sábado, 14 de diciembre de 2019

14 diciembre: Elías y el Bautista


LITURGIA
                      Hoy se centra el tema en Elías/Juan Bautista, y el texto de la 1ª lectura es del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11). En él se hace una rápida semblanza del profeta Elías, resumiendo en pocas frases la historia del profeta. La parte final es la que encaja con el anuncio del Adviento: Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle.

          En el evangelio (Mt.17,10-13) Jesucristo hace referencia a Elías para decir que “ya ha venido”, para hablar así de Juan Bautista, que es el profeta último del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo. Y lo trataron a su antojo porque no lo reconocieron. Lo que significa que cuando llega Jesús, el anunciado por el Bautista, lo maltratan y lo hacen perecer.
          Los apóstoles cayeron en la cuenta de que aquel “Elías” de que Jesús hablaba ahora, era Juan Bautista.

          Me gustaría poder añadir algo a estos textos pero la verdad es que son escuetos y que se prestan poco a comentarios. O a mí no se me ocurren. Quizás otros puedan ver más fondo o más aplicaciones. Los esperamos.


EL SECRETO DE MARÍA

Por eso María se retiró pronto; se metió en su profundo desierto en el que necesitaba la respuesta de Dios. Joaquín y Ana, quedaron en donde estaban, callados, observando atenta y disimuladamente a Myriam.
La noche no es fácil de imaginar en Ella. Porque hay estados que desbordan tanto que el sueño vence. Ana y Joaquín durmieron menos… A la mañana siguiente, Ana se levanto muy temprano y María también. Y en aquel silencio, María dijo con rubor: Mamá: tengo que hablarte. Ana dejó todo. Se quitó el delantal, se echó una toquilla por los hombros e invitó a Myriam a hacer igual. Abrieron sigilosamente la puerta y salieron. Ana quería que no hubiera ni la más leve interferencia. Y cuando estaban en la campiña, anunciándose los primeros rayos de sol, María dijo: Me da mucho pudor decirlo, pero, ¡madre!, me ha visitado el Señor. Ana se quedó de una pieza. O no. Porque lo único que podían sospechar de aquella chiquilla tenía que ir por la línea sobrenatural. No querría Ana ni sospechar, ni contradecir… Pero dijo muy quedamente: “¿Estás segura, hijita”?, a la vez que le pasaba la mano por aquel pelo de seda. Y todavía con los ojos más bajos y el color más encendido en sus mejillas…, casi rompiendo a llorar –la emoción y el hecho lo pedían así-, María dijo: ¡Mamá!, es más todavía; Dios me ha visitado y lo llevo aquí. Y pasando levemente su mano por el vientre con infinito respeto, rompió ahora a llorar abiertamente. ¿Cómo me vas a creer, mamá? Bien sé que esto parece de locos, de niña sin juicio. Y sin embargo, es así: estoy encinta.

Era muy difícil seguir aquella conversación. Ana no tenía palabras. ¡Es que no las hay! Lo que siguió fue un silencio casi alarmado. La madre había perdido el resuello. Myriam no tenía más que añadir. Cuando salieron del “susto” (vamos a llamarlo así), Ana tuvo que mirar a los ojos de su hija, blancos como el mismo sol que ya crecía, y le dijo: Bien ves, Myriam, hija mía, que esto tiene que saberlo tu padre. Y Myriam asintió decididamente.

Cuando llegaron a la casa, Joaquín –aunque disimulando- estaba en ascuas. Ana se fue derecho a él y le dijo: Es necesario que hablemos. María se perdió por algún rincón de la casa, y hablaron Joaquín y Ana: En efecto aquí hay algo difícil de explicar. La Niña -no me cabe duda (y tú, Joaquín, piensa igual), ha tenido una visita del Ángel de Dios. Casi que coincide con lo que tú, en tu secreto interior, y yo –en el mío- habíamos sospechado.
María no era sospechosa de fantasías. Era clara como el manantial del pueblo. No era dada a espiritualismos absurdos. Lo que nosotros hemos podido pensar desde el principio iba por aquí, dijo Ana. Lo que nunca podremos explicarnos es por qué a esa niña pobre, sin nada llamativo, en Nazaret…
Joaquín estaba de acuerdo, pero…

El “pero” se lo segó Ana antes de que lo pronunciara: Joaquín: no es eso todo; hay más…, mucho más… Dios la ha visitado y Myriam está embarazada". Joaquín dio un salto. Joaquín sintió el dolor del varón herido. Ana, con delicadeza de mujer y de esposa, y con el cariño de madre, tocó en el hombro de Joaquín y le hizo sentarse y serenarse, cuanto fuera posible. Es claro, Joaquín, que tú tienes que hablar con ella. Ella te va a contar todo. Y aquí hay algo tan inaudito, que necesitamos de inmensa prudencia. Porque, por si faltaba algo…, José, el bueno de José…


1 comentario:

  1. Juan el Bautista tenía un estilo peculiar. Siempre me ha resultado llamativo, porque el Evangelio da algunas pistas. Tengo interiorizado de que era alguien con un carácter fuerte y decidido para hacer lo que sabía que tenía que hacer. Y tengo claro que fue un incomprendido de muchos, hasta perder la cabeza por ello, pero también tuvo algunos discípulos. De Elías tengo una imagen más turbia pero lo tengo por un grande, alguien muy cercano a Dios.

    Nuestra España, y nuestro mundo va a la deriva y al desastre. Suceden cosas que no son nuevas, porque no hay nada nuevo bajo el sol, pero son para los que viven ahora, los problemas que amenazan con cosas peores que pueden llegar. Y todos los males llegan más o menos de la misma manera a los días de Noe (el que lea entienda).

    El alejamiento de Dios por parte de muchos ya está dejando ver las consecuencias, y el mal se cobra ya muchas víctimas. Al principio son como llamadas de atención para recuperar el rumbo, pero luego se van incrementando cuando la gente no reacciona.

    Si algo veo al pensar en Juan el Bautista es la necesidad de seguir anunciando pero no de forma timorata sino muy directa y clara. Dios es amor y está esperando con los brazos abiertos, pero el mundo sin Dios va al desastre. Sólo hay una solución y tal vez ya sea tarde, y es volver a Dios en la vida ordinaria y en la vida política.
    Las leyes inspiradas por ateos y falsos cristianos o cristianos tibios, han hecho ya un gran daño en los últimos 40 años, y si no se pone freno a eso, alguien lo frenará y no será agradable.

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