jueves, 31 de agosto de 2017

31 agosto_ Rechinar de dientes

LITURGIA
                        Pablo ha reivindicado su liberalidad con los tesalonicenses. Y hoy (1ª, 3,7-13) dedica su alabanza a esa comunidad, que con su fe ha suavizado los trabajos de Pablo: Ahora respiramos, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor”. Lo cual le lleva a dar gracias a Dios, y expresar la mucha alegría que le causa pensar en verlos cara a cara y poder así remediar las deficiencias de vuestra fe.
            Pide a Dios que los haga rebosar de amor mutuo, como él también los ama. Y que así os fortalezca internamente, cuando os presentéis ante Dios santos e irreprensibles.
            Muestra Pablo su corazón pastoral, porque su gozo es la felicidad de aquellos fieles. Aunque se ha presentado a sí mismo con sus méritos, en realidad lo que le llena es verlos a ellos que permanecen en la fe. Y será mayor el gozo de Pablo cuando no sea por carta cuando esté presente a ellos sino cuando pueda verlos cara a cara.

            Pasamos en el evangelio a una descripción de Jesús sobre la necesidad de estar siempre vigilantes (Mt 24,42-51). En la vida no podemos vivir dejándola pasar; hay que estar siempre atentos, siempre en vela porque no sabemos el día y la hora en que hemos de presentarnos ante el Señor. No caben esperas y preparaciones de última hora, como dejará muy claro en la parábola de las muchachas que esperan al novio. O se está preparado ya o no se está. Y el que está, es criado fiel al que se le puede encargar la administración de la casa. Tiene que estar preparado a la hora que el amo llegue, sea la hora que sea de la madrugada.
            Despierto y atento para no dejar que el ladrón pueda abrir un boquete. En vela para la hora en que Jesús se presente, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre.
            El amo tomará en consideración a ese criado que está vigilante, y lo pondrá como administrador de sus bienes.
            Por el contrario, si el criado obra mal, y trata mal a sus otros compañeros, y se embriaga y no está atento a la hora que llega su amo, lo quitará de en medio, como merecen los hipócritas.
            Para acabar Jesús con ese anuncio del remordimiento del criado que actuó mal, porque –echado fuera por su mal comportamiento- allí irá adonde es el rechinar de dientes.

            Lo actual es querer suavizar los dichos de Jesús y no pensar que puede existir condenación (la pérdida de la unión a Jesús). Sin embargo Jesús lo expresa de muy diferentes maneras y no tiene empacho de anunciar que esa realidad existe.
            Por otra parte, viendo el desarrollo que está teniendo el mundo y el tremendo abandono que los hombres hacen de Dios, y de los valores cristianos que Cristo vino a establecer y pagar con su propia sangre, todos –lo expresemos de la manera que lo expresemos-, acabamos diciendo que “esto no puede quedar así”; que no puede ser que la maldad triunfe sobre la justicia, la pillería sobre la nobleza, el abandono de todo referente superior con la fidelidad del que vive sacrificándose en su día a día.
            Tiene que haber –lo pide la lógica más aplastante- una diferencia que –al final- ponga las cosas en su sitio (ahí están las parábolas de la cizaña y de la red que coge toda clase de peces, pero luego unos sirven y otros “son tirados fuera”, y la muy seria del rico y el pobre Lázaro).
            Hoy lo expresa con esa afirmación del rechinar de dientes y el llanto…, el resultado final de los que creyeron poder ser los que aplastaban a los demás, y cuando quieren darse cuenta, se encuentran que han perdido todas las papeletas y sin remedio ya a última hora.

            No puedo menos que recordar en este punto a aquellos marinos malagueños que tuvieron su salvación a la mano en la guerra civil española, y por un retraso injustificado de uno de ellos, acabaron presos de los que les perseguían para darles muerte. Y los lamentos llegan entonces…, el llanto y el rechinar de dientes…: el coche para huir, preparado…, el motor en marcha…, ¡y por una bagatela, ya cogidos por las milicias enemigas!

miércoles, 30 de agosto de 2017

30 agosto: Aplicaciones prácticas

LITURGIA
                        Pablo –como ayer- sigue presentando sus credenciales ante los tesalonicenses (1ª, 2,9-13) mostrándoles  que sus trabajos y fatigas los llevó alegremente, con tal de no ser gravoso a nadie. Pablo tiene siempre el prurito de haber llevado el evangelio a los fieles sin que a ellos les haya supuesto una carga económica. Ha trabajado con sus manos y se ha ganado su sustento para poder así entregar gratis su labor apostólica. Y eso mismo se lo hace saber a aquella comunidad a la que dirige la carta que estamos siguiendo con la liturgia.
            Pero no es una labor que se realiza hieráticamente como hecha con autoridad y poder, sino que la ha realizado con un sentimiento de padre hacia sus hijos, unas veces empleando el tono suave y otras el tono enérgico que requieren las circunstancias. Pero siempre desde el cariño hacia ellos y buscando mostrarles a Jesucristo.
            Y lo satisfactorio de todo eso es que ellos han acogido esa palabra que les ha dirigido y que la han recibido como palabra que viene de Dios y no de hombre, Palabra que permanece operante en medio de ellos.
            Esa es la gran virtualidad de la Palabra de Dios, que actúa en el corazón de las personas y les lleva a una transformación de sus actos y del modo de ser del indivíduo. Esa palabra viva y eficaz y penetrante como espada de doble filo, que llega a tocar lo más íntimo y profundo de la persona.
            Es la pregunta que tenemos que hacernos, para ver que nuestra oración sobre la palabra de Dios nos entra dentro y nos cuestiona y exige y transforma. Porque la cuestión que debe planteársenos es si al cabo de tiempo de hacer oración, nuestras formas de pensamiento y de actuación van superándose y se van haciendo concordes con esa Palabra que nos ha llegado. Porque es indispensable que al cabo de un tiempo de oración, haya un cambio en el alma de la persona orante.
            Siguen –y finalizan- los “ayes” de Jesús (Mt 23,27.32) ante el problema que constituye el modo de ser farisaico. Jesús está próximo a su pasión y ha roto por medio adentrándose en dicho problema. Quisiera Jesús no quedarse en la “acusación” de tales formas sino que su denuncia sirviera para sacar a aquellos hombres de su modo de vivir y de proceder.
            Hoy les pone delante lo que es el fondo esencial de su fallo: que son como sepulcros encalados. Sepulcros, porque contienen muerte y podredumbre, maldad y engaño en sus corazones. Pero “sepulcros blanqueados” porque toda esa malicia la tienen disimulada bajo apariencias exteriores de hombres probos y espirituales. Pero llevan a sus espaldas todo lo que Jesús les ha ido poniendo delante, que es un conjunto de falsías con las que ellos pretenden ir adelante, aunque sea a costa de los demás.
            El último “ay” o lamento de Jesús sobre las actuaciones farisaicas es menos inteligible a primera vista. Refiere Jesús el dicho de ellos que construyen mausoleos a los profetas y a los justos, bajo el pretexto de reparar el daño que hicieron los antepasados. Con lo cual están reconociendo el mal que hicieron esos antepasados. Pues bien: andando el tiempo, otros vendrán con el mismo argumento para reparar el daño que éstos hacen ahora. Esos fariseos de ahora son, pues, tan culpables como los que les precedieron, y ellos mismos lo están atestiguando con su discurso actual.
            Sería una manera de hacernos caer en la cuenta de que muchas cosas que nosotros juzgamos de otros, tendríamos que volverlas sobre  nosotros mismos, porque aquello que enjuiciamos con tanta claridad cuando miramos hacia afuera, tendremos que volverlo sobre nosotros mismos porque lo que vemos defectuoso en otros, no es justificable cuando somos nosotros los que lo hacemos. Y esto es un día a día y lo hemos de saber constatar. Es el primer paso. Lo primero es hacernos conscientes de nuestro defecto, admitir que se da  en nosotros ese mismo defecto que tan fácilmente descubrimos en otra persona. Y a partir de ahí, podrá venir la corrección. Que puede ser en dos direcciones: no es tan defecto criticable lo que hace un prójimo; o yo debo corregir en mí lo que veo malo en el otro. Porque yo no puedo cambiar a la otra persona, pero sí puedo intentar la corrección en mi vida personal,

            Los “ayes” de Jesús ante los fariseos, nos habrán sido útiles a nosotros. No es una página negativa o molesta; es útil.

martes, 29 de agosto de 2017

29 agosto: Nuestro propio examen

LITURGIA
                  Sigue la 1ª Tes. (2, 1-8) y en esta perícopa San Pablo les da a los fieles de aquella comunidad una identificación de sí mismo, y como ha llegado a ellos desinteresadamente y como su labor entre ellos es siempre altruista. Nuestra visita no ha sido inútil. A pesar de los sufrimientos padecidos en Filipos, tuvimos valor para predicaros el evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Por supuesto que “apoyados en Dios”. Y va siguiendo su exposición constatando que no le han movido motivos turbios sino que Dios ha aprobado la misión que le llevó hasta Tesalónica, por la que buscó agradar a Dios y no por motivos humanos. Y os hemos hablado no autoritariamente sino con cariño. Y no sólo os hemos entregado el evangelio sino que estaríamos dispuestos a entregaros nuestras mismas personas. Habla no sólo por él sino también en el nombre de Silvano y Timoteo, con los que encabezó la carta.

            En el evangelio (Mt 23, 23-26) sigue Jesús poniéndole delante a los fariseos ese espejo en el que se sientan ante su propia realidad: pagáis el diezmo de lo pequeño, pero os descuidáis lo principal… Filtráis el mosquito y os tragáis el camello. Limpiáis los vasos por fuera, pero el corazón está lleno de inmundicia.
            El diezmo del anís, el enebro y el comino está bien que lo paguéis porque es un diezmo como otro cualquiera. Pero eso tendría sentido si luego vivierais atendiendo las cosas de mayor envergadura, las cosas que son principales. Filtráis el mosquito y os tragáis el camello. Os quedáis en la cascara y no hincáis el diente  lo que es más esencial en las obligaciones que tenéis ante Dios y ante vuestros semejantes.
            Vuestra costumbre es limpiar mucho los platos y los vasos antes de comer como un signo de purificación. Pero no limpiáis los robos, el desenfreno, la codicia, que es de lo que estáis rebosando por dentro. Y concluye: Fariseo ciego: limpia la copa por dentro y así quedará limpio todo lo demás.
            Ya decía yo ayer que este evangelio no puede quedarse en ver lo que Jesús le dice a los fariseos. Este evangelio es una llamada de atención a nuestras conciencias, a nuestro modo de vida, a aplicarnos la música aunque sea distinta para nosotros la letra. Es una llamada de atención, una oportunidad para mirar nosotros nuestro modo de ser y nuestra práctica concreta de día en día, porque somos dados a atender detalles nimios en la postura, en el modo de hacer un práctica religiosa… Observemos la variedad de formas, por ejemplo, en la comunión: si de rodillas o de pie, si en la boca o en la mano…; observemos nuestros juicios sobre las personas…, nuestra tendencia a criticar (“comentar”) actitudes ajenas, que nos resultan tan poco acordes a nuestro criterio… Y sin embargo no llegamos a experimentar la exigencia de esa comunión, que no es un mero momento espiritual sino que es que estamos ante el mismo Jesús que nos pone delante un evangelio que hemos de asimilar y vivir en todos sus términos.
            De seguro que tendríamos que ver la semejanza nuestra con aquello que Jesús expone de limpiar por fuera la copa (que es lo aparente), y preocuparnos menos de dejarla limpia por dentro (que es lo sustancial).

            Creo que merece la pena ayudarse de estos textos en los que Jesús  les hizo a los fariseos el examen de conciencia, para ayudarnos a hacer nosotros nuestro propio examen a fondo, llevados de la mano de Jesús.

lunes, 28 de agosto de 2017

28 agosto: Los "ayes" de Jesús

LITURGIA
                        Hoy no hay historias que contar. Las dos lecturas van más  en el plano de los dichos que en contar hechos. Dejamos las narraciones del Antiguo Testamento y pasamos a la 1ª carta de San Pablo a los fieles de Tesalónica (1,1-5.8.10), en la que Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la iglesia de aquel lugar y le desean paz y la gracia de Dios. Y expresa una serie de motivos de alabanza de aquella comunidad, que le lleva a dar gracias a Dios por la fe, la esperanza y el amor de ellos. En ellos, en efecto, ha actuado el Espíritu Santo y es conocido su valer por parte de otras comunidades, pues ha quedado patente, y que vivís aguardando la venida del Señor.
            Hay, pues, un exordio que alaba a aquellos fieles a los que Pablo se dirige en esta carta. Ya iremos viendo su desarrollo. Lo curioso es que no ha empezado el apóstol con títulos de autoridad, como emplea en otras cartas en las que en el cuerpo de las cartas se hace con llamadas de  atención. Diríamos que ésta es una carta más llana, en un tono más pastoral.

            El evangelio entra en la diatriba de Jesús con los fariseos, a los que les hace el examen de conciencia, poniéndoles los puntos sobre las íes. Mt 23,13-22 es ese momento, ya próximo a la pasión, en que Jesús se lanza a poner por delante aquellos defectos más fuertes que tiene constatados en los fariseos y doctores de la Ley.
-Que cerráis a los hombres el reino de los cielos, y ni entráis ni dejáis entrar. No presentan a un Dios asequible. No ensanchan el corazón de los fieles con una mirada que haga amable a Dios y los proyectos de Dios sobre el pueblo. Estrechan el camino de tal forma que ni ellos lo recorren ni lo hacen posible a los demás.
-Que devoran los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones. El abuso del poder de lo espiritual y de su posición de hombres religiosos, para ir pidiendo dinero a cambio, y así dejar a las viudas esquilmadas de sus pocos bienes.
-Hacer prosélitos, para lo que emplean todas sus influencias. Y una vez conseguido que alguien les siga, lo acaban haciendo a su manera y por tanto, un desgraciado que no puede hallar el gozo del Reino,
-Tema del juramento, por el que caen en absurdos permanentes, pues consideran que jurar por el templo o por el altar no obliga, pero sí obliga si se jura por el oro del templo o por las ofrendas que ee ponen sobre el altar. Jesús les conmina a pensar si será más importante el templo que el oro, puesto que la razón de ese oro es precisamente el Templo de Dios. Y la razón del valor de las ofrendas lo da el altar y no las ofrendas por sí mismas.
Jesús va a la verdad. Y derrota la casuística ridícula de los fariseos.

Yo pienso siempre que  estas reflexiones que Jesús quiere llevar a los fariseos y doctores de la ley nos invitan a nosotros a hacer nuestras propias reflexiones sobre determinadas formas y estilos nuestros en nuestras actitudes y en nuestras vivencias religiosas. No serán las mismas que Jesús describe de aquellos fariseos, pero pueden serlo en otras formas más nuestras. El hecho es que debemos purificar nuestro ámbito religioso; es decir: el modo como nos relacionamos con Dios y su proyección en nuestra vida y en nuestras maneras de actuar con lo demás. Hacernos más verdaderos, más acordes con  el pensamiento de Jesucristo. Y en eso siempre cabrá una finura nueva.

Los próximos días, en los que se prolongan estas advertencias de Jesús, nos deben ir ayudando a ese examen paralelo de nuestra conciencia y por tanto a una llamada de atención sobre posibilidades de purificación de nuestro espíritu y nuestra actuación.

domingo, 27 de agosto de 2017

27 agosto: TÚ ERES PEDRO

LITURGIA
                  De tantas veces como se repite este evangelio de hoy (Mt.16,13-20), resulta ya muy difícil dar una explicación que contenga una originalidad. De hecho es para los católicos un texto de suma importancia porque es la promesa de institución de la Iglesia sobre los hombros de un hombre que va a ser el que represente a Jesucristo a través de los siglos.
            Jesucristo ha preparado el terreno a base de preguntar a sus discípulos; primero con una pegunta que no comprometía nada: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ahí tenían los discípulos todo el terreno para explayarse… Les bastaba trasladarle  a Jesús lo que cada uno había escuchado:  unos que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas.
            La pregunta clave venía después, cuando ya cada cual había expresado lo que había oído. Y lo que queda claro es que todas las comparaciones iban en la línea de lo religioso. Nadie de entre la gente había pensado en otra cosa que fuera de orden meramente humano. A Jesús lo veían, de una otra manera, como un enviado de Dios.
            Y Jesús ahora les pregunta directamente a ellos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Ahí es donde Dios habla por boca de Simón, que se adelanta a sus compañeros y confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Es evidente que eso no lo ha dicho Simón de su propia cosecha, y que ahí ha intervenido Dios mismo. Y así lo expresa Jesús con una admiración y bendición grandes hacia Simón: Bienaventurado eres, Simón, el hijo de Jonás, porque eso no es lo que tú ves sino que te lo ha  revelado mi Padre del Cielo.
            Y yo ahora por mi parte te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del infierno no podrán contra ella.
            Lo que viene a continuación atrae a la 1ª lectura de Isaías (22, 19.23) en la que se promete a Eliacín poderes sobre el pueblo, y la llave de David, que abre y nadie puede cerrar, o cierra y nadie puede abrir. Porque Jesús promete ahora a Pedro las llaves del reino de los cielos, de modo que lo que ate en la tierra queda atado en el cielo, y lo que desate en la tierra queda desatado en el Cielo. Es decir: los plenos poderes, el mismo poder de Jesús en lo tocante a la realidad de esa Iglesia.
            Éste es el mensaje que nos trasmite hoy la liturgia del día. Y como la persona de Pedro no es eterna, quiere decir que la promesa de Jesús está extendiendo su realización a una perennidad que es la que se verifica en cada “Pedro” que sucede a Simón Pedro en esa cátedra de la Iglesia que se va desarrollando a través de los siglos en cada Papa.
            Rom 11,33-36 es como un coro de alabanza hacia todo ese misterio que ha expresado la liturgia esencial del día: ¡Qué insondables los caminos de Dios!... ¡Qué riqueza y sabiduría la de Dios! De él, por él y para él son todas las cosas. Por eso la “contemplación de Dios” o de “las cosas de Dios” por parte de nosotros ha de hacerse con una enorme reverencia y aceptación. Cuando algo no entendemos, hemos de reconocer que no lo entendemos nosotros, pero nunca hemos de volvernos contra Dios, en quejas contra Dios y menos aún en protestas contra Dios. Nos toca comprender que hay un abismo de sabiduría y ciencia al que no podemos llegar, pero que hemos de acoger con verdadero sentido de adoración. Porque Dios es sublime y está muy por encima de nuestras capacidades de comprensión. Él las sobrepasa y lo que nos queda es que ir viviendo el día a día en búsqueda de oración para poder ir descifrando lo misterios que no entendemos.

            La Eucaristía vendrá a abrirnos luces sobrenaturales con las que ir abriendo el cofre de los secretos de Dios.

sábado, 26 de agosto de 2017

26 agosto: La cátedra de Moisés

LITURGIA
                  Continúa el libro de Rut (2.1-3. 8-11; 4, 13-17). Rut le pide a Noemí que le deje espigar, y Noemí le recomienda hacerlo en el campo de Boaz, quien la acoge muy bien y le da facilidades y le pide que no vaya a otros campos, y que en el suyo puede ella beber incluso del botijo de los segadores. Ella se extraña de tanta ayuda y la agradece. Pero lo más notorio de todo es que Boaz se casa con ella y ella queda encinta y da a luz un niño, que pone en el regazo de su suegra Noemí. Y por esa mentalidad de culturas, las mujeres admiran que “Noemí ha tenido un niño” como descendiente que no había tenido con su marido.
            Se trata de no romper la línea de la descendencia, porque el niño va a ser eslabón de continuidad. Le ponen por nombre Obed, y será el padre de Jesé, que será el padre de David.
            Para una línea de descendencia, que viene desde Abrahán y que ahora apunta ya a David, el relato escogido por los liturgos es de mucha importancia. Porque David será el punto de encuentro con el Mesías futuro, en ese hilo conductor de la historia de la salvación. Hoy se encuentra con Rut como personaje agradable, así como otras veces se encontrará con personajes poco recomendables, pero con los que va trenzándose la historia sagrada que nos quiere poner de manifiesto que el Mesías, cuando venga, abarca al mundo entero con toda clase de ascendientes en su derredor. El Mesías no será sólo el libertador de “los buenos” sino el salvador de todos. Y no será un Mesías que surge de pronto sino entroncado en un mundo anterior.  No podría entenderse de otra manera para que la línea de Adán quede rehecha, y lo que perdió el hombre creado por Dios, quede renovado en el nuevo Hombre, Jesús, el Mesías de Dios, el hijo de David.

            En Mt 23,1-12 Jesús habla a la gente y le previene. En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos: haced lo que dicen pero no hagáis lo que hacen. Hacer lo que dicen porque ellos leen las Escrituras santas (esa larga historia de la salvación que Dios ha entretejido a través de siglos, y esas tienen todo su valor). Otra cosa es lo que ellos hacen, porque ellos dicen una cosa y obran de otra.
            Ellos van buscando medrar, ser reverenciados… La fuerza se les va por las apariencias: buscar los primeros puestos en las sinagogas, y las reverencias por las calles y plazas… Imponen cargas pesadas a los fieles, pero ellos no las tocan siquiera. Buscan ser llamados “maestro”…
            Vosotros nos os hagáis llamar ni “maestro”, ni “padre”, ni “jefe”, porque el único que es padre, maestro y jefe vuestro es Dios. Ya sabemos que Jesús gusta irse al extremo. Pero su enseñanza básica en este momento es que el primero entre vosotros se haga servidor porque el que se humilla será enaltecido.

            Ahí queda esa realidad última como el núcleo de esa enseñanza de Jesús. No se opone Jesús a la enseñanza que dan los fariseos, que se basa en toda la historia anterior, la historia de sus padres y la permanente presencia de Dios junto a su pueblo. Lo que Jesús busca es que todo eso redunde en una posición distinta a la que van los fariseos. No está Jesús contra la ley y contra los profetas, la doctrina que viene de antiguo, a la que Jesús no quita ni una coma. Frente a lo que está Jesús es contra la mala praxis que de hecho vivían los fariseos, en esa postura de apariencias, que había desfigurado el proyecto de Dios. Por eso hay que vivir en la humildad del que se pone en el último lugar. Y el que se humilla y se sitúa el último, será enaltecido y puesto en primer lugar.

viernes, 25 de agosto de 2017

25 agosto: Amor a Dios y al prójimo

LITURGIA
                        Hoy pasamos al libro de Rut (1,1.3-6.14-16-22) muy fragmentado y por lo mismo no fácil de situar a sus personajes. Por lo pronto es una historia que sucede en tiempo de los jueces, y por tanto en total conexión con lo que veníamos viendo.
            Intentamos poner orden para entender el relato: Elimelec es marido de Noemí. Tienen dos hijos que se casan con Orfá y Rut. Mueren esos dos hijos y su padre, y quedan en escena las tres mujeres: Noemi, Orfá y Rut (éstas dos eran extranjeras, de la campiña de Moab adonde Elimelec y Noemí se habían desplazado por causa de un hambre generalizado que se había declarado en su tierra).
            Cuando quedan solas las tres mujeres al cabo de los años, Noemí decide volver a su tierra. Orfá se despide de las otras dos y se queda en Moab. Noemí y Rut quedan en escena. Noemí invita a Rut a quedarse también en su tierra de Moab, pero Rut no quiere separarse de su suegra, y tiene unas palabras muy bonitas de cariño: No insistas en que te deje y me vuelva; donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré; tu pueblo será mi pueblo, tu Dios es mi Dios. [Es curioso que hay parejas de novios que quieren expresarse su amor con estas palabras que originariamente fueron de nuera a suegra].
            Así es como Rut, la moabita, llega a estar en la historia de la salvación del pueblo de Dios.

            En el evangelio (Mt 22,34-40)  los fariseos han visto que Jesús ha dejado callados a los saduceos, y vienen a Jesús con el intento de comprobar la ortodoxia de su fe. Y le preguntan a Jesús cuál es el primer mandamiento. Era definitiva esa prueba para saber si se estaba en línea con la fe de Israel. Y Jesús responde lo que un judío aprendía casi desde la cuna: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Éste mandamiento es el principal y primero. Hubiera bastado para saber que Jesús estaba en la ortodoxia de un buen judío, y por tanto no atacable por los fariseos.
            Pero Jesús no se detuvo en ese “primer mandamiento” sino que siguió por el segundo que es semejante al primero y lo hace más realista a la hora de la verdad: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos condensan la ley entera y lo profetas. No continúa San Mateo diciéndonos lo que dijeron los fariseos ni cómo reaccionaron. Es que eso no es lo que importa sino el pensamiento de Jesús, y ese ha quedado claro. Y que Jesús pone el “segundo” al nivel “semejante” al primero, de modo que no habría amor a Dios si no se pone en paralelo el amor al prójimo.
            San Juan lo especificará más tarde en su primera carta, con la conocida afirmación de que quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo, es un mentiroso, porque quien no ama a su prójimo, al que ve, ¿cómo va a amar a Dios, a quien no ve?

            No veo que yo pudiera dar más claridad en otras explicaciones cuando los textos aducidos son tan claros. Otra cosa es que resulta más fácil el “amor a Dios”, a quien no vemos ni nos echa zancadillas, y que es por todas partes irreprochable, y que el amor al prójimo, con quien uno se roza y con quien se discute, es mucho más complicado en la vida práctica. Pero ahí está la piedra de toque que debe servirnos para comprobar cuál es nuestro verdadero amor a Dios.

jueves, 24 de agosto de 2017

24 agosto: El traje de fiesta

LITURGIA
            La  1ª lectura de hoy en Jue 11,29-39 es una de esas páginas que le gustaría a uno que no estuvieran escritas. Por una parte el argumento en sí no encaja en la mente occidental. Y por otra, en sana ley moral el juramento que hace Jefté en un momento comprometido, no obliga su cumplimiento, porque todo juramento o promesa para ser lícito tiene que ser mejor que su contrario. Y es evidente que dar muerte a alguien como ofrecimiento hecho a Dios, no es mejor que “su contrario”: el no matar.
            Pero estamos en otra cultura, en tiempos más primitivos, en una mentalidad en la que lo prometido tiene que ser realizado pase lo que pase y caiga quien caiga. Jefté había hecho el voto de sacrificar al primero que saliese a su encuentro si volvía victorioso de la guerra contra los amonitas, y de hecho ganó aquella batalla. Volvía gozoso y satisfecho y cuando regresa, quien sale a darle los parabienes es su hija única. Y Jefté siente el zarpazo de su voto: debe sacrificar en honor de Dios a su hija única.
            Se lo comunica a ella entre lamentos y ella acepta el voto de su padre, y solamente le pide dos meses de tregua para llorar por los montes el hecho de que ha quedado como mujer inútil porque muere antes de haber tenido hijos (que era el honor más grande de una mujer). Jefté se lo concede. Y cuando pasan los dos meses, la hija vuelve y el padre cumple el voto.
            Aparte de lo que nos repugna el relato, una lección nos debe quedar ahí: que las promesas hechas a Dios han de cumplirse aunque sea con sacrificio. Pero no se puede tomar en vano el nombre de Dios, y cuando le hacemos una promesa, debemos cumplirla. Otra cosa –y también es lección para aprender, es que nunca debemos hacer promesas a la ligera ni llevados de un momento de emoción. Y cae de su peso que una promesa hecha de algo que no es recto, no sólo no es válida ni lícita sino que –por lo mismo- no ha de ser cumplida si se ha hecho.
            Mt 22,1-14 es una parábola que muy bien puede completar la que veíamos ayer: Dios llama hasta última hora. Pero no vale pensar que la respuesta del hombre puede darse de  cualquier manera. Y la parábola se centra primero en la invitación de Dios al pueblo judío para celebrar “las bodas de su Hijo”. De hecho el pueblo judío no acudió a la llamada de Jesús y despreció la invitación que se le había hecho.
            Entonces Jesús lleva la parábola a la invitación abierta a “los cruces de los caminos”, el lugar donde ya pasan gentes de otros pueblos… La llamada de Dios se abre ahora al pueblo gentil, a los no judíos. A todo el mundo. Pues a ellos se les invita a la celebración del banquete. El “banquete” es ya símbolo del Reino. Está exponiendo Jesús la llamada universal a ese reino de Dios.
            Y la sala del banquete se llena de gentes venidas de fuera y que vienen a sustituir al pueblo judío, que se ha excusado y ha tenido “cosas más importantes” que hacer. Tema digno de mención porque expresa el rechazo del primer  invitado, al que correspondía la primera llamada. Ha perdido la oportunidad. Y providencialmente ha venido a ser el gran regalo para los otros pueblos, en los que estamos nosotros. Somos invitados nosotros y hemos de acudir bien dispuestos a ese banquete. Porque somos llamados, pero no a cualquier precio. Tenemos que acudir con las debidas disposiciones.
            Es lo que Jesús expresa en ese momento en el que el rey entra en la Sala para saludar a sus convidados y se encuentra con uno que no se ha preparado con su traje de fiesta. Y el rey le recrimina que –ya que ha sido liberalmente invitado- no haya tenido siquiera la delicadeza de vestirse el traje de fiesta.

            Hoy tendría aplicación para algunos que van a comulgar.

miércoles, 23 de agosto de 2017

23 agosto: Id a mi viña

LITURGIA
                        Hoy tenemos en la liturgia del día dos parábolas en esas dos lecturas correspondientes. En Jue  9,6-13 y en Mt 29, 1-16. En la 1ª lectura es una parábola que enseña la estupidez de pueblos que a la hora de elegirse unos dirigentes, eligen el peor. O también, cómo hay pueblos a los que nadie quiere dirigir, salvo el tirano. Está expuesto como una asamblea de árboles que van a elegirse rey, y empiezan dirigiéndose a los árboles nobles y símbolos de prosperidad: el olivo, la higuera, la vid. Pero esos árboles no están dispuestos a perderse a sí mismos, dejando de dar sus frutos para ponerse a ejercer una misión entre los otros árboles. No se dejan llevar de la ambición por ese reinado que les ofrecen, pues ellos ya dan sus frutos por sí mismos. En cambio la zarza acepta ser rey, aunque ya lo hace amenazante desde el mismo primer momento. Ahí acaba la narración. El breve comentario que hace la introducción a este texto es la realidad de los que rechazan a Dios como rey y se van buscando otros reyes que los gobiernen. Es el caso que viene desarrollando el libro de los Jueces, que nos expone que el pueblo se desvió de su camino y que se fue tras los falsos dioses de pueblos extranjeros, mientras abandonaba a su verdadero Dios. Y los jueces que Dios nombraba (no reyes, porque sólo Dios es Rey) trataban de enderezar a ese pueblo que se había apartado del Señor. Al final el pueblo no hacía caso ni a los tales jueces, porque se empeñaba en que le diesen un rey. La parábola viene a expresar la locura de un pueblo que acaba eligiéndose a “la zarza”, que les tiranizará y les hará pasar por momentos muy malos.

            En el evangelio cuenta Jesús una de las parábolas más consoladoras, que podría equipararse a la del “padre bueno” al mostrar a un amo que tiene el corazón abierto a todos, aunque no todos sean igualmente de fiar. Nos muestra a un Dios que es fiel a su palabra y al mismo tiempo es generoso y da más de lo que cada uno merece.
            Expone Jesús al amo que se concierta con los hombres que están en la plaza para esperar ser contratados, en pagarles  un denario por la jornada de trabajo en su viña, jornal amplio, sin duda, para lo que era habitual en los otros amos que contrataban jornaleros. Aceptan el trato aquellos trabajadores y se van tan contentos a vendimiar en aquella viña.
            El amo sale a las 11 de la mañana y encuentra a otros hombres que buscan trabajo pero que han sido menos diligentes en acudir a la plaza. También a ellos los envía a su viña, pero ya sin contrato previo. Y sale a las 12 y sale a las 3 y a la caída de la tarde y sigue habiendo remolones que, encima de todo se justifican diciendo que nadie nos ha contratado. Pues también a todos ellos los envía a su viña a trabajar. Representa todo esto a Dios que siempre llama, y que a nadie quiere dejarlo fuera. Aunque acudieron tarde, aquellos también son llamados.
            Y cuando llega el momento de pagar, el amo encarga que se empiece a pagar a los últimos. Y a ellos les da un denario. Piensan los de la primera hora que a ellos les darán más, porque ellos han soportado el peso del calor y del trabajo el día. Pero el amo cumple con ellos el contrato que había convenido con ellos y les paga su denario. Protestan. Y el amo responde con toda lógica: ¿No nos concertamos en un denario y estuvisteis de acuerdo y felices? Pues ahí tenéis vuestro denario. Podéis iros contentos. Que yo ahora quiera dar a los otros un denario, eso es ya cosa mía.

            El Corazón de Dios no se ha quedado en dar una parte del jornal a los que trabajaron solo una parte de la jornada. Cuando Dios plantea su llamada, lo único que busca es que se le siga, sin llevar la cuenta de quién llegó antes. El hecho es que llegue, aunque sólo trabajaron “un hora”…, pero acudieron a la viña. Eso es el fondo de la parábola: que sepamos acudir a la llamada de Dios. Los habrá que puedan tener la satisfacción de haber sido diligentes y estar toda su vida al servicio de Dios. Pero esos mismos tienen que tener la grandeza de alegrarse de que otros, aunque haya sido tarde, al final también han acudido a la llamada de Dios. El gozo de un alma noble es que no sólo ellos reciben el “jornal” que les pertenece, sino que su gozo se aumenta cuando ven que los otros acabaron por estar en el ámbito de Dios, sirviendo a Dios y perteneciendo a la viña del Señor.

martes, 22 de agosto de 2017

22 agosto: Pobres ricos y ricos pobres

LITURGIA
            Estamos en el período de los Jueces (6,11-24). El Señor se hace presente a Gedeón y lo saluda con una expresión cordial: El Señor está contigo, valiente. La reacción de Gedeón es muy normal y diríamos que típica: Si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos suceden tantos males? Y la respuesta de Dios es muy clara: No se trata de que Dios sea el que solución todo; encárgate tú de salvar a Israel de los madianitas; tú con tus propias fuerzas. Yo te envío.
            Gedeón se espanta: ¿Cómo te diriges a mí que soy el más pequeño de la tribu más pequeña? –Yo estaré contigo, responde Dios.
            Y Gedeón le pide una señal de que eso será así, y pide al ángel de Dios que se quede allí mientras él le prepara una comida. Asiente Dios y Gedeón va a prepararle una comida generosa.
            Cuando regresa Gedeón con todas las viandas, Dios le dice que derrame todo aquello sobre una piedra. Así lo hace Gedeón y Dios toca la carne con la punta de su cayado y se levanta una humareda que consume todo en un instante. Gedeón queda admirado y asustado: Verdaderamente era Dios y yo lo he visto cara a cara. La respuesta de Dios es la propia de Dios: Paz, no temas. No morirás. Y Gedeón levanta allí un altar en honor del Señor. La historia no acaba aquí. No ha sido más que el principio. Ha sido “la vocación”, la llamada. Pero eso tendrá posterior desarrollo.

            El evangelio (Mt 19,23-30) es la continuación del de ayer: el individuo que se presenta a Jesús queriendo tener vida eterna, pero que –cuando Jesús le pone delante la condición para ir con él- no acepta las condiciones (hacerse pobre para poder llegar hasta el final) y opta por la vergonzante decisión de marcharse. Se va triste porque es muy triste salirse humillado por la propia incapacidad.
            Jesús no se queda igual. Jesús lo ve irse y se queda mirándolo. Y como un suspiro de dolor, se vuelve a sus discípulos y les dice: Creedme: ¡qué difícil es a un rico entrar en el reino! Y como los apóstoles se extrañan, Jesús se lo aclara con unas comparaciones extremas a las que es tan aficionado: Es más difícil que un rico entre en el reino que meter a un camello por el ojo de una aguja.
            Los apóstoles insisten en su extrañeza: Entonces ¿quién puede salvarse? Y Jesús responde: Imposible a los hombres. Es un hecho que la riqueza imposibilita a los ricos entrar en el reino de los cielos. Pero lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios. Quiere decir que Dios tiene en su mano hacer pobre a un rico, y ponerlo en condiciones de ser apto para el reino.
            Si tuviéramos ese sexto sentido que nos hiciere posible “leer” las acciones de Dios, descubriríamos que detrás de muchas realidades que nos hacen agachar la cabeza –y nos duelen-, está la mano de Dios, que hace posible en nosotros que podamos tender al reino. Dios nos hace sentir y mascar situaciones de pobreza, de carencias, que nos dejan pobres… Situaciones a las que nosotros no hubiéramos llegado por nuestra cuenta, porque nos hubiera rebasado nuestras fuerzas. Pero Dios lo hace a la chita callando y sencillamente nos vamos encontrando pobres, y sin darnos cuenta, vamos estando preparados para ser parte del Reino.

            Simón preguntó entones: Pues a nosotros, que lo hemos dejado todo, ¿qué nos va a tocar? Y Jesús responde que a los que dejan realmente todo (y “todo” queda sintetizado en lo que es más valioso: “padres, hijos, hermanos, esposos o tierras”), tendrá premio en esta vida (multiplicado por cien lo que dejó) y alcanzará después la eterna.

lunes, 21 de agosto de 2017

21 agosto: Llegar hasta el final

LITURGIA
            ¡Qué poco le ha durado al pueblo hebreo aquella juramentación que habían hecho de seguir al Señor por encima de todo! Hoy el libro de los Jueces (2, 11-19) nos muestra a aquel pueblo adorando a dioses falsos y apartándose del Dios de sus padres. Y cuando hacía eso, todo le iba mal y no le salía nada a derechas, y le ganaban la partida los pueblos de alrededor. Como es propio de aquella mentalidad, el relator atribuye a Dios esos desastres, pero es evidente que eran las propias circunstancias de un pueblo que abandona a Dios lo que traía consigo esos resultados adversos que cosechaba el pueblo.
            Dios le nombraba Jueces para enderezarles el camino y los jueces conseguían que rectificaran. Mientras vivía el Juez, se comportaban; al morir el juez volvían a las andadas. Es la historia que se repetirá en aquel pueblo. Es la historia que se repite en la vida contemporánea: cuando la vida recupera el tono religioso y fiel a Dios, las costumbres mejoran y Dios actúa en las conciencias, lo que hace que el modo de proceder sea recto. Cuando se deja a Dios y se quiere proceder al antojo de las criaturas, todo se viene abajo porque se ha roto el equilibrio que llega cuando la humanidad tiene un referente que le hace vivir la ley-base que se encierra en el Decálogo.

            Mt 19,16-22 es el muy conocido momento de la venida a Jesús de aquel joven que viene pidiendo conocer lo que tiene que hacer para ganar la vida eterna. Como a buen judío, Jesús le remite a los mandamientos, y precisamente a los que miran a la relación con los demás.
            Aquel joven responde que todo eso lo ha vivido el siempre. Lo que lleva a Jesús a plantearle lo que es necesario para llegar hasta el final. Y en eso entra ya una renuncia al propio yo y a la posesión de las riquezas.  Si quieres llegar hasta el final, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres, Luego vienes y me sigues. Lo que Jesús planteaba era el seguimiento de aquel joven, y que hubiera formado parte del discipulado de Jesús,
            Pero aquel muchacho era muy rico. Le había tocado Jesús en la línea de flotación, y se le vino el mundo a los pies. Y bajó la cabeza y se dio media vuelta y se fue por donde había venido, aunque ahora caminaba con el peso de un fracaso de vida, porque había venido tan decidido a “alcanzar vida eterna”, y encontrarse que se iba con las manos vacías, de puro llenas que las tenía de sus bienes materiales. Se fue triste porque era muy rico.
            El seguimiento de Jesús exige un desprendimiento de sí y está simbolizado en los bienes materiales, que son al fin y al cabo los grandes enemigos del evangelio. Suele ocurrir en algunos que se quedan tan tranquilos al leer el episodio porque saben que ellos no son ricos y por tanto tienen más expedito el seguir a Jesús. Sin embargo habrá que entrar más adentro y examinar las otras riquezas que uno encierra en su vida. Porque puede haber un modo de vida en el que la persona se siente siempre “excepción” pero cree que eso de la “riqueza” no le atañe. Sin embargo, visto desde fuera, tal persona es una engreída que se ve con todas las razones para “ser diferente”, proceder diferente y creerse con patente de corso para vivir la excepcionalidad.

            Eso es riqueza. Y eso entra dentro de la narración que tenemos entre manos. Y el seguimiento del evangelio se hace más difícil, o se vive con sordina, porque en el fondo no hemos vendido lo que poseemos en tan gran medida de nuestro propio YO, y eso dificulta los planes de Jesús sobre cada uno, a quienes quiere Jesús llevar hasta el final.

domingo, 20 de agosto de 2017

20 agosto: El extranjero

LITURGIA
                        Is 56,1. 6-7 es un canto a favor del extranjero. Y una llamada al extranjero a vivir acoplado a las costumbres y usos del país. El extranjero ha de haberse dado al Señor para servirlo y para amar el nombre del Señor y ser servidor de Dios. Extranjeros que guardan las leyes de Israel, lo mismo en prácticas concretas –el sábado-, como en el plano superior de la alianza. A ellos los traeré a mi monte santo.
            Estamos viviendo un momento histórico que hace actual el tema, unas veces por parte del “país” que –en sus grupúsculos más extremosos actúa contra el extranjero por el hecho de ser extranjero, y otras veces por parte de los extranjeros que constituyen guetos extraños a la cultura de un país, y acaban siendo una amenaza para la sana convivencia e integración.
            Isaías ha hablado de extranjeros que se han dado a Dios para servirlo, y no por caminos extraños a ese Dios que se adora en el país de acogida, sino también con hechos tan concretos como sus fechas de culto (“el sábado, para los judíos), y en todas las leyes que se encierran en la alianza. Habla, pues, de esa integración por la que el extraño acoge el estilo del que le acoge y así llega a hacerse “menos extranjero”, aunque permaneciendo en su ser, por el respeto que el país de acogida concede a esos extranjeros que lo visitan o que se establecen en él.

            Es el caso que nos narra con un hecho singular el evangelio de Mt 15,21-28. Jesús ha salido hasta los límites de Tiro. No es rechazado. Y una mujer extranjera a Israel, reconoce a Jesús y tiene conocimiento de los poderes de Jesús. Lo reconoce “Señor, Hijo de David”… Se adapta la mujer a un concepto hebreo, a un título ajeno a su cultura, y muy propio del país de Jesús.
            Jesús tiene un momento de distancia entre lo que es la aceptación, sin más, de la mujer extraña, y lo que son sus impulsos instintivos de hacer el bien sin mirar el origen étnico de aquella mujer. Por un momento Jesús se encuentra distante porque sólo se siente enviado a las ovejas de Israel, y tiene el impulso de abandonar el lugar sin actuar a favor de aquella petición de ayuda que la extranjera pide para su hija.
            Pero la insistencia de aquella mujer, la fe que muestra, la adaptación a los mismos dichos del país de Jesús: No está bien echar a los perros el pan de los hijos, acaban venciendo la resistencia de Jesús y Jesús “sale” de sus límites (“las ovejas de Israel”), y le concede a la extranjera el deseo que ha presentado. Es más: le alaba su fe, que admira a Jesús…, la de una pagana que se ha adaptado a la creencia de otro país, de aquel “Señor, Hijo de David” y así ella “ha servido a Dios” (aunque no fuera su dios sino el de Israel.
            He aquí lo que nos sitúa ahora ante el momento histórico presente, que estamos viviendo. Los extranjeros que no aceptan las costumbres y modos del lugar que han tomado como sitio de asentamiento, no pueden ser ni bien vistos ni bien acogidos porque no viven la reciprocidad de la acogida y de su adaptación al medio. Y lo que no es admisible es que los que han sido acogidos benévolamente en un lugar, pretendan ahora colonizar a ese lugar desde una cultura y formas extrañas y hasta hostiles. A esos extranjeros se les dice sencillamente que se marchen porque no han acogido las leyes y formas de ese país al que ellos han acudido en busca de un porvenir mejor.

            A esa misma idea nos lleva la COMUNIÓN. Nos unimos a todos nuestros hermanos, incluidos los que no son “de los nuestros”, de nuestra cultura. Pero pedimos que haya correspondencia. No les exigimos que ellos comulguen nuestra comunión sino que la respeten totalmente como nosotros respetamos la suya o sus modales. Y que seamos capaces de tender la mano –ellos y nosotros- en gesto de paz y buena vecindad, y nunca con gesto de guerra, de odios, de rechazo de lo que constituye una sana convivencia. Comunión en la reciprocidad por la que ponemos por delante la paz, la paz verdadera, la paz sin traiciones. Y por supuesto la paz que no hace víctimas de muerte ni de ocultos intentos de colonización invasora.

sábado, 19 de agosto de 2017

19 agosto: Servir a Dios

LITURGIA
            Jos 24, 14-29. Llega el relato hasta la muerte de Josué, pero antes se ha consolidado la postura del pueblo, que quiere ser del Señor y servir al Señor. Josué ha exhortado primeramente a temer al Señor, a tomarse en serio lo que supone servir al Señor. No cabe esa actitud si se mantienen ídolos o amuletos de otros dioses, “Temer al Señor” es un compromiso serio de fidelidad al único Dios y Señor que les ha liberado y les ha conducido y les ha traído hasta aquí.
            Conoce Josué a aquel pueblo, que tantas veces ha vuelto su mirada al recuerdo de Egipto, y quiere prepararlo a ser un pueblo que una vez que da el paso de servir al Señor, no se va a volver atrás. Y le presenta un panorama difícil, porque el servicio a este Dios no va a poder hacerse en cosa de poco más o menos. Y por eso Josué les va poniendo ante una visión de Dios que más parecería que Josué pretende apartarlos de Dios: elegid hoy a quién queréis servir: a Dios o a otros dioses. Y les insiste: No lograréis servir al Señor porque es un Dios celoso, que castigará vuestras culpas y si os volvéis en contra os aniquilará. Josué ha puesto delante una visión tremendista de Dios, probando la voluntad de aquella comunidad. Parecería a primera vista que quiere apartarlos de Dios. Pero va buscando ponerlos ante sí mismos y que sepan muy bien que servir a Dios es algo que no se compagina con medias tintas, con medias actitudes, con un “hoy sí y mañana no”, o con “servir a mi manera”.
            Yo me planteo qué respuesta daría el pueblo de hoy si a la hora de tomar postura ante Dios, tuviera un Josué que le pusiera delante un Dios que no admite componendas… Y mucho me temo que habría muchos pasos atrás… Y no es sólo que me imagine. Es que veo la postura de muchos que se han echado ya para atrás, y no porque le hayan presentado a este Dios que plantea Josué, sino simplemente porque presienten una exigencia en el hecho religioso, que prefieren de primeras “servir a otros dioses”, o simplemente no comprometer sus vidas con este Dios.
            El pueblo hebreo se ratificó una y otra vez a servir a Dios, y puso lejos de su pensamiento otra cosa que no fuese el servicio a Dios. Por varias veces se ratifica en ello y admite que Josué establezca una piedra como testigo mudo (pero para ellos definitivo) de que han elegido servir a Dios y desprenderse de todo amuleto que haga referencia a otros dioses.
            Cuando muere Josué, ha dejado a un pueblo consolidado en el seguimiento de Dios, el Dios de los padres, que juró dar a Israel una tierra fecunda y propia donde se establezca aquel pueblo y se desarrolle como tal.

            El evangelio (Mt 19,13-15) nos muestra la otra cara de Dios, manifestada en Jesús, como un Dios íntimo y cercano, como el que pide que dejen a los niños acercarse a él y que no se lo impidan. Sucedía que le habían traído a unos niños para que los bendijera y rezara por ellos, y los apóstoles pretendían apartarlos porque molestaban. Y Jesús regaña a los discípulos y pone como labor primordial acoger a los niños y hacerse sencillos como niños, porque de ellos es el Reino. Son los que mejor entienden a Dios. Saben ellos dónde se arriman, nos descubren a ese Dios que llena el alma y pone cariño en su obra salvadora. El niño tiene olfato para saber dónde se sitúa y dónde tiene acogida.

            El mayor tiene que saber situarse en actitud de niño para poder entender a Dios y decidirse por el servicio de Dios, intuyendo el amor y la cercanía y la bondad de ese Dios. Y habrá que ELEGIR SERVIR A DIOS como la opción más propia de una mente sin prejuicios.

viernes, 18 de agosto de 2017

18 agosto: Divorcio y adulterio

LITURGIA
                        Hoy no cabe hacer mucha reflexión escrita sobre la primera lectura (Jos 24, 1-13) porque es una enumeración de la historia del pueblo israelita. Digo “reflexión escrita” porque se tendría que reducir a repetir lo mismo que leemos. Pero queda la reflexión mental que puede ir recordando y agradeciendo ese acompañamiento que Dios hizo a aquel pueblo desde el momento que Abrán salió de su tierra y fue conducido por Dios para crear una descendencia sobre la que depositar sus promesas, que luego va cumpliendo a través de los años y de los siglos y que ha llegado hasta el momento presente, en el que Josué puede ya mostrar la tierra prometida a aquellos descendientes de los primeros hebreos que habían recibido las lejanas promesas. Dios es fiel a su palabra y Josué puede mostrarlo ahora al pueblo como realidad de la que están a punto de gozar.
            Todo ello nos puede llevar a la reflexión sobre Dios, mirado ahora desde esa fidelidad que sigue teniendo con nosotros y seguirá teniendo porque Dios es el mismo y nosotros podemos confiarnos a él que seguirá siendo así con nosotros. Y su promesa se ha hecho realidad plena en Jesucristo, en el que tenemos la seguridad de su terna alianza que ya no nos faltará. La palabra de Jesús debe ser para nosotros firmeza de verdad incuestionable, lo mismo cuando dice algo que va con nuestro gusto que cuando sobrepasa nuestras ideas y nos pone ante realidades que nos rebasan y nos contradicen.
            Es lo que ocurre hoy en el Evangelio que tenemos delante: Mt 19, 3-12, que hoy día está tan conculcado que casi parece evangelio de otra galaxia. Porque Jesús nos habla de la ilegalidad moral del divorcio y de la contrariedad que supone que un divorciado pueda casarse con otro u otra. Es contrario al proyecto primero de Dios, quien al crear al hombre y la mujer los crea para su unión definitiva por la que cada uno abandona su casa y a sus mismos padres en orden a formar una familia en la que él y ella son un bloque indisoluble.
            Y cuando le objetan que Moisés permitió el libelo de repudio contra la esposa, Jesucristo dice que fue la terquedad de ellos lo que llevó a Moisés a esa excepción pero que al principio, en el plan de Dios, no fue así. De donde se tiene que deducir que el divorciado que contrae nueva unión, está cayendo en el adulterio. Así de sencillo, así de tajante. Jesús no se anda por las ramas. Y cuanto hoy día estamos viendo, está en plena contradicción con los planes de Dios.
            Los discípulos advierten a Jesús que entonces es mejor no casarse y lo que Jesús responde es que no todo hombre y mujer tiene vocación de casado, ni capacidad para vivir un matrimonio. Y les presenta el triple caso del varón soltero (que es aplicable a la mujer soltera). Los hay, dice Jesús, que nacen así, y que no son aptos al matrimonio porque son egoístas y no están abiertos al amor. Los hay que se hicieron egoístas a través de su vida y de su “educación”. Son personas que sólo viven para sí, y por consiguiente no podrán constituir un hogar. Y los hay que renuncian al matrimonio por una causa de otro orden a los que les mueve su profundo sentido del amor: bien sea para dedicarse ampliamente al servicio de los demás, en una soltería fecunda, o en una vida consagrada a la causa de Dios.
            La vocación de casado supone una actitud capaz de donación, una capacidad de sacrificio, por la que sale uno de sí para formar esa nueva realidad que es el “nosotros” donde ya no hay “tuyo” o “mío” sino que se piensa y se vive “en plural”. Y por tanto, de acuerdo con el plan de Dios, hay apertura de corazón hacia unos hijos, que son la muestra fehaciente de la donación completa, Y digo “apertura” porque los hijos vienen o no vienen, pero el “nosotros” permanece en un servicio que se presta por otro lado, de otra forma… El amor es fecundo y estas personas saben darle cauce.

            Ésta es la continuación de la historia de la presencia de Dios con el pueblo suyo, con su Iglesia, que sigue siendo válida en el momento actual, aunque la sociedad a la que asistimos sea una sociedad hecha al revés del Evangelio y al revés de los proyectos y sueños de Dios.

jueves, 17 de agosto de 2017

17 agosto: El perdón total

LITURGIA
            Josué  (Jos 3,7-10.11.13-17) ha quedado responsable de aquel pueblo que había conducido –hasta aquí- el gran Moisés. Y Dios acompaña a Josué y realiza también por su medio, obras maravillosas. Y una de ellas es una réplica al famoso paso del Mar Rojo. Va a atravesar el Jordán, frente a Jericó. El Jordán viene hasta los bordes. Y Josué ordena a los sacerdotes que porten el Arca hasta la orilla del Jordán. Apenas mojan sus pies, el Jordán se repliega sobre sí mismo, formando un enorme embalse, pero el cauce queda sin agua en aquel lugar, y el pueblo numeroso puede pasar el río sin mojarse. Cuando han pasado todos, pasan los sacerdotes con el Arca, y al salir del cauce del río, las aguas fluyen de nuevo.
            Es un prodigio que emula la gran liberación del paso del Mar Rojo, y tiene ahora el aliciente de que se van acercando a la posesión de una tierra propia donde asentarse. Dios sigue conduciendo a su pueblo, y lo hace con las mediaciones de estos personajes.

            Mt 18,21- 19,1 nos plantea el tema del perdón. Ha sido Simón Pedro quien ha suscitado el tema al preguntar a Jesús si hay que perdonar 7 veces (que en argot bíblico expresa la idea de “siempre”, por el significado de “totalidad” que encierra el número 7). Y Jesús lo lleva hasta la exageración –es su estilo- respondiendo que no sólo 7 veces sino 70 veces siete. El “7” multiplicado por otro 7 y por 10. El perdón ha de ofrecerse siempre. La idea más humana puede llegar a perdonar una vez, pero si el ofensor reincide, entones suele pensarse que “hasta aquí hemos llegado”. Para Jesús no es así. Nunca se ha llegado al final del perdón. El perdón no es un acto que se verifica una vez, sino una actitud que siempre hay que vivir.
            Y Jesús ilustra su afirmación con una parábola que expresa su pensamiento. Es el caso del hombre que debe una gran cantidad de dinero a su amo. El amo empieza por querer cobrar la deuda aunque sea vendiendo la misma familia del deudor. Pero ante las súplicas de éste, y seguro el amo de que nunca podrá ese hombre pagar la suma que debe, opta por perdonarle toda la deuda.
            Y sale perdonado el hombre, y viene a encontrarse con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Y se la exige pagar, y como el hombre no tiene ni aquella pequeña cantidad, le ruega un poco de tiempo para pagar la deuda, pero el otro no se aviene a ello y hace apresar a toda la familia.
            Produjo aquello indignación a los otros compañeros que vinieron a contárselo al amo. Y el amo se indigna y llama al individuo y le hace caer en la cuenta de la enorme deuda que él le había perdonado, que era razón suficiente para que él también perdonara compasivamente. El resultado de la parábola es que ahora le exigen a él pagar por no haber sabido perdonar. Y concluye Jesús diciendo: Así hará mi Padre el cielo con quienes no han sabido perdonar. La cosa es seria y no podemos ponerle sordina para que suene mejor. La realidad que se impone, aun por lógica humana, es que el que no sabe perdonar no tiene título para poder pedirle perdón a Dios.
            Dios siempre estará dispuesto al perdón. Pero Dios está exigiendo que nosotros tengamos el corazón limpio para ofrecer el perdón a quienes nos han hecho alguna mala jugada. Y donde no haya perdón, no podemos pedir a Dios que nos perdone. Cualquier “deuda” que otro tenga con nosotros, será siempre mucho más pequeña –casi una fruslería- en comparación con la gran deuda que tenemos contraída con Dios.

            Que recemos de verdad el “perdona nuestras ofensas como nosotros ya hemos perdonado”.

miércoles, 16 de agosto de 2017

16 agosto: La corrección fraterna

LITURGIA
            Llegamos hoy a uno de los momentos más decisivos de la historia del primitivo pueblo de Israel (Deut 34,1-12): Moisés, su caudillo, su libertador, el amigo de Dios al que pudo hablar cara a cara, llega al final de sus días, a la edad de 120 años. Dios le muestra desde el monte Nebo, aquella tierra tan rica y deseada que va a dar a ese pueblo, la tierra que prometió Dios a Abrahán y a sus descendientes. Moisés es enterrado y –misterios de la vida- el hombre que fue tan decisivo, queda en un lugar que no se ha sabido nunca más de él. El pueblo lloró la muerte de Moisés durante 30 días, y Josué se hizo cargo de conducir a los israelitas. A Josué le había impuesto las manos Moisés y le había trasmitido una parte de su espíritu, por lo que estaba lleno del espíritu de sabiduría, pero ya no hubo otro hombre que fuera como Moisés, que hiciera los prodigios de Moisés. Es una nueva etapa en la historia de aquel pueblo.

            El evangelio es el del perdón: Mt 18,15-20. Jesús se dirige a sus discípulos y les enseña: Si tu hermano peca, repréndelo a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Tema de suma importancia y suma dificultad, porque ¡qué difícil es en la práctica realizar esa obra de la corrección! ¡Qué poco dispuesto se está a ser corregido! ¡Qué poco fácil resulta corregir! El amor propio aparece tan fuerte que hace muy difícil aceptar que venga tu hermano a ponerte delante un fallo que has tenido. Surge de inmediato la justificación y la autodefensa. Cuando no es que el hermano te reacciona malamente y llegas a tener la impresión de que ha sido peor el remedio que la enfermedad.
            Jesús había dado una norma entre hermanos. El problema es que los tales “hermanos” no se sienten hermanos y en el momento que llega la corrección, el corregido ve al otro como enemigo. Y por supuesto puede ocurrir que el que corrige no lo haga  con delicadeza y espíritu fraterno. Sería un momento en que la corrección ha dejado de ser lo que Jesús pretende; una obra de caridad por la que se gana al hermano a quien se ama.
            Sigue diciendo Jesús el modo de actuar cuando el hermano corregido no hace caso o no recibe la corrección con espíritu de mejora y crecimiento personal: que se recurra a dos o tres testigos, que sean un aval de que la corrección se ha hecho bien y que se ha hecho. ¿Es realmente un medio posible? Porque el corregido se pone más recalcitrante cuando se ve más cogido y que tiene menos escapatoria. Sin embargo Jesús lo indica, y partiendo siempre de relación entre hermanos y la buena fe de unos y otros. ¡Ojalá surta buen efecto y se pueda ganar al hermano! Que si no da resultado, entonces no es crítica ponerlo en conocimiento de la comunidad de hermanos (¡ahí, en el sentido de la comunidad y comunidad de hermanos, es donde está el acento!). Y la comunidad tendrá que corregirlo de forma mucho más drástica, apartándolo de la comunidad. Y no como castigo sino como escarmiento. Se trata de ganarlo y no de perderlo.
            Y repite Jesús –al menos así nos lo da el texto- que lo que atéis en la tierra será atado en el Cielo. Es decir: esa corrección no se queda en acto puramente humano sino que tiene unas dimensiones de mucha mayor trascendencia.
            Lo avala con esa otra afirmación positiva de que si dos se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

            Es un texto riquísimo de enseñanza y de mucha importancia para plantearse el tema, lo mismo desde el ángulo  del que corrige que del que es corregido. 

martes, 15 de agosto de 2017

15 agosto: Asunción de María

LITURGIA de la ASUNCIÓN DE MARÍA
            Hoy celebramos el triunfo definitivo de María, quien –una vez llena la misión para la que había quedado en la tierra- es elevada al Cielo por los ángeles que ha enviado su propio Hijo, y sentado a la derecha del Padre. La tradición ha llamado a este día “el de la dormición”, queriendo expresar que María no mure para quedar sepultada en la tierra, sino que su muerte es un sueño que despierta en el Cielo, como asociada al triunfo de su Hijo, quien la coloca a su derecha, símbolo de la importancia de María en la historia de la Salvación.
            María  es coronada en el Cielo, por encima de la luna, que cae a sus pies, y con 12 estrellas orlando su cabeza porque ella está por encima de todo el universo creado. Así la describe el Apocalipsis (11,9, 12,1, 3-6. 10) como señal grande en el Cielo, tras la lucha con el dragón que quiere inficionarla y hacerle pasar por la baba inmunda de su influencia. Pero Dios la arrebató al Cielo y la salvó de esa fuerza del mal.
            En la 2ª lectura (1Co 15,20-27) se nos narra la victoria de Jesús sobre la muerte, porque él ha resucitado de entre los muertos y ha llegado a la gloria el Padre. Pero Jesús no triunfa solo sino que se lleva cautivos de sí a todos los que tuvieron fe en su venida. Cada uno por su orden. Y ahí, en el primer puesto va encumbrada María, a la que le corresponde el primer lugar entre todas las criaturas. Cristo ha resucitado y ha subido al Cielo en cuerpo y alma, y María le sigue en esa asunción por la que su ser entero recibe la corona eterna.
            Su respuesta, que nos aporta el Evangelio de la fiesta (Lc 1,39-56) es su disponibilidad en la tierra para servir humildemente a Isabel, su pariente anciana, repartiendo ayuda en lo humano, y elevándose en su espíritu hacia Dios, a quien alaba y devuelve toda su grandeza por las maravillas que ha hecho Dios en ella, u humilde esclava.
            El Magníficat es un cántico a modo de mosaico que toma de diversos momentos bíblicos, y que ahora, en boca de María, expresan la “táctica” de Dios, de elevación y dignificación de lo pequeño, mientras “lo grande” queda humillado. Gran foto de María que se designa a sí misma como “la esclava el Señor”, y por tanto vive en la realidad de persona ensalzada sobre su propio ser y méritos, por el triunfo de Dios en ella.
            Ésta es la fiesta que celebramos y que tiene una repercusión enorme en el mismo sentir popular, que ha tomado el día de hoy como el día de fiesta patronal, y como el día “de las mil Vírgenes” porque se cumple el canto de María de que me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Y la razón, confiesa ella, porque Dios hizo cosas grandes en mí.
            El dogma de la asunción de María fue proclamado en 1954 por el Papa Pio XII, quien recogió así el sentir popular, que quedaba entroncado en los fundamentos bíblicos y avalado por los mismos Santos Padres, primeros grandes catequistas e intérpretes del tesoro contenido en la Tradición de la Iglesia.

            Nosotros celebraremos con gran satisfacción este día y nos uniremos al gozo de los pueblos, de la Iglesia y de María, y daremos gracias por este acontecimiento, que ojalá sepamos vivir con la fuerza interior que corresponde a la celebración del triunfo de la Madre.