martes, 31 de diciembre de 2019

31 diciembre: Es la última hora


LITURGIA       
                      Me es muy sugerente el texto de la 1ª lectura para un día último de año. Parece que está escrito para esa ocasión, y la verdad es que es la continuación del texto de ayer. 1Jn.2,18-21 comienza con una llamada: Hijos míos, es la última hora. Como un toque de atención a nosotros que hemos llegado a este final, y que hemos de vivirlo con acción de gracias y con expectativa. “La última hora” parece un aviso de algo que llega a su final y debe rendir cuentas.
          Pero a su vez mira hacia adelante, como advertencia, porque habéis oído que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que ya es la última hora. Cierto que para San Juan aquella aparición de tantos enemigos de Cristo es la señal del fin del mundo, y entonces le es mucho más significativa esa “última hora”.
          Le duele al apóstol que han salido de entre nosotros. ¡Pero no eran de los nuestros! (expresión que para Juan es muy cordial: “los nuestros” son los que tienen un mismo pensar y un mismo querer, una misma fe, un mismo modo de proceder). Lo que no quita que de en medio del grupo de los mismos creyentes, han surgido anticristos. ¿Nos extraña mucho eso, dicho a nosotros, que vivimos una realidad muy semejante, en la que muchos que estuvieron en la práctica cristiana, se han vuelto contra la Iglesia y contra el mismo Papa? Si hubieran sido de los nuestros, hubieran permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.
          Concluye levantando el ánimo de “los nuestros”: En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo sabéis. Os he escrito no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.

          En el evangelio volvemos al Prólogo de San Juan, que ya leíamos en la MISA DEL DÍA del 25 (Navidad). Es una pieza casi mística del evangelio, en la que el evangelista nos sube hasta la misma eternidad de Dios, para mostrarnos que el Niño que ha nacido en Belén, el Hijo de María, es Hijo de Dios, que existe desde el principio, desde la eternidad, siendo igual al Padre, y siendo Dios. Y es, por lo mismo el Creador, porque nada de lo que existe se ha hecho sin él: Por medio de la Palabra se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
          Palabra, Verbo y Luz y Vida: En la palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibe. No hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver. “La tiniebla” es esa cegazón que se niega a ver, y por tanto no recibe la Luz.
          La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella. Y sin embargo el mundo no la conoció. Es el concepto peyorativo del mundo, aquel por el que el propio Jesús dijo que no rogaba, porque está asentado en el maligno.
          Porque hay otra realidad del mundo de las criaturas fieles, y a cuantos la recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Son lo que han nacido de nuevo por la gracia de Dios.
          Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia de verdad
          Puede comprender el lector que no hay mucho que poder explicar. Nos ha subido Juan a las alturas y sólo queda la posibilidad de arrodillarse ante la sublimidad de lo que ha expuesto. E irlo rumiando poco a poco y haciéndolo propio pensamiento y vivencia espiritual, porque nos queremos sentir entre “los nuestros”, los que viven la fe absoluta en la palabra revelada.


Y feliz año 2020

lunes, 30 de diciembre de 2019

30 diciembre: A los 40 días


LITURGIA       
                      Hoy volvemos a una liturgia más propia del tiempo de Navidad, en lo que se llaman Días dentro de la Octava de Navidad. Naturalmente no tenemos unas lecturas que nos hablen ya del misterio de Belén, porque no hay relatos de ello en el evangelio. Seguimos con lo que en San Lucas se narra después del acontecimiento, que es la PRESENTACIÓN EL NIÑO EN EL TEMPLO, que se produce a los 40 días de haber dado la madre a luz al primer hijo de un matrimonio, y haberse cumplido la cuarentena de la mujer. De hecho este evangelio lo volveremos a tener el 2 de febrero, que son los 40 días desde el 25 de diciembre.
          Es todo un ritual (Lc.2,22-35): los padres traían al Niño (varón y primer nacido) para presentarlo y ofrecerlo a Dios, a la par que se le rescataba, según la ley, y de acuerdo con las posibilidades económicas de la familia. Para una familia pobre el rescate era un par de tórtolas o dos pichones. El padre se acercaba hasta el atrio donde el sacerdote tomaba al Niño, y donde era rescatado por la entrega de aquella ofrenda. La madre no había pasado del atrio de las mujeres, y allí esperaba. Hay un empeño especial en dejar patente que con Jesús se cumplen todas las prescripciones de la ley, y por eso, repetitivamente, se va diciendo en el texto: como dice la ley del Señor.
          Cuando entraban en el templo para cumplir lo prescrito por la ley, y antes de que se haga la presentación, surge un anciano que les sale al paso, y tomando al niño en sus brazos, bendijo a Dios, diciendo: Ahora puedes dejar a tu siervo ir en paz (ya puedo morir), porque mis ojos han visto al Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Profecía que iba mucho más lejos de lo que podría haber en el pensamiento de cualquier israelita, que consideraba al Mesías como salvador de Israel, y no de las naciones y pueblos no israelitas.
          Simeón se dirigió a la madre y le anunció otra profecía: Mira: éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten: será como bandera discutida; así quedará clara la actitud de muchos corazones. Jesús en su vida deseó y procuró levantar a toda criatura que llegara a el. Pero también es verdad que ante Jesús, a través de la historia, se van a producir movimientos de acercamiento en unos y de alejamiento en otros, y que ante esa bandera levantada y puesta en alto, va a haber reacciones a favor y en contra; unos que le aceptan y otros que le rechazan; unos que le siguen y otros que le crucifican.
          De ahí que una espada atravesará tu alma, dice el anciano a la madre. Y devolvió al Niño y se retiró. Había dejado sembrada toda una historia que se irá con el tiempo desenvolviendo en la vida de Jesús y de María.

          La 1ª lectura es de la 1ª carta de San Juan, que estamos siguiendo esta temporada. (2,3-11). Dice el evangelista: Os escribo, hijos, porque se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno.  Padres e hijos en la mira de San Juan y con una visión positiva de la vida.
          Os repito, hijos, porque conocéis al Padre. Os repito, padres, porque ya conocéis al que existía desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno. Segunda tanda en la misma línea de la primera.
          Sigue una exhortación, que ahora es doctrinal: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero -, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Concupiscencia de la carne, que es fácil de entender. Y para el mundo de hoy, el “dios” al que se le enciende el incienso de la pasión, tan arraigada que llega a ser epidémica.
          Concupiscencia de los ojos, que es el dinero. Otro falso “dios” al que rinde tributo tanta gente, unos porque lo tienen y otros porque no lo tienen.
          Y “la soberbia de la vida”, “la arrogancia que da el dinero”, que es el afán de poder. No lo tenemos que imaginar, cuando lo vemos con tanta claridad a nuestro alrededor.

domingo, 29 de diciembre de 2019

29 diciembre: Día de la familia cristiana


LITURGIA        Sagrada Familia
                      La liturgia de la Navidad desemboca hoy en una mirada a José, María y Jesús como familia completa, y en ella proyecta la realidad de toda familia donde ha de presidir un respeto mutuo, un amor recíproco, un caminar en la misma dirección. Toda familia humana necesita mirar a la familia de Belén –y después, de Nazaret-, y aprender de ella esas características de la buena convivencia.
          Ecclo.3,1-7.14-17 va haciendo una enumeración de las relaciones familiares: respecto de los padres, el respeto y la autoridad. Respecto de los hijos, son perdonados los pecados y  acumulan tesoros los que honran a sus padres. Y la bendición que corresponde es que esos hijos así tendrán larga vida.
          Y no sólo cuando los padres están útiles, sino también cuando flaquean. La piedad para con los padres, no se olvidará
          No ha tocado este texto la actitud recíproca de los padres hacia los hijos, pero es evidente que otros textos ponen de relieve la actitud de los padres, para que no exacerben a los hijos, y que los traten con dulzura dentro de la autoridad, y que precisamente los padres tienen la responsabilidad de cómo sean los hijos.

          Para mí que la carta a Colos. 3.12-21 es el vademécum más completo para expresar lo que debe ser una familia: como pueblo elegido y amado de Dios, sea vuestro uniforme –vuestro estilo de vida y de convivencia- la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Yo me imagino lo que ahora mismo están pensando cada uno sobre ese estilo que desearían para su familia, y que posiblemente añoran. Que sería hacer de la vida de familia un cielo en la tierra.
          Luego baja a consecuencias concretas: Sobrellevaos mutuamente. Es una norma práctica, porque siempre no se va a pensar lo mismo y a tener los mismos gustos. Pero cabe sobrellevarse. Y perdonarse cuando alguno tiene queja del otro. Todo esto son realidades muy normales, que tienen que darse, y que lo que importa es saber perdonar, en aras del amor como vínculo de unidad. El amor sabe disimular el defecto o la carencia ajena, y acaba creando la paz de Cristo, que actúa de árbitro en el corazón. Y el árbitro es el que pone orden donde se ha transgredido la norma. Llevar la paz de Cristo por delante, y se habrá puesto solución a los conflictos que pueden surgir sin culpa de nadie (porque en la familia debemos presuponer la buena fe de cada miembro).
          Habla después de ser agradecidos, que es no solo reconocer lo bueno del otro sino expresárselo. Y establecer ese estilo en que cada uno reconoce y expresa lo bueno que hay en el otro.
          En consecuencia –concluye el texto- con una recomendación a las esposas y a los maridos para vivir como conviene delante del  Señor. Y los padres respecto de los hijos para animarlos incluso cuando hay que corregirlos.

          Concluyen las lecturas con la huida a Egipto de la Sagrada Familia (Mt.2,13-15.19-23) en que recae sobre José la responsabilidad de salvaguardar a María y a Jesús, frente a la persecución del tirano. Y han de huir para salvarse, y acabar refugiados en Egipto hasta la muerte de Herodes. Finalmente, muerto el rey, el regreso a Palestina y en concreto a Nazaret.
          En todo ese episodio, Dios se comunica con José, y José es el que tiene que trasmitir la situación a su esposa, lo mismo a la ida que en el regreso. Y hay una sintonía completa entre José y Dios y entre María y José, para realizarse los planes del Señor.

          He ahí el secreto de una familia cristiana: acudir a Dios, consultar con Dios, tener presente a Dios en toda ocasión. Y establecer esa sintonía en la que la escucha de Dios acabe salvando la vida del Niño…, la vida de los hijos, que son el valor más preciado en la familia bien avenida.
          No deja de ser un punto muy a reflexionar hoy día. Los matrimonios tienen que salvar a toda costa el desarrollo armónico de los hijos, en sus aspectos afectivo, de participación, de compartir y de saber convivir, frente a los egoísmos, los individualismos, y las actitudes solitarias que, desgraciadamente, se dan en tantas familias.

          Todo esto tiene su punto central en la EUCARISTÍA, que es donde debe polarizarse todo el sentido familiar, tanto mejor cuando que se participara en familia, haciendo así una fuerza mayor en la vida de cada hogar bajo la acción de Dios en sus almas.



          Dirijamos a Dios nuestra oración de petición en el día de la Sagrada Familia.

-         Por la gran familia de la Iglesia, bajo la mano del Papa, para que tengamos el estilo que nos ha propuesto San Pablo. Roguemos al Señor.

-         Por nuestras familias, donde haya respeto y amor entre esposos, padres e hijos. Roguemos al Señor.

-         Por las familias rotas o mal avenidas, para que la luz de la Sagrada Familia les ilumine. Roguemos al Señor.

-         Para que vivamos la Eucaristía en familia y hagamos práctica nuestra idea de comunicación. Roguemos al Señor.


          Que la atención a la felicidad de los miembros de la familia y al bien de los hijos sea objeto primario en la vida de las familias.
          Lo pedimos por Jesucristo N. S.

sábado, 28 de diciembre de 2019

28 diciembre: Santos Inocentes


LITURGIA
                      Estos días vamos a ir siguiendo la 1ª carta de san Juan. Como decíamos ayer, el núcleo de la carta –que es el del pensamiento del evangelista- es el amor: amor de Dios a nosotros y amor de nosotros entre nosotros. La carta es un cántico al amor y una enseñanza sobre la realidad de un amor verdadero.
          Comienza hoy el texto (1,5-2,2) volviendo sobre la idea básica de que Dios es la LUZ. Por consiguiente ante Dios todo tiene que ser limpio y claro: Este es el mensaje que hemos oído a Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. A continuación saca consecuencias prácticas: Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. (Vivir “en la tiniebla” es vivir en pecado, así como “vivir en la luz” es vivir en la gracia de Dios): Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Caminar en la luz no es un concepto espiritualista; supone “estar en comunión unos con otros”, vivir la caridad.
          Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Siempre es pesaroso encontrarse con quien dice que “no tiene pecados”, porque la verdad es que nadie hay que no los tenga. Y porque “al que no tiene pecado”…, el falso justo, Jesús no ha venido. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.
          Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

          Intercalado con los misterios del Nacimiento, y como una realidad que tuvo relación con ese hecho, la liturgia sitúa hoy la fiesta de los SANTOS INOCENTES, aunque fue un hecho que ocurrió tiempo después, tras la venida de los Magos.
          Leemos el evangelio correspondiente en San Mateo (2,13-18) que nos trasmite la crueldad de un mal gobernante que, con tal de asegurarse el reino y que no pueda haber quien se lo dispute, acaba por mandar la muerte de tantos niños inocentes, de dos años para abajo, para asegurarse –según la fecha que han dado los Magos- que caerá en esa redada el anunciado rey de los judíos que ha nacido. Y siembra el dolor en tantas familias con la violencia de un tirano que sólo piensa en sí mismo.
          No era su única fechoría. Constan unas 30 muertes de todo el que Herodes sospechara que podía disputarle el trono, incluida su amada esposa. Pero se cegaba ante la idea de perder el trono, aunque eran alucinaciones suyas y no realidades.
          Así ocurre que buscando al Niño Jesús para matarlo, ha ideado una farsa: la de encaminar a los Magos hacia el lugar donde los libros sagrados hablan del “rey de los judíos”, para que tomando ellos nota clara de su ubicación, poder ir Herodes a adorarlo…, es decir: ir a ciencia cierta donde darle muerte.
          Pero Dios, que es más listo que Herodes, avisa a los Magos en sueños para que vuelvan a su país por otro camino y no le den la pista al tirano. Y como buen tirano, se enfurece y opta por la muerte de todos los niños.
          Esta historia no es única. En la realidad de la historia de la vida y de los pueblos, esa escena se ha repetido en diferentes ocasiones, en las que un dirigente obcecado con su dominio y ansias de poder, ha levantado tremendas persecuciones que han dado al traste con millones de personas.
          Y no menos llamativo el negocio del aborto, con el que intereses inconfesables de distinta índole, dan muerte a millones de seres inocentes. Lo que pasa es que esas muertes tienen nombres concretos en la figura de las madres, capaces de quitar la vida a un fruto de sus entrañas. Y en más de una ocasión, forzadas por varones sin conciencia que no tuvieron reparo en crear esas vidas irresponsablemente, y que con la misma irresponsabilidad fuerzan a quitarlas de en medio.
          El día de los santos inocentes no es así una fecha para gastar bromas, sino para experimentar el terrible dolor de las vidas perdidas antes del uso de razón, sin que hayan hecho nada contra sus semejantes.

viernes, 27 de diciembre de 2019

27 diciembre: San Juan evangelista


LITURGIA
                              Segunda fiesta del santoral, tras la Navidad. Hoy le toca a San Juan Evangelista, el autor del 4º evangelio, que es de una altura excepcional porque no va tanto a narrar hechos de la vida de Jesús cuando a mostrar su divinidad, empezando por el sublime prólogo, que leíamos en la MISA DEL DÍA de la Navidad.
Con esta ocasión se comienza la 1ª carta del apóstol, un himno al amor: el de Dios a nosotros y el que nosotros hemos de tener unos con otros.
Comienza la carta (1,1-4) en las alturas de la eternidad, tomando la idea del prólogo: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida, nosotros la hemos visto.
Lo que existía desde el principio: “En el principio existía la Palabra y la Palabra era Dios”… Ese Verbo eterno de Dios, lo hemos visto con nuestros propios ojos: en la Perona de Jesús, contemplado y palpado como hombre con el que han convivido años, con el que se han rozado tantas veces. Es la Palabra de la Vida, pues la Vida eterna se hizo visible en la realidad temporal del Hombre Dios.
De todo ello os damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna que estaba con el Padre, y que se nos manifestó. Nueva afirmación de la misma realidad, explicitada ahora ya como la Vida que estaba eternamente con el Padre, y que se nos ha manifestado. La hemos visto y os la anunciamos para que estéis unidos con nosotros, con esa unión que tenemos con el padre y con su Hijo Jesucristo.
Concluye diciendo que nos escribe esto –y nos lo escribe con el estilo repetitivo de Juan- para que tengamos alegría completa.

En el evangelio se ha decantado el liturgo por el texto de la vida gloriosa (Jn,20,2-8) en el que, advertidos por María Magdalena de que Jesús no está en el sepulcro, suben a ver qué ha pasado los dos inseparables Pedro y Juan. Juan, más joven, sube más a prisa y llega antes al sepulcro y ve la losa corrida, pero por deferencia con Pedro, no entra,
Pedro llega y entra, y tras él el propio Juan, que comprueban que los sudarios con que fue sepultado Jesús (y Juan era testigo de ello), están allí plegados, y el pañolón de la cabeza, en sitio aparte.
De lo que experimentó Pedro no se dice nada. Pero en su testimonio particular, Juan dice de sí que VIO Y CREYÓ. Quedaba patente a su sentir que el cadáver de Jesús, el Maestro, no había sido robado como decía Magdalena sino que había resucitado, como anunció repetidamente Jesús. Era un fogonazo intenso que le deslumbraba y por el que ahora está seguro de que el Maestro muerto en la cruz, es el mismo Señor resucitado, aunque al resucitado no lo ha visto. Habrán de pasar horas para que Juan “toque y palpe al Verbo de la Vida”, con sus llagas luminosas, testigos fehacientes de que es el mismo Jesús que fue crucificado.

EN LA CUEVA DE BELÉN
San Ignacio, que no se deja nada atrás, escribe al final de la contemplación del Nacimiento: “Mirar y considerar cómo María y José han caminado y trabajado para que el Señor nazca en suma pobreza, y al final de tantos trabajos, de hambre y de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz y todo esto POR MÍ”.
“Enseñándonos a renunciar a la falta de religión”. Pero el corazón del ser humano no está para quedarse en vacío. Renuncia para dejar más espacio que rellenar. Y rellenará –paradójicamente- de sobriedad honrada, ahí donde los valores están trastocados con los del mundo y sus deseos mundanos, para vivir “una vida, sobria, honrada, y religiosa”.
No se trata de rezos, de novenas, de devociones, de “piedades”. RELIGIOSO ya decíamos que era una cosa muy a fondo: un RE-LEER y RE-ELEGIR a Dios. Un amarlo con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el corazón. Un ser Dios el primero, el referente substancial. Un cerrar los ojos para SENTIR A DIOS en el fondo del alma. Una OBEDIENCIA profunda a SU PALABRA, que la tengo arropada en mis brazos y está elocuentemente gritando en su total silencio.
Pero no estaría entendiendo para nada esa SU PALABRA si me quedara ahí. Pienso como que Jesús mismo “se me caería” de los brazos para ir al frío del pesebre, si no empiezo a ponerle nombres a Dios: a mi amigo, a mi enemigo, al de mi cuerda, al de “la otra cuerda”, al seco y al gracioso, al agradable y al desagradable, al primero y al último, al hombre y a la mujer, al joven, a los mayores y a los ancianos, al solo y al solitario, al de un color y al del otro, al pobre y al rico, al que vive solo y al que está acompañado, al que vive en su país y al inmigrante… Sencillamente, a todos, sin excluir a nadie. Ese es Jesús en Belén.

jueves, 26 de diciembre de 2019

26 diciembre: Meditación


AMANECER EN BELÉN
La noche se serenó suficientemente y descansaron María y José, cada uno desde su particular vigilancia, María muy cerca del niño; José en la embocadura.
José se desveló antes, no sé si por el frío o porque bien cayó en la cuenta de que había temas que resolver de inmediato, en cuanto amaneciera. Porque allí no iban a quedarse. Hoy comerían con los pequeños obsequios de los pastores. Pero eso no era solucionar apenas nada. Sobre todo: de allí, del lugar improvisado por la urgencia del momento, había que partir ese mismo día. Había que buscar un alojamiento en la ciudad. Un mínimo techo bajo el que estar, en tanto se pensaba lo que habría que hacer.
Cuando María se había despertado y se puso en pie, desentumeciendo los músculos, José le expresó su pensamiento. Coincidían plenamente; era lo más lógico. Pero lo que José llevaba sobre sí era dejarla sola en aquel descampado. ¡Y no había más remedio! María lo veía claro. Ella sabía que quedaba bajo la protección de Dios. Y tranquilizó a José y le dijo que se fuera sin recelo. Que preparara la mula y que emprendiera ese trayecto de 2 kilómetros.
José, entre afligido y alegre, salió cara al aire frío de la mañana, pero con la mirada puesta en el Cielo y el corazón en Dios. Siempre estuvo Dios con ellos. Él iba confiado en sus manos.  Claro que el esclavito está para algo y –aunque a la distancia sublime de la mística-, yo estoy allí para algo. María no va a quedar sola. Yo me quedo y, aunque siempre guardando mí sitio y sin entremezclarme, le puedo decir a María que cuente conmigo.
María salió un poco a estimular sus músculos. El Niño dormía plácidamente. Yo me quedé cerquita, muy cerquita, porque tenía el presentimiento que ese Niño expresaba vida –pero vida de dentro- en cada respiración. Me fui acercando. Es evidente que el Niño no hablaba. Pero no me quedaba sordo a esa voz profunda que habla más que el silencio.
San Pablo lo sabía. La liturgia lo explicitó atrevidamente. San Jerónimo lo dijo con una palabra que a mí siempre me deja recogido en el alma. Es un silencio elocuente. Y San Pablo dirá que “ha aparecido la Gracia de Dios enseñándonos con elocuencia” Y a mí no se me pasa por alto. Mientras María está rondando por allí, sin perder de vista al Niño, yo estoy como queriendo escuchar… No me quito de mi pensamiento que hay más elocuencia en ese silencio del niño-rey recién nacido…, de la PALABRA hecha carne y viviendo ya entre nosotros, y que escuchar esa Palabra HACE HIJOS DE DIOS. Por eso no pierdo puntada. ¿Habrá allí alguna cosa que me esté queriendo decir algo?
María entró. Yo me separé de mi proximidad. Sentí como que había una complicidad entre Ella y yo. Ella, guardaba en su Corazón. Yo sentía un presagio de algo. Y no renuncio a volver a acercarme a solas, en cuanto pueda, porque Jesús está callado, como niño que es, pero ese Jesús HABLA donde otras voces no se oyen. Sí la suya.
Me vais a permitir parar la escena “a lo Berlanga”. El rato que María estuvo fuera, yo me atreví a la travesura de sacarlo del pesebre y acogerlo en mis brazos. No era más que ese trocito pequeño de un niño recién nacido, que no hace sino lo propio de un recién nacido...
             Pero de pronto experimenté que más que arrullarlo yo a Él, Él me calentaba a mí. Que era pequeño, callado, impotente…, pero que de su calor brotaba un enorme borbotón de vida.
Aquí me gana la Liturgia de la Nochebuena. Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre, enseñándonos con erudición de sabiduría. Yo no había hecho nada, ni merecía nada, ni mi acción había sido otra que coger al Niño en los brazos. Y surgió esa avalancha de palabras de LA PALABRA…, la callada y elocuente Palabra de Dios, del NIÑO recién nacido, como que me decía: “Mírame; limítate a mirarme. Detén tus ojos en mi “nada humana”…, y ya tienes todo lo que quiero decirte: ¡Que abandones los ídolos mundanos y la vida a “media religión”! Reconozco que me fue como un terremoto en mi alma. ¿Ídolos mundanos! Los tengo a montones. Desde que me levanto hasta que me acuesto: “Voy a hacer”, “me gusta”, “no tengo gana”, “mañana haré”, “me quedo sentado tranquilo”, “¿qué tiene esto de malo?”, “voy a comprarme…” Y así podemos construir nuestra personal letanía. ¿No son demasiados ídolos los que tengo? Podría hasta enumerarlos. Son más de los que creo y de los que veo.
Y es que YO soy el primer diabólico ídolo que se mete en esos “deseos mundanos”. Y el pequeño-GRANDE Corazón del Niño, parece que me está latiendo más fuerte… Me está avisando. Ha aparecido la bondad de Dios que trae la salvación a todos”. ¿Me estará llegando? ¿Estará escuchando mi alma esos latidos suaves, pero tan recios, de ese corazoncito humano que me he atrevido traviesamente a sacar del pesebre frío para ponerlo sobre mi pecho.
Y no ha acabado de “hablar” el Niño. Porque la vida no se compone de “renunciar” al mundo. También a la “vida sin religión” ¡Qué tontería parece decir ahora esto, cuando estamos derretidos con el Niño. ¡Si fuera tan difícil “la vida sin religión”…!

miércoles, 25 de diciembre de 2019

25 diciembre: NAVIDAD


MUCHAS FELICIDADES en la Navidad de Jesús
LITURGIA
                      Según la Misa a la que se asista, habrá unas u otras lecturas porque hoy hay tres Misas: la de Medianoche (o “del Gallo”, o del nacimiento), la de la Aurora (también llamada “de los pastores”), y la del día, que se eleva ya a las sublimidades del origen eterno del Hijo de Dios.

          En la Misa de Medianoche (aunque se venga a celebrar a la tarde/noche por motivos prácticos y pastorales), la lectura 1ª (Is.9, 2-7) nos saluda con un anuncio emocionante, que advierte el cambio de la historia: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Y explica que el pueblo estaba en las sombras, cuando les brilló una luz que aumentaba la alegría y el gozo. ¿Por qué? Porque la vara del opresor, el yugo de la carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y es su nombre “Maravilla de Consejero”, “Dios fuerte”, “Padre perpetuo” y “Príncipe de la paz”.
          En la 2ª lectura (Tit.2,11-14) se aplica a la fiesta de hoy la palabra aquella de Pablo: Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin piedad y a los deseos mundanos, y a vivir en adelante una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la venida de nuestro Señor Jesucristo.
          Y desembocar en la narración escueta del nacimiento del Señor. (Lc.2,1-14). Un momento tan sublime que, sin embargo, en el evangelio, se nombra casi de corrida: Y mientras estaban allí (en Belén) le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre.
          Un ángel de Dios es el que celebra la gran fiesta y la comunica a los pastores, con el primer villancico de la historia: Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.

          La 2ª Misa es “de la aurora”: comienza con la 1ª lectura de Is.62 , 11-12: Mira a tu salvador que llega, el premio de su victoria le acompaña. Completado con el Salmo 96: Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor, insistiendo así en la idea de la 1ª Misa.
          Nuevamente viene una 2ª lectura de la carta a Tito (3,4-7) con una referencia a que ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre. Se avanza en la idea de que no es mérito del hombre, que no lo hubiera merecido, sino don de Dios, por su propia misericordia, con la que nos ha salvado.
          Para desembocar en el evangelio de Lc.2,15-20, que trae la adoración de los pastores. Avisados por el ángel que les ha nacido un salvador, vienen a adorarlo, y a admirarse de todas las cosas que se decían del Niño. Y María, como un cofre de reliquias valiosas, guardaba todas estas cosas en su corazón. Y los pastores se vuelven a sus rebaños dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído, tal como se les había anunciado.

          Finalmente la MISA DEL DÍA, que es propiamente la que corresponde a las Misas del día 25, sube el tono a la eternidad, donde tiene su principio sin principio el Verbo de Dios, el Hijo, igual al Padre.
          Comienza la 1ª lectura (Is.52,7-10) con una exclamación de emoción por el mensaje que trasmite: ¡Qué hermosos los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Es el mensaje de este día que ya tiene en su historia la venida a la tierra del Hijo de Dios.
          En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas, Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. El Hijo que es LA PALABRA DE DIOS, el que nos hace audible el mensaje del Padre, y que es la Palabra poderosa que sostiene el universo. (Heb.1,1-6, en la 2ª lectura).
          Finalmente el evangelio (Jn.1,1-18) que nos pone por delante la eternidad del Hijo de Dios, el Verbo eterno como el mismo  Padre: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Estamos ante lo que sería el “nacimiento” eterno del Hijo, el mismo que –al pasar de los siglos- se encarna en el seno de María y se hace hombre, cuya fiesta celebramos en el día de la Navidad. Y por ello nos felicitamos, porque somos los creyentes en Cristo los más afortunados hombres y mujeres de la historia.


          Pidamos a Dios sentir la felicidad auténtica de compartir humanidad con el Hijo de Dios encarnado.

-         Para que la presencia de Jesús en nuestro mundo nos dé ojos limpios para ver lo bueno. Roguemos al Señor.

-         Para que sintamos con la grandeza de corazón de Jesucristo. Roguemos al Señor.

-         Para que compartamos felicidad con los que pasan necesidad.  Roguemos al Señor.

-         Para que hagamos unión de eucaristía con los que nos rodean. Roguemos al Señor


          OREMOS: Que no nos encerremos en nosotros y en nuestro pasarlo bien, y que procuremos hacer sentir la Navidad a otros que viven menos favorecidos.
          Lo pedimos por Jesucristo N.S.

martes, 24 de diciembre de 2019

24 diciembre: Bendito sea Dios


LITURGIA
                      El día 24 de diciembre tiene una doble liturgia: la de la mañana y la de la tarde. La de la mañana es un día más en el proceso de estas fechas como preparación a la Navidad. La de la tarde que es la de la “Víspera”, se celebra ya con ornamentos blancos y se dice “Gloria” porque ya participa más de la Navidad. No es todavía la “Misa del Gallo” (que corresponde ya al día 25). Ésta Misa de la Víspera casi ha desaparecido en las iglesias particulares, al haberse adelantado (por razones pastorales) la Misa de Medianoche a las horas de la tarde, buscando que puedan participar de esa Misa “del gallo” el mayor número de personas posible, que no podrían hacerlo de mantenerse el horario de las 12 de la noche, que es el que le corresponde. Razones de seguridad y razones de esa realidad de unión de la familia en la cena de nochebuena, han aconsejado pastoralmente que se adelante a las últimas horas de la tarde-noche esa Misa que sigue llamándose “de Medianoche”.

          La Misa del 24 por la mañana nos trae el texto de 2Sam.7,1-5. 8-11.16 en el que David ha pensado construir un templo digno para el Arca del Señor, pensando que él habita en palacios y el Arca en una Tienda de campaña, lo que no juzga digno. Así se lo comunica al profeta Natán, que aprueba la idea.
          Pero Natán recibe una comunicación de Dios para que se la diga a David: No va a ser él quien construya el templo. Y viene entonces la profecía sobre la realidad sublime que Dios trasmite: te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre. Es evidente que esa profecía no se puede cumplir en David como tal persona, sino que va a hacerse realidad en un descendiente de David, que sí durará siempre y tendrá un trono eterno. Se anuncia, pues la llegada del Mesías.
          Hoy tiene ya una fuerza de anuncio inmediato, cuando estamos a pocas horas de celebrar el nacimiento del Señor.

          El evangelio es el cántico de Zacarías en su gozo por el nacimiento de Juan. Cántico semejante al del “Magníficat” de María, y que es propio de los grandes acontecimientos bíblicos. Pide Zacarías que el Señor sea bendecido y alabado porque ha visitado y redimido a su pueblo, con un fruto de la casa de David, tal como había sido anunciado por los profetas: el Mesías salvador.
          En efecto es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian, realizando la misericordia que tuvo ya antes con nuestros padres. Zacarías se remonta a la promesa de la alianza hecha por Dios, en que juró por sí mismo bendecir a Abrahán y su descendencia, para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de nuestros enemigos, le sirvamos en santidad y justicia en su presencia para siempre.
          Luego hay una mirada expresa a Juan, con cuyo motivo se ha exaltado Zacarías, y dice expresamente: Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
          Para acabar reconociendo la entrañable misericordia de Dios, que nos visitará como sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. El Mesías es anunciado como sol que brilla en las alturas y que ilumina a los hombres que caminamos en tinieblas.

          DESEAMOS A TODOS LOS SEGUIDORES DEL BLOG UNA NAVIDAD MUY LLENA DE DIOS, EN LA QIE LA PAZ Y LA FELICIDAD SEAN EL FRUTO DE HABER RECIBIDO EN SUS ALMAS EL NACIMIENTO DE JESÚS, HIJO DE DIOS.

lunes, 23 de diciembre de 2019

23 diciembre: Juan es su nombre


LITURGIA
                      Hay una 1ª lectura (Mal.3.1-4; 4,5-6) que es un anuncio del Bautista en la persona de Elías: Mirad, yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Se le considera persona de mucha fuerza interior, de gran personalidad: ¿Quién podrá resistir al día de su venida? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero; se sentará como un fundidor que refina la plata, y presentará al Señor la ofrenda como es debido.
          Puede uno leer esa descripción con el pensamiento puesto en Juan Bautista, y le encaja perfectamente. Juan fue un personaje que Jesús describió como roble (no caña agitada por el viento) y austero (no vestido con ropajes de seda). Lo describió como el mayor de los nacidos de mujer. Y lo describió como “Elías, que tenía que volver al mundo”.
          Aquí en este texto se afirma todo lo dicho de Elías: Mirad, os enviaré al profeta Elías antes que llegue el día del señor. Convertirá el corazón de los padres hacia sus hijos, y el corazón de los hijos hacia sus padres. Palabras que luego empleó el ángel que anunció a Zacarías la llegada de un hijo a quien habría de poner el nombre de Juan.

          Lc.1,57-66 es la historia del nacimiento de Juan, y del momento de su circuncisión, cuando se le imponía el nombre a la criatura: Cuando nació el niño de Isabel, todos los parientes y vecinos lo llamaban “Zacarías” (como su padre), como era costumbre en Israel. Pero Isabel sabe, por la revelación que hizo el ángel a Zacarías, que aquel niño traía ya un nombre puesto por Dios. E Isabel corregía a las gentes y les decía: Se va a llamar Juan. El testimonio de una mujer no era válido y recurrieron a Zacarías para que él dijera la última palabra. Y Zacarías escribió en una tablilla: Juan ES SU NOMBRE. No dice si se va a llamar de una manera o de otra. Dice tajantemente que tiene un nombre propio que es suyo y sin discusión: Juan ES su nombre.
          Todos se admiraron de aquello. Y más cuando en aquel momento Zacarías rompió a hablar. Se había cumplido el plazo puesto por el ángel en el santuario, y Zacarías se encontró con la gran alegría de volver a expresar sus sentimientos, que había tenido condensados durante nueve meses.
          Los vecinos quedaron sobrecogidos y la noticia se corrió por la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: ¿Qué va a ser de este niño? Zacarías sí sabía lo que iba a ser, porque el anuncio del ángel se lo había presentado con las características de Elías, y por tanto como mensajero que prepararía el camino del Mesías. Aquí entraría como respuesta la 1ª lectura.

          Siempre me es motivo de reflexión EL NOMBRE. El Nombre por el que conoce Dios, que no es igual que el nombre que nos impusieron nuestros padres en la pila bautismal. Dios nos tiene asignado un Nombre que es nuestra misión en la vida, y lo que importa es trabajar día a día para que ese Nombre tenga su respuesta en la realidad. No es un nombre que ya tiene marcadas todas sus letras, sino que se va componiendo en el día a día, y que va constituyéndose de nuestra respuestas parciales a los planes de Dios. Un Nombre que se acabará de escribir el día de nuestra muerte, con la última “letra” que haya incorporado a la existencia, que será la letra del tránsito, en la forma que se realice. Y lo normal es que la última letra va a estar de acuerdo con la penúltima y la antepenúltima…, es decir: el árbol va a caer de la parte en que esté inclinado. De ahí la importancia de que cada letra de este Nombre vaya dejándose dibujar por el pulso de Dios, que va haciendo trazos muy diversos a la lo largo de la existencia humana. Lo sabio es saber acoger cada trazo de Dios, acogerlo en paz y alegría, sabiendo que si viene de Dios, es el trazo que más nos conviene para dejar completo el dibujo final. El artista es Dios.
          La pregunta que me gusta hacerme, aunque a sabiendas de que no hallo la respuesta completa, es: ¿Cuál es mi Nombre?

domingo, 22 de diciembre de 2019

22 diciembre: Le pondrás el nombre


LITURGIA                 4º domingo-A, Adviento
                      Son lecturas que han salido en días recientes y que por tanto, para los lectores del blog, ya están más que conocidas y explicadas. Pero el domingo trae estas lecturas y hay que volver sobre ellas.
          El Señor le ofrece a Acaz la oportunidad de pedir una señal. (Is.7,10-14). Y no cualquier señal sino una tan especial que se dé en lo alto del cielo o en lo hondo del abismo; es decir: allí donde lo humano no puede intervenir, y por tanto sea una señal divina.
          Acaz no quiere pedirla y Dios le ofrece la señal: una virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrá por nombre Enmanuel (que significa “Dios-con-nosotros”). Y el nombre es identificativo de la persona cuando es un nombre puesto por Dios. Por tanto, el anuncio es nada menos que Dios va a hacerse hombre en el seno de una muchacha.

          El evangelio, de Mateo (1,18-24) es la descripción de aquel suceso singular y de corte divino: José estaba prometido formalmente en matrimonio con una muchacha de Nazaret. Pero sucede que antes que convivan, la muchacha –María- está embarazada, sin que José haya intervenido.
          José, varón y judío, no pude soportar aquella situación y tiene un camino muy definido por la ley, que era denunciar y difamar a su esposa. Pero por otra parte José es muy noble –varón justo- y no quiere usar de ese derecho. Más bien opta por quitarse él de en medio: repudiarla en secreto.
          Estando en esos pensamientos, Dios aparece en la figura de un ángel que habla en sueños a José y le dice que no tema recibir a María, su esposa, porque lo que hay en ella viene del Espíritu Santo. Es más: Dios implica al propio José en aquella historia, diciéndole que él, José, será el que imponga el nombre al niño, y que el nombre será JESÚS, porque salvará al pueblo de sus pecados. Dos realidades que muestran la obra de Dios: por una parte, José es puesto al frente de aquel hogar, y por eso él será el que imponga el nombre, como labor propia del padre de familia. Por otra parte el nombre es muy expresivo: el de “Jesús”, que significa “salvador”, y que por tanto es nada menos que el Mesías prometido.
          Y José acepta todo aquel misterio y realiza la boda oficial con María y la lleva a su casa. El niño que nacerá, será a los ojos de todo el mundo un hijo de un matrimonio, siendo así José el manto que cubre el misterio. Y a su vez, el que le da la ascendencia de la estirpe de David, puesto que los hijos se atribuyen a sus padres, como quedó claro en la genealogía de Jesucristo que leímos el día 17.

          La 2ª lectura (Rom.1,1-7) hace la síntesis de todo eso: Este evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido según lo humano, de la estirpe de David; constituido según el Espíritu Santo, Hijo de Dios.

          Cercana ya la Navidad, nuestra actitud debe ser de adoración del misterio del nacimiento, disponiéndonos a vivirlo de verdad con sentido cristiano. Participando cuanto sea posible de la MISA DE NOCHEBUENA, que es la celebración viva de ese misterio, con Jesús viniendo al altar y a nosotros todos para hacerse notar en nuestras vidas.

          Pidamos a Dios el espíritu de fe para celebrar dignamente la Navidad de Jesús.
-         Por la Iglesia universal y por el Papa, para vivir con felicidad esta fecha cordial en nuestra vida. Roguemos al Señor.
-         Por los que pasan por estas fechas sin tener un recuerdo de Jesús. Roguemos al Señor.
-         Por los cristianos que viven alejados de su condición de cristianos. Roguemos al Señor.
-         Para que la Eucaristía nos haga sentir el nacimiento de Jesús en nosotros. Roguemos al Señor.

          Concede, Señor, al mundo la paz que nos trae el nacimiento de Jesús y que nosotros seamos portadores de paz para los demás.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.