martes, 31 de diciembre de 2019

31 diciembre: Es la última hora


LITURGIA       
                      Me es muy sugerente el texto de la 1ª lectura para un día último de año. Parece que está escrito para esa ocasión, y la verdad es que es la continuación del texto de ayer. 1Jn.2,18-21 comienza con una llamada: Hijos míos, es la última hora. Como un toque de atención a nosotros que hemos llegado a este final, y que hemos de vivirlo con acción de gracias y con expectativa. “La última hora” parece un aviso de algo que llega a su final y debe rendir cuentas.
          Pero a su vez mira hacia adelante, como advertencia, porque habéis oído que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que ya es la última hora. Cierto que para San Juan aquella aparición de tantos enemigos de Cristo es la señal del fin del mundo, y entonces le es mucho más significativa esa “última hora”.
          Le duele al apóstol que han salido de entre nosotros. ¡Pero no eran de los nuestros! (expresión que para Juan es muy cordial: “los nuestros” son los que tienen un mismo pensar y un mismo querer, una misma fe, un mismo modo de proceder). Lo que no quita que de en medio del grupo de los mismos creyentes, han surgido anticristos. ¿Nos extraña mucho eso, dicho a nosotros, que vivimos una realidad muy semejante, en la que muchos que estuvieron en la práctica cristiana, se han vuelto contra la Iglesia y contra el mismo Papa? Si hubieran sido de los nuestros, hubieran permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.
          Concluye levantando el ánimo de “los nuestros”: En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo sabéis. Os he escrito no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.

          En el evangelio volvemos al Prólogo de San Juan, que ya leíamos en la MISA DEL DÍA del 25 (Navidad). Es una pieza casi mística del evangelio, en la que el evangelista nos sube hasta la misma eternidad de Dios, para mostrarnos que el Niño que ha nacido en Belén, el Hijo de María, es Hijo de Dios, que existe desde el principio, desde la eternidad, siendo igual al Padre, y siendo Dios. Y es, por lo mismo el Creador, porque nada de lo que existe se ha hecho sin él: Por medio de la Palabra se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
          Palabra, Verbo y Luz y Vida: En la palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibe. No hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver. “La tiniebla” es esa cegazón que se niega a ver, y por tanto no recibe la Luz.
          La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella. Y sin embargo el mundo no la conoció. Es el concepto peyorativo del mundo, aquel por el que el propio Jesús dijo que no rogaba, porque está asentado en el maligno.
          Porque hay otra realidad del mundo de las criaturas fieles, y a cuantos la recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Son lo que han nacido de nuevo por la gracia de Dios.
          Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia de verdad
          Puede comprender el lector que no hay mucho que poder explicar. Nos ha subido Juan a las alturas y sólo queda la posibilidad de arrodillarse ante la sublimidad de lo que ha expuesto. E irlo rumiando poco a poco y haciéndolo propio pensamiento y vivencia espiritual, porque nos queremos sentir entre “los nuestros”, los que viven la fe absoluta en la palabra revelada.


Y feliz año 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!