martes, 10 de diciembre de 2019

10 diciembre: La oveja perdida


LITURGIA
                      Seguimos con las llamadas al gozo y la alegría a las que nos tiene acostumbrados Isaías (40,1-11), que hoy pronuncia unas palabras que encontraremos repetidas al comienzo de los evangelios, a propósito del anuncio de Juan Bautista: En el desierto, preparad camino al Señor: Que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Todo un programa de actitud fundamental para recibir al Señor: hacer de la vida de cada uno un camino llano, sin valles ni montículos…, sin pesimismos ni soberbias; sin caminos torcidos…, porque para recibir al Señor ha de prepararse un corazón abierto a su venida, sin obstáculos que dificulten su entrada en el alma de la persona.
          Súbete a lo alto del monte, heraldo de Sión: alza con fuerza tu voz, heraldo de Jerusalén; di a las ciudades de Judá: aquí está vuestro Dios. El Señor llega con fuerza. Ese es el anuncio de adviento, el que nos tiene que llegar a nosotros con la misma fuerza da la palabra profética, que afirma la llegada de Dios en la figura de su Mesías, que nos llega a cada uno cada vez más cerca.

          En el evangelio (Mt.18,12-14) tenemos la versión reducida de la parábola del pastor que busca a su oveja perdida. Jesús afirma que el pastor que ha perdido una oveja, sale en busca de ella con un interés especial por esa oveja perdida, y cuando la encuentra, tiene más alegría por ella que por las noventa y nuevo que no se habían perdido.
          La conclusión es que ese es el corazón del Padre, que no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos.
          Ahí habrá que aplicar las palabras de la 1ª lectura, de preparar los caminos rectos por los que quiere llegar el Mesías, pero que no se quedan en espiritualismos sino en el cuidado por las ovejas perdidas.


ZACARÍAS EN EL TEMPLO (continuación)
La gente esperaba fuera extrañada. ¡Algo especial ocurría allí dentro! ¡¡¡Y vaya si ocurría!!!
Yo, ahora, me quedaría metido en la piel de aquel hombre, que está en este momento como si hubiera bebido mosto, que no sabe ni lo que debe decir o lo que debe callar. Nosotros nos quedamos igual, pero orando. No como en una novela por entregas y de aventuras. Ha entrado Dios directamente, y eso sólo se entiende DE RODILLAS, y como “gente sencilla”. El mundo, realmente, empieza a estar DEL REVÉS.

Zacarías podía estar perplejo, intentando comprender y asimilar cada palabra del mensajero divino. ¿Qué le anunciaba realmente? Se clarificó Zacarías cuando “el ángel” le dijo: “ese niño Juan precederá delante del Mesías, para retornar los corazones de los hijos (=los judíos actuales) a la de sus padres (=los que vivieron fieles a la promesa de Dios), y de los rebeldes, a la prudencia de los que fueron justos, y así preparar un pueblo bien dispuesto a la llegada del Señor”.
Zacarías, en su atolondramiento, no sabía si escuchaba o soñaba; si le hablaban en realidad o en figura. Yo digo que no sabía ya ni lo que decía, y que “se coló” en pedir una prueba. ¿No le habían bastado todas las pruebas de Dios en aquella conversación? ¿No le bastaban los diversos ejemplos parecidos de la historia de la salvación? Y preguntó aturdidamente: ¿en qué conoceré yo eso? Porque soy viejo, y mi mujer también. Y el ángel se identifica como el de las gestas sublimes de Dios, Gabriel, que asiste a la derecha del trono de Dios, y le da la prueba: “permanecerás mudo hasta que se cumplan estas promesas” ¿Querías una prueba? Pues esa será la prueba
Y cuando salió fuera, con todos los fieles extrañados por la tardanza, Zacarías “dio la prueba”. Realmente –advirtieron todos- que había tenido una visión. No era menester preguntar. La “prueba” estaba patente. Y poco habría que explicar cuando Zacarías salía del Santuario con la señal en su semblante de las experiencias profundas vividas.
Los demás sacerdotes pretendieron saber… Zacarías hizo señales de que “más tarde”. Primero cumpliría su ritual al quitarse los ornamentos de lino…; tendría tiempo para reflexionar, orar y pensar. El silencio tranquilo, la serenidad que necesitaba, serían el gran medio para poner un poco su mente en orden. Zacarías se retiró. Qué pensó en ese tiempo, no es fácil de imaginar. Desde el, misterio vivido, a la imprudencia de su pregunta, a la ventaja de espacio de silencio para poder entender un poco mejor a Dios y sus maravillas misteriosas.

1 comentario:

  1. Corresponde a los pastores contar el rebaño. Si falta aúnque sea una, salir a buscarla. ¿Realidad o fantasía?

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