viernes, 31 de octubre de 2014

ZENIT, 31 oct.: Jesús nos lleva a Dios

31 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Cristianos tan apegados a la ley, que descuidan la justicia, y cristianos unidos al amor, que dan pleno cumplimiento a la ley. Es lo que ha afirmado el papa Francisco en la misa de esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
En el Evangelio del día, Jesús pregunta a los fariseos si es lícito o no sanar en sábado, pero no responden. Él, entonces, toma de la mano a un enfermo y lo sana. Los fariseos --ha explicado el Pontífice-- confrontados con la verdad, callaban, "pero luego chismorreaban por detrás... y trataban de hacerle caer". Jesús reprende a esta gente que "estaba tan apegada a la ley, que se había olvidado de la justicia" e incluso negaba la ayuda a los padres ancianos con el pretexto de haber regalado todo al Templo. Pero "¿quién es más importante?" --ha preguntado el Santo Padre-- ¿El cuarto mandamiento o el Templo?":
"Esta forma de vivir apegados a la ley, les alejaba del amor y de la justicia. Cuidaban la ley, descuidaban la justicia. Cuidaban la ley, descuidaban el amor. Eran modelos: eran los modelos. Y Jesús para estas personas sólo encuentra una palabra: hipócritas. Por un lado, van por todo el mundo buscando partidarios. ¿Y luego? Cierran la puerta. Hombres de la cerrazón, hombres tan apegados a la ley, a la letra de la ley, no a la ley, porque la ley es amor; sino a la letra de la ley, que siempre cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación... Hombres que sólo sabían cerrar".
"El camino para ser fieles a la ley, sin descuidar la justicia, sin descuidar el amor" --ha proseguido el Papa citando la Carta de san Pablo a los Filipenses-- "es el camino contrario: desde el amor a la integridad; desde el amor al discernimiento; desde el amor a la ley":
"Este es el camino que nos enseña Jesús, totalmente opuesto al de los doctores de la ley. Y este camino del amor a la justicia, lleva a Dios. En cambio, el otro camino, el de estar apegados únicamente a la ley, a la letra de la ley, lleva al cierre, lleva al egoísmo. El camino que va desde el amor al conocimiento y al discernimiento, al cumplimiento pleno, conduce a la santidad, a la salvación, al encuentro con Jesús. Mientras que, este otro camino lleva al egoísmo, a la soberbia de sentirse justos, a esta santidad entre comillas de las apariencias, ¿no? Jesús le dice a esta gente que "le gusta mostrarse a la gente como hombres de oración, de ayuno...': mostrarse, ¿no? Y por eso Jesús dice a la gente: 'Pero, haced lo que dicen, pero no lo que hacen".
Estos --ha observado el Santo Padre-- "son los dos caminos y hay pequeños gestos de Jesús que nos hacen entender este camino del amor al conocimiento pleno y al discernimiento". Jesús nos lleva de la mano y nos sana:
"Jesús se acerca: la cercanía es precisamente la prueba de que vamos por el camino verdadero. Porque es precisamente el camino que Dios ha elegido para salvarnos: la cercanía. Se acercó a nosotros, se hizo hombre. La carne: la carne de Dios es el signo; la carne de Dios es el signo de la verdadera justicia. Dios se hizo hombre como uno de nosotros, y nosotros tenemos que hacernos como los demás, como los necesitados, como aquellos que necesitan de nuestra ayuda".

"La carne de Jesús" --ha afirmado el Papa-- "es el puente que nos acerca más a Dios... no es la letra de la ley: ¡no! En la carne de Cristo, la ley cuenta con la plena realización" y "es una carne que sabe sufrir, que ha dado su vida por nosotros". "Que estos ejemplos, este ejemplo de la cercanía de Jesús, desde el amor a la plenitud de la ley --ha concluido Francisco-- nos ayuden a no caer jamás en la hipocresía: nunca. Es tan feo, un cristiano hipócrita. Tan feo. ¡Que el Señor nos salve de esto!".
El Boletín de noviembre

31 OCTUBRE: LA LOZANÍA DE JESÚS

Sinceridad de corazón
          Hoy celebramos los jesuitas al Patrón de los Hermanos Coadjutores (“legos”) de la Compañía de Jesús: San Alonso Rodríguez, segoviano, comerciante, casado y con dos hijos, que queda viudo y sus hijos mueren. Entra como Hermano en los jesuitas, y sufrió luchas espirituales internas muy fuertes, a la vez que dones carismáticos excelentes –y él personalmente de muy sencillo estilo, con escritos que rezuman simplicidad y paradójicamente altura espiritual-, siendo el Hermano Portero del Colegio jesuítico de Mallorca.

          En la lectura continua entramos en una joya de las cartas de San Pablo, dirigida ahora a los fieles de Filipos, posiblemente escrita desde la cárcel. Es una carta de gran cercanía, humanidad, cordialidad y sublimidad, que encierra uno de los pasajes más valiosos del Nuevo Testamento, sobre el misterio de la plena humanidad del Hijo de Dios.
          Hoy hace Pablo “su presentación” y la hace como servidor de Cristo Jesús que se dirige a todo el pueblo santo de cristianos que residen en Filipos. Los filipenses ayudaron mucho a Pablo y fueron generosos para otras iglesias de otras regiones con aportaciones económicas que Pablo alaba con mucho énfasis. “Os llevo dentro porque tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, compartís conmigo el privilegio que me ha tocado. Y ésta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia”.
          Bien podíamos ahora mismo recogernos nosotros –los que vivimos cercanos al blog- e insistir en esta misma oración: cercanía, fidelidad, cordialidad, penetración, sensibilidad ante los valores, en medio de una sociedad que los tiene tan perdidos, y aun entre los mismos fieles que encuentran a cada vuelta de la esquina una ocasión de displicencia que más divide que multiplica.

          Muchas veces puedo uno comprender aquellas situaciones del Evangelio como la que hoy nos presenta Lc 14. Los fariseos no eran malos de por sí. Eran “fariseos”, los hombres “santos” a base de fidelidades extremas a la letra de leyes que ellos mismos habían forzado sobre la revelación inicial de Dios. No eran malos, pero no tenían el corazón abierto. No pretendieron nunca el diálogo con Jesús. Ironizaron, atacaron, hicieron labor de zapa…, y acabaron siendo ridículos y alejándose del pueblo, que veía en Jesús una religión con mucha mayor humanidad y sinceridad.
          Para los fariseos el escándalo era una curación en sábado. Ni siquiera invitado a comer en casa de un fariseo, la actitud de ellos era limpia: lo estaban acechando. Había allí -¡qué casualidad!- un hidrópico. ¿Había entrado como vemos que ocurre en otros banquetes, o lo habían preparado expresamente para hacer de espías de la actuación de Jesús?
          Jesús, muy respetuoso a la vez que con toda su idea, les pregunta a los anfitriones  si es lícito curar en sábado o no. ¿Podían ellos negar una curación de un enfermo, y negarlo en nombre de la ley? ¿No estaba más que permitido sacar del hoyo al burro o al buey que habían caído en él? ¿Se podría sacer “del hoyo de su enfermedad” a un hombre enfermo?
          No podían responder. Decir sí, les era una traición a sus principios “legales”; decir no, era inhumano. Y con la cobardía de quien no sabe qué es mejor, acaban refugiándose en un silencio…
          Jesús sí sabía muy bien… No tenía ni que mover un dedo. Simple palabra (que no violaba el descanso sabático, ni en apariencia) y el hidrópico estaba curado. Y los fariseos se quedan sin respuesta. Bien se puede decir como en otra curación anterior, “abochornados”. Porque no es para menos.

          A mí estas situaciones me traen a la mente muchas otras “pequeñas cosas” en las que la religión separa en vez de unir en la mismísima dirección.

ZENIT, 30, en Santa Marta: EL DIABLO NO ES UN MITO

30 de octubre de 2014 (Zenit.org) - La vida cristiana es “un combate” contra el demonio, el mundo y las pasiones de la carne. Es lo que ha afirmado el papa Francisco en la misa de esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. El Pontífice, comentando un pasaje de la Carta de san Pablo a los Efesios, ha reiterado que el diablo existe y nosotros “debemos luchar contra él” con “la armadura” de la verdad.
“Fuerza y valentía”. El Santo Padre ha centrado su homilía en las palabras de san Pablo que, dirigiéndose a los Efesios, “desarrolla en un lenguaje militar la vida cristiana”. El Pontífice ha subrayado que “la vida en Dios se debe defender, se debe luchar para llevarla adelante”. Por tanto, se necesitan fuerza y valentía “para resistir y anunciar”. Para “ir adelante en la vida espiritual”, ha señalado, se debe combatir. No es un simple enfrentamiento, no, es un “combate continuo”. Francisco ha recordado que son tres “los enemigos de la vida cristiana”: “el demonio, el mundo y la carne”, es decir nuestras pasiones, “que son las heridas del pecado original”. Ciertamente, ha observado, “la salvación que nos da Jesús es gratuita”, pero estamos llamados a defenderla:
“¿De qué debo defenderme?¿Qué debo hacer? ‘Ponerme la armadura de Dios’, nos dice Pablo, es decir lo que es de Dios nos defiende, para resistir a las insidias del diablo. ¿Está claro? Claro. No se puede pensar en una vida espiritual, digamos en una vida cristiana, sin resistir a las tentaciones, sin luchar contra el diablo, sin ponerse esta armadura de Dios, que nos da la fuerza y nos defiende”.

San Pablo, ha proseguido el Papa, destaca que “nuestra batalla” no es contra las cosas pequeñas, “si no contra los principados y las potencias, es decir contra el diablo y los suyos”.
“Pero a esta generación --y a muchas otras-- se les ha hecho creer que el diablo fuese un mito, una figura, una idea, la idea del mal. Pero el diablo existe y nosotros debemos luchar contra él. Lo dice Pablo ¡no lo digo yo! La Palabra de Dios lo dice. Pero nosotros no estamos tan convencidos. Y después Pablo dice como es esta armadura de Dios, cuales son las distintas armaduras que componen esta gran armadura de Dios. Y él dice: ‘Estad firmes, pues, estad firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad’. Esta es una armadura de Dios: la verdad”.
“El diablo --ha dicho-- es el mentiroso, el padre de los mentirosos, el padre de la mentira”. Y con san Pablo, ha reiterado que es necesario tener “a los flancos la verdad, llevando la coraza de la justicia”. Por lo tanto, ha indicado que “no se puede ser cristiano, sin trabajar continuamente para ser justos. No se puede”. Una cosa que “nos ayudaría mucho”, ha afirmado, “sería preguntarnos” si “¿creo o no creo?”. “Si creo un poco sí y un poco no”. “¿Soy un poco mundano y un poco creyente?”. Y ha evidenciado que “sin fe no se puede seguir adelante, no se puede defender la salvación de Jesús”. “Necesitamos el escudo de la fe”, porque “el diablo no nos lanza flores”, sino “flechas en llamas” para matarnos. Francisco ha exhortado, pues, a tomar “el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios”. Y ha invitado a rezar constantemente, a velar “con oraciones y súplicas”: 

“La vida es una milicia. La vida cristiana es una lucha, una lucha bellísima, porque cuando el Señor vence en cada paso de nuestra vida, nos da una alegría, una felicidad grande: esa alegría porque el Señor ha vencido en nosotros, con la gratuidad de su salvación. Pero sí, todos somos un poco vagos, no, en la lucha, y nos dejamos llevar adelante por las pasiones, por algunas tentaciones. Es porque somos pecadores, ¡todos! Pero no os desaniméis. Valentía y fuerza, porque el Señor está con nosotros”.

jueves, 30 de octubre de 2014

30 octubre: Contra el mal

En lucha
          San Pablo plantea hoy a los fieles de Éfeso (6, 10-20) la vida de la comunidad cristiana como una lucha. Pero no una lucha baja, intestina, llevada de amor propio y de defensas burdas del yo y de los propios pensamientos, que son mundo de tinieblas, poderes de este mundo, fuerzas humanas del mal. De hecho, cuando encontró en Corinto una comunidad que andaba separada y tirando piedras contra el propio tejado, les dijo claramente que su Eucaristía no era la Cena del Señor.
          La lucha que plantea Pablo es la que ha de hacer frente –al unísono- a los enemigos de fuera…, los del día fatal. Frente a ellos hay que conservar posiciones, actuar a fondo, estar firmes, con el cinturón de la verdad bien puesto, con la justicia como la gran coraza frente a todo ataque de enemigos. Y con LA PAZ como motor y distintivo, única manera de vivir y trasmitir la buena noticia. Contra la paz y la Noticia de salvación se han de dar de bruces las flechas incendiarias. Todo eso, apoyado en LA FE, y EL ESPÍRITU como espada, adobado todo por LA ORACIÓN. [Está perfectamente delimitado el tema: la paz, la lucha, la fe, la justicia…, sólo serán armas cristianas cuando no son la salida del amor propio que defiende o ataca, sino cuando rige EL ESPÍRITU y LA ORACIÓN. Oración, por lo demás, que no da pábulo al YO sino que cada vez abaja más para más imitar la realidad de Jesus].
          Ese Jesús que se presenta en el Evangelio (Lc 13, 31-35) que desprecia las amenazas que le anuncian de parte de Herodes, y sabe que “su lucha” es seguir hoy, mañana y pasado el camino que está delimitado desde el principio. Y ese camino es echar demonios, seguir curando. Con Herodes y sin Herodes. Fundamentado en algo tan básico como su deseo de ser clueca que ampara bajo sus alas a los pollitos. Esa ha sido su ansia, ese su intento. Pero Jerusalén no ha querido.
          ¿Y qué reacción toma Jesús frente a eso? Abandonar ese campo de lucha inútil, y el día que regrese será ya para ese final de batalla que se anuncia a golpe de alabanzas mesiánicas (“bendito el que viene en nombre del Señor”) y se encamina hacia su Pasión, el ejemplo más sublime de mansedumbre. Fe, Paz; Espíritu, “toda Justicia”, Verdad, mantener las posiciones, llegar al sacrificio personal. No va a defenderse. No va a atacar. Va a entregar su vida en rescate por todos. Así es como lucha Jesús. Es la herencia que nos ha dejado. Es la historia de tantos primeros mártires de la fe, que lo fueron por el sólo hecho de vivir esos principio básicos. Ni hacían daño a nadie, ni buscaban camorra, ni habitaban casas diferentes, ni dejaban de casarse, ni su comportamiento iba contra nadie. Pero en medio de un mundo pagano sus armas fueron las que le daba el Evangelio de Jesucristo. Y eso daba en rostro a los que no vivían así.

          Entre ellos, un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre. Un despojarse de lo propio para ceder ante el vecino por pura caridad. Un solo corazón, una sola alma, un mismo sentir, un mismo querer. Es el modo de que el carro ruede sin quejas egoístas (como dice uno de los himnos de la liturgia de las horas).

miércoles, 29 de octubre de 2014

ZENIT: Audiencia del miércoles

29 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las catequesis precedentes hemos podido evidenciar cómo la Iglesia tiene una naturaleza espiritual: es el cuerpo de Cristo edificado en el Espíritu Santo. Cuando nos referimos a la Iglesia, sin embargo, el pensamiento va inmediatamente a nuestras comunidades, a nuestras parroquias, a nuestras diócesis, a las estructuras donde solemos reunirnos y, obviamente, también a los componentes y a las figuras más institucionales que la guían, que la gobiernan. Es esta la realidad visible de la Iglesia. Debemos preguntarnos entonces, ¿se trata de dos cosas diferentes o de la única Iglesia? Y, si es siempre una única Iglesia, ¿cómo podemos entender la relación entre su realidad visible y la espiritual?
Sobre todo, cuando hablamos de la realidad visible --hemos dicho que hay dos, una realidad visible de la Iglesia que se ve y una espiritual--, cuando hablamos de la realidad visible de la Iglesia no debemos pensar solo en el Papa, los obispos, sacerdotes, monjas, personas consagradas. La realidad visible de la Iglesia está formada por muchos hermanos y hermanas que en el mundo creen, esperan, aman.
Pero muchas veces oíamos decir  ‘pero la Iglesia no hace esto, la Iglesia no hace esto otro’. Pero dime ¿quién es la Iglesia? Son los sacerdotes, los obispos, el Papa. Pero, la Iglesia somos todos. Todos nosotros, todos los bautizados somos Iglesia. La Iglesia de Jesús.
De todos los que siguen a Jesús y que, en su nombre se hacen cercanos a los últimos y a los que sufren, tratando ofrecer un poco de alivio, de consuelo y de paz. Todos, todos los que hacen lo que el Señor nos ha mandado, son Iglesia. Comprendemos, entonces, que también la realidad visible de la Iglesia no se puede medir, no se puede conocer en toda su plenitud: ¿cómo se hace para conocer todo el bien que se hace? Tantas obras de amor, tantas fidelidades en las familias, tanto trabajo para educar a los hijos, para llevarlos adelante, para transmitir la fe, tanto sufrimiento en los enfermos que ofrecen sus sufrimientos al Señor… Pero esto no se puede medir, y es muy grande, es muy grande.  
¿Cómo se hace para conocer todas las maravillas que, a través de nosotros, Cristo consigue obrar en el corazón y en la vida de cada persona. Mirad: también la realidad visible de la Iglesia va más allá de nuestro control, va más allá de nuestras fuerzas, y es una realidad misteriosa, porque viene de Dios.
Para comprender la relación, en la Iglesia, la relación entre su realidad visible y la espiritual, no hay otro camino que mirar a Cristo, del cual la Iglesia constituye el cuerpo y del cual es generada, en un hecho de infinito amor. También en Cristo, de hecho, por la fuerza  del misterio de la Encarnación, reconocemos una naturaleza humana y una naturaleza divina, unidas en la misma persona de forma admirable e indisoluble. Esto vale de forma análoga también para la Iglesia. Y como en Cristo la naturaleza humana favorece plenamente a la divina y se pone a su servicio, en función del cumplimiento de la salvación, así sucede, en la Iglesia, por su realidad visible, en lo relacionado con lo espiritual. También la Iglesia, por tanto, es un misterio, en el cual lo que no se ve es más importante que lo que se ve, y puede ser reconocido sólo con los ojos de la fe.
En el caso de la Iglesia, sin embargo, debemos preguntarnos: ¿cómo la realidad visible puede ponerse al servicio de la espiritual? Una vez más, podemos comprenderlo mirando a Cristo. Cristo es el modelo, en modelo de la Iglesia que es su cuerpo. Es el modelo de todos los cristianos, de todos nosotros. Mirando a Cristo no se equivoca, no se equivoca.
En el Evangelio de Lucas se cuenta como Jesús, en su regreso a Nazaret --lo hemos escuchado esto- donde había crecido, entró en la sinagoga y leyó, refiriéndose a sí mismo, el paso del profeta Isaías donde está escrito: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor'. He aquí como Cristo se ha servido de su humanidad –-porque era hombre también-- para anunciar y realizar el diseño divino de redención y de salvación, porque era Dios, así debe ser también para la Iglesia. A través de su realidad visible, todo lo que se ve, los sacramentos, el testimonio de todos nosotros cristianos. La Iglesia está llamada cada día a hacerse cercana y todo hombre, comenzando por el pobre, por el que sufre y por quien es marginado, para continuar haciendo sentir sobre todos la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, a menudo como la Iglesia experimentamos nuestra fragilidad y nuestros límites.  Todos lo somos, todos tenemos. Todos somos pecadores, todos ¿eh? Ninguno puede decir ‘yo no soy pecador’. Pero si alguno de nosotros se siente capaz de decir que no es pecador, que levante la mano. Veremos cuántos. No se puede. Todos lo somos. Y esta fragilidad, estos límites, estos pecados nuestros es justo que provoque en nosotros una profunda tristeza, sobre todo cuando damos mal ejemplo y nos damos cuenta de convertirnos en motivo de escándalo. Cuántas veces hemos oído en el barrio: ‘Esa persona de ahí está siempre en la Iglesia pero habla mal de todos’. ¡Pero qué mal ejemplo! Hablar mal del otro, esto no es cristiano, es un mal ejemplo y es un pecado. Y así, nosotros damos un mal ejemplo. Pero si este o esta es cristiano, yo me hago ateo, ¿eh? Porque nuestro testimonio es la que hace entender qué es ser cristiano. Pidamos no ser motivo de escándalo.
Pidamos el don de la fe, para que podamos comprender como, a pesar de nuestra pequeñez y nuestra pobreza, el Señor nos ha hecho realmente instrumento de gracia y signo visible de su amor por toda la humanidad.

Podemos convertirnos en motivo de escándalo, sí. Pero también podemos intentar dar testimonio, ser testigos que con nuestra vida digamos así Jesús quiere que nosotros lo hagamos.

29 octubre: NO ES MENSAJE ATRACTIVO

“Políticamente incorrecto”
          Efesios 6, 1-9 no es “políticamente correcto”. Señalar deberes y no derechos, no es políticamente correcto. Y Pablo señala deberes. Que leídos desde la “otra parte” son derechos. Pero no se presenta desde ese ángulo, porque lo que importa recalcar es que la vida seria de las personas y los estamentos tiene que tener unas obligaciones que vivir para hacer posible la convivencia social. Y porque –como Pablo va señalando- ninguno de esos deberes son una tiranía del poder sino una actitud de respuesta a la fe y a la relación de la persona con Dios. Y aquí está el gran valor (y la gran carencia de hoy): que Dios es el metro patrón para medir todas nuestras actitudes y actuaciones.. Hoy se dice: es un referente.
          Así, los hijos obedezcan a sus padres, porque eso es justo [y “lo justo” es lo bueno porque está en el fiel de la balanza]. Y los padres no exasperen a sus hijos: educadlos y corregidlos como haría el Señor. [Otra cosa “justa”, buena, en el fiel…].
          Los criados (en una época normal de esclavitud) obedezcan, respeten a sus amos como a Cristo. Los amos se dejen de amenazas, porque ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo.
          En cualquier caso, no son las apariencias humanas sino la elevación del pensamiento a lo más alto, a lo más determinante, ¡a Dios!, que es el perfectamente JUSTO (=BUENO).
A propósito de estas dos últimas recomendaciones yo aconsejo leer la carta de San Pablo a Filemón, porque sin eso no entenderemos nunca adónde nos lleva nuestra fe cristiana en la relación de “amos”/subordinados. Y una vez leída, revertir sobre uno mismo, que es la única manera de sincerarse ante la propia conciencia (bien formada) y ante Dios.

          El Evangelio (Lc 13, 22-30) hace una pregunta muy típica: ¿Serán muchos los que se salven? Y Jesús no responde si muchos o pocos. Lo que sí dice es lo que hay que hacer para esa entrada en el Reino de Dios: llegar cuando la puerta está abierta, lo que requiere esfuerzo. Al Reino no se entra como a la pastelería. Entrar por la puerta estrecha. [Algunos guías de la Alhambra de Granada explican “con picante” una entrada muy estrecha al Patio de los Leones: dicen que el Califa hacía pasar por ella a las mujeres del harén, y la que no entraba bien por gruesa, no la quería]. Jesús no rechaza, pero advierte que hay que entrar por esa puerta. El “inflado” de sí mismo no cabe… Por eso vendría el “no os conozco” -Es que comimos y bebimos a tu mesa… -No sé quiénes sois. Tampoco es políticamente correcto puesto que muchos pretenden hacer una Jauja de la fe y de la religión, y que “aquí to er mundo e güeno”. Y Jesús dice. –Pues no. Aquí va a haber llanto y rechinar de dientes porque vamos a ver a los de fuera llegar antes (pasar por la puerta estrecha), y que los primeros se quedan los últimos


          Por lo menos hay hoy materia de revisión. Y eso es fundamental para “controlar la obesidad” de tantos que “comieron y bebieron con Él, a su mesa” pero comieron demasiado y “perdieron la línea”. El “guía de la Alhambra celestial” nos está diciendo que hay que “adelgazar”.  Y yo diría: todos, un poco más…

ZENIT, 28 oct: CERCA DE LOS POBRES

Cerca de los pobres no es comunismo, es Evangelio
El Santo Padre a los movimientos populares: familia y vivienda van de la mano, acceso a la tierra, y tutela en el trabajo. Rechazar la cultura del descarte, que afecta a niños, ancianos y jóvenes
Por H. Sergio Mora
ROMA, 28 de octubre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha recibido en el Aula Vieja del Sínodo a los participantes del Encuentro Mundial de los Movimientos Populares que inició ayer lunes en Roma y concluye mañana 29 de octubre.
El encuentro ha sido organizado y promovido por el Consejo Pontificio de Justicia y Paz, en colaboración con la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales y con los dirigentes de varios Movimientos. 
“Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo”. Estas fueron las ideas que el Santo Padre compartió con los casi 100 líderes presentes en el Vaticano, en el Aula vieja del sínodo, entre los cuales el presidente boliviano Evo Morales.
Y el Papa precisó: “Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo”.
“Es extraño -ironizó el Santo Padre- pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista. Y recordó que “el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia”.
El Papa les agradeció haber aceptado la invitación “para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión” y que “vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada”.
Recordó que los pobres “quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren”. Y que es necesario “luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales”.
A algunos males de hoy los calificó de “destructores efectos del Imperio del dinero”: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia.
Y quiso precisar que este encuentro “no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné”. Y dijo: “Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco”. Y lamentó que “las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea”.
Tierra: “Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales”.
El hambre: “Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos”.
Techo. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Porque “familia y vivienda van de la mano”.
Indicó también que “en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos”. Y “bendecidos con una rica cultura popular”. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana.
Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material “que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo”.
Y recordó que “una cultura del descarte considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”. Y sobre la baja natalidad “que descartan los chicos” porque “se les mata antes de nacer, descarte de niños”. También “se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen” y el “descarte de los jóvenes”.
Porque existen las guerras hechas para favorecer el armamentismo, con sus trágicas consecuencias, el “saquear la naturaleza” para sostener el ritmo frenético de consumo, los consecuentes cambios climáticos y catástrofes naturales delante de los cuales especialmente los pobres lo pierden todo.
Pidió no olvidarse que la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud.
Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores.

Y concluyó indicando que les acompaña: "Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias".

martes, 28 de octubre de 2014

28 octubre: San Simón y San Judas Tadeo

Santos apóstoles Simón y Judas
          Bien conocéis que suy partidario de la “lectura continua”, que creo mucho más didáctica que andar saltando de lectura en lectura del santoral. Aparte de que lo que dice la Instrucción vigente de Liturgia es que se prefiere la lectura continua, salvo en aquellos lugares donde algún santo reciba un culto especial por su patronazgo en un pueblo, ciudad o región. Y la excepción oficial son las fiestas litúrgicas, que es un modo de señalar rango de importancia de determinadas celebraciones. Hoy, con la celebración de San Simón y San Judas, apóstoles de Jesús, estaríamos en esta excepción. Por ello sigo la liturgia de estos santos.
          Respecto de ellos son mínimos los datos concretos que nos deja el Evangelio. Alguna vez sale Judas Tadeo o Judas de Santiago diciendo algo. De sus vidas o sus apostolados no hay unas noticias fidedignas, salvo una carta de San Judas que está entre los libros del Nuevo Testamento. Casi el único dato histórico es que fueron elegidos apóstoles entre los muchos discípulos de Jesús.
          ¿De dónde le viene a San Judas la peculiar característica de “patrón de las causas imposibles”. - De lo meramente popular. Tan popular y tan inconsistente que muchos llegan a la absurda pregunta de si es el Judas bueno o el Judas malo. Pregunta casi aberrante porque se están dirigiendo a alguien para obtener un favor: ¿Podrían hacerlo al Judas malo? A ese tenor ya se puede colegir qué razón ha habido para todo ese montaje supersticioso de las fotocopias, los condicionamientos ridículos para obtener favores o evitar castigos…  ¡Mal favor le han hecho al Santo Apóstol!, y mal favor le hacen cuando a un apóstol de Jesús, cuya misión es predicar a Jesús y el evangelio de Jesús, se queda lo popular en velas y promesas al propio santo, mientras se ignora -¡tantas veces!- a Jesús, la Palabra de Jesús, la Eucaristía que se está celebrando.
          La liturgia del día nos vuelve a una lectura que tuvimos hace días, tomada de la carta a los efesios (2, 19-55- en la que se afirma que nuestra fe y nuestra religión está fundamentada en la doctrina de los apóstoles y profetas, y en la que la piedra angular indispensable es Cristo Jesús. En Él se ensambla todo el edificio. Nosotros nos vamos integrando en esa construcción para ser morada de Dios por el Espíritu.
          A toda la tierra alcanza su pregón, por cuanto que la Iglesia fundada por Jesús es católica (que abarca al mundo entero, por el que se diseminaron los apóstoles, siguiendo el mandato del Señor).
          El Evangelio de San Lucas (6, 12-16) nos sitúa en el momento de la elección, momento en que Jesús escoge –según su voluntad- a doce hombres para que sean sus acompañantes, sus mensajeros y sus amigos.


En la lectura continua hemos dejado una perícopa importante, en la que San Pablo declara el matrimonio cristiano como “misterio” (expresión griega que equivale a la latina: “sacramento”, y expresa dónde está el signo sacramental: en que el amor humano representa el amor de Cristo a su Iglesia, por lo que el matrimonio cristiano no puede ser roto porque ya los dos son una sola carne (una sola persona), que no se puede romper sin desgarrar a las partes. Y la consecuencia: el amor recíproco de hombre y mujer ha de ser amor respetuoso y respeto amoroso.

ZENIT, 27 oct.: ¿Cristianos de la luz, de las tinieblas o del gris?

En la homilí­a de este lunes, el Santo Padre invita a reflexionar sobre nuestras palabras y descubrir a través de ellas si somos hijos de la luz o de la oscuridad
 27 de octubre de 2014 (Zenit.org) - El examen de conciencia sobre nuestras palabras nos hace entender si somos cristianos de la luz, de las tinieblas o cristianos del gris. Lo ha explicado el santo padre Francisco en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta esta mañana. De este modo, el Pontífice ha asegurado que a los hombres se les reconoce por sus palabras.
Ha recordado que san Pablo, invitando a los cristianos a comportarse como hijos de la luz y no como hijos de las tinieblas, "hace una catequesis sobre la palabra". Así, ha indicado el Papa, hay cuatro palabras para entender si somos hijos de las tinieblas. "¿Es la palabra hipócrita? ¿Un poco de aquí, un poco de allí, para estar bien con todos? ¿Es una palabra vacía, sin sustancia, llena de vacío? ¿Es una palabra vulgar, trivial, es decir, mundana? ¿Una palabra sucia, obscena?
Estas cuatro palabras no son hijas de la luz, no vienen del Espíritu Santo, no vienen de Jesús, no son palabras evangélicas... estas forma de hablar, siempre de cosas sucias o de mundanidad o de vacío o hablar hipócritamente", ha observado el Papa.
Por eso, el Pontífice se ha preguntado cuál es la palabra de los Santos, la de los hijos de la luz. "Lo dice Pablo: sed imitadores de Dios: 'caminad en la caridad, caminad en la bondad, caminad en la mansedumbre'. Quien camina así... 'Ser misericordiosos -dice Pablo - perdonarse los unos a los otros, como Dios nos ha perdonado en Cristo. Hacerse, por tanto, imitadores de Dios y caminar en la caridad'. Y esta es la palabra de un hijo de la luz", ha asegurado el Santo Padre.
De este modo, el Papa ha proseguido recordando que "hay cristianos luminosos, llenos de luz, que tratan de servir al Señor con esta luz" y "hay cristianos tenebrosos" que conducen "una vida de pecado, una vida lejos del Señor" y usan esas cuatro palabras que "son del maligno".
Pero hay un tercer grupo del que ha hablado esta mañana Francisco, son los cristianos ni luminosos no oscuros. "Son los cristianos del gris. Y estos cristianos del gris una vez están de un lado, otra vez de otro. La gente se pregunta de ellos: '¿Pero esta persona está bien con Dios o con el diablo?'" Por eso, el Pontífice ha indicado que "son tibios. No son ni luminosos, ni oscuros. Y Dios no ama a éstos. En el Apocalipsis, el Señor, a estos cristianos grises les dice: 'Pero tú, tú no eres ni caliente ni frío. Quizá si fueras caliente o frío. Pero como eres tibio -así del gris- voy a vomitarte de mi boca'.
El Señor es fuerte con los cristianos del gris. 'Pero yo soy cristiano, ¡pero sin exagerar!, dicen, y hacen mucho mal, porque su testimonio cristiano es un testimonio que al final siembra confusión, siembra un testimonio negativo".

Para finalizar la homilía, el Obispo de Roma ha exhortado a no dejarnos engañar por las palabras vacías, "escuchamos muchas, algunas bonitas, bien dichas, pero vacías, sin nada dentro". De ahí la invitación a comportarnos como hijos de la luz. Francisco ha afirmado que nos hará bien pensar hoy en nuestro lenguaje. Y a propósito, preguntarnos: ¿soy cristiano de la luz?, ¿soy cristianos de la oscuridad?, ¿soy cristiano del gris? Y así --ha concluido el Papa-- podemos dar un paso adelante para encontrar al Señor.

lunes, 27 de octubre de 2014

27 octubre: Bajando a realidades

Esquema substancial
          En la carta a los fieles de Éfeso da Pablo un esquema substancial de lo que es la vida cristiana (4, 32-5, 8). Empieza por una expresión genérica –sed buenos- que va a ir explicitando en características sucesivas. No es el mero “ser buenos” sino la bondad que hace comprensivos, perdonándoos unos a otros Y hasta aquí todavía ha entrado poco, Todas esas cosas las puede tener una “buena persona”, pero que no pasa de ahí. La siguiente característica ya define de qué “bondad” está hablando Pablo: la que comprende y perdona como Dios os perdonó en Cristo. Y eso no sólo significa “comprensión” y “perdón” sino olvido, echarse las cosas atrás –a las espaldas- de donde nunca más vuelven a salir. Dios no regurgita nuestros fallos. Lo que ya ha pasado, para Él es absolutamente pasado; más aún: no ocurrido.
          Pues sed imitadores de Dios No se le puede imitar en la santidad suprema suya pero sí en efectos concretos de esa santidad. Y aquí ha puesto esa definitiva comprensión y perdón. Y eso, como propio de hijos queridos que viven el amor como Cristo…
          Las concreciones que hace Pablo no son ni completas ni complexivas; son un ejemplo como podría haber puesto otras. Y ahí es donde a nosotros nos toca ir poniendo las que a nosotros incumben, las que son nuestros puntos flacos. Y saber enfocarlo todo a esa misión: lo vuestro es alabar a Dios. Y meteos esto bien en la cabeza… Que nadie os engañe con citas rebuscadas; no tengáis parte con ellos…, porque vosotros –como cristianos- sois luz. Vivid como gente hecha a la luz.
          La experiencia da lo difícil que es eso; porque las tinieblas ofuscan y porque la mirada al propio interior es siempre un viaje muy difícil. Pero hay que intentarlo. Y lo cierto es que es de gran provecho recorrerlo.
          El Evangelio (Lc 13, 10-17) sigue un esquema que ya es consabido. Cristo acude a la sinagoga un sábado, y allí hay una mujer encorvada (atribuido a “un espíritu”, como era típico de una sociedad primitiva). Jesús le dice que queda libre de su enfermedad, y –mediante una imposición de manos-, la mujer se endereza. Los fariseos protestan porque interpretan aquello como una violación del sábado, y Jesús les hace ver lo insensato de aquella reacción, porque ellos esa misma mañana han llevado al buey o al burro a abrevar y para eso lo han tenido que desatar. ¿Y no se puede “desatar” a una pobre mujer que lleva 18 años encorvada?
          Quedaron abochornados los puritanos. La gente sencilla se alegró mucho.
          Se me ha venido a la mente la profunda enorme hipocresía de una sociedad actual que se manifiesta a favor de los animales y no se abochorna de no defender igualmente, masivamente, la vida humana en sus dos extremos de la vida. Se me ponen delante aquellos fariseos tan celosos de una ley del sábado (que por otra parte eran ellos los que la habían llevado al ridículo), y no les importaban los pobres enfermos –ellos y ellas- que iban apareciendo por las sinagogas en diferentes ocasiones. Se me ponen delante los defensores acérrimos de la justicia (aplicable a los demás), pero que ellos no se la aplican, o como decía Jesús, no la rozan ni con el dedo meñique.
          Yo –además- tengo “el defecto” de no querer quedarme en lo que “ocurre fuera” (que es muy fácil de enjuiciar, aunque no se tengan datos), mientras “dentro” (dentro de uno mismo o en el ámbito inmediato de lo propio), se dejan sin colar tantas zurrampias personales…

          También eso es parte del esquema substancial.

domingo, 26 de octubre de 2014

26 octubre: PARA MUCHO EXAMINAR

Domingo de sinceridades
          Este domingo 30-A, del T.O. está directamente referido al amor verdadero. Y concretado en la atención al pobre. Pero con poco que se detenga uno en él, lleva en sí mucha más enjundia.
          El Evangelio –Mt 22, 34-40-es muy conocido y está expresado en diversas oportunidades del Evangelio. Se trata del gran mandamiento que formulaban los judíos con mucha solemnidad: el primer mandamiento es: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con todo tu alma, con todas tus fuerzas. Y al prójimo como a ti mismo. Por tanto es un mandamiento desdoblado en dos formulaciones. Una, la que en nuestro modo de expresar, lo sintetizamos así: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Al final de la recitación decimos: “Estos mandamientos (los 10 del  Decálogo) se encierran en Dios: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.
          Expresión que incluso se queda corta si vamos al Evangelio y damos verdadero valor a la Palabra de Jesús, cuando expresa como su mandamiento nuevo el amor al prójimo COMO YO OS HE AMADO.
          Pero aun quedándonos en la formulación judía habría mucho que plantear. Todo precepto positivo abarca tanto que tiene el peligro de no aplicarse en nada. Amarás… sobre TODAS las cosas se presta a no sentirse comprometido a nada particular. Por eso la 1ª lectura baja a situaciones muy concretas, de prójimos muy concretos y en necesidades muy concretas, con advertencias muy concretas: No oprimir ni vejar al forastero; no explotar a huérfanos y viudas; no prestar dinero con usura; devolver antes del atardecer, el manto que se tomó en prenda.  Y siempre hay una apostilla: porque Dios defiende y cuida del pobre, y lo escucha.
          Por eso siempre que hablamos del primer mandamiento nos debe quedar un recelo: ¿verdaderamente amamos a Dios sobre todas las cosas? Las 2ª lectura de San Pablo a los fieles de Tesalónica nos dice expresamente que hay que abandonar los ídolos para volverse al Dios verdadero. Y hay un falso dios, un ídolo muy peligroso en el YO, en el amor propio, en el orgullo personal. Ahí cometemos las mayores idolatrías porque giramos en torno a nuestras conveniencias y apetencias.
Y fácil es colegir que poca atención puede prestarse al prójimo cuando Yo me amo sobre todas las cosas. Porque incluso en la limosna que se ofrece al necesitado puede plantearse si se está socorriendo una necesidad o “salvando” una propia conciencia. El gran rival de Dios es el ÍDOLO QUE LLEVO EN MÍ.
Pensemos en esa limosna que se da en la puerta de una iglesia. Y comparemos con la mayor certeza de acierto que tiene esa misma limosna entregada a instituciones que saben a quién han de ayudar por su mayor o más verdadera necesidad.
Pensemos que hay ayudas que no son de dinero y que son mucho más importantes: en la soledad de alguien, el acompañamiento a una gestión, a un médico… En la acogida a un prójimo, en el respeto a otras formas distintas de las propias…, en la palabra o el silencio oportunos…

Cuando todo eso (¡y mucho más!) entra a formar parte de LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA, es cuando el amor a Dios sobre todas las cosas empieza a tener color. Por eso la Misa no se da…, ¡SE PARTICIPA!

sábado, 25 de octubre de 2014

25 octubre,. LA PACIENCIA DE DIOS

Un cuerpo con muchos miembros
          De forma menos desarrollada que en otro lugar, la carta a los efesios nos presenta ya las líneas maestras de esa concepción genial que tiene Pablo sobre la comunidad cristiana, como miembros diversos, con diversa función, pero formando un solo cuerpo. Ese cuerpo tiene por cabeza a Cristo, que es quien armoniza y ajusta al cuerpo, a través de junturas que lo nutren, cada miembro actuando según su función, pero todos unidos en el único cuerpo de Cristo.
          En él, hay apóstoles, evangelistas, doctores y pastores que orientan el buen funcionamiento. Pero el cuerpo está constituido por todas las personas, con sus diferentes carismas. Pero todos orientados a la plenitud, a la medida de Cristo, para no ser niños que se mueven al capricho sino dirigidos a realizar la verdad en el amor. Incluso los carismas, no están en cada cual para su provecho personal sino todo va orientado a un bien común. Jesús ascendió al Cielo para llevar hasta a las alturas –cautivados por Él- a toda la humanidad. Para eso bajó primero, para elevar a la comunidad por encima de los cielos.
          El Salmo de hoy apoyará ese sentir nuestro que, llenos de alegría, vamos a la Casa del Señor.

          El Evangelio debería ser obligado a aprender y grabar en la mente de todo cristiano. Jesús sale al paso de una falsa idea de Dios, muy difundida aún ahora entre muchos cristianos y gentes espirituales. Jesús corrige la idea de quienes consideran “castigos de Dios” las desgracias que suceden en la vida humana. Ni aquellos galileos que perecieron bajo la veleidad de Pilato…, ni aquellos desgraciados sobre quienes se derrumbó la torre de Siloé, eran más pecadores que los que no sufrieron esas desgracias. Dios no estaba haciendo aquello ni aprobando aquello. Esas situaciones se producían “con el dolor del Corazón de Dios”.
          Lo que sí advierte Jesús que quien no se vuelve a Dios y al evangelio, queda fuera del Reino. Pero no es porque Dios les cierra el paso, sino porque ellos no dan ese paso de acogida del Reino de Dios.
          Y parece que salta a otro tema al hablar de aquella higuera infructuosa, pero de hecho se está manteniendo perfectamente en la línea de lo que acababa de explicar. La higuera que no da fruto y está esquilmando el terreno, sería digna de ser cortada. Humanamente se haría porque ¿para qué se quiere? Sin embargo de parte de la mirada de Dios no se toma esa drástica decisión, porque Dios siempre da nueva oportunidad mientras es tiempo. Y Jesús se pone en esa mente del agricultor que tiene cariño a cada planta de su huerta y todavía va a esperar un año… Un año de especial atención y cultivo a esa higuera… [La higuera era un símbolo de Israel]. No representa Cristo ni Dios a la impaciencia humana que donde está el fallo se asesta el golpe. Hay todavía una esperanza…, un trabajo y dedicación mayor. Y si después de todo eso sigue estéril, entonces la cortas…

          Cada suceso, por desgraciado que sea, no es un “castigo”, “una prueba” de Dios. Es una realidad a través de la cual la persona ha de elevar su pensamiento a Dios. Porque más allá del suceso, lo que sí vamos a encontrar siempre es el Corazón de Dios que espera paciente y paternalmente… Y que nos deja cada año ese “nuevo año” –nueva oportunidad-… Porque aún de las situaciones más penosas, puede Dios sacar provecho de esa higuera.

ZENIT, 24 oct.: Llamados a trabajar por la unidad

En la homilí­a de este viernes, el Santo Padre invita a edificar la la Iglesia con las virtudes de la humildad, la magnanimidad, la dulzura y la mansedumbre
 24 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Todo cristiano está llamado a trabajar por la unidad de la Iglesia. Es la exhortación formulada por el papa Francisco en la misa de esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. El Pontífice ha subrayado que debemos ser guiados por el Espíritu Santo, que hace la unidad de la Iglesia en la diversidad de las personas. 
"Yo, prisionero, os exhorto a construir la unidad en la Iglesia". El papa Francisco ha desarrollado su homilía a partir de esta exhortación de san Pablo en la Carta a los Filipenses. "Hacer la unidad de la Iglesia --ha observado el Santo Padre-- es el trabajo de la Iglesia y de cada cristiano en la historia". El apóstol Pedro, ha añadido, "cuando habla de la Iglesia, habla de un templo hecho de piedras vivas, que somos nosotros". Al contrario, ha advertido, "de ese otro templo de la soberbia que era la Torre de Babel". El primer templo, ha insistido, "trae la unidad", el otro "es el símbolo de la desunión, del no entendernos, de la diversidad de lenguas":
"Hacer la unidad de la Iglesia, construir la Iglesia, este templo, esta unidad de la Iglesia: esta es la tarea de cada cristiano, de cada uno de nosotros. Cuando se tiene que construir un templo, un edificio, se busca un terreno edificable, preparado para esto. La primera cosa que se hace es buscar la piedra basal, la piedra angular dice la Biblia. Y la piedra angular de la unidad de la Iglesia, o mejor, la piedra angular de la Iglesia es Jesús, y la piedra angular de la unidad de la Iglesia es la oración de Jesús en la Última Cena: '¡Padre, que sean uno!'. ¡Y esta es la fuerza!"
Jesús, ha reiterado, es "la roca sobre la que edificamos la unidad de la Iglesia", "sin esta piedra no se puede. No hay unidad sin Jesucristo como base: es nuestra seguridad". Pero, ¿quién, entonces, --se ha preguntado el Papa-- "construye esta unidad"? Este, ha sido su respuesta, "es el trabajo del Espíritu Santo. Es el único capaz de hacer la unidad de la Iglesia. Y por eso Jesús lo ha enviado: para hacer crecer la Iglesia, para que sea fuerte, para que sea una". Es el Espíritu, ha proseguido, el que hace "la unidad de la Iglesia" en la "diversidad de los pueblos, las culturas, las personas". ¿Cómo, entonces, se "construye este templo"?, se ha preguntado nuevamente Francisco. Si el apóstol Pedro, cuando hablaba de esto, "decía que eramos piedras vivas de esta cosntrucción", san Pablo "nos aconseja que no seamos piedras, sino más bien ladrillos débiles". Los consejos del Apóstol de los gentiles para "construir esta unidad son consejos de debilidad, de acuerdo con el pensamiento humano":
"La humildad, la dulzura, la magnanimidad: son cosas débiles, porque el humilde parece que no sirve para nada; la dulzura, la mansedumbre, parece que no sirven; la magnanimidad, estar abierto a todos, tener un gran corazón... Y luego dice más: 'Soportándoos los unos a los otros en el amor'. Soportándoos los unos a los otros en el amor, ¿dando importantacia a qué? A conservar la unidad. Y nos convertimos en piedras más fuertes de este templo mientras más débiles nos hacemos con estas virtudes de la humildad, la magnanimidad, la dulzura, la mansedumbre".
Este, ha recalcado, es "el mismo camino que ha hecho Jesús", que "se ha hecho débil" hasta la Cruz "¡y se convirtió en fuerte!" Y así debemos hacer nosotros: "El orgullo, la suficiencia, no sirven". Cuando se hace una construcción, ha afirmado, "es necesario que el arquitecto haga el plano. ¿Y cuál es el plano de la unidad de la Iglesia?":

"La esperanza a la que hemos sido llamados: la esperanza de ir al Señor, la esperanza de vivir en una Iglesia viva, hecha de piedras vivas, con la fuerza del Espíritu Santo. Sólo sobre el plano de la esperanza podemos avanzar en la unidad de la Iglesia. Hemos sido llamados a una gran esperanza. ¡Vamos allí! Pero con la fuerza que nos da la oración de Jesús por la unidad; con docilidad al Espíritu Santo, que es capaz de transformar los ladrillos en piedras vivas; y con la esperanza de encontrar al Señor que nos ha llamado, encontrarlo cuando ocurra la plenitud de los tiempos".

viernes, 24 de octubre de 2014

24 octubre: UNIDAD, fruto del amor

Efectos del amor cristiano
          Ayer había descrito San Pablo las medidas inconmensurables del amor cristiano, que vienen a reflejar la infinitud del amor gratuito del Corazón de Cristo. En esa línea ha de ir el amor cristiano, que no sólo va hacia los amigos, los íntimos, los “buenos”, sino también a los demás, aunque caigan fuera del ámbito de nuestros afectos primeros, y aunque sean “malos” y “enemigos”.
          Hoy –Ef. 4, 1-6- concreta Pablo los efectos de ese amor cristiano que refleja el amor del Corazón de Cristo: yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor, esforzaos en MANTENER LA UNIDAD del Espíritu, con el vínculo de la paz.
          Aquí sólo se resuelve de rodillas. De rodillas en signo de humildad, arrepentimiento, penitencia, actitud de conversión. Y de rodillas, en postura de oración. Porque es tan sublime el ideal que nos ha puesto Pablo…, tan sublime el AMOR CRISTIANO, que las dos rodillas en tierra es poco para poder captar de corazón este mensaje y esta exigencia. Todas esas características tan concretas, y todo ese desemboque en mantener la unidad del Espíritu. ¡Es que no es una unidad cualquiera! Es que no podemos desgarrar al Espíritu de Dios. Y se le “desgarra” cuando andamos con el tuyo y el mío, lo tuyo y lo mío…
          Porque un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido llamados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo.
            ¿Os confieso mi sensación inmediata? Siento vergüenza de mí mismo, y siento vergüenza ajena porque veo las divisiones que tenemos los “eclesiales”, “la gente de Iglesia”, los más adictos… Porque veo las tensiones, las faltas de comprensión, de sobrellevarse mutuamente, y las faltas de humildad… ¡Si tuviéramos el don de ver por un instante la basura que albergan nuestras sensaciones y reacciones, se nos caería la cara!...

          El Evangelio –Lc 12, 54-59- nos enseña Jesús a hacer nuestro examen de conciencia. ¡Lo bien que averiguamos cuándo va a llover o cuándo hará buen tiempo!..., y lo poco avispados que somos para descubrir dentro de nosotros los signos de nuestra realidad profunda.
          Aquellos que oían a Jesús tenían delante los signos mesiánicos y no se enteraron… Nosotros tenemos delante las realidades evangélicas –mucho más que signos- y los convertimos en piadosas oraciones…
          Pues lo mismo que si te ponen un pleito es más sensato buscar el arreglo antes de llegar al tribunal, así también nos debe interesar mucho arreglar nuestras deficiencias mientras vamos de camino.

          Es la llamada a la sinceridad, a la introspección, a la honradez espiritual, al sentido común…, para ir descubriendo ese laberinto de “razones” que nos encierran en “ser así” cuando lo sensato es descubrir lo que no debo ser así. Y la piedra de toque, el metro-patrón, es EL AMOR CRISTIANO, con las características tan claras que nos ha puesto por delante la Palabra de Dios.

ZENIT: La fuerza del Espíritu

23 de octubre de 2014 (Zenit.org) - "No se puede ser cristiano sin la gracia del Espíritu Santo" que nos dona la fuerza de amar. Así lo ha afirmado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la capilla de Santa Marta esta mañana de jueves. La reflexión de hoy ha estado centrada en la Carta a los Efesios en la que san Pablo describe su experiencia de Jesús, una experiencia "que le ha llevado a dejar todo" porque "estaba enamorado de Cristo". Ha recordado que el acto del apóstol es "un acto de adoración": dobla, sobre todo, "las rodillas delante del Padre" que "tiene el poder de hacer mucho más de lo que podemos pedir o pensar". Usa "un lenguaje sin límites": adora este Dios "que es como un mar sin playas, sin límites, un mar inmenso". Y Pablo pide al Padre, por todos nosotros, "para ser potentemente reforzados en el hombre interior, mediante su Espíritu".
Y lo explica así: "Pide al Padre que el Espíritu venga y nos refuerce, nos de la fuerza. No se puede ir adelante sin la fuerza del Espíritu. Nuestras fuerzas son débiles. No se puede ser cristiano, sin la gracia del Espíritu. Es precisamente el Espíritu quien nos cambia el corazón, quien nos hace ir adelante en la virtud, para cumplir los mandamientos".
Tal y como Francisco ha recordado, después san Pablo pide otra gracia al Padre: "la presencia de Cristo, para que nos haga crecer en la caridad". El Pontífice ha subrayado que el amor de Cristo "que supera todo conocimiento", "no se puede entender" si no a través de "este acto de adoración de esa inmensidad grande".
De este modo, el Santo Padre ha proseguido afirmando que "esta es una experiencia mística de Pablo y nos enseña la oración de alabanza y la oración de adoración. Delante de nuestras pequeñeces, de nuestros intereses egoístas, muchos, Pablo estalla en esta alabanza, en este acto de adoración y pide al Padre que nos envíe el Espíritu para darnos fuerza y poder de ir adelante; que nos haga entender el amor de Cristo y que Cristo nos consuele en el amor. Y dice al Padre: 'Gracias, porque Tú eres capaz de hacer lo que también nosotros no osamos pensar'. Es una bella oración... es una bella oración".

Para finalizar, el Obispo de Roma ha observado que "con esta vida interior se puede entender que Pablo haya dejado perder todo y considere todo basura, para ganar a Cristo y ser encontrado por Cristo. Nos hace bien pensar así, nos hace bien adorar a Dios, también a nosotros. Nos hace bien alabar a Dios, entrar en este mundo de amplitud, de grandiosidad, de generosidad y de amor. Nos hace bien, porque así podemos ir adelante en el gran mandamiento -el único mandamiento, que está en la base de todos los demás-: el amor; amar a Dios y amar al prójimo".

jueves, 23 de octubre de 2014

23 octubre: He venido a traer fuego a la tierra

Lo inconmensurable
          Sigue la carta a los efesios (3, 14-21) en la misma sublimidad de días anteriores. Dobla Pablo las rodillas –signo de profunda adoración- ante el Padre Dios, autor de toda la creación, y le pide que, de los tesoros de su gloria, conceda a sus fieles de Éfeso robustecerlos en lo más profundo de su ser. Y que Cristo habite en sus corazones desde la fe, y que todo se edifique desde el amor. ¿Qué amor? El amor inconmensurable de Cristo, que no tiene límites en lo largo, ancho, alto y profundo… Algo que trasciende toda filosofía o planteamiento humano. Algo que se concreta y proyecta en el amor cristiano. Desde ahí se tiene que entender el calibre del verdadero amor entre los creyentes en Cristo. Y así llegaréis a la plenitud según la plenitud total de Dios. ¡A Él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús!
            Ese texto que expresa las “medidas” sin cifra de limite, se han aplicado en un tiempo de la historia de la Iglesia al amor que se expresa en el Corazón de Cristo. Ahí encaja el Salmo: La misericordia de Dios llena la tierra.

          El Evangelio –Lc 12, 49-53- sería también conectado de modo singular con esa lectura anterior: Expresa Jesús que Él ha venido a traer fuego a la tierra, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo! Que Él tiene que pasar por un bautismo –es su propia muerte- y tiene ansias y angustia hasta que se realice. Las ansias son propias del amor que se vuelve impaciente cuando sabe que de tal “bautismo” depende la manifestación de ese amor sin fronteras. Y “angustia” porque a nadie le es gozoso estar enfrentando a una muerte que ya a ser producto de una lucha.
          Es que Jesús se declara autor de esa lucha que no facilita la tranquilidad y la pasividad. Se ha de tomar postura ante una contienda: con Él o contra Él. Y eso no es poner paños calientes sino invitar a una “guerra”, a una “división”. Víctima de ella Él es el primero en ese “bautismo” que le causa angustia. Pero tras de Él toman posturas los demás. Y dentro de una misma casa, unos la toman por un bando y otro por el otro… Y así se acaba produciendo esa “guerra” real entre madre e hija, suegra y nuera, hijos y padre…: unos a favor de Jesús; otros en contra; unos que quieren vivir tranquilos y otros que saben que en esta guerra no vale ser neutral, y que el creyente tiene que adoptar postura.
          Todo esto nos resulta tan raro cuando lo dice Jesús, cuando se lee en el evangelio. Y nos olvidamos de echar la mirada en derredor, en nuestra misma familia, para advertir que esa lucha se está dando y que hay muchas familias desgraciadas por las opuestas posturas en el campo de la fe y la vivencia religiosa. [Y malo será si se vuelve todo tan light que ni siquiera se produce tal lucha, porque acabamos todos “acomodados” a que “todo da igual”

          Quien quiera permanecer al lado de Cristo sabe que Él ha traído fuego  y que su fuego tiene que emprender y que hacer arder. Lo más penoso está cuando nadie se resienta porque la fe se ha desvaído y se puede vivir “creyente” y simultáneamente dormido sin afrontar la situación…; ¡sin que ni siquiera duela!

ZENIT: Iglesia, Cuerpo de Cristo

Francisco ha reflexionado sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo e invita a no ser celosos ni envidiosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y las cualidades de nuestros hermanos
 22 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, buenos días
cuando se quiere evidenciar cómo los elementos que componente una realidad están estrechamente unidos el uno al otro y formen una sola cosa, se usa a menudo la imagen del cuerpo. A partir del apóstol Pablo, esta expresión ha sido aplicada a la Iglesia y ha sido reconocida como su rasgo distintivo más profundo y más bello. Hoy, entonces, queremos preguntarnos: ¿en qué sentido la Iglesia forma un cuerpo? ¿Y por qué es definida 'cuerpo de Cristo'?
En el libro de Ezequiel se describe una visión un poco particular, impresionante, pero capaz de infundir confianza y esperanza en nuestros corazones. Dios muestra al profeta una extensión llena de huesos, separados los unos de los otros y resecos. Un escenario desolador imaginarse toda una llanura llena de huesos. Dios le pide invocar sobre ellos el Espíritu. Y en ese momento los huesos se mueven, comienzan a acercarse y a unirse, sobre ellos crecen primero los nervios y después la carne y se forma así un cuerpo, completo y lleno de vida.
¡Esta es la Iglesia! Pido, hoy que en casa lean la Biblia, el capítulo 37 del profeta Ezequiel, sin olvidarse de leer esto. Es precioso.  Es una obra maestra, la obra maestra del Espíritu, el cual infunde en cada uno la vida nueva del Resucitado y nos pone uno junto al otro, uno al servicio y apoyando al otro, haciendo así de todos nosotros un solo cuerpo, edificado en la comunión y en el amor.
Sin embargo, la Iglesia no es solamente un cuerpo edificado en el Espíritu. ¡La Iglesia es el cuerpo de Cristo! Es extraño pero es así. Y no se trata sencillamente de un forma de hablar: ¡lo somos realmente! ¡Es el gran don que hemos recibido el día de nuestro Bautismo! En el sacramento del Bautismo, de hecho, Cristo nos hace suyos, acogiéndonos en el corazón del misterio de la cruz, el misterio supremo de su amor por nosotros, para hacernos después resurgir con Él, como nuevas criaturas. Así nace la Iglesia, y ¡así la Iglesia se reconoce cuerpo de Cristo! El Bautismo constituye un verdadero renacimiento, que nos regenera en Cristo, nos hace parte de Él, y nos une íntimamente entre nosotros, como miembros del mismo cuerpo, del cual Él es la cabeza.
La que surge entonces es una profunda comunión de amor. En este sentido, es iluminador como Pablo, exhortando a los mártires a "amar a las mujeres como al propio cuerpo", afirme: "Como también Cristo hace con la Iglesia, ya que somos miembros de su cuerpo". Que bonito si recordáramos más a menudo lo que somos, lo que ha hecho con nosotros el Señor Jesús. Somos su cuerpo, ese cuerpo que nada ni nadie puede arrancar de Él, y Él recubre con toda su pasión y su amor, precisamente como un esposo a su esposa.
Este pensamiento, sin embargo, debe hacer resurgir en nosotros el deseo de corresponder al Señor y de compartir su amor entre nosotros, como miembros vivos de su mismo cuerpo. En el tiempo de Pablo, la comunidad de Corinto encontraba muchos dificultades en este sentido, viviendo, como a menudo también nosotros, la experiencia de las divisiones, de las envidias, de las incomprensiones y de las marginaciones.
Todas estas cosas no van bien, porque en vez de edificar y hacer crecer la Iglesia como cuerpo de Cristo, la fracturan en muchas partes, la desmiembran. Y esto también sucede en nuestros días ¿no? Pensemos en las comunidades cristianas, en algunas parroquias, en nuestros barrios, ¡cuántas divisiones, cuántas envidas, cuánto se habla mal, cuánta incomprensión y marginación! Y esto ¿qué hace? Nos desmiembra entre nosotros. Es el inicio de la guerra. La guerra no comienzan en el campo de batalla. Las guerras comienzan en el corazón, con estas incomprensiones, divisiones, envidias, con esta lucha entre los otros. Y esta comunidad de Corintio era así. Eran campeones de esto.
El apóstol ha dado a los Corintos algunos consejos concretos que valen también para nosotros. No ser celosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y las cualidades de nuestros hermanos. Pero los celos, 'pero mira, ese ha comprado un coche' y yo siento aquí los celos. 'Este ha ganado la lotería' y los celos. 'A este le va bien con esto' y otros celos.   Esto desmiembra, hace mal, no se debe hacer. Porque los celos crecen, crecen y llenan el corazón. Y un corazón celoso, es un corazón ácido, un corazón que en vez de sangre parece que tiene vinagre, un corazón que nunca es feliz, un corazón que desmiembra la comunidad.
Pero ¿qué debo hacer? Apreciar en nuestras comunidades los dones y cualidades de los otros, de nuestros hermanos. Pero cuando me vienen los celos, que nos vienen a todos, todos, todos somos pecadores, cuando me vienen los celos decir: 'Gracias Señor porque le has dado esto a esa persona'
Apreciar las cualidades y contra las divisiones hacerse cercanos y participar en los sufrimientos de los últimos y de los más necesitados; expresar la propia gratitud a todos. Decir gracias, es un corazón bueno, un corazón noble, un corazón que está contento porque sabe decir gracias. Y pregunto, todos nosotros, ¿sabemos decir siempre gracias? Eh, no siempre, porque las envidias, los celos, nos frenan un poco.
Y, por último, este es el consejo que el apóstol Pablo da a los corintios y también debemos darnos nosotros unos a otros:  no considerar a nadie superior a los otros. ¿Cuánta gente se siente superior a los otros? También nosotros decimos muchas veces decimos como ese fariseo de la parábola, 'te doy gracias Señor porque no soy como ese, soy superior'. Pero esto es feo, no hacerlo nunca. Y cuando te viene esto, acuérdate de tus pecados, de esos que nadie conoce. Vergüenza delante de Dios y decir 'Señor tu sabes quien es superior, yo cierro la boca'. Y esto hace bien.
Y siempre en la caridad considerarse miembros los unos de los otros, que viven y se donan en beneficio de todos.

Queridos hermanos y hermanas, como el profeta Ezequiel y como el apóstol Pablo, invocamos también nosotros al Espíritu Santo, para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir realmente como cuerpo de Cristo, unidos, como familia, una familia que es el Cuerpo de Cristo y como signo visible y bello de su amor.

miércoles, 22 de octubre de 2014

22 octubre: Preparados y preparándose

El Misterio de Cristo
          En la carta a los fieles de Éfeso (3, 2-12) San Pablo entra es las entretelas del misterio cristiano. A Pablo se le ha dado la gracia de Dios para dar a conocer el Misterio de Cristo, que no ha sido manifestado antes y que ahora se manifiesta por la intervención del Espíritu, dado a sus apóstoles: que también los no judíos son herederos de la Promesa de Dios, miembros de un mismo cuerpo, y partícipes de esa Promesa, en Jesucristo…, por el Evangelio.
          Pablo siente el santo orgullo de ser ministro de esa revelación –por pura gracia- porque Dios se lo dio a conocer, aun siendo el más insignificante de todo el pueblo de Dios: Pablo ha recibido la gracia de anunciar a los paganos la insondable riqueza que es Cristo, e iluminar así, desde el principio, el misterios escondido por los siglos en Dios, Creador de todo.
          La teología ha visto aquí el primer atisbo de presentación del tesoro que es el CORAZÓN DE CRISTO…: su misterio insondable, el conocimiento de la multiforme sabiduría de Dios, según su designio eterno, realizado en Cristo Señor nuestro, por quien tenemos libre acceso a Dios.
          Como ocurre ya varias veces, esta carta de San Pablo no es carta que se puede “leer”… Requiere parada, ahondamiento…, detenimiento en cada frase… Porque Pablo se está vaciando y poniendo el alma en la comunicación de la revelación que ha recibido. Y es “multiforme gracia de Dios” (Gracia expandida en todas direcciones, y que definirá más adelante como algo inconmensurable, porque no hay medidas humanas para poderla encerrar o definir. Verdaderamente nos está abriendo la rendija a ese horizonte infinito que son los mismos propios sentimiento de Jesucristo: SU CORAZÓN.

          El Evangelio (Lc 12, 39-48) crea un cierto dramatismo con una especie de diálogo de Pedro y Jesús. El texto es continuación del día anterior, en el que Jesús advertía que el buen criado es el que espera el regreso de su amo, a cualquier hora del día o de la noche. Sigue hoy por ese otro aspecto de la vigilancia del propio amo para no duerma y así no deje que el ladrón venga y robe cuando está descuidado.
          Surge la presunta intervención de Pedro preguntando si eso se lo dice a ellos o a todos, Con esa pregunta o sin ella (literariamente tiene la ventaja de romper un poco el párrafo), Jesús continúa su enseñanza: el criado fiel será premiado. Al criado descuidado le castigará su amo. Al que no sólo se descuida sino que se aprovecha de la ausencia del amo para hacer “de las suyas”, cuando llegue el amo, le despide.
          Podemos ver claramente que Jesús está hablando de la hora final de cada individuo: a todos nos toca vivir vigilantes; vivir atentos; tener la vida preparada de manera que llegada de Dios a nuestra vida (en la hora de la muerte) nos coja como un episodio más de la misma vida. Lo que no es de personas inteligentes es descuidarse, no tomar en cuenta que habrá una hora final, y que el Amo viene. Porque si es descuidarse, merece una reprimenda. Y si es vivir fuera de orden, acaba en despido por mala disposición del sujeto. Que en definitiva es “criado” y tiene su “oficio” en servir al Amo.

          Adelantándonos a esa hora final, también puede tener su perfecta aplicación a la llamada a vigilar las diversas etapas del Reino, que llega en el momento que menos se espera, y sólo entra el que está vigilando y preparado.

ZENIT: 'Sin Cristo no tenemos identidad'

En la homilí­a de este martes, el Santo Padre recuerda que el cristiano sabe esperar a Jesús
 21 de octubre de 2014 (Zenit.org) - “El cristiano es un hombre o una mujer que sabe esperar a Jesús y por esto es un hombre o una mujer de esperanza". Así lo ha afirmado el santo padre Francisco esta mañana en la homilía de la misa matutina de Santa Marta. Asimismo ha recordado que Cristo, con su sacrificio, nos ha hecho "amigos, cercanos, en paz".
Los cristianos son personas que saben esperar, y en la espera, cultivan una esperanza sólida. De este modo, el Papa ha recordado que los cristianos son un pueblo está unido por Jesús más allá de cualquier "enemistad", que es servido por Él y dotado de un nombre.

Este martes, el Pontífice ha reflexionado sobre el Evangelio de Lucas y la Carta de Pablo a los Efesios. En el Evangelio, Cristo habla a los discípulos comparándose con un señor que regresa por la noche de una fiesta de bodas y llama "bienaventurados" a los siervos que le esperan despiertos y con las lámparas encendidas. En la siguiente escena se ve a Jesús hacerse siervo de sus servidores y llevarles la comida a la mesa. Así, Francisco ha observado que el primer servicio que el Maestro hace a los cristianos es darles "la identidad". El Papa ha afirmado que "nosotros sin Cristo no tenemos identidad".
A propósito ha hecho referencia a las palabras de Pablo a los paganos "recordad que en aquel tiempo estábais sin Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel", precisando que "lo que ha venido a hacer Jesús con nosotros es darnos ciudadanía, pertenencia a un pueblo, nombre, apellido". Por esto, ha recordado el Papa que de "enemigos sin paz", Cristo "nos ha unido" con "su sangre", así "derribando el muro de separación que divide".
Y ha precisado que "todos nosotros sabemos que cuando no estamos en paz con las personas, hay un muro. Hay un muro que nos divide. Pero Jesús nos da su ayuda para derrumbar esta pared, para que podamos encontrarnos. Y si estamos divididos, no somos amigos: somos enemigos. Y ha hecho aún más para reconciliarnos a todos en Dios. Nos ha reconciliado con Dios: de enemigos, amigos; de extraños, hijos".
A continuación, Francisco ha señalado que de "gente de la calle", de personas que ni siquiera eran "huéspedes", hemos pasado a ser "conciudadanos de los santos y familiares de Dios", por decirlo como san Pablo. Esto es lo que ha hecho Jesús con su venida. Pero, se ha preguntado el Pontífice, "¿cuál es la condición?". Y ha respondido: "esperarlo", esperarlo como los siervos a su patrón.
Lo ha explicado así: "esperar a Jesús. Quien no espera a Jesús, le cierra la puerta a Jesús, no lo deja hacer esta obra de paz, de comunidad, de ciudadanía, aún más, de nombre. Porque nos da un nombre. Nos hace hijos de Dios. Esta es la actitud para esperar a Jesús, que está dentro de la esperanza cristiana. El cristiano es un hombre o una mujer de esperanza. Sabe que el Señor vendrá. Realmente vendrá. (...) No sabemos la hora, pero vendrá, vendrá a encontrarnos, pero no para vernos aislados, enemigos, no. Encontrarnos como Él ha hecho con su servicio: amigos cercanos, en paz".

Al concluir la homilía, Francisco ha hecho indicado preguntas que el cristiano puede hacerse: "¿Cómo espero a Jesús?", e incluso antes: "¿le espero o no le espero?". "¿Yo creo en esta esperanza, que Él vendrá? ¿Yo tengo el corazón abierto, para escuchar cuando golpea la puerta?" Para finalizar, el Obispo de Roma ha subrayado que el cristiano es un hombre o una mujer que sabe espera a Jesús y por esto es un hombre o una mujer de esperanza. Sin embargo, y muchas veces nosotros los cristianos nos comportamos como paganos, nos olvidamos de Jesús, y pensamos: ‘Yo me las arreglo solo'. Y esto termina mal, termina sin nombre, sin cercanía, sin ciudadanía".