lunes, 16 de diciembre de 2019

16 diciembre: Os respondo si me respondéis


LITURGIA
                      Lectura 1ª del libro de los Números (24,2-7.15-17) con la profecía de Balaán, bajo la acción del espíritu del Señor. Divisa a distancia de siglos la belleza de las tiendas de Jacob y las moradas de Israel, que ve como vegas dilatadas, como jardines junto al río, y por tanto llenas de vida por el agua que circula a sus pies.
          De entre todo eso sale un héroe de su descendencia que domina pueblos numerosos. Es el anuncio del Mesías desde la profecía de este otro profeta, que mira hacia adelante con la ilusión de una era nueva que va a estar bajo la influencia de Dios, en éxtasis, con los ojos abiertos. No es un sueño, no es una invención humana. Es la manifestación que Dios mismo le hace. Eso sí: no será pronto. Habrán de pasar siglos hasta que la profecía se realice. Pero un día será realidad.

          Los evangelios de estos últimos días giran alrededor de Juan Bautista. Por eso el texto elegido por el liturgo es el de Mateo 21,23-27, en el que los sacerdotes y los ancianos le piden cuentas a Jesús sobre sus predicaciones y enseñanzas en el templo: ¿Con qué autoridad haces esto y quién te ha dado semejante autoridad?
          Jesús no les va a responder a la pregunta. Aprovecha la ocasión para cuestionarles a ellos su dureza de pensamiento: Os voy a hacer una pregunta, y si me la contestáis, os digo con qué poder hago esto. El bautismo de Juan era del cielo o de los hombres?
          Responder a aquella pregunta era cogerse los dedos. Porque si decían que era de Dios, la pregunta siguiente es obvia: ¿Por qué no le creísteis? Si dicen que era de los hombres, se echan encima a la gente, que tenía a Juan por profeta. Y optan por hacerse los ignorantes y decir que no lo saben.
          Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.
          Puede ser que en más de una ocasión no tengamos respuesta del Señor a nuestras preguntas porque no vamos con el corazón limpio, y en alguna medida pedimos cuentas más que otra cosa. Y entonces el Señor no entra en el juego. Nuestra relación con Dios tiene que ser humilde y limpia, sencilla y filial. Y Dios dará sus respuestas. Aquellos sacerdotes no buscaban la respuesta llana de Jesús, sino que más bien iban en la línea de criticarle su actitud. Y así no podían obtener una respuesta de parte de Jesús. En realidad los sacerdotes no estaban en actitud de escucha y de saber la verdad. Sencillamente pretendían humillar a Jesús delante de la gente. Y salieron trasquilados, porque los que quedaron humillados fueron ellos ante la visión de las gentes que escuchaban a Jesús.



Joaquín ante el anuncio de Ana.

Joaquín apenas podía asimilar. Hundió su cabeza entre las manos. Ana se retiró. Había que digerir mucho, y Joaquín necesitaba su tiempo. Joaquín permaneció así largo rato… Pensó. Devanó su mente… Las ideas de mil tipos se le iban y se le venían… ¡Tenía que hablar con María…, pero qué difícil era aquello!  Y con José ¿quién tendría que hablar?

Avanzaba la mañana. Joaquín estaba serio. No disgustado. Ana le indicó a María que se fuera a su padre. María, con aquellos ojos blancos de su inocencia, se llegó a su padre y lo besó: “Buenos días, papá”. – Aquí estaba yo queriendo hablar contigo. Tu madre ya me ha dicho lo que sabe. Pero yo quiero que tú me cuentes. Y María se puso a sus pies y le fue desgranando paso a paso lo que había ocurrido.
Joaquín estaba entre admirado y lleno de extrañeza. Pero la mirada de su hija siempre estuvo fija en él, y la verdad es que traslucía azul de cielo. Joaquín no podía dudar de lo que ella le contaba, pero no alcanzaba a poder creer todo lo que le decía. Joaquín sabía que Dios puede hacer eso y más. Pero le había tocado a ellos y a ella que, de verdad, no eran nadie (pensaba él).

Cuando acabó María su relato, Joaquín sólo pudo añadir una palabra: -“Myriam, hija. Y ahora José ¿qué? ¿Qué se le puede decir? ¿Quién se lo dice? En realidad debo ser yo quien afronte este paso. Me duele por él”. María no supo hacer otra cosa que echarse a llorar. Quería ella mucho a José, y aquella situación le desgarraba el alma.


2 comentarios:

  1. Es bueno imitar a Jesús también en esto. En nuestra capacidad de dar respuestas a los que nos interrogan con doble intención. Ser astutos no es un pecado, ser prudentes tampoco. Por eso a veces es bueno no contestar a una situación a la primera de cambio, sino que es también bueno meditar la respuesta aunque sea mínimamente.

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