sábado, 31 de diciembre de 2016

31 diciembre: Balance fin de año

LITURGIA
                                La 1ª lectura parece hecha para este día final del año. 1Jn 2, 18-21 comienza con unas palabras de llamada de atención: Hijos míos, es la última hora. Un momento apto para hacer inventario como en toda empresa seria: qué fue bien en el negocio, qué se vendió mejor, qué no tuvo buena salida, qué precios estuvieron mejor ajustados, en qué hubo pérdidas, qué tiene que enfocarse de otra manera, qué hay ciertamente que corregir…
                En esta última hora del año podemos nosotros hacer balance del año que ha terminado. Porque lo importante es comenzar otro con mejores resultados.

ENSEÑANDONOS                [Del libro:Quién es Este]
                Sirva este punto como reflexión más útil en lo que hoy podemos hacer.Y no ha acabado de “hablar” el Niño. Porque la vida no se compone de “renunciar” al mundo. También a la “vida sin religión” ¡Qué tontería parece decir ahora esto, cuando estamos derretidos con el Niño. ¡Si fuera tan difícil “la vida sin religión”…!
Es que RELIGIÓN es re-leer a Dios a cada paso…, y Dios no se calla nunca en el fondo de la vida interior de cada alma! Es re-elegir. Y eso supone una capacidad de enderezar pasos  sobre la marcha y cambiar dirección…, porque Dios no es monolítico ni antiguo. Es re-ligar. Y si “ligar” es atarse, o “ligar” (hoy es un burdo sucedáneo del amor), con Dios no caben sucedáneos. Y el LIGAR con Dios es cosa muy seria, muy exigente, muy honrada, muy de replanteamiento en los mil y un ámbitos de la vida. Siempre me acordaré de aquella Religiosa que –al cambio de situación- me dijo: “si yo fuera a entrar ahora en Vida Religiosa, no entraría”. Y yo le respondí: Pues, honradamente, márchese porque la vida religiosa y cristiana no admite pasos atrás. O se re-elige porque se ama con novedad de estreno, y se relee la historia, o se marcha uno por otros derroteros.
Y cuando lo digo, sé lo que digo, y digo lo que siento, y tengo motivos para decirlo.
No puedo plasmar todo lo que hoy hallé en ese Niño que acuno en mis brazos… Se abre un mundo en ese elocuente silencio que enseña. Y si ayer se habló de renunciar a…, es evidente que el corazón humano no se ha hecho para quedar en vacío. Se renuncia a lo que sobra, a lo que impide, a lo que ocupa espacios inútil o dañosamente.
Ahora viene el caudal nuevo que debe llenar. Y el Niño sigue diciendo en su silencio: ¡mírame!: niño, indefenso, sin palabras, pobre, que tiene por cuna, la frialdad de un pesebre, o ahí dejándome calentar en tus brazos…  Estudia, pues, y aprende: a vivir en adelante una vida sobria y honrada. Sobrio supone vivir con lo necesario, y aun así, sobra algo. Desde luego te sobran muchas cosas; puedes prescindir de muchas cosas. Empezando “por dentro”: curiosidades, justificaciones, preocupaciones (“por el día de mañana”)… Y posiblemente ¡por muchísimas cosas del día de ayer!
“Ayer” fue el que fue. A Mí ya se me ha olvidado, dice Dios. Pero hay cosas que producen mal en ti o a tu alrededor: “córtate la mano, córtate el pie, arráncate el ojo”. ¿Qué parece que soy un Dios de mancos, tuertos o cojos? Nada de eso. Pero “ayer” hay que borrarlo, ¡pero borrarlo! En toda esa parte que es tu lastre. Sé sobrio, sé persona. Sé dueño. Será el pasado que sea: que Yo no me fijo ya…, ni el planteamiento de Belén lleva a volver atrás. Pero, y mañana ¿qué? Ésta es la sobriedad que te pido.

Sobrio que equivale a honrado, con la honra de Dios, el honor a Dios, el estilo de Dios, el tomarse tan en serio a Dios que no se le pretenda simplemente acurrucar en los brazos “dulcemente”, engañosamente, y hasta puede llegar a ser “falsamente”. HONRADO es todo un reflejo del brillo de Dios. Y ahora, ¡aplica! ¡¡Apliquemos…!!  Que las palabras son muy fáciles de pronunciar, pero no tienen valor hasta que no empiezan a traducir ese “esperanto” que los humanos pretendieron inventar (la lengua común para todos y que en realidad no es de nadie ni sirve para nada).


José iba todavía de camino. La Madre, más inteligente que nadie, se ha hecho la distraída y busca disimuladamente un rayo de sol. Pero en realidad me ha dejado a solas con Jesús, el Niño, la elocuencia silenciosa a gritos.
San Ignacio, que no se deja nada atrás, escribe al final de la contemplación del Nacimiento: “Mirar y considerar cómo María y José han caminado y trabajado para que el Señor nazca en suma pobreza, y al final de tantos trabajos, de hambre y de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz y todo esto POR MÍ”.
“Enseñándonos a renunciar a la falta de religión”. Pero el corazón del ser humano no está para quedarse en vacío. Renuncia para dejar más espacio que rellenar. Y rellenará –paradójicamente- de sobriedad honrada, ahí donde los valores están trastocados con los del mundo y sus deseos mundanos, para vivir “una vida, sobria, honrada, y religiosa”.
No se trata de rezos, de novenas, de devociones, de “piedades”. RELIGIOSO ya decíamos que era una cosa muy a fondo: un RE-LEER y RE-ELEGIR a Dios. Un amarlo con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el corazón. Un ser Dios el primero, el referente substancial. Un cerrar los ojos para SENTIR A DIOS en el fondo del alma. Una OBEDIENCIA profunda a SU PALABRA, que la tengo arropada en mis brazos y está elocuentemente gritando en su total silencio.
Pero no estaría entendiendo para nada esa SU PALABRA si me quedara ahí. Pienso como que Jesús mismo “se me caería” de los brazos para ir al frío del pesebre, si no empiezo a ponerle nombres a Dios: a mi amigo, a mi enemigo, al de mi cuerda, al de “la otra cuerda”, al seco y al gracioso, al agradable y al desagradable, al primero y al último, al hombre y a la mujer, al joven, a los mayores y a los ancianos, al solo y al solitario, al de un color y al del otro.

Vivir una vida RELIGIOSA es vivir la tópica “ternura” de la Nochebuena, y la soledad y el hambre de los que tienen una noche como las demás (con el agravante de que saben que es distinta). VIDA RELIGIOSA y PIEDAD son dos expresiones iguales. Por eso no es la “dulce piedad del niño Jesús”, sino el corazón piadoso con el andrajo humano, el ateo, el que no cree en el mismo Dios que nosotros (¿o será que nosotros NO CREEMOS en el mismo Dios de Jesús y hemos creado una simbiosis que no se compagina con el Dios del Evangelio, y eso es lo que escandaliza y aparta a muchos? ¡Mi Jesús!, casi estoy temblando. Casi me dan ganas de llamar a María y decirle que Ella sea la que tome en brazos a Jesús, porque Ella conoce, acepta y guarda en su Corazón… San Pablo concluye esas expresiones: “aguardando la dicha que esperamos, la aparición gloriosa el gran Dios y Señor nuestro Jesucristo”.


viernes, 30 de diciembre de 2016

30 diciembre: Un ejemplo a seguir

Liturgia. LA SAGRADA FAMILIA
          Se celebra hoy el día de la Sagrada Familia, por aquello de que este año no hay domingo intermedio en los días de la Navidad. Es una fiesta que recoge la “nueva realidad” de José, María y el Niño formando una familia completa. Las lecturas están proyectadas hacia la familia cristiana, que debe encontrar en esta Familia un ejemplo a vivir.
          La 1ª lectura, del Eclesiástico (3, 3-7. 14-17) nos muestra el plan de Dios sobre esa institución: el padre de familia tiene una autoridad y ha de ser escuchado por sus hijos. Igual la madre. A los hijos se les dice que su respeto a sus padres acumula tesoros, y más adelante será proyectado sobre las nuevas familias que esos hijos constituyan.
          Que el hijo cuide con delicadeza a sus padres aunque sean ancianos y achacosos. No se olvidará esa actitud, que servirá al hijo para pagar por sus pecados.
          La 2ª lectura va en positivo. Col. 3, 12-21 es la descripción de una familia ordenada, en la que las actitudes son de misericordia salida de las mismas entrañas, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. No se debe perder ninguna de esas características. Unas llaman a las otras y se expresan por ellas.
          ¿Sueña Pablo con algo tan ideal? Pablo baja a la arena y comprende que hay ocasiones en que no queda otra salida que la de sobrellevarse mutuamente y perdonarse cuando alguno tiene queja del otro. Todo lo cual tiene posibilidad cuando el lazo que ciñe a los miembros de la familia es el amor que une…, cuando el árbitro que dirime es la paz de Cristo. La familia bajo la mirada de Jesús.
          Y en consecuencia, sed agradecidos, que no es solamente el hecho de serlo sino el estilo de expresarlo. Saber reconocer los valores del otro, alabar sus hechos y formas…,  enseñándose unos a otros y exhortándose mutuamente.
          Añade a todo eso una familia que ora junta, que participa juntos de la Eucaristía y de la Palabra, y que todo lo que de palabra o de obra realiza, sea todo en nombre de Jesús.
          Los consejos concretos que van a continuación ya son meras consecuencias. Pero son esas realidades prácticas en las que quiere aterrizar lo que ha enseñado.
          Este año nos toca un evangelio (Mt 2, 13-15. 19.23) que habla de la unión en medio de la dificultad. José ha recibido una visita del Señor que, en sueños, le comunica la terrible noticia de que Herodes busca al Niño para matarlo. Y le da la solución que debe emplear: HUIR. Y José despierta a María y se lo comunica, y así, de noche y precipitadamente, han de tomar al Niño y salir de Belén para tomar el camino más corto que les ponga fuera del alcance de la jurisdicción del tirano. Es un acto de familia en la adversidad. Un acto que hay que vivirlo en pura fe. ¿Realmente Dios no tuvo otro medio que aquel para salvar a Jesús? No entra ahora en discusión en la mente de aquellos padres. Se trata de poner a salvo al Niño y ahí van dirigidas todas sus atenciones.

          No ha tocado este año un episodio “familiar” que tiene mucha importancia considerar: el adolescente Jesús realiza un acto a todas luces “impropio” de una familia bien avenida y estupendamente relacionada: el adolescente que se toma la libertad de quedarse en el Templo sin avisar a sus padres que estaban tan seguros que lo habían dejado a buen recaudo en la caravana de regreso. La pregunta de María a Jesús en el momento del encuentro a los tres días es muy expresiva: Hijo: Por qué  -  lo has hecho ASÍ  -  con nosotros. Un “por qué” totalmente razonable por parte de la madre el hijo. Aquellos padres tenían derecho y deber de hacer esa corrección. Porque aun admitiendo que debiera quedarse en Jerusalén, ¿por qué ASÍ? ¿No había otro modo de hacerlo que no hubiera sido tan traumático? ¡Y precisamente CON NOSOTROS, abiertos siempre al entendimiento mutuo… ¿Por qué?
          La respuesta del hijo no fue fácil de entender, ni daba plena respuesta a la pregunta que le hacía su madre. Pero le dio pie a María para ejercitar su fe…, para guardar en su corazón como en un arca de lo incomprensible pero perfectamente rumiable, aquellas cosas que sólo se pueden acoger desde la fe.

          San Ignacio de Loyola en los Ejercicios aprovechará esta situación para poner al ejercitante ante el misterio de la vocación divina, a la que hay que responder sin muchas explicaciones ni porqués humanos. Y por tanto ante la tesitura de la familia que se topa de pronto con una vocación de Dios en uno de sus miembros.

jueves, 29 de diciembre de 2016

FELIZ 2017

Boletín de ENERO

29 diciembre: Ecos de la Navidad

Liturgia
          Recuperamos de alguna manera el ritmo navideño, con este día que es llamado: 5º dentro de la octava de la Navidad, en que no hay ninguna celebración santoral que prevalezca, y que deja paso a sucesos relacionados con el nacimiento de Jesús. Quedando el hecho de la imposición del nombre en la circuncisión para el día 1 (a los 8 días del nacimiento), hoy el evangelio nos narra el primer acto público que llevaron a cabo aquellos padres con el niño. Y sucede a los 40 días del nacimiento, cuando se ha pasado ya la cuarentena de la madre, y es el acto de presentación del primogénito en el Templo, tal como estaba prescrito por la ley. (Lc.2, 22-35)
          A la llegada al Templo se adelanta un anciano que ha sido iluminado por Dios para reconocer al Mesías en aquel Niño que lleva en sus brazos la madre, y se da a conocer y explica su sentir. María le deposita al Niño en sus brazos y Simeón, el anciano, prorrumpe en una oración salmódica: Ahora, Señor, ya puedo morir porque mis ojos han visto al Salvador de Israel y luz para todos los pueblos. Emocionado devolvió el Niño a su madre que, junto a José, estaban llenos de admiración por aquella revelación de Dios. Así entraron en el gran patio, compraron las palomas que habían de ofrecer para rescate del Niño, y penetraron en las dependencias del Templo. María entregó el niño a José (porque ella no podía pasar del atrio de las mujeres) y José se adelantó hasta el sacerdote a través del atrio de los hombres y llegó hasta el sacerdote. El sacerdote tomó al niño y lo presentó a Dios, como hubiera hecho con cualquier niño, sin sospechar que estaba presentando al Salvador de Israel. Se cumplió así todo lo que estaba prescrito por la Ley de Moisés, y llenos de alegría emprendieron su regreso a Belén, con el ánimo hecho a que ya estaba todo cumplido y lo que les quedaba era regresar a Nazaret.
          La 1ª lectura es muy rica (1Jn 2, 3-11) y hoy día es de una actualidad total. Afirma Juan que  quien dice: “Yo conozco a Dios” y no guarda sus mandamientos (el que se dice ‘creyente-no practicante’) es un mentiroso y la verdad no está en él.  Por el contrario, quien guarda su Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
          Todavía va a explicar más el sentido auténtico del verdadero creyente (practicante, se supone, porque el otro no es verdadero creyente): es la referencia a la luz y a las tinieblas. Y concreta que la luz es amar al hermano, y ese tal no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano, está en las tinieblas. Las tinieblas han cegado sus ojos.

Algunas lecciones de la Navidad                               (Fragmento corregido y aumentado de “Quién es Este”)
Me vais a permitir parar la escena “a lo Berlanga”. El rato que María estuvo fuera, yo me atreví a la travesura de sacarlo del pesebre y acogerlo en mis brazos. No era más que ese trocito pequeño de un niño recién nacido, que no hace sino lo propio de un recién nacido...
          Pero de pronto experimenté que más que arrullarlo yo a Él, Él me calentaba a mí. Que era pequeño, callado, impotente…, pero que de su calor brotaba un enorme borbotón de vida.
Aquí me gana la Liturgia de la Nochebuena. Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre, enseñándonos con erudición de sabiduría. Yo no había hecho nada, ni merecía nada, ni mi acción había sido otra que coger al Niño en los brazos. Y surgió esa avalancha de palabras de LA PALABRA…, la callada y elocuente Palabra de Dios, del NIÑO recién nacido, como que me decía: “Mírame; limítate a mirarme. Detén tus ojos en mi “nada humana”…, y ya tienes todo lo que quiero decirte: ¡Que abandones los ídolos mundanos y la vida a “media religión”! Reconozco que me fue como un terremoto en mi alma. ¿Ídolos mundanos? Los tengo a montones. Desde que me levanto hasta que me acuesto: “Voy a hacer”, “me gusta”, “no tengo gana”, “mañana haré”, “me quedo sentado tranquilo”, “¿qué tiene esto de malo?”, “voy a comprarme…”, sin que haya un discernimiento previo de lo que puede ser acorde con los deseos de Dios en el momento concreto mío. Y así podemos construir nuestra personal letanía. ¿No son demasiados ídolos los que tengo? Podría hasta enumerarlos. Son más de los que creo y de los que veo. Lo que pasa es que nos quedamos en “no ser malos”, “no hacer el mal”…, y no advertimos que el “mal” está detrás de muchas de esas apetencias que vienen al paso de la vida.

Y es que YO soy el primer diabólico ídolo que se mete en esos “deseos mundanos”. Y el pequeño-GRANDE Corazón del Niño, parece que me está latiendo más fuerte… Me está avisando. Ha aparecido la bondad de Dios que trae la salvación a todos”. ¿Me estará llegando? ¿Estará escuchando mi alma esos latidos suaves, pero tan recios, de ese corazoncito humano que me he atrevido traviesamente a sacar del pesebre frío para ponerlo sobre mi pecho?

miércoles, 28 de diciembre de 2016

ZENIT 28: Sobre la esperanza

El papa Francisco prosiguió este miércoles con la serie de catequesis sobre la esperanza, centrándose en la figura de Abraham, a quien Dios le hace salir de sus horizontes pequeños y entender mirando las estrellas que estas son numerosas como lo será su descendencia, invitándolo así a tener fe a pesar de la esterilidad de su consorte.
A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
San Pablo, en la Carta a los Romanos, nos recuerda la gran figura de Abraham, para indicarnos la vía de la fe y de la esperanza.
De él el apóstol escribe: «Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones» (Rom 4,18); “esperando contra toda esperanza”: Este concepto es fuerte ¿no?: aún cuando no hay esperanza yo espero. Es así nuestro padre Abrahán. San Pablo se está refiriendo a la fe con la cual Abrahán creyó en la palabra de Dios que le prometía un hijo.
Pero era verdaderamente una confianza “contra toda esperanza”, porque era tan imposible aquello que el Señor le estaba anunciando, ya que él era anciano – tenia casi cien años – y su mujer era estéril. No lo había logrado.
Pero lo ha dicho Dios, y él creyó. No había esperanza humana porque él era anciano y su mujer estéril: y él cree. Confiando en esta promesa, Abraham se pone en camino, acepta dejar su tierra y hacerse extranjero, esperando en este hijo “imposible” que Dios habría debido donarle no obstante que el vientre de Sara estaba como muerto.
Abraham cree, su fe se abre a una esperanza aparentemente irracional; esta es la capacidad de ir más allá de los razonamientos humanos, de la sabiduría y de la prudencia del mundo, más allá de lo que es normalmente considerado sentido común, para creer en lo imposible. La esperanza abre nuevos horizontes, nos vuelve capaces de soñar lo que no es ni siquiera imaginable. La esperanza hace entrar en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz. Es bella la virtud de la esperanza; nos da tanta fuerza para ir en la vida.
Pero es un camino difícil. Y llega el momento, también para Abraham de la crisis de desaliento. Ha confiado, ha dejado su casa, su tierra y sus amigos… todo. Y ha partido y ha llegado al país que Dios le había indicado, el tiempo ha pasado. En aquel tiempo hacer un viaje así no era como ahora, con los aviones – en 12 o 15 horas se hace –; se necesitaban meses, años.
El tiempo ha pasado, pero el hijo no llega, el vientre de Sara permanece cerrado en su esterilidad. Y Abraham, no digo que pierde la paciencia, sino se queja ante el Señor. También esto aprendemos de nuestro padre Abraham: quejarnos ante el Señor es un modo de orar. A veces cuando confieso yo escucho: “Me he quejado con el Señor…” y yo respondo: “No te quejes Él es Padre”. Y este es un modo de orar: quejarme ante el Señor, esto es bueno.
Abraham se queja ante el Señor y dice así: «Señor, respondió Abraham, […] yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco (Eliezer era quien gobernaba todas las cosas). Después añadió: “Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero”.
Entonces el Señor le dirigió esta palabra: “No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti”. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abraham creyó nuevamente en el Señor, que lo tuvo en cuenta como justicia» (Gen 15,2-6).
La escena se desarrolla de noche, afuera esta oscuro, pero también en el corazón de Abraham esta la oscuridad de la desilusión, del desánimo, de la dificultad de continuar esperando en algo imposible. Ahora el patriarca es demasiado avanzado en los años, parece que no hay más tiempo para un hijo, y será un siervo el que entrará a heredando todo.
Abraham se está dirigiendo al Señor, pero Dios, aunque este ahí presente y habla con él, es como si se hubiera alejado, como si no hubiese cumplido su palabra. Abraham se siente solo, esta viejo y cansado, la muerte se acerca. ¿Cómo continuar confiando?
Y este reclamo suyo es entretanto una forma de fe, es una oración. A pesar de todo, Abrahán continúa creyendo en Dios y esperando en algo que todavía podría suceder.
Contrariamente ¿para qué interpelar al Señor, quejándose ante Él, reclamando sus promesas? La fe no es solo silencio que acepta todo sin reclamar, la esperanza no es la certeza que te da seguridad ante las dudas y las perplejidades. Pero muchas veces, la esperanza es oscura; pero está ahí, la esperanza… que te lleva adelante. La fe es también luchar con Dios, mostrarle nuestra amargura, sin piadosas apariencias.
“Me he molestado con Dios y le he dicho esto, esto, esto” Pero Él es Padre, Él te ha entendido: ve en paz. ¡Tengamos esta valentía! Y esto es la esperanza. Y la esperanza es también no tener miedo de ver la realidad por aquello que es y aceptar las contradicciones. Abraham por lo tanto en la fe, se dirige a Dios para que lo ayude a continuar esperando.
Es curioso, no pide un hijo. Pide: “Ayúdame a seguir esperando”, la oración para tener esperanza. Y el Señor responde insistiendo con su improbable promesa: no será un siervo el heredero, sino un hijo, nacido de Abraham, generado por él.
Nada ha cambiado, por parte de Dios. Él continúa afirmando aquello que había dicho, y no ofrece puntos de apoyo a Abrahán, para sentirse seguro. Su única seguridad es confiar en la palabra del Señor y continuar esperando.
Y aquel signo que Dios dona a Abraham es una invocación a continuar creyendo y esperando: «Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas […] Así será tu descendencia» (Gen 15,5). Es todavía una promesa, hay todavía algo que esperar para el futuro. Dios lleva a Abraham afuera de la tienda, en realidad (fuera) de sus visiones restringidas, y le muestra las estrellas.
Para creer, es necesario saber ver con los ojos de la fe; no solo estrellas, que todos podemos ver, sino para Abraham tienen que convertirse en el signo de la fidelidad de Dios. Es esta la fe, este el camino de la esperanza que cada uno de nosotros debe recorrer.
Si también a nosotros nos queda como única posibilidad mirar las estrellas, entonces es tiempo de confiar en Dios. No hay nada más bello. La esperanza no defrauda. Gracias.

28 diciembre: Santos Inocentes

Liturgia
          En medio del ambiente de Navidad aparece el contrapunto de la celebración de los SANTOS INOCENTES, que son mártires inconscientes del nacimiento de Jesús. El evangelio de San Mateo lo describe en 2, 13-18, y son la consecuencia de la ambición y obsesión de poder del reinante rey Herodes, que ya llevaba a sus espaldas muchas muertes de personas allegadas o relacionadas con él, en cuanto pensaba que podían ser un obstáculo en su poderío.
          La verdad es que esta fiesta estaría mejor situada después de Epifanía, por aquello de que entonces se narra la venida de los “magos”, que dieron pie y pista a Herodes para emprender su brutal decisión.
          La 1ª lectura no hace al caso, porque es “continuada” de la que se empezó ayer con la 1ª carta de San Juan. Hoy (1, 5-2,2)  su “tesis” fundamental es que para conocer a Jesús y estar unidos a él hay que vivir “en la luz”. Todo lo que no es en nosotros claro como el día, es vivir en tinieblas Y así si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros; pero si confesamos nuestros pecados, él –que es fiel y justo- nos perdonará y lavará… Y decir que no tenemos pecado es hacer a Dios mentiroso. Y confesar nuestro  pecado es tener ya un Defensor ante el Padre. Un conjunto de afirmaciones que habría que esculpir a la vista de tantos y tantas.


AMANECER EN BELÉN
[Del Libro: Quién es Este]
La noche se serenó suficientemente y descansaron María y José, cada uno desde su particular vigilancia, María muy cerca del niño; José en la embocadura.
José se desveló antes, no sé si por el frío o porque bien cayó en la cuenta de que había temas que resolver de inmediato, en cuanto amaneciera. Porque allí no iban a quedarse. Hoy comerían con los pequeños obsequios de los pastores. Pero eso no era solucionar apenas nada. Sobre todo: de allí, del lugar improvisado por la urgencia del momento, había que partir ese mismo día. Había que buscar un alojamiento en la ciudad. Un mínimo techo, bajo el que estar, en tanto se pensaba lo que habría que hacer.
Cuando María se hubo despertado y se puso en pie, desentumeciéndose de la postración de la noche, José le expresó su pensamiento. Coincidían plenamente; era lo más lógico. Pero lo que José llevaba sobre sí era dejarla sola en aquel descampado. ¡Y no había más remedio! María lo veía claro. Ella sabía que quedaba bajo la protección de Dios. Y tranquilizó a José y le dijo que se fuera sin recelo. Que preparara la mula y que emprendiera ese trayecto de 2 kilómetros.
José, entre afligido y alegre, salió cara al aire frío de la mañana, pero con la mirada puesta en el Cielo y el corazón en Dios. Siempre estuvo Dios con ellos. Él iba confiado en sus manos.  Claro que el esclavito está para algo y –aunque a la distancia sublime de la mística-, yo estoy allí para algo. María no va a quedar sola. Yo me quedo y, aunque siempre guardando mí sitio y sin entremezclarme, le puedo decir a María que cuente conmigo.
María salió un poco a estimular sus músculos. El Niño dormía plácidamente. Yo me quedé cerquita, muy cerquita, porque tenía el presentimiento que ese Niño expresaba vida –pero vida de dentro- en cada respiración. Me fui acercando. Es evidente que el Niño no hablaba. Pero no me quedaba sordo a esa voz profunda que habla más que el silencio.
San Pablo lo sabía. La liturgia lo explicitó atrevidamente. San Jerónimo lo dijo con una palabra que a mí siempre me deja recogido en el alma. Es un silencio elocuente. Y San Pablo dirá que “ha aparecido la Gracia de Dios enseñándonos con elocuencia” Y a mí no se me pasa por alto. Mientras María está rondando por allí, sin perder de vista al Niño, yo estoy como queriendo escuchar… No me quito de mi pensamiento que hay más elocuencia en ese silencio del niño-rey recién nacido…, de la PALABRA hecha carne y viviendo ya entre nosotros, y que escuchar esa Palabra HACE HIJOS DE DIOS. Por eso no pierdo puntada. ¿Habrá allí alguna cosa que me esté queriendo decir algo?

María entró. Yo me separé de mi proximidad. Sentí como que había una complicidad entre Ella y yo. Ella, guardaba en su Corazón. Yo sentía un presagio de algo. Y no renuncio a volver a acercarme a solas, en cuanto pueda, porque Jesús está callado, como niño que es, pero ese Jesús HABLA donde otras voces no se oyen. Sí la suya.

martes, 27 de diciembre de 2016

27 diciembre: San Juan evangelista

Liturgia
          Celebra hoy la liturgia el día de San Juan, el apóstol y evangelista del 4º evangelio. El discípulo que vivió más y que no murió mártir. El que gozó una vejez de recuerdos íntimos sobre el Maestro, y trasmitió el núcleo mismo de su enseñanza: el amor de los unos para los otros.
          La liturgia recoge hoy el comienzo de su 1ª carta (1-4) en la que vive la emoción de haber tocado y palpado al Verbo de la Vida (“la Palabra de la Vida, porque la Vida se hizo visible”). Con un regusto inmenso declara que nosotros la hemos visto… ¡Tantos tiempo conviviendo con Jesús, y ahora ya evocado desde las alturas de la fe! Ya no es sólo Jesús. Ya, desde las alturas de sus muchos años, Juan goza con haber convivido con la misma Palabra de la Vida, el Verbo de Dios. Y quiere que esa experiencia suya sirva a todos para vivir unidos y para que tengamos alegría completa.
          El evangelio, también de Juan (20, 2-8) narra el momento en que María Magdalena ha venid alarmada porque “se han llevado el cadáver de Jesús”. Simón y “el otro discípulo” sienten la necesidad de cerciorarse de la realidad y salen hacia el sepulcro. El otro discípulo, más joven que Pedro, corre más, pero tiene la delicadeza de no entrar antes de que llegue Simón. Eso sí: constata dos cosas muy extrañas: la losa está descorrida, pese a los sellos del gobernador; y lo que puede observar es que las vendas están por el suelo.
          Pedro entró conforme llegaba y entonces entró el otro. Y quedaron en silencio y observaron sin mediar palabra: el cuerpo de Jesús no estaba, Las vendas habían quedado plegadas (caída la parte superior sobre la inferior) [es el otro sentido que se da a ese estar “por el suelo”, y expresaría muy bien el sentido de unas vendas o sudario que se ha plegado al esfumarse el cuerpo que había estado cubierto por ellas].
          El “otro discípulo” vio lo que vio y se le encendió la fe. Nadie se había levado desnudo el cuerpo del Señor (no tenía sentido), y Jesús había anunciado muchas veces que resucitaría al tercer día. Por tanto, ¡es que ha resucitado!
          ¿Por qué Juan no nombra al “otro discípulo” con su nombre propio. Conociendo el estilo de Juan es muy posible concluir que pretendió extender aquella experiencia a TODO OTRO DISCÍPULO que se acerca al evangelio y tiene allí que “ver y creer”, porque ahora toca ya entender la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.

          No perdamos comba en el misterio que nos embarga estos días: el de los hechos que siguieron al nacimiento de Jesús en Belén.
En Belén, María descansa como descasan las madres: que no duermen durmiendo sino velando. José se salió a su puesto de vigía, cruzó el bastón en la puerta (como era costumbre de pastores para que nadie entre o salga sin ellos enterrase, y se quedó en el duermevela típico de una situación así. No lo dejé solo. Y aunque reconozco que yo no paraba en mi ir y volver de la puerta al pesebre, y así entraba y salía, también llegué a dormitar.
José levantó de pronto la cabeza y aplicó el oído. Venía alguien. Y más de uno. Escuchaba conversaciones e intuía un grupo. José se puso de pie. No podía estar sentado como si nada. Tenía que hacer acto de presencia, a la vez que cuidó no avivar la pequeña hoguera que le calentaba. Era mejor pasar desapercibido.
Pero quien fuera, venía derecho a ellos. Tuvo miedo y pidió ayuda a Dios. Cuando llegó el primero ante él, vio un humilde pastor que tímidamente se interesaba por un Niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre. Y se juntaron varios hombres y contaron a trozos lo que les había sucedido. Del fondo del lugar emergió la figura de una muchacha a la que había despertado la conversación… Se acercó. Escuchó. Y vio rápidamente que Dios no los había dejado solos en aquella su aparente soledad. Que Dios se había buscado compañía y fiesta entre aquellos hombres sencillos… Los saludó; José se hizo a un lado. Los hombres le iban entregando a los dos aquellas cositas que habían recogido. Tímidos y respetuosos. Toscos, pero con la belleza de la “necedad de Dios”. Y los llevó hasta el pesebre. María y José observaban detrás, y ellos rodearon el pesebre con enorme emoción y ternura…, hechos “flanes” (que diríamos…) Uno de ellos se arrodilló. Le siguieron los otros como llevados de un sentimiento más profundo, y no le quitaban ojo al Niño…, como no fuera para mirar -admirados- a aquellos padres.
A mí me pareció que rezaban. Que no hablaban nada. Que no tenían nada que decir. María se adelantó, sacó al Niño del pesebre y se lo dio a besar… Ni se atrevían a tocarlo. Uno le cogió un piececito y lo tuvo un rato entre las manos. El hombre lloraba. Y daban gloria a Dios por todo lo que habían visto y oído.

No sabían despedirse, pero acabaron por hacerlo. Uno de ellos depositó con toda delicadeza un beso en la frente del recién nacido… Y salieron muy calladitos.


La noche, estaba visto, no era para dormir… Pero se fue tranquilizando, y fue el momento sublime en que María abrió el cofre sin fondo de su corazón… Allí donde iba dejando entrar cada hecho, cada instante… Y lo guardaba. No se podía ni asimilar de pronto, ni comentar. Necesitaba ese silencio del alma en donde Dios va luego “explicando”…, donde el alma “se deja tocar” por esos susurros e incluso inmensas voces misteriosas de Dios que habla en el secreto del alma.

lunes, 26 de diciembre de 2016

ZENIT 26: El martirio de hoy

El santo padre Francisco rezó este lunes la oración del ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, donde varios miles de peregrinos le aguardaban en esta festividad de San Esteban.
A continuación las palabras del Papa
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La alegría de la Navidad llena también hoy nuestros corazones, mientras que la liturgia celebra el martirio de San Esteban, el primer mártir, invitándonos a recoger el testimonio que él nos ha dejado con su sacrificio. Es el testimonio glorioso propio del martirio cristiano, sufrido por amor a Jesucristo; martirio que continúa a estar presente en la historia de la Iglesia, desde Esteban hasta nuestros días.
De este testimonio nos ha hablado el Evangelio de hoy. Jesús preanuncia a sus discípulos el rechazo y la persecución que encontraran: «Serán odiados por todos a causa de mi Nombre». Pero ¿Por qué el mundo persigue a los cristianos? El mundo odia a los cristianos por la misma razón por la cual ha odiado a Jesús, porque Él ha traído la luz de Dios y el mundo prefiere las tinieblas para esconder sus obras malignas.
Recordemos que el mismo Jesús, en la Última Cena, rezó al Padre para que nos defendiera del espíritu mundano maligno. Hay contraposición entre la mentalidad del Evangelio y aquella mundana. Seguir a Jesús quiere decir seguir su luz, que se ha encendido en la noche de Belén, y abandonar las tinieblas del mundo.
El protomártir Esteban, lleno de Espíritu Santo, fue lapidado porque confesó su fe en Jesucristo, Hijo de Dios. El Unigénito que viene al mundo invita a cada creyente a elegir la vía de la luz y de la vida.
Este es el significado de su venida entre nosotros. Amando al Señor y obedeciendo a su voz, el diácono Esteban ha elegido a Cristo, Vida y Luz para todo hombre. Escogiendo la verdad, él se ha convertido al mismo tiempo en víctima del misterio de la iniquidad presente en el mundo. ¡Pero en Cristo, Esteban ha vencido!
También hoy la Iglesia, para dar testimonio de la luz y de la verdad, sufre en diversos lugares duras persecuciones, hasta la suprema prueba del martirio. ¡Cuántos hermanos y hermanas en la fe sufren injusticias, violencias y son odiados a causa de Jesús! Yo les digo una cosa, los mártires de hoy son en número mayor respecto a los primeros siglos.
Cuando nosotros leemos la historia de los primeros siglos, aquí, en Roma, leemos tanta crueldad con los cristianos; yo les digo: la misma crueldad existe hoy y en número mayor hacia los cristianos.
Hoy queremos recordarnos de ellos que sufren persecuciones, y estar cerca de ellos con nuestro afecto, nuestra oración y también nuestro llanto.
Ayer, en el día de Navidad, los cristianos perseguidos en Irak han celebrado la Navidad en su catedral destruida: es un ejemplo de fidelidad al Evangelio.
No obstante las pruebas y los peligros, ellos testimonian con valentía su pertenencia a Cristo y viven el Evangelio comprometiéndose en favor de los últimos, de los más olvidados, haciendo el bien a todos sin distinción; testimonian la caridad en la verdad.
Al hacer espacio dentro de nuestro corazón al Hijo de Dios que se dona a nosotros en la Navidad, renovemos la alegre y valiente voluntad de seguirlo fielmente como único guía, perseverando en el vivir según la mentalidad evangélica y rechazando la mentalidad de los dominadores de este mundo.
A la Virgen María, Madre de Dios y Reina de los mártires, elevemos nuestra oración, para que nos guie y nos sostenga siempre en nuestro camino en el seguimiento de Jesucristo, que contemplamos en la gruta del pesebre y que es el Testimonio fiel de Dios Padre”.
Después de la oración del ángelus el Papa dirige las siguientes palabras:
“Expreso mi pésame por la triste noticia del avión ruso que precipitó en el Mar Negro. El Señor consuele al querido pueblo ruso y a los familiares de los pasajeros que estaban abordo: periodistas, tripulación y el excelente coro y orquesta de las Fuerzas Armadas. La bienaventurada Virgen María les apoye en las operaciones de búsqueda actualmente en curso. En el 2004 este coro se exhibió en el Vaticano por los 26 años del pontificado de san Juan Pablo II; recemos por ellos.
Queridos hermanos y hermanas, en el clima de gozo cristiano que emana de la Navidad de Jesús, les saludo y agradezco por vuestra presencia. A todos ustedes que han venido de Italia y de diversos países, renuevo el deseo de paz y de serenidad: sean estos para ustedes y para sus familiares, días de alegría y de fraternidad.
Saludo y envío mis mejores deseos a todas las personas que se llaman Esteban o Estefania. En estas semanas he recibido mensajes de saludos de todo el mundo.
No me es posible responder a cada uno, por ello expreso hoy a todos mi especial agradecimiento, especialmente por el don de la oración. ¡Gracias de corazón! El Señor les recompense por la generosidad. ¡Buena fiesta! Y por favor no se olviden de rezar por mi. Buon pranzo y arrivederci”.

26 diciembre: Al calor de la Navidad

Liturgia.- San Esteban
          Recordamos hoy a San Esteban, el primer mártir de la Iglesia, cuyo martirio describen el libro de los Hechos de los Apóstoles (6, 8-10; 7, 54-59). Hombre de fe y de potencia en sus enseñanzas, era un estorbo para los fariseos y ancianos del pueblo que eran la corte de los sacerdotes. Arrestado por ellos, Esteban declara que ve el cielo abierto y a Jesús de pie a la derecha de Dios. Aquello exalta a los dirigentes judíos que lo toman cono enorme blasfemia y dan a Esteban el castigo de los blasfemos: el apedreamiento. Esteban eleva su corazón y deposita su espíritu en las manos de Dios, después de pedir para sus verdugos el perdón de Dios, para que no les tenga en cuenta ese pecado.
          En Mt 10, 17-22 tenemos la advertencia que ya hizo Jesús durante su vida, por la que la fidelidad a él y a la verdad iba a originar la persecución, venida aun de dentro de los propios vecinos, conocidos y familiares. Pero no tengáis preparada una respuesta, porque la más oportuna os la sugerirá en su momento el mismo Espíritu Santo. El que persevere hasta el final, se salvará.

          Pero la celebración de San Esteban no debe separarnos del acontecimiento principal que tenemos entre manos estos días, y quedan muchas cosas que decir todavía sobre el misterio de Belén. Vayamos al libro “Quién es Este” y descubramos entresijos que nos ayuden a contemplar ese misterio.

LOS PASTORES
A unos pocos kilómetros había unos pastores con sus rebaños. El pastor vigía advierte un extraño fenómeno. Por allí, por Belén, por sus alrededores, ha empezado a levantarse una nubecilla blanca. Se quedó observando con curiosidad. Pero la luz iba aumentando y ya no le resultó tan interesante sino que le empezó a entrar miedo. Se fue a los otros que descansaban y les avisó del extraño suceso. Salieron todos rápidamente. Y la nube luminosa crecía, y se venía a ellos. Ahora ya no es miedo; ahora es terror. Terror ante lo sobrenatural, lo que rebasa, lo desconocido, lo que para ellos es como una señal de cataclismo… Y –como era costumbre- se tiraron boca abajo y cerraron los ojos por el espanto.
De entre aquella nube alegre y luminosa, casi juguetona, se adelanta un “ángel”. Se va acercando al grupo apiñado de despavoridos pastores y les da la señal indiscutible de Dios: ¡No temáis! Y por si faltaba algo: ¡OS ha nacido un Salvador, EL MESÍAS, el Señor! Y la señal para encontrarlo, algo tan simple como unos pañales…, y tan vuestro como un pesebre!

En aquel lugar de Belén, en efecto, María había pedido que le buscáramos unas pajas, unas hierbecillas suaves para rellenar un poco el pesebre, y quitarle frío. Y allí depositó EL TESORO que Dios le había entregado. Estamos los tres de rodillas. No levantamos apenas la vista, aunque no la quitamos del Niño… SILENCIO que sale obligado, porque ¿qué podemos decir? Si bien es verdad que como uno tenga un radar de los íntimos, la respiración del Niño está hablando… Pero es un “lenguaje” que ya intentaremos “escuchar”. Ahora mismo, ni eso.


Tenemos dos escenarios simultáneos: en Belén, aquella joven pareja que vive cada segundo, cada aliento, sin casi moverse: los ojos puestos sobre ese Niño que ha quedado depositado en el “sagrario” de un pesebre. Yo podría y querría ser allí lámpara que indicase que allí está Dios. No nos movemos nadie. Escuchamos la leve respiración del Niño, que ya duerme.

Al otro lado, entre las ovejas, los pastores que están sentados en el suelo, casi inmóviles mientras los ángeles cantan el gran villancico de la vida: A Dios, Gloria en el Cielo, porque es el que tiene el honor y el poder; en la tierra, PAZ a la humanidad entera, a la que ama el Señor…, a la que ha venido, donde ha querido establecerse. Los cánticos angélicos resuenan por los aires, ya en retirada, y los pastores se miran: - Nos han invitado; nos ha nacido EL MESÍAS, debemos ir. Y empiezan a levantare del suelo, y van dando sus ideas… Tenemos que llevarles algo. Una madre que da a luz donde hay un pesebre, debe tener necesidad… Y uno piensa en llevar leche de sus ovejas (le vendrá muy bien a la madre); otro piensa en su mejor zalea, porque el Niño puede necesitar calor, aunque tenga sus pañales y ya puedan haberlo abrigado… El otro, ese requesón… Fueron saliendo ideas. Sobre todo, salía una energía del alma: NOS HA NACIDO…

domingo, 25 de diciembre de 2016

ZENIT 25: Dos mensajes del Papa

Mensaje de Navidad del Papa: Paz a quienes sufren guerra, violencia y exclusión – texto completo – 2016
Francisco impartiendo la bendición Urbi et Orbe
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha rezado este domingo el ángelus desde la el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro que da a la plaza donde unos 40 mil fieles y peregrinos le esperaban. Antes de dar la bendición Urbi et Orbe, dirigió el tradicional mensaje navideño, transmitido también a nivel mundial por las radios y televisiones.
Texto completo
Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad. Hoy la Iglesia revive el asombro de la Virgen María, de san José y de los pastores de Belén, contemplando al Niño que ha nacido y que está acostado en el pesebre: Jesús, el Salvador.
En este día lleno de luz, resuena el anuncio del Profeta: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: Maravilla del Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz» (Is 9, 5).
El poder de un Niño, Hijo de Dios y de María, no es el poder de este mundo, basado en la fuerza y en la riqueza, es el poder del amor. Es el poder que creó el cielo y la tierra, que da vida a cada criatura: a los minerales, a las plantas, a los animales; es la fuerza que atrae al hombre y a la mujer, y hace de ellos una sola carne, una sola existencia; es el poder que regenera la vida, que perdona las culpas, reconcilia a los enemigos, transforma el mal en bien.
Es el poder de Dios. Este poder del amor ha llevado a Jesucristo a despojarse de su gloria y a hacerse hombre; y lo conducirá a dar la vida en la cruz y a resucitar de entre los muertos. Es el poder del servicio, que instaura en el mundo el reino de Dios, reino de justicia y de paz. Por esto el nacimiento de Jesús está acompañado por el canto de los ángeles que anuncian: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama» (Lc 2,14).
Hoy este anuncio recorre toda la tierra y quiere llegar a todos los pueblos, especialmente los golpeados por la guerra y por conflictos violentos, y que sienten fuertemente el deseo de la paz. Paz a los hombres y a las mujeres de la martirizada Siria, donde demasiada sangre ha sido derramada.
Sobre todo en la ciudad de Alepo, escenario, en las últimas semanas, de una de las batallas más atroces, es muy urgente que se garanticen asistencia y consolación a la extenuada población civil, respetando el derecho humanitario.
Es hora de que las armas callen definitivamente y la comunidad internacional se comprometa activamente para que se logre una solución negociable y se restablezca la convivencia civil en el País.
Paz para las mujeres y para los hombres de la amada Tierra Santa, elegida y predilecta por Dios. Que los Israelíes y los Palestinos tengan la valentía y la determinación de escribir una nueva página de la historia, en la que el odio y la venganza cedan el lugar a la voluntad de construir conjuntamente un futuro de recíproca comprensión y armonía.
Que puedan recobrar unidad y concordia Irak, Libia y Yemen, donde las poblaciones sufren la guerra y brutales acciones terroristas. Paz a los hombres y mujeres en las diferentes regiones de África, particularmente en Nigeria, donde el terrorismo fundamentalista explota también a los niños para perpetrar el horror y la muerte.
Paz en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo, para que se curen las divisiones y para que todos las personas de buena voluntad se esfuercen para iniciar nuevos caminos de desarrollo y de compartir, prefiriendo la cultura del diálogo a la lógica del enfrentamiento.
Paz a las mujeres y hombres que todavía padecen las consecuencias del conflicto en Ucrania oriental, donde es urgente una voluntad común para llevar alivio a la población y poner en práctica los compromisos asumidos.
Pedimos concordia para el querido pueblo colombiano, que desea cumplir un nuevo y valiente camino de diálogo y de reconciliación. Dicha valentía anime también la amada Venezuela para dar los pasos necesarios con vistas a poner fin a las tensiones actuales y a edificar conjuntamente un futuro de esperanza para la población entera.
Paz a todos los que, en varias zonas, están afrontando sufrimiento a causa de peligros constantes e injusticias persistentes. Que Myanmar pueda consolidar los esfuerzos para favorecer la convivencia pacífica y, con la ayuda de la comunidad internacional, pueda dar la necesaria protección y asistencia humanitaria a los que tienen necesidad extrema y urgente.
Que pueda la península coreana ver superadas las tensiones que atraviesan en un renovado espíritu de colaboración. Paz a los que han perdido a un ser querido debido a viles actos de terrorismo que han sembrado miedo y muerte en el corazón de tantos países y ciudades.
Paz —no de palabra, sino eficaz y concreta— a nuestros hermanos y hermanas que están abandonados y excluidos, a los que sufren hambre y los que son víctimas de violencia. Paz a los prófugos, a los emigrantes y refugiados, a los que hoy son objeto de la trata de personas. Paz a los pueblos que sufren por las ambiciones económicas de unos pocos y la avaricia voraz del dios dinero que lleva a la esclavitud.
Paz a los que están marcados por el malestar social y económico, y a los que sufren las consecuencias de los terremotos u otras catástrofes naturales. Paz a los niños, en este día especial en el que Dios se hace niño, sobre todo a los privados de la alegría de la infancia a causa del hambre, de las guerras y del egoísmo de los adultos.
Paz sobre la tierra a todos los hombres de buena voluntad, que cada día trabajan, con discreción y paciencia, en la familia y en la sociedad para construir un mundo más humano y más justo, sostenidos por la convicción de que sólo con la paz es posible un futuro más próspero para todos. Queridos hermanos y hermanas: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado»: es el «Príncipe de la paz». Acojámoslo.


El Papa en la misa de Nochebuena: ‘Dejémonos interpelar por el Niño Jesús y por los niños excluidos’
Misa de Nochebuena 2016
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco presidió este sábado por la noche la misa de Nochebuena en la basílica de San Pedro. En la homilía el Santo Padre ha señalado que “el Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial”.
Texto completo
«Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).
Las palabras del apóstol Pablo manifiestan el misterio de esta noche santa: ha aparecido la gracia de Dios, su regalo gratuito; en el Niño que se nos ha dado se hace concreto el amor de Dios para con nosotros.
Es una noche de gloria, esa gloria proclamada por los ángeles en Belén y también por nosotros hoy en todo el mundo. Es una noche de alegría, porque desde hoy y para siempre Dios, el Eterno, el Infinito, es Dios con nosotros: no está lejos, no debemos buscarlo en las órbitas celestes o en una idea mística; es cercano, se ha hecho hombre y no se cansará jamás de nuestra humanidad, que ha hecho suya.
Es una noche de luz: esa luz que, según la profecía de Isaías (cf. 9,1), iluminará a quien camina en tierras de tinieblas, ha aparecido y ha envuelto a los pastores de Belén (cf. Lc 2,9). Los pastores descubren sencillamente que «un niño nos ha nacido» (Is 9,5) y comprenden que toda esta gloria, toda esta alegría, toda esta luz se concentra en un único punto, en ese signo que el ángel les ha indicado: «Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12).
Este es el signo de siempre para encontrar a Jesús. No sólo entonces, sino también hoy. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios.
Con este signo, el Evangelio nos revela una paradoja: habla del emperador, del gobernador, de los grandes de aquel tiempo, pero Dios no se hace presente allí; no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende. Y para encontrarlo hay que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse, abajarse, hacerse pequeño.
El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre nos faltará. Nos hará bien dejar estas cosas para encontrar de nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la alegría, el sentido de la vida.
Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se devora su dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes.
Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas.
El misterio de la Navidad, que es luz y alegría, interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza. Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada.
Así sucedió a José y a María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a Jesús en un pesebre, «porque no tenían [para ellos] sitio en la posada» (v. 7): Jesús nace rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría. También hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos afanamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado. Esta mundanidad se tomó como rehén la Navidad, es necesaria librarla.
Pero la Navidad tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece. Su luz suave no da miedo; Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil en medio de nosotros, como uno más.
Nace en Belén, que significa «casa del pan». Parece que nos quiere decir que nace como pan para nosotros; viene a la vida para darnos su vida; viene a nuestro mundo para traernos su amor. No viene a devorar y a mandar, sino a nutrir y servir. De este modo hay una línea directa que une el pesebre y la cruz, donde Jesús será pan partido: es la línea directa del amor que se da y nos salva, que da luz a nuestra vida, paz a nuestros corazones.
Lo entendieron, en esa noche, los pastores, que estaban entre los marginados de entonces. Pero ninguno está marginado a los ojos de Dios y fueron justamente ellos los invitados a la Navidad.
Quien estaba seguro de sí mismo, autosuficiente se quedó en casa entre sus cosas; los pastores en cambio «fueron corriendo de prisa» (cf. Lc 2,16). También nosotros dejémonos interpelar y convocar en esta noche por Jesús, vayamos a él con confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros límites.
Dejémonos tocar por la ternura que salva. Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a mirar el pesebre, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la paz, la pobreza absoluta y el rechazo.
Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas. Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios.
Con María y José quedémonos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí.