viernes, 20 de diciembre de 2019

20 diciembre: Soy esclava del Señor


LITURGIA
                      La 1ª lectura es una profecía claramente mesiánica. Tomada de Isaías (7,10-14) nos pone delante la invitación de Dios a Acaz para que pida una señal, y tal señal que quede fuera de lo que pueden hacer los humanos: una señal en lo alto del cielo o en lo profundo del abismo. Acaz no quiere pedirla por pensar que es poner a Dios a prueba, y Dios se la da por su cuenta. Y esa señal es que una virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrá por nombre “Enmanuel”, nombre que significa “Dios con nosotros”. Un nombre que viene dado por el mismo Dios, y que por tanto revela una acción divina.

          Aquella profecía se hace realidad en María, la joven de Nazaret, prometida en matrimonio a un muchacho justo, llamado José, de la estirpe de David (aspecto de suma importancia para asegurar la descendencia davídica del hijo de María).
          Un día aquella muchacha tiene una revelación: un ángel entra en su presencia y la saluda con palabras muy especiales: Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo. María se turba ante aquel saludo tan sublime, que ella no se llega a explicar.
          El ángel comienza con las palabras propias de una acción de Dios: No temas, María. Y continúa explicándole: Has hallado gracia ante Dios; concebirás y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Ya bastaba ese nombre para traducirlo una mujer judía y saber que se refiere a un Salvador. Pero el ángel especifica para que María tenga plena conciencia de lo que se le anuncia: Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará en la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.
          Es evidente que se le ha puesto delante a la muchacha la maternidad de un hijo. Lo que no se le ha dicho es el cómo. Y María quiere saber responder con toda su fuerza, y por tanto quiere saber qué tiene que hacer ella. ¿Se trata de que realice su matrimonio con José y tengan un hijo? Y como ella quiere acertar plenamente con lo que se le acaba de anunciar, pregunta: ¿Cómo será eso, pues yo no tengo relación marital con varón?
          Hay una total diferencia entre la pregunta de Zacarías y la de María. Zacarías pregunta “cómo puedo yo conocer eso que se me anuncia”. Está pidiendo una prueba para creer. María da por hecho el caso pero necesita saber lo que ella tiene que hacer. ¿Será un hijo de ella y José, que es descendiente de David?
          Y el ángel le deja claro que ella no tiene nada que hacer. Que lo que va a ocurrir en ella es cosa muy superior: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Hay dos puntos en esa frase que para nosotros puede necesitar explicación, pero para una muchacha hebrea dejaba todo muy claro. La Tienda del Encuentro era “cubierta” por una densa nube cuando Dios se hacía presente. El Espíritu de Dios la cubrirá a ella, lo que revela la presencia de Dios en ella. El otro punto: el Santo que va a nacer “se llamará” Hijo de Dios. “Llamarse” para un hebreo es SER. Se llama de una manera porque ES, cuando se trata del nombre puesto por Dios. Se llamará Hijo de Dios significa que el hijo que se le anuncia a María será el Hijo de Dios.
          Y María ya no necesita saber más. Sabe todo lo que necesitaba saber. Por tanto lo único que ya queda es su asentimiento. Y sin querer saber más, María da su Sí incondicional: YO soy la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y la dejó el ángel. El ángel había cumplido su misión. Lo que queda por delante, lo sublime que queda por delante, ya no es cuestión de mensajero. Ya es acción directa de Dios. Por eso El Hijo de Dios se encarnó en María por la acción prodigiosa de Dios.
          María quedó anonadada, sumida en un profundo recogimiento, sabiéndose en ese instante la Mujer elegida por Dios desde los albores de la Creación, y prometida por Dios para tener un descendiente que volverá las aguas a su cauce, después que Adán y Eva habían roto los diques de la gracia de Dios.
          La redención ya está en marcha. Y María es consciente de ello, y más se hunde en el abismo de su admiración, porque ella fue escogida para tal obra divina.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por sus comentarios,sencillos y sabios.Que nuestro Padre Dios le bendiga y pases en unión de su familia jesuita una santa y feliz Navidad.AbrazosLuisa y Juan de Osuna

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