jueves, 31 de enero de 2013

En la sinagoga de Cafarnaúm


Autoridad y poder
          San Marcos nos va introduciendo en la realidad de Jesús, Mesías liberador.  Ayer se roseaba de unos primeros discípulos, los pescadores del Lago e introducía esa característica propia del Maestro, que es la de rodearse discípulos. No entra el evangelista ahora en si siguió llamando a otros. Ahora le basta para dejar ese capítulo abierto.
             Adonde sí va a  entrar directamente es en presentarnos un Jesús poderoso en palabra (“con autoridad”) y en el, hecho más definitivo de la fuerza mesiánica: el poder contra el demonio, el príncipe del mal.  En Mc 1, 21-28 Jesús va la sinagoga en Cafarnaúm, cumpliendo sus deberes religiosos. Le invitan a Él a explicar la Palabra, y ya salta a la vista a las gentes que Jesús es un Maestro muy distinto de los maestros rabinos conocidos.  La palabra de Jesús es nueva.  ¡Llamativo esta observación de las gentes! Con ser la Palabra que tantas veces han escuchado, suena tan nueva que les atrae y admira. Descubren que Jesús habla con autoridad. No se limita a decir, ni su modo de expresarse lleva unas típicas rutinas de los fariseos.  Allí habla Jesús y la gente se siente atraída.
             Pero se da una circunstancia más llamativa aún. Había un hombre poseído por el demonio. La realidad demoníaca es como los antípodas de Jesús. No puede haber punto de conexión ni contacto.  Y así lo afirma ostentosamente el demonio que, ante la presencia de Jesús, empieza a gritar estentóreamente contra Jesús.  De una parte, con esa pregunta de respuesta evidente: ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús Nazareno?; viniste a perdernos. Era la pura verdad: entre Jesús y el demonio no hay ni punto de contacto. No puede haber relación.  Aquella tentación que nos ponen Mateo y Lucas del demonio que pretende que Jesús doble la rodilla ante él y le adore, era el absurdo total de la pretensión del mal espíritu.
             La misma pretensión de ahora al nombrar a Jesús por su nombre y al reconocerlo Mesías, Santo de Dios. La forma de creencia de que el que nombra a otro acaba posesionándose de él, es la que aquí pretende aquel espíritu.  Por eso Jesús le ataja sin entrar en conversación.  Le ataja con un “Enmudece”, seguido de un mandato firme:  “Sal de ese hombre”. Eran mandatos imperativos a los que el demonio no podía oponerse, porque la fuerza de Jesús le desbordaba.  Le quedó al espíritu inmundo la posibilidad de su pataleta, derribando violentamente al poseso por el suelo, y dando alaridos muy fuertes.  Como león rugiente…, pero sin poder hacer más.
             La gente, que ya estaba admirada de Jesús por su palabra y su novedad al explicar la Sagrada Escritura, ahora se siente pasmada ante lo que acaba de ver: no sólo era aquella autoridad, ¡es que hasta da órdenes a los espíritus malos, y obedecen.  Aquí han traspasado ya “la barrera del sonido”… Aquí se ha manifestado la fuerza de Jesús, y precisamente en lo más característico del Santo de Dios:  el poder sobre todo poder, incluido el poder sobre el demonio.  Y la gente que ha visto aquello, extiende la fama de Jesús por todos los alrededores de aquella comarca de Galilea.

             Ahora sí que cabría sentirnos en medio de esa realidad, y que nos entrara muy a fondo la contraposición radical entre el espíritu del mal y Jesucristo. Y por consiguiente, nos debería llevar a planteamientos tajantes en nuestros estados de conciencia.  Hay un tema, muy propio de nuestra era, que anda metida en el sexo en tan alto grado, que podemos encontrarnos a la vuelta de la esquina con más de una persona que vive su vida piadosa y sacramental, pero incapaz de arrancar ocasiones que le meten en ese círculo bajo de sus instintos.  Que no es solo que están con las tendencias instintivas a flor de piel, sino que buscan expresamente la carnaza que con tanta facilidad les ofertan portales de Internet que son pura bazofia.
             Que eso esté ahí, ya se sabe que puede estar; los hijos del diablo con más astutos que los hijos de la luz.  Pero lo que es verdaderamente penoso es que personas probas, formadas, conscientes…, vuelvan a ese vómito una y otra vez como imantados por una droga tan fácil y tan dañosa, que les va mermando en su fidelidad a Dios, pero sin tomar nunca la palabra de Jesús en toda su fuerza: Si tu ojo te es ocasión de escándalo, arráncatelo.  Y ya sabemos que Jesucristo no quiere una población de tuertos.  Pero lo que sí ha venido es a establecer esa necesidad de saber llegar a los extremos necesarios, antes que vivir ese flirteo con el pecado, que les va infestando de manera lenta y peligrosa.
             Claro que en eso de que el perro siempre vuelve a su vómito, no es aplicable sólo a ese tema, pues cada cual podríamos descubrir aspectos de mal espíritu que repetitivamente vuelven sobre nosotros en aspectos muy localizados y de la vida real:  el juicio sobre el prójimo, la crítica sistemática, las fobias muy concretas, o –por el contrario- los afectos desordenados que nos sobrepasan…  Necesitaríamos muchas veces de ese encuentro de frente con Jesús, como aquel poseso en la sinagoga…, para que explotara ya hacia afuera aquel “demonio” que no tiene nada que ver con Jesús…, y que llega a aceptar que cuanto más conozcamos a Jesús, más experimentaremos el gozo de que Jesús ha venido a hacer perecer esas medianías en lasque somos capaces de desenvovernos.

miércoles, 30 de enero de 2013

Primer Viernes y Ejercicios Espirituales

Día 1 de febrero
REUNIÓN DE PRIMER VIERNES.

5'30. En Salón de Actos de los Jesuitas,
con exposición de tema de formación.
Luego, en la Iglesia,
Rosario
Oración ante el Santísimo(a las 7) y
SANTA MISA (a las 7'30)





.     Iglesia del Sagrado Corazón
EJERCICIOS ESPIRITUALES
Del 11 al 15 de marzo

De 5’30  a  8  de la tarde
5’30.- Puntos de meditación
6’15.- Meditación personal
6’35.- Meditación breve
6’50.- Exposición- Rosario. Bendición
7’30.- SANTA MISA
Expone el
P. Manuel Cantero Pérez S.I.

Por algún punto se empieza


El nuevo plazo
          Lo primero que Jesús ha hecho al salir a su vida pública ha sido anunciar el final de un plazo y el comienzo de otro. Otro al que no se accede subiendo solamente un escalón, sino dándose la vuelta de 180 grados y emprendiendo la nueva dirección: la del reino de Dios que ya está cerca…, tan cerca que Él lo trae y Él ya está allí.  No será seguir con lo que había, sino entrar en los interiores de la persona y desde ahí entrar en una nueva dimensión de la relación del hombre con Dios.
             Por eso va caminando por la playa y parecería que curiosea los trabajos de los pescadores que remiendan sus redes antes de volver a la faena, pero en realidad va con su plan nuevo en el alma. Vio seguramente a muchos pescadores que realizaban los mismos preparativos…  Y vio también a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando la red en el mar.  Se detuvo y los miró…  Y se dirigió a ellos personalmente y los llamó: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
             Poco podían comprender aquellos pescadores de lo que les hablaba Jesús. Pero sí les había ganado –casi instintivamente- aquel personaje que se dirigía a ellos y los llamaba de aquella manera tan personal: Venid conmigo.  No aportaba ningún título para hacerle aquella llamada a ir con Él, y sin embargo les atraía ya aquella invitación tan personal. Les añadía algo que para ellos no era muy comprensible: lo de pescar hombres. Pero tampoco aquello les suponía más motivo.  Lo verdaderamente atrayente era el personaje mismo y la manera de dirigirse a ellos.  No esperaron más; no dijeron que en un momento estaban con Él, pero que iban a recoger las redes o a encargarles a otros…  Dejaron todo como estaba y en el punto que estaba, y al punto, dejadas las redes, lo siguieron.  Esto es el “nuevo plazo”.  Éste es el cambio esencial. Así es como Jesús está queriendo.
             Y se repite la escena unos metros más adelante con otros dos hermanos, Juan y Santiago. Ellos no estaban con las redes en el mar sino recomponiéndolas, junto a su padre y  unos jornaleros.  Y Jesús repite el estilo de llamada, que incluso es más escueta: Los llamó. No hubo más explicación. Quizás la explicación era sencillamente que Andrés y Simón ya iban a su lado…  Y Juan y Santiago dejan todo en el punto que estaba, dejan a su padre y a los otros compañeros de trabajo, y se van tras de Jesús. No saben adónde.  Lo que les consta es que Jesús los ha llamado.
             Todo esto es esa novedad, “nuevo plazo”, reino de Dios que está llegando.  Por dónde saldrá todo eso no lo saben. No han preguntado. Se han fiado. Ha sido la Persona de Jesús la que ha ejercido esa fuera de imán sobre ellos. Y lo que venga detrás, ya irá viéndose. Pero lo primero era ese paso incondicional de ir tras Él.
            
             Todo esto debe ser muy significativo para nosotros, para nuestro mundo, tan centrado en la “utilidad”, en el “para qué sirve”, en la búsqueda de seguridades, o en la religión de “hacer”, casi como una fiebre de eficacias que tienen que verse a la mano.  Frente a eso, la llamada de Jesús es llamada en pura fe, en pura confianza, en ir a fondo perdido, a sólo mirarlo a Él, a no buscar “utilidades”.
             Lo que sí está implicando es salir de sí, dejarse a sí, aceptar el paso misterioso de “perder”, por la plena seguridad que da la Persona de Jesús por sí misma.  Seguro que no perderemos. Pero no podemos empezar por querer tener asegurada la salida de emergencia, sino tener psicología de barrenar las naves, porque el que llama es fiel y eso basta.
             Ahora nosotros tenemos que hacer inventario de nuestras “redes”, de nuestras “barcas”, de nuestras “pescas”, de nuestros medios de seguridad… Nuestras “costumbres”, nuestro “siempre se ha hecho así”, nuestro “agarradero” a nuestra propias seguridades espirituales, a nuestras particulares formas de vivir y expresar nuestra fe, del aferramiento a lo que hicimos antes.  Pude ser que muchas cosas estén en orden y que deben seguir siendo. Pero habrá que plantear si no se nos pedirán modos nuevos y actitudes dispuestas a dejar redes y barcas muy nuestras pero que no nos dejan despegarnos para irnos a lo que es el seguimiento de Jesús a fondo perdido.
             Lo del vino nuevo que requiere odres nuevos, que tiene que tener traducciones mucho más reales y a veces drásticas.  Porque lo que es evidente es que vivimos aferrados como lapas a “posesiones” personales. Y no hablo de posesiones materiales.  Hablo del instintivo apego a aquello que se nos ha encargado antes, a personas que intentamos poseer como “nuestras”, a “derechos” que damos por adquiridos y que nos pertenecen y que nos tienen mucho más atados de lo que creemos.  Y que pensamos que en nosotros es celo por la gloria de Dios y servicios que prestamos…, pero que en el fondo acaban constituyendo lo mío.  Y eso lleva detrás los celos, los disgustos interiores, las comparaciones y envidias, el malestar, el creerse injustamente tratados, el resabio…, y mil maneras más que no dicen nada con estos planteamientos evangélicos con lo que Cristo marca la pauta en este “nuevo plazo”.
             No es fácil entrar en un examen de este tipo, porque se nos entrecruzan muchos prejuicios, y siempre tenemos una justificación de apariencia espiritual.  Pero mirando a Andrés y Simón, a Santiago y Juan, caminando sin aparente rumbo determinado…, pero apegados sólo a Jesús que los ha llamado, ya podremos tener una pista de por dónde van las cosas.

martes, 29 de enero de 2013

Sigue el "comienzo"


Más “COMIENZO”
          San Marcos está aún en los prolegómenos, aunque ahora ya son la concreción de que aquel “comienzo del Evangelio de Jesucristo”, tan lleno de sentidos pero –al mismo tiempo- tan abierto a cualquier arranque. Pasado el bautismo y ese período de las tentaciones con el que los tres sinópticos hacen pasar a Jesús (en San Marcos sólo se afirma pero nada se concreta de ellas), encontramos a Jesús en su primera salida a la predicación.  Y la hace en Galilea. (1, 14-15)
             Lo primero que reseña Marcos es que Juan ha sido ya encarcelado. No es un simple dato histórico: es el cierre de una era.  No iba a estar Juan por un sitio y Jesús por otro. Ya había dicho el Bautista que él tenía que menguar y Jesús CRECER. Y eso tiene en este evangelio una forma tan concreta como que ya Juan está fuera del ámbito de influencia y acción. Ha acabado el período de la forma antigua, y entra la era nueva: entra Jesús en acción directa. Y esa acción tiene dos partes: una, que se ha cumplido el plazo. Otra será cómo hay que afrontar el plazo nuevo.
             Se ha cumplido y acabado el lazo del Antiguo Testamento. Queda ya cerrado.  Y con Jesús queda inaugurado el plazo nuevo. Se cumple así una promesa hecha por Dios.
             Y eso lleva consigo un planteamiento esencial: convertíos. Lo que no se puede es pretender simplemente arreglar un poco la fachada pero continuar en lo que se tenía. La conversión es una expresión que ha perdido contenido de tanto repetirla, pero es una cambio desde las raíces para poder dar entrada a la novedad del nuevo plazo: a Jesús.
             Esa conversión en la difícil, y cada día que pasa en nuestra vida, más difícil.  Somos “animales de costumbres”…, de formas adquiridas, de no querer alterar nuestro “status”. Y cada día que vivimos en ese status personal, estamos menos dispuestos a salir de él.  Aquello de “qué lindo es estar aquí; hagamos tres tiendas”…, es muy habitual y típico.  Añadiremos “un avemaría” para “mejorarlo”…, pero que no nos pidan más. Por eso nos es tan difícil LA CONVERSIÓN, el pegar el golpe de timón.  Por eso luchamos contra Dios los años enteros y por pretender ser felices, somos desgraciados. El paso que a veces se nos pide como solución drástica en una determinada situación, ese se hace una montaña insalvable.
             Y Jesús ha aparecido en su primera salida al público poniendo la primera condición para entrar en el nuevo plazo: convertíos.  Ya podemos imaginar que si nosotros, dentro de vivir el ámbito de una fe cristiana, ya nos resistimos tanto a ese salir de nuestros modos piadosos adquiridos, lo que Jesús les estaba poniendo delante a un pueblo que viene de otro planteamiento, era estarle poniendo el dedo en la llaga.
             No se ha quedado Jesucristo en decir: convertíos.  Ahora da la fórmula necesaria para esa nueva realidad CREED EL EVANGELIO.  Casi que respiraríamos muchos, pensando que nosotros “creemos el evangelio”.  Y no es tan así.  Porque la formulación hecha así es mucho más fuerte que cuando se dice: yo creo en el evangelio¸ a mí me encanta el evangelio, yo medito siempre el evangelio; el evangelio es mi vida…   Porque todo eso será verdad y sin embargo no hemos entrado en el núcleo. CREER EL AVANGELIO es desnudarse del YO, de mis ideas, de mis costumbres, de mis prácticas, de mis devociones por el evangelio…, y encontrarme de pronto con que el Evangelio me desnuda cada vez más, me replantea cada vez más, y que CRER de verdad el Evangelio es encontrarse ante un mundo nuevo que no deja en mí ese títere personal con que pretendo ser “bueno”, “buen cristiano”…, pero sin dejar lo mío.
             Este año está proclamado el tema de la nueva evangelización y lo penoso es que no nos damos por aludidos personalmente: aquí se trata de no “continuar” lo que estamos viviendo, aun siendo bueno y meritorio.  Se trata de si al aparecer Cristo en mi vida, se produce una novedad y una exigencia por la que yo experimento que tengo que ser evangelizado…, envuelto en la realidad del Evangelio, dejando en el camino muchas de mis seguridades personales, y admitiendo que Jesús no ha venido a “hacernos buenos” sino a hacernos mucho mejores…, al estilo mismo suyo…, con esa disposición inicial que expresa la carta a los Hebreos: Aquí estoy para hacer tu voluntad.  Ya no son ni sacrificios, ni rezos, ni devociones tales o cuales. Es una única realidad que lo abarca y consensa todo: AQUÍ ESTOY.  Y a partir de esa rendida actitud, dejarle a Dios que marque el camino.
             Éste es el NUEVO PLAZO…, el que Jesús inaugura y que es necesaria continuación de aquel “comienzo del evangelio de Jesucristo”.

lunes, 28 de enero de 2013

Cuando no hay arrepentimiento


PECADO SIN PERDÓN
          No es la única vez que abordo este tema.  Por decirlo así, no lo hago para repetirle a quienes ya lo saben, sino por si puedo ser más claro para los que no sepan aún. Jesucristo dijo: “Creedme: todo se le podrá perdonar a las personas.  Los pecados y cualquier blasfemia que digan.  Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás;  cargará con su pecado para siempre”.  Y aclara el evangelista: Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.  (Mc 3, 22-30)

             Es bonito cómo lo explica, pues este evangelista da un matiz muy cercano con los mismos fariseos que acaban de tener esa absurda ocurrencia. Dice San Marcos que Él los invitó a acercarse.  No respondió Jesús en tono abrupto.  En cierto modo podría haber experimentado pena más que indignación. Era encontrar la cerrazón de aquello hombres, llevada a un extremo tan sin sentido como decir Jesús echa los demonios con el poder del demonio.  Si les invita a acercarse es porque todavía pone confianza en poder hablar como persona a personas.
             Lo que Jesús pretende no es ni condenar, ni tildar, ni ridiculizar. Pero su explicación sí quiere que deje clara la que es la peor de las situaciones morales que pueden darse en la persona.  Pecar, puede pecar cualquiera. Y pecar grave y muy gravemente, puede ocurrir, y ocurre.  Y Jesús afirma que aun eso, podrá perdonarse.
             ¿Cómo puede perdonarse?  Cuando el que ha cometido esa maldad, tiene el momento lúcido para reconocer que lo ha hecho, que lo ha hecho tan mal, y que no lo justifica.  El pecador que llega a los pies del sacerdote y cae arrepentido de su fechoría, y pide sinceramente perdón, con su propósito de salir de aquello, o sencillamente dejarlo ya atrás, depositado en el Corazón de Dios, ese está perdonado desde ese mismo instante. Ya pueda haber hecho lo más grave y grande. Hasta la blasfemia más horrenda, con ser ese pecado tan diabólico que es más propio de demonios que de hombres.  ¡Pues aún así, tiene perdón!
             Entonces: ¿qué es tan grave que no pueda perdonarse?  La “blasfemia” contra el Espíritu Santo.  ¿Hay una blasfemia especial contra el Espíritu Santo?  Tampoco es eso.  De lo que se trata es del pecado cualquiera que se comete y no se reconoce;  que se comete desde la negativa a la verdad; desde la posición previa de hacer algo y no estar dispuesto a echarse atrás.
             Uno puede acudir al Sacerdote, o al mismo Papa, y “confesar” que ha pecado algo de lo que ni se arrepiente ni está dispuesto a arrepentirse. Y entonces, ni el Papa puede absolverle ese pecado.
             ¿Es falta del poder de perdonar del Papa o de los sacerdotes?  No.  Es falta de arrepentimiento y negativa a corregir.  Y ahora no hace falta que estemos hablando de grandes crímenes.  Se trata de que no puede ser personado quien no se quiere poner en posición de alma que pida sinceramente perdón a Dios, con decisión de poner los medios para que aquello se corrija.
             Está hablando Jesús con los fariseos. Con los recalcitrantes fariseos. Con una casta soberbia e hipócrita, que ha llegado ya al paroxismo de atribuir al demonio aquella expulsión de demonio que ha hecho Jesús. No es que esta vez se les ha ido el freno.  Es una continuidad permanente de persecución y crítica de todo lo que hace Jesús. Es una aversión tal a su persona, que salen ya por el mayor de los absurdos con tal de mantenerse en sus trece.
             Jesús les invita a acercarse.  Hace un nuevo esfuerzo de acercamiento para una explicación racional.  Si aquellos hombres supieran y quisieran reconocer y reaccionar, tenían todo a su favor. La historia nos dio que fue al revés:  cada vez se pusieron más lejos.  Y decidían matarlo cada vez que le contradecía. Y creyeron triunfar cuando lo consiguieron llevar ante los tribunales y sentenciarlo a muerte.
             No había habido ni una brizna de reconocimiento de su pecado. Por consiguiente, ni un atisbo de arrepentimiento. Por consiguiente, nula la posibilidad de cambiar.  Nadie se lo impide.  Son ellos mismos quienes se cierran.  Es evidente que no piden perdón. Y entonces, no pueden obtenerlo, ¡porque no lo quieren!
             Esa es la razón de que Jesús diga que es blasfemia contra el Espíritu Santo (porque es negativa cerrada a las inspiraciones de Dios), y que no tiene perdón jamás (porque aunque quisiera otorgarlo la misericordia del Corazón de Dios, ellos no aceptan estar errados y tener que modificar conducta).

             Llevemos esto a muchos de los fallos repetitivos y constantes (mayores o menores) nuestros.  Y puede ayudarnos a barruntar por qué siempre nos confesamos de lo mismo.  Una parte será lo casi trivial, tan difícil de extirpar.  Pero hoy se están dando actitudes pecaminosas recalcitrantes, que llegan al confesionario y parecen tener arrepentimiento. Pero no se pone ni un solo medio para luchas, evitar o arrancar la causa que está produciendo ese efecto. ¿Realmente entran en Sacramento de perdón o se quedan en mera “confesión” que no entra nada en la causa, y no pone propósito drástico para intentar sinceramente el cambio?  Por ahí iría el tema de esa falla contra la Gracia de Dios…, la blasfemia contra el Espíritu Santo.

domingo, 27 de enero de 2013

Protagonista, LA PALABRA


FIESTA DE LA PALABRA
          Hoy es en la Iglesia la FIESTA DE LA PALABRA. Desde la primera lectura el interés queda fijado en la PALABRA de Dios. El sacerdote Esdras trae el libro de la Palabra sagrada del Señor ante la asamblea de hombres y mujeres y de cuantos podían comprender. El pueblo entero está en expectación. Esdras sube al estrado que se ha construido para este momento y ante el pueblo abre el libro sagrado. El pueblo se pone en pie. Esdras bendice y la gente alza las manos hacia el Cielo y luego cae de rodillas y se postra ante el Señor, repitiendo la breve y rica expresión de la fe y el asentimiento:  AMÉN, AMÉN.  Esdras lee y los levitas van mostrando al pueblo que ese es un día de bendición.  Y tiene que vivirse como fiesta gozosa, no sólo espiritual sino en la que celebre el ser entero. Y por tanto acompañando también una comida especial, ¡y una alegría que salga por los poros!
             Saltamos al Evangelio. También el Evangelio es introducido hoy con una gran solemnidad, porque empieza enmarcándolo en el propio prólogo que escribe el evangelista. Lucas confiesa que él no es un testigo directo de lo que narra. Tampoco es un inventor de lo que cuenta, ni mero relator de dichos de aquí y de allí.  Él, hombre culto, se ha puesto a investigar concienzudamente los hechos y dichos que va a transcribir en su libro, recurriendo a los testigos oculares fidedignos.  Él va a contrastar los datos y los va a poner por su orden. Y de ahí va a dar a sus lectores un conocimiento sólido de las enseñanzas que él ha recibido.
Jesús había salido de Nazaret siendo un paisano más del pueblo. Ha regresado a Galilea no mucho después, y ha  hecho ya algunas obras especiales, que le han dado ya una fama que se había extendido por los alrededores. Y hoy viene a su pueblo, donde se había criado en medio de los demás, pero advierte el evangelista que viene con la fuerza del espíritu Santo.  No como un regreso cualquiera sino con la nueva personalidad que ha recibido ya, y con ese halo que ha llegado desde la cercana Cafarnaúm.
             Llegado el sábado, el jefe de la sinagoga tiene la deferencia de que ese hijo notable del pueblo, que regresa tras una temporada, sea quien ocupe el estrado para la lección sagrada correspondiente al sábado. Y toca hoy en el turno normal un trozo del profeta Isaías.  Jesús se pone en pie y todos los asistentes. Y Jesús lee: “El Espíritu del Señor sobre mí;  me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.  Para dar libertad a los oprimidos y para anunciar el año de gracia del Señor.  Enrolló el libro, se sentó. Los ojos de todos estaban fijos en Él.  Y su palabra primera es de una importancia suprema: HOY SE CUMPLE ESTA PAlABRA QUE ACABÁIS DE OÍR.
             La liturgia ha querido dejar aquí el relato, porque el argumento del día es una fiesta de la Palabra. Entonces donde hay que poner toda la fuerza es en que esa palabra que ha leído Jesús no es un discurso de Isaías que se repite cada vez que toque ese rollo de pergamino. Sino que esa Palabra leída muchas veces como anuncio mesiánico, HOY SE CUMPLE. Con dos acentos: Hoy ya no es palabra solamente sino realidad, porque hoy ya es momento mesiánico, y lo que estaba a anunciado, hoy se hace realidad.
             Pero, además, no es sólo que se cumple, sino que SE CUMPLE EN MÍ.
             De ahí que cuando hoy celebramos esta liturgia del domingo, hemos de experimentar una PRESENCIA.  No una lectura que se escucha, sino una PERSONA que está aquí, y cuya obra es LIBERADORA: para hacer ver a quienes no ven;  para hacer libres a los que se sienten esclavizados, para proclamar a los cuatro vientos que Dios es Gracia, es don, es quien abre los corazones.  Y que haya pasado lo que haya pasado, Jesucristo viene como amnistía general para todo el que cree en Él.  Y este mensaje tiene que calar en todos los corazones HOY, porque HOY se cumple esta Palabra. Para vivir en libertad Cristo nos ha salvado.
             Pablo explicita en la 2ª lectura algo que había descubierto en el momento mismo de su conversión: que Cristo y los que le siguen formamos un solo y único cuerpo, y en él estamos entrelazados e interdependientes los unos de los otros, de tal manera que nadie es ajeno a nadie, ni el más importante menos necesitado que el menos favorecido, pues todos nos necesitamos a todos. Y todos recibimos la sangre vital que procede de Cristo.
             Desde tiempo inmemorial, dentro de la época moderna, la Iglesia celebra hoy una cordial  referencia a los niños, seres más pequeños en medio del Cuerpo único de Jesucristo, pero igualmente importantes en el conjunto. Y mira a los niños como agentes directos de la labor misionera de la Iglesia.  También los niños han de ser enseñados de su papel importante en la trasmisión de la fe a otros pueblos…, a otros niños que no tienen la dicha de haber recibido el bautismo y la fe y el conocimiento un Jesús Amigo, que los ama a ellos y quiere ser conocido por ellos.
             Que hoy encontremos en nuestra experiencia eucarística estos aditamentos tan importantes de una PALABRA que se hace PERSONA y EUCARISTÍA, y que quiere abrirse al mundo entero y ocupar también el corazón de esos niños:  los que aquí se sientan misioneros y los que han de recibir el don de la fe por la oración de nuestros niños y por la ayuda que los mayores hemos de aportar para que haya quienes puedan trasmitir esa fe en otros muy diversos lugares.  [Aunque, a lo mejor hay que pensar en esos niños de aquí cerca, a quienes se les ha negado conocer a Jesús].

sábado, 26 de enero de 2013

Comienzo y...


PASAR EL UMBRAL
          Cuando esta mañana me he puesto a pensar sobre la meditación que pudiera darme –y daros- una sugerencia para orar, me encontré con que había “comenzado el evangelio de Jesucristo, hijo de Dios”.  Y lo que comienza es para seguir.  Claro: un comienzo tiene su aventura y su riesgo. La aventura es siempre atrayente por lo que tiene de desconocido y el deseo innato que llevamos a conocer lo que hay “detrás”.  Es el gusanillo que embarga siempre aquello que no se conoce.  Por supuesto que abrir esa puerta del “comienzo” entraña simultáneamente un riesgo, porque puede uno encontrarse con lo que no quisiera.
             San Marcos nos hace una entrada menos atrayente de lo que prometía ese primer título. Porque comenzar el evangelio de Jesucristo nos atrae por sí mismo: vamos a abrir la puerta y nos vamos a encontrar un jardín donde hay unos pasillos con flores y enredaderas perfumadas por la Persona de Jesucristo… Vamos a abrir la puerta y nos vamos a pasmar ante la belleza de un Versalles que nos embriaga con sus aromas.  A Jesucristo nos lo queremos encontrar así, todo dulzuras y frases bellas, que nos resulta delicioso meditar y encontrarnos ya en un cielo (postizo) mientras oramos.
             Pero el evangelista nos ha metido por un primer pasadizo en que aún no aparece el tal jardín. Por el contrario lo que pone delante es mucho más prosaico.  Lo primero es el mensajero.  Y el tal mensajero viene ahora a decirnos que “hay que aparejar el camino”, que no estamos ante un jardín sino ante un desierto, y que la voz que resuena en el desierto está pidiendo preparar los caminos, rectificar las sendas.  No había acceso directo al jardín sino que había que poner primero los caminos de entrada… Que el “comienzo” no empieza por Jesucristo todavía, sino por la preparación del camino para que pueda entrar Jesucristo.  Porque aquel mundo al que viene Jesus tiene confundidos los términos, y primero hay que poner orden en ese “comienzo”.
             Y habla San Marcos de aquel pueblo de Dios. Pero no ha escrito el evangelista una historia que se va a cerrar en un momento histórico. Escribe con un mundo por delante, con un sentido amplio, universal, profético. Y pronto se toparía Marcos en nuestra realidad presente, en la que todos queremos disfrutar; todos queremos hacer de la fe nuestra ventaja…, de la religión nuestra tranquilidad, del evangelio nuestra dulzura. Y ahora volvería San Marcos a esa advertencia: es que hay que preparar el camino, hay que enderezar, hay que desbrozar.  El jardín está ahí, ciertamente, pero acceder al jardín requiere una preparación previa. Y la voz que clama en el desierto está advirtiendo la necesidad de penitencia.
             Por eso Juan Bautista comienza por ahí. HAY QUE CAMBIAR. Hay que “bautizarse” con un bautismo que sea símbolo de una mirada profunda interior, porque precisamente en e interior de cada uno hay muchas imperfecciones que reconocer…, muchos polvos pegados a los pies…  Y porque ahí donde se vive en el conjunto de otras personas, no vive la persona a solas sino en dependencia.  Y eso acarrea aspectos a remirar, a no dar por saldados. ¿Pero es que no vamos ya a adentrarnos en el jardín?  Pues no.  Vamos primero a pasar por las aguas del “bautismo de penitencia”· y vamos a confesar los pecados.  Estamos allanando esos paseos de entrada al EVANGELIO, para que no vayamos a caer en el error garrafal de un pueblo que pretendió tener el reino de Dios…, pero “a su manera”…, según su idea.
             Cuando hoy se repite –pegue o no peque- la expresión: nueva evangelización, ¡que pocos nos estamos adentrando personalmente la llamada a esa nueva evangelización, que no está en más predicar, ni en envolver más bonito el mensaje, ni en llevarlo a más gentes. Lo grueso del problema de nuestra Iglesia actual y de nosotros –que somos los que hacemos Iglesia- es que andamos pensando siempre lo que necesita evangelizarse el otro. Y nos quedamos mirando desde nuestros pensamientos y actitudes antievangélicas internas, sin hincar el diente en nuestra propia realidad personal, tan llena de sordinas y rodeos para intentar “comenzar otro evangelio”…  Porque el de Jesucristo se nos queda aún como novela de aventuras deliciosas en las que nos gozamos “meditando”.
             Confesaban sus pecados aquellas gentes.  Luego llegó Jesucristo (que aún no aparece como el luminoso jardín que deseamos), sino metido en la fila penitencial e una humanidad, queriendo estar tan en medio que ahora entre en el agua y sea bautizado él con aquel símbolo…  Lo que no se dieron cuenta los demás es que iba recogiendo pecados de todos en su red barredera, y que de aquellas aguas de penitencia estaba tejiendo un madero de cruz que tuviera la consistencia de aguantar su propio cuerpo y el cargamento de aquella red de todos los pecados que el mundo necesita confesar y depositar, en actitud penitencial –con decisión de cambio- para poder pasar al primer parterre de aquel jardín soñado.
             Fue Dios quien reveló ese secreto cuando salía Jesús del agua y la voz se oyó mostrando y advirtiendo: Este es mi Hijo amado –Mesías Salvador-; ESCUCHADLE.  Lo que en labios de María está muy llanamente traducido: “haced lo que Él os diga”.

viernes, 25 de enero de 2013

Conversión de Saulo


CONTINUACIÓN DEL “COMIENZO”
          Hablamos ayer del profundo mundo que encierra esa palabra de San Marcos: “Comienzo del evangelio de Jesucristo”.  Hoy celebra la Iglesia la CONVESRIÓN DE SAN PABLO. Y ahí podemos tener una respuesta elocuente de lo que es continuar lo que estaba en el “comienzo”.
             Pablo aporta su DNI en la carta a los Gálatas: “el Evangelio que os he anunciado… lo recibí por revelación de Nuestro Señor Jesucristo. En el judaísmo perseguí con saña a la Iglesia de Dios y asolaba más que muchos de mi edad y mi raza, como partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados”
             En efecto, Saulo era un fariseo fanático, que trató de emular a sus antepasados los que habían matado a Jesús y “habían acabado” con Él. Saulo tomó sobre sí la misión de acabar ahora clon los seguidores de ese muerto que se atraganta.  Y obtiene cartas de los sacerdotes para ir a Damasco y apresarlos y llevarlos a Jerusalén y que los juzguen los mismos que ya decidieron la muerte de Jesús.
             Va por el camino con toda su soberbia fanática, su decisión sin dar cabida a la duda ni a la clarificación.  Él se basta y él decide. Pero en medio del camino, sin tropezar, sin que nadie de sus acompañantes le empujase, sin razón humana, Saulo cae rodando por los suelos y, además, se queda inmediatamente ciego.  A la soberbia de Saulo le ha encontrado de improviso la humillación más vergonzante: caído, sin vista…  Una ocasión para que su soberbia se deshiciera en improperios contra quien fuera…, en buscar un culpable para descargar su ira… Pero Saulo está palpando que ahí hay una fuerza que no es humana. Ahí ha ocurrido algo…, o Alguien se le ha atravesado misteriosamente en su camino, y en vez de ensoberbecerse más, desde este polvo del camino que está mascando, hace una pregunta impresionante: Quién eres, Señor.  Porque lo que es evidente es que hay ahí otro “Señor” que le supera, y no cabe cocear contra Él. Pregunta.
             Y si misteriosa fue la aparición de ese “Alguien”,  más misteriosa es su respuesta: Yo soy JESÚS, a quien tú persigues.  Podría Saulo responder, según su convicción: “Yo no puedo perseguirte a ti, porque tú estás muerto y bien muerto”.  Pero Saulo tiene en ese momento una revelación nueva y muy fuerte: Jesús y sus seguidores forman una unidad y no se puede ir contra ellos sin ir contra Jesús, ni ir contra Jesús sin ir contra ellos.  Será un día la base de esa doctrina esencial de la Iglesia como CUERPO MÍSTICO de Cristo.
             Saulo guardó silencio. Estaba vencido, pero no derrotado. Había perdido “su” batalla. Acababa de vislumbrar una victoria. Aunque ahora tenía que empezar por dejarse conducir de la mano como un niño.
             Y lo llevaron a Damasco. Y en Damasco un seguidor fiel de Jesús, Ananías, recibe una llamada de Dios: “Ve a la calle Recta y pregunta por un tal Saulo”.  Ananías se espanta: “¡pero si es un enemigo que viene a apresarnos…!”   “Anda, ve; que ese tal Saulo es un instrumento elegido por mí”.  Y Ananías se dirige allí, entra en la casa, le impone las manos a Saulo, y le dice: El Señor Jesús que se te apareció en el camino, me ha enviado para que te imponga las manos y te llenes de Espíritu Santo”.
             Y Saulo, el que venía con todo su orgullo a acabar con aquellos seguidores de Jesús, se encuentra ahora liberado de sus escamas de los ojos y de su fe y de su vida entera, a través de uno de esos despreciados seguidores de Jesús…  Inmensa lección. Inmenso alumno.
             Saulo dice ahora –en esa carta a los gálatas- que se retiró tres años al desierto de Arabia. No había conocido otros maestros. Se puso bajo el magisterio de ese espíritu Santo que le había llegado por la imposición de manos de Ananías, y allí fue llevado al séptimo Cielo, donde le fueron revelados los arcanos más profundos –sin intervención de hombres- que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el entendimiento humano puede comprender”. Allí fue Dios mismo quien fue fraguando a Pablo desde el lodo de Saulo. Y de allí salió EL APÓSTOL”, el que forma un tándem tan esencial en la Iglesia, que Ella los celebra juntos en una misma fiesta, como esas dos columnas que se entienden juntas y no separadas.
             Pablo aprendió “teología” en esos años de retiro a solas con Dios. Y sus cartas son esenciales para comprender el Evangelio, para explicitarlo, para explicarlo, para llevarlo a la vida diaria.
             No perdió Pablo el ímpetu de Saulo, la decisión del perseguidor, la fuerza de sus convicciones.  Lo que había variado era el objetivo de su misión. Y de perseguidor pasara a apóstol, y de fanático a quien no quiere ya tener más ciencia que la de Jesucristo, y Éste, crucificado. Y la medalla que podrá colgarse, ya a punto de morir, en haber corrido bien su carrera, haber mantenido su fe…, y no quedarle ya otra cosa que esperar LA CORONA MERECIDA.  ¿Merecida por él?  No; sino la que Cristo le ha merecido con su Pasión y muerte.  Por eso mismo está seguro y ya sólo le queda esa espera confiada y pacífica.
            
             Creo que Saulo/Pablo nos ofrece espejos interesantes donde mirar nuestra figura…, recomponer nuestras posturas…, aprovechar nuestras realidades para ponerlas mucho más al servicio de Jesucristo, y al modo de Jesucristo y su manifestación a través de la riqueza de la doctrina de san Pablo.

jueves, 24 de enero de 2013

Regresando al "COMIENZO"


”COMIENZO DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO”
          Cada vez que entro en este inicio del evangelio de San Marcos se me suscitan más fuertes las vivencias íntimas ante lo que experimento como una llamada o advertencia o estímulo del Espíritu. Que a mí me coge por dentro y que –es muy posible- que a otros nos les diga nada especial.  Por eso, aunque no es tema nuevo en mis escritos, vuelvo a sacarlo hoy, porque lo mismo que a mí me fue una simple frase de entrada, y luego se me ha cargado de contenido (que no se agota), así puede también abrirse en los demás, en ese proceso paciente y pacífico del Espíritu.
             “Comienzo” es ya una palabra que debe llamar a la esperanza. Porque algo que se comienza se hace para continuar. Sería absurdo iniciar algo para dejarlo morir en ciernes. “Comienzo” llama al optimismo. Tras ese empezar hay abierta una aventura inédita, desconocida, que llama hacia la consecución de un objetivo.  Por lo general esa expresión va mirando a realidades posibles positivas. No es que alguna vez un “comienzo” sea –como se dice- el comienzo del fin.  Pero es mucho más empleada para mirar una obra por realizar.
             Pero es que Marcos habla del “comienzo del Evangelio”. Y aunque sólo lo tomáramos en estricta etimología, “evangelio” remite a buena noticia, noticia alegre.  Por tanto San Marcos nos apunta ya (aun cortando la frase ahí) a un gozo que se avecina…, que ya comienza, y que tiene un trayecto de desarrollo que acabará en realidad gozosa.
             Si cada uno experimentase su vida como una proyección de las palabras –por decirlo así- “ocultas” (o los sentidos que están prendidos en una de estas expresiones, como germen que dará a luz un día una criatura nueva” y de momento desconocida), ya puede cada cual barruntar las riquezas que le esperan si tiene la osadía de continuar ese “comienzo”…, si es capaz de perseverar en una actitud ilusionada de búsqueda…, si se decide a poner las mimbres para un verdadero comienzo…  Lo que tiene que estar siempre en el horizonte es un sol de esperanzas e ilusiones, apartando la tendencia masoquista de mirar el futuro en tono negro.
             Pero no se ha quedado San Marcos en las dos palabras esas. Ha hablado de “evangelio de Jesucristo”.  Y ya ahí se encienden todos los soles del sistema solar. Porque ahora vemos que Marcos va a presentarnos una historia de dimensiones infinitas, y una historia que, al ser la historia triunfal de Jesucristo, es al mismo tiempo nuestra historia-evangelio de cada uno de nosotros. Lo que ahora sabemos es que no estamos mirando un libro, una situación pasada, un volumen de biblioteca o mesita de noche.  Ahora se abre UNA VIDA COMPLETA, un universo de vitalidades que nos concierne totalmente a todos y cada uno, porque Jesucristo es también cada uno de nosotros…, y nosotros también estamos formando en Cristo una unidad…, una historia única.  Por eso tomar el “comienzo del Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios”, no es entrar en una lectura ni en una meditación.  Es encontrarnos sumidos de pronto en un océano sin fronteras hacia el que somos atraídos y llamados para desarrollar una vida que nos atañe directamente a cada uno, y a todos y cada uno.  Y que ,a partir de ahí, a partir de ese “comienzo” ya no tenemos parada posible;  que hemos de ir caminando sin descanso porque la aventura es apasionante y e horizontes a ir definiendo a través del momento a momento.

             Sin duda que todo esto puede sonar a exaltación del espíritu. A mí me excita como llamada a la que el Espíritu me mueve.  Y si alguien se mete en esa oración detenida y de realidad personal, puede encontrar su parte correspondiente.  Y por supuesto, gozosa.

miércoles, 23 de enero de 2013

"Cumplidores" de la "religión"


”CUMPLIDORES” CONTRA RELIGIÓN VERDADERA
          Me sugiere este título el Evangelio del día: Marcos 3, 1-6. Vaya por delante ese momento en que –en expresión evangélica- se habla de una mirada de ira que dirigió Jesús a los fariseos.  Dice “mirada en torno”.  No se limitó Jesús a una mirada más o menos rápida, sino detenida.
Pero vayamos ahora al hecho en sí.  Es sábado, día sagrado para el pueblo judío, porque así lo había querido Dios, para que tuviera un día de descanso semanal.  Una “higiene laboral”, que los autores sagrados refieren al mismo Dios, que al séptimo día descansó.  Y aquellas leyes que Moisés va dando al pueblo, bajo la inspiración de Dios, constituyen una verdadera maravilla de perfección humana, en un pueblo –por otra parte- tan primitivo.  El descanso sabático es descrito con sus pormenores para que realmente el pueblo descasara.
Luego surgen las casuísticas tan propias de la obra humana, que pretende “perfeccionar” en concreciones muy particulares lo que Dios había expresado de formas más amplias.  Porque Dios va al bien de la persona y no a la materialidad del precepto.  Aquello que Jesús explicitó en otro momento de que el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.  Lo que Dios estableció como precepto de descanso, miraba al hombre; no al precepto.
El fariseísmo lo convirtió en legulismo, esclavizándose con la “ley”, haciendo inhumano lo que había salido del Corazón de Dios como una bendición para ese mismo sr humano.
Por eso en este momento en que un enfermo, un paralítico de un brazo se hace presente en la reunión litúrgica, Jesús se siente conmovido ante una necesidad que Él puede atender.  Pero no quiso hacerlo tan por su cuenta que no tuviera el beneplácito de los jefes.  Y pidió al enfermo que se pusiera en medio, allí a la vista de todos, mostrando su minusvalía.  Y cuando lo tiene en medio, dirige una mirada a toda la sinagoga (allí no sólo había fariseos, evidentemente), y pregunta algo que hubiera pedido una respuesta unánime:  ¿en sábado se puede hacer EL BIEN O EL MAL; SALVAR A UNO O DEJARLO MORIR?
             Se mascó el silencio. Y Jesús mantuvo aquella tensión del auditorio, en el que nadie daba el paso… Y no sólo mantuvo aquella situación con disimulo sino provocando que se hiciera mucho más patente:  Pasando su mirada por toda la sinagoga.   Y cuanto más silencio y más tensión, el Corazón de Jesús experimenta la indignación de unos hombres que en aras de una falsa religiosidad cumplidora… (cumplidora de los mismos “preceptos” que ellos se habían inventado), son capaces de no implicarse siquiera en una respuesta tan genérica como la que había hecho.  Ni a eso quisieron responder, mientras que cada uno huía la mirada e intentaba pasar desapercibido.  Pero Jesús mantuvo sus ojos sobre ellos…, hizo un barrido por todos ellos, y les hizo tragar saliva…, porque ellos mismos eran bien conscientes del ridículo que estaban haciendo.  Pero ellos “eran CUMPLIDORES… La compasión, la caridad, el amor a los hermanos, las obras de misericordia…, les quedaban muy por bajo de su “cumplimiento”.
             Y Jesús actuó. Una sola palabra.  No violó en nada lo que se puede hacer en sábado, según las mismas leyes farisaicas.   El enfermo extendió el brazo con la misma naturalidad que lo estaban moviendo cualesquiera de los allí presentes.  Por mucho que se quisiera tildar de romper el descanso laboral, no habría ni una mínima base de justificación.
             Pero los fariseos y doctores habían quedado en ridículo.  Y eso se paga…  Por eso se reunieron –y se aliaron co enemigos naturales, los herodianos- a ver qué se hacía con Jesús, y ver el modo de acabar con Él. Lo de menos es el mensaje. Lo que hay es que acabar con el mensajero. Así ya no les da más lata.

             Dejo a mis lectores la oportunidad de su propio examen de conciencia.  Porque, en palabras de Jwesús mismos, en otra ocasión, “de éstas, hacéis muchas”

martes, 22 de enero de 2013

La despedida


“El Espíritu comenzó a agitarlo en el campamento”
             El hecho de que José desaparece del horizonte de aquella vida de la Sagrada Familia favoreció siempre la idea de que José murió antes de que se cumplieran los años de Jesús en su vida oculta.  Jesús quedaba entonces de “cabeza de familia”, a solas con su madre.  Y nos puede mover a pensar que aquellas dos grandes almas tuvieron conversaciones muy íntimas, y que sobrevenía necesariamente la pregunta sobre el futuro de Jesús. Y Jesús seguía en esa espera de que Dios manifestara algún signo.
             A todos nos viene la idea de que María poseía un secreto de hace 30 años, que bien podría sacar ahora para ayudar a iluminar ese futuro.  Sin embargo, autores como el P. Larrañaga –en su libro: El silencio de María- nos llevan a un pensamiento que tiene su valor:  cuando han pasado casi 30 años en que no ha habido ni una voz, ni un susurro, ni una nube  que recalque experiencias pasadas, son muchos años para que aquello tengo la luminosidad que nosotros –que vivimos la historia tan a toro pasado- creemos que estaría allí presente.  No pretendo afirmar ni negar, pero ese dato no es tampoco despreciable.  Y la prueba sería si experiencias nuestras de hace 30 años, las podemos afirmar rotundamente ahora y sin fisuras en nuestro recuerdo.
             Las conversaciones continuaron entre María y Jesús con aquella fruición de dos almas llenas de Dios, que han vivido siempre a la escucha de Dios, y que han tenido la humildad de no adelantarse nunca a los posibles planes de Dios.
             En la historia de Sansón se dice que “el espíritu comenzó a agitarlo en el campamento”.  Y hay un momento en que algo ocurre en el íntimo sentir de Jesús que es precisamente ese Espíritu que comienza a manifestarse…  En la conversación con su madre Jesús le comunica que algo se mueve en su interior, aunque todavía sin claridades para tomar uno u otro camino.
             La noticia del movimiento espiritual iniciado por Juan en el Jordán, es una posible lucecita en el horizonte.  El paso de algunos días va decantando más aquella dirección…, que –al menos- tantearía.  Lo que sí parece ya seguro es que ha llegado un momento clave para su vida.  María apoya, aunque es bien consciente de lo que supone para ella.  Pero a partir de ese momento va preparando algunos detalles que pueden ser útiles para la marcha del Hijo. Su ya es aquella más definitivo o no, lo tendrá Jesús que seguir buscando en su oración.
             Y llegó el día.  Se levantaron muy temprano.  María le entró una taleguita con algunas cosas de más necesidad para aquel viaje largo. Oraron a Dios juntos, como todas las mañanas. Tomaron alguna cosa, y vino esa despedida de dos grandes almas que mantienen el equilibrio de sus sentimientos, aunque “la procesión iba por dentro”.  Un abrazo, y Jesús tomó aquella calle sin volver la cabeza.  María permaneció en la puerta hasta que el recodo del camino le quitó de la vista a Jesús.  Entró en la casa, cerró la puerta con cuidado, y allí se encontró con lo más profundo de sus sentimientos maternales.  Y de su renovado fiat que le dejaba en los brazos de ese Dios al que Ella se dio desde el principio.

             Ha acabado la VIDA OCULTA.  Voy a dejar a Jesús en su caminar en la dirección de la búsqueda de la voluntad de Dios. Y voy a ocupar “mi sitio” en aquella Casa de Nazaret, porque es ahora –como había sido el frontispicio de estas contemplaciones, con las palabras de Pablo VI- cuando hace falta APRENDER, rumiar, meter en el corazón… (que para ello, María era una maestra magnífica).
             Y es que la contemplación no está pretendiendo hacer teología, ni buscar la profundidad de los estudios. Pretende el conocimiento interno del Señor, que por mí se hace hombre, para que más lo ame y lo siga.  Por eso no es tanto el procedimiento científico que pudiera adquirirse con otros modos, sino vivir ahí, viendo, oyendo, observando, tocando y palpando en la forma que a cada alma le puede inspirar Dios.  Y saberse quedar en ese rincón privilegiado en el que uno observa y no le queda más remedio que ir descubriendo una serie de matices que puedan ser más propios de esas Personas que el Evangelio nos presenta.
             Uno, por sí mismo, tiene reacciones humanas, que si las intenta proyectar en Jesús, le echan para atrás.  Uno quiere justificar sus modos…, pero aquello no encajaría con el modo de ser de María, de José, de Jesús. Y sin darse cuenta, él mismo se está autocorrigiendo a medida que avanza en estos métodos contemplativos.  Imaginativos, sí, pero no absurdos, sino en la búsqueda de ir encontrando esa purificación de los propios pensamientos y sentimientos.
             De la contemplación no saldrá nunca tensión, belicosidad, agresividad…, porque eso muere en ciernes en cuanto se ponga uno las actitudes y modos de actuar de Jesús.  Y Jesús no servirá nunca de señuelo para justificar lo imperfecto de nuestros sentimientos primarios.  Será precisamente esa imagen que atempera, que ayuda a crecer, a mejorar, a vivir unos sentimientos mucho más abiertos en las entrañas del corazón.

             Que esta “estancia” nuestra en Nazaret, nos lleve  a pulir muchos detalles y a crecer en virtudes profundas, que anidan en el silencio de la vida interior.

lunes, 21 de enero de 2013

Relaciones "sociales" de la Sagrada Familia


LA VIDA “SOCIAL” DE NAZARET
             Reconozco que así como tal, nunca me la he planteado.  Y pienso que puede tener sentido intentarlo, aunque no tenemos datos para poder avalar una meditación sobre el  tema.  O sí: uno por lo menos, porque el día que María tuvo noticia de su pariente embarazada de 6 meses, no se quedó en Nazaret, envuelta en su halo espiritual de muchacha a quien le habían anunciado su gran misterio. Nos revela una sensibilidad expresa para abrirse al exterior. Y bien podemos concluir que es precisamente la sensibilidad mucho más fina que da a la persona su propia vida interior.
             A ese tenor podemos ya “reconstruir” otros detalles de la vida de María, muchacha alegre que sabe llevar alegría, compañía, ayuda en cuanto sabe de alguna situación de aquella pequeña población de Nazaret, o de su entorno más inmediato.  Y no le era difícil enterarse porque ya la conocían y era casi instintivo en sus vecinas acudir a ella, sabiendo de antemano que tenían acogida cariñosa.
             Ya era normal en María que –a la caída de la tarde, y mientras José salía a la Plaza- se sentara en la puerta de una u otra de aquellas vecinas cercanas, o se vinieran ellas a la casa de María. Eran ratos de asueto, conversaciones que no tenían otra trascendencia, pero que servían para compartir muchas cosas.  Eso sí: no me la imagino metida en dimes y diretes, y sí con ese gracejo especial para saber desviar hacia lo positivo lo que hubiera surgido menos acorde con su pensamiento limpio.  Que eso mismo era uno de los motivos que atraían hacia ella y que hacían gustar de su compañía, porque todos se sentían con las espaldas guardadas.

             José era también un hombre normal. Por su profesión o su trabajo no tenía más remedio que alternar en conversaciones, visitar casas para tomar medidas o instalar algún mueble que le habían encargado. Quien depende de un trabajo fuera de casa no tiene más remedio que estar en contacto con unos y otros; tiene que salir a dar unas vueltas para asegurarse encontrarlos en el momento oportuno.  Y porque  también eran momentos de alternar con los paisanos del pueblo, porque José vivía la vida normal de un paisano.  A más profundidad interior, a más capacidad para captar “los sueños” de Dios, hay también más finura para estar abierto a lo que viven sus paisanos, intuir sus necesidades, y presentarse José –como quien no hace la cosa- allí donde puede echar una mano.

             Y Jesús… Tenía que ser un niño muy vivaracho; esos niños que llevan la alegría en su ser entero y que disfruta uno con solo mirarlo. Y como tenía tan buena índole, con mucha más razón estaba siempre buscado por todos los otros niños, fuera en la escuela, fuera a la hora de jugar un rato, o de estar juntos en pandilla.  Ya adolescente, joven, las relaciones eran mucho más personales.  Cuando llegaba la hora de salir a pasear por las afueras, era también un rato gozoso en contacto con la naturaleza, una expansión que se agradecía, y que agradecían aquellos compañeros o amigos, porque había en Jesús una capacidad de admiración que contagiaba.  Si hablamos del tiempo en que ya tuvo que trabajar, que estar en contacto necesario con unos u otros, su nobleza, honradez, actitudes de sinceridad, atraían y ayudaban a los que lo trataban
             Que no descartaría yo los días de “excursión” de la familia, y posiblemente junto a otras familias. Días más especiales, situaciones más festivas, y era una manera de romper la monotonía y tener una salida de lo corriente.  Porque celebrar es una forma muy positiva en la vida de la persona, de la familia.

             ¿Por qué he tomado este tema de “poco uso” al contemplar a la familia de Nazaret?  Precisamente porque se use poco.  Porque los pensamientos humanos tratan de identificar “persona espiritual” con persona apartada, extraña, reservada…  También lo que planteado porque ahora surgiría la pregunta: ¿lo imaginas de otra manera?  ¿Pensarías en esas tres personas de la Sagrada Familia metidos en sus cuatro paredes sin más relación que la necesaria,  basándonos precisamente en la profundidad de su vida interior?  Es claro que a mi pensamiento se despega esa concepción de la vida espiritual.  Y entonces pienso que puede ayudar esta explicitación de que el hecho de una profundidad interior, proyecta hacia una comunicación fluida con los semejantes.

domingo, 20 de enero de 2013

Iglesia, Nueva Creación


ENTRADA EN LA VIDA PÚBLICA
          Pasada la celebración del bautismo de Jesús, tenemos unos domingos intermedios de los del tiempo ordinario, que nos ponen ante hechos de la Vida Pública de Jesús. Y juntamente, nos orientan hacia la vida de la Iglesia.
             Se abren las lecturas con un anhelo jubiloso de Isaías, que siente que no puede callar su gozo porque la presencia de Dios y su santidad llamean  como antorcha, y los pueblos tendrán un nombre nuevo pronunciado por la boca del Señor.  “Un nombre nuevo” es todo un proyecto de Dios, para hacer de esta Iglesia una corona para el Señor u una diadema regia que la Iglesia ofrece a Dios.  Y Dios encuentra con esta nueva humanidad un gozo tan fuerte como el que experimenta un esposo con sus esposa. Imagen bellísima para expresar el, proyecto de Dios con esta Iglesia que es como el comienzo de nueva era en la historia de la humanidad.
             El evangelio de San Juan lleva siempre mucho más sentido que el que aparece a primera vista. Hoy –un lector simple- se queda con la falta de vino de aquella boda, la intervención de María y el milagro de Jesús.  Y sin embargo San Juan está mucho más allá.  Si observamos, el evangelio de San Juan comienza con las mismas palabras con que se inicia la Biblia (el Génesis, la historia de la Creación).  San Juan concibe la llegada de Jesús como una creación nueva  Pero en aquella historia primitiva el pecado vino a destruir el proyecto de Dios. Y Dios rehízo un segundo plan con otra MUJER, q2ue traería a un DESCENDIENTE, el que dominaría a la serpiente infernal “aplastándole la cabeza”.  Cuando ahora San Juan saca aquí la acción de María, la presenta como LA NUEVA MUJER.  Jesús mismo no le dice: “Madre”, sin “Mujer”, porque San Juan está yéndose en su relato al valor de aquella Mujer que introduce al Descendiente.  Y aquí María, Mujer nueva en este nuevo período de la historia, es introductora de Jesús, en el que creen sus discípulos por aquel signo que trae un vino nuevo. Nuevo y mejor, hasta llamar a atención del mayordomo.
             No es tampoco un hecho más o menos llamativo, sino de enorme significado:  el vino viejo del antiguo testamento se ha acabado aquí. Tan totalmente acabado que ya no tienen vino.  No cabe siquiera “multiplicar” el vino viejo, porque ya no queda.  Ahora hay que empezar de cero…, del agua… (como aquellas aguas que regaban el Paraíso).  Y así, precisamente, como nueva creación, y creación mucho más perfecta, Jesús da un vino tan excelente que admira y extraña al mayordomo.  En realidad el vino nuevo es otra cosa… Representa esa novedad del propio Jesús, ese Nuevo Testamento, esa nueva era, en la que no cabe simple parcheo de lo anterior sino auténtica novedad: a vino nuevo, odres nuevos.
             Esta es el proyecto de Jesucristo sobre su Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios. Este pueblo que ya no se construye desde los mandamientos que mandan o prohíben, sino desde las gracias particulares del Espíritu (los llamados carismas), que son esos múltiples impulsos de Dios para ir realizando el bien más amplio, desde el sentido nuevo de la relación con Dios, que no es tanto un precepto cuanto ese Espíritu de Dios que habita en nuestros corazones.  Y que es tan amplio que abarca toda la vida de la  Iglesia.
             Finalmente el vino nuevo de Caná, vino llamativo a los ojos de aquel mayordomo, se acaba haciendo mucho más llamativo cuando se encuentra uno con ese VINO DE LA SANGRE DE CRISTO, que es –finalmente- el que culmina la nueva creación que ha desarrollado San Juan en su lenguaje simbólico de esta narración.

             En lo que es una reflexión sobre esta descripción del evangelista, nos quedan como dos palabra de María, que nos deben ayudar: una, cuando María se acerque a cada uno de nosotros y nos ponga delante qué nos falta. “No tienen vino”, no es más que una carencia material.  Pero puede ser que María nos pudiera advertir de otras carencias más de fondo. Y que la mirada profunda de una madre nos diga –como quien nada dice-: No tienes…, debe suponer una base de revisión personal para adquirir eso que nos falta…, para tomarnos ese trabajo de acarrear “litros de agua”…, hasta dejar  a Jesús el camino abierto para transformar lo insípido que hay en mí en una novedad que llene mejor mi vida.
             La otra palabra de María: Haced lo que Él os diga”, es una síntesis de toda la vida cristiana: buscar hacer siempre lo que Él nos diga…, lo que agrada a Dios.

sábado, 19 de enero de 2013

PALABRA PENETRANTE


PALABRA VIVA Y EFICAZ

Hoy hago un corte en el tema de Nazaret.  La lectura primera de la carta a los Hebreos nos pone ante la PALABRA.  Y la verdad es que si alguna vez tomáramos en serio LA PALABRA, aquí necesitaríamos un hondo examen de conciencia.  Porque la Palabra de Dios ES VIVA Y EFICAZ. Si es viva, no es letra simplemente escrita, simplemente meditable, simplemente piadosa. Si es VIVA no puede quedarse en letra muerta.  Y eso tiene una consecuencia esencial: Es EFICAZ.  Actúa. Exige. Cuestiona, tajante como espada de doble filo, PENETRANTE hasta las entrañas mismas del alma y del cuerpo.
Nos basta ir tomando cada una de esas características para que ya nos susciten muchas preguntas…  Porque eso que dice ahí es SÍ o  SÍ.  Y por tanto no puede quedarse al poco más o menos…, no puede dejarnos mirando.
        Sigue:  JUZGA los deseos e intenciones del corazón.  Nada se oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas.  Ya lo había anunciado Jesús: “El Padre no juzga.  Yo no juzgo.  Tenéis quien os juzgue:  LA PALABRA”.   O sea:  que no hace falta que nadie venga a decirnos lo que tenemos o no tenemos que hacer…, lo que falla o no falla en uno mismo.  La criba que separa el trigo de la paja, la verdad de la mentira, la sinceridad del corazón de los camuflajes y justificaciones, ES LA PALABRA…, el encuentro honrado, de cara, a lo que vamos viendo –leyendo, meditando, parándonos detenidamente- en LA PALABRA DE DIOS.
               
                Una consecuencia doblemente significativa es mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un Sumo Sacerdote…, que no es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado exactamente a nosotros, menos en el pecado.
                Establecida la verdad importantísima de esa penetración exigente de LA PALABRA, viene un complemento:  bien puede comprender Jesús nuestra falta de respuesta, porque Él mismo ha estado sometido a las debilidades humanas.  “Salvo en el pecado” no es una sordina a lo demás, sino la única excepción.  Pero lo que permanece en directo es la capacidad de Jesús de compadecerse de nuestras debilidades, dado que Él ha pasado por todas, exactamente como nosotros.  ¡Anda que no nos cuesta trabajo aplicar esto a la vida diaria, a la conversación diaria, y hasta a la meditación con el Evangelio, al que acabamos haciendo “un puro milagro”, en vez de saber adentrarnos en esa humanidad de Jesús, tan absoluta y tan sin trampa!
                Consecuencia final: Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.  Seguro que aquí ha respirado uno muy hondo… ¡Ya está suavizado lo primero!, lo exigente, tajante, vivo, eficaz y que juzga por dentro!  Ya hemos encontrado la sordina. Podremos ahora seguir meditando piadosamente.  Y sin embargo lo que necesitamos es mantener todo ese comienzo como actitud que nos pide y no nos debe dejar “tranquilos” (falsamente tranquilos).  Porque nuestro deber de amor a Dios y a su Palabra es sentirnos constantemente cuestionados por cada Palabra que tomamos entre manos.  Y como –dentro de todo eso- nuestras debilidades nos serán escollos y obstáculos en el camino, “mantengamos la fe en el Sacerdote Jesús que ha pasado nuestras debilidades y tiene capacidad de compadecerse.  Lo que no nos quita ni un ápice de exigencia. Sencillamente, ¡ahora nos sentimos más exigidos todavía!, porque ya no e cuestión de ser más o menos “buenos”!
                Ahora hay un acicate mucho más fuerte para convertir nuestra vida en exigencia de amor hacia Jesús, hacia la Palabra de Jesús, hacia Dios, a quien queremos agradar mucho más allá que “las obligaciones”.  Es la diferencia substancial del “hijo” y del “siervo”.

viernes, 18 de enero de 2013

LA FE en José, María y Jesús


NAZARET:  LA FE
                                             No es un tema fácil. Porque si lo abordamos desde el sentido popular de la fe, sería demasiado fácil, y eso ya nos equivocaría.  En el sentido que manejaos frecuentemente, se dice con toda rapidez: tengo mucha fe…¸estoy perdiendo la fe, como el que tiene una jarra llena de agua o se le está acabando.  Una fe que “cree” más con la cabeza, con el sentimiento… Luego habrá que ver sus efectos, el compromiso que comporta en a vida de la persona.  Y eso esto lo que habremos de buscar en LA FE de la Sagrada Familia…, en la fe de cada uno de los miembros de aquella familia.  Y poco podremos decir con los datos que nos da expresamente el Evangelio, si no es que nos remontamos a sus orígenes.
             Por eso creo oportuno presentar diversas concepciones de LA FE, para que luego podamos entrar en la aplicación o realización que tiene en la vida de María, José y Jesús.
             La descripción más escueta y teológica la dio el Concilio Ecuménico de Trento: La fe es la raíz de toda santidad [“justificación” es la expresión exacta del Concilio].  Tan teológica que no sería precisamente la que menjor nos ayudara a explicar o comprender.  Por otra parte, tan fácil de entender si pensamos que aquella Familia de Nazaret vive su fe hasta los grados más completos de una santidad de cada uno de sus miembros.
             El Catecismo nos enseñó que la fe es la aceptación de lo que Dios revela, porque reconocemos su autoridad y su verdad, que no puede ni engañarse ni engañarnos.  Otra descripción útil para entender que la fe es rendir nuestra mente a lo que diga Dios.  No tanto porque tocamos, palpamos, comprendemos, sino porque lo ha dicho Él, que es Verdadero. Y ese concepto viene a ser el que cree definir la propia fe nuestra: si Dios lo ha dicho, basta.  Y es muy exacto para empezar a hablar de la fe de José, María y Jesús.  Pero se quedaría en el comienzo.
             Una descripción más vital la dio aquella sencilla fórmula: La fe es la capacidad para aceptar (sobrellevar y sobrepasar) la duda.  Entra en un terreno muy vivo, muy diario.  Las cosas no son tan simples como para creer de verdad y a pie juntillas cuando surgen situaciones personales en las que uno no sabe por dónde tirar ante realidades que le azotan en la vida. Una pregunta tácita o expresa surge instintivamente:  ¿dónde estaba Dios?, ¿por qué me sucede esto?, etc.  La duda que nos levantan los hechos de la vida, las noticias, las afirmaciones que nos llegan, las “novedades” que trastornan nuestra rutina creyente.  [Tenemos tan reciente el escándalo ante el libro del Papa].  Evidentemente si no hay capacidad para aceptar la duda, guardar en el corazón, investigar, sobrepasar eso que nos ha tambaleado, lo que está en entredicho es nuestra propia fe: ¿de qué fe estaríamos hablando cuando decimos que tenemos mucha o poca fe?  En la Sagrada Familia hay realidades que provocan dudas muy fuertes.  Pero que se sobrepasan desde la auténtica fe de aquellos tres componentes de la Familia.  Ahora lo veremos.
             Una última descripción: la fe es enamoramiento.  Fe y amor siguen siempre el mismo esquema.  El que ama, cree.  El que cree, ama.  O sea: el que cree y ama, se compromete…, queda comprometido vitalmente por su fe.
             Pensamos en MARÍA. Una jovencita casadera y –de hecho- prometida y comprometida ya en matrimonio.  Un día Dios llega a Ella y le pone delante un proyecto que altera todos los planes…, que compromete una respuesta…, y que esa respuesta compromete no sólo su vida sino el futuro que tenía ella pensado.  En su fe, no pone obstáculo, pero hace una pregunta rendida ante la llamada de Dios: ¿Qué quieres, qué tengo que hacer, puesto que yo aún no vivo maritalmente con varón?  Y cuando Dios le dice que todo es cosa de Dios y que El hará, María sobrepasa toda duda, toda dificultad, todo pensamiento, todo proyecto personal. Y compromete toda su persona y su voluntad: Yo estoy a disposición; hágase en mí según quieres.
             O sea: no se ha quedado en una fe de entendimiento, de aceptación mental, de mujer piadosa. Ha comprometido todo su ser, ha aceptado y sobrepasado toda duda; es una muchacha tan enamorada de Dios que llega a comprometer –en un instante- aún su propio amor a José, si eso es necesario.

             JOSÉ, definido como varón justo (=cabal, bueno de corazón).  Tiene su ilusión, como varón, como judío, de crear un hogar con María –su ya prometida- y llenar su hogar de hijos.  Y un día se topa con la más terrible duda que podía presentarse.  Su novia y prometida está encinta, y él no tiene nada que ver en ello.  La duda recorre todo su horizonte. Aquello no puede explicarse porque nunca hubo una concepción sin intervenir varón. ¿Qué ha ocurrido allí?  Por una parte no quiere dudar de María, ni hacerle daño.  Por otra parte, la realidad es la que es. ¿Puede permanecer impávido?
             Duda espantosa y atenazante. Se acuesta hecho polvo y ya no tiene más salida que huir, desaparecer. Y en sueños –lo que equivale a la bruma de la nueva duda que nada deja evidente…, y sin embargo es duda que se ilumina bajo la inspiración en sueños en que “oye” que Dios es quien lleva el caso a su manera; que no tema; que siga todo adelante como si nada pasara...-, José pliega toda su mente y su corazón y su ser…, y recibe a María en su casa.  Esto es LA FE.  Está comprometido hasta las orejas y, en la duda, doblega su razón, su pensamiento, su decisión de irse… José compromete toda su persona en un misterioso proyecto… Porque está enamorado de Dios y se pliega totalmente a Dios

             JESÚS vive treinta años metido en Nazaret.  Cualquier compañero del pueblo se casa en la edad normalmente joven en que lo hacían los judíos. Jesús esta allí…  Tanto José como María se preguntarían muchas veces qué haría Jesús.  Jesús n se mueve. ¿Porque ha muerto ya José y está ocupándose de su madre?  No hubiera sido el único hijo de viuda que contrajera matrimonio sin dejar a la madre.  Hay algo más.  Jesús está allí porque todavía no ha hablado Dios.  Porque Jesús está a la espera, a la escucha.  Y Dios sigue callado.  ¿Dudas?  Debieron surgir muchas en María y en Jesús.  Y sobrellevan y sobrepasan ese silencio de Dios.  Hasta que Dios puso en Jesús una lucecita, todavía no totalmente definida, y Jesús vio que había llegado el momento. Así lo comunicó a María.  No sabía a ciencia cierta hacia dónde y hacia qué.  Y salió en busca de aquel movimiento religioso que Juan Bautista llevaba en el Jordán, predicando un bautismo de penitencia…  En él se enrola Jesús…, hasta que allí se manifiesta e Padre, y Jesús experimenta SU VOCACIÓN: Hijo amado –Mesías- en quien se complace Dios…, y al que hay que escuchar.  Y Jesús entrega toda su vida a hacer lo que agrada al Padre, con una misión que ahora ha quedado definida.

             Sólo en ese análisis profundo de las realidades que tenemos delante, entenderemos ahora lo que fue la FE DE AQUELLA FAMILIA. No precisamente la fe “devota” o de sensibilidades religiosas, sino de compromisos vitales que abarcan la vida y el ser entero.

jueves, 17 de enero de 2013

Sigue LA ORACIÓN EN NAZARET


El funeral por el padre de Javier 
será hoy a las 1'30 en PARCEMASA


           Pero hay algo que suscita una reflexión aún más allá de lo que estamos diciendo.  En el Evangelio nos consta que María guardaba todas las cosas aquellas en su corazón... (todo lo que era particularmente significativo, unas veces por agradable, otras por difícil, otras de pura admiración ante Dios). 
             De San José no hay unas referencias especiales, pero bien valdría admitir como tales todas esas veces que se encontró con Dios en sueños, que obligaban a pensar, discernir, buscar caminos...
             En todo esto hay unas referencias evidentes a que aquella familia no se limitaba a REZAR.   También ORABA.   Es decir: reflexionaba, hablaba con Dios.  Dios no les era una especie de “imagen estática” a la que se le deja a gusto con unas fórmulas, sino UNA PERSONA a la que se le habla y de quien se escucha.  A la que se le habla, sobre todo, DE LAS COSAS DE DIOS, sus maravillas...., que encendían el alma de aquella Sagrada Familia.  (María dirá en el “Magníficat” que Dios hizo en Ella maravillas..., que era una expresión muy habitual para expresar las grandes obras de Dios).
             Eran esos ratos en que en vez de inventar de qué hablar, o quedarse sobre sí mismos “contando sus cosas a Dios”, se iban con su mente y recuerdo a todo lo que conocían en las Escrituras, de aquellas gestas de Dios, con las que Dios había ido liberando y conduciendo a su Pueblo..., y en definitiva a ellos mismos...  ¡Y bien reciente que lo tenían!   Y a la hora de estarse a solas con Dios, estaban como el que bebe de una fuente que no se acaba, porque Dios es insondable, y sus muchos misterios están ahí puestos a la altura del hombre para que los humanos puedan apercibirse de ellos, sentirse interpelado por ellos y experimentar la emoción y el gozo de un Dios cercano que vive junto a ellos y les habla de muchas cosas en el fondo de su corazón.
             Y como todo eso crea tanto disfrute, a ello se apegaban, buscaban esos tiempos, gozaban de esas soledades..., y estaban en contacto con Dios..., con esa palabra de Dios con la que Dios mismo se les comunicaba personalmente, como un Amigo,  y les comunicaba tantas cosas.  ¡Hasta el punto de que Jesús empezó a decirle a Dios: “PADRE”, que era algo inaudito en aquella religión...!, y de lo que es muy seguro que José o María intentaron corregirle.  No porque ellos no lo sintieran así, sino porque no era la forma “correcta” de dirigirse a Dios un judío (para quien hasta el mismo nombre de Dios no se pronunciaba, por respeto). Pero Jesús les expresó que Él lo sentía así de cercano, y que para Él Dios era un auténtico padre, al que le encajaba -más que a nadie- el nombre precioso e íntimo de ABBA o ABBÁ (que ya expresaba un sentimiento de ternura filial: PAPAÍTO MÍO).
             Y es posible que aquella expresión calara en las entretelas de María y de José, y que se atrevieran ellos mismos a decirlo cuando hablaban con Dios, sintiéndolo cada vez más cercano, más suyo, con quien podían hablar con más íntima confianza, aun en medio de aquel otro “santo temor” (que es el inmenso respeto de la criatura hacia su Creador, del buen hijo hacia su Padre, muy querido, sentimiento hondo de la transcendencia del Dios de Israel ante quien se sienten mejor cuando hacen su postración total en el suelo..., a la vez que familiar y muy íntimamente cercano) que también venía como don del Espíritu Santo.
             NAZARET se constituye así en un bálsamo constante, en una vivencia de amor, donde los tres se dirigen a Dios..., donde Dios encuentra camino en el corazón de cada uno...