresándose aunque sea cantando el himno de la alegría. Porque se pensó haber liberado el veneno, pero estaba ahí la bolsa de pus en el corazón, y va a salir a la primera ocasión que se presente. [El lenguaje expresa mucho más que ideas, como nos decía el P. Glez. Vallés, y –por decirlo así- vomita más de lo que pensamos].
             Saulo, pues se retira al desierto de Arabia… una larga temporada, sin entrar en contacto con lo exterior, porque lo verdaderamente importante que cambiar era su interior. Tenía que meditar mucho, interiorizar mucho, descubrir mucho esos “fosos” de que hablará un día Santa Teresa de Jesús, en los que hay demasiadas salbandijas… Y mientras esas estén ahí, no se va a poder ver con objetividad la verdad que uno mismo encierra dentro.
             Cuando Saulo “haya muerto” en ese examen profundo de su YO envenenado, y haya nacido un PABLO tan nuevo que ya nada queda –ni en ocultas recámaras- de aquel perseguidor de Tarso…, hemos entrado en lo que Jesús expresó como única manera de vivir la nueva era: cuando se aniquilan los odres viejos, porque EL VINO ES NUEVO Y NECESITA VASIJAS MUY NUEVAS QUE NO REVIENTEN ante la fuerza de la nueva realidad.

             Y esto no es nada fácil. Tanto más cuanto que los “saulos” de la vida diaria, ni nos creemos ciegos, ni preguntamos, ni dudamos, ni cedemos, ni nos replanteamos, ni nos retiramos a reflexionar para siquiera sospechar que yo puedo estar equivocado, o no poseer más que un pedacito de verdad…, y que otros –que lo mismo puede ser un niño que un joven que un papá o mamá, que un abuelo- tienen otros “cachitos de verdad” que si los vamos juntando y no despreciando, nos van a enriquecer a todos. Y podemos nacer como nuevo “Pablo”, mucho más completo, más maduro, más respetuoso hacia  arriba o hacia abajo, porque de la boca de los niños de pecho sacarás alabanza…, o “Dios hace más respetable al padre que a los hijos y afirma la autoridad de la madre”…, y “aunque su mente chochee, ten indulgencia…” “La piedad para con tu padre no se olvidará; será tenida en cuenta para pagar tus pecados” [Ecclo 3.3-17]. ¿Y solamente es cosa de padres o madres, o sólo de niños de pecho?  A las personas inteligentes les basta “el guión” para saber que hay referencia mucho más amplia ahí detrás, y que abarca una gama mucho más amplia que “papá”, “mamá” o niño mamoncillo.

viernes, 24 de enero de 2014

ZENIT: El Papa, 24 ene: PUENTES, NO MUROS

24 de enero de 2014 (Zenit.org) - No es fácil construir el diálogo con los otros, especialmente si con ellos nos divide el resentimiento. Pero el cristiano busca siempre este camino de escucha y reconciliación, con humildad y mansedumbre porque es lo que ha enseñado Jesús. Este ha sido el tema afrontado en esta mañana de viernes por el Santo Padre en la homilía de Santa Marta.
Me rompo pero no me doblo, afirma una cierta sabiduría popular. Me doblo para no romper, sugiere la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero, con su dureza, fácilmente destinado a alzar muros de incomunicación entre personas, hasta la degeneración del odio. El segundo se inclina a crear puentes de compresión, también después de una pelea. Pero, ha advertido el Papa, con la condición de buscar y practicar "la humildad". Al centro de la reflexión del Santo Padre en la homilía, ha estado el encuentro entre el Rey Saúl y David.  Tal y como ha recordado Francisco, David tiene la ocasión de matar a Saúl, pero elige "otro camino: el camino de acercarse, de aclarar la situación, de explicarse. El camino del diálogo para hacer la paz".
Y con estas palabras ha proseguido: "para dialogar es necesaria la mansedumbre, sin gritar. Y necesario también pensar que la otra persona tiene algo más de mí, y David lo pensaba: 'Él es el ungido del Señor, es más importante que yo'. La humildad, la mansedumbre... Para dialogar, es necesario hacer lo que hemos pedido hoy en la oración, al inicio de la misa: hacerse todo a todos. Humildad, mansedumbre, hacerse todo a todos también  - pero no está escrito en la Biblia - todos saben que para hacer estas cosas es necesario aguantar mucho. Pero, debemos hacerlo, porque la paz se hace así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en el otro la imagen de Dios".
El Santo Padre reconoce que "dialogar es difícil". Pero peor que intentar construir un puente con un adversario es dejar que crezca en el corazón el resentimiento hacia él. Así ha afirmado que de este modo quedamos "aislados en este caldo amargo de nuestro resentimiento". Sin embargo, tomando como ejemplo a David, un cristiano vence el odio con un acto de humildad.
De esto modo lo ha explicado: "humillarse, y siempre hacer el puente, siempre. Siempre. Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es fácil. Jesús lo ha hecho: se ha humillado hasta el final, nos ha hecho ver el camino. Y es necesario que no pase mucho tiempo: cuando está el problema, lo antes posible, en el momento en el que se pueda hacer, después que ha pasado la tormenta, acercarse al diálogo, porque el tiempo hace crecer el muro, como hace crecer la mala hierba que impide el crecimiento del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la reconciliación:¡es muy difícil!"
Francisco ha afirmado, como ya ha hecho en otras ocasiones, que no es un problema si "algunas veces vuelan los platos", también "en la familia, en las comunidades, en los barrios", porque lo importante asegura el Papa, es "buscar la paz lo antes posible", con una palabra, un gesto. Un puente más que un muro, como el que por tantos años dividió Berlín. Porque "también en nuestro corazón está la posibilidad de convertirse en Berlín con el Muro con otros", ha dicho el Pontífice.

Para concluir, ha reconocido que "yo tengo miedo de estos muros, de estos muros que crecen cada día y favorecen los resentimientos. También el odio. Pensemos en este joven David: habría podido vengarse perfectamente, habría podido eliminar al rey y él eligió el camino del diálogo, con la humildad, la mansedumbre, la dulzura. Hoy, podemos pedir a san Francisco de Sales, Doctor de la dulzura, que nos dé a todos nosotros la gracia de hacer puentes con los otros, nunca muros".

LIBRO PRESENTADO AYER

“DIME CÓMO HABLAS”
             Ayer vivimos el regalo de la presentación del libro “DIME CÓMO HABLAS. Guía práctica de psicolingüística”. Su autor, el jesuita Carlos González Vallés, con 100 publicaciones a sus espaldas, en varios idiomas. Porque él mismo es políglota, no sólo en lenguas básicas europeas, sino también en la India donde estuvo muchos años destinado, y donde llegó a ser Catedrático de universidad. Recibió el máximo galardón que se otorga en lengua guyariti, a cuya literatura se dedicó). Una mente despejada y privilegiada, con un don notable de comunicación.
             Hizo un ameno repaso de “modos de hablar” que suelen usarse en el lenguaje diario y que constituyen una radiografía de la personalidad. Por eso hablaba de la psicolingüística. Y tan daba en el clavo, y tan reflejados nos íbamos viendo en diversos “tipos”, que los asistentes (que llenaban completamente el Salón de Actos del AULA ARRUPE), no podíamos menos que reírnos porque nos estaba retratando. Y como bien sabemos la tendencia normal de pensar  “lo bien que le encaja esto a…”, nos estaba siendo una estupenda ayuda para ese conocimiento de otros a través de sus escritos o expresiones, o bien para entender el lenguaje “subliminar” que hay en ellos. Y para que otros nos retrataran a cada uno de los demás, por supuesto.
             Con su conocimiento de lenguas, países, regiones, puso también claros ejemplos de esas otras formas de expresión. Y para probar la fuerza que tiene la palabra, y como no es un mero sonido ni siquiera un mero concepto, expuso una anécdota que vivió en la India, en primera persona. Dado el gran prestigio que gozaba allí, dio cursos de Matemática moderna a todo el profesorado de Matemáticas indio. Y hasta lo invitaron los brahmanes a una conferencia religiosa en inglés. Nuestro Padre G. Vallés observó que la palabra “Dios” (en inglés) no hacía ni parpadear a aquellos gurús religiosos. Y con dotes de observación comprendió que “Dios” les era un simple concepto que nada les aportaba ni conmovía. A menos de 10 minutos de iniciada su conferencia cayó en la cuenta de que –aunque la conferencia fuera en inglés- había que utilizar la expresión “materna” con la que aquellos hombres habían recibido su sentido espiritual, su referencia a Dios. Y usó la expresión india. Y pudo comprobar que variaba por completo la actitud de escucha y reacción. El lenguaje no son sólo palabras. En el lenguaje hay un alma volcada ahí.
             Me resultó iluminador. El lenguaje subliminar retrata a cada uno y, por decirlo así, lo desnuda. Aparecen fácilmente los sentimientos que parecen dominados, ocultos, o sencillamente que traumatizaron y su llaga supura. O bien muestran miedos, temores, respetos humanos, perdones que nunca fueron verdaderos, miedo cerval a salir del círculo que les es favorable (tendencias al ocultamiento de algún dato personal), etc.
             Es evidente que el libro en sí es el que va mostrando el enorme abanico de subterfugios tras los que siempre aparecerá en el lenguaje que “yo no he sido el que equivocado”: uno piensa que…”; “se cayó el plato”; “el escrito ha salido mal”…, etc., etc.  Se ha evitado decir: “Yo pienso”, “he dejado caer…”; he hecho un mal escrito”.
             Los asistentes aplaudimos a rabiar y con un buen sentido del humor, porque, en la realidad, nos habían puesto delante el espejo.


             Como es natural aporto más una impresión que una reseña. No la pretendía. Pero que eso está ahí, y que yo ahora tengo que pensar mejor mi modo de decir o escribir. Porque en mis subterfugios, en mis expresiones subliminares, hay mucha más matraca de la que yo mismo pensaba.

24 enero: RASTROS

ELEGIDOS DEL SEÑOR
             Un término que de una u otra forma aparece en las dos lecturas de hoy. Saúl, respetada su vida por David, porque es “el ungido del Señor”.
             El Evangelio, en el que la gran “unción” que reciben aquellos Doce es la de la voluntad favorable de Jesús que “llamó a los que Él quiso”. Así de simple, se sencillo, de sublime. Sube Jesús a la montaña, “llama a los que Él quiso, y se fueron con Él”. Y el evangelista va plasmando los nombres de los elegidos de Jesús, uno detrás de otro, y algunos con alguna coletilla que les identifica de modo particular. Desde el Simón Pedro (piedra, fundamento de ese grupo de Doce); “Truenos” para Juan y Santiago, tan fogosos y explosivos, hasta llegar a Judas Iscariote (que siempre aparecerá en las listas con el baldón de “traidor”, “el que lo entregó”).
             Ahora bien: cuando Jesús elige a los Doce, están todos en igualdad de condiciones. En otro evangelista se dice expresamente que los elige “para que estén con Jesús y para expulsar demonios” (para la obra mesiánica, de la que han de ser instrumentos y continuadores; también Judas, por supuesto, porque a Jesús no se le podía ni pasar por la mente elegir a uno para que fuera traidor). Todos están en la línea de salida con las mismas posibilidades de llegar triunfadores a la meta. A todos los instruyó igualmente Jesús, ante todos ellos realizó sus obras; todos vieron las mismas cosas. Ante todos se abrió el mismo horizonte.
             Nunca me resisto a ver un rastro de aquella elección de los que Jesús quiso. Y en el “rastro” de esos Doce, irnos situando cada uno de nosotros. Los siempre decididos (y hasta imprudentes) pero inmensamente nobles, como Simón. Los “hormiguitas” como Andrés, que están en la penumbra, y sin embargo fue el responsable de que Simón conociera a Jesús y fuera conocido de Jesús. Los Santiago y Juan, “truenos” que se pasan tres pueblos en diversas ocasiones por la impetuosidad de su temperamento. Tomás, otro volcán dispuesto a “morir con Él”…, y terco como él solo ante el anuncio de la Resurrección que le hacen los compañeros. Los “Bartolomé”, de vida interior, amante de la noche, bajo su misteriosa higuera…, a quien Jesús le anunció que vería “cosas mayores”; por una parte tan íntimo y por otra parte “discípulo oculto”… Los “Felipe”, que también conducen a Jesús cuando alguien duda de quién es y cómo es el Maestro…, y se desaniman porque “¿de dónde pueden sacar pan para dar de comer a una multitud? Queda Judas…, y no sé si decir “los Judas”, aunque preferiría que se quede solo en su sitio, sin que nadie se pueda sentir en ese espantoso rastro y baba de quien no supo dejarse amar, ni amar otra cosa que su “YO” y sus ideas. Pudo ser “San Judas” y quedó en un ahorcado por la desesperación y con las entrañas –malas entrañas- reventadas, abiertas y desparramadas por el suelo, como quien deja a la vista –de una vez- lo que había albergado en ellas a través de un proceso de deterioro de su persona y de sus sentimientos.
             Ahí está ahora el rastro…, tras de quién, cómo y por qué nos situaríamos.  Hay por ahí un “ejercicio” de la dinámica de grupo por el que –una vez que se han descrito “tipos” diversos, cada participante del curso se debe situar en la silla que corresponde al tipo que él cree representar. Y los otros tienen la posibilidad de venir a levantarlo de esa silla y situarla en otra (porque alguno no se colocó realmente en donde le correspondía, quizás por no conocerse, quizás por esa tendencia a aparecer como “mejor”). Ahora nosotros nos estamos situando tras cada apóstol, tal como nos consideramos a nosotros mismos. Somos unos elegidos porque Él nos quiso, y ahora cada cual hemos de desarrollar todas nuestras capacidades para ser y estar realmente en ese lugar que corresponde a quien ha sido particularmente querido por Jesús.
             Si hiciéramos un planing de dónde nos situamos cada uno, y pudiera verse virtualmente, con posibilidades de que venga otro, nos levante de ese sitio y nos sitúe en otro diverso lugar, estoy seguro lo que nos iba a molestar. Soy testigo de situaciones así. Y tengo evidencia de quienes vendrían a levantar a alguien para colocarlo cuatro sillas más abajo, como es evidente que otros harían con ese o esa tal que vino a corregir el sitio. ¿Cree alguien que Simón iba a dejar a Juan “sentarse  a la derecha o a la izquierda del Jesús-futuro rey? ¿Se iba a dejar Tomás que otros supieran o pudieran más que él, que era quien estaba dispuesto a lo más…, aunque luego fuera un insolente?  ¿Iba Judas a aceptar que lo colocaran en la cloaca de aquel grupo, cuando él se sentía el único conocedor de los errores del mesianismo de Jesús, que fueron los que le llevaron a pretender apartarlo de la vida pública…, porque era insufrible su palabra?
             De verdad: ¿dónde nos situaríamos cada uno, con la verdad del corazón en la mano, sin dar lecciones a nadie, sin cambiar a nadie de su silla…, porque bastante tenemos cada uno con mirarnos a nosotros mismos y conocernos…, y saber el mucho trayecto que queda entre “Simón” y Pedro, entre pedir fuego del Cielo y escribir las cartas sublimes sobre el amor cristiano; entre el Judas elegido para todo lo más y el “traidor”…?

             O entre el David, noble, respetuoso hasta la veneración del “ungido del Señor”, a quien respeta aunque Saúl viene para matarlo…,y el propio Saúl, envidioso, de instintos de muerte, sentimentalón al momento siguiente, lloroso, arrepentido…, para volver luego a las andadas…