sábado, 21 de diciembre de 2019

21 diciembre: Bendito el fruto de tu vientre


LITURGIA
                      Hay dos lecturas primeras, a elegir, una del Cantar de los Cantares y otra del profeta Sofonías (3,14-18), que es la que elijo para este rincón de liturgia de nuestro blog, por ser muy expresiva en lo que es la alegría y el gozo por la proximidad de la venida del Señor: Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel. Alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. Todo ello, que es una repetición de una misma idea, responde a una realidad: El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Es todo un canto de júbilo, a la vez que un agradecimiento porque el Señor ha perdonado y ha bendecido. Consecuencia de ello: no temerás. Alejar el temor de la relación con Dios. Lo cual es una lección que sigue siendo hoy una llamada a esas personas que viven su relación de temor hacia Dios.
          Nuevamente se repite esa idea: Aquel día dirán a Jerusalén: No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor tu Dios en medio de ti es un guerrero que salva Es el poder de Dios defendiendo a ese pueblo redimido por el amor: Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta. Sería todo esto una síntesis práctica para establecer nosotros nuestra relación con Dios. A ello nos está invitando la cercanía del nacimiento de Jesús en nuestra tierra.

          En el evangelio tenemos una consecuencia del de ayer. No hice hincapié en ese anuncio del ángel a María, sobre el caso especial de la pariente Isabel, anciana y estéril, que ha concebido un hijo y está ya de seis meses. Y no hice hincapié porque considero que para María no hacía falta ninguna prueba para creer en la palabra del ángel y aceptar la voluntad de Dios. Es más: pienso que en un primer momento María no se detuvo en aquel anuncio. Pero una vez sosegada del impacto enorme que supuso el anuncio del ángel, María recapacita y rememora aquello, y se siente llamada a acudir a la montaña, a casa de Zacarías e Isabel, y ayudar ella en esos momentos en el embarazo de la anciana.
          Y María hizo aquel largo trayecto desde Nazaret a Aim Karín, en la montaña de Judea, y se presentó en casa de su pariente, y llegó a la casa y saludó, como era normal.
          Pero aquel saludo fue un terremoto interior en el sentir de Isabel, que tiene la inspiración de reconocer que María viene embarazada nada menos que del Hijo de su Señor. Saltó su criatura en su seno, e Isabel fue llena del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
          Isabel estaba fuera de sí. No hablaba la mujer; hablaba el Espíritu Santo por su boca. Isabel estaba perpleja: ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, saltó la criatura en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá.
          María también se siente emocionada y admirada de aquella reacción de su pariente, y la verdad es que no puede negar nada de las alabanzas que Isabel ha vertido sobre ella. Pero lo que sí hace es voltear hacia Dios toda esa alabanza. Y pronuncia su cántico por el que alaba y declara grande a Dios, que ha sido el autor de toda esa otra grandeza de María. Por eso se alegra su alma en Dios, su salvador, porque ha fijado sus ojos en la pequeñez de su esclava.
          Dicen que los grandes señores tenían varias esclavas, que permanecían sentadas en el suelo de la Sala donde hacía su vida el amo. Y la aspiración de esas esclavas era que fijara sus ojos en ellas para hacerles algún encargo, porque eso les hacía sentirse personas. Yo tengo esa imagen delante cuando recuerdo este canto de alegría de María, porque la imagino como “mirada por su Señor” que le ha dado un encargo muy especial. Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Dios hace obras maravillosas, verdaderas proezas, que por una parte enaltece a los humildes y por la otra deja vacíos a los soberbios. Y en definitiva auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a los antepasados israelitas.
          María se quedó con Isabel todos los días hasta el parto de Juan, asistiéndola y ayudándole.

1 comentario:

  1. Cuando escribo un comentario aquí, y ya llevo unos años, de hecho este blog existe porque yo lo parí y el Padre Cantero lo alimenta, gracias a Dios... decía que cuando escribo un comentario aquí lo hago con el ánimo de aportar algo, de aportar una reflexión, un punto adicional, un exponer de forma escrita lo que bulle en mi interior después de leer la reflexión del día.

    Estoy en un momento de mi vida, en que mi pensamiento va en la línea de economizar y no trabajar si es para nada, y es que ¿cómo saber si el tiempo que uno invierte en teclear unas líneas aquí no lo debería emplear en otra cosa? ¿Entrará alguien a leer los comentarios? ¿Cuantos? ¿Uno, tres, ninguno?

    Me voy de vacaciones indefinidas. ¡Feliz Navidad a todos! Todos los pobres merecen su mendrugo de pan diario.

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